Opinan mariano lamothe, juan recce y lido iacomini
Miradas: la relación comercial con Brasil
Publicado el 31 de Enero de 2012
Argentina enfrenta el desafío de lograr una integración con el gigante sudamericano que permita a ambas partes salir fortalecidas con sus intercambios.
Mariano Lamothe
Economista Jefe de abeceb.com
Que el déficit no tape las oportunidades
En 2011, el comercio entre la Argentina y Brasil creció un 20,2% posicionándose en los U$$ 39.613 millones. Las exportaciones al país vecino alcanzaron los U$S 16.905 millones, un 17% por más de lo registrado para 2010. Por su parte, las importaciones se incrementaron en un 23%, para llegar a un valor de U$S 22.708 millones. De esta forma, el intercambio bilateral arrojó al cierre del pasado año un déficit U$S 5803 millones a favor de Brasil, de acuerdo a datos oficiales de Brasil.
El déficit con Brasil, se sabe, posee características estructurales. Por escala, diversidad, inversión y productividad, las exportaciones brasileñas están capacitadas para abastecer el mercado argentino. A su vez, en aquellos sectores en los que la Argentina era proveedora, hoy presenta pocos excedentes exportables (combustibles, trigo, petroquímica, etcétera).
Ahora bien, para realizar un análisis en detalle sobre el vínculo entre ambos países, no basta con la lectura de estos fríos números. Una lectura algo más en profundidad nos permite encontrar cuáles son los beneficios mutuos de la relación y la complementación con la que cuentan ambas economías.
Desde el punto de vista de nuestro país, Brasil hoy representa el mayor destino de nuestras exportaciones industriales. En 2011, el 45% de los envíos industriales no mineros fueron dirigidos hacia Brasil, mientras que uno de cada dos autos producidos en la Argentina también fue hacia allí.
El tamaño del mercado de Brasil también ofrece innumerables oportunidades de negocios. A partir de un desarrollo económico sostenido en el tiempo, se han incorporado al mercado de consumo una porción cada vez mayor de los 200 millones de habitantes.
Por otra parte, Brasil presenta demandas inmediatas para la implementación de mejoras en su infraestructura. No sólo por el crecimiento demográfico y económico del país, sino también por los eventos de gran envergadura que tendrán lugar en el país durante los próximos cuatro años. Ello queda plasmado en los planes de inversión para el Mundial 2014 y las Olimpíadas 2016, que podrían ser un importante incentivo para las empresas argentinas de los sectores de la construcción y servicios.
Es indudable que la Argentina también es un mercado atractivo para Brasil. Una vez más, los números demuestran la importancia del vínculo comercial, si tenemos en cuenta que el 21% de las exportaciones de Manufacturas de Origen Industrial no mineras brasileñas tuvieron a la Argentina como destino en el pasado año.
Por otro lado, la Argentina junto con Brasil son los referentes dentro del Mercosur. Mantener la fortaleza del bloque pasa a ser fundamental para Brasil, no tanto por aspectos comerciales como por la posibilidad de utilizar la unión aduanera como plataforma para alcanzar una mayor inserción internacional, en momentos en que se debate entre las principales potencias económicas del mundo.
El grado de integración entre las economías de ambos países es ahora más importante que nunca, y no sólo por los volúmenes de comercio exterior, sino por la importancia de los montos de inversión brasileña que en los últimos años desembarcaron en nuestro país, y por la potencialidad que ofrece el mercado brasileño para las empresas argentinas con ambiciones de internacionalización.
Dentro de los aspectos por mejorar en la relación aparecen en primer plano las asimetrías que han ido creciendo en el transcurso de los años y que van dificultando consensuar una política común.
Claramente, la relación está siendo gobernada cada vez más por las medidas de administración del comercio, a causa de la profundización del déficit comercial. Por ello, para poder potenciar las grandes oportunidades que se presentan, la Argentina tendrá que moverse a partir de una estrategia que privilegie un mayor nivel de negociación y deje de lado el unilateralismo, en la búsqueda de que una mayor cantidad de los bienes exportados puedan ingresar al país vecino. Sólo así, se podrá alcanzar el objetivo de largo plazo de moderar el déficit bilateral sin generar presiones y confrontaciones innecesarias a través del freno a las importaciones como única opción válida.
Juan Recce
Director Ejecutivo del Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI).
Una asociación a prueba de coyunturas
La meta común es la creación de una estructura productiva densa y diversificada que facilite la inclusión social y el desarrollo sostenido. La Argentina y Brasil lo saben, tienen con qué y muy probablemente haya pocas cosas que puedan afectar seriamente al núcleo más profundo de esta vocación común. Sin embargo, la integración suele ser un viaje difícil que se transita por un camino pedregoso.
Integrar a la Europa que encabeza el top 27 del Índice Global Desarrollo Humano (IDH) resulta una aventura difícil y zigzagueante. Leamos los diarios de los últimos meses y podremos constatarlo sin mayores vericuetos. Pensemos entonces, cuánto más arduo ha de ser el camino de la integración para aquellos países que aún deben luchar a diario con el desempleo, el atraso tecnológico, la exclusión, el déficit habitacional y las asimetrías del mercado global. Suramérica, pero muy especialmente el núcleo Argentina-Brasil, transita esa aventura con la certeza de que nuestro destino colectivo promete réditos sociales y estratégicos muy superiores a los costos impuestos por coyunturas comerciales y productivas.
Quien se atemoriza frente a la coyuntura de cada árbol es porque carece de la capacidad de observación estratégica del bosque y sus horizontes finales. Marco Aurelio García es uno de estos estrategas. Este pacificador, asesor especial de la presidenta Rousseff, y uno de los hombres más importantes en la arquitectura política del proceso integración suramericano durante la administración de Lula da Silva, dio la pauta de que lo que importa a Brasil, es, sin dudas, el bosque de las oportunidades conjuntas: “Si vamos a encuadrar la realidad en clave de problema, voy a decir algo. La Argentina es un problema bueno para Brasil”, apuntó en una entrevista al diario Página/12.
Cuenta la tradición del pueblo de Israel, que Esaú canjeó a su hermano Jacob el derecho de su primogenitura por un plato de lentejas. Esaú no era consciente de ello, pero el sabor de un efímero manjar lo había hecho perder para siempre todas las potestades de la autoridad paterna y un cuantioso tesoro. Aquel desacierto catapultó a su hermano Jacob en la historia política y religiosa de su pueblo y condenó a Esaú a la soledad y la irrelevancia. En boca de Marco Aurelio García, Brasil ha dado la pauta que, aun cuando las coyunturas sean difíciles, no venderá su primogenitura en el proceso integración regional por un plato de lentejas.
En este momento particular de la historia, la economía de las cosas ha vuelto para quedarse. Las cartas de la historia económica y social están marcadas por el hombre, por algunos hombres más precisamente, por ello (afortunadamente lo sabemos) es posible barajar y dar de nuevo y un poco más. La Argentina y Brasil están juntos en este juego.
En el mundo social hay normas constitutivas y normas regulativas. Las primeras crean cosas, así, por ejemplo, las normas de truco constituyen el juego de truco, expresan su ser al mismo tiempo en que explican su funcionamiento. Sin sus normas el truco no existe. Las convenciones están escondidas en el juego, a tal punto que devienen en imperceptibles, y por tanto incuestionables para los propios jugadores, imbuidos en el juego, simplemente juegan. Las normas regulativas, en cambio, reorientan el funcionamiento de las cosas, montándose sobre las normas constitutivas que las anteceden, respetando sus marcos.
Cuando el hombre redescubre que las cosas que él olvidó que había constituido pueden ser reconstituidas, y decide hacerlo, estamos frente a una revolución. Pues si el truco es solo un juego, y este juego no nos sirve, no sólo podemos barajar y dar de nuevo, sino también constituir otro juego. Este es el momento, la especulación que detiene y excluye ha cedido su lugar a la posibilidad de una gestión de cosas que transforman e incluyen.
Brasil y la Argentina van juntos por este camino. La integración exige flexibilidad y solidaridad, sobre todo cuando la apuesta es tan grande y el destino común es tan claro y prometedor. La de Argentina-Brasil es una asociación a prueba de problemas buenos.
Lido Iacomini
Carta Abierta - Comisión de Asuntos Internacionales.
Los ruidos del dúo inseparable de la Patria Grande
El ministro de Industria del país hermano, Fernando Pimentel, realizó declaraciones irritativas hacia nuestro país afirmando que la Argentina es un “problema permanente” para Brasil. La ministra Débora Giorgi respondió afirmando que la “realidad de las relaciones entre ambos países no amerita los comentarios vertidos”.
La magnitud potente y creciente alcanzada por la complementación productiva y el intercambio comercial entre ambas naciones, no puede menos que generar contradicciones, que sólo pueden encontrar un marco de contención en la afinidad política que existe entre sus dos gobiernos. La política es el aceite que permite que los mecanismos y las negociaciones sectoriales –comerciales y productivas– puedan ir destrabando los engranajes que encaminan el proceso de integración.
Las razones que provocan ruidos en las relaciones entre la Argentina y Brasil:
1) En los últimos años los saldos del intercambio comercial han sido desfavorables para la Argentina. Hasta ahora fue tolerable al darse en un marco de un crecimiento notable de los intercambios, al ser Brasil nuestro principal socio, ampliando nuestro mercado, diversificándolo y favoreciendo nuestro crecimiento productivo. Primero en el monto de nuestras exportaciones totales y primero en nuestras exportaciones de origen industrial (MOI), con un resultado récord del intercambio para 2011 de cerca de 40 mil millones de dólares. Pero el déficit proveniente de asimetrías estructurales, principalmente industriales, supera largamente los 5000 millones de dólares. Pero también de dos fenómenos simultáneos, uno bueno y otro malo: la Argentina viene desplazando sus compras de bienes de capital hacia Brasil, disminuyendo su dependencia de los EE UU y otras grandes potencias, y en segundo lugar, a la disminución de nuestras ventas de derivados del petróleo, por nuestra declinación productiva, que se ha puesto a plena luz estos días.
2) Ante el nuevo escenario mundial, la Argentina necesita este año un superávit de su balanza externa que ronda los 11 mil millones de dólares, lo cual implica una sintonía sectorial fina, rubro por rubro, para sustituir importaciones en todo lo posible e incrementar nuestras exportaciones. Esta “restricción” es a la vez una nueva oportunidad para el proceso de industrialización. La amenaza viene de la recesión internacional provocada por el agravamiento de la crisis, especialmente en Europa, y la consecuente caída de la demanda que puede azotar a Brasil. Restricciones que enervan a industriales brasileños, principalmente en la concentrada industria paulista, que se guían por el criterio de maximizar sus ganancias, igual que nuestros industriales. No se guían por románticos ni históricos objetivos de alcanzar la unidad de la Patria Grande. Estos residen en la visión de sus estadistas y dirigentes políticos populares y se anidan en la conciencia de los pueblos. El gobierno de Cristina Férnandez de Kirchner ha dado señales claras de su decisión de mantener una férrea política de reindustrialización y la vez sustraer a la Argentina de los coletazos de la crisis internacional. No podemos ni hacerlo a expensas de nuestros socios y vecinos ni podemos admitir que otros descarguen las consecuencias de la recesión internacional sobre las espaldas nuestras: la única solución es unir nuestros intereses y destinos, negociar todo lo que sea necesario y enfrentar juntos la debacle internacional del neoliberalismo.
Podríamos afirmar entonces, como conclusión, que la Argentina y Brasil, dúo ineludible e inseparable de cualquier utopía latinoamericana, tienen una dirección estratégica que nosotros llamamos la Patria Grande. Y tienen una tarea táctica inmediata: coordinar políticas comunes para sustraer a ambos países de la Gran Crisis, articular sus participaciones en todos los foros en busca de un camino alternativo a las políticas y organismos financieros internacionales, como el FMI, acelerar la puesta a punto de nuestras nuevas instituciones como el CELAC y el Banco del Sur, y resolver las contradicciones y asimetrías entre nuestros países en función de los intereses estratégicos y tácticos comunes.
Fuente:TiempoArgentino

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