20 de abril de 2012

UNA TESTIGO CONTO COMO FUE EXPLOTADA EN UN BOLICHE EN EL QUE TAMBIEN ESTUVO MARITA VERON.

UNA TESTIGO CONTO COMO FUE EXPLOTADA EN UN BOLICHE EN EL QUE TAMBIEN ESTUVO MARITA VERON
“Mi calvario empezó al tener que prostituirme”
Cintya Vanessa G. aseguró, en el juicio por la desaparición de Marita Verón en Tucumán, que El Desafío era un prostíbulo donde vio a unas 25 o 30 chicas brasileñas, de La Rioja y de Tucumán. Y relató la manera en que era obligada a la prostitución.
Por Carlos Rodríguez
Desde San Miguel de Tucumán

La declaración de Cintya comprometió directamente a dos de los acusados en el juicio, a los que señaló como dueños del prostíbulo.Imagen: Télam

Blanca V. era la principal testigo de la querella prevista para esta semana en el juicio oral por los delitos de secuestro, privación ilegal de la libertad y promoción de la prostitución de los que fue víctima María de los Angeles “Marita” Verón. La joven tuvo que postergar su declaración por prescripción médica: una psiquiatra dictaminó que sufre de “estrés postraumático” como consecuencia de haber pasado por el mismo camino de salvaje maltrato que fue obligada a transitar Marita. Blanca V., junto con Fátima M. y Andrea D., que ya declararon en la audiencia, forman parte del núcleo central de la acusación que pesa sobre las trece personas que están siendo juzgadas en esta ciudad. En la jornada de ayer, luego de superar las increíbles chicanas de los abogados defensores (ver aparte), sólo había podido declarar, hasta las ocho de la noche, una hora antes del cierre previsto, la testigo Cintya Vanessa G. (29), quien estuvo un mes cautiva en El Desafío, uno de los prostíbulo de La Rioja cuyo manejo se adjudica a los imputados. Además de señalar a José “El Chenga” Gómez y a María Azucena Márquez, dos de los acusados, como encargados del lugar, sostuvo que su experiencia fue “un calvario”.

Cintya Vanessa G. reconoció a El Chenga, apenas escuchó su nombre leído por el presidente del tribunal junto con el del resto de los imputados. La testigo comentó después que le había “parecido ver”, en la sala, a la mandamás de El Desafío, una mujer a la que describió así: “Tuve muy poco diálogo con ella porque tenía un carácter muy fuerte; trataba muy mal a la gente”. A instancia de los jueces, luego de superar de nuevo la tenaz oposición de las defensas, señaló a la mujer, quien no era otra que María Azucena Márquez. Cintya Vanessa dijo que estuvo en el lugar en el año 2001 y que por lo tanto nunca se cruzó con Marita, quien fue secuestrada el 3 de abril de 2002. La importancia de su testimonio es que ratificó que El Desafío era “un prostíbulo” donde dijo haber visto, durante el mes que estuvo, a “unas 25 o 30 chicas brasileñas, de La Rioja y de Tucumán”. Los defensores, a pesar de las pruebas acumuladas en el expediente, siguen afirmando que el circuito integrado por El Desafío, Candy y Candilejas era una cadena de “whiskerías”, “boliches” y otros eufemismos similares, donde no había mujeres obligadas a prostituirse.

Cintya contó que llegó a conectarse con la gente que manejaba El De-safío a través de una amiga que viajó con ella y que se quedó en el lugar mucho más tiempo y luego de comunicarse por celular con “un muchacho del diario La Gaceta”. Entonces apareció un tal “Guillermo” (la querella trata de averiguar si es otro de los imputados) y le sacó los pasajes, luego de recibirlos de parte de “Doña Claudia”, nombre de guerra de María Azucena Márquez. “Eso era un prostíbulo, no nos podíamos volver (se refiere a ella y a su amiga, quien había ido al lugar con su bebé). No teníamos dinero y para que nos dejaran ir teníamos que devolver la plata del pasaje.” Declaró que a partir de allí “empezó mi calvario, porque tuve que prostituirme”. Aunque sostuvo que no sufrió “violencia física”, de todos modos recalcó que lo hizo “obligada por las circunstancias”.

Durante su estadía en El Desafío hubo un allanamiento policial, pero no tuvo consecuencia para los dueños, porque todas las chicas fueron sacadas del lugar a tiempo y llevadas a casa de uno de los encargados. La orden de salir la dio Don Chenga. Admitió que nunca la dejaron hablar por teléfono con su familia, que seguía en Tucumán, y que una sola vez pudo salir a caminar por el centro de La Rioja “acompañada” por alguno de los responsables del prostíbulo. “Ninguna de nosotras podía salir sola.” Admitió que conocía el significado de la palabra “pases”, que en la jerga interna era que estaban obligadas a mantener relaciones sexuales sin recibir dinero a cambio, sólo en esos casos. Hay datos que indican que tenían que atender, a veces, hasta 20 o más clientes por día.

Anoche, casi sobre el cierre de la audiencia, estaba por declarar Teresa Noemí Santos, la madre de una chica que a los 18 años fue también obligada a prostituirse. La captaron ofreciéndole trabajo como “niñera”. Este testimonio involucra a otra de las imputadas, a Daniela Natalia Milhein, quien está acusada de haber retenido en su casa de la localidad de Yerba Buena –en las afueras de Tucumán–, con engaños, a Marita Verón, para luego “venderla” a los prostíbulos de La Rioja.

Defensores con una insólita preocupación
Por Santiago Rodríguez
Desde San Miguel de Tucumán

“Pido la palabra, señor presidente. Esto que se está haciendo con la testigo es violencia de género. Acá se está vulnerando la dignidad de la testigo y se están vulnerando normas internacionales en defensa de la mujer.” La frase, que en boca de fiscales o querellantes hubiera sido incuestionable, partió –créase o no– del lugar asignado a los abogados que defienden con empeño y desmesura a 13 personas que, con las pruebas preliminares necesarias para semejante instancia, están siendo hoy juzgadas por la privación ilegal de la libertad de Marita Verón y por “promoción de la prostitución” no sólo de ella sino de decenas y decenas de mujeres. La frase, repetida una y otra vez en las audiencias de esta semana por los defensores, surgió cada vez que la fiscalía y la querella querían saber, luego de pedir disculpas por la “incómoda pregunta”, si las testigos habían sido obligadas a ejercer la prostitución durante su cautiverio en los prostíbulos de La Rioja.

En todo momento, en lugar de hablar de “prostíbulos”, los defensores dicen que los lugares que regenteaban sus defendidos eran “whiskerías” o “boliches”, donde a lo sumo había “coperas” que “sólo acompañaban a los clientes mientras compartían unos tragos”. La estrategia de las defensas, además de apelar a eufemismos, se basa en tratar de hacer desdecirse a las testigos y de cuestionar la instrucción realizada en su momento por el comisario Jorge Eduardo Tobar. Así lo hicieron el miércoles cuando el testigo Orlando Dionisio Nadal Olivero dijo que no recordaba si le habían leído, antes de estampar su firma, una declaración ante la autoridad policial, en donde reconocía haber escuchado conversaciones “con gente de La Rioja”, en su domicilio de Tucumán, de una chica de su barrio que “trabajaba como yiro” (textual expresión del declarante).

Del mismo modo en que se trata de ensuciar la gigantesca tarea realizada por Susana Trimarco, la madre de Marita Verón, las defensas preparan el terreno para cuando le toque declarar a Tobar.
Fuente:Pagina12

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