“Toda la vida con las mismas convicciones”
La Presidenta lo recordó desde Bariloche. Sus amigos, familiares y compañeros estuvieron en la Secretaría de Derechos Humanos y luego en la Chacarita.
Por Alejandra Dandan
Luis Alen, su segundo en la secretaría, dijo que Duhalde “fue un militante de la dignidad humana y por eso es tan valorada su vida y tan dolorosa su pérdida”.Imagen: Guadalupe Lombardo
Lo velaron durante toda la noche en la planta baja de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, donde dio sus últimas batallas. Pasaron por allí muchas personas vinculadas con la militancia de los últimos cincuenta años del país, que fueron también su vida. Desde los ministros del gobierno nacional, sus compañeros de viejas agrupaciones políticas, los presos políticos a los que defendió durante las distintas dictaduras, hasta los buscadores de cartones que en la madrugada se abrieron espacio en la sala para entrar a despedirlo. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner también lo recordó. Dijo que tuvo “toda una vida de militancia, de lucha, de exilio, con las mismas convicciones” (ver aparte). A las tres de la tarde, Eduardo Luis Duhalde hizo su viaje final hasta el cementerio de la Chacarita. Después del responso, Luis Alén, segundo en la Secretaría de Derechos Humanos y uno de sus amigos, lo saludó como “un militante de la dignidad humana” y un “maestro no sólo político, sino de la vida”. Entonces les dijo a él y a todos: “¡Por eso, compañeros, ¡Eduardo Luis! Presente. Ahora. ¡Y siempre!”.
Por la despedida de Eduardo Luis Duhalde no pasaron quienes integraron los distintos momentos de su vida. No sería justo decirlo así, porque lo que esas presencias marcaron a lo largo del tránsito incesante de más de un día es que lo que podría pensarse como pasado siguió siendo presente en el momento de su muerte.
Por el edificio de la calle 25 de Mayo, el corazón desde donde dio sus últimos combates políticos, en torno de las muchas dimensiones de los juicios de lesa humanidad, se acercaron los presos políticos a los que defendió desde fines de los sesenta y los años setenta. Entre ellos pasaron Eduardo Jozami, Carlos Laforgue y Ramón Torres Molina. Todos ellos continúan vinculados con las políticas de la secretaría. Estuvieron Judith Said y Graciela Daleo, que lo conocieron en el exilio en España, cuando él empezó a ordenar, dicen que a mano, los testimonios que recogió la Cadhu (Comisión Argentina por los Derechos Humanos), que sirvieron para quebrar el bloqueo informativo de la dictadura difundiendo en los foros internacionales lo que sucedía en el país. También ellas son parte de ese pasado que se extendió en el presente. Graciela es sobreviviente de la ESMA, Judith es la coordinadora general del Archivo Nacional de la Memoria. También pasaron por allí el vicepresidente Amado Boudou, los ministros Julio De Vido y Nilda Garré; Juan Manuel Abal Medina padre e hijo.
Las más de 120 coronas que terminaron ganando espacio sobre la calle marcaron también su biografía. Una de ellas evocaba su tránsito en las agrupaciones de la izquierda peronista como la FAP. Otra era del Pueblo Peronista; otra estaba dedicada por el hijo de Felipe Vallese, que encontró refugio en su secretaría. Estaba la de Luis Beder Herrera, el gobernador de La Rioja, con quien Duhalde compartió charlas como enamorado de la historia riojana, de Felipe Varela y del Chacho Peñaloza. También estaban las coronas del tiempo presente como La Cámpora, Hijos y las que marcaban con la muerte la idea de un tiempo de tregua y reconocimiento, como la de Diego Santilli, ministro de Gobierno porteño, o la de la conducción de la CGT.
En la sala, lo acompañaron sin moverse sus cuatro hijos, Mariano, Patricio, Santiago y María Laura, pero también estuvo Pablito, uno de los hijos por adopción a quien Duhalde se llevó al exilio para protegerlo. Estuvo su mujer, María Laura Bertolucci. Sus dos hermanos, Marcelo y Carlos María, que voló a verlo desde España. Estuvo todo el tiempo Luis Alen, que ingresó como muchos de los que estaban ahí a los linajes de parentescos construidos desde la política. Como Lilia Ferreyra, la viuda y compañera de Rodolfo Walsh.
Cuando la caravana dejó el centro y llegó al cementerio de Chacarita, unas doscientas personas lo esperaron frente a la capilla. Los dedos en V, los primeros aplausos. Y un sacerdote que durante el responso habló de que los muertos no mueren porque algo de ellos sigue vivo. Eduardo Luis volvió a salir hacia el edificio donde iban a cremarlo. Antes de que nadie pudiera improvisar un escenario distinto, en esa última parada se abrió el tiempo de una despedida.
Eduardo Jozami habló del trabajo con Rodolfo Ortega Peña. Los definió como “las figuras que se convirtieron en el símbolo de los abogados de los presos políticos. A mí –dijo– me tocó ser uno de esos presos en 1972, o mejor dicho uno de esos secuestrados, pero veo acá a muchos que estuvimos presos en esos años y que tienen el mismo reconocimiento”.
Jozami, coordinador del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, del espacio de la ex ESMA, le había dedicado un homenaje semanas atrás, mientras Eduardo Luis estaba internado después de haber sido operado de urgencia por un aneurisma en la aorta abdominal. Jozami inauguraba ese día una instalación de diez paneles de vidrio con la transcripción de la carta a la Junta Militar de Rodolfo Walsh. Le había pedido especialmente a la familia de Duhalde que se acercara para el acto, porque ésa fue una de las últimas cosas por las que peleó.
Jozami marcó algunos de los hitos de la vida de Duhalde. Su ingreso a la carrera de Derecho; la Revolución Cubana, que le permitió pensar una América latina diferente. La “producción de historia argentina junto a Ortega Peña, con quien construyeron una épica popular de la historia que dejó una huella profunda en nuestra generación”, dijo. El revisionismo histórico no rosista, sus clásicos Felipe Varela o el Chacho Peñaloza y el momento en que “dijeron que no eran textos históricos, sino que eran textos de combate y se habla de una épica popular, pero quien los lee hoy no solo ve su preocupación por los datos, sino una mirada profunda”.
Hubo espacio para otras marcas: su trabajo de abogado con los presos de Trelew, el libro El Estado terrorista argentino, como el primero que tipificó el exterminio argentino, antes de la Conadep y el Nunca Más. Y más acá, habló de su nombramiento en la Secretaría de Derechos Humanos y dijo que Néstor Kirchner “designó a la más competente persona y acertó, porque para una gestión que se sabía que iba a ser histórica y transformadora, estaba eligiendo a una de las figuras representativas del movimiento popular argentino”.
Luego, Luis Alen tomó la palabra. “Voy a hablar del otro Eduardo –dijo–, del generoso, del hombre de corazón abierto, del que tenía las manos abiertas a todos o el amigo fiel de todos sus compañeros.” Duhalde, dijo, “fue un militante de la dignidad humana y eso es lo que hace tan valorada su vida y tan dolorosa su pérdida”. Lo recordó especialmente en estos últimos años, cuando desde la secretaría se puso a recorrer provincia por provincia para convencer a cada gobernador de abrir un espacio destinado a las políticas de derechos humanos. “No es casualidad –dijo– que estén hoy acá desde sus amigos de la adolescencia hasta los amigos de los 72 pletóricos años aprendiendo del que fue nuestro maestro, no solo político sino de la vida.” Y después, citando a Ortega Peña, dijo que alguien decía que la muerte no duele, que lo que duele es la vida indigna. Así fue que terminó con el “¡Eduardo Luis, presente!”. Duhalde siguió solo. Hubo quien levantó la mano para despedirlo.
Homenaje de CFK
La presidenta Cristina Fernández recordó ayer al fallecido secretario de Derechos Humanos Eduardo Luis Duhalde como un “luchador en derechos humanos” y un hombre que dedicó “toda una vida a la militancia”. “Tuvo toda una vida de militancia, de lucha, de exilio y de retorno del exilio con las mismas ideas, las mismas convicciones, sin grandes alharacas, sin hacer alarde de lo que había hecho o dejado de hacer, porque no lo necesitaba”, destacó la Presidenta, quien consideró que su “historia y sus propias convicciones así lo demostraban”. En un acto desde Bariloche, la Presidenta se refirió así a Duhalde, quien falleció tras varias semanas de internación por una aneurisma en la aorta abdominal.
Amnistía Internacional
Amnistía Internacional Argentina manifestó “su profundo pesar” por el fallecimiento de Eduardo Luis Duhalde, secretario de Derechos Humanos. “Su trayectoria –señaló el organismo de derechos humanos– como defensor de presos políticos lo vinculó al movimiento de derechos humanos, movimiento en el que militó y al que dedicó gran parte de su vida. El Dr. Eduardo Luis Duhalde se preocupó siempre por impulsar y mantener vivos los procesos y juzgamientos contra los represores de la dictadura, comprometido y coherente con esta causa trabajó siempre en la protección y promoción de los derechos humanos, así como en la construcción de espacios de fortalecimiento de esos derechos. AI lo recuerda hoy con admiración.”
OPINION
Seguirá guiándonos
Por Ciro Annicchiarico *
Superada la etapa adolescente del compromiso sólo intelectual, inicié mi militancia política en 1970 en el Peronismo de Base. Mis referentes máximos en el compromiso y la acción, al igual que de cientos de compañeros, eran entre otros Envar El Kadri, Eduardo Luis Duhalde, Rodolfo Ortega Peña. Máximos e inaccesibles en la labor cotidiana para los jóvenes militantes. Los últimos fueron también ejemplo para mí en el ejercicio de la abogacía. Ortega Peña llevó el derecho a su estado más alto de combate, el de ponerlo en crisis desde una banca de diputado y mostrar que legislador y ley pueden estar del lado de los oprimidos. Mi estudio jurídico está presidido, guste o no a las visitas, por una foto de Ortega Peña, con la transcripción al pie de su potente máxima: La muerte no duele. Lo que duele es no estar a la altura de las circunstancias. Lo que duele es no hacer lo que nuestros defendidos esperan de nosotros.
“Duhalde, el Bueno” llevó adelante, como pocos, el compromiso del abogado consciente a favor de los perseguidos por luchar contra la injusticia social. Defensor de presos políticos, de los que siempre están y dignifican nuestra profesión. Pero además intelectual de fuste, intérprete lúcido de la realidad social y política. El Estado terrorista argentino es obra esclarecedora y de referencia imprescindible. Sobrevinieron la dictadura genocida, el exilio, las batallas gloriosas, la recuperación de nuestra limitada democracia, las voluntades dispersas, las claudicaciones oficiales, la alborada imprevista. Entonces los misterios del devenir hicieron que un día de 2002, en la presentación de un libro mío sobre seguridad pública, quedara pasmado al ver de pronto entrar a la sala a Eduardo Luis Duhalde. Mi ejemplo de compromiso, referente inaccesible otrora, aparecía llevando en las manos un ejemplar de mi libro. Se lo había enviado al casi desconocido Néstor Kirchner, entre otros tantos candidatos de entonces, pretendiendo difundir lo que para mí es una política de seguridad para un Estado de Derecho democrático. Terminada la presentación, Eduardo Luis se me acercó y me dijo: “Vengo de parte del doctor Kirchner, le agradece su invitación. Por sus compromisos no pudo venir, pero me pidió que viniera de su parte para agradecerle el envío de su trabajo”. Estupefacto, sólo atiné a contestarle “Doctor, para mí es un orgullo que usted esté aquí”. Intercambiamos teléfonos y después se retiró. Honestamente no imaginé, en lo más mínimo, lo que seguiría de la mano de quien yo había puesto en segundo lugar. Al tiempo, cuando supo que Néstor Kirchner lo haría cargo de la Secretaría de Derechos Humanos, Eduardo Luis me convocó para integrar su equipo. No es poca cosa formar parte del equipo de abogados de Eduardo Luis Duhalde. De aquel que, más de treinta años atrás, fuera mi ejemplo de militancia. Después de más de ocho años de intensísima acción –no podía imaginarse menos–, Eduardo Luis llevó a la política de derechos humanos, en consonancia con los lineamientos trazados por Néstor Kirchner primero y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner después, al lugar más alto de nuestra experiencia nacional en toda su historia. Además, fue un conductor difícilmente sustituible en un universo complejo, conducción de la que no fue para nada ajena su capacidad contemporizadora y su siempre presente buen humor. Lo vamos a extrañar muchísimo. No puedo sentir más que orgullo de ser un militante más en esa misión. Falta mucho por hacer, pero Eduardo Luis, el compañero “Duhalde, el Bueno”, seguirá guiándonos ahora para siempre, hasta la victoria final, de nuestras manos o de las de quienes nos sigan, desde el ejemplo.
* Abogado Asesor Jurídico. Area Jurídica Nacional. Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
OPINION
Bioética y derechos humanos
Por Juan Carlos Tealdi *
Eduardo Luis Duhalde fue el funcionario que conjugó políticamente de los derechos humanos como principios fundamentales de la bioética en la Argentina y proyectó ese vínculo a escala latinoamericana e internacional. Cuando el pilar fundacional de la ética en las investigaciones biomédicas junto al Código de Nuremberg –la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial– era atacado en el año 2003 por la propuesta neoliberal de un doble estándar entre países ricos y pobres, él constituyó, en la secretaría a su cargo, un consejo dirigido a la defensa de los derechos humanos como principios básicos de la bioética en la experimentación con seres humanos.
Al año siguiente, cuando se discutía el tercer borrador de un instrumento internacional sobre bioética, la Secretaría de Derechos Humanos convocó a un seminario latinoamericano que tuvo un enorme impacto, para introducir la visión regional y de los países pobres en la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos que la Unesco aprobaría en 2005. El artículo 14 de la misma –llamado “argentino” o “latinoamericano”– fue una propuesta que Duhalde introdujo personalmente y que reconoce a la salud como derecho humano básico pidiendo que los progresos de la ciencia y la tecnología fomenten el acceso a medicamentos esenciales, alimentación y agua adecuadas, mejora en condiciones de vida y medio ambiente, reducción de la pobreza y el analfabetismo, y supresión de la marginación y exclusión de personas por cualquier motivo. La asociación entre la bioética y los derechos humanos que recoge el título de la declaración fue postulada y defendida asimismo por la representación argentina en el documento final.
Eduardo Luis Duhalde puso así a la Argentina como referencia de liderazgo internacional de una bioética fundada e indisociablemente unida a los derechos humanos en toda la variedad de temas de los que se ocupa. Ese aporte lo muestra como un hombre que en su vida dio ejemplo de defender los derechos y libertades fundamentales frente al terrorismo de Estado, pero también como quien supo interpretar lúcidamente las nuevas fronteras y desafíos normativos que el desarrollo de la ciencia y la tecnología en el campo de la vida y la salud nos ofrecen en la actualidad y hacia el futuro. Quienes hemos tenido la fortuna de acompañarlo en esta tarea hoy tenemos el dolor de su pérdida, pero también el legado de su magisterio de una ética del compromiso militante en la búsqueda de justicia.
* Asesor en Bioética de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
OPINION
Una segunda oportunidad
Por Rodolfo Mattarollo *
Cuántas veces habrá dicho Eduardo Luis, después de dictaduras, exilios e indultos, ante la inesperada política de derechos humanos de Néstor Kirchner, que en el caso de nuestra generación se estaba dando eso que es tan difícil, tan infrecuente, ese a la vez privilegio y desafío de “tener una segunda oportunidad en la vida”.
Quien esto decía era un emblemático abogado de los años ’70 –esa década cuyas claves secretas había que buscarlas, insistía, en la profunda renovación del pensamiento político argentino operada en los años ’60–. Era al mismo tiempo un historiador, que en la elaboración de innumerables ensayos con Rodolfo Ortega Peña, si bien mostraba las limitaciones de la izquierda tradicional para comprender la “cuestión nacional”, buscaba la síntesis del enfoque nacional y popular y la perspectiva clasista en nuestra breve y cruel historia.
El secretario de Derechos Humanos del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que nos ha dejado en la mañana del 3 de abril, fue artífice de esa noción de “terrorismo de Estado”, hoy objeto de un vasto consenso, según la cual la pedagogía del terror como método reorganizador de la sociedad y del Estado caracterizaba una dictadura cívico-militar de nuevo tipo establecida a partir del 24 de marzo de 1976. Como ocurría con Rodolfo Ortega Peña, podría decirse de Eduardo Luis que militar y trabajar con él era una fiesta. Cómo olvidar su falta de solemnidad, su irreverencia, su sentido del humor, su agudeza incomparable.
Su obra diversa se inscribe en la tradición no de los raros sino en la gran corriente de los revolucionarios de Argentina y de América latina. Para los que hemos trabajado con él desde hace cuarenta años, para los lectores de su último libro, titulado con síntesis casi latina Contra Mitre, los que sabemos hasta qué punto fue fiel al lema que tantas veces repetía –a los astros por el camino áspero (ad astra per aspera)–, tal vez encontremos una forma de expresarnos, pocas horas después de su partida, con los acentos deliberadamente neoclásicos de ese poeta que amó, porque veía su poesía triunfar sobre sus concepciones políticas, Jorge Luis Borges, quien, en el poema de homenaje a Alfonso Reyes decía –lo estoy citando de memoria desde Haití–: La providencia nos dio a algunos el sector o el arco, pero a ti la total circunferencia... al impar tributemos y al diverso, las palmas y el clamor de la victoria, no profanen mis lágrimas el verso, que nuestro amor inscribe a su memoria.
* Embajador; representante especial de la Secretaría Técnica de Unasur en Haití.
Fuente:Pagina12

2 comentarios:
Fue un hombre obsesionado por la venganza contra los que combatieron a los delincuentes subversivos erp, montoneros, far, fap etc, presenciaba los "juicios" y escuchaba las sentencias las cuales habían sido decididas por el antes de los juicios, una farsa total..y esa gente sigue presa injustamente y privada de atención médica es decir sin derechos humanos.
Los presos políticos están en Marcos Paz..!!
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