4 de junio de 2012

ROSARIO: Y escribieron otro capítulo.

Y escribieron otro capítulo 
Por Laura Hintze. 
Durante el fin de semana se realizó la quinta edición de la Feria del Libro Independiente y Autogestiva (Flia) en zona sur. Con récord de visitas y stands, las pequeñas editoriales mostraron sus trabajos.
4 jun, 2012 
Si se interroga a cualquiera de los integrantes de la Feria del Libro Independiente y Autogestiva (Flia) cuál es el significado de esa sigla, la respuesta será la misma: es sinónimo de espacio. Esa puede llegar a ser una idea difícil de asimilar, pero cuando se la ve materializada todo entendimiento se vuelve más sencillo. Este fin de semana se realizó la quinta edición de Flia en Rosario, con lo que la plaza Lucio Fontana (27 de febrero y Laprida) se transformó en un lugar de encuentro entre productores de cultura de Rosario y otros puntos del país. La sensación entre estos emprendedores fue que esta edición se convirtió en la de mayor convocatoria en la ciudad.

Bendecidos por favorables condiciones climáticas, entre 30 y 50 – la cantidad fluctuó según la hora – mesas, paños, percheros, coparon la pérgola del parque Hipólito Yrigoyen. Hubo libros hechos a mano, salidos de imprentas, viejos, coloridos, fotocopiados, caseros. Sobre política, literatura, poesía. De escritores reconocidos y famosos, y también de aquellos que no lo son pero al fin encontraron la posibilidad de materializar sus palabras. También hubo ropa, artesanías, objetos de decoración, comida, fotos, películas, cuadros, stickers, bolsos. De todo y para todos los gustos.

“¡Qué bueno está esto!”, exclamó Sebastián, un chico de la zona sur que había ido a visitar a sus amigos de la revista rosarina Benteveo. “Me encontré con el libro de un chico que vive a pocas cuadras de mi casa. Eso es genial”, continuó el joven. Una de las características de la Flia es que el público es de lo más variado. Desde pequeños que disfrutan del puesto de libros infantiles hasta personas de 50 a 60 años que encuentran “teorías” y “tesoros”. También aprovechan para hablar con los propios editores y escritores de los libros que tienen en sus manos. De esa manera, el libro no es un mero conjunto de palabras, sino un objeto con una historia detrás y una discusión para adelante.

“La Flia es un espacio que cada vez que aparece nos muestra la posibilidad de trabajo colectivo y que se puede construir compartiendo. Aprovechamos para mostrarles a los visitantes que ellos pueden hacerlo también. Sin cánones de qué es bueno o malo”, explicó a El Ciudadano, Luli, quien se dedica a distribuir libros infantiles. Hace pocos meses que vive en Rosario. Sin embargo, es su tercer año consecutivo como participante de la Flia, en su mayoría las que se dieron en Capital Federal. “Con la Flia se pudieron generar muchos espacios donde encontrar las cosas que antes sólo estaban en esta feria. Se generaron lazos entre editoriales, escritores, que andaban desperdigados. Se encontraron, unieron y armaron nuevas editoriales y distribuidoras. Una especie de circuito. Estoy viendo que en Rosario está empezando a pasar eso: la Flia crece, hay más editoriales de acá y cada vez más interés en participar”, contó la librera. Para Luli, lo único que falta en este espacio es “la profundización en el trabajo colectivo”. Según los organizadores, la participación previa y posterior es inherente a la feria.

La Flia no se limita a los puestos de venta sino que se extiende a las relaciones que se generan entre los organizadores de la iniciativa y los feriantes de otros puntos de la ciudad. “Se charla sobre las experiencias de cada uno, se intercambian materiales, se establecen contactos”, explicaron desde la organización. Este fin de semana llegaron más de veinte personas de todo el país a mostrar sus trabajos: Capital Federal, Entre Ríos, Córdoba y hasta Bahía Blanca. Sin embargo y por fortuna, en esta edición la mayor parte de los puestos fueron de Rosario. El trabajo de numerosas editoriales emergentes o históricas encontró canal de difusión para su labor: reproducir contenidos por fuera de la agenda hegemónica, publicar “a los vivos” y generar nuevas relaciones de trabajo. Estas son algunas de las metas de las editoriales Último Recurso, Puño y Letra, Pireta y Ombú Bonsai, entre otros. 

De la “contra” inicial hacia la identidad propia 
La Flia emergió como contra-feria a la feria de libros oficial de Buenos Aires. En la puerta de la Sociedad Rural porteña, donde habitualmente se realiza la convocatoria de las grandes editoriales, comenzaron a concentrarse aquellas otras que no tenían ni la plata ni la “aprobación” para estar ahí adentro. “Con el tiempo, la Flia comenzó a independizarse de esa «contra» y a gestarse por sí sola, varias veces en el año y en diferentes lugares del país y hasta del mundo”, recordaron los organizadores. “En Rosario, la Flia nació hace dos años y medio. Yo estaba participando en la Editorial Último Recurso y habíamos ido a una Flia en Capital (Buenos Aires) donde hubo miles de personas. Así fue como nos nació la idea de impulsar algo semejante en Rosario. Se lanzó una convocatoria y se empezó a armar un colectivo. Fueron cayendo algunas personas, experiencias de la ciudad y lo fuimos armando”, relató Santiago Insaurralde, miembro del colectivo de Flia Rosario. “Todo surgió de la necesidad de pibes que vienen del palo del libro, la comunicación y el arte. Veían en la Feria un espacio donde poder poner en común un montón de inquietudes respecto a la cultura”, apuntó, e insistió: “En Rosario siempre existieron estos espacios pero estaban fragmentados. La intención de la Flia es aglomerar experiencias y hacer un lugar de mayor encuentro entre experiencias de acá y la región. Creo que cada vez lo logramos más, vamos tranquilos y vemos cómo nacen nuevas experiencias que se van sumando”.
Fuente:ElCiudadanoyLaGente

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