“Me pegaron, me dieron por todos lados”
Su padre era policía y amigo de Etchecolatz. Walter Docters militaba en el PRT y había ingresado en la Escuela de Suboficiales. Cayó junto con otros compañeros y estuvo secuestrado en Arana, el Pozo de Quilmes y otros centros clandestinos.
Por Alejandra Dandan
“A diferencia de lo que pasó en muchos lugares, en casa tocaron timbre”, contó Docters.Imagen: Gonzalo Mainoldi
Walter Docters dejó de hablar con su padre durante el Juicio a las Juntas. El padre era policía, de la División de Arquitectura, hombre con jerarquía y amigo personal del represor Miguel Etchecolatz. Era, también, la persona a la que las fuerzas conjuntas que sembraron terror en La Plata durante la dictadura le golpearon la puerta de la casa para avisarle amablemente que tenían secuestrado a su hijo y le pidieron permiso para revisar el cuarto. Walter le pidió que fuera a dar testimonio, que dijera que lo había visto de cuerpo entero secuestrado en la Brigada de Investigaciones platense. Pero su padre le dijo que no: “Me hicieron la gauchada de dejarte con vida, yo no voy a ir a declarar en contra de esos muchachos”.
Docters es superviviente del Circuito Camps. Su historia tiene pasajes atroces y otros de una película de espías. El mismo se hizo policía a los 18 años. Entró como secretario del director de la Escuela de Suboficiales y Tropas. Durante tres meses tuvo contacto con todos los suboficiales que hacían instrucción porque esa era una de sus responsabilidades políticas dentro del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Si bien estaba donde estaba por sus relaciones de parentesco, las prioridades residían en otra parte.
“Era otra época, para nosotros había una diferencia y la policía no eran los militares, había una extracción social diferente y en eso coincidíamos todas las organizaciones: la idea era al menos neutralizarla y se consiguió en algunas ocasiones”, dijo ayer, sentado en un bar de La Plata, antes de entrar a declarar ante el Tribunal Oral Federal 1, en una nueva audiencia del juicio por los delitos cometidos en el llamado Circuito Camps.
Walter Docters cayó con varios de sus compañeros que se habían ido sumando clandestinamente a distintas áreas de la policía. Primero cayó Osvaldo Busetto, luego los hermanos Julio y Esteban Badell, José María Schunk, cadete de la Vucetich, y Gustavo Calotti, que trabajaba como correo en el Departamento de Policía. Estuvo secuestrado en Arana, el Pozo de Quilmes, después a Arana nuevamente, en otras comisarías y la Unidad 9, hasta 1983. Ahora escribe un libro sobre Arana: “Era uno de los 600 campos clandestinos, yo estuve 15 días de los dos años y meses que funcionó, pero es el centro clandestino donde estuve, por eso escribo, es por el que pasé yo”.
La historia
Cuando dejó el secundario, su padre le buscó un espacio en la “fuerza” convencido de que había dejado de militar en política. Pero no. Tres meses después del ingreso, “hubo una caída de un compañero, Osvaldo Busetto, y a mí me dan como tarea buscarlo y ver de organizar un rescate. Busqué, busqué, pero ellos (los de la fuerza) tenían un sistema muy susceptible y a través de preguntas a unos y otros empezaron a darse cuenta de que yo tenía contactos”.
El 17 de septiembre de 1976, en el trabajo, “había dos oficiales inspectores que terminaban la instrucción con los grupos de Pumas y de Tigre, que eran instrucciones antiterroristas. Yo fui a desconcentrar a un grupo de cadetes y aproveché para hablar acerca de la importancia del momento, de que la policía no tenía que ver con el Ejército, y uno de esos me escuchó o se enteró y me arresta por ‘falta de espíritu policial’. Me lleva a hablar con el director porque yo era el secretario. Y el director, que era muy amigo de mi viejo, me dice: ‘Te voy a levantar el arresto, pero vos andate’”.
–Si usted me levanta el arresto, no me voy –le dije.
–No me entendés: andate. Yo sé lo que te digo.
Pero Docters no entendió. O creyó que las credenciales de su padre iban a salvarlo. Esa noche se reunió con sus compañeros. Era viernes. Estaban convencidos de que estaban a punto de encontrar a Buse- tto, acordaron una última averiguación, el intento de un rescate para el lunes a la noche. El lunes a la mañana, cuando Docters entraba a la terminal para irse a la escuela de cadetes, lo secuestraron.
“Me secuestraron pensando que era monto, me pegaron, me dieron por todos lados y, cuando se dieron cuenta quién era, me dieron más.” A la noche fueron a su casa: “A diferencia de lo que pasó en muchos lugares, en casa tocaron timbre. Se presentaron, le dijeron a mi viejo que me tenían, que estaba siendo interrogado y que necesitaban revisar la casa. No fue un allanamiento al estilo de otros, fue un permiso al jefe. Y bueno, mi vieja, que me hacía la gamba, metió la pata. Los mandó a la pieza de mi hermano, que también era policía, con tan mala suerte que yo había puesto todas mis cosas ahí, por si aparecían. Encontraron fierros, de todo lo que buscaron. Pobre mi vieja, se equivocó, y cuando se dio cuenta le dio un ataque de nervios, le sacó la ametralladora a uno, pero no sabía ni cómo usarla”.
En el Pozo de Arana, a los cuatro días de llegar, “me sacan del pasillo al baño, me lavan, se preocupan en lavarme la sangre que tenía pegada, me peinan, me acomodan la ropa, me cambian la venda, en vez de un trapo me ponen una tela; en vez de la soga, las esposas. Me sacan y me llevan a Jefatura para que me vea Etchecolatz”. Etchecolatz estaba en la sala, sentado, cruzado de piernas, con esa presencia que aún impregna los días de audiencia. A Docters le habían dicho que, si se comportaba de manera extraña, no iban a tener problemas en matarlo.
“Entramos, estaban mi hermano, mi viejo y mi vieja. Estábamos rodeados de policías de civil. Etchecolatz le dice a mi viejo: ‘¡Viste que está vivo, así que no me van a joder más!’. Fue una visita de 15 minutos. Mi vieja me había traído de todo, se creía que yo estaba en una comisaría por infractor municipal, trajo comida para toda la cárcel. En un momento, uno me dice: ‘Dale, cambiate de ropa delante de tu mamá, dale, cambiate’. El hijo de puta quería que mi vieja me viera, yo tuve que cambiarme, tenía todo el cuerpo a la miseria.” Cuando se fueron, otro le dijo que se desvistiera: “Te voy a demostrar que se terminó la visita, me dijo. Y me dio como a un caballo”, contó Docters, que señala al ya fallecido comisario Luis Vides, de Investigaciones, mano derecha de Etchecolatz.
De Arana lo llevaron al Pozo de Banfield y luego lo devolvieron a Arana, porque allí juntaron a todos sus compañeros: Busetto, Calotti, los hermanos Badell. A Calotti se lo llevaron enseguida y se abrió lo que parecía una negociación. Hasta que todo terminó: el jefe de seguridad llamó a uno de los hermanos, a Julio Badell. El resto esperaba colgado de los brazos y el cuello, atrás de los calabozos. El hombre le dijo a Julio que se había sentido traicionado, porque él había sido secretario suyo durante años. Y lo tiraron del tercer piso de la Jefatura, dijo Docters, lo tiró la gente de Etchecolatz. Con el otro hermano hicieron algo parecido. “Cuando llegó la noticia, al otro lo abren ahí.” A los pocos días, a Busetto y a Docters los trasladaron a la comisaría de Quilmes. Docters llegó, pero no supo nada de Busetto, que sigue desaparecido.
Walter Docters declaró en el juicio a Ramón Camps en La Plata. Esa vez se cruzó en un pasillo con Etchecolatz. “Lo traían entre tres o cuatro por el mismo pasillo y cuando estábamos a punto de cruzarnos se paró y se quedó mirándome. Y yo me paré también. Por qué, no sé, si de terror o de qué, pero nos miramos y enseguida le dijeron que tenía que seguir caminando y siguió. Eso lo recuerdo siempre.”
Fuente:Pagina12
La noche de los psicólogos
A Cristina Gil la secuestraron el 19 de agosto de 1976: “Lo he llamado la noche de los psicólogos y los médicos porque éramos unos cuantos”, dijo ayer en la sala de audiencias de La Plata donde se lleva a cabo el juicio por el Circuito Camps. “Los que estaban ahí nos decían que habían estado laburando al cohete, porque éramos perejiles.” Gil estuvo secuestrada poco más de 30 horas, la fueron a buscar a su casa con cierta amabilidad porque su padre era militar retirado. La llevaron al Pozo de Arana. Le preguntaron por una de sus compañeras de la Facultad de Humanidades y por su esposo. Esa misma noche levantaron a otras ex compañeras, entre ellas a Mónica Furman, que declaró poco más tarde. Ella también estuvo algunas horas. El presidente del tribunal, Carlos Rozanski, le preguntó cómo vivió aquello: “Como una cuestión de violencia y de terror –dijo–. Yo no tenía por qué creer que me iban a sacar con vida, como me decían. ¿Qué seguridad tenía? Cuando me tiraron al piso y el auto arrancó para dejarnos libres, cuando sentí que estaba tirada, dije: ‘Viene el tiro’. Creí que me mataban”.
Fuente:Pagina12
delitos de Lesa Humanidad / Circuito Camps, el juicio
“Vides me dio una sesión de picana eléctrica por placer”
Walter Docters y otros cuatro testigos recordaron el horror del Destacamento de Arana
22.11.2011
Walter Docters
Cinco testigos declararon ayer en el juicio por el Circuito Camps que lleva adelante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº1 de La Plata y reconstruyeron lo que fue el horror del destacamento de cuatrerismo de Arana. Los testigos Walter Docters y Gustavo Calotti integraron un grupo de detenidos desaparecidos de la Bonaerense y recordaron su paso por ese centro clandestino de detención donde compartieron cautiverio con los desaparecidos de la Noche de Los Lápices. También hablaron ante los jueces las psicólogas Cristina Gil y Mónica Furman, quienes permanecieron un día y medio detenidas en ese lugar junto a un grupo de colegas y doctores, en lo que las ex detenidas desaparecidas denominaron “La noche de los psicólogos y los médicos”. Además, testimonió Hugo Skarbum, que recordó que lo picanearon con más saña cuando supieron que era judío y colaboraba en el Max Nordau.
En el juicio por el Circuito Camps, que se sustancia en el ex teatro de la Amia, en 4 entre 51 y 53, Docters recordó que fue secuestrado el 17 de septiembre de 1976 junto a su primo y que fue trasladado a Arana, donde compartió cautiverio con el bombero de Policía Osvaldo Busetto, el empleado de Tesorería de la Jefatura de Policía Calotti y el oficial inspector Esteban Badell.
Docters contó que trabajaba en la escuela de suboficiales de la Policía y fue detenido cuando iba a tomar el micro para ir al trabajo. Contó que fue trasladado directamente a Arana, donde al llegar lo desvistieron y lo ataron acostado en un elástico y lo torturaron con picana.
También recordó que tras permanecer unos días detenido lo lavaron, lo vistieron y lo llevaron a la Jefatura de Policía: “Entré a una habitación que estaba toda rodeada de policías de civil y estaban mi padre, mi madre y mi hermano. Yo había entrado por una puerta y por otra entró el comisario (Miguel Osvaldo) Etchecolatz, que lo miró a mi padre y le dijo: ‘viste que está vivo. ¿no me vas a joder más ahora?’. Y se fue”, relató.
Fue devuelto a Arana, donde el comisario Luis “El Lobo” Vides lo estaba esperando: “‘Soy el comisario Vides y te vengo a decir que terminó la visita’, me dijo. Y me dio una sesión de picana eléctrica sin preguntarme nada; por placer”, recordó.
Los interrogatorios –en los que continuamente le aplicaban picana, golpes, submarino húmedo y seco– se extendieron unos días más hasta que fue trasladado al pozo de Banfield, donde tras permanecer unas horas fue devuelto a Arana.
“Ahí tuve contacto con los otros secuestrados que trabajaban en la Policía de la provincia de Buenos Aires. Las preguntas giraban sobre el grado de coordinación que teníamos”, contó. Y recordó que los represores “hablaban aparte”, con Busetto, que había sido baleado en 7 y 54 cuando intentó escapar de una emboscada, por lo que había sido operado en el Hospital Naval y permanecido detenido en el BIM3 de Ensenada antes de ser trasladado a Arana.
Recordó que con Busetto y Esteban Badell, los tres fueron colgados de los brazos y el cuello en una especie de alero del Destacamento, donde el segundo murió ahorcado. Más tarde supo, además, que al hermano de Badell, Julio, lo habían arrojado desde una ventana del tercer piso de la Jefatura de Policía.
Docters fue finalmente trasladado a la brigada de investigaciones de Quilmes con Busetto. “Allí me reencontré con Calotti, con Víctor Treviño y otros”, recordó.
Para no olvidar a nadie, durante la audiencia Docters leyó una lista de alrededor de 30 personas con las que compartió cautiverio, entre quienes estaban los chicos desaparecidos en La Noche de los Lápices, el dueño del periódico La Voz de Solano, Santiago Servín, y otros.
Recordó que en Arana escuchó a un chico que había sido secuestrado junto a su padre y que lo hacían presenciar las torturas. También supo de una mujer embarazada y escuchó fusilamientos.
“Arana era un centro de exterminio, un lugar en el que estábamos esperando el momento que nos maten”, describió el centro en el que permaneció hasta el 7 de octubre, aproximadamente, cuando fue llevado a Quilmes. Su periplo ilegal culminó en la comisaría Tercera de Lanús, donde fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Permaneció encarcelado hasta 1983.
Calotti: “La situación en Arana era de terror”
Gustavo Calotti tenía 17 años, estaba en quinto año del Colegio Nacional y trabajaba en Tesorería de la Jefatura de Policía cuando el 8 de septiembre de 1976 su jefe, el comisario Ordinas, lo llamó a su oficina, donde lo estaba esperando con el comisario Luis Vides.
“A Vides no lo conocía. Me pregunta qué sabía, dónde militaba y me dice: ‘yo te voy a masticar todo y vamos a ver qué sabes’”. Tras esa reunión estuvo dos horas detenido allí y luego fue trasladado a Arana, donde comenzó el horror.
“En la tortura estaba Vides. Me torturaba con saña”, recordó. Y agregó: “La tortura con golpes y picana se prolongó durante diez días; para ellos era un traidor”. Allí se encontró con los estudiantes de La Noche de Los Lápices, con el paraguayo Servin y otros detenidos, entre ellos los policías. “Todos habíamos sido torturados. La situación en Arana era de terror”, contó. Y recordó: “Uno escuchaba una mescla de gritos de los torturadores, de los torturados y la descarga eléctrica en la radio a todo volumen. Era dantesco”. De ese lugar fue llevado al pozo de Quilmes donde su madre lo visitó por un permiso de Etchecolatz. Fue legalizado en Lanús el 28 de diciembre y trasladado a la Unidad 9, de donde salió en el 1979.
La noche de los psicólogos y los médicos en Arana
Cristina Gil y Mónica Furman eran colegas y amigas cuando el 19 de agosto fueron secuestradas, cada una en su casa, en el marco de un operativo en el que la Policía capturó un grupo de psicólogos y médicos que fueron llevados a Arana. Todo el grupo estuvo alrededor de treinta y seis horas detenidos y fueron golpeados y robados por las patotas que irrumpieron en sus domicilios.
La psicóloga Gil fue la primera en testimoniar en la audiencia de ayer ante los jueces Carlos Rozanski, Mario Portela y Roberto Falcone, en el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el circuito Camps.
Gil recordó que estaba durmiendo “y –dijo– me desperté con seis o siete personas apuntándome con ametralladoras”.
El padre de la mujer era retirado del Ejército y rápidamente entró en contacto con ex compañeros que lo ayudaron a buscar el destino de su hija.
Gil recordó: “Al primer lugar al que me llevaron fue a 55, entre 13 y 14. Yo me enteré que fui a ese lugar porque después se lo confirmaron a mi papá”, contó. Allí la identificaron y luego la llevaron a Arana.
“Me hicieron escuchar torturas y me decían que yo iba a pasar por eso, que era terrible”, recordó. Y agregó: “Escuchaba gritos terribles, era como la antesala del infierno”.
La mujer recordó que las fuerzas de seguridad buscaban a una mujer, Diana Conte, con quien ella y su amiga Furman habían compartido el trabajo en cátedras de psicología de la Facultad de Humanidades de La UNLP.
Sobre ella le preguntaron quienes la interrogaron con algunos golpes y bajo hostigamientos e insultos constantes.
Tras el interrogatorio fue llevada a un lugar donde estuvo con otras personas. Allí reconoció a su amiga, y otras psicólogas Alicia Palmero y Marta de Albarracín, los médicos Salvioli y González, y el psiquiatra Galac.
“Yo la he llamado la noche de los psicólogos y los médicos; creo que todos fuimos secuestrados esa misma noche”, recordó. La mujer fue liberada cerca de Olmos.
Su amiga, Mónica Furman, fue secuestrada esa misma noche y ayer recordó todo en el juicio por el Circuito Camps.
Contó que ella también fue interrogada con especial énfasis sobre Conte, identificó a los mismos detenidos que su amiga y recordó el horror de ese centro clandestino de detención.
“Era un lugar de violencia y de terror. Yo sentí temor desde el mismo momento en que entraron en mi casa”, narró.
Fue liberada junto con González y otros dos hombres luego de permanecer más de treinta horas detenida. “Hasta que no sentí que el auto arrancaba, pensé que nos mataban”, recordó.
El regreso de la Argentina a la civilización del mundo
Así definió Abal Medina los juicios a represores
El secretario de Comunicación Pública, Juan Manuel Abal Medina, destacó que los juicios de lesa humanidad por los crímenes de la dictadura significaron “el regreso de Argentina a la civilización del mundo”, y señaló que los derechos humanos “no tienen que ver con izquierdas o derechas, sino con cuestiones de humanidad”. El funcionario expresó esas palabras ayer por la tarde, durante el desarrollo de un seminario llevado a cabo en el Centro Cultural Haroldo Conti, en el marco del programa “Memoria en Movimiento”, que contó además con la presencia del secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde; y el canciller Héctor Timerman, entre otros funcionarios.
En ese marco, Abal Medina indicó que el proceso de enjuiciamiento a represores “no tiene que ver con una cuestión partidaria ni ideológica”, porque “el hecho de que los responsables de crímenes aberrantes circulen por las calles, hiere al sentido de la humanidad”.
En el seminario, organizado por la Secretaría conducida por Abal Medina, se abordó el proceso de “memoria, verdad y justicia” impulsado por el Gobierno desde el 2003, resaltando la influencia en el cono sur de los juzgamientos a represores por crímenes de lesa humanidad cometidos en la última dictadura.
También se debatió acerca de los avances en los procesos judiciales, y en ese sentido el titular de Comunicación Pública destacó que “se logró avanzar de manera sustantiva y nos enorgullece como argentinos”.
A la vez, elogió el “enorme coraje y la decisión política” de Néstor Kirchner y de la presidenta Cristina Fernández de impulsar esta política de memoria, verdad y justicia “cuando nada hacía pensar que era redituable y conveniente”.
El canciller Timerman destacó la “enorme influencia que tiene Argentina en el cono sur” en el juzgamiento de los crímenes cometidos durante la dictadura. Resaltó el trabajo de corresponsales extranjeros que durante el régimen militar, quienes “dieron la versión inconveniente de lo que sucedía en Argentina”.
“También en democracia hay voces que no se escuchan y que se encuentran al margen de un sistema que casi naturalmente se mueve por intereses económicos; no es en vano que las democracias más avanzadas legislaron en contra de los monopolios mediáticos”, reflexionó.
Fuente:Diagonales
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