20 de enero de 2013

ENTREVISTA CON VÍCTOR HEREDIA: "Es la primera vez que hay datos concretos".

20.01.2013 
víctor heredia 
"Es la primera vez que hay datos concretos" 
El músico habla por primera vez de la investigación por el secuestro de su hermana María Cristina. 
Por: Daniel Enzetti

Es un verdadero simbronazo en mi vida", dice, y se acomoda para hablar de una querella ingresada el mes pasado en el Juzgado Federal Nº 3 de Daniel Rafecas, presentada por los familiares de una treintena de militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) secuestrados y desaparecidos durante junio y julio de 1976. En esta nota, Víctor Heredia no es el gran cantante, ni el artista popular, sino uno de los familiares que impulsan la investigación. El hermano de María Cristina. Y el cuñado de Nicolás Grandi, marido de la "Negra". Arrancados de su casa de Paso del Rey por una patota del Ejército mientras desarrollaban tareas de prensa y difusión vinculadas con los dos medios que publicaba la organización, la revista Estrella Roja y el periódico El Combatiente.
El escrito, cuyos detalles fueron adelantados por Tiempo Argentino el 6 de enero, lleva la firma de la familia de abogados Lombardi y del letrado Pablo Llonto. Y es el fruto de una profunda investigación (ver recuadro) que después de 37 años podría determinar quiénes son los culpables de aquellas desapariciones.
"Durante todos estos años –agrega Heredia–, cada vez que surgía la posibilidad, yo hacía la misma pregunta: ¿alguien había visto a los chicos en algún centro clandestino de detención? Era la punta que necesitábamos para empezar la búsqueda. Participé en varios organismos, como la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Tuve y tengo una estrechísima relación con Hebe (Bonafini), HIJOS y la Línea Fundadora de Madres. Canté en casi todos los espacios del terror que se abrieron para ejercitar la memoria. Y tuve el triste y penoso privilegio de contactarme con muchos compañeros detenidos sobrevivientes. Pero nadie supo responder ese interrogante familiar que tuvimos desde que se llevaron a Cristina y a Nico. Hasta ahora. Es la primera vez que surgen datos concretos de lo que pasó, y por eso es tan importante la investigación que abrimos."

–¿Qué le despierta?
–No sé cómo definirlo desde lo afectivo, pero la posibilidad de encontrar a los culpables es lo que me mantiene con tanta expectativa. Esto fue un crimen, como el de los 30 mil, y saber qué pasó te alivia, en alguna medida. Porque el misterio de no conocer lo que ocurrió, sumado a no haber podido despedirlos, genera una suerte de limbo personal y familiar fuertísimo. Hoy tenemos una razón: los chicos pertenecían al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), trabajaban para la prensa. Y empezaron a desarrollar esa tarea después de manifestar divergencias ante la cúpula del PC (Partido Comunista), que terminó retirándoles sus carnets. Yo renuncié al partido en 1978, y ninguno de sus camaradas me informó de aquellos alejamientos, lo cual es llamativo.


–¿Por qué?
–Porque soy una persona pública, y frente a un hecho de tanta gravedad, lo obligatorio desde el punto de vista político, siendo yo en aquella época un integrante del PC, era que me contaran lo que había pasado con mi hermana y mi cuñado. Pero esas son anécdotas. Si se confirma la existencia de un grupo de tareas dentro del PRT puesto para hacer inteligencia y aniquilar a esos militantes, creo que nada hubiera modificado la situación.


–Es interesante, más allá de lo que se intentará probar sobre los operativos del Ejército que terminaron secuestrando a esa treintena de miembros del PRT, lo revelador que es esta investigación desde lo personal. Se enteró de cosas que nunca había imaginado. ¿Qué sabía de Cristina en ese tiempo?
–En 1976, yo tenía 28 años, dos más que ella. Y sabía lo que conocíamos todos en la familia: su pertenencia al PC, sus trabajos en la Casa de la Cultura de Moreno y las tareas activas en la docencia. Los dos se cuidaron mucho de comentarme esas disidencias con el partido, sobre todo en las comidas, cuando nos juntábamos. Cada uno opinaba desde su lugar, como mi viejo, que lo hacía desde su postura socialista. Cristina y Nico manifestaban la necesidad de unir esfuerzos partidarios, crear conciencia a nivel popular, y quitarnos de encima a la dictadura. Pero reconozco que nadie imaginaba la monstruosidad que después se desató en la Argentina. Ninguno de los dos estaba de acuerdo con la falta de debate en el partido, porque cuando uno disiente, lo que quiere es ser escuchado. Plantearon opiniones distintas, las informaron ante quienes correspondía, y la estructura terminó quitándoles sus credenciales. Mucha gente alejada del PC vivió la misma experiencia. Yo no apoyé la evaluación del partido sobre las características de "unos" y "otros" dentro de la Junta Militar, y también critiqué lo de la discusión interna; pero no podría decir que hubo traición, me resisto a ser tan cruel. Creo que el PC hizo un análisis erróneo de la situación, y no cumplió con premisas ideológicas y políticas que tenía como médula de su funcionamiento. Es más, tengo una profunda simpatía con muchos compañeros de esa época y con algunos preceptos marxistas que siguen siendo esenciales para entender la historia argentina. Pero quiero volver a tu pregunta: es verdad, la investigación para la querella permitió que me enterara de muchas cosas. Por ejemplo, lo del paso de Cristina y Nico al PRT, y sus trabajos en aquellas tareas de prensa. Lo guardaron mucho, y tampoco lo debatieron conmigo. Ahora recuerdo una charla que tuve un día con Nicolás, después de varias amenazas de la Triple A. Yo no quería irme del país, y él insistía, me decía que para mí, la cosa se iba a poner más jodida.


–Está hablando de un momento anterior al golpe de Estado.
–Claro, en 1975. Terminábamos de presentar en el Ateneo de Caracas, en Venezuela, "Víctor Heredia canta Pablo Neruda", con la presencia inolvidable de Matilde Urrutia y Olga Orozco. Pablo había muerto sin poder escuchar la obra completa, y por eso lo recuerdo tanto. Un año antes intenté mostrar el trabajo en el Coliseo, pero los organizadores levantaron la función con la primera amenaza de bomba. Y pasó igual en el teatro La Recova. Las bandas de José López Rega me mandaron cartas que después rompí, pero cuando supe que a otros compañeros les pasaba lo mismo, ahí entendí que el tema era serio. Mirá qué increíble que resultan las vueltas de la vida: amagaron con atentar contra mi casa, en Otamendi y Díaz Vélez, en la época en que estaba casado con Lidia. Le dije que agarrara a Laura, mi primera hija, que entonces tenía dos meses, y se fueran a un lugar seguro. ¿Sabés cuál fue ese lugar?, la casa en donde al poco tiempo secuestraron a Cristina y a Nico. Después de varias semanas, Lidia prefirió irse de ahí. Nunca lo hablé con ella, pero a lo mejor intuyó lo que iba a pasar. Terminé viviendo en un placard del departamento de Roly Hernández (sonríe), directivo de EMI Odeón y gran amigo. Y me fui enterando de la situación del país por las charlas que Roly mantenía con los gerentes de otras multinacionales, como RCA Víctor, Sony o Philips. Hasta qué punto no imaginábamos lo terrible de la dictadura que, inocentemente, nuestra preocupación era preservar el trabajo. Lo de las amenazas no se lo contaba a nadie, para no armar escándalo. Pero en realidad, los medios y los empresarios lo sabían, por eso empezaron a cerrarme las puertas por todos lados.


–Dejando de lado que no le hayan contado su salida del PC, ese grupo del PRT que integraban Nicolás y María Cristina sabía muy bien su papel, las publicaciones del partido estaban coordinadas, se habían instalado varias imprentas. Un compromiso que exigía conducta, poner el cuerpo...
–Por supuesto, lo que demuestra la fuerza de la militancia. Corrían riesgos, pero la tarea la cumplían. Lamentablemente, fueron infiltrados, porque también hay que decir algo: se tomaba muy livianamente la presencia de individuos que entraban un día, y al poco tiempo conocían todos los movimientos. Tenían al enemigo adentro.


–Antes dijo que no le contaban muchas cosas. ¿Supo que la razón era preservarse ellos, y cuidarlo a usted y al resto de la familia?
–En parte, era por eso. Pero además, y otra vez repito lo de no imaginarse el futuro, no veían el peligro, y se sentían seguros. La prueba es que el día del secuestro estaban con Yamila, de dos años. No teníamos idea de la magnitud del enemigo, de su capacidad. Cuando íbamos a buscarlos, la pregunta era dónde estaban. Mi viejo me decía "no los apures, que por lo menos te digan que están bien". Otra de las cosas que demuestra esta investigación es que los secuestros de junio y julio de 1976 estuvieron coordinados, y hubo una planificación para el exterminio. Lo que los hace crímenes de lesa humanidad, con responsabilidad directa del Estado. Algo que entendí cuando pude leer el enunciado del Operativo Claridad, gestado por (Albano) Harguindeguy. Yo estaba en la lista con más de 400 compañeros, sobre los cuales la dictadura analizó "antecedentes" personales y familiares. Era simple: aquellos considerados "peligrosos", eran liquidados. Por ejemplo, Rodolfo Walsh y Francisco "Paco" Urondo. Una vez, Ana Cacopardo me mostró la carpeta mía que tenían archivada en la Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA). La ví y me sentí un estúpido por lo que creía en aquel momento. Pensar que muchos con los que hablé después de un concierto, anónimos que se me acercaban, aportaron datos para esa carpeta.


–¿Cómo se enteró del secuestro?
–Por mi papá, que vivía en Paso del Rey, muy cerca de la casa de ellos. El grupo de tareas dejó a Yamila en una ventana del vecino de Cristina, y el hombre lo llamó a mi viejo inmediatamente. Papá no quería que lo acompañara, estaba preocupado, "¿y si me lo llevan a Víctor también?". Pero no podía hacer otra cosa, era mi hermana, mi cuñado. Fuimos a todos lados, a comisarías, al Edificio Libertador, redactamos hábeas corpus, lo denunciamos en el exterior. Pero el viejo aguantó nueve meses, murió de tristeza.


–¿Y su mamá?
–Estuvo realmente muy mal, pero la situación de Yamila le produjo un clic en la cabeza, para bien. De repente se quedó sin nada: sin su hija, sin su marido, con un hijo perseguido y una nieta de dos años a la deriva. Pero se repuso, crió a Yamila, hizo de mi sobrina una persona extraordinaria, que hace poco le dio una bisnieta. Sin Yamila, mi vieja se hubiera hundido definitivamente.


–¿Pensó en algún momento que su condición de artista y hombre público los salvaría?
–Era como un doble sentimiento, me sentía desprotegido pero a la vez tenía esa esperanza. La campaña "Los argentinos somos derechos y humanos" ocultó el genocidio, y pretendió dar en el exterior una imagen de paz y concordancia. La muerte de Víctor Jara, aún cuando no alcanzó para voltear a Augusto Pinochet, fue un revés duro para los militares chilenos. Y creo que la dictadura argentina quería evitar casos similares. Claro que hubo compañeros desaparecidos y muertos, como el caso de Rodolfo y Paco, pero también es cierto que los genocidas se cuidaron de tocar a la intelectualidad y a la gente de la cultura. Lo entendí mucho tiempo después. Me parece que eso tuvo que ver con la salvación de muchos de nosotros. «



Los represores y las fiestas que organizaba clarín


"El trabajo de investigación que muchos compañeros hicieron es muy serio –sostiene el músico–, y por eso tenemos confianza en que la querella avance. Me pasó algo increíble: hace bastante que milito en lo que uno llama 'la defensa de los Derechos Humanos', machacando con la necesidad de apoyar, de empujar, de sostener lo que hizo y hace este gobierno en lo referido a los juicios. Pero recién ahora, que estoy 'adentro', trabajando en un caso que se relaciona nada menos que con mi hermana, me doy cuenta de lo importante que es esta época. Nunca pensé que esa sensación me iba a tocar a nivel personal. Porque no alcanza con una denuncia, con el trabajo de un buen abogado, con atar cabos. Si no hay estructura, si un Estado no te contiene, ese esfuerzo no vale nada. Y en la Argentina de hoy, ese Estado existe. Caés en la comparación casi automática: 'cuando yo presentaba hábeas corpus, ese Estado no estaba'. Y te das cuenta de lo importante que es eso para sostener y dignificar a una democracia”.

–¿Qué opina sobre el inventado debate alrededor de lo que pasó en la ex ESMA?
–Es muy penoso, golpes bajos que no merecen comentarios, y hay que descalificar. Me parece bochornoso que quienes estuvieron del lado del enemigo durante todo este tiempo, hoy se rasguen las vestiduras y señalen estas cuestiones. Cuando en realidad, lo que deberían haber hecho era denunciar a (Emilio) Massera, a (Jorge) Videla y a los asesinos que tenían al lado, en las fiestas que organizaba Clarín. Ya sabemos que son tipos hipócritas, y que ahora eligieron tirarse contra gente que se juega todo lo que tiene para tratar de erigir, en un lugar que era de muerte, un espacio educativo, artístico y socialmente rico. Mi mensaje es: que no jodan más. 

Fuente:TiempoArgentino  


La investigación demuestra el nexo en las desapariciones

Entre junio y julio de 1976 secuestraron a unos 30 militantes del PRT-ERP encargados de prensa y difusión. La conexidad prueba que se trató de delitos de lesa humanidad.

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María Cristina Cournou, hermana del músico Víctor Heredia, y su compañero Claudio Nicolás Grandi, fueron secuestrados el 22 de junio de 1976 en la localidad de Moreno, cuando una patota del Ejército irrumpió por la fuerza en la casa de la calle Ciudadela 353, como parte de varios operativos que tuvieron por objeto desmantelar el aparato de prensa y comunicación del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo).
La querella que en estos momentos analiza el Juzgado Federal Nº 3 de Daniel Rafecas, secretaría de Albertina Caron, incluye detalles de lo ocurrido ese día, y de la suerte que corrió una treintena de militantes que, como Cristina y Nicolás, se encargaban de redactar, imprimir y distribuir en todo el país las dos publicaciones editadas por la organización, la revista Estrella Roja y el periódico El Combatiente.
El material incluye nombres de genocidas implicados, y detalles de la manera en que se movieron entre el 14 de junio y el 10 de julio de aquel año '76 distintas fuerzas de seguridad en la zona oeste del Conurbano Bonaerense y en determinados puntos del país. Pero por cuestiones propias de la investigación, las identidades de los genocidas permanecen en reserva.
Los abogados que avalan el escrito integran la familia Lombardi: Ernesto, Susana, Micaela y Juan, además del letrado Pablo Llonto. El equipo llevó a cabo en los últimos meses, junto a la filial Luján de Madres de Plaza de Mayo, el sociólogo Quino Luna, historiadores, familiares, ex militantes de Luján y Moreno y la Dirección de Derechos Humanos de ese distrito, a cargo de Miguel Fernández, una profunda investigación que brinda mayor fuerza a la querella. 

Se trata de la conexidad registrada entre las acciones llevadas a cabo por el aparato genocida durante aquellas cuatro semanas.
La denuncia sostiene que los hechos "no pueden ser comprendidos de atenernos a relatos individuales. Todos los casos forman parte de una concatenada y relacionada serie de actos de terrorismo de Estado (en el marco del genocidio desatado en la Argentina entre 1974 y 1983) encadenados y conexos unos con otros, desprendiéndose de ellos el accionar de los mismos grupos de tareas, los mismos grupos de Inteligencia y la misma orden de comando: secuestros y desapariciones forzadas, cometidas sobre un determinado y claramente identificable grupo de militancia". Y agrega: "Se observarán además notorias coincidencias y nexos entre los represores actuantes: características físicas, de vestimenta, de camuflaje, tanto como la utilización de idénticos vehículos. Todo ello, sumado a la zona de actuación donde se produjeron los hechos y los testimonios obrantes en la causa, más los medios de prueba que ya se han producido y otros que solicitaremos se produzcan, dejarán en claro la participación directa en los hechos denunciados del Ejército Argentino."
En el momento de su secuestro, María Cristina tenía 28 años, estaba embarazada de cuatro meses y era un cuadro importante en la estructura de Prensa del PRT. Trabajaba como maestra de grado en la Escuela Nº 19 de Moreno, había sido una de las impulsoras de la Casa de la Cultura del distrito, y tenía la voz cantante en las asambleas del gremio. Ese martes 22 de junio, la casa que compartía con Claudio, en la localidad de Paso del Rey, fue asaltada por un grupo de tareas vestido de civil, que se llevó a la pareja y dejó a Yamila, hija de ambos, en la vivienda de la familia Padín, vecina colindante.
"Las caídas fueron en cadena –dice Llonto a Tiempo Argentino–, y el hilo conductor lo marca el hecho de que todos los militantes secuestrados desarrollaban tareas de prensa y difusión en el PRT." La investigación realizada para la querella presentada hace algunos días arrancó gracias al testimonio de un ex conscripto, que dio detalles de un operativo del Ejército contra una imprenta de la organización ocurrido el 10 de julio de 1976, en la localidad de San Andrés, partido de San Martín. "Fuimos para atrás –agrega– y pudimos determinar que en otros lugares, y con la misma metodología, el objetivo eran compañeros que de distinta manera estaban vinculados a la confección, redacción, edición y distribución de las publicaciones El Combatiente y Estrella Roja. La hermana de Víctor está dentro de ese grupo, y lo importante es que los casos no sean investigados individualmente, sino por conexidad. Porque suponemos que fue un mismo grupo de tareas el responsable de esos secuestros." 
Fuente:TiempoArgentino

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