6 de diciembre de 2011

JUICIO CIRCUITO CAMPS: El caso Barragán, ejemplo del horror de la Comisaría quinta de La Plata.

Nueva jornada del juicio por los delitos cometidos en circuito camps
El caso Barragán, ejemplo del horror de la Comisaría quinta de La Plata
Publicado el 6 de Diciembre de 2011
Por Laureano Barrera y Milva Benitez 
Los represores buscaban a Mirta Barragán. Para dar con ella secuestraron y torturaron a dos de sus hermanas y a sus respectivos maridos. Un año después, tuvo a su hija en cautiverio.

Ana María Barragán, su esposo Omar Portales, su hermana Blanca Azucena y su cuñado Cándido Roldán vivían en Abasto, un suburbio cercano a La Plata. El 3 de noviembre varios autos sin chapa “lo coparon”, y una patota nutrida de matones de civil, comandada por un hombre trajeado, se los llevó secuestrados. Sus dos hijos chiquitos se quedaron con su abuelo. Del operativo, recuerdan a “Cara de goma”: flaco, la cara cruzada de cicatrices, apuntaba con una metra. Pasaron dos o tres días en la Comisaría 5ª, donde les dieron máquina –excepto a Blanca, que tenía una antigua cesárea–, y hasta los amenazaron con torturarlos junto a sus hijos. Ana María y Blanca Azucena fueron visitadas por un cura “bastante mano larga”, que las invitaba a hablar como muestra de fe (está comprobado que en la Comisaría 5ª Cristian Von Wernich se paseaba a sus anchas). Dormitaban de día, porque de noche las descargas de la electricidad que se filtraban por la radio los tenían en vela. Saben dónde estuvieron por detalles: el tañido de las campanas del Seminario –ubicado a media cuadra de la comisaría– al atardecer, el rumor del viejo tren provincial que abrazaba el casco urbano, las celdas individuales. Después los llevaron a Arana: otros ocho días, en celdas chicas con otras 15 personas, en los que oyeron gritos pero no volvieron a torturarlos.
Ayer, los sobrevivientes –exceptuando a Portales, que sufre mal de Parkinson luego del trauma–, volvieron a declarar en el juicio por el Circuito Camps. Revelaron con angustia detalles de los diez días de cautiverio brutal. “Ha pasado el tiempo y hay cosas que me quiero sacar de la cabeza”, dijo Ana María, luego de mirar al corralito de los imputados. “Nunca pensamos que íbamos a vivir eso, él (Omar Portales) y yo”, afirmó más tarde Cándido Roldán. Los liberaron a los cuatro en 137 y 72, con las llaves del Citroen de Roldán que habían destrozado, después de confiarles que su calvario había sido “un error”. Nada sabían de la prenda que en realidad buscaban los verdugos: Mirta Mabel Barragán.
“La flaca” o “El Mosquito”, como la llamaban en su familia, era delegada sindical en la sección Tableros de la empresa S.I.A.P (Sociedad Industrial de Aparatos de Precisión), donde conoció a su compañero, Leonardo Sampallo, y militaba en el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML). Después del golpe de Estado, cuando se vieron cercados, se mudaron a Capital Federal. La madrugada del 6 de diciembre de 1977, un grupo de tareas secuestró a la pareja y a Gustavo Rojas –el primer hijo de Mirta con otra pareja–, otro matrimonio y sus dos hijos, en la calle Viamonte al 2565. Los niños fueron dejados en la Comisaría 7ª, y Gustavo –su primer hijo– estuvo secuestrado un mes.
Mirta Barragán, que tenía un embarazo de seis meses, y su compañero fueron vistos en el tormentoso circuito ABO, cuyos crímenes ya fueron juzgados. Los llevaron a Club Atlético, un centro clandestino que funcionó hasta diciembre de 1977 en los sótanos de la División Suministros de la Policía Federal. Cuando lo demolieron para construir la autopista, se supone que Mirta y Leonardo fueron dejados en El Banco, donde fueron vistos en la misma celda, sin privilegios de ningún tipo a pesar del estado de gravidez de ella.
Mirta habría tenido a su segunda hija, María Eugenia, en el Hospital Militar Central en febrero de 1978, aunque no sea una certeza absoluta. Después de la desaparición de sus padres, María Eugenia fue apropiada por un matrimonio de civiles que la recibió del teniente Enrique Berthier, jefe de la Sección contra Subversión de la Policía Militar 101.
Ana María vio a su hermana por última vez el 20 de octubre de 1976, Día de la Madre, aunque faltaba un año y medio para que lo fuera. “Pasó por casa y me dio un beso. La invité a pasar, pero no quiso”, recordó ayer, ahogada por el llanto. Antes de irse, Mirta le señaló una rosa. “Esperá que te la corto”, le contestó.
Fuente:TiempoArgentino

María Eugenia
Publicado el 6 de Diciembre de 2011
Entre fines de noviembre y los primeros días de diciembre de 1976, las fuerzas represivas asestaron un duro golpe a los militantes del Partido Comunista Marxista-Leninista, a sus amigos y aliados. En distintos puntos del país, más de 70 personas fueron secuestradas; literalmente pretendían barrer con la organización.
Veintitrés años después, María Eugenia Sampallo Barragán supo que esa historia tenía mucho que ver con ella. En julio de 2001, confirmó lo que sospechaba: las personas que la criaron, María Cristina Gómez Pinto y Osvaldo Arturo Rivas, no eran sus padres. Ella había llegado a esa casa de la mano del “jefe de la Sección contra Subversión”, Enrique José Berthier.
Ni su madre, Mirta Mabel Barragán, ni su padre, Leonardo Rubén Sampallo, la habían dejado, ni habían muerto en un accidente automovilístico, como pretendieron hacerle creer. “Nuestras madres y nuestros padres no nos abandonaron. Vivimos gracias a ellos, que soportaron las más terribles condiciones durante su cautiverio ilegal. Solamente a la fuerza pudieron separarnos de ellos”, dijo Eugenia, en marzo de 2008, días antes de conocer la sentencia en la que se condenó a Berthier, Gómez Pinto y Rivas, por haberla alejado de su familia.
Fue la primera nieta recuperada por las Abuelas de Plaza de Mayo que se presentó como querellante en un juicio por apropiación. Cuatro años antes había tenido que enfrentar una causa por falso testimonio iniciada por la mujer que le había mentido durante más de 20 años.
Fuente:TiempoArgentino
Fuentefoto:Web


Crimenes de lesa humanidad / circuito camps, el juicio
Crudo relato de una familia de Abasto víctima de la represión
Declararon familiares de Mirta Barragán, desaparecida y madre de una beba apropiada
05.12.2011
Ana María Barragán declara frente a los jueces del TOCF 1. Tiene una hermana desaparecida
Tres integrantes de una familia recordaron las torturas a las que fueron sometidos en el destacamento de Arana y del cautiverio que vivieron en la comisaría Quinta, donde fueron llevados tras un amplio operativo en el que la localidad de Abasto fue copada por las fuerzas de la dictadura. Contaron que ese día de noviembre de 1976 los grupos operativos irrumpieron en varias viviendas e incluso incendiaron la casa de un pariente suyo. Recordaron que la dictadura buscaba a una de sus hermanas, que fue capturada un año después y tuvo una beba en cautiverio que fue apropiada.
“Habían copado todo Abasto. Habían quemado la casa de un tío de mi esposa. Pasaron por la casa de mi cuñada y después pasaron por la casa de mis suegros donde nosotros nos habíamos quedado a dormir”, recordó ayer Cándido Roldán, el esposo de Blanca Azucena Barragán y cuñado de Ana María Barragán, las otras dos testigos que hablaron ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº1 de La Plata, quienes juzgan a 26 acusados, en el juicio que se realiza en el teatro de la Ex Amia, en 4 entre 51 y 53.
Ese operativo se realizó el 3 de noviembre de 1976 en Abasto. Los policías buscaban a Mirta Mabel Barrragán, una trabajadora y delegada de sección en la fábrica SIAP y militante del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML).
Esa noche se llevaron secuestrada a su familia, quemaron la casa de un tío que había quedado viudo y que quizá podía esconderla, pero no la encontraron: la mujer vivió un año más huyendo, hasta que en diciembre de 1977 la secuestraron embarazada de seis meses y tuvo su beba en cautiverio.
Ella está desaparecida. Su hija fue apropiada hasta que en 2001 su familia la recuperó y le devolvió su nombre: María Eugenia Sampallo Barragán.

TESTIMONIO. La primera en testificar fue Ana María, quien recordó que fue secuestrada con su esposo Omar Antonio Portales, que trabajaba en una fábrica de Olmos. La mujer contó que una patota irrumpió en su casa cuando ella dormía con sus hijos de cuatro y dos años. Allí esperaron a que llegara su marido, para trasladarlos desde Abasto a dos lugares que identificó como el destacamento de Arana y la comisaría Quinta. Al llegar al primer lugar descubrió que también estaban allí su hermana y su cuñado.
“Me torturaron con picana alrededor de los senos, las manos y los pies que tenía transpirados. Me preguntaban por mi hermana”, recordó entre lágrimas la testigo.
Tras la tortura fue alojada en una celda donde se encontró con su hermana Blanca y permaneció unos días. “No había un lugar donde no me doliera”, recordó.
Poco después fue trasladada a la comisaría Quinta, donde escuchaba el sonido del tren provincial dos veces al día y las campanas del seminario al atardecer. Allí tomó contacto con la detenida desaparecida Eliana Triana, hija de un reconocido médico de La Plata, y con Mirta Graciela Manchiola de Otaño, una mujer que fue secuestrada embarazada de seis meses y que permanecen desaparecida.
Fue liberada el 9 ó 10 de noviembre con su hermana, su esposo y su cuñado, frente al Cementerio.
Fuente:Diagonales

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