31 de enero de 2012

ECUADOR.

lunes 30 de enero de 2012
Ahora todos son alfaristas
Por Alberto Maldonado
De creerles, ahora todos son “alfaristas” (de Eloy Alfaro) o se han declarado tales. Resulta que ha sido necesario que lleguemos a los cien años de la “Hoguera Bárbara” para que todos se declaren seguidores y admiradores del “Viejo Luchador” así llamado en propia época, a pesar de que para estos tiempos, era joven aún (60 años).

¿Qué recordamos el 28 de enero de cada año, los ecuatorianos? Pues que Eloy Alfaro y cinco de sus hombres de confianza (entre ellos, un hermano y un sobrino) fueron asesinados en los calabozos del Penal que se llamó García Moreno (en honor y recuerdo de quien fue su hacedor y a quien se le identifica como uno de los presidentes más retrógrados –pero ilustrado- que ha tenido el país) y luego arrastrados por las calles de Quito, hasta terminar en lo que hoy es el céntrico parque de El Ejido De ahí el nombre que le puso un escritor e historiador (ya fallecido) Alfredo Pareja Diescanseco: la Hoguera Bárbara.

Pero, ¿por qué les asesinaron y les arrastraron a don Eloy y sus hombres? Pues porque Eloy Alfaro fue, a finales del siglo 19 y primeros del 20 (1895-1911) el que impuso en este pequeño país el liberalismo de esos tiempos, que era como ser marxista- leninista, en estos. Impuso la separación de la Iglesia Católica del Estado y creó la educación laica (crímenes imperdonables para curas, monjas y no pocos “cristianos”, de la época) reconoció la libertad religiosa, impuso las primeras pautas de lo que más tarde serían los derechos esenciales de la mujer, estableció algunos colegios fiscales y militares, que hasta hoy duran, y hasta liberó a los indios ecuatorianos de un tributo que debían pagar, por ser indios. Y otras tantas conquistas (el ferrocarril Guayaquil-Quito) que le valió el odio no solo de la clerecía sino de los grupos de poder ecuatorianos, comenzando por los propios liberales “tibios” (tipo Gonzalo Zaldumbide, que estaba encargado del poder político). La historia nos dice que fueron lugartenientes del propio Alfaro (como Leonidas Plaza Gutiérrez) los que “hicieron las pases” con los terratenientes serranos y traicionaron al viejo luchador, que quería imponer un liberalismo que, para esos tiempos, era duro y radical (“machetero”).

Ese triste episodio, lo recordamos los ecuatorianos, cada año. Pero las simpatías por Eloy Alfaro se han despertado, con motivo de este primer centenario. Y de lo que se escucha y se ve, pues no hay ecuatoriano que no sea hoy en día “alfarista”. Lo cual es bueno ya que por lo menos la vieja oligarquía ha tenido que aceptar, primero, que es un crimen imperdonable el que cometieron hace 100 años; y, lo más importante, que el liberalismo, convertido en neo, les es sumamente favorable y cómodo. Y contra eso es que estamos muchos. Entre ellos, el actual Presidente (Rafael) Correa, cuando dice e insiste en que su “revolución ciudadana” es para enterrar, de una vez por todas, la triste noche neoliberal. Y si Alfaro viviera, en estos tiempos, sería todo un socialista siglo 21. Este es un supuesto, desde luego.

Personalmente, aporto con un recuerdo de los tiempos de periodista andariego, que no ha sido dicho ni mencionado. Alfaro, recién salido victorioso de la batalla de Gatazo, se entrevistó, en el centro del país, con un ejército de indios (20.000) y que nombró coronel de los ejércitos indios, a Ambrosio Lasso, un indio rebelde (ya fallecido) que dio candela hasta el día de su muerte. Lasso conoció el exilio y la cárcel; fue enviado a las islas Galápagos (unas islas ecuatorianas del Pacífico, que son patrimonio de la humanidad) cuando en estas todavía regía una especie de “exilio” policial, y que murió, un tanto trastornado, en sus antiguas tierras del viejo cantón de Guamote (centro de la sierra ecuatoriana).

Ambrosio Lasso murió muy orgulloso de haber sido nombrado coronel por Eloy Alfaro y tenía la pena amarga de que no supo o no quiso utilizar la fuerza de semejante ejército de indios. No sería sino al final del siglo 20 que la CONAIE (cuando era izquierdista) logró reivindicar su esclavitud, a la que fueron sometidas las comunas indígenas por la “democracia” imperial de España. Y hasta promediar el siglo 20, se vendían, en la sierra ecuatoriana, grandes latifundios “con indios y todo”

Yo sostengo que el Ecuador le debe a Eloy Alfaro y al liberalismo que logró anidar, algo de lo mucho que ha conseguido, en estos tiempos. Sin ir muy lejos, Alfaro fue el primer internacionalista latinoamericano de esos tiempos. Estuvo por la independencia de Cuba, fue amigo de Martí, de Sandino, de Rubén Darío. Y en Ecuador se le decía el “viejo luchador” porque fue actor de mil batallas hasta que triunfó en Guayaquil, allá por 1895. De paso, ensayó en este pequeño país, las montoneras, que serían un ensayo de las guerrillas revolucionarias, de todos los tiempos.

Muchos años después, a una revista de carácter nacional, se le ocurrió lanzar una campaña nacional para saber quién era el personaje de todos los tiempos, que los ecuatorianos teníamos en mientes. No tengo pruebas pero presumo que la revista puso en el candelabro a distintos personajes (el citado García Moreno, Velasco Ibarra, el medallista olímpico Jefferson Pérez, etc) con la secreta esperanza de que uno de estos sea el escogido, por los y las ecuatorianas. Pero, ¡oh sorpresa! el escogido fue Eloy Alfaro. Por eso se dice hoy, de él, que es el ecuatoriano mas grande de todos los tiempos (de la era republicana - 1830-2012).

Y yo sostengo (sin prueba alguna) que la actitud que hemos guardado en este país, en el siglo pasado (siglo 20) y lo que va del 21, se lo debemos a Alfaro y las conquistas liberales que dejó establecidas, antes de ser asesinado y arrastrado en Quito, por una turba conservadora fundamentalista y borracha. Los ecuatorianos no hemos conocido dictaduras tan bestiales, como las de Rojas Pinilla (Colombia) o las de Pérez Jiménez (Venezuela) o Pinochet (Chile) o la del Flaco Videla (Argentina) Hemos sufrido dictaduras pero ninguna como las nombradas y muchas otras (en El Salvador, en Guatemala, etc.) Y eso que Ecuador no fue muy ajeno al proyecto Cóndor. Tenemos cóndores, en nuestra bandera y en los cerros andinos.

Las dictaduras militares, en Ecuador, no han sido tales sino dictablandas. ¿Tiene Alfaro y su creación, la Escuela Militar, algo que ver? Yo creo que si. En 1925, se dio una especie de revolución de los jóvenes oficiales del ejército ecuatoriano, que terminó quitándole a la bancocracia guayaquileña, el poder que tenía. Se creó el Banco Central del Ecuador y se ensayó una especie de gobierno colectivo. En 1938, otra dictadura militar (comandada por el General Alberto Enríquez Gallo) dictó el primer Código del Trabajo de América Latina y convocó a una Asamblea Nacional Constituyente tripartita; conformada, por partes iguales, por conservadores, liberales y socialistas.

Por si esto fuera poco, una reaccionaria dictadura de los años 60, dictó la primera y única Ley de Reforma Agraria, que hemos conocido. Claro que esta Ley fue hecha para favorecer a los latifundistas serranos, en especial; pero fue una dictadura militar la que la dictó por “consejo” de USA, naturalmente. Y en los años 1972-1975 tenemos la dictadura del General Guillermo Rodríguez Lara, que sus mismos enemigos políticos, la tildaban de dictablanda. Hasta la llegada de (Rafael) Correa a la Presidencia del Ecuador, la dictadura de Rodríguez Lara era considerada como la más adelantada y liberal de los últimos tiempos.

¿Pesó en algo los principios liberales que aplicó, en este pequeño país, don Eloy Alfaro? Es muy posible. Solo hay que ver los gobiernos (militares y civiles) que han pasado por los dos países vecinos, en especial Colombia y el señor Álvaro Uribe. Nosotros, los ecuatorianos, no hemos conocido, en ningún tiempo, ni a los chulavitas, ni a los pájaros, ni las autodefensas, los narcotraficantes, etc. A pesar que, en los últimos tiempos, como que de Colombia nos han mandado algunos “sicarios” (asesinos a sueldo) que por allá se quedaron sin pega. Digo yo.

En fin, lo cierto es que este Ecuador y sus militares, como que son diferentes a sus pares vecinos y de América Latina. Y hasta, por elecciones directas y populares, fue elegido Presidente un militar (Lucio Gutiérrez) quien no supo (o no quiso, o no le dejaron) ser un demócrata a carta cabal Y lo primero que hizo fue arrodillarse ante el señor Bush hijo y declararse como el “mejor aliado de los EE.UU”. Fue defenestrado pacíficamente en abril del 2005. Se dio el caso, sui géneris, que, una Comisión de la Verdad estableció que el gobierno “democrático y libre” del ingeniero León Febres Cordero (que en paz descanse, aunque lo dudo) fue el régimen más tiránico y violento de los últimos tiempos; mientras que algunas dictaduras militares y gobiernos civiles (como el de Correa) se caracterizan por un elemental respeto a los derechos fundamentales de los y las ecuatorianas. Tanto como que en Montecristi (el cantón manabita donde nació don Eloy) le devolvieron a Correa, las espadas de Pedro J. Montero (que fue asesinado en Guayaquil, el 25 de enero de 1912) y del propio Eloy Alfaro, por el grupo que en los años 80 se declaró guerrillero (Alfaro Vive Carajo)

Me complace enormemente que todos (tirios y troyanos) seamos, un siglo después de este múltiple asesinato y consecuente arrastre por las calles de Quito, “alfaristas” aunque sea de boca para afuera. El diario sipiano El Comercio, por ejemplo, le ha dedicado a don Eloy páginas y más páginas, alabando y reconociendo su obra, a pesar de que José Peralta (un canciller de Alfaro, liberal radical de esos tiempos) dejó para la memoria histórica del país, que fue precisamente ese periódico el que, editorialmente, fue uno de los “propulsores” de ese asesinato y posterior arrastre. Igual, la Iglesia Católica, que siempre ha venerado al Arzobispo de Quito e historiador, Federico González Suárez, como un hombre justo y santo, pero que “se hizo el loco” cuando el asesinato y el arrastre de los Alfaro; aunque, un día después, salió a “pacificar” a una belicosa procesión de fieles católicos, sin que le pase absolutamente nada.

Me alegro también que se reconozca, un siglo después, que Alfaro y su liberalismo dejó huellas imborrables en el país. Que se reconozca que no fue el pueblo quiteño el autor de semejante barbarie sino una turba debidamente preparada y borracha, la que ejecutó tan bárbaro crimen. Y que ahora (en el siglo 21) se reconozca que se trató de introducir en este país, el liberalismo de esos tiempos, que tanto bien le ha hecho al país. Solo que el liberalismo que finalmente triunfó es, ahora, el que tratamos de enterrar y que tantas injusticias (sobre todo sociales) ha causado. Y que se impone un socialismo siglo 21, que comienza a operar en otras latitudes latinoamericanas, ya que el liberalismo machetero de don Eloy y su equipo, sigue tendiendo validez en nuestras tierras; y en Estados Unidos y en Europa, también.
Fuente:Argenpress

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