Humor como Resitencia, Caseros - El Ritual del traslado y el cura golpeador
Plan de exterminio: Arrazar la hierba, arrancar de raíz hasta la
última plantita todavía viva.
Regar con sal la tierra, después de matar la memoria del ayer.
Para concientizar las concoencias suprimirlas, vaciarlas de pasado.
Aniquilar todo testimonio de que en la comarca hubo algo más que
cárceles y tumbas.
Película Malajunta
Caseros: el "ritual del traslado" y el cura golpeador
"
Cuando escuchabas la palabra traslado, temblabas. En Córdoba significaba que te mataban", dice el testimonio de un ex preso político conseguido por la investigadora María del Carmen Rubano para su tesis19, que luego publicaría resumida la Universidad Nacional de Entre Ríos.
Por su parte Alejandro Richardet, quien fue uno de los entrevistados por la Licenciada Rubano, esta convencido de que los militares actuaban con desmedida violencia por razones de seguridad y por cobardía; dice que los traslados se trataban de "golpizas sistemáticas con interrogatorios de una, dos o más horas. Si, el ritual del traslado es paliza ", asegura.
Una de las peores que sufrió, tuvo lugar en el viejo penal de Caseros, donde permaneció treinta días en situación de desaparecido junto a su "compadre ", Jorge Taleb. Allí, las "imprenteadas" (requisas con golpes y amenazas incluidas) se practicaban a diario.
El traslado hasta aquella cárcel se realizo en avión. Los detenidos viajaban vendados, encapuchados, esposados de pies y manos y atados al piso de la aeronave, mientras tanto sus guardias leían los expedientes de los condenados y los golpeaban uno por uno. El Paty recuerda que a la lectura de cada expediente o legajo correspondía una serie de patadas y trompadas. Luego, el método de "atontamiento" se completaba con la apertura de la puerta del avión, en ese instante los presos sentían el viento en la cara, el miedo, la angustia, "pensábamos: -bueno, ahora nos tiran de a uno-. Por ahí sentíamos un ruido, que podía ser un gomazo contra la cabeza de alguno de nosotros, y creíamos que era un disparo. Nuestra consigna era no hablar, no decir nada porque te pegaban peor". Al mismo tiempo oían que los custodios hablaban entre ellos y uno decía: "tíralo a este hijo de puta, total, ¿quien se va a dar cuenta?". La presión ejercida, era prácticamente insoportable.
Al llegar a la cárcel, el recibimiento fue el acostumbrado. Los detenidos eran desnudados y conducidos mediante golpes y empujones hasta un pasillo donde los esperaban los guardias, formados en hilera, listos para "propinarles" la bienvenida a los pabellones, "llegó un momento en que íbamos en el aire, nos llevaban sin tocar el piso, a patadas eh ", dice Richardet y se ríe, pensando como era posible que le doliera tanto el cuerpo.
La paliza logró que algunos de ellos terminaran agotados, exhaustos, acostados en el pasillo, sin embargo continuaron sufriendo apremios, lo cual llevó a uno de los presos a reflexionar: "la puta, tan mal estamos que hasta una vieja me patea".
El Paty no recuerda quien lo dijo, pero tiene grabada la imagen de un borceguí aproximándose hacia su frente. No alcanzó a esquivar el golpe. Me dejó un chichón parecía el unicornio azul, del hematoma Apenas pudo, levantó la vista, "no era una vieja, era un cura, de sotana y borceguíes. Una escena de realismo mágico”.
(Fragmento de El militante Historia de vida de Alejandro Richardet de Marcelo)
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