7 de agosto de 2011

ENTREVISTA CON GLADIS DALESSANDRO, ESPOSA DE CARLOS LABOLITA.

Gladis dalessandro, esposa de carlos labolita
“Carlos era como Cristina, ellos profundizaban mucho las discusiones”
Publicado el 7 de Agosto de 2011
Por Martín Piqué
Hace 36 años Cristina Fernández golpeó la puerta de la casa que habitaban en La Plata para ofrecerle asilo en City Bell a la pareja de militantes. Mañana la presidenta visitará el memorial que recuerda a su marido desaparecido en Las Flores.

Pasen, está abierto.” La puerta se abre y en el living aparece la figura delgada de Gladis Dalessandro. La dueña de casa sonríe con cortesía. Lo primero que llama la atención es su atuendo completamente negro. Inevitable no remontarse a la presidenta, al color que viste desde la muerte de su marido, Néstor Kirchner. Gladis estuvo en el primer día del velatorio de Kirchner, cuando se abrieron las puertas de la Casa Rosada. Eran las primeras horas de la despedida y Cristina Fernández se encontraba al pie del cajón. Cuando distinguió a Gladis entre la multitud, la presidenta se acercó hasta las vallas y se confundió en un abrazo conmovedor. “Yo me puse mal –dice Gladis a Tiempo Argentino– pero ella me abrazó y me decía ‘bueno, bueno, paremos, no lloremos’. No hubo demasiadas palabras.”
El saludo entre Gladis Dalessandro y Cristina Fernández estuvo cargado de silencios. Era la emoción de una historia común, que había empezado a mediados de 1975 en la puerta de una casa de La Plata, en la esquina de 16 y 48. En esa vivienda, compartida con otras parejas de militantes, residían Gladis Dalessandro y Carlos Labolita. Por entonces ya estaban casados. Gladis trabajaba en el gremio de Sanidad. Carlos, a quien sus compañeros llamaban “Chiche”, era empleado en una petroquímica de Berazategui. Tras haber sido un dirigente conocido de la Juventud Peronista en la zona de Berisso, Labolita había decidido apartarse de Montoneros. “No estaba de acuerdo con el pase a la clandestinidad y la militarización”, cuenta Gladis.
La disidencia y el posterior alejamiento obligaron a Labolita a buscar un nuevo lugar de residencia. El inmueble de 16 y 48 era una “casa operativa” de la organización. Y en ese momento, cuando menos lo esperaban, en la puerta de la vivienda apareció una joven estudiante de Derecho, muy arreglada, que se presentó como “Cristina Fernández, la compañera de Lupín”. “Vivimos en City Bell. Tenemos espacio. Los vengo a buscar para que se vengan a vivir con nosotros”, dijo la hoy presidenta en aquel durísimo 1975, tal como lo narra la biografía escrita por la periodista y escritora Sandra Russo (ver páginas 12/13).
Aquel gesto de solidaridad, habitual entre los militantes de la época, permitió que Gladis y Carlos compartieran medio año con Néstor y Cristina –recién casados– en un pequeño chalet de City Bell. La convivencia se extendió desde mediados de 1975 hasta la madrugada del 24 de marzo de 1976, cuando los dos matrimonios decidieron abandonar el chalet y, cada pareja por su lado, pasar las noches en casas de amigos. En el medio habían sucedido muchas cosas: Néstor y Cristina habían pasado buena parte de enero del ’76 detenidos en Río Gallegos, las muertes y las caídas comenzaban a golpear cada vez más cerca.
Kirchner y Labolita se conocían de la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN), agrupación peronista de la Universidad de La Plata. Se vieron por última vez a mediados de abril de 1976. Néstor quería aprobar su última materia como abogado. Labolita estaba preocupado por la detención de su padre, también Carlos, miembro del Partido Socialista Democrático, amigo de Alfredo Bravo, dirigente gremial de CTERA en la localidad de Las Flores, de donde era oriunda la familia. Labolita quería regresar a Las Flores, pensaba que lo querían a él. Su regreso facilitaría la liberación de su papá. Kirchner le aconsejó que no volviera.
El 25 de abril de 1976, pocos días después de regresar a Las Flores, Labolita fue secuestrado por un grupo de tareas del Ejército. Tenía 24 años. Gladis lo volvió a ver dos días después, el 27 de abril: los represores lo llevaron encapuchado y con señales de haber sido torturado hasta la casa de la familia.
“Estaba esposado, encapuchado. Pedía que no me hicieran nada. Y me decía ‘vieja, hace tres días que me tienen en la parrilla’. Porque a mí me decía ‘vieja’. Se llevaron unos documentos y luego, eran las 12 de la noche o 1 de la mañana, lo subieron a un auto y a mí me subieron a otro. Empezamos a dar vueltas por el pueblo. Carlos identificó una casa de un pibe de Las Flores al que nosotros conocíamos, que no era militante y que sabíamos que estaba en Europa. Dio esa casa para dar algo, porque sabía que no iba a estar y porque hacía tres días que lo estaban picaneando. A mí me dieron algunos golpes, me bajaron del auto en la estación de tren de Las Flores y me hicieron ponerme en el piso. Nunca más lo volví a ver.”
Gladis relata el secuestro de su compañero desde el living de su casa. Es una vivienda cómoda, con espacios amplios, ubicada en la calle Moreno, el prócer preferido de Cristina. Gladis es muy conocida en Las Flores, una típica ciudad del interior bonaerense, situada sobre la Ruta Nacional 3, a 187 kilómetros de Buenos Aires. Para ubicarla, lo más práctico es preguntar por “la peluquería de las chicas”. Gladis y su hermana, Mirta, son las propietarias del salón de belleza más recomendado de Las Flores. Preguntar por Gladis, la esposa de Labolita, preguntar por la peluquería, fue lo que hizo Kirchner en 1987, cuando comenzaba su campaña por la intendencia de Río Gallegos y paró en Las Flores para saludar a su vieja amiga.
“Él (por Kirchner) pasó por Las Flores cuando era candidato, pasó en auto por la estación de servicio, en la ruta, y preguntó dónde estaba. Yo estaba viviendo en la casa de la peluquería, con mi mamá”, recuerda.

–Nunca se imaginó que podría a llegar a ser presidente, ¿no?
–Él, como tantos compañeros, venía de la política. Era algo natural. Cuando me enteré que estaba haciendo campaña por la intendencia no me sorprendió. Él lo tomaba todo naturalmente. No le importaba el protocolo. Su personalidad lo hacía diferente. Cristina era brillante, sus discusiones con Carlos (Labolita) tenían un nivel mucho más alto del que yo podía acceder. Pero Kirchner también era brillante, me remito a las pruebas.
–Kirchner llegó a decir que usted nunca le cortó el pelo. ¿Era una broma?
–Capaz que mentía ahí. Pero, bueno, no me acuerdo (risas). Porque yo le cortaba el pelo a muchos compañeros. La verdad que no me acuerdo.
–¿Cómo se conoció con Carlos?
–Lo conocí en Las Flores, los dos éramos de acá, a fines del ’68. Estaba en cuarto año del secundario, yo era más grande que él. Vivimos el noviazgo en Las Flores, porque Carlos no se fue a estudiar el primer año en que terminó el secundario: laburaba en un boliche bailable, era disc-jockey en Saladillo. Él sabía mucho de música. Al otro año se va a La Plata, en 1972. A principios de 1973 me voy yo. Nos casamos. En el 1976 desaparece. Son tres años de vida en común y seis años en total. En esa época las cosas se vivían intensamente.
–¿Cómo fue la convivencia con Néstor y Cristina en City Bell?
–Muy buena. En aquella época nosotros siempre convivíamos con otras parejas, en La Plata nunca vivimos los dos solos. Carlos era como Cristina, no sé si orgulloso pero ellos profundizaban mucho más en las discusiones. Lupín también, Néstor digo, pero a mí me superaban en el nivel de discusión. Cristina y Carlos siempre tenían charlas así. Debate, discusión política. En lo cotidiano no me acuerdo de haber tenido un problema.
–Una anécdota es bastante conocida. Que su marido, Carlos, le regaló a Cristina el ensayo La condición humana, de André Malraux.
–Nunca lo leí (ríe).
–¿Había mucha complicidad entre ellos?
–Sí. Era una situación normal, de compañeros y amigos. Yo resalto lo solidario. Vos caías en la casa de un compañero y compartías todo lo que tenían. Pero en el caso de Néstor y Cristina, a diferencia de otras parejas, nosotros no compartíamos los mismos espacios que ellos. Y sin embargo decidieron alojarnos en su casa.
–¿Qué le pasó al reencontrarse con Cristina en el velatorio de Kirchner?
–Fue revivir lo de Carlos, pero creo que eso nos pasa a todos. Volvés a revivir esa parte de la vida. Es eso. Y sobre todo porque durante muchos años estuvimos debajo de la alfombra: nadie hablaba de los desaparecidos. Lo que Néstor y Cristina produjeron, para los familiares de los desaparecidos, es enorme. Tuvimos 20 años en que sólo hablábamos entre nosotros. Las leyes, el indulto. Querían que nosotros nos resignáramos cómo si todo lo que vivimos no hubiera existido. Es lo que sentí.
–¿Qué le gusta de Cristina como presidenta?
–Y… varias cosas. Me gusta cómo es, me gustan las medidas, cómo enfrenta todas las situaciones, cómo las vive enfrentando. Porque ahora hay una discusión, cuando hacía muchos años que no se daba. Es muy bueno poner los temas en discusión. La gente ya no se cree todo lo que le dicen. Es una de las cosas fundamentales que aportó este proceso. Quedaron al desnudo todas las operaciones en contra.
–Kirchner llegó a decir que si Carlos hubiera hablado en la tortura, él no hubiera llegado a ser presidente. ¿Corrían riesgo serio Néstor y Cristina?
–Sí, claro. Nosotros sabíamos todo de ellos. Porque estábamos viviendo con ellos. Nosotros habíamos estado en la casa de la madre de Cristina, sabíamos de dónde eran ellos. Divina la “Negra”. Me acuerdo mucho de ella, de la hermana.
–¿Qué rasgos definían la personalidad de su esposo?
–Carlos siempre trataba de iniciar la discusión, pero después trataba de acomodarla para que terminara sin peleas. Él era muy irónico para decir las cosas. Jamás lo ibas a ver enojado. Si alguien se enojaba, era yo, porque soy peleadora.
–¿Le fue difícil rehacer su vida?
–Es bastante difícil. Alguna relación sí, pero a veces hay cargas bastante pesadas. Es distinto cuando hay una muerte natural. A veces en estas situaciones uno medio que endiosa a los compañeros. Es difícil bajarlos a tierra, bajarlos del bronce es medio difícil.

Gladis recorre junto a Tiempo Argentino las calles de Las Flores. Como todos los sábados, tiene clientela en la peluquería. Pero los hace esperar. Camina hasta la Plaza Mitre, donde se alza un monumento en homenaje a los cinco desaparecidos de la ciudad, Carlos Labolita entre ellos. En el monolito se puede ver una placa con el nombre de Néstor Kirchner que recuerda a Labolita. El apellido del ex presidente está algo raspado: son las señales del conflicto por la Resolución 125, que también afectó esta pequeña ciudad agroganadera.
El paseo por Las Flores incluye una visita a la casa familiar de los Labolita. Allí vive Carlos, el padre de “Chiche”, a quien sus vecinos llaman “Labo”, docente jubilado de 82 años. “Carlos era un tipo muy inteligente, mucho más que yo. Por su capacidad, inteligencia y voluntad. Él me hizo peronista, si yo era un socialista democrático. (Alfredo) Palacios me merece respeto, pero (Nicolás) Repetto era dueño de un conventillo que alquilaba a los pobres”, se ríe el ex dirigente de CTERA, que derrocha vitalidad.
Gladis y Carlos, el padre de “Chiche”, están esperando a la presidenta, quien mañana a las 17 llegará a Las Flores en una recorrida que incluirá una visita a la fábrica de volcadores Patronelli, la inauguración de una planta textil y un acto junto al monolito. El jubilado atesora una carta que quiere entregarle a Cristina.
“Yo digo que Carlos no está muerto. Acá no lo tratamos como un muerto, yo digo que se fue a Salta, que anda por ahí y en cualquier momento viene. No lo lloramos nada. La madre sufrió mucho. Las mujeres siempre sufren al hijo, porque ellos son un pedazo de carne de ellas, al que tuvieron adentro nueve meses. El varón, en cambio, tiene la función de socializar a los hijos. De introducirlos en el mundo. Aunque no sé si por eso lo siento menos”, dice el padre del desaparecido. Su entereza conmueve.
Fuente:TiempoArgentino

La causa podría tener novedades
Publicado el 7 de Agosto de 2011
El martes, un día después de la visita de la presidenta Cristina Fernández a Las Flores, la familia de Carlos “Chiche” Labolita viajará hasta Mar del Plata para asistir a la audiencia de la Cámara de Casación Penal de esa ciudad.
La expectativa del padre, las hermanas y la esposa del militante desaparecido es que ese tribunal revea la sentencia del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Mar del Plata, que en un fallo polémico absolvió al coronel Alejandro Guillermo Duret, de 56 años, y condenó a prisión perpetua pero con el beneficio de la prisión domiciliaria al general (RE) Pedro Pablo Mansilla, 77 años.
Los dos militares, que en 1976 revistaban en el Grupo de Artillería Blindado 1 de Azul, están acusados por el secuestro, las torturas y el asesinato de Labolita.
Fuente:TiempoArgentino

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