25 de julio de 2011

CASA DE LA MILITANCIA DE H.I.J.O.S. "LA ESMA ES NUESTRA".

Casa de la Militancia de HIJOS
“La Esma es nuestra"
La Agrupación HIJOS inauguró, a comienzo de este mes, un espacio de militancia en la Esma. En uno de los pabellones de este predio donde funcionó el mayor Centro Clandestino de Detención, los hijos abrieron las puertas de la Casa de la Militancia. Y durante tres días, llevaron adelante una jornada en la que participaron las filiales de todo el país. Más de 300 jóvenes, hermanos e hijos de los hijos, se juntaron para debatir, compartir talleres y reencontrarse en el camino que los unió durante 16 años de resistencia. enREDando viajó con la agrupación HIJOS Rosairo y formó parte de esta experiencia. Compartimos la crónica.

I
Comenzamos el recorrido en la Escuela de Mecánica de la Armada. El frío atraviesa los cuerpos entumecidos; y la memoria. Duele el aire helado que golpea los ojos, la humedad apegada a los muros grises, el sótano, la capucha. Una sobreviviente, Lidya, nos acompaña y su testimonio deja un aguijón en las heridas.

Por aquí, por este indecible lugar, pasaron alrededor de 5000 detenidos – desaparecidos. Fue el mayor Centro Clandestino de Detención que funcionó en el país bajo la última dictadura militar. El Casino de Oficiales era el sitio donde miles de personas atravesaban la muerte, todos los días.

Después de 35 años, ingreso por primera vez a la ESMA. Son las dos de la tarde de un domingo de invierno. El sol acaricia algunas entrañas pero no alcanza a entibiar el recuerdo, la más terrible imagen de lo que significó este espacio. En el aire, se escuchan los ecos de un partido de fútbol. River y Belgrano se disputan la permanencia en la primera división del fútbol argentino. 35 años atrás, en este mismo predio, mientras se torturaba sistemáticamente a hombres y mujeres, se escuchaban los goles del Mundial 78, la locomotora de los trenes y el sonido claro y detectable de los aviones en el aire. La Esma está ubicada en uno de las zonas más ricas de Capital Federal.

II
En otro edificio de la Esma, se celebra la inauguración de la Casa de la Militancia. La Agrupación HIJOS abre su pabellón, a pocos metros del espacio para nuestros hijos que allí tienen las Madres. Es un galpón abierto a la participación, a la lucha militante de tantos colectivos y agrupaciones que, de punta a punta de la Argentina, buscan construir el sueño colectivo de la generación de sus viejos.

Dos imágenes de la memoria presente. La sangre es fuerte y corre por las venas de este lugar. Durante tres días, todas las filiales de HIJOS de todo el país se encontraron para compartir charlas, debates, talleres de identidad, arte, política, juicio y castigo en las Jornadas que contaron con el apoyo del Ministerio de Desarollo Social de la Nación.

El Hotel Bauen albergó a más de trescientos hijos que llegaron de Formosa, Chaco, Mendoza, San Juan, Bahía Blanca, Tucumán, La Plata, Salta, Córdoba, Santa Fe, Rosario, México, Paraná, Necochea, San Rafael, Corrientes, Santiago del Estero, Uruguay, España. Llegaron, muchos de ellos, con sus hijos, sus parejas, sus hermanos. Reencuentro de viejos compañeros. Abrazos y llanto.

Cada regional tomó el micrófono para compartir la realidad de su lugar, su tierra. En cada relato, los juicios a los genocidas aparece como la marca más profunda de la recuperación de una justicia que, antes de la derogación de las leyes de impunidad, parecía casi inalcansable. Hoy, es una realidad concreta que cobra fuerza con las sentencias a condenas perpetuas y más de 170 genocidas que fueron o están siendo juzgados en juicios orales.

III
En una de las charlas, el eje del debate se centró en las estrategias comunicacionales sobre los juicios a los genocidas. Así, se pusieron sobre la mesa las experiencias que llevaron adelante HIJOS Córdoba y Rosario, ambas filiales impulsando el Diario del Juicio, un registro histórico sobre la cobertura de los procesos judiciales que se realizan en estas ciudades. El Diario del juicio es una herramienta poderosa de comunicación, casi la única que nos posibilita realizar un seguimiento de lo que sucede puertas adentro de los Tribunales.

IV
En la Casa de la Militancia hay una muestra de fotos de más de 120 dibujantes y artistas que, desde el humor, hablan del terror. Una de ellas, es un ensayo fotográfico: El viaje de papá. A través de imágenes, sus hijos relatan el viaje que Hernán Perez del Cerro, asesinado por la dictadura en 1977, realizó a fines de la década del 60. A cada fotomontaje, corresponde una frase de la carta que la tía de los hijos de Hernán, le escribió a su hermano, a casi un mes de su asesinato. Un recorrido humano por la historia de este militante. Un viaje al más profundo sentido de la solidaridad, la lucha, la resistencia. Esas imágenes estaban allí, colgadas de una de las inmensas paredes de los 35 pabellones que tiene el predio de la Esma. Hoy, resignificado como un espacio de la Memoria para los Hijos.

V
Continúo el recorrido por el Casino de Oficiales. Cada paso, pesa. Al llegar a la capucha, la humedad y el frío obliga a estrujar las manos, el cuerpo entero. Hay frases de sobrevivientes que hablan del lugar. “El espacio donde dormíamos era de 75 cm de ancho por 2 metros de largo. Este sitio se convertía en un cajón parecido a lo de los muertos.” La pecera era otro de los rincones donde los detenidos eran condenados a un trabajo esclavo. En el año 1979, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos recorrió la Esma a partir de denuncias realizadas por sobrevivivientes. En escasos meses, la dictadura militar se encargó de refaccionar el centro clandestino, de trasladar a los detenidos a la isla del Tigre, de tapar la represión, el robo de bebes, las maternidades clandestinas, los centros de tortura. La arquitectura que habla con sus huellas de cimientos molidos. Los relatos de los sobrevivientes -dice la guía que nos acompaña por la Esma- eran excepcionales. Allí dentro, la regla fue la desaparición forzada.

Otro de los testimonios que alcanzo a leer, grafican eso que no puedo decir con palabras. “Esta sensación de desprotección, aislamiento y miedo es muy difícil de describir. Debe ser sin embargo, lo más parecido al infierno”.

VI
En el Casino de Oficiales funcionó una maternidad clandestina. Nos cuenta la guía: “Los dos primeros partos se producen en la enfermería del sótano. La mayoría de los casos de mujeres embarazadas se dieron en este lugar. Quien estaba a cargo de la maternidad era Hector Febres”. A Febres lo encontraron “suicidado” en su celda, cuatro días antes de que se conociera la sentencia por el Tribunal Oral 5 que lo juzgaba por la participación en cuatro casos de privación ilegal de la libertad y tormentos durante su actuación en la Escuela de Mecánica de la Armada . “Esta persona estaba a cargo este sector y era el que llevaba adelante un listado con los nombres de las mujeres embarazadas y de las familias que estuvieran dispuestas a apropiarse de estos chiquitos. En este sector hubo alrededor de 30 partos. De esa cantidad, 11 chicos restituyeron su identidad. Acá no podemos dejar de hablar del trabajo y la lucha de distintos organismos como Abuelas de Plaza de Mayo e Hijos”.

Lidya es una sobreviviente. Está junto a nosotros, recorriendo ese lugar que tiene grabado en la piel. Y cuenta: “Las embarazadas las traían acá, les daban un ajuar para los bebés, y en algunos de los casos, las llevaban al Hospital Naval. Les decían que iban a ser entregados a sus familias, pero sospechábamos que no era así. Habré visto a más de 20 embarazadas. Hay una palabra que falta inventar que es la de los sentimientos encontrados. Con los bebes pasaba eso: la alegría de que naciera, pero sabíamos que cuando nacía podían pasar poco días para que se lleven al bebe. Yo creo que esta la parte más perversa de toda esta historia.”

VII
“La Gaby con sus poemas, ella siempre estaba sonriente”, cuenta Lidya, recordando a la militante montonera Norma Arrostito. La solidaridad, el humor, a pesar de la tragedia, el compañerismo. Todo esto también formaba parte de la sobrevivencia de los detenidos - desaparecidos. “Existía el amor, el dolor, la alegría. Existía todo” dice Lydia. “También se daba la vida en todos sus colores. Pequeños actos de resistencia eran fundamentales acá dentro”, agrega.

Tiene la voz firme. Estamos en la capucha. Casi no hay luz. Ella habla, mira a los ojos y a cada rato, resalta la importancia de lo que significa poder dar testimonio de lo vivido. “Eramos militantes y tenemos que estar muy orgullosos de todos los que estaban acá. Así como estoy en todos los juicios posibles, trato de contar y dar un testimonio viviente. Yo creo que es muy importante poder transmitirlo desde quien lo vivió, con todas las limitaciones. Esto es parte de una militancia y de una denuncia. Fue muy difícil salir de acá también. Los sobrevivientes, en los primeros años, tenían un estigma. Y todo eso, hubo que trabajarlo durante mucho tiempo. Trató de instalarse en la sociedad también esa diferencia, y hubo que remarla, en el exilio, acá. Todos los que pasamos por acá fuimos militantes y creímos en un país mejor. Y en estos lugares hubo resistencia, porque hubo resistencia afuera”.

Lidya acompaña, acota, revive. Y en su testimonio, homenajea a sus compañeros desaparecidos. Los coloca ahí, en el merecido lugar de la memoria. “El que estuvo acá es porque quería un país mejor, y dejó su vida por ese país, por los hijos y por los hijos de sus hijos”.

La aplaudimos, espontáneamente. Nos quedamos escuchando a Lydia, con el nudo atravesando la garganta, con el llanto empuñado en los ojos. Hay dolor, estremecimiento. Estamos adentro de ese lugar, haciéndonos carne de un testimonio que a pesar de lo terrible, habla de la vida, de los hijos y los nietos.

VIII
¡“La Esma es nuestra la puta que lo parió”!. Con ese canto, multiplicado en cientos de voces, las columnas de HIJOS ingresaban a la Esma en el día oficial de la inauguración de la Casa de la Militancia, un mediodía de lunes, bajo un sol intenso, un color de cielo abierto y un recuerdo constante al ex presidente Néstor Kirchner y a la actual presidenta, Cristina Kirchner.

No puedo olvidar esa imagen. Ingresar a la ESMA, abrir las puertas de ese lugar que ya no logro describir, avanzar con las columnas, las banderas, los hijos de los hijos aferrados a las manos de su papá o su mamá. Hay fuerza, una batalla cultural ganada. Al menos, esto es lo que mucho soñamos.

“Este es un espacio abierto para construir memoria, para generar política. Estamos inaugurando este edificio que es la Casa de la Militancia. Este espacio es de todos y todas. Es un punto de inflexión dentro de los 16 años de la historia de hijos. Es un espacio de memoria recuperado, y va a estar abierta para todas las organizaciones que quieran trabajar ahí, y reproducir y propulsar este modelo de país que surgió a partir del 2003. La política y la militancia son herramientas fundamentales.”, me decía Paula, de Hijos Capital, mientras marchábamos para ingresar al predio.

En el documento que leyeron los hijos en el acto, expresaban: “Hoy vivimos un proceso político que nos permite al pueblo argentino desnudar los verdaderos propósitos de los poderes concentrados. Hoy las cosas están más claras y se corre el velo que les permitió durante años operar sobre el relato, sobre el sentido común, inventando una falsa verdad. Con nuestros padres y madres hicieron lo mismo: les quitaron la historia. Todo se cuenta a medias: primero eran subversivos, delincuentes y terroristas; después, cuando se exterminó una generación entera, y la magnitud de la masacre fue indisimulable, nuestros padres y madres pasaron a ser esa categoría espantosa: desaparecidos. En ese contexto, nacimos y crecimos los H.I.J.O.S. de aquella generación. Nacimos en pleno embate represivo contra nuestro pueblo. Nos criamos con el dolor de la injusticia, pero cuando crecimos decidimos convertirlo en lucha, en compromiso, militancia, proyecto colectivo y construimos nuestra propia organización: Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio.”

Hoy, los Hijos tienen su lugar. Un espacio abierto para llenar de sentido, de política. De esa palabra que algunos aborrecen, porque aborrecen la participación y la transformación de un país. “A partir de hoy, este lugar es de todos los militantes. Se abre para siempre para que la llenemos con ideas como talleres, charlas, proyecciones, debates, encuentros, y también para el proyecto de radio que pronto será una realidad: una radio en la ex ESMA, con todas nuestras voces.”

Después, llegó el turno del discurso que brindó la Ministra de Desarrollo Social, la hermana del ex presidente, Alicia Kirchner. Y ya sobre el final, el reencuentro en el Bauen, en ese espacio que, paradógicamente, también fue recuperado por trabajadores en lucha.

Y no puedo, y no debo, dejar de olvidar esa imagen, esa sensación. “La Esma es nuestra, carajo”,-pienso y me digo, con una sonrisa comiéndome el alma, mientras recuerdo ese instante en que atravesamos el inmenso portón rumbo a la Casa de la Militancia. Un lugar recuperado. Ni un paso atrás.
Publicado el: 25/07/2011
Fuente:enRedando                                             

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