17 de julio de 2011

El Vesubio: un luminoso día de justicia.

El Vesubio: un luminoso día de justicia
Por Raúl Arcomano

Con la noche sobre sus hombros, el ex coronel Hugo Ildebrando Pascarelli, de 81 años, decidió decir unas últimas palabras antes de la sentencia. Fue el único de los ocho represores acusados por los crímenes en El Vesubio que optó por hablar. Diez días atrás miró a los jueces y dio un discurso lleno de lugares comunes sobre la “lucha antisubversiva”. Como buen alumno de la Escuela de las Américas, reivindicó el terrorismo de Estado y se autodefinió como “un soldado envejecido” que luchó en el marco de una guerra irregular a la que consideró “justa”. No le sirvió de nada, claro. El miércoles los jueces del Tribunal Oral Federal 4 lo condenaron a prisión perpetua, al igual que a su superior, el general retirado Héctor Gamen (84).
Los encontraron culpables de decenas de homicidios, secuestros y tormentos. No estuvo para escuchar el fallo Pedro Alberto Durán Sáenz, quien fuera jefe del centro clandestino: murió en el transcurso del juicio. Pascarelli y Gamen habían llegado en libertad a Comodoro Py, pero se fueron esposados y detenidos. Con rumbo a una cárcel común.
También fueron condenados cinco ex agentes penitenciarios. Ramón Antonio Erlán (20 años y 6 meses de prisión), José Néstor Maidana (22 años y seis meses), Roberto Carlos Zeolitti (18 años), Diego Salvador Chemes (21 años y seis meses) y Ricardo Néstor Martínez (20 años y seis meses). Además de los secuestros y las torturas, los jueces encontraron a Gamen y Pascarelli responsables de 22 homicidios agravados de presos fusilados en Monte Grande en 1977. Algunos de esos cuerpos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense durante el juicio. El tribunal, por último, ordenó que se investiguen seis casos de abusos y violencia sexual contra detenidas. Los fundamentos de la sentencia se conocerán el 23 de septiembre.
En el juicio se juzgaron 156 secuestros y tormentos cometidos entre abril de 1976 y septiembre de 1978 en El Vesubio. Un diez por ciento de los detenidos desaparecidos que pasaron por allí. En su gran mayoría, militantes de Montoneros y de Vanguardia Comunista. Por ejemplo, Raymundo Gleyzer, Haroldo Conti y Héctor Germán Oesterheld. Un testigo dijo en el juicio que Durán Sáenz había obligado al creador de El Eternauta una historieta sobre la vida del general José de San Martín. Oesterheld trabajaba en ella antes de ser trasladado y desaparecido. En el juicio también se trató el asesinato de Elizabeth Kasseman: por su caso fue querellante el Estado alemán.
El Vesubio estaba ubicado en La Tablada, cerca del cruce entre el Camino de Cintura con la autopista Ricchieri. Era un predio del Servicio Penitenciario Federal al que se conocía también como La Ponderosa, aquel rancho de la serie Bonanza. Empezó a funcionar en 1975, dirigido por patotas de la Triple A. En 1976 pasó a la jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército. En su interior funcionó un centro de inteligencia y de acopio de información. Meses antes de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos fue demolido. En el predio había tres casas. En la 2 se torturaba. La mayoría de los detenidos estaban en la 3, en unas cuchas, atados de pies y manos a la pared. Eran identificados con una letra y un número.
Uno de ellos fue Jorge Watts. Ex militante de Vanguardia Comunista, publicó hace dos años un libro en el que relata todo lo vivido en ese chupadero. El título es todo un símbolo: Memoria del infierno. Watts, que testimonió en el juicio, recordó que en El Vesubio se torturaba todo el día. “Llevaron la tortura a límites inimaginables”, afirmó a este diario antes de que empezara el juicio. Se comprobó, por ejemplo, que Durán Sáenz había torturado a embarazadas. Watts comentó otro caso: el de Luis Pérez, un dirigente sindical.
Pérez se había quejado tras una sesión de tortura y por eso fue asesinado a patadas por dos represores. Watts y otro detenido quedaron tan impactados por la escena que se les ocurrió cantar el Himno. El resultado: “Nos cagaron a patadas también a nosotros”, dijo Watts. Le destruyeron la rodilla y mientras lo picaneaban le pusieron un fierro en la boca con el que le rompieron todos los dientes.
La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación fue querellante de la causa, representada por la abogada Lucía Gómez Fernández Elorrieta. La experiencia, tanto a nivel humano como profesional, le dejó secuelas imborrables. Entre las tantas sensaciones que le quedaron del juicio, Lucía destacó una: la declaración del padre de uno de los chicos de la UES secuestrados por una patota de El Vesubio. “El hombre tiene por lo menos 80 años, y todavía carga culpa por la desaparición de su hijo”, dijo a Miradas al Sur.
Los secuestradores lo habían forzado a decirles dónde quedaba su consultorio, lugar en el que dormía su hijo la noche en que lo chuparon. “Su mujer pidió declarar primero, ya que después quería escuchar lo que diría su marido. Desde el día en que se llevaron al hijo adolescente de ambos, el hombre nunca había querido contarle nada.” La madre, entonces, tuvo que esperar al juicio, que acaba de terminar, para conocer una verdad hundida en lo más profundo de la tristeza familiar.
Fuente:MiradasalSur

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