28 de junio de 2011

ROBO DE BEBÉS: EL TESTIMONIO DE LA MONJA NICOMENDES ZARACHO (FELISA), QUE ACTUÓ EN EL HOSPITAL MILITAR.

EL TESTIMONIO DE LA MONJA NICOMENDES ZARACHO (FELISA), QUE ACTUO EN EL HOSPITAL MILITAR
“Yo no sé doctora... yo no sé, no sé”
Ante el tribunal que juzga el plan sistemático de robo de bebés, la monja relativizó su propia declaración del 2007. Esta vez dijo no recordar que entregara sábanas para “las NN” y tampoco supo qué decir sobre el destino de los chicos que vio.

La monja Nicomendes Zaracho fue acompañada por otras dos religiosas a Tribunales.Imagen: Rafael Yohai

A algunos de ellos siempre les costó contar lo que vieron en el interior del Hospital Militar de Campo de Mayo donde trabajaron durante los años de la dictadura militar, el lugar en el que funcionó la maternidad clandestina que atendió a las parturientas secuestradas. Algunas son religiosas de la Congregación Misericordia de la Tercera Orden regular de San Francisco; algunos son médicos que estaban bajo las órdenes de otros médicos militares. La semana pasada empezaron a pasar por la audiencia del plan sistemático de robo de bebés como ayer lo hizo Felisa, una monja paraguaya, y el médico Carlos Alberto Raffinetti. Ambos habían dicho años atrás algo más de lo que ayer recordaron. La monja, en una declaración de 2007; el médico ante la Conadep. Ayer la presidenta del Tribunal Oral Federal 6 llegó casi a enojarse con la religiosa que sistemáticamente evitó todo tipo de precisiones. “¿Pero usted supo lo que pasó en el país entre los años ’76 y ’82?”, le preguntó María del Carmen Roqueta notoriamente incómoda. “¿Nunca tomó conocimiento de lo que se nombró como guerra? ¿Sabe que en este momento está declarando frente a un tribunal federal de la Nación?”

La hermana Felisa se llama Nicomendes Zaracho, una religiosa que trabajó durante doce años en el Hospital de Campo de Mayo. Zaracho era la encargada de distribuir la comida, cuidar la ropa de los soldados y mantener la limpieza de una de las salas que tenía a cargo. Luego de una larga investigación que logró darles nombre a las personas que habían estado en esos servicios, el Juzgado Federal de Jorge Ballestero la convocó en 2007 para una primera declaración. Zaracho en ese contexto habló de las escenas, por las que la querella de Abuelas de Plaza de Mayo volvió a pedir su presencia. Dijo que alguna vez sirvió el desayuno para tres chicos que de pronto, un día, aparecieron en un área del hospital. Mencionó además que cuando distribuía las sábanas e inscribía los destinos, alguna vez tuvo que poner como destino la inscripción “NN”. Ninguno de esos recuerdos aparecieron ayer con facilidad. Tanto que durante un tramo de la declaración, cuando las idas y venidas de las preguntas no lograban siquiera acercarla a los puntos más tremendos de esos relatos, Roqueta le preguntó si estaba segura de estar bien. “¿Está amenazada? ¿Recibió alguna coacción?”, le dijo. “¿Quiere que desalojemos la sala para que pueda declarar tranquila? ¿Se asesoró con algún abogado antes de venir acá?” La monja, que respondió que no a cada una de las preguntas, hasta con una sonrisa nerviosa, dijo que no también cuando le preguntaron por el abogado, pese a que momentos antes quien la acompañó se presentó como abogado ante alguien de la causa. El hombre, de apellido San Juan, bajó las escalinatas con ella y otras dos religiosas.

La declaración
La hermana Felisa atendía a los enfermos de la Clínica Médica, que luego pasaban al sector de epidemiología, con acceso restringido al personal militar después del golpe de Estado. “¿De dónde le traían la comida?”, preguntó el abogado de Abuelas, Alan Iud. “De la cocina”, dijo ella. “¿Y la vestimenta?” “De la ropería”, agregó.

–¿Quedaba algún tipo de registro?
–Sí –dijo la mujer–, se anotaban cuántas sábanas iban para los soldados, después las traían y les dábamos ropa limpia.

–¿Alguna vez en esos registros leyó o pudo ver que estuviera el término NN? –preguntó Iud.
–Que yo sepa, no –dijo la religiosa.

–¿Escuchó esa expresión?
–No.

–¿Sabe a qué se refiere esa expresión?
–Son... –propuso– personas que no tienen nombre.

Ese fue el trabado ritmo de la declaración. Zaracho respondió breve o con monosílabos. Luego, las preguntas se escuchaban en tonos cada vez más altos, como si todo fuese un problema de audición. Finalmente, Zaracho volvió a hablar de los niños: “Yo me acuerdo de una vez en pediatría que hubo, no un bebé, sino tres chiquitos, uno de siete años. Yo me acuerdo que le mandaron pedir a la superiora para que les vaya a dar el desayuno a esos chicos; era una nena y dos varoncitos”. Zaracho no dijo mucho más. Dijo “no sé” cuando le preguntaron por los padres, aunque no era lo que había dicho años antes. Roqueta empezó a leerle poco después su vieja declaración para recordar alguno de esos puntos. En esa vieja versión, la superiora había recibido una orden durante la noche para darles de comer a unos niños. Zaracho los asistió con otras dos religiosas. “Nos encontramos con un varón de seis o siete años –dijo en ese momento–, y dos hermanos de 2 y 4 años; el varón era primo de los otros chicos; la nena lloraba mucho pidiendo por su madre, y el nene les decía que ya no estaban más. Y decían que los padres los habían puesto debajo de la cama, y sobre ella habían puesto además un colchón.” Era el año 1976, los tres estaban en la maternidad, en el área ginecología.

“¿De todo eso no se acuerda nada?”, le preguntaron a la mujer. “¿Cómo eran esos nenes?” Ella sólo dijo recordar que el niño era flaquito, algo rubio y tenía un jean y un pulóver.

–¿Sabe qué pasó con esos chicos después?
–No –dijo la mujer.

–¿Y no preguntó a las otras religiosas? ¿No lo hablaban entre ustedes?
–No –dijo Zaracho–. Lo que pasa es que habían dicho que les diésemos el desayuno nomás.

“¿Era común ver chicos en ese lugar?”, le preguntaron. “¿Era común ver que lloraran pidiendo por sus padres? ¿Era todo igual? ¿No le llamó la atención?” “No me acuerdo”, respondió Zaracho. “Seguramente me acordaba más en esa (antigua) declaración”, aclaró. Esa vez, la religiosa había hablado lo de las sábanas para NN. “¿Por qué ha dicho ahora todo lo contrario?”, le preguntó el Tribunal. “¿Y qué piensa ahora –insistieron–: por qué se pondrían NN, si antes usted misma dijo que los NN podrían ser las personas que no podían tener nombre? ¿Por qué no podrían tener nombre?” Y ella explicó: “Yo no sé doctora...”.
Fuente:Pagina12


LA DECLARACION DE DOS MEDICOS DEL HOSPITAL MILITAR
Una cesárea a punta de pistola
Julio César Caserotto era jefe del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Militar durante la dictadura. Dos de los médicos que estuvieron bajo sus órdenes ayer recordaron cómo un día –en el que estaba totalmente borracho– obligó a una de las médicas a atender el parto de una detenida. A la médica no le dejaron identificar a la persona ni hacerle la historia clínica, indicó uno de los testigos: “La obligaron a hacer la cesárea a punta de pistola y al terminar ella levantó el bolso y no volvió a aparecer más por el hospital”.

Eduardo Julio Poisson y Carlos Raffinetti declararon ayer en la audiencia de robo de bebés. Ambos eran médicos del Hospital Militar. Hablaron del caso de la médica Silvia Cecilia Bonsignore de Petrillo, que declarará en las próximas audiencias. Raffinetti recordó que Caserotto obligó a Petrillo: “Lo que sé es que la obligaron, prácticamente la levantaron de los pelos, para atender a esta persona”.

Caserotto tenía acceso al área de epidemiología, el área que empezó a estar vedada para el personal civil después del golpe. Y por el que alguna vez pasó y vio embarazadas otro de los médicos que nombraron, que luego discutió con Caserotto, le inventaron un sumario y lo obligaron a renunciar. “Epidemiología era un lugar infranqueable para el personal civil –dijo Poisson–. La presunción es que había personas detenidas.”

Raffinetti había declarado ante la Conadep. Trabajó en el Hospital Militar desde 1958, y para la época de la dictadura estaba en el servicio de ginecología. Cuando le preguntaron, fue más cauteloso que Poisson o por lo menos aparecía más desmemoriado. “Nunca tuve conocimiento”, dijo cuando le preguntaron si existían detenidas en el hospital, aunque también dijo que el área de epidemiología estaba vedada y era el lugar custodiado por soldados. “¿Por qué?”, le preguntaron los jueces. “Se nos explicaba lo menos posible”, indicó.
Fuente:Pagina12


Estremecedor testimonio en la causa plan sistemático de robo de bebés
“Vi a tres niños en Campo de Mayo”
Publicado el 28 de Junio de 2011
Una religiosa declaró ante el Tribunal Oral Federal 6 y recordó sus vivencias en el Hospital Militar durante la dictadura.

Una religiosa que trabajó durante la última dictadura en el Hospital Militar de Campo de Mayo declaró ayer ante el Tribunal Oral Federal 6 que vio allí a tres niños pequeños llorando y que uno de ellos le dijo que su madre “no estaba más”.
Los dichos de la hermana Felisa, cuyo verdadero nombre es Nicomedes Zaracho, se escucharon ayer en una nueva jornada de testimonios en el juicio oral por el Plan Sistemático de robo de bebés.
La mujer, de origen paraguayo, se negó en varias ocasiones a contestar las preguntas del Tribunal, sin embargo admitió que en una oportunidad la madre superiora le pidió “sábanas para pacientes NN”, admitiendo la presencia de detenidos ilegales.
“¿Sabía lo que pasaba en el país?”, preguntó la presidenta del TOF 6 María del Carmen Roqueta, a lo que la mujer respondió: “No sabía que estábamos en peligro.” La jueza continuó: “¿Usted recibió alguna amenaza, coacción o dinero para declarar de esta forma?” y le ofreció a la testigo la posibilidad de hablar sin público, pero la religiosa rechazó la propuesta. “Estoy diciendo lo que tengo que decir”, subrayó.
También rechazó conocer que en el Hospital Militar haya funcionado una maternidad clandestina: “Nunca nadie le comentó que hubiera embarazadas llevadas a parir”, señaló y agregó que su labor se limitaba a “distribuir comida y ropa a los soldados y hacer la limpieza” en el tiempo que pasó en el Hospital Militar, entre 1976 y 1982.
En la causa Plan Sistemático ya constan pruebas sobre la participación de monjas en la maternidad clandestina que funcionó en Campo de Mayo. Luisa Yolanda Arroche de Sala García, una ex obstetra de ese hospital, reconoció haber atendido a algunas mujeres vendadas y atadas y aseguró que allí vio a chicos de más de un año que eran cuidados por monjas. Otro médico del servicio de ginecología, Eduardo Alberto Pellerano, contó que “en dos oportunidades vio niños de corta edad. La primera vez eran dos chiquitos de aproximadamente tres y cinco años que por su parecido físico daban idea de ser hermanitos y la segunda vez, una de las monjas tenían con ella una criatura de aproximadamente dos años, que lloraba clamando por su madre. En ambas oportunidades preguntó qué hacían esos niños allí, obteniendo como respuesta la referencia a que habían entrado durante la noche, pero que no tenían otros datos al respecto”.
Fuente:TiempoArgentino

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