29 de abril de 2012

Circuito Camps: “Sentí la necesidad de decir la verdad”.

“Sentí la necesidad de decir la verdad” 
Año 5. Edición número 206. Domingo 29 de abril de 2012 
Por Laureano Barrera 
lesahumanidad@miradasalsur.com 
Elso. Declaró por teleconferencia. 

Miradas al Sur habló con Juan Carlos Elso, el testigo que declaró en la Justicia haber visto viva a Clara Anahí, en 1976.

Papá, si vos no te sentás ahí a decir la verdad de lo que viste, todo lo que nos enseñaste acerca de los valores humanos, habrá sido una mentira.” A Juan Carlos Elso se lo pidió su hija, por teléfono y desde Argentina, una semana antes de su declaración por videoconferencia desde el consulado argentino en Cochabamba, en el juicio por el Circuito Camps.

–Si vos vas a estar bien, quedate tranquilo que nosotras también –agregó su hija.
Ese apoyo le dio fuerzas, confiesa Elso a Miradas al Sur desde Potosí, donde vive, para sentarse y contar todo lo que recordaba. Esos días, el ex conscripto del Regimiento VII de Infantería de La Plata había estado tan nervioso que sentía todo el tiempo una piedra en el estómago. Después de rastrearlo seis años, Chicha Mariani había logrado dar con él. “Fue una verdadera epopeya”, dijo Chicha, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, sobre esa búsqueda, cuando este diario la visitó en su casa de La Plata. El 16 de abril, Juan Carlos Elso finalmente declaró, con la presencia del juez Carlos Rozanski. “Volteé mi cara y vi a una persona de civil con el FAL colgado en el hombro, campera de jean, pantalón jean, pelo relativamente largo, barba de un par de semanas, con un pequeño bulto en los brazos. Me di cuenta de que era un bebé, por la forma en que lo tenía tomado”, recuerda Elso. Lo llevaba envuelto en una “cortina o manta” de la que ahora –en un diálogo telefónico– precisa que “predominaba un color fucsia, con motivos verdes, amarillos, varios motivos”. La misma tela que creyó ver en el patio, cuando pudo entrar, “un poco quemada”. Chicha cree que puede ser la tela con la que ella misma forró la cuna de su nieta. El testimonio de Elso no es el primero en mencionar ese bulto pequeño, envuelto en una tela, que sacaron de la casa de la calle 30 después del ataque descomunal de las fuerzas conjuntas, aquel 24 de noviembre de 1976 en que barrieron la imprenta de Montoneros y la vida de al menos cuatro jóvenes. Pero sí el más contundente de que los criminales se llevaron con vida a Clara Anahí. Elso relató que el hombre de civil –supone que era del Ejército, por el FAL– la entregó a otro en la puerta del garaje. Que el segundo la trasladó hasta una camioneta Ford azul, sin identificación, en la que esperaba un chofer. Por último, un tercer hombre subió al asiento del acompañante y el vehículo se perdió entre las columnas de humo. Aunque no pudo recordar nombres, sus descripciones pusieron a Chicha Mariani, con sus 85 años, a trabajar sobre nuevas pistas. Al mismo tiempo, el ex conscripto desbarató la estrategia judicial de Miguel Etchecolatz y sus subalternos, quienes insistían en que la bebé murió carbonizada. “Cuando estábamos en el rancho, que íbamos a cenar o almorzar con algunos compañeros, ellos decían que no se explicaban cómo el bebé había salido ileso después de tantas cosas. Era el comentario de todos”, dice. Elso alcanzó a ver dos cuerpos sin vida, rodeados de sangre. Uno de un hombre. El segundo, cree, de una mujer. “Era algo tan normal escuchar tiros, tiroteaban las comisarías, salían a perseguirlos y siempre terminaban en Arana, en camino a Punta Lara, Olmos, y siempre morían dos o tres personas adentro de los autos. Era normal vivir así”, cuenta el testigo. “Ahora ya nadie se atreve a dudar” de que su nieta está viva, en algún lugar, bajo un nombre y una historia falsos, sentencia Chicha. Pero la epopeya que concretó, empujando y empujando, tiene detalles increíbles. “Tendría que conocerse el esfuerzo que hay detrás de estas cosas”, dice Chicha. Hoy cuenta parte de esa trama a Miradas al Sur.

El atleta de Cristo. Elso tuvo durante tres décadas la espina clavada de contar lo que había visto en la masacre de la calle 30. En 1975 había llegado a la primera de Gimnasia de La Plata, pero debió interrumpirlo por el servicio militar. Cuando terminó, en marzo del ’77, tenía casi todo arreglado con el Zaragoza de España. Pero le pidieron que esperara el fin del receso del Mundial ’78. Elso pensó que había perdido. “Justo en ese lapso apareció Juan Rizzo, que era amigo de mi hermano y había jugado en Francia y la selección argentina, y me dijo que se iba a dirigir Bolivia. Buscaban un arquero: el sábado me contactó, el jueves ya estaba allá.” Hace seis años, de vacaciones en La Plata, visitó junto con su hermano y sus hijas el Museo en el que la Asociación Anahí transformó la casa de su hijo Daniel Mariani y su nuera Diana Teruggi. “Fue una emoción muy fuerte.” Allí habló con uno de los colaboradores, informalmente, pero no dejó su nombre. Durante años, los dichos de ese ex conscripto estuvieron agazapados en el corazón de Chicha. De regreso, días antes de que Evo Morales asumiera la presidencia en 2006, Elso unió en micro Buenos Aires y la antigua ciudad de La Plata. En el asiento de al lado, iba un joven del Equipo Argentino de Antropología Forense (Eaaf). Hablaron todo el trayecto, cenaron juntos en un alto del camino. Elso le repitió la historia, pero volvió a desaparecer sin dar referencias. “Lo recuerdo perfectamente, era antropólogo y estaba viajando para Centroamérica esa vez”, cuenta ahora sobre ese viaje. Hace tres años, a través de un intermediario, el joven del Eaaf se contactó con Chicha. Todo lo que sabía es que dirigía un equipo de fútbol en Potosí. Dieron vuelta la web. Llamaron a Real Potosí, a Nacional Potosí, rastreando un técnico argentino. Pero no hubo caso. Elso dirigía una escuela de fútbol más pequeña, comprada en 2004 por un empresario minero, que hoy está a siete partidos de clasificar al torneo reducido que lo puede llevar a la primera división boliviana. El 10 de diciembre pasado, un familiar lejano le escribió a Chicha. Los condujo hasta su hermano, que trabajaba en el centro de La Plata. Una persona que trabaja en un organismo de derechos humanos, casualmente, lo conocía. Lo abordaron; después de hablar con su hermano les transmitió que Elso quería sacarse ese peso del alma. Desde los 22 a los 27 años, el ex arquero del Lobo sólo leyó la Biblia. “Por las aventuras que contaba, no por religión”, aclara. Hace un año y medio, ingresó a los Atletas de Cristo, un grupo evangélico que también integran muchos jugadores de Real y Nacional Potosí. “Una semana antes de ir a declarar, tomé la decisión de bautizarme, porque sentí la necesidad de liberarme de todo y de decir la verdad.” Después, pensando en sus compañeros de cuartel, que vieron y saben más, Elso hace un silencio y apela a la palabra de Jesús. –Sólo la verdad nos hará libres.

Colimbas “Antes de declarar estaba tuerto, cojo y manco” Hasta el momento de declarar, yo estaba tuerto, cojo, manco. Estos tres meses desde que se contactaron conmigo fueron terribles. Pero después de que conté todo lo que viví, me siento muy bien. Sinceramente”, confiesa Juan Carlos Elso a la distancia. Recuerda que en el Regimiento VII de Infantería de La Plata había muchos colimbas del norte de Santa Fe y de Misiones. A ellos les pide que sigan su ejemplo. “Yo sé que hubo otros conscriptos que podrían contar muchas cosas más, no sobre éste, pero sí sobre otros casos.” Elso es el segundo conscripto que declara en un mes. La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación lanzó, hace un tiempo, una convocatoria a quienes hicieron la colimba entre 1975 y 1983 para que puedan aportar datos. Pueden hacerlo a los teléfonos (011) 51167-6523/25.
Fuente:MiradasalSur

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