2 de noviembre de 2011

BAHÍA BLANCA-JUICIO V CUERPO EJÉRCITO: TESTIMONIOS POR DOCENTE Y ACTRIZ ASESINADA EN "LA ESCUELITA".

REPRESION-BAHIA BLANCA
TESTIMONIOS POR DOCENTE Y ACTRIZ ASESINADA EN "LA ESCUELITA"
Bahía Blanca, 1 de noviembre (Télam).- Con el aporte de testimonios sobre el secuestro y asesinato de la actriz Mónica Morán, secuestrada el 13 de junio de 1976 cuando confeccionaba marionetas en la sala "Ranchería" perteneciente al Teatro Alianza de Bahía Blanca, comenzó hoy una nueva jornada del juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en el V Cuerpo del Ejército.
Tras ser secuestrada, la mujer fue detenida y torturada en el centro clandestino de detención "La Escuelita" hasta el 25 de junio de 1976, cuando apareció asesinada en la puerta de una vivienda de esta ciudad del sur bonaerense.
El primer testimonio fue brindado por María Rosa Escudero, de 67 años, también actriz, quien integraba el grupo de teatro junto con Morán.
Escudero señaló que "eran las 9 de la noche del 13 de junio de 1976 y estábamos ensayando una obra para niños y Mónica estaba en una pieza adyacente realizando sus títeres porque iba a salir por el país a hacer obras".
La testigo comentó que "en un momento se abre violentamente una puerta, aparece un hombre muy joven que tenía un arma corta y otras cuatro personas atrás, creo que con ametralladoras".
"Nos hicieron tirar al suelo, preguntaron quién es Mónica Morán. Por supuesto todos quedamos estupefactos", expresó y agregó que "volvieron a repetir muy enojados `quién es Mónica Morán`. Entonces ella dijo: `soy Mónica Morán` y rápidamente la tomaron de un brazo con su cartera y la arrastraron afuera".
Escudero dijo que tras esa situación "nos dijeron que no nos moviéramos de allí porque nos iban a matar. Cerraron las puertas, se fueron y escuchamos a lo lejos dos automóviles".
Fue entonces que tras esperar por algunos minutos, los dos hombres que se encontraban en la sala salieron a la calle y se dirigieron a las comisarías de Bahía Blanca para denunciar el secuestro de la mujer.
"No les quisieron tomar las denuncias, fueron por todos lados y hasta el Comando Radioeléctrico, quienes le dijeron que no podían hacerse cargo de eso", agregó.
Acto seguido la mujer indicó que fueron "a la casa de los papás de Mónica" para avisarles. Luego me entero que estaba rodeada la manzana por fuerzas de seguridad".
"Después nos enteramos que el papá de Mónica dijo que no hay que preocuparse porque el capellán del Quinto Cuerpo, donde dijeron que ella estaba, es conocido del sacerdote de la parroquia San Luis Gonzaga, pegada al lado de la casa de Mónica", expresó.
La testigo comentó que "entonces le preguntábamos al padre como iba todo, que no sabíamos nada y nos decía tranquilos, al capellán lo vi y me dijo que ella está muy bien y que pronto va a salir".
"El 24 de junio de 1976 escuchamos por la radio que en un enfrentamiento con fuerzas de seguridad había sido abatida la subversiva Mónica Morán en una casa de la calle Santiago del Estero con otras tres personas de las cuales no dieron su filiación", detalló.
Escudero comentó que se enteró que posteriormente le dieron a los padres de Morán el ataúd tapado: "no pudieron ver quien estaba allí adentro, tampoco nos permitieron acercarnos al velatorio y por mucho tiempo estuvo vigilado el lugar donde ella estuvo enterrada".
Al ser consultada por el fiscal Abel Córdoba por el velatorio de Morán, la testigo afirmó que "íbamos a ir el grupo y un amigo nuestro ya fallecido nos dijo que no vayan porque está lleno de gente custodiando y van a tener por ahí problemas o disgustos".
Al ser consultada sobre la exhumación del cuerpo, la testigo señaló que cuando estuvieron integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense le contaron que "ella estaba intacta, con su pelo todo igual porque como la habían acribillado parecía que se había desangrando de tal manera su cuerpo continúa en su estado casi igual".
"Lo único que Mónica tenía las manitos puestas así (sobre su rostro) para protegerse", agregó la testigo quien se quebró emocionalmente ante los jueces.
La testigo desconoció si Morán tenía militancia social o política al afirmar que "entró al grupo en 1971 muy ansiosa por saber de teatro porque le venía bien por su escritura y era una chica muy capacitada por lo que hacía".
Al ser consultada sobre gente infiltrada, la testigo afirmó que "en esa época todos los grupos tenía gente para aprender teatro entre comillas, pero eran bastante toscos para hacer su tarea".
"En la época de Mónica vino un muchacho para aprender teatro en los talleres, se llamaba Néstor Hernández, quien nos dijo que correspondía a la SIDE y que trabajaba de noche en teléfonos del Estado", expresó la mujer.
La testigo afirmó que "yo por ejemplo, como lo decía a boca de jarro y lo habían captado en el servicio militar, amaba el teatro y era un tipo que nos daba una mano, jamás se nos ocurrió pensar que él podía ser una especie de traidor o algo así".
"Sé que luego del secuestro y muerte de Mónica nosotros levantamos y a este hombre yo nunca más lo vi", puntualizó.
Fuente:Patagonico.net

Publicado el 01/11/2011 
POR MÓNICA
Con la presidencia del Tribunal a cargo del juez José Mario Triputti comenzó esta mañana la audiencia en el juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos desde el V Cuerpo de Ejército. La primera testigo fue María Rosa Escudero en torno al caso Mónica Morán.

Mónica nació el 23 de mayo de 1949 en Bahía Blanca. Vivía en Espora 163 junto a sus padres y se dedicaba a la labor docente, elaboración de títeres, la escritura de guiones y el trabajo en obras del grupo de teatro “Alianza”. Fue secuestrada el 13 de junio de 1976, la vieron en La Escuelita y su cuerpo fue montado en un falso enfrentamiento organizado por el Ejército doce días después.

“Yo en 1976 me ganaba la vida en un sindicato de mecánicos como empleada administrativa. Mi conexión con Mónica era por el teatro, pertenezco al teatro Alianza”, aseguró Escudero y agregó que “con Mónica estábamos ensayando en Rondeau 220 esa noche el 13 de junio del ’76, aproximadamente a las 21, era una noche fría. En una habitación estábamos ensayando una obra para niños. Mónica estaba en otra habitación haciendo sus títeres, estaba por salir de gira”.

En un momento “se abre violentamente una puerta, aparece un hombre muy joven que tenía un arma corta y otras cuatro personas, varones también con armas cortas. Rápidamente nos tiraron al suelo, preguntaron por Mónica Moran. Quedamos rígidos y muy estupefactos por esa irrupción tan violenta”.

Ellos reclamaron por Mónica. “Coral Aguirre intentó levantarse, y ella dijo ‘Soy yo’, la tomaron de un brazo, con su cartera la arrastraron hacia afuera. Nos llevaron nuestros abrigos, nuestras carteras y documentos, el dinero. Por lo que siempre deduje que además de asesinos eran delincuentes”.

“Dos del grupo fueron a ver a los padres de Mónica, después me entero que la manzana estaba rodeada, y no sé si le pudieron avisar del secuestro. Después el papá de Mónica dijo que no hay que preocuparse porque el capellán del Ejército es amigo del sacerdote de la parroquia cercana a la casa de los padres de Mónica. Que era en calle Espora”.

La testigo ante la consulta de fiscal Córdoba respecto a si los grupos de teatro eran infiltrados por las fuerzas de seguridad respondió: “Todos los grupos tenían gente que entraba, pero eran muy toscos. En la época de Mónica vino un muchacho que se llamaba Néstor Hernández a tomar clases de teatro y dijo que trabajaba en la SIDE y en teléfonos del estado”.

“Como era tan a boca de jarro y dijo que lo cooptaron en el servicio militar, y como le gustaba el teatro jamás se nos ocurrió que podía ser un traidor. Luego del secuestro de Mónica, no seguimos en ese lugar y a este hombre jamás lo vi”, afirmó María Rosa.

Luego fue el turno de José Luis Morán, hermano de Mónica que relató que “fui el primero que me enteré por radio, por Lu2 que había un enfrentamiento de subversivos contra las fuerzas leales, decían. En la calle Santiago del Estero y Nicaragua, y creo que eran tres muchachos y dos chicas, una de ellas Mónica Moran. Yo estaba en la casa de mis padres cuando se escuchó esa noticia, voy a ver la TV y llegué tarde, ya la habían pasado”.

“Mi hermana tenía ideas contrarias al gobierno, ella iba en contra de la oligarquía, ella se inclinaba, colaboraba en Villa Nocito ayudaba. Y allá en Neuquén era lo mismo. Estaba en contra del gobierno militar”, manifestó su hermano.

Gladys Sepúlveda llegó desde Neuquén para presentarse ante el TOF. Es empleada de la Universidad del Comahue donde conoció a Mónica Morán.

Gladys fue detenida el 14 de junio de 1976 en la comisaría de Cipolleti. Antes habían capturado a sus padres para presionarla y lograr que se entregue. De allí la mandaron a la Unidad 9 de Neuquén.

En un avión fue trasladada junto a otras detenidas: “Nos torturan, nos tiran como bolsas de papa, nos llevan a otro lugar donde yo escucho las voces, reconozco las voces de otras personas de la Escuela Social”.

“Traen a otra persona y reclama sus lentes de contacto, es Mónica Morán, está un par de días y se la llevan, le tapan la boca, hay insultos y se la llevan. Luego preguntamos, no podíamos hablar, dijeron que teníamos una marca en la frente cada uno de nosotros y algunos eran de un color que indicaba si íbamos a vivir o morir. Esta compañera dijo ‘Estamos en Bahía’, yo no sabía dónde estaba. ‘Escuchen en la lejanía el sonido de los barcos’. Y efectivamente en la noche se escuchaba”.

En el centro clandestino la picanearon por sus lecturas y su participación gremial y política en el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Mencionó al Laucha como uno de los guardias.

Luego fue llevada a la cárcel de Villa Floresta -donde leyó en el diario sobre el enfrentamiento en el que hicieron aparecer el cuerpo de Mónica- y a Devoto. En agosto de 1979, con 24 años, se asiló en la República Alemana hasta enero de 1985.

“En mi vida ha significado un inmenso dolor. Un sentimiento de culpa muy grande el haber sobrevivido a ellas, después más conociendo detalles de sus vidas. Es algo que muchas veces intenté borrar, formé una familia y trababa de olvidarlo. A veces tenía pesadillas, después no las tuve más, cuando empezamos a hacer memoria, y ahora que está la posibilidad de juzgar a los hacedores de ese genocidio, trae paz y salud y una esperanza de que no se vuela a repetir”.

Luego continuaron testimoniando los sobrevivientes de La Escuelita que “convivieron” con Mónica Morán, Pedro Daniel Maidana y Dora Seguel.
Fuente:JuicioVCuerpoEjercitoBB

Publicado el 01/11/2011
"Nos mató como familia"
Edgardo y Norma en La Plata (1974)
Norma Robert era la hija mayor de Jorge y María Luisa Schmidt. Había nacido el 1 de julio de 1951 en Carhué y desde 1973 estaba casada con Edgardo Miguel Ángel Andreu. Vivían en La Plata donde ella estudiaba arquitectura y él medicina. Tres años después los desaparecieron.

En febrero de 1976, se mudaron a Bahía Blanca porque Edgardo tuvo que hacer el servicio militar en el Hospital Militar. En septiembre recibió la baja y regresó a La Plata para buscar una vivienda. Pero el 5 de octubre fue secuestrado. Ante la desaparición de Edgardo, el padre de Norma viajó a la capital bonaerense a buscar a su hija.

El hermano menor de Norma, Yamil declaró la semana pasada que el 16 de octubre de 1976, aproximadamente a las 20, su padre estaba parado en la casa familiar de Roque Sáenz Peña 1176 de Carhué y pudo ver llegar un Torino negro con cuatro personas preguntando por su hija mayor.

“Yo en ese momento estaba en la cocina con mi hermana Norma leyendo el diario local que salía todos los sábados, me parece que era El Pueblo porque cambió varias veces de nombre. Mi padre abre la puerta y le dice a Norma que la venían a buscar. El señor que lo acompañaba venía con armas largas”, dijo.

Yamil con sus 13 años los siguió hasta la calle: “Estaba el chofer, que no se bajo nunca; el otro señor se subió adelante, dos atrás con mi hermana en el medio. Y ese fue el último momento que tuvimos de ella”.

Sorprendido por la situación, Jorge Robert, pidió explicaciones y el jefe del grupo manifestó que su hija sería trasladada a Bahía Blanca para ser interrogada, ya que su esposo se encontraba detenido allí en averiguaciones. Antes de retirarse, agregó que no debía preocuparse porque al día siguiente regresaría.

Mientras tanto las hermanas de Norma, Zulma y Nancy, contaron en el juicio que esa tarde habían ido a saludar a una amiga por su casamiento.

“Cuando volvimos eran las ocho y media de la noche, se la habían llevado a mi hermana, mi casa era un caos, mi madre estaba con un ataque de nervios. No presencié el momento pero sé lo que fue mi familia después del hecho, la verdad que se nos terminó la vida, mi papá a causa de eso murió y mi mamá dos días antes de morir me preguntó cuando venía mi hermana. Yo viví toda la vida con ellos, mis hermanos se casaron pero yo sé lo que vivieron. Mi papá presentó un habeas corpus, había que ser muy valiente, sé que lo amenazaron”, relató Zulma.

Nancy sostuvo que su padre estaba “desolado” y su madre “llorando, nos dijo que se llevaron a Norma. “Ahí empezó la búsqueda desesperada de él. Recuerdo que mi padre hacía trámites pero en el ámbito familiar no nos contaba muchas cosas para que no nos pongamos mal”.

El escribano Daniel Maugeri tenía su estudio a metros de la vivienda de la familia Robert. Declaró que aquel día de octubre lo visitó Jorge Robert “con una gran tristeza y una expresión de pánico” para contarle que se habían llevado a Norma.

“Yo pensé que esto era bastante serio porque tenía en cuenta que ella estaba allí porque habían capturado al marido en La Plata. El padre me pidió que hablara con la hija para ver si tenía alguna cuestión”, afirmó.

Maugeri agregó: “Conversamos sobre el tema y lo que primero le pregunté es si tenía alguna cuestión con un grupo guerrillero, paraguerrillero o con algún grupo de izquierda. Le dije: ‘Mira que lo tuyo es muy grave, muy serio, me podés mentir a mí pero pensálo, considero que tenés que irte, fugarte, están desapareciendo chicos todos los días’. Me juró y me perjuró con algún grado de certeza para mí que no tenía ninguna vinculación, simplemente había estado en algunas manifestaciones en La Plata”.

“Las primeras gestiones que hicimos fue en la Policía. Mi conocimiento de esta política de desaparición que había en el país me hacía pensar que era difícil que consigamos algo, nos dijeron que no sabían absolutamente nada”. Ni siquiera les tomaron la denuncia.

Pero hubo un comentario que le hicieron a Maugeri que iba a tener un peso importante para las novedades de la audiencia del juicio que presenciamos 35 años después.

El escribano le comunicó a Jorge Robert que el oficial de guardia de la Comisaría de Carhué, Carlos Lorenzo Ravi, le informó que el día del secuestro la dependencia policial fue visitada por un grupo de personas de la Brigada de Investigaciones de Bahía Blanca. La patota había parado allí para firmar una planilla de viáticos. El subcomisario Biandratti le confirmó la información a Robert días más tarde.

Jorge, con la colaboración y el acompañamiento de su vecino, habló con el intendente del pueblo, presentó habeas corpus, denuncias penales, visitó el Ministerio del Interior a cargo del genocida Harguindeguy, escribió cartas a monseñor Aramburu y al mismísimo dictador Videla además de cursar los lógicos oficios al V Cuerpo de Ejército y la jefatura de Policía. Todo con respuestas negativas.

“El peregrinar de mi viejo fue tremendo, salía con un amigo y no le decía nada a mi mamá pero se tragaba todo, la vida fue muy diferente, nos mató como familia. Eran ocho chicos de La Plata, no se estudiaba como ahora que todo el mundo estudia, había que hacer un sacrificio enorme y él soñaba con verla recibida. Todos los primeros de julio decía ‘Hoy es el cumpleaños de Norma’, no se olvidaba nunca. El día que cumplieron 50 años de casado dijo ‘Voy a hacer una fiesta’, invitó a todos los amigos y lloró toda la fiesta porque faltaba mi hermana”, manifestó Zulma.

Para Nancy “fue tremendo todo lo que sucedió, primero con la esperanza de encontrarla, fueron pasando los días, los meses, los años y no se encontró, fue un antes y un después en la vida familiar. Mi papá con mucho tesón siguió adelante porque dijo ‘Tengo tres hijos más y tengo que seguir luchando por ellos. En los cumpleaños, en las fiestas de fin de año el nombre de ella siempre estuvo presente”.

“Fue dura la vida, yo justo iniciaba el secundario y en el colegio si te tocaba el pelo la camisa no entrabas, no era como hoy en día. Los boliches, por ahí uno estaba y prendían la luz y no sabías qué iba a pasar. Son situaciones no gratas y la familia también porque mi padre se aisló, yo no pude estudiar universitariamente, todo llevó a todo. Mi madre por tener un carácter muy especial, ser muy creyente, nunca lo pudo superar pero lo disimuló mejor que mi padre”, dijo Yamil.

Careo y detención
Carlos Lorenzo Ravi, separado y jubilado de la Policía Bonaerense era en 1976 el oficial de guardia de la Comisaría de Carhué, “tenía que atender a la gente que entraba y resolver los inconvenientes que se presentaban en el momento de servicio”.

Fue uno de esos testigos que parece que estuvieron tan cerca de la cosa que no vieron nada. El día del golpe “no cambio nada” o “por lo menos yo no me di cuenta”. No vio más personal militar, ni supo que su fuerza respondía entonces al Ejército. No supo de “actos subversivos” ni de desapariciones. “Nunca me enteré de nada”.

No recordó a la familia Robert, ni la detención de Norma, ni ninguna conversación con el padre. Sí al escribano Maugeri porque en su estudio pagaba el alquiler de su casa. Al juez Jorge Ferro no le convenció “un policía que no conoce a nadie, que no controla, que no toma medidas de seguridad”.

La desmemoria del patanegra contradijo el testimonio de Maugeri respecto de la estadía de la patota bahiense en la comisaría de Carhué y motivó al fiscal Horacio Azzolín para solicitar un careo entre los testigos.

El careo facilitó el recuerdo de algunos detalles de aquel encuentro en la comisaría pero el policía se mantuvo en que no había dicho lo que dijo. Para Azzolín el diálogo terminó con “posiciones irreconciliables” y entendió que Ravi “ha ocultado información, que ha mentido durante toda su declaración y por eso pido que se remita copia a la primera instancia y se proceda a la detención”.

Después de un cuarto intermedio de media hora el tribunal afirmó que “el careo va a ser analizado en el momento oportuno, en la sentencia” y ordenó la detención del policía Ravi.
Fuente:JuicioVCuerpoEjercitoBB

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