lunes 26 de marzo de 2012
Rafael Correa en RTE: Otra batalla en la Guerra de IV Generación
Por Miguel Guaglianone (BARÓMETRO INTERNACIONAL)
La confrontación por la conquista de las mentes, las emociones y los espíritus de la gente, que se está dando en todo el mundo (la que los propios militares han llamado la Guerra de Cuarta Generación), desarrollada sobre todo a través de la acción de los medios de comunicación, es el escenario bélico más encendido y extendido en nuestros días.
Más allá de las guerras convencionales de conquista (Irak, Afganistán, Somalia, Siria, Irán, etc.) que ya se están llevando a cabo sobre todo en áreas geoestratégicas o poseedoras de recursos fundamentales de países periféricos; es a lo largo y ancho del espectro comunicacional que abarca como una apretada red todo el planeta, que se desata incesante el hegemónico bombardeo (que viene por supuesto desde los poderes establecidos y desde los países centrales) de sus criterios políticos y económicos, valores, juicios y formas de vida, con el objetivo principal de imponer a las grandes multitudes las razones y justificación de la dominación ejercida por los amos del poder, y que hoy más que nunca intentan mantener.
Gran parte de esa acción alienante de la red corporativa internacional de medios de comunicación se produce en forma subrepticia, a partir de intrincados e invisibles mecanismos de persuasión, pero hay una parte de ella que no sólo es transparente y evidente, sino que en algunos casos llega a ser brutalmente grosera.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, según el mismo relata, realizó la primera visita de un mandatario de ese país a Turquía. Al regreso debió realizar una parada técnica en Murcia (España) y al llegar allí fue invitado por Mariano Rajoy, actual presidente de ese país, a una reunión en Madrid, que aceptó de inmediato. En el entorno de esa reunión, el canal internacional de 24 horas de la Radio Televisión Española le realizó una entrevista a través de la periodista Ana Pastor, jefa de los servicios informativos del canal. (Ver la entrevista en http://www.aporrea.org/internacionales/n201183.html )
Para quienes estamos desde hace tiempo en medio de esta guerra que mencionamos, no es de extrañar el abuso y los excesos cotidianos cometidos sobre todo por los medios corporativos (en general los privados), pero aún así, la soberbia, el autoritarismo y el desparpajo esgrimidos en ocasiones como la que relatamos, no deja de provocar una sorda indignación y la necesidad de una respuesta.
El programa comenzó de un modo normal, inclusive haciendo referencia tanto entrevistadora como entrevistado a una conversación previa en estudios antes de comenzar el programa, pero poco a poco y en la medida que Correa iba, no sólo contestando sino también dejando sentadas ciertas verdades tales como la injusticia de las leyes españolas, que en el caso de las hipotecas inmobiliarias condenan a las personas y no al capital, o el peso y la presión que los medios de comunicación aplican políticamente sobre los presidentes, sobre todo en Latinoamérica, comenzó a aparecer por allí los que los propios españoles denominan “mala leche”, y las preguntas, actitudes de la entrevistadora y materiales presentados llegaron a convertirse en un ataque personal a Rafael Correa. El ataque frontal comenzó con la presentación de un video con declaraciones conseguidas en Ecuador “por el corresponsal de RTE”, emitidas por el hermano mayor del presidente, atacándolo, y aunque Correa ya había respondido sobre su hermano en las preguntas anteriores sobre el tema, y explicado claramente que esto le era muy doloroso a nivel personal, la insistencia –luego de pasado el video– de volver sobre lo ya respondido, mostró una intención que ya no era de entrevistar, sino de atacar al entrevistado. El punto álgido llegó cuando la periodista fue al tema de los medios de comunicación, de los “ataques sobre y peligros para la libertad de expresión”, de las “condenas internacionales” de parte de “The New York Times”, de “Amnistía internacional” y de “Human Rigth Watch”, al supuesto riesgo que corre la libertad de expresión en Ecuador, que significan la sentencia de un tribunal a favor del Presidente Correa por “injuria” de parte del periódico “El Universo”, o el proyecto de ley que está considerando el Congreso ecuatoriano sobre la regulación legal de los medios, o el de ley electoral que prohíbe el uso institucional de los medios para apoyar candidaturas y posiciones políticas.
Las respuestas del presidente Correa, y su insistencia en ir hacia la verdad fueron molestando de tal manera a la entrevistadora, que en un momento cuando éste le pregunta “¿Ud. cree que yo soy un dictador, Anita?” la respuesta textual fue “¡Yo no contesto preguntas, yo las hago, y no permito que me llamen Anita!” (forma como Rafael Correa venía nombrándola cariñosamente desde el principio del programa). De ese tono quedó la intervención, que supuestamente debía ser “objetiva” y “moderada”, de quien conducía el programa, que de todas maneras guardaba bajo la manga otros temas, como el supuesto enfrentamiento de los movimientos indígenas contra el gobierno de Correa.
El saldo de la entrevista fue claro, Rafael Correa no sólo desmontó los ataques programados, sino que dejó firmemente establecidas sus posiciones y las de su gobierno. Para lograrlo, usó una forma de discurso que hace tiempo viene empleando, conjuntamente con el presidente Chávez y el presidente Evo Morales, de manejarse no con los preconceptos y supuestos (y clisés) determinados por el “establishment”, sino con las verdades evidentes en el mundo real, y llamando al pan, pan y al vino, vino. Y todo esto lo hizo con el tono de altura, respeto y simpatía que lo caracterizan. Lo que sucede generalmente es que este tipo de discurso, que cuestiona esencialmente los mitos del poder establecido, provoca generalmente (y en Venezuela lo vemos cotidianamente) el enfurecimiento de las derechas sustentadoras del status quo, que se quedan sin verdaderos argumentos y que entonces recurren sistemáticamente a la descalificación y al insulto (sobre todo a nivel personal).
La guinda del pastel fue el panel que al finalizar la entrevista colocó el canal para comentarla. Una conductora del canal y tres periodistas, Marisa Cruz, periodista de “El Mundo”, Fernando Berlín director de radiocable.com y Luis Aizpeolea, de “El País”, realizaron un feroz ataque a todo lo que Correa había dicho y esgrimido en esa entrevista. Allí no sólo hubo la descalificación personal, tildándolo de soberbio o prepotente, sino cosas como la valoración automática de que es “un populista”, epíteto que pareciera ser por sí solo absolutamente inhabilitante (y que generalmente se emplea en mandatarios elegidos con amplios votos de la población) o la indignación de todo el panel porque alguien se atrevía a cuestionar a los medios de comunicación, calificándolo inmediatamente de censurador o controlador. Se llegó a decir el disparate de que si bien los medios de comunicación no tenían el aval del voto de la población, son el único sistema que garantiza el control de la democracia. Usando las mismas lógicas que en nuestro continente utiliza la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) que trata de identificar a los medios de comunicación como voceros y representantes de la población, o que confunde la opinión de los dueños de esos medios con la opinión pública, estos periodistas unánimemente se expresaron como los portavoces del status quo de dominación. Curiosamente, la representante de la Radio Televisión Española se identificó totalmente con esas posiciones, colocando un medio público (que si bien es cierto que hoy está manejado por el PP, debería conservar una cierta independencia) en la misma trinchera de los medios privados de todo el mundo.
El propio panel fue una muestra de la absoluta hegemonía de una sola voz, la del ataque y descalificación al entrevistado, en ningún momento apareció la mínima consideración por parte de alguien, de sus razones y argumentos.
Inclusive fue posible percibir allí ese menosprecio que surge a veces (y sobre todo en España) entre su “civilización” y nuestra “barbarie”, el mismo que los hace calificarnos despectivamente como “sudacas” y que en este caso pareció exacerbado por la explicación del economista Rafael Correa, de cómo Latinoamérica parece estar enfrentando la crisis económica general que afecta a los países centrales, con políticas diferentes a las pretendidas soluciones neoliberales (palabra que utiliza el autor y que Correa nunca empleó en la entrevista) que ellos están aplicando, y con relativo éxito.
En definitiva, una clara muestra más de la manipulación, ocultación, engaño y alienación de la acción de los medios corporativos de comunicación, una respuesta adecuada de alguien que es parte de los nuevos vientos de cambio que están soplando desde Nuestramérica, y una nueva escaramuza victoriosa en la asimétrica Guerra de Cuarta Generación.
Fuente:Argenpress
lunes 26 de marzo de 2012
Victoria para el movimiento social organizado, derrota política para el gobierno
Por Guido Proaño
La Marcha por el Agua, la Vida y la Dignidad culminó el día 22 con una imponente movilización en Quito, y como respuesta al presidente de la República no se le ocurrió otra cosa que decir que fue un fracaso. Aseveraciones de ese tipo, que no faltan en el discurso oficial y expresan prepotencia y desprecio, provocan pérdida de credibilidad en Rafael Correa.
No podía esperarse una reacción diferente si desde un inicio su estrategia comunicacional estuvo orientada a minimizar el número de marchistas, a más de tipificar su acción como antidemocrática, golpista y financiada por grupos de derecha. Pero al contrario de lo que el gobierno pretende hacer creer, la jornada iniciada el pasado 8 de marzo marca un punto muy importante en la reactivación y desarrollo del movimiento social ecuatoriano que combate la política anti popular y antidemocrática del régimen.
Durante los dos períodos presidenciales del correísmo, éste ha tenido la capacidad de poner y cambiar la agenda política del país de acuerdo a sus necesidades e intereses; ahora el movimiento social organizado llevó a la sociedad ecuatoriana a discutir un tema candente (como la política minera del gobierno), centró la expectativa nacional en torno a qué ocurriría en Quito el día 22 y llevó al presidente de la República y su aparato político a una actitud defensiva.
Si algo fracasó en estos día fue la estrategia anti marcha elaborada por el gobierno que puso en juego la actividad de varios ministerios, secretarías y del mismo presidente Correa, y tuvo como propósito: impedir que la Marcha por la Vida gane simpatía y adhesión, que sea vista como un movimiento antidemocrático y, en una suerte de competencia numérica, inferior en capacidad de movilización a las fuerzas gobiernistas.
Esto último falló desde un inicio. Las contra marchas organizadas los primeros días de la jornada iniciada en Zamora Chinchipe, a las que movilizaron empleados públicos con banderas de Alianza PAIS, se mostraron inferiores a la realizada por los movimientos sociales, por lo que debieron ser suspendidas. La última de ese tipo se efectuó en el Parque Calderón, en Cuenca, en donde no más de 80 personas hicieron una “vigilia por la democracia” bajo las oficinas de la Gobernación y con una custodia policial impresionante. Era evidente que con ese tipo de mítines el gobierno daba muestras de debilidad y no de fortaleza por lo que fueron abandonados y principalizadas las ferias ministeriales.
En otras palabras, el gobierno se vio forzado a dar un paso atrás en una parte de su línea de acción, lo que pudo ser reivindicado por el movimiento social como una inicial victoria. A ella se sumaron otras: la decisión del gobierno de dejar sin efecto su intención de elevar en un 25% las tarifas de transporte interprovincial e intercantonal, el anuncio de que el denominado “areteo” del ganado ya no sea obligatorio sino opcional y la reducción de la jornada laboral para los maestros que trabajan en locales escolares en malas condiciones materiales, aspectos contenidos en la plataforma de lucha de la marcha.
Ésta también puede reivindicar para sí que el gobierno haya entregado algunos miles de dólares a gobiernos secciones de provincias por donde atravesó y la entrega de títulos de propiedad a campesinos en Tungurahua. Medidas tomadas por el gobierno para distanciar a sus beneficiarios de la protesta, que no se las hubiera adoptado de no haberse efectuado esta jornada de protesta.
La adhesión, la solidaridad popular mostrada a lo largo de los cerca de 800 kilómetros recorridos y la masiva concurrencia en Quito el día 22 también dan cuenta que la estrategia comunicacional del gobierno no tuvo los resultados esperados. A pesar de la asfixiante propaganda en radio y televisión el régimen no pudo convencer que se trataba de un movimiento anti democrático, desestabilizador y golpista; por ello, y en demostración de desesperación y bajeza, acudió al racismo. En la sabatina del 10 de marzo, Rafael Correa, despectivamente, señaló que no permitirá “que la izquierda infantil, con plumas, con ponchos, desestabilice ese proceso de cambio”; los denominados medios públicos empezaron a hablar de que los caminantes estaban motivados por el alcohol y en las paredes de varias ciudades aparecieron frases como “Tibán india corrupta” y monigotes alusivos a dirigentes del movimiento indígena con expresiones similares.
Otro punto en el que la estrategia gubernamental fracasó es el intento de mostrar como una protesta “solo” del movimiento indígena y, luego, pretender dividir a los actores de la misma entre quienes son susceptibles de participar en un posible diálogo y otros con los que no es factible (como los influenciados por el Movimiento Popular Democrático), en una vieja estrategia de satanización política utilizada por los anteriores gobiernos neoliberales.
La respuesta a esos intentos vino desde sus propios actores: primero, porque desde un inicio quedó en evidencia que los pilares fundamentales de esa marcha fueron las fuerzas del movimiento indígena agrupadas en la Conaie con sus filiales y las organizaciones integrantes del Frente Popular; luego, en Cañar, el 14 de marzo, se hizo público el Mandato de la Marcha Plurinacional que contiene 19 puntos que recogen reivindicaciones de trabajadores, indígenas, campesinos, jóvenes, comerciantes minoristas, mujeres, etc.; y, tercero, los dirigentes de la misma no cayeron en la trampa del discurso gubernamental y rechazaron ese intento de crear fisuras y dividir las fuerzas.
Lo que Correa catalogó como una acción desestabilizadora de “cuatro pelagatos” y de un “grupo de garroteros” en realidad fue una gran movilización social de protesta de la que el gobierno sale afectado, pues, tuvo que dar pasos atrás e inclusive en un momento ensayó un discurso aparentemente conciliador (cuando dijo estar dispuesto al diálogo con algunos sectores), contrario al confrontador, amenazante e insultante.
El movimiento social organizado y las fuerzas de la auténtica izquierda que actúan en su interior han ganado espacios y mayor simpatía en la sociedad ecuatoriana. La Marcha por la Vida, la Dignidad y la Soberanía abre una puerta para que la protesta social tome más vuelo rompiendo ese miedo que efectivamente existe en algunos sectores, debido a la política de criminalización de la protesta impuesta por el gobierno.
Los caminantes por la vida ahora están en sus puntos de origen, saben que fueron actores de una importante batalla política que, sin duda, es ejemplo para nuevas acciones. Bien vale recoger una conocida frase: luego del 22 de marzo, la lucha continúa.
Fuente:Argenpress
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