30 de octubre de 2011

SALTA: LOS RESTOS DEL EX GOBERNADOR RAGONE-LA HIPÓTESIS MÁS LÓGICA CONDUCE AL DIQUE.

Dice lo suyo
“La hipótesis más lógica sobre el cuerpo de Ragone conduce al dique”
Por Jimena Granados, El Tribuno
domingo 30 de octubre de 2011
A mí nadie me va devolver a mi abuelo, estén los responsables en cárceles de lujo o en cárceles comunes.

La gente en los barrios casi no tiene Justicia y eso es lo que a mí me duele. Es lo que mi abuelo buscaba.

Desafiando la lógica de las edades, Fernando Pequeño se convirtió en la voz más escuchada en el caso de su abuelo Miguel Ragone, único gobernador desaparecido. Tenía ocho años el 11 de marzo de 1976, día del secuestro. Ya en democracia, fue uno de los principales impulsores del reclamo por verdad y justicia.

A días de la condena a cadena perpetua para tres de los responsables del magnicidio, habló de las diferencias de opinión adentro de su familia, las deudas tras el juicio y las posibilidades de encontrar el cuerpo.

En contraposición con lo que piensan algunos de sus parientes, consideró que no está entre los problemas más importantes el hecho de que les hayan concedido prisión domiciliaria a los culpables, Carlos Mulhall, Miguel Gentil y Joaquín Guil.

Afiliado al Partido Justicialista, estudiante de antropología, presidente de una ONG que lleva el nombre de Ragone y trabaja por los derechos humanos, Pequeño hizo su balance del fallo que esperaba la historia.

Como nieto de Ragone, fue un actor importante en el camino al juicio ¿Cómo fue el proceso?
Al principio yo tenía bronca con mi familia. Después fui aprendiendo lo que es la parálisis. Puedo ver las cosas desde mi generación y eso ayudó mucho. El efecto que tiene la desaparición de una persona en una familia es paralizar procesos evolutivos naturales en su interior. Y cuando murió mi abuelo, mis tíos quedaron paralizados.

Haber sido hijos de un gobernador y pasar a ser mala palabra es muy difícil. Yo no viví eso. Tenía ocho años cuando sucedió y quedé preservado por ser chico. Pude hacer el aprendizaje de hablar. Creo que también tiene que ver con mis estudios en ciencias sociales. Esto de haber trabajado para correrse del lugar de la víctima fue fundamental para que yo pudiese llevar una voz neutral en todo el proceso.

Tras la sentencia, hay versiones sobre diferencias de opinión o divisiones adentro de la familia...
Me parece que la sentencia y todo el proceso judicial lograron que otras voces en la familia se despierten, lo cual me llena de alegría porque es una instancia de reparación. Ocurrió que la familia volvió a tener voz y a ponerse en movimiento. Mi madre y uno de mis tíos han visto con preocupación la excarcelación de dos de los imputados y que haya cárcel domiciliaria para los que fueron condenados. Yo, dentro de la familia, tengo una diferencia porque creo que el sentido de Justicia no es el castigo a los responsables y los asesinos. Tampoco es hacerles sentir lo que ellos hicieron sentir a la gente cuando la mataban, sino que se trata de restituir la Justicia. A mí nadie me va devolver a mi abuelo, estén los responsables en cárceles de lujo o en cárceles comunes. Tampoco por verlos sufrir más o menos. En este sentido, sí hay dos voces adentro de la familia. Creo que tiene que ver con la cuestión generacional de poder tomar algunas distancias mínimas de ese proceso de dolor.

¿Entonces la prisión domiciliaria no es importante?
No es lo más importante. Creo que no hay que regocijarse en el dolor sino generar propuestas creativas para que podamos vivir mejor como sociedad. Eso pasa por lograr una Justicia más inclusiva. La gente en los barrios casi no tiene Justicia y eso es lo que a mí me duele. Es lo que mi abuelo buscaba de alguna forma.

¿De su parte no va a haber acciones para que haya cárcel común para los condenados?
No. Sí va a haber, en cambio, una apelación contra la excarcelación de Héctor Zanetto y Andrés Soraire. Pero eso va a pasar recién después del 7 de diciembre, cuando tengamos los fundamentos del fallo. Tampoco es una cosa que me preocupe demasiado porque, dada la sistematicidad con la que se cometían los crímenes, el mismo grupo está imputado en otras causas. En la medida en que otros juicios de lesa humanidad sigan avanzando, van a aparecer por otra línea. Lo que sí me interesa es que la gente no crea que eran inocentes porque quedaron excarcelados. Eran los ejecutores.

¿Qué balance hace del juicio?
Sentíamos que nos enfrentábamos, no contra los imputados, sino contra la estructura de la Justicia Federal. En los "70, la gente a la que le secuestraban un familiar presentaba un hábeas corpus que era cajoneado en las mismas instituciones del Estado que estaban generando la desaparición. A nosotros, 35 años después nos pasó algo parecido. Se suponía que la Justicia Federal en Salta debía hacer la investigación. Sin embargo, seguía preservando a un grupo sobre el que no se podía avanzar. El juicio por mi abuelo tuvo un carácter fuertemente político porque había disputas de líneas internas dentro de la estructura judicial. No era un juicio común en el que uno debía estar atento a los plazos y al expediente sino a la voluntad de cada juez.

Cuando las fuerzas políticas empezaron a entender que había que avanzar porque existía todo un proceso social que así lo pedía, pudimos llegar al juicio oral y público.

Un momento de inflexión para llegar a este juicio fue la marcha que la familia organizó a mediados del año pasado, cuando veíamos que había una última embestida de parte de esa Justicia, con la jueza Liliana Snopek a la cabeza, para tratar de llevar este juicio a tribunales de Buenos Aires de una forma escrita y no oral aduciendo que este tribunal no podía juzgar porque no existía en el momento en que se cometió el crimen. Un artilugio legal. El apoyo social que tuvimos en ese momento marcó la cancha. Otro momento importante fue el arribo del expresidente Néstor Kirchner a Salta, a quien pudimos explicarle que si no teníamos fiscales de fuera de la jurisdicción, no podíamos continuar. Al mes y medio apareció una unidad de ayuda a fiscales creada por la Nación para estos casos y fue el último tramo que nos permitió tener un juicio meses después.

Usted se transformó en figura de la lucha por el esclarecimiento de los crímenes de lesa humanidad...
Siento una gran responsabilidad cuando la gente me para en la calle y me deposita todo eso. Cuando conceptualizo el tema de los desaparecidos, no puedo descontextualizarlo de mi familia. Mi familia desapareció porque el apellido Ragone se transformó en mala palabra. Es muy difícil entender hoy, cuando hay una reivindicación de ese nombre, cómo la familia quedó viva pero estancada. Todo eso me despertó el deseo de instalar nuevos sentidos sobre los desaparecidos. Por eso tengo la intención de crear un instituto de investigación para contar qué nos pasó.

Hay puntos grises en la sentencia ¿Cuáles son las cosas que no cierran y cómo continúa la pelea?
No me cierra la absolución de dos personas, que seguramente apelaremos. Por otro lado, que no esté procesado el exjuez federal de Salta, Ricardo Lona, sindicado como un cómplice necesario por todos los policías que declararon. Hasta ahora, en la instrucción que se vino haciendo sobre Lona con el juez Abel Cornejo y luego con el juez Miguel Medina, se lo sindicaba como responsable de no haber investigado en su momento, lo que se conoce como prevaricato.

Es fundamental avanzar sobre esto, no sólo en el caso de Miguel Ragone sino en el de 240 familias de desaparecidos que corrieron la misma suerte porque sus hábeas corpus quedaron encajonados.

Estos son los puntos que me preocupan mucho más que si un hombre está en su casa o en la cárcel.

¿Qué saben de los restos de Ragone? ¿Creen que van a tener certeza sobre lo que pasó?
En este juicio salieron dos puntas interesantes para investigar aportadas por dos testigos y anteriormente existían otras dos. Hay cuatro hipótesis fuertes sobre el cuerpo. Una conduce al dique Cabra Corral y es la que parece más lógica. Pero habrá que investigar.

Lo que quedó claro en el juicio es que todos los policías saben lo que hicieron con el cuerpo. Es probable que lo hayan desintegrado porque era el mecanismo sistemático que Jorge Rafael Videla explicó en su momento. Si no hay cuerpo, no hay delito, no hay investigación y hay impunidad.

Esperamos que en algún momento los policías o el exdirector de Seguridad de la fuerza, Joaquín Guil, tengan ganas de contarlo. Estoy seguro de que pueden decir dónde están los restos.

¿Le quedan recuerdos claros de su abuelo?
Por supuesto. Este proceso me fue convirtiendo en adulto y me llevó a preguntarme por el liderazgo político. Veo que en los últimos 35 años asistimos a liderazgos muy populistas con la necesidad de un líder siempre por delante. Yo comencé a preguntarme por el tipo de liderazgo que estaba construyendo mi abuelo y que quedó truncado.
Fuente:ElTribuno-Salta

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