El Juicio desde la Calle 8
Publicado el 15/08/2011
Esta semana en El Juicio desde la Calle podés escuchar el detalle de las primeras declaraciones testimoniales del debate; los testimonios que dejó la inspección ocular a las tierras del Comando V Cuerpo de Ejército donde funcionaron centros clandestinos de detención y torturas; y un informe sobre la muerte del represor Julián Oscar “Laucha” Corres con declaraciones de los sobrevivientes Patricia Chabat y Eduardo Hidalgo. Participan por la Comisión de Apoyo a los Juicios: Ayeray Medina Bustos y Marcelo Avrij.
El Juicio desde la Calle se emite los viernes de 20 a 21 por FM De la Calle 87.9Mhz. El programa se puede descargar y reproducir libremente por cualquier medio. Reemisiones: Lunes a las 17 por FM De la Calle y a las 15 por FM De la Ventana 96.9Mhz de Sierra de la Ventana. Entrá y escuchálo cuando quieras.
Publicado el 15/08/2011
SEMANA SIN ACTIVIDAD
Esta semana no habrá audiencias del debate oral del juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos bajo control operacional del Comando V Cuerpo de Ejército. El Tribunal estableció la reanudación de la toma de declaraciones testimoniales el próximo miércoles 24 de agosto a las 9, siempre en Colón 80.
Luego se continuará el jueves 25, martes 30 y miércoles 31 de agosto y jueves 1 de septiembre.
Recordamos que para ingresar a las audiencias del debate oral -tanto el público como la prensa- se deben acreditar ante el Tribunal. Pueden hacerlo concurriendo a la sede judicial de Chiclana 402 o por correo electrónico enviando nombre y número de DNI a tofbahiablanca@pjn.gov.ar
Además, es importante tener en cuenta que las y los testigos no pueden ingresar a las audiencias hasta tanto declaren ante el Tribunal.
Publicado el 12/08/2011
"VIVÍ NUEVE AÑOS SIN MIS HIJOS"
Para la primera de las declaraciones testimoniales del juicio a represores del V Cuerpo de Ejército se citó este martes al abogado local Víctor Benamo. Instalado ante el Tribunal, escuchó la lectura del listado de los acusados y supo podía solicitar pausas durante el tiempo de su exposición.
La presencia de una sicóloga judicial a su lado motivó la primera protesta de los abogados defensores. El dr. Benamo confesó no saber exactamente cuál era la mecánica de las declaraciones en este juicio, por lo que optó por comenzar haciendo un relato de su etapa de estudiante en la ciudad de La Plata, donde militó políticamente en el Peronismo de la Resistencia.
Por ese motivo, aclaró que en el año ’58 tuvo una breve detención -”Plan CONINTES”- aunque sin importancia. Detalló que en 1972 se le inició un proceso “por armas” por ser abogado del gremio de la construcción, constituyendo este sí un hecho grave. Aclaró que un año después pudo haber sido amnistiado, pero decidió continuar la causa hasta su culminación.
Rememoró luego que en 1973 fue citado por el dr. Taiana (ministro de Educación del gobierno peronista de Héctor Cámpora) para hacerse cargo como rector “normalizador” de la UNS y se explayó en la defensa de su gestión al frente de la misma.
Más tarde se enfocó en recordar la triste historia de la llamada “Triple A” (endosándole su creación al, por entonces, ministro José López Rega), haciendo especial mención a la muerte del ex funcionario de gobierno de la provincia de Buenos Aires, José Troxler por parte de esta organización paramilitar.
Sintiendo la inseguridad que reinaba por entonces, Benamo comentó su activa participación como abogado en los hechos posteriores a los fusilamientos de presos políticos producidos en Trelew el 22 de agosto de 1972. Declaró que tuvo la ingrata tarea de reunirse con los familiares, conociendo la identidad de los tres sobrevivientes que estaban internados en el Hospital Naval en Puerto Belgrano, y debiendo informar a los deudos los nombres de los fallecidos.
Su propia vida comenzó a estar en juego en Bahía Blanca, a tal punto que el 3 de octubre de 1974, una persona (que trabajaba en la policía) se allegó a él para avisarle que estaba corriendo riesgo y que se debía “rajar” de la ciudad.
Así lo hizo, dejando a su familia para salvaguardar su integridad. Caído el gobierno de Isabel Perón en marzo del ’76 y enterado que el gral. Vilas en Bahía Blanca había declarado que Benamo había recibido un depósito de 16 millones por parte de la organización Montoneros, decidió presentarse a las autoridades policiales para aclarar estos hechos.
Al estar ante la policía de la provincia de Buenos Aires fue inmediatamente detenido junto al diputado bahiense Mario Medina. Mientras era mantenido con los ojos vendados, golpeado y torturado con picana eléctrica (presuntamente en el “Pozo de Quilmes”) supo de la presencia allí del dirigente socialista Alfredo Bravo.
Allí estuvo 33 días en condición de detenido-desaparecido. En ese lapso fue trasladado en un avión del ejército descubriendo posteriormente que era hacia Bahía Blanca donde lo tuvieron secuestrado en determinadas instalaciones, algunas de las cuales, serían espacios del centro de detención clandestina y torturas “La Escuelita”.
“Escuché cosas aberrantes”, declaró luego de explicar que en ningún momento fue despojado de la venda de sus ojos. Solo tuvo la oportunidad de atisbar por debajo de las mismas que se habían aflojado, una sola vez en todo el tiempo que allí permaneció secuestrado. La pequeña sala en la que estuvo tenía una pared donde sólo colgaba un crucifijo.
Recordó escuchar varias veces el paso de un tren. Otras, el motor de un auto cuando llegaba algún integrante del plantel de torturadores. Posteriormente, produjo una de las novedades más llamativas de su declaración, al mencionar que no estaba seguro de haber estado siempre en el mismo lugar, llegando a pensar que había estado en tres lugares diferentes: “Tres escuelitas”.
También aportó datos de personas que presuntamente pudieron haber estado allí siendo torturados y dijo no olvidar la voz “inconfundible” del -según Benamo- único interrogador del centro clandestino: “el Tío”, Santiago Cruciani.
Luego relató que, sin tener demasiada idea del paso del tiempo -cree haber “acertado” con un 25 de mayo-, porque le ofrecieron comer un sandwich de mortadela, que era comida de los soldados por esos días. Fue trasladado a la cárcel local con muchos kilos menos y heridas en sus brazos y su clavícula por haber estado atado y colgado. Allí pudo tomar contacto con su hermano médico que lo visitaba y se hizo cargo en la enfermería del penal de dirigir su tratamiento.
Concluyó su exposición diciendo que en la sala estaban sus hijos, y que entre su partida de la ciudad, su secuestro, la cárcel y el exilio vivió nueve años y medio sin ellos.
Luego de un cuarto intermedio, solicitado por el propio declarante, llegó el turno para que los abogados pregunten. Al comienzo, los propios integrantes del Tribunal le pidieron algunas declaraciones y posteriormente lo hicieron los abogados de la querella. Más tarde el fiscal y por último los defensores de los acusados que se dedicaron a cuestionar partes de la declaración del testigo poniendo énfasis en la cuestión de la existencia o no de las “tres escuelitas” mencionadas, o la operatividad en Bahía Blanca de un Comando de la llamada CNU en “operaciones antisubversivas”. Con cierta polémica se cerró la declaración del primer sobreviviente de este juicio histórico.
Publicado el 11/08/2011
UN CALVARIO DE TORTURA PERMANENTE
René Bustos, integrante de una familia de históricos militantes peronistas y ex concejal de la ciudad de Bahía Blanca, declaró esta tarde en el marco del debate oral donde se juzgan algunos de los crímenes cometidos por militares y policías bajo las órdenes del Comando V Cuerpo de Ejército durante la última dictadura.
Tras una breve introducción donde contextualizó el golpe del 24 de marzo de 1976 recordó -de aquel día- la llegada de fuerzas policiales y del Ejército, rodeando las manzanas donde vivía su familia. “Fueron varias horas, estaban haciendo procedimientos en distintos lugares de la zona donde vivían familiares y amigos y militantes del peronismo”.
Ya habían estado en la casa de su hermana Marta, a quince cuadras, secuestraron a su esposo. También en la de su hermano Ricardo del barrio Sánchez Elías. A dos cuadras, en la esquina de su casa -San Lorenzo y Fournier-, levantaron a su cuñado que “vivía en una vivienda prestada con su señora y sus siete hijos”. Entraron y se llevaron a seis de ellos.
“Hicieron varios allanamientos más y cuando los reunieron los llevaron a donde está el hospital, creo que funcionaba el 181. En un playón atrás del hospital fueron llegando los carros de detención. Serían las tres, cuatro de la mañana”.
Alguien lo conocía porque escuchó: “Que a René lo lleven a un lado”. Lo cargaron en un Fálcon, anduvieron unos cinco minutos y llegaron al lugar que luego conoció como “La Escuelita”.
“A los diez minutos comenzó mi calvario de torturas permanentes… Y bueno, me hacían preguntas de todo tipo, por los guerrilleros, por los Montoneros Me pedían que les dijera dónde estaban las armas que tenían los Montoneros, dónde estaban los fusiles, las ametralladoras. Para cada vez que me hacían preguntas, antes tenía una andanada de torturas de todo tipo”, afirmó.
Mientras le preguntaban por uno de sus hermanos, él “les aceptaba que era un militante peronista” que se “identificaba con esos grupos pero eso no quería decir que hubiera estado, participado o supiera dónde estaban las armas”.
Bustos relató que un amanecer de fines de marzo o principios de abril, lo ataron a un arado desnudo durante todo el día. “Esposado primero y luego atado en un campito que había ahí, sería afuera de La Escuelita a la intemperie, en un lugar con muchísimo frío… Era mejor que estar sufriendo la tortura”. Cuando se recuperaba reiniciaban la serie de tormentos.
“Después del segundo día, me llevaron a un lugar donde había varios, escuchaba voces” -entre ellas la de Víctor Benamo-; “había una cama de hierro, me ataban con alambres las manos atrás, ahí era el lugar permanente, tenía que estar ahí”. Otra cosa era el galpón, a unos veinte o treinta metros, donde lo mojaban y picaneaban el tiempo que se les ocurriera. “Al principio era terrible pero después uno ya o se muere o vive pero casi ni siente”.
No va más
Las preguntas recurrentes giraban en torno a su hermano. Querían saber sobre las actividades de Raúl, de Rubén y de Ricardo y “en realidad el que más metido en la política y más comprometido con el peronismo y las acciones del gobierno era yo. (…) Lo de ellos era transparente, eran gente de trabajo que tenía su familia como cualquier otra persona”.
Así fue hasta que Bustos decidió que no podía ser. Como en varias ocasiones se lo interrogó acerca de los autores de la muerte del cabo Rojas en el paso nivel de acceso al Barrio Palihue, se le ocurrió decirles “que había estado”. “Para qué! Me dieron hasta que se cansaron. Les inventé, les dije que sí, había estado donde lo mataron, que había sido el ejecutor y qué sé yo”, aseguró.
El día siguiente lo llevaron a “hablar con el jefe”. Cuatro personas que se encapucharon cuando le permitieron quitarse la venda lo pasearon por el paso a nivel donde mataron al cabo Rojas -tal vez esperando ver su reacción- y pararon a un par de cuadras para pegarle culatazos y trompadas por “mentiroso”.
Continuaron sumergiéndolo de cabeza en una pileta de natación hasta el desmayo y despertó en el vestuario para recibir los golpes que le quebrarían la nariz. Recién ahí llegó ante “el jefe”.
En un corto viaje por “un camino con pozos” lo trasladaron a La Escuelita sin comida ni agua y con sesiones de torturas cotidianas. En un momento le permitieron ver a su hermana Mirta que decía que lo había matado y poco después “nos pasaron a la cárcel”.
Seis meses después lo enviaron a la cárcel de Rawson hasta su liberación en agosto de 1980.
La “justicia” en las tinieblas
Un párrafo aparte mereció en el relato de René Bustos la declaración que realizó ante el juez federal local Guillermo Federico Madueño en las propias dependencias del Comando del V Cuerpo.
Precisamente fue en el galpón aledaño a La Escuelita: “Me dijeron les va a tomar declaración el secretario -un civil de unos 40 años-. Había gente que escribía a máquina las respuestas. Después me llevaron a otro lugar donde había una oficina, nos llevan a mis hermanos Raúl, Rubén, a mí, a Coloma y a Mario Medina y nos dicen que vamos a declarar ante el juez. Nos habían desatado los alambres, nos habían puesto esposas y empezamos la declaración uno a uno ante el juez Madueño”.
”Le dije toda la verdad de lo que me preguntaban, inclusive de un arma que se la había provisto la Cámara de Diputados a mi cuñado que después del ’74 cuando tratan de matarme en un atentado en la calle, la Triple A, Medina lo había dejado en el piano en mi casa y dijo ‘La dejo acá y no salgas más porque quieren matarte; si la necesitas para defenderte agarrála’. Nunca la toque porque nunca vinieron a casa… y eso lo declare ante Madueño”, comentó Bustos.
Al salir de la vista del juez, los encapucharon y los devolvieron a La Escuelita.
Fuente:JuicioVCuerpoEjercitoBahiaBlanca


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