"Yo vi a Bussi y a otros oficiales fusilarlos"
Omar Torres era gendarme cuando presenció los fusilamientos y las incineraciones de desaparecidos en una unidad militar de Tucumán. Esta semana fueron hallados esos restos.
Por Edgardo Guantay
18/12/11
Hallazgo. Esta semana el Equipo de Antropología Forense descubrió restos óseos de al menos 15 esqueletos en el Arsenal Militar.
Desde Tucumán
Detrás del hallazgo, esta semana, de los restos humanos enterrados durante la dictadura en una fosa común del predio militar de Arsenal Miguel de Azcuénaga, en Tucumán, está la historia del hombre que lo posibilitó con su denuncia, hace 15 años. El hallazgo: esqueletos de al menos 15 individuos parcialmente quemados. El hombre: Omar Eduardo Torres (61), el ex gendarme que presenció varios de esos fusilamientos y fue una pieza fundamental para que el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) excavara en el lugar exacto. Hoy el ex gendarme Torres se siente satisfecho, no sólo porque la verdad salió a la luz, sino también porque pudo demostrar ante la sociedad tucumana que el horror que él había presenciado y contado varias veces era verdad.
“Yo me enteré de que los datos que había aportado eran correctos en abril de este año, cuando se encontró la primera fosa, pero antes tuve que soportar que muchos cuestionaran mi testimonio, entre ellos el ex juez federal Mario Racedo, que mientras estuvo a cargo mandaba a excavar en los lugares que yo no le había dicho, para dejarme mal. La situación se revirtió cuando se hizo cargo el doctor Daniel Bejas”, revela Torres y vuelve a recordar el pasado para contarlo.
—Hoy, 36 años después, ¿qué recuerda de aquella época?
—El olor a carne quemada que contaminaba el aire fresco después de los fusilamientos, era irrespirable, durante mucho tiempo lo tuve impregnado en mis fosas nasales. Recuerdo que yo no podía comer del hedor que había.
—¿En qué circunstancias se producían esos fusilamientos?
—Cada 15 o 20 días se hacía presente en el arsenal Antonio Domingo Bussi. A veces venía acompañado por el entonces jefe de la policía, Zimerman, y varios oficiales más. Llegaban alrededor de la medianoche en una caravana de autos. Bussi siempre vestía de combate. Se hacía un pozo de cuatro a cinco metros de ancho y dos de profundidad. Los detenidos se arrodillaban con los ojos vendados o encapuchados a la orilla del pozo y allí Bussi y otros oficiales les disparaban un tiro en la nuca. Yo vi a Bussi fusilarlos.
—Durante esas ejecuciones, ¿había presos que se rebelaban con el último aliento?
—No, porque cuando llegaban al pozo estaban bastante machucados para decir nada. Se les pegaba por cualquier cosa, no tenían derecho a rebelarse por nada. Si se quejaban por la comida los castigaban o se los privaba de las siguientes comidas y siempre estaban amenazados de que los iban a fusilar.
—¿Y cuándo quemaban los cuerpos?
—Después de las ejecuciones. El pozo por lo general había sido rociado con anterioridad con nafta o querosén y siempre había leña a mano para quemar los cuerpos. Al día siguiente de las ejecuciones, cuando pasábamos por el pozo veíamos algunos huesos y el olor a carne quemada era insoportable.
—¿Durante esas ejecuciones pudo reconocer a algún detenido?
—Sí, a Ana Corral y a Luis Falú.
—¿Esas ejecuciones quedaban registradas en algún lado?
—Sí, había un libro de guardia donde figuraba el nombre de los detenidos, el documento y la fecha de ingreso. Después de las ejecuciones le ponían “viajó” o lo tildaban con una cruz.
—¿Y usted cómo vivía toda esa situación?
—Con mucha indignación. Constantemente me reprochaba haber elegido ir allí. Yo estaba en Campo de Mayo y pedí que me mandaran a Tucumán porque estaba muy intrigado por lo que sucedía con la guerrilla, pero nunca me imaginé el horror que iba a vivir allí.
—¿Y por qué se animó a romper el silencio?
—A pesar de las advertencias de que no dijéramos nada de lo que sucedía allí, yo no podía admitir esas atrocidades. Hubo varias noches en que no podía dormir, porque las pesadillas de los fusilamientos eran recurrentes, así que en 1994 me presenté ante la Conadep para contar la verdad, que hoy después de las pruebas que se encontraron, ya nadie puede discutir.
La dura tarea de identificarlos
Por E.G.
18/12/11
Las pericias mediante las cuales fueron hallados los huesos estuvieron a cargo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), con la colaboración del Grupo Interdisciplinario de Arqueología y Antropología de Tucumán. La presunción es que allí funcionó el mayor centro clandestino de detención del norte del país, por el que habrían pasado unos 900 detenidos.
Juan Nobile, miembro del EAAF, le dijo a PERFIL que está previsto que las excavaciones en el arsenal terminen la semana próxima, y que los restos óseos encontrados fueron enviados a Buenos Aires para que en el laboratorio del Equipo se proceda a determinar el sexo, la edad y las causas de la muerte, y después se realicen las extracciones de ADN para que se efectúen los análisis genéticos correspondientes.
Fuente:Perfil
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