Un reloj de sol y las memorias
Homenaje a los detenidos desaparecidos en Rosario
Resumen:
El proyecto y la construcción de este memorial en homenaje a los detenidos desaparecidos en Rosario forman parte de un proyecto mayor iniciativa de un grupo de sobrevivientes, familiares y amigos que consiste en realizar un reloj de sol en cada ciudad del país en recuerdo de los militantes populares asesinados entre 1976 y 1983 durante la última dictadura cívico- militar en la Argentina. En 1992 se construyó el primero en Gualeguay y luego en las ciudades de Villa María, Concordia y Santa Fe. El reloj para la ciudad de Rosario fue encomendado al Área en DDHH de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la UNR. El propósito de este trabajo es continuar con las indagaciones sobre los soportes materiales de la memoria y su relación con la producción de subjetividad en el proceso memorial. Reflexionar en relación a diversos interrogantes y posibilidades que se abren en torno al problema de los memoriales en el espacio público abordando la cuestión a partir del presente y su conflictividad.
Introducción
“Ojala por lo tanto, que la memoria colectiva, la de quienes vivimos aquello, la de quienes reciban nuestro relato, haga de este Reloj de Sol un punto de encuentro, un lugar de juegos y un indicador de citas, y ojala también esa misma memoria haga que nunca más un reloj sirva, tan sólo para contar las horas y los minutos y los segundos en la angustiosa espera de los seres queridos que nunca volvieron".
Roberto Fontanarrosa
El proyecto y la construcción de este memorial en homenaje a los detenidos desaparecidos en Rosario forman parte de un proyecto mayor iniciativa de un grupo de sobrevivientes, familiares y amigos que consiste en realizar un reloj de sol en cada ciudad del país en recuerdo de los militantes populares asesinados entre 1976 y 1983 durante la última dictadura cívico- militar en la Argentina. En 1992 se construyó el primero en Gualeguay y luego en las ciudades de Villa María, Concordia y Santa Fe. El reloj para la ciudad de Rosario fue encomendado al Área en Derechos Humanos de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Este memorial urbano se ubica en la plaza Pocho Lepratti del barrio Ludueña, fuertemente connotado por haber albergado como vecino a Claudio “Pocho” Lepratti, ex seminarista y militante social. Al contenido político y simbólico que da origen a este espacio se añade el de la necesidad de mantener viva la defensa de los DDHH en democracia, ya que Lepratti, fue asesinado por la violencia estatal durante los sucesos de 2001 en la Argentina.
El propósito de este trabajo es continuar con las indagaciones sobre los soportes materiales de la memoria y su relación con la producción de subjetividad en el proceso memorial. Reflexionar en relación a diversos interrogantes y posibilidades que se abren en torno al problema de los memoriales en el espacio público abordando la cuestión a partir del presente y su conflictividad.
Algunas pre-ocupaciones introductorias. Memoria, DDHH y Arquitectura
“Cuando nos olvidamos es que hemos perdido, sin duda alguna, menos memoria que deseo.”
Juan José Saer
Memoria y Derechos Humanos. Múltiples debates se desarrollan en torno a las preguntas: ¿cómo fue posible el genocidio?, ¿cómo fue posible la violación a los DDHH?
La película de origen alemán La ola, basada en el experimento La tercera Ola, indaga creativamente respecto de la facilidad con la que se puede volver a instalar el germen de una dictadura como la del Tercer Reich en un presente caracterizado por exhaustivas políticas de concientización en torno al respeto por los DDHH. Entonces, ¿cómo mantenernos despiertos para que el trabajo sobre la memoria no se quede petrificado en el pasado?
Algunos dirán que el problema reside en la anestesia que produce la abundancia de información sobre esta temática: congresos, seminarios y publicaciones de diversa índole, proliferación de museos y sitios de memoria. Es posible. Nosotros decimos que el desafío consiste –y aquí coincidimos con Elizabeth Jelin-, en articular los mecanismos para resignificar el pasado desde el presente. Jelin nos plantea que es necesario “…crear las bases para un proceso de identificación, para una ampliación intergeneracional del nosotros …dejar abierta la posibilidad de que quienes reciben les den su propio sentido, reinterpreten, resignifiquen y no que repitan o memoricen”(Jelin, 2000). En esto venimos acordando muchos, pero ¿en qué acordamos?
Abrir el debate respecto de qué podemos aportar los artistas y los constructores de espacios que contribuya a “…crear las bases para un proceso de identificación…”, posibilitaría quizás avanzar contra la cristalización de la memoria y, más aún, contra las preocupantes actitudes de indiferencia en relación a estos temas.
La experiencia reciente a nivel mundial indicaría que una posibilidad de alcanzar cierto grado de identificación se relaciona con el intento de "sensibilizar" al espectador respecto del horror. Y esa sensibilización puede producirse de diferentes maneras, algunas más directas o explícitas, otras más sutiles o artísticas. Silvana Rabinovich nos recuerda que “la fragilidad acerca a las personas” (Rabinovich, 2009) y eso es cierto. Pero pensemos en lo que nos señala Horst Hoheisel cuando nos advierte que “…deberíamos reconocer que los monumentos no son fetiches de la memoria. No exorcisan la historia ni nos protegen de la repetición de una guerra, genocidio o del crimen más atroz” (Hoheisel, 2009). Lo mismo que nos dice respecto de los monumentos que son, en el mejor de los casos, objetos de arte a escala urbana, interpretamos que sucede con el cine y el arte en general: no son fetiches de la memoria. De hecho, no nos han protegido de la existencia de campos de concentración en Argentina desde 1974 a 1983, tantos años después de la sistemática política de exterminio del Tercer Reich, pese a ser una cuestión tan profusamente difundida a nivel global. Recordemos que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 está estrechamente ligada a evitar que se repita lo acontecido durante la Segunda Guerra Mundial y particularmente, el accionar genocida del nazismo.
Sensibilizar respecto del horror es un paso, pero apenas un primer avance en un determinado sentido hacia la posibilidad de identificación, de resignificación, de reinterpretación. Esta estrategia de sensibilización a la que nos estamos refiriendo nos interpela en nuestra condición humana, de seres humanos. Pensadores como Emmanuel Levinás, Hannah Arendt, Edward Said, Andreas Huyssen, Henri Bergson, por mencionar algunos entre tantísimos otros, han nutrido y marcado nuestras reflexiones respecto de la condición humana, del pasado, el presente y la memoria. Si bien, ese recorrido es fundamental planteamos que se trata una instancia ineludible y necesaria, pero no suficiente.
Sostenemos que acotar la posibilidad de identificación sólo a nuestra condición de seres humanos promueve cierta borradura de la historia argentina y su posibilidad de comprensión, restringiendo el proceso memorial y la posibilidad de otro sentido, que consideramos fundamental, para la identificación. Nos referimos a que ese ser humano asesinado en la Argentina de ese período era, además, un militante popular que sostenía determinadas banderas. Y precisamente esto último era lo que habilitaba su exterminio bajo la conocida orden de aniquilar el accionar subversivo. Desde la perspectiva sesgada, en la que lo acontecido en la Argentina de los setenta aparece homologado a las masacres administradas en el siglo XX -y particularmente al genocidio nazi- se corre el riesgo de que lo ocurrido aquí se convierta en un ejemplo más de otras tantas historias acaecidas. Consideramos, junto con Alejandro Moreira (2008), que “si bien esto es correcto, limita la experiencia: si lo que ocurrió ya ha ocurrido antes, poco nos quedaría por pensar”. Probablemente nos dejaría sólo afectados, sensibilizados respecto de nuestra propia condición humana, frágiles y con el riesgo, por qué no, de paralizarnos.
Entendemos que el horror no sólo es posible por la potencialidad del mal inherente al ser humano. Si así fuera, nada nos quedaría por hacer. Sostenemos que se trata de asumir que detrás del horror se encubren intereses específicos y políticas que hay que desnaturalizar para que no sean posibles las violaciones a los DDHH.
En “La Modernidad Líquida” Zygmunt Bauman nos recuerda que "para que el poder fluya, el mundo debe estar libre de trabas, barreras, fronteras fortificadas y controles. Cualquier trama densa de nexos sociales, y particularmente una red estrecha con base territorial, implica un obstáculo que debe ser eliminado. Los poderes globales están abocados al desmantelamiento de esas redes, en nombre de una mayor y constante fluidez, que es la fuente principal de su fuerza y la garantía de su invencibilidad. Y el derrumbe, la fragilidad, la vulnerabilidad, la transitoriedad y la precariedad de los vínculos y redes humanos permiten que esos poderes puedan actuar."
Esta preocupación se relaciona con que polemizamos con las estériles configuraciones que proponen la despolitización en el tratamiento de los fenómenos políticos tales como los DDHH y la memoria. ¿Por qué entonces, y para qué trabajar en relación a los derechos humanos y reflexionar desde las diferentes disciplinas sobre memoria? Por una sociedad más justa y para que nunca más suceda, pero esto supone identificar la dimensión política e ideológica que ello implica. Sostenemos que es necesario ser conscientes de que asistimos a la proliferación de un humanismo retórico donde millones de seres humanos continúan siendo objeto de la más descarnada violación a los DDHH. No se trata aquí de poner en cuestión al Humanismo ni a la Retórica, sino de plantear que la cuestión reside en visibilizar que el antagonista de los discursos que sostienen la defensa de los derechos humanos no es un discurso alterno. El verdadero antagonista está en la práctica de intereses específicos, mucho más difícil de combatir que un conjunto de planteos teóricos y ese es un alerta para los intelectuales. Sobre este tema volveremos más adelante.
Cabe tener presentes las experiencias de los movimientos sociales en Latinoamérica y las diferentes organizaciones barriales que se constituyen en referentes indispensables para pensar estas tensiones. Y es pertinente también mencionar aquí una clave para identificar cierta particularidad, que identifica a Latinoamérica en su condición de tal, para abordar procesos memoriales. Se trata de un abordaje que nos distinguiría de los europeos, tanto de los vinculados al genocidio nazi como el de algunos países del norte del continente americano- en relación, por citar algunos ejemplos, la memoria en relación a la Guerra de Secesión, la esclavitud, el genocidio a pueblos originarios de Norteamérica, el racismo, entre otros. Se trata de una cuestión que resulta incomprensible para ellos y es que la alegría es una forma de resistencia. Massó Guijarro(2005) en oportunidad de relevar el clima del Foro Social Mundial de Porto Alegre comentaba: “Existe un elemento irrenunciable de alegría, de fuerza, de fuerza emergente de la alegría, que emergen y viven…; no podemos negarnos a esa fuerza colectiva, con enorme poder de transformación: la fértil potencia de la alegría que se comparte”. En el trabajo que desarrollamos en torno a los memoriales intentamos incorporar esta dimensión, que no se trata sólo de un enunciado, es una manera de recordar y también de producir políticas y acciones precisas.
Retomemos aquí dos cuestiones: “…crear las bases para un proceso de identificación…” y “…resignificar el pasado desde el presente…”. Pilar Calveiro ha desarrollado reflexiones fundamentales en ambos sentidos desde su difícil condición de ex detenida clandestinamente en la ESMA. Con lucidez y la capacidad de resignificar esa terrible experiencia en el presente, Calveiro se constituye en una referencia insoslayable. Ella sostiene que es necesario reflexionar respecto de las diferentes políticas de construcción del miedo. Interesa indagar los mecanismos con los que se va diseñando en el imaginario colectivo un peligroso consenso respecto del estereotipo del otro diferente a excluir, a eliminar, a desaparecer. Esta recurrencia en la construcción de un nosotros, un yo inclusivo abstracto que se enfrenta y se constituye en oposición a ese otro, si bien es una recurrencia a lo largo de la historia de la humanidad, ha ido cambiando las marcas. Nos recuerda cómo, en ese mecanismo de abstracción de lo humano hacia la definición del enemigo, la biologización de ese otro ha sido una estrategia que facilitó su eliminación en algún momento. La lógica de eliminación sistemática de personas ha encontrado en el otro racial, en el que es diferente de aquello que nos hace un nosotros, una excusa pseudo científica para avanzar con toda su potencia. Otras veces se superpone a ese otro racial, el otro político.
Hay un otro que puede construirse desde su criminalización, desde pensarlo como un delincuente. Entonces ese otro será un subversivo, un terrorista. Este último presenta la amenaza de lo masivo e indiscriminado contra nosotros. Tanto la idea de estar frente a un subversivo o ante un terrorista, sustantivo que hace abstracción de cualquier forma de militancia política, ha habilitado y habilita el exterminio de los activistas. Es interesante relevar “cuáles son hoy las nuevas guerras y cuál es la construcción política de esos nuevos otros a temer” (Calveiro, 2004). La guerra contra la delincuencia, con ecos en los difundidos discursos sobre el combate de la inseguridad, conforma una paranoia social que encuentra correlato en la retracción hacia lo privado y hacia la ruptura de los lazos de solidaridad. En nuestra experiencia reciente, los adolescentes del barrio Ludueña nos cuentan que evitan ir al “centro” ya que, -por su aspecto, su manera de vestir, el modo en que se peinan, los accesorios que usan, etc- son discriminados como potenciales delincuentes. Relatan cómo las personas los “esquivan” en la calle, “cruzan de vereda” o eluden sentarse al lado de ellos en el transporte público. Por eso, nos interesa repensar los distintos sentidos que se despliegan en torno a lo público en general y recuperar ese espacio, un espacio inclusivo, el espacio de la confianza en el otro.
En nuestro trabajo nos proponemos indagar qué implicancias puede tener una inscripción de la memoria del pasado reciente argentino en el espacio público en el intento de tramar redes con el presente con la pregunta respecto de si es posible la legitimación social de estas marcas o huellas a partir de prácticas sociales colectivas, participativas.
Polemizamos con la noción de participación que deviene de los enfoques neoliberales, desde una concepción de sujeto descontextualizado, externo a las asimetrías de la desigualdad social. “Participación que, argumentada desde la complejidad de los nuevos escenarios socioculturales urbanos y la necesidad de actividades solidarias entre “hegemónicos” y “subalternos” (García Canclini, N; 1992), termina por neutralizar la política como campo de lucha por la hegemonía” (Achilli, 1997)
James Petras nos interpela en su polémico texto La metamorfosis de los intelectuales latinoamericanos. Refiere a los tipos de intelectual diametralmente opuestos que podrían constituirse en modelo para pensar algunas definiciones para la acción futura: los intelectuales orgánicos, como los llamaba Gramsci, los de los años sesenta y los intelectuales institucionalizados de los años ochenta y noventa. Plantea que el impacto estos últimos sobre la generación actual ha sido contradictorio: “…aunque han impartido capacidad metodológica … son, en sentido foucaultiano, prisioneros de sus propios y estrechos deseos profesionales. Sus vínculos con las fundaciones externas, con las burocracias internacionales y con los centros de investigación, dominan una vida política vacía y vicaria”.
Nosotros trabajamos desde una práctica social específica, la Arquitectura, pero con la escucha abierta y en colaboración con otros saberes, los académicos y los que están al margen de ese mundo. Pero el abordaje arquitectónico se realiza además desde la Universidad Pública y eso implica no sólo una reflexión sobre la responsabilidad ineludible de la educación superior en la defensa de los DDHH, sino que supone necesariamente recuperar la militancia al interior de un espacio que se ha ido alejando de los problemas sociales que le dan sentido a su existencia.
El reloj de Sol del barrio Ludueña.
Un homenaje a los detenidos desaparecidos en Rosario
“El punto de partida es una necesidad muy humana y elemental de enterrar a los muertos… si pasan los años y no has vuelto a ver a tu hijo, aunque políticamente tienes que seguir exigiendo que regrese con vida, humanamente necesitas un lugar para sepultarlo o para ir a recordarlo”
Jesusa Rodríguez
Esta experiencia reciente, desarrollada por el Área en Derechos Humanos de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario, se constiuye en otra oportunidad para continuar con las reflexiones respecto de los procesos memoriales en la Argentina a partir de prácticas concretas.
Se trata del proyecto y la construcción de un reloj de sol en homenaje a los detenidos desaparecidos en Rosario durante la última dictadura cívico- militar en la Argentina. El intento del grupo que nos convoca consiste, como lo anticipáramos, es realizar un reloj de sol en cada ciudad del país en recuerdo de sus militantes populares asesinados. Los impulsores del proyecto son argentinos -algunos exiliados por razones políticas, otros han padecido en forma personal el encierro y la tortura y son testigos en las causas que se llevan adelante por crímenes de lesa humanidad en la Argentina. Residen en México y pretenden continuar con un proyecto que se inició en 1992 con la construcción de un reloj de sol en la ciudad de Gualeguay, de donde son originarios algunos de ellos, y que se continuó en 1993 con el segundo en Villa María donde una de las desaparecidas es Ester Felipe, hermana de Liliana Felipe que forma parte de la iniciativa. Las palabras poéticas de Roberto Fontanarrosa –que encabezan este texto- participante, como muchos otros artistas populares, de los actos por la inauguración del reloj de Villa María nos explican parte del sentido que llevó al grupo a realizar relojes de sol.
La idea es diseminar relojes de sol por todo el país como huella física para la memoria, la verdad y la justicia. Pero cada reloj es único. No hay un prototipo de reloj a reproducir. Cada ciudad tiene el suyo, con nombre propio como lo es también el proceso que lleva a su materialización. El reloj de Villa María se llama “Memoria sin Tiempo”, el que realizamos en Rosario “Tiempo de Hormigas”.
El equipo del Área en DDHH de la FAPyD acepta el desafío del proyecto y la construcción del reloj para Rosario en el año 2008. Nos encontramos con el deseo de este grupo que conocía parte del trabajo que venimos desarrollando desde el año 2006. Ni más ni menos que un deseo de continuar con una idea. Este reloj homenajearía a esos hombres y mujeres asesinados de Rosario, pero no tenía lugar físico previsto en la ciudad, ni nombre ni una partida presupuestaria que hiciera viable su materialización. Estaba casi todo por hacerse.
Es relevante para este proyecto la decisión que adoptó el equipo respecto de su localización: la plaza Pocho Lepratti en barrio Ludueña. Por un lado, sostenemos la importancia de descentralizar las acciones vinculadas a la memoria y a los homenajes como un intento de combatir la banalización y la mercantilización de la memoria. Relevamos que existe una tendencia a la concentración de monumentos y memoriales en el área central de las ciudades. El espacio público por excelencia, en ese sentido en Rosario, es el Parque a la Bandera –recordar el reciente monumento dedicado a los caídos en Malvinas. Nos preocupa, como fenómeno tanto global como local, que la memoria corra el riesgo de convertirse en un objeto de consumo más ya que los memoriales tienden a incluirse dentro de los circuitos turísticos, perdiéndose de ese modo, el sentido que les da origen.
Este memorial urbano se ubica en la plaza Pocho Lepratti del barrio Ludueña, fuertemente connotado por haber albergado como vecino a Claudio “Pocho” Lepratti, ex seminarista y militante popular. Al contenido político y simbólico que da origen a este espacio se añade el de la necesidad de mantener viva la defensa de los DDHH en democracia, ya que Lepratti, fue asesinado por la violencia estatal durante los sucesos de 2001 en la Argentina.
La oportunidad de este memorial es, no sólo un aporte a la construcción de la memoria, sino también un pequeño mobiliario urbano, un lugar para el encuentro, para el juego y para el aprendizaje del uso de un instrumento astronómico de medición del tiempo. Decidimos que este reloj fuese analemático, es decir, que no tuviese gnomon o aguja fija como los anteriores. Un niño es el gnomon que con su presencia posibilita, a partir de la sombra que arroje, la lectura de la hora. Es entonces el propio cuerpo del observador que hace las veces de un gnomon móvil, desplazándose hasta ciertas posiciones que indican las diversas fechas del año y desde cuyas ubicaciones la sombra del gnomon-humano indica la hora sobre el perímetro de una elipse trazada en el plano del suelo a través de las horas. El carril por el que se desplaza el gnomon es paralelo al eje de rotación de la Tierra y está ubicado sobre el plano meridiano del lugar, es decir sobre la dirección Sur- Norte. Esta posibilidad añade al contenido simbólico del reloj, otra poética: la presencia-ausencia. La hora existe si existe un ser humano que la haga posible.
La forma con que se resuelve este pequeño espacio de encuentro es la de una espiral que, como en el crecimiento en la naturaleza, sobre todo el de los organismos vivos, se siguen patrones de crecimiento logarítmicos. Un ejemplo es el del caracol llamado “Nautilus”. La espiral del Nautilus se forma siguiendo un patrón de número áureo. Algunos otros ejemplos con propiedades geométricas similares pueden construirse partiendo de una figura inicial, una semilla, a la que se aplica una serie de construcciones geométricas sencillas. Esto último alude a otro contenido metafórico de este reloj y es el de las semillas y las raíces que han empezado a marcarse en distintos lugares del barrio y de la ciudad.
Milan Kundera continua presente a través de esta idea que orienta nuestras preocupaciones: “La intensidad de la memoria es directamente proporcional a la lentitud, y la velocidad es directamente proporcional al olvido”(Kundera, 1995). Estos conceptos están presentes en el memorial que desarrollamos en este barrio que tiene la oportunidad de sumar sus memorias particulares. Nos preguntamos, “¿cómo extender en el tiempo, hacer lentamente, prolongar... un acto en principio tan simple como colocar un memorial en un espacio público?” (Buzaglo; Viu, 2006)
La encomienda para el reloj llega al Área en DDHH en el año 2008 y la finalización e inauguración del memorial, con una fiesta popular, se concretó el 9 de octubre de 2010: dos años transcurrieron. Las reflexiones del equipo, así como las variadas gestiones hasta su materialización, fueron acompañadas con actividades conjuntas con los distintos actores que participan de la intensa vida pública de la Plaza Pocho Lepratti. Cabe mencionar que el financiamiento de este proyecto fue posible por resultar seleccionado en la “Convocatoria 2009” del Programa Nacional de Voluntariado Universitario de la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación.
Se trataba de indagar sobre los derechos humanos y la memoria en la ciudad de Rosario y en el barrio Ludueña, en particular, intentando detectar aquellos aspectos de la vida social, situaciones que se viven cotidianamente y que, no obstante ser el modo en que se desenvuelve la vida social, no se toman para ser tematizadas. “Eventos que al no configurarse en conceptos públicos se alejan y quedan des-conocidos con las implicancias –académicas y prácticas- que ello supone” (Achilli, 1997).
Este proyecto fue discutido en múltiples instancias involucrando la participación directa de diferentes actores sociales: los impulsores del proyecto de la construcción de los relojes de sol en todas las ciudades de la Argentina (argentinos residentes en México, sobrevivientes y familiares de detenidos desaparecidos –Prudencio Mochi, Cristina Girardo y Liliana Felipe, entre ellos), el Bodegón Cultural Casa de Pocho, las escuelas Nº 84, José Mármol y Nº 617, Gobernador Crespo, el Taller de Herrería de la escuela Nº 2061, Nazaret, Abuelas Rosario, vecinos del barrio Ludueña, la Secretaría de Planeamiento de la Municipalidad de Rosario que habilitó la construcción de esta obra en el espacio público y la UNR representada por el Área en Derechos Humanos de la FAPyD.
Las tareas de preparación consistieron en diferentes trabajos con niños y con adolescentes que realizan talleres en el Bodegón Cultural Casa de Pocho, así como con los estudiantes de 7º grado de las escuelas Nº 84 José Mármol y Nº 617 Gobernador Crespo. Estas escuelas se constituyen en referencias institucionales del barrio ya que la mayoría de los niños así como sus padres concurren o han concurrido a esas escuelas. Se trabajó en talleres de reflexión sobre los DDHH y los Derechos de los Niños. En los talleres del Bodegón Cultural Casa de Pocho y en la escuela José Mármol se realizaron prácticas de técnicas de grabado de chapas y planchuelas de hierro con ácido nítrico para indicar los números que corresponden a las horas del reloj de sol y a las fechas respectivamente. Las chapas que indican las horas se fijan con grampas al cuadrante solar horizontal resuelto en el plano del piso de ladrillo visto colocado de canto para optimizar la resistencia de este material en un espacio público. Las planchuelas con las fechas se fijan, sobre la dirección Sur- Norte, a un volumen de hormigón visto sobre el que debe pararse quien desee saber la hora.
Es relevante el trabajo que algunos integrantes del equipo vienen desarrollando en el barrio y la discusión sobre este proyecto que se dio en diferentes ámbitos y momentos, tales como la Ronda de Presentaciones de Organizaciones que se realiza en la plaza para cada aniversario del cumpleaños de Pocho, en el marco del Carnaval en el Ludueña. Allí la propuesta empezó a recibir aportes: los niños solicitaron un “trepador” y los adolescentes un “bicicletero”. La baranda prevista alrededor del reloj fue la oportunidad para re-pensar lo que se propuso e incluirlo en el proyecto definitivo. En el taller de herrería de la escuela Nazaret, cuyo referente social es Edgardo Montaldo, los adolescentes realizaron las piezas metálicas estructurales de este memorial. Los vecinos adultos participaron, junto con los docentes y estudiantes de la Facultad de Arquitectura, en la construcción de la obra en ladrillo y hormigón armado que resuelve bancos y rampas. Se construyó colectivamente, no sin dificultades, con las propias manos, in situ. Decimos que el construir in situ es también una manera performativa de prolongar el proceso memorial. Los actos, las palabras, cada episodio, retomado y amplificado por los relatos de boca en boca, quizás vayan encontrando un lugar en el imaginario social.
A la vez, construir colectivamente, en un barrio que atraviesa dificultades de diverso orden, tales como la desocupación, el flagelo de la droga, la fragmentación de la familia, por citar algunas problemáticas, se constituye en otra oportunidad para intentar reconstruir lazos solidarios. Sostenemos que es posible colaborar, desde la construcción colectiva, a la inclusión de poblaciones vulnerables de nuestra ciudad a partir de la formación de capacidades tendiente al fortalecimiento de la identidad barrial y regional y, a más largo plazo, el desarrollo humano y cultural.
El intercambio de opiniones realizado con integrantes de Abuelas Rosario se constituyó en un aporte fundamental al momento de incorporar a todos los desaparecidos de Rosario en este memorial. Como venimos planteando, es necesario en los procesos memoriales resignificar problemáticas desde el presente, producir la identificación con las mismas hoy. Para ello, el recuerdo de Pocho Lepratti fue un disparador importantísimo en el intento de extender lazos temporales. De hecho, la inauguración de este reloj se hizo en el marco de los contra-festejos (9, 10 y 11 de Octubre) del mal llamado “Día de la Raza”, poniendo a los genocidios en Latinoamérica en cierta continuidad que es necesario relevar. Pero este memorial tiene su especificidad que le da origen y es el deseo de homenajear a los detenidos desaparecidos durante la última dictadura cívico- militar y allí se nos planteaba otro desafío, ¿cómo hablar de ellos?, ¿cómo identificarlos?, ¿cómo nombrarlos?.
El Museo de la Memoria de Rosario facilitó la lista de todos los nombres de los detenidos desaparecidos denunciados en Rosario y las fechas de sus desapariciones. La propuesta que surgió trabajó la idea de colectivo: todos los nombres de pila están entrelazados, unos con otros, la última letra de un nombre es la primera del siguiente. Para dar también una especificidad temporal las fechas de detención se ubican entre los nombres que se calaron en una chapa de hierro que resuelve el respaldo de este memorial que, por estar próximo a la zona de juegos infantiles, es un banco para el descanso de los adultos que acompañan a los niños, un juego múltiple y un reloj de sol con marcas simbólicas que aluden a un tiempo preciso y a la posibilidad de abrir la interrogación sobre nuestro pasado reciente y los usos en el presente del espacio público.
Notas
(sin notas)
Bibliografía
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RABINOVICH, Silvana, 2009. “Porque fuerte como la muerte es el amor”, en blog Escritura Aleatoria
Fuente:RevistaAfuera
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