UN SOBREVIVIENTE DE LA ESMA Y UNA NENA QUE FUE SECUESTRADA CON SUS PADRES
“Creía que me habían abandonado”
Víctor Basterra contó en el juicio por robo de bebés que vio en la ESMA a a los padres de María Ruiz Dameri y a sus hijos. Ella y un hermano fueron dejados en un hospital y entregados en adopción. Su hermana fue apropiada por el represor Azic.
Por Alejandra Dandan
Imagen: Rafael Yohai
–¿Su nombre?
–Biológicamente, María de las Victorias Ruiz Dameri. Según mi DNI, Victoria Torres.
–¿Lugar de nacimiento?
–Biológicamente en Suiza. Según el DNI, en Argentina.
–¿Fecha de nacimiento?
–Biológicamente, 25 de marzo de 1978; según el DNI, 17 de diciembre de 1977.
La jueza María del Carmen Roqueta le preguntó a María de las Victorias si tenía algún vínculo de parentesco o deuda pendiente con alguno de los represores acusados en el contexto de esa audiencia del Juicio por el Plan sistemático de robo de bebés. Respondió corto, muy corto, pero dijo que sí: “Con uno de ellos sí, con el señor Azic, porque se apropió de mi hermana; porque mi mamá, mi papá, mi hermano y yo estuvimos en la Escuela Mecánica de la Armada y sé por testimonios que él participó de las torturas”.
María de las Victorias acababa de sentarse en la silla que hasta poco antes había ocupado Víctor Basterra, uno de los sobrevivientes de la ESMA que vio a su madre embarazada, que estuvo cerca del nacimiento de su hermana, que había llegado a tener a esa niña en brazos por unos segundos y que llegó a ver en un pasillo del sótano de la Escuela de Mecánica la imagen absurda de dos niños: “Yo dije que fue conmovedor el caso de Silvia y Orlando”, había dicho Basterra sobre los padres. “Yo calculo que los secuestraron aproximadamente para mayo o junio del año 1980; Silvia tenía un embarazo muy pronunciado y lo notable es que habían sido secuestrados con dos criaturas, tendrían tres o cuatro años y en ese sótano tenebroso, en donde estaban torturando en la pieza de al lado a Orlando Ruiz, ellos corrían y se deslizaban por los pasillos porque resbalaban y era como un juego. Yo fui secuestrado con mi hija de dos meses, pero que haya una criatura en esa situación es muy conmovedor por lo menos.”
Basterra vio a esos dos niños varias veces ahí. Alguna vez también dejó de verlos. Para septiembre, Silvia había tenido el parto y durante mucho tiempo él le perdió la pista. Alguna vez vio una foto con su imagen en una pileta y supuso que era en una de las quintas que los marinos usaban como casas operativas. Le llamó la atención no sólo la imagen sino el contexto, se quedó pensando, porque los marinos a veces buscaban revelar las fotos de familia en el laboratorio del centro clandestino. Meses después preguntó por los otros dos hijos de Silvia a un guardia, un chofer, apodado Merluza, de apellido Martín. El hombre le dijo que los niños habían sido entregados a un hogar naval, y durante años no supo más nada.
María de las Victorias
María de las Victorias no escuchó su testimonio porque así son las reglas de los juicios. Ahora estaba sentada frente al Tribunal Oral Federal 6 e intentaba responder a la fiscalía “¿Cuándo supo que usted tenía otra identidad biológica?”, le preguntó Martín Niklison. Y ella dijo que lo supo en el año 2000, cuando la llamaron del Banco Nacional de Datos Genéticos para decirle que era hija de Silvia y Orlando. “Viví anteriormente con mi familia adoptiva –explicó–, Norma y Humberto Torres, que me adoptaron después de que alguien me dejara abandonada en la puerta de un sanatorio de niños en Rosario. Estaban en trámite de adopción desde hacía diez años, les toqué yo y me llevaron a vivir al pueblo donde todavía vivo, en Figueras. Tenía casi tres años, por lo que siempre supe que no era hija biológica del matrimonio y siempre me comentaron la realidad de que no era su hija. Viví creyendo esa historia, sintiéndome abandonada.”
–¿Cómo llegó a la idea de hacerse el ADN? –preguntó el fiscal. Y ella dijo: “Un día estábamos con mi familia adoptiva leyendo Clarín, y había fotos de niños, de varios chicos, con un título que decía ‘Más de 20 años’. En esa página veo una foto de una nena que se llamaba María de las Victorias Ruiz Dameri y empecé a gritar: ¡¡¡Esta nena soy yo!!!”.
Era domingo. El lunes hablaron al diario, pidieron un teléfono de algún organismo de derechos humanos en Buenos Aires. Les dieron un turno para el estudio y con el resultado empezó a conocer la historia familiar. Supo que a su hermano Marcelo se lo habían llevado a Córdoba, que había sido adoptado por una familia y restituido en los ’90 por las Abuelas. Que a él, como a ella, los habían dejado con un cartel colgado en el cuello con el nombre y una leyenda diciendo que sus padres no los podían mantener, y Dios los ayude. Además supo que tenía otra hermana. Que esa hermana era la que había nacido en la ESMA y había sido apropiada por Juan Antonio Azic, el mismo que se apropió de Victoria Donda.
Durante años, hubo imágenes infantiles con esas escenas. María de las Victorias dijo que cuando era chica y veía la imagen de Menotti en televisión salía corriendo a esconderse abajo de una mesa y gritaba que por favor no llegue a buscarla el Tío Tommy. “Y también recuerdo –aclaró– haber tenido durante mucho tiempo muchas pesadillas con personas disfrazadas de payasos que siempre se aproximaban a mí. Yo era muy chica, y esos sueños lo que hacían eran levantarme fiebre.”
Los abogados de Abuelas sentados atrás, entre las querellas, le preguntaron de quién hablaba cuando hablaba de Tommy. Ella dijo que con el tiempo supo que Tommy era el apodo del médico represor Carlos Octavio Capdevilla, la persona a quien Basterra había mencionado a cargo del parto de la madre, el mismo que después del parto levantó a su hermana todavía con líquido amniótico. Que la puso en los brazos de Basterra, que la pasó a otro compañero, que volvió a llevársela a la huevera, la sala de torturas más importante que tuvo la ESMA, usada en el momento del parto.
El fiscal Martín Niklison le preguntó a María de las Victorias por su hermana. Ella dijo poco. Dijo que siempre vivió con Azic. “Y las pocas veces que pudimos hablar, me dijo que ama mucho a su apropiador.”
Una noche, ocho años atrás, María de las Victorias llamó a la casa de Víctor Basterra. Era la una de la mañana. “¿Víctor Basterra?”, preguntó. “Sí”, respondió él, que habló del llamado en la audiencia. “Soy Victoria Ruiz, me dijo la voz y a mí se me heló la sangre –explicó–, yo tenía la incertidumbre de qué es lo que había pasado con esas criaturas, por una versión sabía que estaban en Córdoba y en Rosario, pero ella ahora me llamaba porque hacía cuatro meses que estaba embarazada y tenía el alma agitada porque quería encontrar a su hermana.” Todavía no la había visto. Basterra habló de Azic. “Yo lo conocí como un torturador de mucho predicamento entre sus compañeros, incluso le tenían un poco de temor y lo conocí bien porque fue el que participó en el robo de mi casa. Fue el que se llevó a mi madre, la obligó a firmar un poder especial en connivencia con Adolfo Donda Tigel, y esa persona es la que se había apropiado de esa criatura que yo había tenido en mis brazos.” Basterra recordó que en los últimos días el Tribunal Oral Federal 5 autorizó a Azic, detenido y a punto de ser condenado, a asistir al casamiento de esa joven.
Fuente:Pagina12
Señaló la participación de juan antonio azic y carlos capdevila en el plan sistemático de robo de bebés
Testigo relató el secuestro de una embarazada junto a sus dos hijos
Publicado el 16 de Agosto de 2011
Por Gerardo Aranguren
Víctor Basterra vio a los chicos jugando en los pasillos de La Huevera, el centro de detención clandestino en el que torturaron a sus padres. María de las Victorias Ruiz Dameri y su hermano recuperaron su identidad gracias a Abuelas.
El sobreviviente de la ESMA Víctor Basterra vio en 1980 a María de las Victorias Ruiz Dameri, quien con sólo tres años corría por los pasillos del subsuelo del casino de oficiales mientras sus padres eran torturados en La Huevera. Más de 30 años después, Basterra y María de las Victorias declararon como testigos del juicio oral por el Plan Sistemático de Robo de Bebés.
Basterra, quien pasó cuatro años y medio cautivo en ese centro clandestino, comenzó ayer su declaración testimonial con el relato de su secuestro el 10 de agosto de 1979 junto a su esposa e hija, quienes fueron liberadas a la semana. “Siete meses después, por mi condición de gráfico y fotógrafo me bajaron al mismo lugar donde antes me habían torturado. Allí, como mano de obra esclava, me hicieron confeccionar documentos”, recordó Basterra.
El testigo contaba con mayor libertad de movimiento que el resto de los detenidos, y de esa manera pudo ver a Orlando Ruiz y a su esposa, Silvia Dameri, embarazada de cinco meses. “Fue conmovedor su caso porque fueron secuestrados con dos criaturas, que en el sótano tenebroso corrían por los pasillo frente a la Huevera jugando. Varias veces vi a los chicos ahí”, relató. Además de haber visto a los hermanitos Ruiz Dameri de tres y cuatro años, Basterra fue uno de los testigos del nacimiento de su hermana Laura, quien fue apropiada por el ex prefecto Antonio Azic y recuperó su identidad en 2008.
“Silvia dio a luz en la Huevera, el mismo lugar donde había sido torturada. Ingresó allí un médico naval, Carlos Capdevila, que no está imputado en esta causa”, dijo Basterra frente al Tribunal Oral Federal 6 y agregó: “La criatura fue puesta en mis manos cuando aún tenía sangre y líquido amniótico. Se la pasé a Carlos Lordkipanidse, que estaba junto a mí. Yo estaba al borde del llanto porque me impactó mucho. Después Capdevila la volvió a entrar a la Huevera y no la vi más. Era para mostrarnos una especie de trofeo.”
Basterra no supo más nada de los niños hasta que ocho años atrás lo llamó por teléfono la misma niña que había visto jugando en ese subsuelo, quien en 2000 había recuperado su identidad. “Se me heló la sangre, porque no sabía qué había sido de esas criaturas. Ella había quedado embarazada y se le había agitado el alma para saber de su hermana”, comentó.
Esa misma joven se sentó ayer en el estrado después de Basterra. Ante la pregunta de la jueza María del Carmen Roqueta sobre si mantenía alguna deuda pendiente con los acusados, la joven restituida indicó: “Sólo con uno de ellos, Juan Antonio Azic, porque se apropió de mi hermana y torturó a mi mamá”, manifestó.
María de las Victorias nació el 25 de marzo de 1978 cuando sus padres estaban exiliados en Suiza. “Creía que mi familia me había abandonado en Rosario hasta que Estela de Carlotto me informó que era hija de desaparecidos”, contó. Luego de tres meses de cautiverio junto a sus padres, María de las Victorias y su hermano Marcelo fueron “repartidos” por Capdevila, ella en Rosario y él en Córdoba, y fueron adoptados legalmente.
Marcelo recuperó su identidad en 1990, mientras que ella demoró diez años más. “Estaba leyendo en Clarín una nota donde sobre niños apropiados y entre ellos estaba mi foto. Me comuniqué con Abuelas, me saqué sangre y a los 20 días tuve el resultado. Ahí me enteré que mi hermano ya había sido encontrado y ese mismo día me reencontré con él”, dijo. Con su hermana Laura, robada por Azic, se reunió sólo un par de veces, ya que sigue viviendo con sus apropiadores a pesar de haber recuperado la identidad. “Las pocas veces que hablé me dijo que ama mucho a sus apropiadores”, señaló la testigo.
Fuente:TiempoArgentino
Rechazo de Abuelas a pedido de Azic
Publicado el 16 de Agosto de 2011
“La semana pasada me enteré que le habían permitido salir a Juan Antonio Azic para el casamiento de esta niña que fue apropiada, Laura Ruiz Dameri. ¿Cómo es posible que esto pase? ¿Cómo puede ser que una persona de esa calaña, que torturó a sus padres pueda salir a visitar a esta chica?”, se preguntó Víctor Basterra, sobreviviente de la ESMA.
La noticia también cayó mal a organismos de Derechos Humanos que cuestionaron el permiso otorgado por el Tribunal Oral Federal 5 para que Azic oficiara de padrino de bodas de la joven restituida.
Los jueces del Tribunal Oral Federal 5, que juzga los delitos de la ESMA, le permitieron asistir al casamiento para “preservar la relación paterno-filial que en nada ha sido lesionada por la detención del nombrado a lo largo de los años”. Abuelas de Plaza de Mayo consideró vergonzosas esas expresiones, que se refieren al represor “como si fuera el padre legítimo de la joven apropiada, cuando en realidad es el autor de un delito de lesa humanidad”.
Ante los reclamos, el juez federal Marcelo Martínez, a cargo de la causa por la apropiación de la joven, rechazó el pedido de Azic y negó el permiso.
Fuente:TiempoArgentino


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