11 de noviembre de 2011

BAHÍA BLANCA-JUICIO V CUERPO EJÉRCITO: ¿ALGUIEN ESTÁ PREPARADO PARA QUE LE ROBEN UN HERMANO?

Publicado el 10/11/2011 
¿ALGUIEN ESTÁ PREPARADO PARA QUE LE ROBEN UN HERMANO?
La respuesta es obvia y por eso nadie se la pudo dar. Adriana Metz estaba contestando a una colaboradora de Abuelas de Plaza de Mayo que, como paso previo a asumir la tarea colectiva de buscar a su hermano robado por el Ejército Argentino, le preguntaba si estaba preparada para otro ADN negativo.

Tras la muerte de su abuelo había tomado la posta y con un dato de un muchacho que “podía ser”, cargó los chicos al tren y fue a buscarlo.

“Le dije ‘Soy Adriana Metz, estoy buscando un hermano y me parece que sos vos’. ‘Ah bueno, vení sentáte’. Le conté que era hija de desaparecidos. ‘Ah, yo sabía que era hijo adoptado pero no de desaparecidos’. ‘Bueno esto se soluciona fácil, haciéndonos un ADN’, le dije. Me contestó ‘Bueno dejá que le pregunte a mi mamá’”, relató en la audiencia del miércoles en el juicio por crímenes de lesa humanidad que juzga a 17 genocidas del V Cuerpo.

El temor a lo que pueda pasar con su madre hizo que el joven rechazara comparar su ADN con el Banco de Datos. Adriana lo citó en una estación de servicio y le mostró un montón de fotos pero no hubo caso. “Fue terrible porque sentí que le había fallado a mis viejos en no poder convencerlo para que vaya al (Hospital) Durán”.

Un juez platense ordenó que se realizara el examen genético, el resultado fue negativo y ella se dio cuenta que sola no iba a poder. Años más tarde empezó a cebarle mates a las Abuelas y hoy va todo los miércoles a seguir la búsqueda: “No solo de mi hermano sino de todos los que faltan”.


Secuestro en Cutral co
Adriana Elisa Metz, vive en Mar del Plata, tiene 36 años, un marido y dos hijos. Los represores del V Cuerpo de Ejército y sus subordinados le mataron un padre, una madre, una tía y le robaron un hermano.

En 1976 vivía con sus padres Graciela Romero y Raúl Eugenio Metz en un barrio obrero de Cutral co, provincia de Neuquén. El 16 de diciembre Adriana tenía un año, un mes y 16 días y fue dejada en casa del vecino Miguel Penillán con la orden de criarla como propia y en silencio.

Antes, un operativo a cargo de las fuerzas armadas y de seguridad había secuestrado a Raúl, Graciela y el bebé que estaba en su panza.

El abuelo Oscar Raúl Metz se enteró de lo sucedido y fue a buscar a su nieta a Cutral co. La crió y buscó a sus familiares hasta que falleció en 1982. La abuela siguió hasta que enfermó y comenzaron “las gestiones para que vaya a vivir a Mar del Plata con la hermana de mi mamá, sus hijas y su marido”.

Hija y hermana
“Siempre supe que era hija de desaparecidos. No. Fui hija de mi papá y mi mamá hasta que los secuestraron. Mis abuelos tuvieron la capacidad de explicármelo de manera gradual y jamás lo viví como algo doloroso. Creo que hasta lo vivía con orgullo, porque no fue por ellos que no los tenía sino por toda esta gente”, le dijo Adriana al fiscal Abel Córdoba sobre sus primeros recuerdos.

Un día sus abuelos leían una carta que firmaba Alicia Partnoy, sobreviviente del centro clandestino de detención y torturas La Escuelita donde compartió cautiverio con Graciela y Raúl. Decía “que mi hermano nació entre la noche y la madrugada del 16 de abril. Yo escuché eso y salí de donde estaba escondida chusmeando lo que hablaban y dije ‘Tengo un hermanito, quiero un hermanito’. Esa carta la escribió el 4 de diciembre de 1981, yo tenía 6 años”.

La noticia significó saber que no tenía a su mamá, que no tenía a su papá y que tampoco tenía a su hermano.

Adriana agregó que tomo conciencia de la ausencia de sus padres cuando su hijo mayor tenía dos años: “Me di cuenta que el abrazarlo, levantarlo, darle la teta, cambiarle los pañales, comprarle ropa, todas las cosas que se hacen cuando una tiene un primer hijo, no las estaba disfrutando porque me estaba dando cuenta que mi hijo tenía una madre y yo no la había tenido. Yo era hija de desaparecidos. Mi hijo nació en 2001″.

“Ahí me di cuenta que no había podido ser hija de mi papá y mi mamá. También me di cuenta que no tenía un hermano cuando tuve mi segundo hijo, y en los primeros momentos en los que Luca lloraba, se acercaba su hermanito y le decía ‘Que pasho Uca’. Después Luca empezó a crecer, a hacer cosas. Enzo empezó a tener celos, a jugar con su hermano, a disfrutar y a hacerse compinche de su hermano y ahí me di cuenta que a mí también me habían sacado un hermano”.
Adriana en el inicio del juicio. Foto: Helen Turpaud
En cuanto a sus padres, la desaparición hizo que le falte “una pata”. Que falten el día que se casó o cuando nacieron sus hijos. Que se pierdan los cumpleaños y los momentos de dolor o alegría.

“En el momento que nació mi hijo Enzo, cuando me lo dan recién salido de mi panza, lo primero que dije es ‘Qué feo que es pero como lo voy a querer’. Pero al instante de pensar esa barbaridad, pensé si mi mamá había tenido esa oportunidad con mi hermano. Con el segundo hijo, ya había visto un bebé feo entonces el otro no era tan feo y pasó desapercibido pero me volvió la duda. Conmigo seguramente la tuvo, conmigo estuvo”.

Cuando había crisis de pareja sus amigas recurrían a sus madres. La que no tenía era porque había tenido cáncer de pecho o un accidente pero “yo no tenía a mi mamá porque a alguien se le había ocurrido que no tenía que estar en este mundo ahora y eso es feo, muy feo”.

Lo último que se pierde
Los abuelos de Adriana le enseñaron que la esperanza es lo último que se pierde. Ellos nunca dejaron de esperar a Raúl, Graciela y su hijo. Guardaban en un ropero una caja con ropa de ellos. Decían que estaban secuestrados y que los iban a largar.

A los 14 años, Adriana tenía fiebre y su abuela, ya enferma, había salido. La fue a buscar porque no sabía volver. Terminaron las dos en casa del tío Luis que vivía con su mujer Olga y su hijo Marcelo. “Olga le dice a mi abuela que deje a la chica tranquila porque tiene fiebre. Además dice ‘Deje de meterle esas ideas en la cabeza a su nieta que sus padres bien muertos están’”.

“Ese día le dije a una psicóloga amiga que me habían dicho que mis papás estaban muertos. ‘Sí mamita, ¿no lo sabías?’. ‘No, la esperanza es lo último que se pierde decía mi abuela’. A los 14 años me enteré que no iban a volver”.

Después de eso, Adriana, sentada frente a los jueces del Tribunal Oral, afirmó que este juicio “para la sociedad y para la historia argentina es súper importante” pero a ella no le devuelve nada. “Y menos mientras mi hermano no esté conmigo. Si alguno de estos señores se digna y dice dónde está mi hermano, puede llegar a ser muchísimo más importante”.

Y por último les dejó en claro por qué estaba allí: “Estoy acá por mis papás que no están. Estoy acá por mis hijos. Por todos los desaparecidos. Por los que me tocan de cerca y por los de lejos. Por los nietos que no están, que falta encontrar. Si los señores que están atrás mío tienen un poquito de… no sé cuál sería la palabra… si les queda algo por hacer que digan lo que saben. No sólo por mi hermano, por el hijo de Graciela Izurieta también. Por todos los que no están, por ellos. Y por nosotros, porque los hijos de los desaparecidos tienen que aparecer no solo porque está mi hermano sino porque es lo que corresponde”.

¿Sabés algo sobre el hermano de Adriana o el hijo de Zulma Izurieta? ¿Tenés dudas sobre tu identidad y crees que podes ser hij@ de desaparecidos?

Abuelas de Plaza de Mayo
Tel.: (54-11) 4381-0642 / 0800-666-8631
Página web: www.abuelas.org.ar
Correo electrónico: abuelas@abuelas.org.ar
0800 222 2285
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Correo electrónico: denuncias@derhuman.jus.gov.ar
Asociación Anahí
Asociación civil sin fines de lucro. Personería Jurídica nº20.571.
Casilla de Correo 518 (1900). Tel/Fax: (054-0221) 4212681.
http://www.asociacionanahi.org.ar/
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Fuente:JuicioVCuerpoEjercitoBB

Declaró profesor detenido y torturado en el centro clandestino "La Escuelita" del V Cuerpo
Un profesor de matemáticas quien estuvo detenido en el centro clandestino de detención conocido como “La Escuelita”, la Unidad Penal 4 de Villa Floresta y en Rawson Chubut desde 1976 hasta 1981 declaró hoy en el marco del juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en jurisdicción del Comando en V Cuerpo del Ejército.

Se trata del actual vicerrector de la Sede Alto Valle de la Universidad Nacional de Río Negro y docente universitario, Pablo Bohoslavsky, de 60 años, quien militó en la década del ´70 en el peronismo de base de Bahía Blanca y autor de diversas publicaciones en la que se destaca el libro “Cierta Fortuna” en el que relata sus momentos de detención ocurridos en la Unidad 6 de Rawson, Chubut, durante la dictadura.

Bohoslavsky relató ante el Tribunal en lo Criminal de Bahía Blanca el momento de su detención ocurrido el 19 de octubre de 1976 cuando estaba en su casa de Bahía Blanca, los más de 30 días días detenido y torturado en la “Escuelita”, su paso por la Unidad Penal 4 de Villa Floresta en Bahía Blanca como así también las situaciones vividas durante su detención en la Unidad 6 con asiento en Rawson, Chubut, hasta que recuperó la libertad el 20 de junio de 1981.

Antes de comenzar con su testimonio, el docente afirmó que “ésta es una circunstancia única en mi vida y espero que me embarga una sensación de tristeza por una parte pero también de satisfacción y necesidad personal”.

“De tristeza porque este es el Aula Magna donde yo recibí el título de licenciado en Matemática el 15 de mayo de 1973, universidad que me permitió estudiar y desarrollar mi carrera académica hasta que fuera tronchada en el año 76”.

“Por otra parte la satisfacción, la necesidad personal de brindar testimonio para el establecimiento de verdad y justicia por una parte y cumplir con un acto de higiene espiritual conmigo mismo”, agregó.

El docente relató que “estaba en mi casa cuando golpearon la puerta y rompieron una ventana que estaba sobre la puerta la primera cuadra de la calle Córdoba entre el 60 y 70 de Bahía Blanca”.

“Inmediatamente tiraron la puerta abajo, me llevaron a un cuarto donde comenzaron con un cable al que habían pelado a picanearme con corriente eléctrica y después me llevaron en un Ford Falcón donde tras dar varias vueltas me llevaron a un lugar donde se escuchaban gritos de dolor”, agregó en referencia al centro clandestino de detención.

“Estuve un par de días siendo torturado sobre un camastro de sunchos atado de pies y manos mientras me pasaban corriente eléctrica por todo el cuerpo entre el 19 y 21 de octubre de 1976”, señaló.

El docente agregó que los demás días “permanecí en una, dos o tres habitaciones vendado, encadenado o atado alternativamente a un camastro o a un poste, a lo largo de esos días hubo simulacro de fusilamiento, lo que se conoce como el submarino, que es meter la cabeza de una persona en el agua para impedir que respire”.

“Nos alimentaron con comida que después identificamos que era la comida del rancho que comían los soldados del V Cuerpo y el lugar era muy próximo, así lo identificó un dirigente telefónico, no recuerdo el apellido, que había estado haciendo instalaciones por el lugar y que por el paso del tren lo identificó y comenzó a gritar hasta que lo golpearon”.

El docente señaló que “en la noche del 22 de noviembre del mismo año me indicaron que debía bañarme y afeitarme, lo que pensé que iba a aparecer como en algunos de los tantos enfrentamientos fraguados que hubo en Bahía Blanca muerto”.

Acto seguido expresó que “junto a otras personas fuimos subidos, bañados y afeitados con la misma ropa que habíamos sido secuestrados en un camioncito, que comenzó a dar vueltas, paró en un lugar donde uno lo identificó como el Parque de Mayo, nos hicieron bajar cuidadosamente porque estábamos vendados y atados a la espalda, y nos dijeron que contáramos hasta cien, que nos fuéramos a nuestra casa y que no nos metiéramos más en política”.

El testigo dijo que “simultáneamente se escuchó una sirena, nos sacamos las vendas e identificamos a una camioneta del Ejército, se identificó el personal, nos dijo que nos habían salvado de las Tres A que nos iban a matar y nos llevaron al V Cuerpo”.

“Nos pidieron documentos que obviamente no teníamos y aclaró el oficial que nos recibió que íbamos a permanecer allí hasta que se aclarara nuestra situación, que si teníamos el teléfono de algún familiar podíamos avisar y adelantó que si habíamos estado en política con seguridad íbamos a ser condenados”, señaló.

Tras permanecer en Batallón del V Cuerpo, Bohoslavsky fue trasladado en los primeros días de enero de 1977 hasta la Unidad Penal IV de Villa Floresta para luego el 22 de agosto del mismo año ser derivado a la Unidad Federal de Rawson, en Chubut.

“Las condiciones en el penal de Rawson era un lugar donde no teníamos lectura alguna, excepto la biblia entre años 1977 hasta 1979 y un lugar donde el odontólogo que atendía no tenía anestesia para realizar extracciones, por lo tanto se hacían sin calmante alguno”, graficó el testigo.

Además expresó que la cárcel de Rawson era “un lugar donde el capellán le golpeaba en la cara a los presos invitándole a recordar algo más que hubieran hechos”. “Estuve hasta el 20 de junio de 1981 y las condiciones eran extremadamente duras”, comentó el docente.
Fuente:LaBrujula24

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