23 de noviembre de 2011

ENTREVISTA CON EL JUEZ FEDERAL DANIEL RAFECAS.

UN LUCHADOR CONTRA LAS PRÁCTICAS DISCRIMINATORIAS DE CUALQUIER ÍNDOLE
“Que vaya a hacer un curso con el juez Rafecas sobre el holocausto...”
por Pedro Gómez Silgueira
Juez federal de la República Argentina Daniel Rafecas.

–Ud. recibió el premio de Derechos Humanos de la B’nai B’rith de Argentina y del Museo del Holocausto. ¿Son casos en los que usted actuó?
–Hubo un caso particular que suscitó la atención de todos los medios masivos de comunicación en la Argentina porque como juez me llegó un caso de tres jóvenes de 16 y 17 años que agredieron a un muchacho de condición judía. En la Argentina existe una ley que agrava las penas por discriminación. Entonces, este acto de hostigamiento, insultos y de alguna palabra de más hacia ese joven tendrían que haber desembocado hacia una sanción penal. En mi caso yo resolví reemplazar la sanción penal por una medida educativa porque advertí que los tres jóvenes agresores carecían de los más mínimos conocimientos de lo que había sido el nacionalsocialismo y lo que había sido el sufrimiento del pueblo judío en aquel contexto. De modo tal, constituí el juzgado en la sede del Museo del Holocausto en Buenos Aires y les di en persona una clase sobre lo que había sido el nazismo y el holocausto a los tres muchachos junto con sus padres. El caso terminó muy bien porque los tres jóvenes pidieron disculpas por escrito a la familia de la víctima.

–¿Y eso hizo jurisprudencia?
–Tuvo una enorme difusión en los medios de comunicación gráficos y televisivos y al mismo tiempo se generó como una suerte de jurisprudencia en la cual ante cualquier caso similar los fiscales y los jueces hoy por hoy terminaban proponiendo hacer la misma medida. Ordenan entonces que el juez Rafecas vaya y les dé una clase a los nuevos imputados. Pero con gusto lo he hecho varias veces.

–¿Son muchos los casos?
–Una vez cada tanto acontece algún hecho de esta naturaleza de cierta gravedad como para que genere un caso penal. En la cultura argentina persisten estos aspectos autoritarios y hay discriminación. Tal vez tenemos problemas de discriminación más graves respecto de los hermanos de los países limítrofes o por condición social, incluso tenemos graves problemas de género. También tenemos problemas de antisemitismo, pero en estos casi 30 años de continuidad democrática de a poco lo que se ha ido retrocediendo a partir de políticas educativas activas tiene que ver con la consolidación de la democracia.

–¿Cuál es el mensaje que lleva usted a sus conferencias?
–Traer aquí a la comunidad de Asunción, la judía y no judía, una preocupación y un interés creciente que hay en todo Occidente acerca de lo que significó para la modernidad, para toda Latinoamérica, la cuestión del holocausto del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial.

–¿Y dónde entra a tallar en esto el Derecho Penal?
–Desde ese punto de vista del Derecho –que es mi área– con la Sociología o las Ciencias Políticas se está haciendo mucha investigación alrededor de este fenómeno y también llamar la atención de adónde nos llevan los modelos autoritarios por un lado y los conflictos bélicos por el otro. En realidad en el holocausto han confluido dos cuestiones: un modelo autoritario, una dictadura totalitaria y una guerra en cuyo marco se generó lo que se llamó la solución final de la cuestión judía.

–¿Latinoamérica puede ser un terreno fértil para que rebrote este tipo de situaciones dados los gobiernos autoritarios que se perfilan, incluso con discursos en contra de la prensa y ciertos sectores de la sociedad?
–Yo veo más bien una vinculación con los procesos autoritarios que vivimos en nuestra región en el marco de lo que se llamaba la doctrina de la seguridad nacional, es decir, dictaduras militares en donde estaba suprimido el Parlamento, donde no había representación democrática, donde estaban canceladas muchas de las libertades. Me parece que la vinculación de aquellos sucesos con Latinoamérica viene de la mano de aquellas épocas y revela entonces que esa cultura autoritaria ha estado vigente en nuestra región y que, de alguna manera, algunos aspectos siguen instalados en la cultura y que hay que terminar de remover.

–¿Podría dar ejemplos de cómo se da en la actualidad esa cultura autoritaria?
–Todas las prácticas discriminatorias que existen en nuestra sociedad, más allá de si la discriminación tiene un rasgo antisemita, son por cuestión de color o de clase social, de aspecto, de género... Todas las prácticas discriminatorias tienen una raíz, tienen el mismo punto de partida: hay personas que se creen superiores a otras y buscan imponerles ciertas condiciones. Otras manifestaciones de esa cultura autoritaria se revelan, por ejemplo, en la violencia brutal que a veces se despliegan de fuerzas de seguridad o de Fuerzas Armadas respecto a la población civil, de prácticas como la tortura, los abusos policiales, casos de asesinatos de parte de las fuerzas de seguridad.

–¿Hay riesgo para nuestros países al relacionarse con naciones fundamentalistas, como Irán?
–En mi caso participo de esa preocupación y lo he hecho público en Buenos Aires. Sin duda que a veces las condiciones políticas de nuestros estados apuntan a extraer réditos económicos de una relación. Pero yo soy de la opinión de que no cualquier medio es moralmente aceptable para conseguir ciertos fines. Es una cuestión preocupante la existencia de estados integristas autocráticos, no democráticos, que están haciendo manifestaciones como las de borrar a Israel del mapa o negar el holocausto.

–¿Lo dice porque escribió sobre la Amia?
–Diría en el caso de la Argentina que el holocausto, el antisemitismo, son cuestiones en las que necesariamente se tienen que tomar las políticas públicas que lleven a su retroceso o desaparición porque así como teníamos en 1943 las cámaras de gas en Auschwitz, en 1977 en Argentina tuvimos los vuelos de la muerte, centros clandestinos de detención en los cuales un porcentaje bastante importante lo eran de ciudadanas y ciudadanos de origen judío. Es decir, una represión en Argentina con un sesgo antisemita muy marcado, y en 1994 tuvimos el atentado a la Amia. El denominador común de los tres fenómenos es el mal absoluto antisemita. Entonces, un fenómeno tiene que ver con el otro, y en el caso concreto del atentado de la Amia no hay que perder de vista que la investigación judicial ha dado por probado que detrás de este atentado ha estado la organización extremista Hezbolláh.

–¿Se pueden resumir sus ideas en un libro sobre el Derecho Penal ante el holocausto?
–Le diría lo siguiente: en el exterminio de los seis millones de judíos y de otras minorías en el marco del régimen nazi no fue una cúpula mesiánica la que los llevó adelante, ni tampoco fue un cuerpo de seguridad como eran las SS (guardia personal de Adolf Hitler). La investigación histórica revela que al servicio de la destrucción de un pueblo se pusieron a trabajar decenas de miles de personas y de funcionarios. Entonces la pregunta en ese proceso de destrucción masivo es: ¿pudo haber sido posible sin que haya habido discursos que hayan tranquilizado conciencias, que hayan legitimado la actuación, que lo hayan racionalizado?

–La respuesta la conocemos todos...
–La respuesta es que existieron discursos y esos discursos, al menos en parte, fueron provistos desde el Derecho, desde las Ciencias Penales, diciendo el enemigo, el judío, es delincuente por naturaleza y entonces hay que neutralizarlo, hay que colocarlos en guetos, en campos de concentración.

–¿El Derecho Penal actual está preparado para evitar eso en nuestros países?
–Luego de la Segunda Guerra Mundial hubo un movimiento muy fuerte de reacción ante lo sucedido durante la etapa nacional socialista y diría que hoy en día la gran mayoría de las doctrinas y teorías del derecho penal solamente pueden funcionar en el marco de un Estado democrático de Derecho, con lo cual se han tomado las lecciones y los aprendizajes para evitar que un discurso jurídico pueda volverse a poner al servicio del totalitarismo.

–¿Hay que temer a los discursos políticos en este sentido?
–Sí, por supuesto, los discursos desde ya. Cualquier acto donde se revele el antisemitismo, un acto discriminatorio ya de por sí es grave. Y deberían tomarse medidas para neutralizarlos, para corregirlos, para educar al agresor. Ni hablar entonces allí cuando el acto discriminatorio proviene de una autoridad política. En este caso, el episodio adquiere otro nivel de gravedad mayor que debería llamar a la intervención de agencias oficiales y no oficiales.

–¿Cree que en Paraguay deberíamos tener una ley antidiscriminatoria ya?
–Una política de Estado debe trabajar en muchos sentidos a la vez para consolidar un principio tan importante como lo es el de la igualdad ante la ley o el principio de no discriminación. Y uno de estos aspectos en los cuales los estados avanzaron en las últimas décadas es la tipificación de ciertas conductas por lo menos en las más graves que se generan a partir de un trato discriminatorio. En el caso de la Argentina, por ejemplo, el camino que se adoptó y que funciona razonablemente bien es aquel en el que se agravan las penas de un tercio a la mitad de la escala penal cuando en algún delito se prueba un móvil o un aspecto discriminatorio. Entonces, cuando se generan lesiones graves a una víctima y se prueba que esas lesiones significan alguna cuestión de raza, religión, de odio o lo que fuere, allí actúa esa ley antidiscriminatoria aumentando la pena.

–Como no tenemos ley, mucha gente subestima un hecho discriminatorio...
–Claro, porque muestra positivamente que el ordenamiento jurídico y la sociedad y el Estado condenan moralmente ese acto. El problema de fondo de todo trato discriminatorio es que la persona que discrimina por una cuestión cultural no ve al otro como un igual. Lo ve al otro como un ciudadano de segunda categoría. O como un no ciudadano directamente. Entonces sobre esa visión de que no lo ve como un igual, sin dignidad, entonces allí aparecen el insulto, el trato despectivo, denigrante, humillante...

–Muchas personas ni siquiera denuncian o mencionan un trato discriminatorio porque no existe legislación...
–Exactamente, porque es también el individuo afectado por ese trato discriminatorio quien muchas veces ya tiene proyectado culturalmente esa inferioridad social. Y entonces, como tiene asumida esa posición, hablamos de un ciudadano de origen indígena, de un ciudadano de color, de una mujer o de una persona de condición judía. Parece como si tuvieran asumida también esa inferioridad o ese aspecto, y entonces, si hubiera una ley que reforzara la protección de esos derechos de igualdad ante la ley y no ser discriminado, tal vez esto comenzaría a revertirse. Y, finalmente, se harían más denuncias.

PERFIL
Abogado, doctor en Ciencias Penales por la Universidad de Buenos Aires y profesor de grado y postgrado de Derecho Penal en la UBA y en la Universidad Nacional de Rosario; el Dr. Daniel Rafecas (44) lleva adelante causas por crímenes de lesa humanidad cometidos durante el régimen militar.

Fue quien abrió paso para el juicio oral de Reynaldo Bignone, último dictador argentino, acusado de secuestros y torturas a médicos y enfermeros de un hospital de la periferia oeste de Buenos Aires durante la dictadura (1976-83).

También fue quien llevó a juicio oral al ex presidente argentino, Fernando de la Rúa (1999-2001), en una causa abierta por el escándalo de supuesto pago de sobornos a congresistas de su país.
Fuente:abc                                            

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