“Los habían rematado sin más”
Puso los cuerpos de los dieciséis jóvenes en los cajones y selló los féretros. “Vi que Pujadas era quien había recibido más balazos. Vi que la mujer de Santucho tenía tres tiros en la panza, donde cargaba un bebé”, relata.
Por Ailín Bullentini
Desde Trelew
Miguel Marileo en un acto realizado en Trelew el domingo, antes del inicio del juicio oral por la masacre.Imagen: Rolando AndradeSon tres las imágenes que Miguel Marileo no puede borrar de su memoria. Tres escenas que lo acompañan desde sus años de empleado multiuso en la única funeraria de Trelew, hace más de 40 años: Un pequeño y humilde rancho en las afueras de la ciudad que se convirtió en el hogar huérfano de una “jovencita sola”, los restos calcinados de 25 bomberos que quedaron atrapados en un incendio en Puerto Madryn y los cuerpos acribillados de las víctimas de la masacre de Trelew. A pesar de que la mantuvo escondida bajo otros recuerdos durante décadas, Miguel retornó a esa última historia con la facilidad de quien memoriza un cuento: “Los habían dejado en el suelo, en dos hileras. Cada uno tenía al costado de su cabeza una bolsita con las balas que los habían matado. Fue una barbaridad”, desgranó en detalles junto con Página/12 y reconstruyó su versión de la historia.
Los tac-tac-tac de alguien que golpeó la persiana de su cuarto lo despertaron el 22 de agosto, diez minutos antes de la medianoche, y la escena funciona muy bien como punta del ovillo que Marileo comienza a desenmarañar. Entre la oscuridad del cuarto que daba a la vereda de una calle residencial de Trelew y el sueño de un día perturbador, Miguel se incorporó en el borde de su cama, abrió la ventana del lado de adentro y pispió entre las rendijas de los postigos. Uniforme. Camión verde oliva. “Milicos”, susurró. “¿Sí?”, alzó la voz.
–¿Miguel Marileo?
–Sí.
–Me va a tener que acompañar a la base.
–¿Pasó algo con los muchachos, Migue? ¿Qué hicieron? –le preguntó su mujer.
–Nada, no vi a los muchachos. Debe ser por los pibes.
Con el último zapato, el funebrero se calzó coraje. Dejó a su mujer desvelada y subió en el cajón del camión de Infantería de Marina que lo esperaba, motor en marcha, en la calle. Reconoció al dueño de la funeraria en el asiento del acompañante. Se acomodó entre colimbas. Sospechó del “capo” que estaba sentado en una de las esquinas del acoplado militar. “Muchas tiritas en el brazo del uniforme: milico de por vida. No como los colimbas, que están un año y pasan –definió–. Nunca me cayeron bien los verdes, yo tenía las mismas ideas que los chicos asesinados. Yo quería un país distinto.”
Nadie le explicó nada, siquiera su jefe, pero Miguel sabía cuál era la razón por la que lo habían arrancado de su rutina esa noche. Contaba con algunos indicios, claro. Las ansias del “soldadito” que, al oído, le consultó por la opinión de la gente del pueblo respecto de las muertes de la noche anterior habían funcionado de guiño. Las dos hileras de ataúdes abiertos y vacíos extendidas en la sala de entrada del edificio central de la Base Almirante Zar, y la valija con herramientas y la garrafa para soldar que su jefe bajó del camión que los introdujo en territorio aeronaval confirmaron sus certezas.
El preludio
A los 18 años –principios de los ’60–, Miguel comenzó a trabajar en la empresa funeraria de su padrino, “el señor Martello”. Siempre con un ojo puesto en la política, víctima asidua de las “corridas” con las que los militares desarmaban reuniones en aquellos tiempos, olió sangre en el traslado de los 19 presos políticos, el 15 de agosto de 1972, desde el Aeropuerto de Trelew, adonde habían llegado tras su fuga de la Unidad Penal 6 de Rawson, a la base Zar. “Los van a hacer pelota, les decía a mis compañeros de trabajo.
Nadie me creyó”, rescató, desde el sillón de su casa actual, ubicada a vuelta de esquina de la que dejó aquella noche, casi 40 años atrás.
Tampoco se equivocó entonces. La “bola” de los 16 asesinatos –los de los militantes de Montoneros, ERP y FAR Carlos Astudillo, Rubén Bonet, Eduardo Capello, Mario Delfino, Alberto Del Rey, Alfredo Kohon, Clarisa Lea Place, Susana Lesgart, José Mena, Miguel Polti, Mariano Pujadas, María Angélica Sabelli, Ana María Villarreal de Santucho, Humberto Suárez, Humberto Toschi y Jorge Ulla– corrió rápido por ese pueblo chubutense. Tan rápido, que el jefe de Marileo supo, no bien comenzó aquel 22 de agosto laborable, que los marinos llegarían hasta la funeraria a comprar los féretros. “Aparecieron en el local cerca de las cuatro de la tarde. Pusieron un camión de culata, pidieron 16 cajones de madera y caja de metal interna, los cargaron, pagaron y se fueron”, detalló y repitió las palabras que su padrino le había confiado al final del día: “Nos van a venir a buscar, Miguel. Van a querer que hagamos el trabajo”.
El trabajo
Los cajones abiertos y vacíos los esperaban en la sala de recepción del edificio adonde Miguel y su jefe fueron conducidos por los colimbas que viajaron con ellos en el camión. “Suba, venga, baje y haga. Ahí sólo había órdenes para nosotros. Yo me quejaba un poco, pero mi jefe era una tumba”, recordó. Pasillo a la izquierda mediante, la antesala de las celdas donde habían estado encerrados los “fugados” de la U6 era el lugar donde exhibían sus cuerpos. Dos hileras de ocho cuerpos jóvenes, desnudos, ensangrentados y mutilados porque “en enfermería los habían abierto para sacarles las balas”.
Al lado de cada cabeza, un paquetito transparente con el nombre del muerto y los proyectiles verdugos. En una esquina, los tres sobrevivientes –Alberto Camps, María Antonia Berger y Ricardo Haidar– esperaban “de-sangrándose” que los trasladaran a Puerto Belgrano.
Miguel se asomó a las celdas “chiquitas, el pasillo angosto, las ventanas enrejadas. ¿Quién se puede escapar de un lugar así? A estos pibes los fusilaron sin más”, consideró, como tomando coraje para volver al momento en que encajonó los restos de esos jóvenes y selló con estaño los féretros para siempre. El silencio permite reacomodar imágenes, recuperar sensaciones, reindignarse.
“La verdad... sentí una impotencia –retomó Marileo, que hoy pisa los 68 años y sería un coetáneo de las víctimas de la masacre–... Caminé entre todos. Los miré, los revisé. Vi que Pujadas era quien había recibido más balazos, porque estaba abierto de acá (se toca la garganta) hasta el ombligo y tenía como diez impactos. Vi que la mujer de Santucho tenía tres tiros en la panza donde cargaba un bebé. Estaría de cinco meses. Y con Sabelli me di cuenta de que los habían rematado sin más, indefensos. Una chica de pelo bien largo, me acuerdo. No tenía impactos en el cuerpo. No le veía orificios. Entonces le pasé la mano por detrás de la cabeza para levantarla y llevarla a su cajón. En la nuca tenía el hueco de la bala... Uno solo.”
Entre la una y las seis de la madrugada del 23 de agosto de 1972, entre el desorden de las órdenes contradictorias impartidas por uno y otro “señor de rango alto”, Miguel y su jefe sellaron cada cadáver en un féretro. Durante algunas horas fueron custodiados por conscriptos “aunque los capos andaban dando vueltas por ahí”. En la mitad de la noche, un “soldadito” se acercó a Miguel: “Mire jefe que nosotros no fuimos. ¿Sabe, no? Fue la patota de Sosa” (por el ex capitán Luis Emilio Sosa, uno de los acusados en el juicio). Luego del episodio, al chico “se lo llevaron a la rastra, quién sabe adónde y nos cuidaron los de uniforme con tiritas”, que incluso los invitaron con un café.
Con el trabajo terminado y las herramientas recogidas, Miguel “quería desaparecer de ahí, nos iban a matar”. Su jefe, en cambio, no emitió palabra más que para pedirle que hiciera como él y se callara.
–Bueno, terminamos. Nos vamos.
–Sí, terminaron. Pero no se van. Por ahora, no se van.
Recién a las 18 los llevaron a la empresa, de regreso a Trelew.
30 años de silencio
“Agarré la valijita de las herramientas, el soldador y salté del camión. Desde arriba, el tipo que me custodió durante el viaje, capitán era, no sé, me selló la boca: ‘Vos de lo que viste, nada. Acordate que tenés un pibe de dos años, una familia. Cuidala’.” Marileo llegó a su casa, se dio un baño y le contó a su esposa qué había pasado. “Le prometí que no lo contaría nunca”, sostuvo frente a Página/12.
Durante algunas semanas, el teléfono de su casa no paró de sonar. La prensa de Buenos Aires, que había cubierto las horas posteriores al fusilamiento de los 16 militantes, estaba desesperada por hablar con el funebrero. El cajón en el que él guardó su historia se abrió mucho después: “No di una entrevista hasta 2003, cuando Mariana (Arruti, la directora del documental que reconstruye la historia de la masacre) me pidió que le contara. Y lo hice”.
Luego prestó declaración en la causa que la semana pasada llegó a la instancia de juicio oral. Ahora, espera que “la Justicia alcance a los culpables”.
La foto y el contexto
El contexto alrededor de la histórica foto de un policía abrazando a una Madre de Plaza de Mayo durante una marcha en 1982 fue reconstruido por la agencia Télam, que la dio a conocer luego de que el subcomisario Carlos Enrique Gallone, miembro del grupo de tareas de la superintendencia de Seguridad Federal, que hoy se encuentra procesado por la llamada Masacre de Fátima, la aportara a la investigación para demostrar que era un “hombre sin resentimientos”. La secuencia se reconstruyó utilizando viejos negativos, ya que la dictadura había prendido fuego al histórico archivo de la agencia.
Fuente:Pagina12
Año 5. Edición número 208. Domingo 13 de mayo de 2012
Acusados. Sosa y Del Real. (TELAM)
El juicio por la Masacre de Trelew avanza “a buen ritmo”, señalaron los querellantes de la causa, al concluir la primera semana de debate en Rawson, Chubut. “Lo que más nos interesa es la sentencia definitiva, que establezca las responsabilidades penales”, dijo el abogado Eduardo Hualpa, que representa a parte de los familiares de los 19 fusilados el 22 de agosto de 1972 en la base Almirante Zar de la Armada en Trelew. Su colega Carolina Varsky, querellante por el Cels, subrayó que “lo más importante es que finalmente comenzó el juicio y llegar a una sentencia pronto, ojalá para nosotros, condenatoria”.
Esta semana se completó la lectura de las declaraciones indagatorias que los imputados ya habían dado durante la instrucción. Desde mañana se estará en condiciones de empezar con las audiencias testimoniales: la siguiente audiencia se realizará el jueves. Los jueces buscan que se revise el número de testigos convocados, a fin de acelerar el avance de la causa, criterio que compartieron las querellas. “Son cerca de 80 testigos. La idea es poder trabajar con las otras dos querellas” y desistir de la presentación de aquellos que no supongan un aporte significativo a la prueba, dijo Varsky. En cuanto a la pena que solicitarán para los autores de los delitos investigados, la abogada del Cels anticipó que “corresponde prisión perpetua, en tanto son 16 homicidios y tres tentativas”. Esta es la pena pretendida respecto de los oficiales Luis Sosa, Emilio Del Real, Rubén Paccagnini y el suboficial Carlos Morandino, todos de la Armada. En cambio, pedirán una punición menor para el oficial Jorge Bautista, el instructor nombrado por la cúpula naval de la época, acusado de encubrir el fusilamiento de 19 prisioneros políticos, 16 de los cuales murieron en la madrugada de aquel 22 de agosto, hace 40 años.
Fuente:MiradasAlSur
Domingo 13 de Mayo de 2012
“La región se pobló de unos señores ‘extraños’”
Encarnación Días rememoró la creación de la Comisión de Solidaridad con los presos políticos en Trelew. Señaló que la dictadura de 1966-73 enviaba a los detenidos “a este lugar lejano, porque la Patagonia era un lugar lejano en esos tiempos, para aislarlos de sus abogados, si los tenían, y de sus familiares, que debían sortear enormes dificultades para visitarlos”.
"Había muchos presos provenientes de las provincias más alejadas, como Chaco o Tucumán, buena parte de ellos obreros, también estudiantes, y el viaje (de sus parientes) era muy caro”, contó.
Entonces, los familiares empezaron a alquilar colectivos que venían una o dos veces por mes, “y nosotros formamos acá una Comisión de Solidaridad con los presos políticos”, de la que surgían apoderados para visitarlos y que asistía a los parientes, brindándoles alojamiento, comida y el calor de la solidaridad”.
“Creo que este sistema cruel, de traer a los presos acá, tan lejos, les salió como un tiro por la culata. No sólo no pudieron aislar a los presos, sino que además la zona se politizó como hasta entonces no había sucedido”, recordó Encarnación. En esta actividad solidaria estaban Encarnación Díaz y su esposo, Beltrán Mulhall, junto a otros pobladores de Trelew y también de localidades cercanas, como Rawson, Madryn y Gaiman.
En contrapartida, la región “se pobló de unos señores ‘extraños’. Pero estas poblaciones eran mucho más chicas de lo que son ahora y los ‘extraños’ llamaban la atención”, narró.
"Hacían seguimientos a quienes integrábamos la Comisión. Por casa pasaban vehículos de la base (Zar) sin disimulo. O me seguían cuando salía de dar clase en el Colegio Nacional o el Comercial de Trelew. No disimulaban, porque su idea en un primer momento era asustar, acobardar, con la intención de quebrar la solidaridad que había nacido dentro del pueblo de Trelew”.
El amedrentamiento se agravó y se convirtió en represión abierta “después de la fuga y posterior asesinato de 16 de los presos, que no otra cosa es la Masacre de Trelew”, dijo Encarnación.
“Revocaron a todos los apoderados (con derecho a visitar a los presos) y dos meses después (de la fuga) se llevaron detenidos a 16” integrantes de la Comisión de Solidaridad, el mismo número que los asesinados el 22 de agosto. “La intención era hacer una represalia ejemplificadora”.
Fuente:Patagonico
13.05.2012
Fernando Vaca Narvaja
“Al juicio de Trelew se llega por la lucha del pueblo y la política de los Kirchner”
El ex dirigente montonero repasó en una entrevista con el programa Mañana es Hoy de Radio Nacional el rol de la militancia y las similitudes con la década del setenta. Elogió la nacionalización de YPF y propone reestatizar los ferrocarriles.
Por: Roberto Caballero
A 40 años de la masacre de Trelew, durante la dictadura de Lanusse, ¿qué reflexión hace acerca del fuerte movimiento en el juicio?

–Dice que hubo una política de Estado, y por primera vez escucho una reivindicación abierta al tema de Néstor Kirchner, y estas políticas. Yo le perdí el rastro por el 2005 o 2006. ¿Qué hizo todos estos años?
–Estuve trabajando hasta el 2003 en la gomería, casi ocho años. Después estuve gerenciando una empresa, una pyme familiar en crisis. Después me fui a Bariloche. En el ’91 vivimos un año con mi mujer en Bariloche. Un amigo–compañero puso una chocolatería en Colonia Suiza y ahí aterricé. Estuve casi un año, y me engancharon con el Proyecto de las Madres. Duré lo que salió el proyecto, porque me peleé con Schoklender, tengo el telegrama de despido de él y le puedo mostrar a mi nieto el telegrama de despido para que vea que su abuelo sí trabajó. Y acá en Río Negro, en la política estoy presidiendo el Tren Patagónico, que va por la línea Sur, y estamos haciendo un llamado a los ferroviarios del país, para que así como se pudo recuperar YPF, podamos recuperar el ferrocarril.
–¿Cómo le impactó la recuperación de YPF?
–Me parece que es fundamental. Está dentro de esto que decimos acerca de que se está recuperando el país, dentro de un proyecto totalmente estratégico, desandando toda una política neoliberal que se padeció durante mucho tiempo. Recuperar la soberanía energética, como la alimentaria, son aspectos trascendentes. Respecto al tema del ferrocarril –de paso hago propaganda– me parece que es otro de los elementos, sobre todo en distancias tan grandes como tenemos en la Patagonia. Yo estoy en Río negro, y de Bariloche a Viedma hablamos de 900 kilómetros que hay que recorrer para ir de una punta a otra. El debate sobre YPF me parece trascendental, como la Ley de Medios, como las prepagas, las AFJP. Creo que están en esa línea.
–Me sorprende, pensé que se había alejado de los temas políticos. No sabía que estaba activando...
–Los muchachos de la juventud me decían –hubo muchos grupos juveniles en Trelew con el tema del juicio–, y charlamos bastante de los aspectos comunes y distintos que tenían nuestra generación y la de ellos. Les decía que siempre tengan en cuenta que nosotros no nos jubilamos, que siempre vamos a estar en acción. Uno no se retira de la política, somos animales políticos, nacimos políticamente a partir de los 15 años, y a los 64 seguimos en ese camino. El propio Néstor Kirchner es un ejemplo claro de esa generación.
–¿Le gusta el país como está?
–Por supuesto. Yo respaldo la política nacional que lleva adelante el gobierno, hemos logrado, después de 18 años, recuperar el peronismo en Río Negro, y estamos tratando de contribuir desde donde a uno le toca y en cada circunstancia histórica. Creo que las organizaciones tuvieron su etapa importante, que hicieron su aporte con errores y aciertos, y estoy convencido que se viene un momento fundacional y cada uno debe venir con un pan bajo el brazo, con algo construido. Esa es la tarea.
–¿Cómo ve a La Cámpora, se ve reflejado en algo de eso?
–Hablando de Trelew, igual que en el ’73, creo que generó una irrupción juvenil enorme. La muerte de Néstor Kirchner generó también un fenómeno en la juventud, de compromiso espectacular. Todos los vimos, todos nos emocionamos, a todos nos conmocionó. Y La Cámpora tiene los problemas que tuvimos nosotros en su momento: un crecimiento masivo y una estructura de cuadros que debe andar al galope detrás de miles y miles de pibes movilizados en todo el país. Tiene que plantearse una política de formación de cuadros, una de organización juvenil. No quiero dar consejos, pero creo que en esas explosiones masivas de jóvenes en la política tenemos una similitud, con un contexto totalmente distinto por suerte para estas nuevas generaciones.
–¿Escuchó el discurso de Cristina del jueves?
–Sobre todo el tema del debate con el sector gremial. Yo logré acá, en el gremio ferroviario –tanto de la Fraternidad como de la Unión Ferroviaria–, cerrar las paritarias en muy buenos términos, con muy buenos acuerdos, con un debate sobre participación en las ganancias, con debate sobre la necesidad de participación de un director obrero en la empresa, y con los dos gremios de acuerdo. Estamos armando una escuela ferroviaria en Jacobacci, una localidad bastante golpeada de la zona sur. Es decir: cuando uno puede discutir políticas con las estructuras intermedias de las organizaciones sindicales, puede lograr resultados en un proyecto de país.
–¿Qué le parece el liderazgo de Cristina? ¿Cómo la ve?
–Obviamente, creo que es una estadista con varios cuerpos de diferencia con los que la siguen de atrás. Basta ver la acción y el discurso. Son discursos con acción. No son discursos floridos. Creo que hay una dosis emocional muy alta por lo que ha vivido, el peronismo tiene esas cosas de momentos difíciles, y tal vez por eso todos los movimientos de masa siguen vigentes, por su historia, por lo emocional, por esa vocación hacia la política concreta.
–Cuando a ella le niegan que sea peronista, es un planteo que también a ustedes les hacían en la década del ’70, ¿no?
–A nosotros nos hacían análisis todos los días: cuántos glóbulos rojos o blancos teníamos. Si vamos a discutir sobre eso, me parece una tontería. Sí diría que la recuperación del rol del Estado y el debate con la políticas generadas por el neoliberalismo que hace el gobierno de Cristina, las respaldo totalmente, y participo de ese debate en cada lugar que me toca estar. Lo que no significa que uno no tenga planteos, diferencias, que no debata públicamente. Creo que el peronismo en eso es bastante rico, porque el que no debate está muerto. Además hay una relación que tiene este gobierno, que es tirar la política y someterla a la práctica. La práctica te la devuelve, y con un valor agregado. Y ser receptivo a ese valor agregado me parece fundamental porque es lo que enriquece la propuesta de la teoría.
Fuente:TiempoArgentino
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