Señores y
señoras, amigos y amigas, compañeros y compañeras, hombres y mujeres, jóvenes y
viejos de ésta, nuestra prodigiosa Patria que nunca se rinde:
MURIÓ LA
DOCTORA SILVYA BERMAN
Profesional
de los pocos que honran sus títulos, médica psiquiátrica, científica que marcó
rumbos profesionales y dio al futuro enorme cantidad de discípulos que
venerarán su talento y compromiso con la salud del pueblo.
También
murió aquella digna dama cordobesa que, heredera y dignataria de prepotentes
títulos y honores, se entregó a la política con cuerpo y alma, con todo para
perder y nada para ganar. Aportó su ingenio y su persona, más allá de todos los
riesgos que sumaban los trabajos de pertenecer a aquella generación de locos
por la vida y la justicia, al servicio militante.
Maestra del
espíritu, su ecuanimidad política y profunda comprensión del ser humano le
permitió entender y proyectar a la práctica el ideal del hombre nuevo.
Apostó a la
utopía montonera, abrió las puertas de su cariñosa casa a todos los perseguidos,
organizó la solidaridad en el exilio mexicano, jugó todas sus cartas a la
revolución sandinista y supo soportar con autoridad, con modestia e integridad,
la derrota montonera. Y se retiró silenciosamente a su clínica de la ciudad de
Córdoba, como si fuera uno cualquiera más, cuando, en verdad, más allá de la
ingratitud, era mucho más. Y allí envejeció, se enfermó y murió; en la incuria
y la sencillez en que terminan los grandes.
Inscribirá
su nombre en la gloriosa lista de “los malditos”.
Al borde de
su sepulcro fresco, hoy estamos recuperando su ética y sus ideales.
Ernesto Jauretche
17 de setiembre
2012 (era del
cristinismo)
Envío:Cecilio M. Salguero
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