Opinión
Sobre la marcha14/09/2012
Por Juane Basso
La movilización en Plaza de Mayo y en otros centros urbanos fue masiva. No fue ni un 17 de octubre, ni la procesión de Corpus Cristi del 11 de junio de 1955. Las consignas centrales versaron sobre los temas que son tapa de los principales medios opositores a diario: “cepo al dólar”, “inseguridad”, “reelección de Cristina”, “chavización del país”, “corrupción”, “inflación”. La amplia mayoría de los reclamos apuntaron contra el gobierno nacional. Hubo algunos con una base de legitimidad que se vinculan con datos existenciales de la realidad, pero que se abordan mayoritariamente desde consignas reaccionarias y conservadoras. El de “mayor seguridad”, entre otros, implica a los Estados provinciales y no sólo al nacional.
Buena parte de las demandas, esbozadas de modo muy general, pueden ser compartidas por amplias capas sociales, pero tienen una carga interpretativa diferente según quien las porte. De esto deberá tomar nota el gobierno y la militancia kirchnerista, para repensar discursos y estrategias de abordaje sin caer en el lugar que esperan los interesados en que de ese magma heterogéneo nazca una base opositora susceptible de ser conducida por algún referente opositor. Otra tanda importante de los señalamientos sólo afectan los intereses de sectores minoritarios de la sociedad, como las vinculadas a las medidas sobre el dólar. Hubo planteos, consignas y cánticos abiertamente reaccionarios, insolidarios, clasistas y racistas.
Brillaron por su ausencia –o quedaron tan en segundo plano que no se percibieron–, tópicos que apunten a ampliar derechos como la mejora de la salud, la educación, el transporte, los servicios sociales, la vivienda, la profundización de los niveles de independencia del país frente a las grandes potencias, las cuestiones ambientales de soberanía y recursos naturales como la megaminería, el modelo agropecuario con su cóctel de monocultivos y fumigaciones, entre otros debates.
Los medios
Los medios de difusión masivos tuvieron un rol central, no sólo en la convocatoria sino en la construcción de un “humor social” previo que debe ser analizado como parte de un dispositivo de funcionamiento sistemático –que tiene al grupo Clarín como vanguardia– que apunta al desgaste de la figura de la presidenta y el gobierno nacional. Esos medios representan sus intereses y los de su clase: los referentes máximos de la burguesía argentina que no comparte el horizonte económico, ni el marco de alianzas que articula hacia adentro y hacia afuera del país, el kirchnerismo.
El escenario de los medios masivos no se ha modificado sustancialmente todavía, a pesar de la nueva Ley, y tomando en cuenta las experiencias comunicacionales surgidas en los últimos tiempos –y en manos de quienes están–, se hace imprescindible repensar políticas públicas que apoyen el nacimiento de una multiplicidad de alternativas que den voz y poder de fuego a otros actores del campo de la comunicación popular, los cuales también deberán asumir el desafío de la hora.
La libertad de comprar dólares
El perfil socio-económico-cultural de los manifestantes fue fundamentalmente de clase alta, media alta y media –sector donde más se siente la tensión entre antikirchneristas rabiosos, kirchneristas convencidos y los que se plantean “neutrales”‒. Se pudo ver también a fachos reconocidos, defensores de los genocidas, ultra liberales, ultra católicos y alguna izquierda que se pliega a cualquier acto anti K.
Entre los hombres y mujeres que integraron las movilizaciones, se destacan aquellos que tienen un interés de clase manifiesto contra el gobierno, y que no soportan –junto a otras– las políticas de control cambiario impuestas por la gestión kirchnerista, que en menor medida llegaron a “afectar” a personas de clase media. Esas disposiciones, tomadas al calor de la crisis internacional, no han sido del todo comprendidas por el grueso de la población. Para muchos ni siquiera hace falta que las entiendan, ya que no se las topan, pero sí es importante que las capas medias comprendan –y el gobierno debería encontrar la fórmula de comunicarlo– que éstas apuntan al mantenimiento de las variables que permitieron al país ir saliendo de la matriz neoliberal, protegiendo el mercado interno, la reindustrialización, etc; cuestión que redunda en un beneficio para ese sector y el resto de los sectores populares.
Seguridad
El tema de la seguridad es bien complejo, pero en todo el mundo se utiliza del mismo modo desde los grupos de poder que pretenden reproducir la situación de iniquidad que que origina la problemática. Es decir, reclamar –de modo menos o más sutil– mano dura. Para cada uno de los reclamos planteados en la movilización esos grupos de poder tienen una estrategia. En casi todo el mundo es igual. Las personas movilizadas, a veces sin saberlo, incluso contra sus propios intereses de clase, reproducen en pancartas y sus discursos esas estrategias. Existen, sobre todo en las grandes urbes del país y en Capital Federal más que en ninguna, numerosos hechos indiscutibles, reales, de asaltos, muchas veces seguidos de muerte, que alimentan el reclamo de “mayor seguridad”. Esa seguridad, la que se refiere al abordaje de la criminalidad, que no puede dejar de entenderse como consecuencia de políticas económicas y culturales de desarrollo que fueron instrumentadas desde al menos mediados del siglo pasado –casi sin interrupciones– hasta los inicios de éste, plantea un abordaje de las consecuencias –de la denominada “inseguridad”–, con represión, y no postula estrategias que apunten a desactivar y revertir el modelo que originó el problema, porque justamente estarían atentando contra el sistema de acumulación y “desarrollo” del cual fueron, y aún son, beneficiarios y responsables. El mismo manifestante incauto de clase media que pide seguridad, con toda la legitimidad del mundo desde una perspectiva existencial individual, se queja de las Asignaciones Universales por Hijo, para regocijo de los think tank de pensamiento ultra liberal vernáculos. La mentada “inseguridad” no podrá detenerse en los niveles que hoy se encuentra, sin profundas políticas públicas inclusivas de largo plazo. De todos modos, las propuestas vinculadas al modelo de seguridad democrática, están lejos de ser recogidas y puestas en práctica a fondo.
Violencia es mentir (y odiar)
Un elemento preocupante que mostraron las cámaras que cubrieron la movilización, y que se manifiesta permanentemente en las redes sociales, es el odio de clase y hasta racista que pone de relieve uno de los costados más irracionales de parte de los que protestan contra el gobierno. “Ahora cómo van a coger los negros de mierda”, se escuchó decir a un joven refiriéndose de ese modo a los planes sociales para los sectores más vulnerables, en uso de un repertorio de frases que a menudo puede leerse en facebook o twitter. Del mismo modo aparecen hablando del “autoritarismo de Cristina” y la “falta de libertad de expresión”, hombres y mujeres que dejan miles de mensajes en las radios de todo el país para decir cualquier verdura, o van a una plaza, sin ser reprimidos, a las que concurren personas como Cecilia Pando, cantan o portan las consignas que creen haber inventado –pero que no son otra cosa que repeticiones de un libreto que otros escriben– y salen en cadena para todo el territorio nacional por la red de medios privados.
Seguir andando
Los dos o tres puntos esbozados en esta columna –medio en caliente y sobre la marcha– no agotan ni la mitad de los temas a discutir que se pueden tomar de la movilización de este jueves. Cuestiones que en realidad no sorprenden, ni son nuevas. Pero cómo se dijo, detrás de cada una de esas consignas, más allá del individuo –ingenuo o intencionado– que levante la pancarta, se esconde una estrategia de sectores que aún no han podido reconstruir la representación política que canalice sus intereses; lo que deja un espacio de debate y militancia importante para pensar y actuar en pos de lo conseguido, lo que hay que modificar y lo tanto por conquistar. Siempre en el camino de la ampliación de derechos y el crecimiento de los márgenes de soberanía nacional iniciado desde 2003.
Fuente:RedaccionRosario
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