Bifo: “Reinventar la sociedad”
9 / 09 / 2011
Con puntualidad europea, a las diez y media apareció Bifo, despeinado, eufórico, del otro lado del océano y del Skype. Rompió la charla la periodista Claudia Acuña, presidenta de la cooperativa lavaca, introduciendo en carta la atmósfera teórica del activista italiano e indagando sobre el rol de los periodistas: “Nos dimos cuenta que la gente sabía más que los periodistas: un golpe al ego”. El periodismo que viene, aseguró, va sin patrón y sin moldes. Y su lugar está no en el medio sino atrás.
Estas breves pero concretas reflexiones dieron pie sobre qué se iba a hablar: gente, calle, comunicación.
Bifo, egresado de la facultad de Estética de su país, autor del libro “Contra el Trabajo”, auto-definido como “anarco obrerista”, agregó otros términos: solidaridad, deseo colectivo, colapso cultural, fascismo, entre otros.
Saludó entonces Bifo, se lamentó de no poder estar físicamente con el auditorio (en esa “corporeidad” de la que habla) y situó el por qué: está en Europa.
Desde allí nos habla. Y así.
Lo urge una necesidad: “Tengo que contar lo que pasa aquí”. Sus primeras palabras se entrelazan para relacionar la actualidad europea con la crisis Argentina en 2001: un espejo y un ejemplo. A sabiendas de los efectos económicos y políticos que dieron origen, Bifo agrega otro que resalta con un “sobre todo”: el colapso cultural.
Ya veremos qué entiende por esto. Mientras tanto, siguen sus esfuerzos en describir la diferencia, ahora, entre los dos procesos: “La capacidad de reinventar la sociedad, la cultura, la economía y la vida cotidiana misma”. Bifo, él mismo lo dice, atendió con atención todas estas “virtudes” que nacieron post 2001, fogoneadas más por la necesidad que la imaginación.
Las crisis europeas las describe entonces como “más largas y catastróficas”. Y las ilustra con esa escena recurrente: “Como si mañana se acabase el mundo”.
Lo que en verdad sucede, explica, son los coletazos de las políticas neoliberales y lo que describe como una “dictadura económica que representa los intereses de una clase predadora”: la financiera.
¿Dónde entra la comunicación en todo esto?
¿De qué venimos a hablar sino?
Bifo: “Tiene muchísimo que ver”.
El papel de los medios: “Determinante”.
Explica, con unas u otras palabras: en los años 70, en Europa, se dio el auge de la comunicación social y autónoma, y ejemplifica con las radios comunitarias (como Radio Alice en Bologna, primera radio-estación pirata del país que a fines de esa década es censurada y obliga a Bifo a trasladarse a Francia, donde publica su primer libro “Le Ciel est enfin tombé sur la terre” y se contacta con dos pensadores influyentes en su obra posterior: Michel Foucault y Félix Guattari. También cuenta sobre Telestreet, experiencia italiana de producción televisiva de bajo costo en diferentes barrios que invierte el proceso común de la señal: evita la masa indistinta y se centra en un grupo de espectadores más reducido: un barrio, un grupo de casas. Las emisiones son abiertas para todos los ciudadanos que quieran participar. Las producciones eran horribles, confiesa. Pero el cambio era abismal: de espectadores a productores.
Bifo llama “la mafia” a quienes después empujaron “la fuerza de la televisión y la publicidad”: Berlusconi en Italia; Murdoch en Inglaterra, por citar dos ejemplos. Lo que siguió: “Colonizaron el cerebro colectivo y eso hace difícil la capacidad de autonomía y solidaridad, incluso en la vida cotidiana”. De nuevo, la solidaridad como principal diferencia con la crisis Argentina.
Ese advenimiento de la publicidad era tan sólo la cara visible de otro aún mayor: la toma del poder del capital. “La batalla principal de los años 80 a nivel de imaginación social es la batalla del deseo”. Un pilar de la poética de Bifo: la batalla del deseo como la capacidad de desear colectivamente. De soñar, crear, inventar.
El dominio financiero se extiende así sobre las propias tecnologías de la comunicación que son, nada menos, que el propio medio de comunicación: “Eso impide reconstruir cualquier relación de solidaridad”. Las revueltas en España, Italia, Grecia, entre otras, adelantan lo que Bifo llama “insurrección” pero con salvedades: “Sin solidaridad y sin deseo colectivo”. Su idea es que todo camina, así, hacia un suicidio colectivo.
Remata: “Si no somos capaces de reactivar los lugares de producción y deseo colectivos, lo que viene será una forma nueva de fascismo”.
Lo que viene es lo que ya pasó.
Ronda de preguntas
¿Qué rol tienen que tomar los medios para estar a la altura del futuro?
En los último 20, 30 años, se dio no sólo una colonización tecnológica, publicitaria, sino sobre todo del espacio vital de la vida cotidiana: un empobrecimiento de la experiencia empática, corpórea, afectiva, directa. Es lo que llamamos “precarización”.
Hay que volver a las calles, salir de la tecnología, volver a los cuerpos, a la corporeidad: redescubrir la poesía no como forma literaria sino como forma de relación entre los seres humanos en esta época de competencia generalizada.
¿Qué consejo darías para nuevos periodistas?
No puedo cosechar periodistas de otra realidad… La mía es la de los jóvenes, estudiantes italianos: hay que reconstruir junto con los estudiantes y profesores el territorio que el neoliberalismo canceló.
No hay que ser periodistas, no ser informadores. El sufrimiento y la precariedad son nuestra realidad. El periodista no es alguien destacado entre el resto… Hablar de nosotros, de nuestro sufrimiento, es la naturaleza de contar la realidad. No informar sino comunicar: poner en común lo que nosotros sentimos.
¿Que sucede con el trabajo en equipo en los proyectos de comunicación?
El trabajo colectivo se hace justamente fragmentario con esa precarización: los trabajadores no trabajan juntos, ni en los mismos espacios, ni en los mismos horarios. No hay lazos.
Hay que crear experiencias de afectividad compartida… La corporeidad no se separa de la comunicación y la tecnología.
¿Cuál es el rol del Estado en este panorama?
Yo no sé nada del estado… Para nosotros el estado significa la herramienta principal de la explotación capitalista, representa una represión a la autonomía social.
Aunque tengo simpatía por el marxismo, y en cierto modo soy marxista, no es una cuestión ideológica. Hablamos del estado en cualquiera de sus formas, stalinista o democrática, los gobiernos de izquierda en Italia han resultado iguales a los de derecha. El estado es enemigo. Las expresiones de solidaridad deben surgir por fuera del estado.
¿Conviene entonces reformar la formación académica?
No se puede reformarla. Los profesores de izquierda, los sectores de las universidades están burocratizados, son una mafia no menos que la Siciliana. Malas son ambas: las públicas y las privadas. La producción de saberes se pulverizó en un rizoma, en pocos saberes instrumentales, funcionales… Hay que inventar algo. Yo planteo la “academia escéptica”, porque el escepticismo es la filosofía de los que no creen en nada… Yo no creo en nada, en ningún dios, y menos la divinidad económica, que es la que destroza la posibilidad de una educación libre.
Junto a otros compañeros creamos la Escuela Europea de Imaginación Social, que es no sólo un lugar para aprovechar sino para comunicar el deseo de la conciencia. Justamente, la fase actual del capitalismo se funda para avanzar sobre el saber y la educación. La mejor manera de enfrentar la crisis de una escuela es hacer una escuela; la mejor manera de afrontar la crisis de una fábrica es produciendo.
¿Cómo tomar el método ortodoxo del periodismo para pensar ideas y hacer?
Eso está vinculado a la cuadra donde vivimos. Hace 15 años, la novedad fue Internet, la creación de páginas y blogs; hace 5 ó 6 años la libertad de Internet fue reglada, regulada. Hay que redescubrir formas que representen la relación directa de las calles y la corporeidad, lo que no signica que no venga luego una nueva regla… Hay que inventar en situación.
Fuente:enRedando
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