Daniel Lillo, torturado con picana en Malvinas
Recuerdos que queman
Por Por Andrea Recúpero
Picana en Malvinas
03.04.2012
Por primera vez, un ex combatiente relata cómo un cabo primero lo torturó con corriente eléctrica porque se puso la capucha en una guardia. “Me dolía el oído por el frío”, cuenta. Su torturador ni siquiera llegó a entrar en combate.
Daniel Lillo, con la bandera argentina
Los soldados argentinos no sólo fueron enviados a una guerra mal preparados, también fueron torturados.
Daniel es sencillo, memorioso y de hablar pausado. Recuerda nombres, estados de ánimo, topografías. La textura del suelo y su temperatura, la posición de las rocas y sus desniveles, los estruendos de las bombas y los fogonazos. Es detallista. Se distrae y se demora en pequeñas instantáneas de la guerra hasta llegar a aquella mañana helada en la que se enfrentó a la picana que solía empuñar contra los soldados un cabo primero del Regimiento de Infantería 25, que combatió en las Islas Malvinas al mando del entonces teniente coronel Mohamed Alí Seineldín. Hasta las malas experiencias vuelven atravesadas por los resabios de energía de aquel pibe de 18 años a quien sus superiores le encomendaron “defender su bandera de los piratas ingleses”. Así avanza el relato, al ritmo de los pasos que fue dando el entonces soldado Daniel Lillo, clase 63, desde que se subió en Comodoro Rivadavia al Hércules C130 que lo llevó al archipiélago, el 2 de abril de 1982, hasta pelear en la primera línea de fuego, el 12 y 13 de junio de ese año.
Lillo, como muchos otros soldados, llegó a Malvinas con apenas un mes de instrucción. Ni siquiera pudo avisarle a su familia de su partida. Apenas unas horas antes de subirlos al avión, un suboficial les explicó que el objetivo era recuperar las islas. Eso fue todo. Llegaron el 2 de abril a la noche. “No sé si les pasará a todos, pero desde ese día yo me acuesto y me levanto pensando en las Malvinas”, confía en uno de los momentos más emotivos del diálogo con Veintitrés. Se emociona y emociona. “Ahora puedo hablar, me hace bien, cuando volví pasé diez años sin hablar. Lo comenté con pocos, con mi familia. No habíamos ganado. Sentíamos que éramos culpables. Hicimos lo que pudimos”, se reconforta, como si aún quedara algo de ese sentimiento de culpa latiendo en su respiración. “Algo nuestro quedó allá, la juventud, las ganas. Una parte mía está ahí”, afirma.
Dominada la emoción, Lillo avanza hacia otras sensaciones, la inclemencia del clima, la falta de comida y los maltratos. Cuenta que fue testigo de los estaqueos prolongados, inmersiones en el agua congelada, incluso en el mar, que sufrieron muchos de sus compañeros, acusados de robar comida o de mala conducta por sus superiores. “Yo no encontraba explicación al estaqueo de un soldado. Para mí no va. ¿Quién iba a levantar a un superior si lo herían? Nosotros. ¿Entonces por qué ese maltrato?”, se pregunta.
Veintitrés publicó en su edición del 9 de febrero pasado los testimonios exclusivos de tres ex combatientes que sufrieron tormentos en las islas, Pedro Benítez, Pablo De Benedetti y Francisco Polerecki, quienes fueron víctimas de tormentos y forman parte de la causa. El testimonio del ex soldado Daniel Lillo, al que accedió esta revista y que no forma parte de la causa, suma un dato espeluznante: la picana, sinónimo de violación a los derechos humanos durante la dictadura, también fue utilizada para atormentar a los soldados argentinos. Esta revelación no hace más que confirmar lo que vienen denunciando los ex combatientes: que los militares de carrera martirizaron a los soldados con los mismos métodos que utilizaron en los campos clandestinos de detención para torturar a los detenidos-desaparecidos.
Lillo es capaz de reproducir los diálogos con sus superiores como si hubieran tenido lugar hace un par de horas. Daniel es buen narrador. Recurre a la elipsis, a los silencios y a los cambios abruptos de punto de vista para contar hasta donde quiere, hasta donde puede, lo que vivió cuando el cabo primero López lo descubrió durante una guardia nocturna con la capucha de la campera puesta, algo que estaba prohibido a pesar de las bajas temperaturas. “Era de madrugada y me dolía mucho el oído. Teníamos prohibido ponernos la capucha durante las guardias. Pero el frío y el viento eran tan fuertes que no aguantaba. Entonces me saqué el casco, me puse la capucha y encima de nuevo el casco. Como ahí el terreno es esponjoso, sentí que alguien se acercaba. Era el cabo primero López. No tuve tiempo de sacarme la capucha. Le expliqué que me dolía mucho el oído. Me dijo que eso no era excusa y me ordenó que al otro día lo fuera a ver a Guajardo. Yo sabía que ir con Guajardo era ir a ponerte corriente”, revela Lillo. “M., D. y otros soldados fueron picaneados y yo lo sabía”, añade.
A la mañana siguiente, López le recordó que debía cumplir con la orden que le había impartido. En este punto del relato, Lillo reconstruye el diálogo con Guajardo. “Apenas me ve, le digo que me mandó el cabo primero López porque me encontró en la guardia con la capucha puesta. Qué boludo sos milico. Ustedes siempre haciendo cagadas, me dice. Para mí no era grave, ellos lo veían grave. Bueno sacate los borceguíes, me dice, y saca un bolsito con una especie de batería adentro, tipo teléfono de esos de antes, grande, con dos cables que tenían forma de anillo en las puntas. Y entonces me dice que me saque los borceguíes. No mi cabo primero, le digo, los borceguíes no me los saco porque si yo me saco los borceguíes al estar todos mojados los pies tengo más descarga. Yo ya sabía porque me lo habían contado los soldados que ya habían ido, M., un cordobés que sufrió muchísimo los castigos de Guajardo. Entonces le estiro la mano y me puso un cable, cuando me va a poner el cable en la otra mano le saco la mano, le pido otro castigo pero no corriente, que me deje sin comer, cualquier cosa, pero corriente no”, relata Lillo y se detiene. Fue muy valiente cuando se negó a sacarse los borceguíes, a desobedecer una orden en medio de la guerra, pero sabía que ese tormento, la corriente, como la llama, era lo peor que le podía pasar si estaba descalzo sobre el terreno húmedo. “El cabo primero estaba esperando que yo grite, como no escuchó porque me negué a la picana, me bailó y me echó de la posición. Me mandó a ver al subteniente. Dígale que yo no lo quiero en mi posición porque se me puede escapar un tiro”, lo amenazó. Según Lillo la picana estaba armada con un teléfono de campaña que tiene una bobina, que al darle manija se activa. “Cuanto más rápido le daban a la manija, más fuerte era la descarga”, explica.
Pero por esas cosas de la guerra, al día siguiente las cosas empeoraron en el frente y ni López ni Guajardo pudieron seguir atormentando a Lillo. En cuestión de horas avanzaron los hechos que los llevaron hacia la primera línea de fuego. “Tuvimos que atravesar todo el pueblo caminando. Seis o siete kilómetros. Atacaban día y noche, muchos murieron ahí. El cabo primero López no aguantó, dijo que estaba lastimado en un pie y a la primera noche lo trasladaron al hospital. Sabía maltratarnos, pero no aguantó los bombardeos”, relata.
Tras la derrota, Lillo reconoce que se sintió mal pero que ya tenía ganas de volver a su casa, de ver a su madre, a su padre y a sus trece hermanos. Y también a su novia, con quien se reencontró, tuvo dos hijas y hoy es su mujer. “La fuerza me la dio la fe y la familia. Creo mucho en Dios. Muchos todavía no quieren hablar de la picana, de los maltratos”, reflexiona Daniel. Aunque asegura que una parte suya se quedó allá, en las Malvinas, una parte de aquel joven que fue a la guerra “sin saber a dónde iba pero convencido de que había que defender la bandera” permanece intacta con él. Su determinación para contar lo vivido, su búsqueda de la felicidad en las cosas simples de cada día, levantando “ladrillo a ladrillo” su casa en el terreno que le cedió el municipio de Rawson, Chubut, por ser ex combatiente, y la convicción de que es necesario dar testimonio para que se conozca la verdad, lo demuestran.
Fuente:Revista23
LAS MALVINAS SON ARGENTINAS
07-04-2012
Siete Nobel de la Paz dicen No a la militarización y Sí al diálogo
Por Adolfo Pérez Esquivel.
El Comité Internacional por la Resolución Pacífica del Conflicto de Malvinas, presidido por Adolfo Pérez Esquivel, continúa la campaña internacional de adhesiones para solicitar al Gobierno de Gran Bretaña que atienda las reiteradas resoluciones de la Asamblea General de Naciones Unidas y de su Comité Especial de Descolonización, llamando a reanudar las negociaciones para encontrar una solución pacífica a la controversia de soberanía por las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.
A la solicitada dirigida al Primer Ministro Británico David Cámeron (leer aquí), se sumó la liberiana Leymah Gbowee, recientemente galardonada con Premio Nobel de la Paz. También adhirieron el ex director general de la UNESCO y Presidente de la Fundación Cultura de Paz, Federico Mayor Zaragoza, Veteranos de Guerra, Organismos de Derechos Humanos, organizaciones ecuménicas, eurodiputados, diputados nacionales, escritores, periodistas, estudiantes, sindicalistas, etc.
Pérez Esquivel expresó que "el legítimo reclamo de soberanía por las Islas Malvinas no debe ser asociado con el belicismo represivo de la Dictadura Argentina. La Guerra de las Malvinas iniciada hace 30 años fue la excusa de dos gobiernos para sumar apoyo y legitimidad a costa de la sangre de sus pueblos".
Señaló que el Ejército Argentino estaba preparado para la represión interna y no para la defensa de la soberanía nacional. "Esto quedó claramente expuesto en los crímenes y vejámenes que sufrieron los soldados argentinos por parte de sus oficiales superiores. El Gobierno dictatorial, que no representaba al pueblo argentino, tuvo un frustrado intento de mejorar su imagen interna".
Del otro lado, remarcó que Margaret Thatcher ejerció la defensa de un enclave colonial estratégico que le brindó mucha popularidad y la ayudó a ganar las elecciones del año 1983. "Mientras ocurría el conflicto hicimos una campaña de solidaridad junto a Mairead Corrigan Maguire y el Consejo Británico para la Paz, con el objetivo de salvar vidas, afirmar la paz y detener la guerra. Sin embargo Gran Bretaña fue el único país no dictatorial que me negó el ingreso junto con Chile y Paraguay, que sí estaban bajo gobiernos dictatoriales. No querían que hubiese lugar para propuestas de paz y de diálogo".
Recuperando el simbolismo de la famosa "Marcha de la sal" de Ghandi en la India, contra el monopolio británico de ese recurso básico, el Presidente del Servicio Paz y Justicia recordó que este es un llamado a todos los ciudadanos del mundo a aportar su adhesión y a considerar ese aporte como un grano de sal, que se convertirá en un puñado de rebeldía no violenta para asegurar los recursos naturales y la soberanía territorial de Argentina y América Latina.
Finalmente comentó que a fines de abril viajará a Londres luego de varias décadas y que le gustaría poder reunirse con el Primer Ministro David Cámeron: “esta es una campaña por el diálogo y para derribar los muros de la intolerancia. Siempre se pueden pensar alternativas”.
Invitamos a todos los ciudadanos del mundo a enviar sus adhesiones a: granosdesalpormalvinas@gmail.com
ó wereclaimdialoguemalvinas@gmail.com
Las adhesiones se recogerán hasta el 22 de abril.
Fuente:Alainet
Envío:Cecilio M. Salguero


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