28 de abril de 2013

JUICIO ESMA: EL CASO DEL TENIENTE DE NAVIO ANIBAL ROBERTO COLQUHOUN - TESTIMONIOS: DÍAS 44 y 45 - Una recorrida "aleccionadora" por la ESMA para jueces, camaristas y abogados.

EL CASO DEL TENIENTE DE NAVIO ANIBAL ROBERTO COLQUHOUN
El pillaje
Esta semana, el juez Sergio Torres ordenó cinco detenciones en la causa ESMA. Un sumario realizado por el grupo de tareas sirvió para identificar a los represores.
Por Alejandra Dandan
El 6 de octubre de 1976. una patota de la Escuela de Mecánica de la Armada secuestró en Buenos Aires a Mónica Liliana Goldstein, en un departamento de Corrientes y Estado de Israel. Ese mismo día secuestraron a Ramón García Ulloa y Dolores del Pilar Iglesias, en el lugar donde vivían, sobre la calle Neuquén entre Morelos y Donato Alvarez. A la 0.30 del día siguiente, 7 de octubre de 1976, otro Grupo de Tareas salió de la ESMA al mando del teniente de navío (TN) Aníbal Roberto Colquhoun. La columna de vehículos tenía por destino “requisar” los dos domicilios. Colquhoun cumplía una comisión de servicios en la ESMA. En el primer domicilio, el teniente de navío autorizó a un suboficial segundo de Infantería de Marina “para llevar un elemento”, diría después. En el segundo domicilio, autorizó “los casos que se presentaron” (...) “que no fueron desmedidos”. La Armada le abrió un sumario a Colquhoun por el “presunto delito de hurto”, pero no porque no se podían robar las pertenencias de los detenidos, sino porque esas cosas debían llevarse a la ESMA, donde se inventariarían. Este sumario, encontrado mucho después en los archivos de la Marina fue el puntapié inicial para descubrir represores, cuyo rol durante la última dictadura había permanecido oculto porque no fueron tan conocidos por las víctimas.

En 2010 la Dirección Nacional de Derechos Humanos del Ministerio de Defensa empezó a trabajar sobre los archivos de la Armada. El equipo de investigación a cargo de Stella Segado notó cajas descriptas como “secretas” en el interior de una habitación a la cual no había tenido acceso. Entre los documentos, los marinos guardaban el “caso Colquhoun”: un sumario administrativo en el que la Armada tomó declaración a parte de los integrantes de la patota que intervino en los operativos y que al mismo tiempo fue dejando las “huellas” de los que intervinieron en esa fase represiva. El sumario contiene claves para leer la lógica del saqueo a los desaparecidos y también sirvió como disparador para identificar represores.


El área de derechos humanos de Defensa envió el sumario a la fiscalía de Eduardo Taiano, que a fin del año pasado pidió la detención de Colquhoun. El juzgado de Sergio Torres ordenó esa semana su detención y otras cuatro vinculadas con el caso. Colquhoun no fue hallado en su domicilio, pero fue declarado en rebeldía y tiene prohibida la salida del país. En la misma situación quedó el por entonces cabo Ramón Roque Zanabria. En cambio, quedaron detenidos José Angel Iturri, Néstor Eduardo Tauro y Jorge Luis Ocaranza. Iturri y Tauro eran “cabos” pero con roles de jefes de pelotón de fuego; Zanabria también era jefe de pelotón de fuego. Ocaranza también era cabo pero revistaba como “jefe del grupo de tiradores”.


El caso

La portada del sumario lleva por título “TNIM Aníbal Roberto Colquhoun. Actuación de Justicia sobre el Grupo de Tareas 3.3 de la ESMA (...) Causa: Presunto delito de hurto”. A cargo de la “instrucción” quedó uno de los nombres posteriormente denunciados por los sobrevivientes: el teniente de navío Jorge Perrén, alias Puma u Octavio, que comandó el área de Operaciones de la ESMA y años después fue procesado por el robo de bienes en Chacras de Coria.

Perrén, que está fallecido, hizo la instrucción de este “hurto”, pero el 7 de octubre de 1976, además, ordenó el operativo. La primera denuncia del caso partió del oficial que estaba de guardia: el teniente de corbeta Alberto Eduardo González, alias El Gato o Luis, condenado en 2011 por los hechos de Santa Cruz y ahora en juicio por otras cientos de víctimas.


Según la reconstrucción del “hecho”, todo empezó a la 0.30 horas del día 7 cuando “el señor Teniente de Navío Dn. Aníbal Roberto Colquhoun” es destacado con “la tarea específica de retirar –en requisa– todo el material existente de dos domicilios, en los que el día anterior se había detenido a subversivos integrantes de la OPM titulada ‘Montoneros’”. Una vez concluido el operativo, el teniente de corbeta González recibió en el subsuelo de la ESMA el “material requisado”, pero notó que entre los elementos no había “objetos chicos de valor”, sólo un reloj despertador, y había magazines de diapositivas sin el proyector; manual de instrucciones de una máquina de fotografías, sin la máquina.


Alrededor de las 7, Colquhoun se le presentó “cambiado de ropa” en el salón donde trabajaba el Grupo Especial. Le solicitó un automóvil (Peugeot 504 amarillo) para salir de la ESMA por “razones personales”. González le dijo que el auto debía salir a “operar y no se lo podía facilitar”. Colquhoun le dijo que lo usaría poco tiempo.


González esperó hasta el mediodía, cuando Perrén se levantó de “descansar” le dio el parte del hecho y le manifestó sus “dudas” sobre el caso. Poco después fue convocado por Jorge Acosta. A la tarde, y por orden de Acosta y en compañía del teniente de Fragata Benazzi, habló con uno de los suboficiales al que llamaremos “O” porque no está detenido: “O” había sido parte del operativo. González lo notó “algo nervioso y preocupado desde su regreso de la misión”.


Las declaraciones

Durante el operativo, “O” estuvo a cargo de la camioneta y del personal uniformado. Explicó que “la misión impuesta era de retirar todo el material de dos domicilios con la finalidad de quebrar la logística del enemigo al negarle lugares aptos para vivir en forma clandestina”. Los represores llamaban a este hecho un “operativo de mudanza”.

“O” dijo que no sabía si Colquhoun tenía autorizado “dejar tomar elementos al personal”. Cuando le preguntaron qué elementos “tomó” dijo: “Tres calzoncillos de chicos y un saco azul de mujer, nada más”.

Néstor Tauro es uno de los detenidos por Torres. También indicó que “tenía conocimiento de que esos elementos no podían tomarse, sino que debían guardarse en el pañol e inventariarse”. Y otro integrante agregó que el teniente Colquhoun les dijo que “los elementos pertenecían a los Montoneros, que van a volver al pueblo porque son del pueblo, que podían tomar algo chico que les guste”.

Colquhoun declaró por lo menos dos veces. Dijo que en un domicilio, “O” “me pidió permiso para llevar un elemento que no recuerdo, a lo que respondí afirmativamente”. Desde allí, siguió, “nos trasladamos al segundo domicilio en donde se repitió la tarea, autorizando también los casos que se presentaron (pañuelos, botellas) que no fueron desmedidos”. Le preguntaron “si al entrar al segundo domicilio”, los integrantes del grupo “se hallaban probándose diferentes ropas, inclusive el declarante, y tener él puesta una campera tipo impermeable oscura con algunos colores”. Colquhoun respondió que “se apropió de una campera usada”.

Su declaración es interesante porque en lo que parece ser una maniobra para despegarse de las acusaciones, empezó a enumerar una lista de otros robos. Entre otros, mencionó “el allanamiento y captura de los habitantes de una tintorería, en el cual un integrante de la Policía Federal, de pase en la Escuela, que estaba autorizado, salió (...) del domicilio con un gamutón”. En esa línea, también le apuntó a otro actual procesado: el entonces capitán de corbeta Ricardo Lynch Jones. “Recuerdo que en una oportunidad –dijo Colquhoun sobre Lynch Jones– retiró un bolso de cuero y manifestó que lo utilizaría para los explosivos; y en otra oportunidad tomó dos bolsos que contenían perfumes y jabones que dijo ‘lo llevo para mis hijas’.”

El encargado del sumario le preguntó si sabía “que los explosivos que lleva ese señor jefe por usted citado son de la dotación de explosivos de este Grupo de Tareas, dado que él es uno de los dos integrantes que siempre van a operar provistos de esos elementos, para el caso frecuente de colar puertas antes de irrumpir, cuando ello es necesario”.


Luego, le preguntaron si estaba enterado, que “siempre que ese señor jefe de un allanamiento trae material como el que usted cita y lo cual es una broma tradicional del grupo desde hace meses, inclusive presenciada por el señor director en ocasiones, los entrega al llegar al Salón Dorado al personal de guardia de detenidos diciendo ‘para mis chicas’ refiriéndose con ello al personal femenino detenido”.


Ya avanzado el caso, Colquhoun hace una ampliación de indagatoria. Sancionado y evidentemente quebrado, dice que “no ha querido ser insidioso, mendaz y reticente, sino que las circunstancias y el medio ambiente de este tipo tan particular de operaciones” lo han llevado a ello “por cuanto el hombre pierde el sentido de los valores normales”.

Fuente:Pagina12



24 04 2013
TESTIMONIOS
Día 44. “Si hubiera sabido que era la última vez que lo veía, lo hubiera abrazado”
Lo dijo en la audiencia de hoy Ana María Cacabelos sobre su hermano José, secuestrado en la ESMA, quien continúa desaparecido, al igual que su hermana Cecilia. Además, declararon el sobreviviente Héctor Romeo y Dora Cirilo, por su compañero Carlos Pérez Jaquet, también desaparecido.


La familia Cacabelos
Ana María Cacabelos, sobreviviente de la ESMA dio testimonio para exponer ante los jueces lo que el terrorismo de Estado hizo con su familia. Los Cacabelos eran cinco hermanos, cuatro de ellos fueron víctimas de los represores de la ESMA. Ana María (caso nro. 97) fue secuestrada, mantenida en cautiverio en la ESMA y liberada; Esperanza (caso nro. 50) fue asesinada por el Grupo de Tareas 3.3.2 junto a su compañero Edgardo de Jesús Salcedo (caso nro. 51) frente al hijo de ambos, Gerardo, de 2 años de edad; Cecilia (caso nro. 96) fue secuestrada, llevada a la ESMA y continúa desaparecida, al igual que José Antonio Cacabelos (caso nro. 25).

Lo primero que pidió Ana María fue mostrar las fotos de las personas de las que hablaría: sus tres hermanos y su cuñado. El Tribunal aceptó, por lo que las imágenes fueron expuestas en la pantalla gigante que está ubicada detrás de los jueces. La testigo describió las fotografías del casamiento de una de sus hermanas, Esperanza María, con Edgardo Salcedo.


Los hechos

“El 7 de junio de 1976, José, quien tenía 18 años de edad, salió para ir a una reunión. Había terminado la secundaria y militaba en la Juventud Peronista (JP). No llega a la reunión y a la noche llama Esperanza: pone en conocimiento nuestro que José había sido secuestrado”. Además, les dijo a sus hermanas que se fueran de la casa, por la “presunción de que hubiera un allanamiento. Nos fuimos a la noche. Cecilia, que también militaba en la JP no regresa”. Ana María, quien no tenía militancia, volvió a la casa a los dos días.

Luego, los padres recibieron un llamado de José Antonio diciendo que se lo habían llevado por averiguación de antecedentes “y que lo iban a soltar”. El 10 de junio a la madrugada sonó el timbre de la casa y el padre abrió la puerta. Había hombres de civil y armados, que tenían a José esposado. “La persona a cargo del operativo dice que era el oficial interrogador, que hacía 27 horas que lo estaba interrogando y que era recuperable”. Pero les marcó una diferencia con Esperanza y Edgardo: “donde los encuentre va a haber sangre”.


El operativo en la casa de los Cacabelos

Ana María contó que interrogaron a la madre sobre sus hijas. “Usted no está colaborando, nos la vamos a tener que llevar”, le dijeron, pero su hijo intercedió y la dejaron. “Buscaban algo en el placard”. José Antonio le dijo a Ana María: “Nana, tenés que hacer algo porque las chicas (Esperanza y Cecilia), cualquier contacto que quieran tener con la familia va a ser a través tuyo”. Por los relatos de los vecinos del barrio, supieron que “habían cortado la calle (Francia y Agüero)”, que había “dos camionetas con hombres fuertemente armados”. También supieron que fueron a la casa de Edgardo y, como no lo encontraron, se llevaron al hermano “Goyo” (Gregorio).

El 6 de julio Esperanza y Ana María se juntan. Esperanza estaba preocupada, porque era muy reciente la noticia sobre lo que les habían hecho a los curas Palotinos. Le pidió a Ana que “si pasa algo el hijo quede a tutela de los abuelos”, y agregó: “pero decile al viejo que no le cambie las ideas”.


Los casos de Esperanza María y Edgardo

Según lo presentado por el fiscal de instrucción de la causa Eduardo Taiano, “Esperanza María Cacabelos y Edgardo de Jesús Salcedo fueron privados ilegítimamente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, el día 12 de julio de 1976 a las 05:00 horas aproximadamente, durante un importante operativo realizado por el Grupo de Tareas 3.3.2 en el inmueble ubicado en la calle Oro 2511, piso 11, departamento ´C´ de la Ciudad de Buenos Aires. En dicho operativo, que fue encabezado por el Capitán de Corbeta Salvio O. Menéndez, participaron entre otros, Jorge Acosta, Jorge Enrique Perrén, Roberto Oscar González. Las heridas infligidas a las víctimas durante el operativo de secuestro determinaron el deceso de ambos, quedando los cuerpos de Salcedo y Cacabelos en el balcón del inmueble. Del resultado de las autopsias se deduce que María Esperanza Cacabelos habría muerto como consecuencia de una herida de bala en la cabeza. Salcedo, por su parte, recibió seis impactos de bala de fuego, uno de los cuales lo hirió en la cabeza y el otro en el tórax, ocasionándole la muerte”.

En la audiencia de hoy, Ana María contó que debieron ir a la morgue a identificar los cuerpos. El padre fue a la comisaría 23 y tuvo acceso al expediente policial: vio las fotos del operativo hecho en la casa de Esperanza y Edgardo. “Siempre comenta que la primera foto que ve es el cadáver de mi cuñado y sobre su pecho, mi hermana, boca abajo, con la evidencia de un balazo en la nuca. Las demás fotos correspondían a posiciones de los cuerpos en otros lugares del departamento”. Ana contó que a su padre esa imagen siempre le remitió a la frase: “que nadie separe lo que Dios ha unido”.


“En la frente de mi hermana se notaba la salida del impacto de bala”. Sobre Edgardo, contó que el “tiro de gracia fue en la boca” y agregó que tenía orificios de bala en el pecho y otras partes del cuerpo.

Al volver de los entierros en Chacarita, la familia recibió un llamado de José, quien les dijo: “ya sé lo que les pasó a Esperanza y Edgardo. Hacé algo con Cecilia: hay que sacarla de la calle”.

Gerardo Salcedo, el hijo

El hijo de Esperanza y Edgardo fue protegido por su mamá dentro de una bañera, envuelto con una frazada. Tras el violento operativo, Gerardo fue llevado al Hospital Fernández con una crisis nerviosa. Fue retirado del Hospital por una tía médica, Mirta, hermana de Edgardo.

Ana María contó que Gerardo no hablaba, evidenciaba las secuelas. ¿Cuáles serán imágenes que habrán quedado grabadas para siempre? Se asustaba, con el menor ruido se escondía”. Luego contó que el abuelo tramitó la tutoría.


El secuestro de Ana María y Cecilia

El 30 de septiembre llaman a la familia y le dicen que José, quien estaba desaparecido, se quería encontrar con ella en Roca y Mitre a las 20:00 horas. Ana María fue con su DNI y esperó en la esquina. “Paró un auto clarito, color cremita. El auto arranca y pregunté por José, me dicen que iba en otro auto. Nos llevan a Ciudad Universitaria, en un lugar donde se notaba que iban a pavimentar una calle”. A José lo pasan al auto en el que estaba ella, estaba esposado. Él le vuelve a decir: “Naná, hay que hacer algo con Cecilia, va a terminar como Esperanza. La garantía de vida te la doy yo”. En esa parte del relato de Ana María 
Cacabelos aparece “Juan Carlos”, cuyos alias eran “guantes” y “Garra”.

Después de eso, a Ana María la liberan en Mitre y General Paz. “Si hubiera sabido que era la última vez que lo veía, lo hubiera abrazado”.


El 11 de octubre Cecilia la llamó a Ana al trabajo para juntarse en Dorrego y Corrientes a las 16:00 horas. Al rato, quienes buscaban a Cecilia, la llaman a Ana y ella les da la dirección del encuentro, confiada en que “había que salvar a Cecilia y la garantía era José”. Luego contó los hechos en el bar: “llego y había gente sentada. Reconozco a ´Juan Carlos´ sentado con una señora. Cuando llega mi hermana me levanto para saludarla y nos agarran y separan. Me suben a un auto. De Cecilia sólo escuché los gritos y nada más”.


El caso de Ana María Cacabelos

Al llegar a la ESMA Ana María “estaba aterrada”. Narró que fue manoseada y obligada a llamar a sus padres para mentirles y decirles que estaba reunida con unas amigas, que no se preocuparan. “Me llevan a un lugar que me pareció un cuarto pequeño”, dato que pudo confirmar al levantarse la capucha. Relató que escuchó “ruidos de cadenas arrastrándose. Pensé que no iba a volver a mi casa y pensaba: ´pobres los viejos, a mí también, se van a quedar solitos”. Ana contó que cerca de la medianoche le dijeron que iba a ser liberada: “¿y José y Cecilia?”, preguntó. “Quedate tranquila, ya van a tener contacto con ellos”, le dijeron.

Luego fue puesta en el piso de un auto. “Al poco tiempo, me levanté la capucha y vi los terraplenes de la Av. Del Libertador, donde hace el empalme con la General Paz”. La dejaron en la Estación Colegiales. Pudo volver a su casa.


Según Taiano, “Ana María Cacabelos fue privada ilegítimamente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, por integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2 armados, el día 11 de octubre de 1976, en horas de la tarde, mientras se encontraba en una confitería sita entre las Avenidas Dorrego y Corrientes de esta ciudad, junto a su hermana Cecilia Inés y su hermano José Antonio, quien desde hacía algunos meses se hallaba clandestinamente detenido en la E.S.M.A. Luego fue conducida a la Escuela de Mecánica de la Armada, donde permaneció clandestinamente detenida bajo condiciones inhumanas de vida (sometida a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene y alojamiento que existían en el lugar, a lo cual debe agregarse la angustia provocada por la circunstancia de que dos de sus hermanos se hallaban cautivos en ese centro clandestino bajo las mismas condiciones indignas de alojamiento). Todo ello en el marco del reciente deceso de su hermana Esperanza María y su esposo Edgardo Salcedo en un enfrentamiento armado con los integrantes del Grupo de Tareas a disposición de quienes se hallaba ahora detenida). Finalmente, Ana María Cacabelos fue dejada en libertad a las pocas horas en la Estación Colegiales, en Federico Lacroze y las vías”.


La última llamada

El 27 de octubre Cecilia y José llamaron a la mamá y le dijeron que iba a pasar mucho tiempo hasta verla. Cecilia preguntó por Gerardo, su sobrino, a quien solía visitar mucho cuando. Quiso saber si ya le habían sacado los pañales y si ya hablaba.
Ana María recordó que José “era de los que buscaban justicia por todo”. Con ese llamado, “fue la última vez que supimos de ellos en forma directa”.

El caso de Cecilia Cacabelos

Según Taiano, “Cecilia Inés Cacabelos fue privada ilegítimamente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, por integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2 armados, el día 11 de octubre de 1976, en horas de la tarde, mientras se encontraba en una confitería sita en las Avenidas Dorrego y Corrientes de la ciudad de Buenos Aires, junto con su hermana Ana María y su hermano José Antonio -que se encontraba desde hacía unos meses detenido clandestinamente en la E.S.M.A.-. En ese momento, Cecilia Inés tenía 16 años de edad. Posteriormente, fue conducida a la Escuela de Mecánica de la Armada, donde permaneció clandestinamente detenida bajo condiciones inhumanas de vida (esposada, encapuchada, con grilletes en los pies, sometida a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene y alojamiento que existían en el lugar, agravadas por su juventud, a lo que debe agregarse la angustia provocada por la circunstancia de que dos de sus hermanos se hallaban cautivos en ese centro clandestino bajo las mismas condiciones indignas de alojamiento). Todo ello en el marco del reciente deceso de su hermana Esperanza María y su esposo Edgardo Salcedo en un enfrentamiento armado con los integrantes del Grupo de Tareas a disposición de quienes se hallaba ahora detenida. Cecilia Inés Cacabelos aún permanece desaparecida”.

El caso de José Antonio Cacabelos

Según Taiano, “José Antonio Cacabelos fue privado ilegítimamente de su libertad el día 7 de junio de 1976, en horas de la noche, en la intersección de la Avenida Mitre e Hipólito Yrigoyen, de la localidad bonaerense de Florida, Partido de Vicente López, por un grupo de personas que lo introdujeron en un automóvil, que partió con rumbo desconocido, e integraban el Grupo de Tareas 3.3.2. Luego fue trasladado a la E.S.M.A., donde permaneció clandestinamente detenido bajo condiciones inhumanas de vida (bajo las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene y alojamiento que existían en el lugar). Además fue interrogado por personal del Ejército en relación con el paradero de su hermana Esperanza María Cacabelos de Salcedo y el marido de ésta, Edgardo Salcedo, fue obligado a llamar por teléfono a su padre a fin de tranquilizarlo lo cual alejó las posibilidades de que sus seres queridos lo hallaran, fue obligado a ubicar a su hermana Cecilia Inés, así como también se lo amenazó con matar a su cuñado Salcedo, a lo que debe agregarse la angustia provocada por el hecho de que finalmente dos de sus hermanas terminaron detenidas en ese centro clandestino, bajo las mismas condiciones indignas de alojamiento. Todo ello en el marco del reciente deceso de su hermana Esperanza María y su esposo Edgardo Salcedo en un enfrentamiento armado con los integrantes del Grupo de Tareas a disposición de quienes se hallaba detenido, de lo que Cacabelos se había enterado durante su cautiverio. En efecto, tres días después de su detención, el 10 de junio de ese año, fue llevado esposado a su hogar por cuatro personas vestidas de civil a fin de buscar algunos papeles; en la noche del día 15 de julio de 1976, llamó a su padre y le dijo que sabía que a su hermana y su cuñado los habían matado, así como también posteriormente compartió el cautiverio con sus hermanas Cecilia y Ana María. Finalmente fue ´trasladado´ en el mes de diciembre de 1976 junto a otros detenidos (Tapia, Calabria, Cobo y Di Doménico), quienes fueron ´vacunados´. Aún permanece desaparecido”.

Las gestiones de búsqueda

Ana María contó que al principio sus padres creían que lo que pasaba eran “excesos de los que estaban debajo de los que gobernaban. No quisieron hacer un hábeas corpus por si se enojaban”. Contó que la madre hacía cartas a Harguindeguy, Agosti, Massera y Suárez Mason. “Las respuestas eran nulas”, pero una vez la citó el secretario de Massera para saber cómo tenía la información de que las hijas hayan estado en la ESMA.

Con el tiempo, los padres entendieron que la realidad era otra y fueron al Ministerio del Interior, donde les dieron un formulario. También presentaron la denuncia en la CONADEP.

En cuanto a la Iglesia, tuvieron contacto con Aramburu y Pío Laghi. “Tampoco conseguimos mucho, ni una medallita”.

La madre y el padre de los Cacabelos

Ana contó que su mamá, cuando Adolfo Scilingo contó a mediados de los años ´90 sobre los vuelos de la muerte realizados con los detenidos-desaparecidos de la ESMA, “pidió un remise, compró flores, le pidió al chofer que la acercara lo más posible para tirar el ramo al río”. “Mi papá se murió sin conocer la suerte de sus hijos”, dijo Ana María.

La lucha por un país mejor

Ana contó que Esperanza le dijo a su mamá que “lo que hacemos es porque le queremos dejar un país mejor a Gerardo”, su hijo.

De los 67 imputados, el único sentado en la sala fue Miguel Cavallo. Ana María aprovechó su declaración para decir que “no tenemos un lugar donde dejar una flor: eso es algo que nos lo deben. Hace 37 años que buscamos que nos digan dónde están mis hermanos y los que están en esa situación. Hace 37 años que guardan silencio”.


Para cerrar, dijo que “me queda la memoria, el ejemplo de la vida, el compromiso, la entrega generosa, la oportunidad de haber conocido la época del Presidente Néstor Kirchner que se puso al hombro el reclamo por justicia y le dio para adelante”. Luego agradeció a las Madres y a su familia, especialmente a sus hijas. Ahí fue cuando su madre se paró en la sala y le gritó emocionada a Ana María: “¡gracias hija por tu valor!”.

Luego, Ana María agradeció a los H.I.J.O.S., eligiendo cerrar su testimonio diciendo que de ellos “aprendo todos los días”. Y eligió la frase final, citando a la agrupación: “nuestra única venganza es ser felices”.

La audiencia y los aplausos

La sala estuvo llena y el testimonio fue acompañado de aplausos y mucha emoción. En el sector del público hubo muchos integrantes de la agrupación H.I.J.O.S., acompañando a Ana María Cacabelos, madre de Paula, militante de la organización. Además, participaron en la audiencia muchos compañeros de trabajo de Ana María.

El caso de Horacio Eduardo Romeo, sobreviviente de la ESMA (caso nro. 717)

Según consta en el pedido de elevación a juicio hecho por el fiscal de instrucción Eduardo Taiano, “Horacio Eduardo Romeo fue privado ilegítimamente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, el 31 de mayo de 1976, en su domicilio sito en la calle Independencia 2150, Villa Elina, Provincia de Buenos Aires, a las 04:00 horas, por un grupo de entre seis y ocho personas pertenecientes al Grupo de Tareas 3.3.2 vestidas de civil y que portaban armas largas, que lo esposaron y le colocaron un antifaz. Posteriormente, fue conducido a la Escuela de Mecánica de la Armada, donde permaneció clandestinamente detenido bajo condiciones inhumanas de vida (bajo las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene y alojamiento que existían en el lugar). Durante su cautiverio se lo mantuvo esposado, encapuchado y engrillado, fue interrogado mediante golpes y lo amedrentaron con simulacros de fusilamiento y escuchó los gritos de personas que se encontraban allí secuestradas. Finalmente, recuperó su libertad el 6 de junio de 1976”.

El testimonio de Romeo

Horacio, quien tenía 18 años de edad cuando fue mantenido en cautiverio en la ESMA, declaró hoy en el juicio. El Ministerio público Fiscal le pidió que relatara su secuestro y posterior traslado a la ESMA. El ex detenido-desaparecido aclaró que después de 37 años puede reconstruir mediante “flashes de cosas que recuerdo”. Contó que cuando fue capturado fue encapuchado y llevado en un auto: “me engrillaron y esposaron”.

Los recuerdos del horror en la ESMA

Luego contó que una vez en la ESMA, “me tiraron en un piso frío. Lo que más recuerdo es el intenso frío que sentí”. También recordó que había “mucho movimiento de gente. No vi nada, no vi a nadie”, explicó esto y lo fundamento en que estaba encapuchado dentro del centro clandestino.

Sobre la ESMA, pudo recordar que “subimos en un ascensor, estuve en un cuarto grande, aparentemente con ventanales, porque hacía un frío muy intenso. Estuve todo el tiempo tirado en el piso. Recuerdo gritos y gemidos de gente”. También se refirió a haber escuchado “música estridente”.


El sobreviviente contó que desde la ESMA le permitieron llamar a su padre, a quien le pidió que lo fuera a buscar a Coordinación Federal. Tras cortar la comunicación le dijeron: “pibe, vos no estás en Coordinación Federal”.


Horacio contó que pudo escuchar a Francisco Blatón (caso nro. 22), un compañero suyo del Colegio Nacional de Villa Adelina “Nicolás Copérnico”, “negando cosas y gritando”.

Luego, la Fiscalía le preguntó si recuerda haber escuchado ruidos externos y Horacio dijo que sí: “el tren, mucho tránsito y chicos jugando o saliendo de la escuela”. Después le consultaron sobre los interrogatorios y qué tipo de información le pedía. El testigo contó que le preguntaban sobre “filiación política, si militaba en determinado Partido? Ante la pregunta de la Fiscalía, Horacio respondió que mencionaron como opciones al Partido Comunista y Montoneros. Y agregó: “no preguntaron por Al Qaeda porque no existía, pero podían haber preguntado…”.

La liberación

Cuando el Ministerio Público Fiscal le preguntó sobre ese momento, Horacio contó que le dijeron “algo parecido a ´te vas a ir´. Me sacaron los grilletes y bajé, no recuerdo si por ascensor o escalera. Estuve sentado en un banco por un tiempo indeterminado. Me sacaron la capucha, pero no vi nada, porque me vendaron los ojos y me ataron las manos con vendas. Me subieron a un coche. Hubo una pelea entre los guardias por el saco de cuero y el reloj” que tenía cuando llegó. Se los dieron. Horacio relató que en el auto había otros dos hombres. Les preguntaron si tenían dinero y él dijo que no, así que le dieron algo.

Sobre el viaje, recordó que “dieron muchas vueltas” y bajaron a uno de los hombres primero y después a él y al otro en un puente cerca de la Panamericana. “Nos sacamos las vendas”. Horacio recordó que ambos rasparon las vendas contra una pared y se fueron. La Fiscalía le preguntó si supo quién era el hombre que fue liberado con él y dijo que no, que nunca lo supo.


“Orden en la sala”

Dado que Horacio es Doctor en Biología, le pidió al abogado defensor Guillermo Fanego que lo tratara como tal. Esto derivó en una discusión entre el testigo y el abogado, que debió ser detenida a los gritos por el Presidente del Tribunal, exigiendo “orden en la sala”.

“Escuché, no vi a nadie, estaba encapuchado. Es irrelevante la pregunta”, dijo Horacio. Fanego le planteó a los jueces que “hay un exceso en la manera de responder del testigo”. El juez le respondió que presentara lo que considerara adecuado, pero que se detuviera en ese momento, por estar presente el testigo.


Final del testimonio

Los jueces le preguntaron a Horacio Romeo si quería agregar algo y respondió: “creo que ya dije todo por lo cual me han convocado”.

El caso de Carlos Alberto Pérez Jaquet (caso nro. 739).


Según el fiscal de instrucción Taiano en el pedido de elevación a juicio, “Juan Carlos Gualdoni, delegado gremial del Banco Nación apodado ´Waldo´ o ´Alejo´ y sus empleados Carlos Alberto Pérez, que militaba en la Juventud Peronista, y Pedro Bernardo Oviedo, docente y militante en CTERA, fueron privados ilegalmente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley el 26 de junio de 1976 a las 10:30 horas en el local 16 -imprenta- de la galería comercial situada en Cerrito 256, Ciudad de Buenos Aires, en un operativo en el que habrían intervenido más de cien personas armadas pertenecientes al Ejército, la Armada y la Policía Federal que rodearon la manzana con camiones militares y estaban vestidos de uniforme y de civil. Luego de ser esposados y encapuchados, los introdujeron en un Ford Falcon verde y los condujeron a la Escuela de Mecánica de la Armada, donde se los mantuvo clandestinamente detenidos y fueron atormentados mediante la imposición de condiciones inhumanas de vida (sometidos a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene y alojamiento que existían en el lugar). Asimismo, fueron torturados. Aún continúan desaparecidos”.


El testimonio de Dora Marta Cirilo, compañera de Carlos Alberto Pérez Jaquet

El Ministerio Público Fiscal le pidió que relatara “los hechos de los cuales fue víctima su esposo”. La testigo contó que “fue secuestrado en su lugar de trabajo, una imprenta ubicada en Cerrito y Sarmiento, el 26 de junio de 1976, aproximadamente a las 11:00 de la mañana. Estaba trabajando. Me entero después que entraron Fuerzas conjuntas del Ejército, Policía y la Marina y se llevaron también a dos personas que estaba con él”. Le preguntaron si recordaba los nombres y dijo que eran “Pedro Oviedo y Juan Carlos”, cuyo apellido no sabe. Agregó que fueron secuestrados encapuchados.

La búsqueda

Una vez en el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) el hermano de Juan Carlos dijo que por medio de otra persona supo que habían escuchado los gritos de Carlos Alberto en la ESMA. Su marido tenía 27 años de edad cuando fue secuestrado y desaparecido.
Dora contó que su suegro presentó un hábeas corpus en Capital e intentó hablar con algún abogado, pero “no querían saber nada del caso”. Agregó que también hizo denuncias en los organismos de derechos humanos y la CONADEP.

Próxima audiencia

El juicio continuará el jueves 25 de abril desde las 10:00 horas con más declaraciones testimoniales. 


25 04 2013 
TESTIMONIOS
Día 45. Los casos de delegados del diario La Nación y La Razón que estuvieron detenidos-desaparecidos en la ESMA
Hoy declaró Marta Remedios Álvarez, sobreviviente de la ESMA, ex delegada del diario La Razón, uno de los vinculados a la apropiación de la empresa Papel Prensa.


El caso de Marta Remedios Álvarez (nro. 36)
Marta, “La Peti”, estaba embarazada cuando fue secuestrada y llevada a la ESMA el 26 de junio de 1976 junto a su compañero Adolfo Kilmann, Rita Mignaco y Javier Otero. El hijo de Marta y Adolfo nació en cautiverio.

Ella era delegada del diario La Razón, firma que luego estuvo implicada junto a La Nación y Clarín en la apropiación de la empresa Papel Prensa. La denuncia por esta causa fue realizada por la Secretaría de 


Derechos Humanos de la Nación y aún continúa en etapa de instrucción.

Según consta en el pedido de elevación a juicio hecho por el fiscal de instrucción de la causa, Eduardo Taiano, “Marta Remedios Álvarez, apodada `Peti`, fue privada ilegítimamente de su libertad el día 26 de junio de 1976, en horas de la madrugada, junto con su compañero Adolfo Kilmann (caso 37), Rita Mignaco (caso 34) y su marido -Javier Otero (caso 35), que era un conscripto de la ESMA-, en un departamento ubicado en la calle Víctor Hugo y Gral. Paz, de la localidad de Vicente López, Provincia de Buenos Aires, por integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2. En ese momento, se encontraba embarazada. Fue conducida a la Escuela de Mecánica de la Armada, en un automóvil junto con Rita Mignaco, en camisón, encapuchadas y esposadas, mientras que Kilmann y Otero fueron trasladados en el baúl de ese vehículo.

En la Escuela de Mecánica de la Armada, permaneció clandestinamente detenida bajo condiciones inhumanas de vida (encapuchada, esposada, engrillada, debiendo escuchar durante su cautiverio los quejidos y lamentos de los demás detenidos-desaparecidos mientras los golpeaban y les pasaban corriente eléctrica, sumando a ello la situación angustiante que implicaba que su pareja estuviera detenida en ese centro clandestino bajo las mismas condiciones indignas de alojamiento, más aún cuando esto la llevó a ver a Kilmann muy herido por la tortura, bajo las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene y alojamiento que existían en el lugar, agravadas por su estado de gravidez y la circunstancia de su alumbramiento en cautiverio). Asimismo, fue torturada mediante descargas de corriente eléctrica, para obligarla a proporcionar información. Tales tormentos los practicaron, entre otros, Francis Whamond, Antonio Pernías, Juan Carlos Linares y Ernesto Weber. Además, le habrían adjudicado el número `220`.

Durante su cautiverio, dio a luz a un niño el 1º de marzo de 1977. Para ello, ante las complicaciones que deparaba el parto, fue trasladada por recomendación de Capdevila a Chamorro al Hospital Naval `Dr. Pedro Mallo`. Luego, se provocó una infección por no haber retirado completamente la placenta, para lo cual fue nuevamente trasladada a ese nosocomio. La atención médica que demandó su embarazo le fue brindada por el Dr. Magnacco. Su hijo permaneció junto a ella en la E.S.M.A., hasta el 16 de julio de 1977, fecha en la que el bebé fue entregado a la abuela. Fue custodiada por personal del Grupo de Tareas para inscribir al niño recién nacido. Durante su cautiverio, fue obligada a realizar trabajos a favor de sus captores, sin percibir ninguna remuneración a cambio. Entre los meses de agosto y septiembre de 1978, a Marta Remedios Álvarez le permitieron egresar temporariamente de la E.S.M.A., hasta que en junio de 1979 recuperó su libertad, aunque bajo la modalidad de `libertad vigilada`”.

El testimonio de Marta

En la audiencia de hoy el fiscal Guillermo Friele le solicitó que relate el momento de su secuestro, intentado precisar información sobre las otras personas que estaba con ella.

“Con Rita nos ponen en el auto, en el asiento de atrás. Nos secuestran a los cuatro. Cuando llegamos a la ESMA no supe nada más de Rita y Javier. Ella era militante y trabajaba en el diario La Nación. Las dos militábamos en la agrupación civil de prensa, que pertenecía a Montoneros. Javier era su marido, era conscripto y yo no conocía ninguna militancia suya. Sé que nunca más aparecieron”. También contó que cuando la secuestraron “me vendaron, me tiraron al piso. Uno de ellos dijo: `procedimiento por drogas`”.


El fiscal le preguntó acerca de su declaración anterior, en la que la sobreviviente de la ESMA dijo que en las torturas participaron Whamond y Pernías (imputado en el juicio): quiso saber si participó alguien más. La testigo respondió que pudo determinar que “había más personas, por las voces, pero no puedo precisar quiénes”. Acerca de los interrogatorios, a Marta le preguntaron por “nombres de militantes. Por Firmenich, por gente que sabían que era imposible, porque no tenía acceso a él”.


La familia Cacabelos

Luego, el fiscal le preguntó por la víctima José Cacabelos (caso nro. 25), cuyo caso fue abordado en la audiencia de ayer por su hermana Ana María. Marta dijo que “lo conocí en la ESMA. Había sido secuestrado unos 20 días antes que yo. Con José estuve varias veces, mucho tiempo, porque Whamond era su responsable. Cada uno de ellos tenía un secuestrado al que controlaba y manejaba. José hablaba mucho de su familia, de sus hermanas, estaba preocupado, obsesionado con su hermana (Cecilia, porque la estaban buscando). Yo lo veo hasta diciembre del `76”.

Friele le preguntó a Marta si supo algo sobre las hermanas de José Antonio Cacabelos y dijo que “una de las hermanas (Esperanza) muere en un tiroteo en la calla Oro junto a su marido (Edgardo). No sólo lo supe por José, porque fue un hecho muy grande en la ESMA, porque fue herido el que era capitán Menéndez. Después de ese hecho, José estaba mucho más preocupado por su hermana menor (Cecilia), y, como le prometían que si la encontraban los dos se salvaban, él creyó en eso…”.


Posteriormente, el fiscal le preguntó qué supo de Cecilia y Marta dijo que “logran armar una cita y es secuestrada. Yo la veo a principios de diciembre, con José. Cecilia era una chica muy jovencita. La veo dos veces en el Sótano con José, que era el lugar donde había un box y nos sentaban a que charláramos varios detenidos. Cecilia fue trasladada con José en diciembre. Él militaba en Montoneros en zona norte y sus hermanas también militaban en Montoneros”.


Más preguntas sobre víctimas en la ESMA

El Ministerio Público Fiscal le preguntó a la ex detenida-desaparecida Marta Álvarez sobre otros casos incluidos en la causa. “Alejandro Calabria (caso nro. 23) y Quique Tapia (caso nro. 24) eran de Arquitectura. Habían sido secuestrados un mes antes que yo, eran militantes de Montoneros, creo que la JUP (Juventud Universitaria Peronista). Empezaron a hacerlos bajar al Sótano. Yo no los conocía de antes, empezamos a charlar. Estuvieron hasta enero del `77”. También le preguntaron sobre Franca Jarach (caso nro. 31) y Marta dijo que “también había sido militante de Montoneros, era compañera mía de militancia en una época. En ese momento ella estaba por la agrupación de gráficos. Es secuestrada un día antes que yo. La veo a los pocos días de caer, 4 ó 5 días. Estuve 2 ó 3 veces. Era jovencita, tenía 18 años. Me cuenta que había podido hablar por teléfono s su casa. Yo también pude. Nos hacían hablar para decir que estábamos bien y para pedir que no hagan nada. De los que estábamos en ese momento, todos hablamos por teléfono a nuestras casas”.

La Fiscalía le preguntó si pudo hablar con Franca Jarach sobre su secuestro y Marta dijo que le contó que “había sido el 25 y que fue en la calle, con otro compañero también de militancia, le decíamos el `Negro Clay`, Daniel Fernández (caso nro. 32). También estaba en gráficos con Franca. A ella la vi dos o tres veces, después no la vi más. Estaba bien, era muy optimista, decía que íbamos a ser delegadas. El `Negro` estuvo casi hasta fin de año. A ella la habré visto casi un mes y medio”.


Luego le nombraron a Nora Oppenhaimer (caso nro. 59) y dijo que “la conocí ahí (en la ESMA). Era una militante de la JUP, de 21 ó 22 años. Con Nora charlábamos no de la militancia, sino de lo que íbamos a hacer cuando saliéramos. Ella también llamó a su familia. Estuvo bastante tiempo, hasta diciembre del `76. Estaba mucho con el `Negro Clay`”.


Seguidamente, le preguntaron por Eduardo Suárez (caso nro. 63) y dijo que “éramos compañeros de militancia, era de prensa, periodista. A Eduardo me bajan a verlo al otro día del secuestro. Estaba muy golpeado, la cara con hematomas. Me cuenta que lo van a buscar a un trabajo, no recuerdo cuál. Ahí él me ve y me dice: `estás embarazada`. Cuando estábamos charlando de mi embarazo escuchamos que entra una chica a los gritos y los golpes. Me dice: `es Patricia`. Patricia era su mujer: Patricia Villa (caso nro. 64). Yo no la vi. A él no lo volví a ver nunca más”.


Las preguntas continuaron. Esta vez fue nombrado Eduardo Seib (caso nro. 58) y Marta contó que “también era de prensa. Trabajaba en el diario La Nación, era delegado. A mí me llevan a verlo a la sala de torturas, donde estaba atado a la cama y estaba `Fibra` con él. `Fibra` es Rioja (imputado), eso lo supe con posterioridad. Estuve un rato con él, yo me descompongo, me dan un café y después me vuelven a llevar a Capucha. Lo veo dos o tres veces más, sentados los dos hablando. No lo vi nunca más”.


El siguiente nombre fue el de Pablo Gazzarri (caso nro. 145). “Lo conocía”, dijo Marta, “había estado en la Parroquia Santa Amelia y también en otra que está en Liniers y Belgrano, donde nosotros teníamos un trabajo territorial (Montoneros-JP). Estuvimos bastante tiempo trabajando con Pablo. Después dejó de militar en el barrio y lo veo por una cuestión de amistad en la Parroquia donde él estaba en la calle Triunvirato. Después lo veo en la ESMA cuando lo secuestran. Me cuenta que lo secuestran en la calle a fines del `76. Después lo vuelvo a ver el 5 de enero, cuando hay un traslado, un simulacro de traslado, en el que nos dan una inyección”.


Sobre Laura Reboratti (caso nro. 46), Marta dijo que “no la conocía, no sabía si era militando. Un día, estando en el Sótano con Alfredo Buzzalino, Whamond trae a una chica para ver si la conocíamos. Fue el único contacto que tuve con ella”. Luego le preguntaron por Daniel Schapira (caso nro. 256) y Marta dijo que “no lo conocía, no lo vi nunca más. No sé si militaba en alguna organización política”.


Acerca de Mónica Quinteiro (caso nro. 17), dijo que “había sido monja, la conocía por la militancia. Supe que estaba ahí por Acosta, que se jactaba porque era pariente de él”. Luego le preguntaron sobre la familia Tarnopolsky y Marta relató que “la familia estuvo en la ESMA. Yo estuve con Sergio, lo conocí ahí, y con Betina, la hermana más chica. Sergio era conscripto en la ESMA y asistente de Acosta. Fue un caso muy renombrado en la ESMA. Estábamos con Alfredo en el Sótano, lo traen, estaba muy destruido. Nos dicen: `miren, éste es Tarnopolsky` y lo llevan para seguir torturándolo. Nunca vi a una persona en ese estado. 


Después supimos que él había querido poner un explosivo en la ESMA y lo secuestran. Después secuestraron a toda su familia. A Betina la vi en el baño, era muy joven. Era muy parecida a su hermano. Lloraba mucho”.


Otro de los nombres por los que le preguntaron fue por Ricardo Jaime Zeff Lebedinsky (caso nro. 748) y dijo que “lo conocí porque era militante de la JP-Montoneros. Era amigo de mi compañero, Kilmann, y lo conocí mucho. Usaba anteojos, era miope”. Sobre Àngela María Aieta de Gullo, sostuvo que “era la madre de Dante Gullo, responsable de la JP. A María la había conocido porque ella formaba parte del Peronismo Auténtico. Cuando se hizo un lanzamiento del PA, ella fue una de las oradoras. La conocí en la ESMA, en el baño. Ella se acercó y me preguntó si necesitaba algo. Era una persona grande. Sigue desaparecida”. 


Acerca de Hebe Inés Lorenzo (caso nro. 68), Marta relató que “era de la agrupación de actores, la conocía de la militancia. Sabía que había sido secuestrada con su compañero, Horacio Peralta (caso 67). No la vi, sí a Horacio y me dice que ella también estaba secuestrada. Ella contó que después de la ESMA fue a la cárcel de Devoto. Horacio era titiritero, estaba en la agrupación de actores”.


Sobre Pablo González Langarica (caso 177), “Toño”, contó que “aparte de verlo a él, vi a su mujer y a sus dos chiquitas, que estaban en el camarote que después fue usado para las embarazadas. Ellas quedaron ahí una semana, y después fueron llevadas a la quinta. Estaba como rehenes, porque se lo llevaron a Toño a Europa para interceptar un camión con armas que había comprado Montoneros”.


Acerca de Dagmar Hagelin (caso 212), dijo que “le decíamos `La Sequita`, `La Sueca`. La vi una vez en el camarote que después fue de las embarazadas. Estaba caminando, vendada la cabeza y uno de los brazos. Sigue desaparecida”. También le preguntaron por Horacio Maggio (caso 224) y dijo que “lo conocí en la ESMA, le decíamos `Nariz`. Estaba en Pecera. Logra fugarse en una de las salidas que tiene. Supe que después lo matan en un enfrentamiento, porque nos hicieron ver el cuerpo de él. Nos hacen desfilar por el playón del estacionamiento. Su cuerpo estaba dentro de una camioneta”.


Luego le preguntaron por su hijo, quien nació en cautiverio en la ESMA: Federico Emilio Francisco Mera (caso 236): “es mi hijo”, dijo Marta, “di a luz en cautiverio, en carnaval. Me lo dejaron tres meses y después se lo dieron a mi madre”. El parto fue atendido por el imputado Jorge Luis Magnacco.


Marta también contó sobre Vera Lennie Labayrú (caso 171), quien nació en cautiverio, en un parto también atendido por Magnacco. La niña fue entregada a su familia días después de su nacimiento. Sobre María del Carmen Moyano de Poblete (caso 268), Marta dijo que “era una embarazada. Se acercó un día, porque estaba en el cuartito de enfrente, y preguntó qué había pasado con mi bebé. Está desaparecida”, al igual que su hija nacida en cautiverio.


Sobre Eva Marín (caso 686), Marta dijo que “era una nena, la hija de María Cristina Solís de Marín (caso 456) y de Francisco Marín (caso 281). Sé que estuvo en la ESMA, porque cuando cae el padre muerto, ellos mismos dijeron que había caído con la hijita. Eva tendría 3 ó 4 años”.


Acerca de la familia Galli, Marta relató que “Mario Galli (caso 312) era muy conocido porque había sido marino, estaba en Montoneros. Estaba además su mujer (Patricia Flynn de Galli, caso 310), su madre (Felisa Wagner de Galli, caso 309) y su hija (Marianela Galli, caso 311)”. La niña fue entregada a la familia, es la única sobreviviente del grupo.


A Marta le nombraron a más víctimas y pudo relatar que vio en la ESMA a Pedro Solís (caso 70), Laura Susana Di Doménico (caso 67), Laura Tacca de Ahumada (caso 116), Carlos Alberto Caprioli (caso 104), Marta Zelmira Mastrogiácomo (caso 618), Orlando Méndez (caso 117), Emilio Enrique Dellasopa (caso 142), Marcelo Kurlat (caso 156), Mario Lorenzo Koncurat (caso 151), Claudia Josefina Urondo de Koncurat (caso 152), Federico Ramón Ibáñez (caso 157), Miguel Chiernajowsky (caso 834), Rolando Jeckel (caso 255), Alberto Girondo (caso 280), Nilda Orazi (caso 266), Ana María Ponce de Fernández (caso 327), Máximo Nicoletti (caso 342), Ana María Soffiantini (caso 357), Carlos Bartolomé (391), Oscar Rubén De Gregorio (caso 395), Alfredo Julio Margari (caso 396), Liliana Gardella (caso 398), Jaime Drí (caso 420), Rosario Quiroga (caso 421), Miriam Lewin (caso 446) y Julia Sarmiento (caso 499).

Marta también relató haber visto en la ESMA a Liliana Fontana (caso 426): “era una embarazada. Yo la vi una sola vez caminando en el pasillo en el tercer piso y un guardia le decía `Paty caminá que tenés que caminar`”. Su hijo Pedro Sandoval Fontana nació en cautiverio y fue apropiado por el entonces gendarme Víctor Rei. El joven recuperó su identidad y se encontró con su familia.

Acerca del “mini staff” y el “maxi staff”

El fiscal le preguntó a la testigo sobre estos sectores del centro clandestino, en los que los detenidos-desaparecidos eran sometidos al trabajo esclavo. Al respecto, Marta relató que “eso es posterior al `76. 

Empezó con una idea de Acosta (imputado), que nos pusieron a determinados detenidos que teníamos condiciones, nos sacaron de Capucha, nos pusieron en unos cuartos. Inicialmente, estaba Inés Cobo (caso nro. 72). Estuvo Nora Oppenhaimer, la `Gallega Pilar` (Laura Di Doménico, caso nro. 87), el `gordo Alfredo`. Después incorporaron a otros: Murgier (María Isabel, caso nro. 102), Buzzalino (Alfredo, caso 38), Anita Dvatman (caso 29), Graciela García (caso 101) y Marta Bazán (caso 107)”. Agregó que “se construyeron también camarotes y empezaron a formar grupos de trabajo (esclavo). Empezó el maxi staff, que era mucho más extenso, con más secuestrados”.


El fiscal le preguntó acerca de una de las víctimas que nombró: Inés Cobo. Marta dijo que “estaba mal, hablaba incoherencias, estaba muy afectada. Rezaba todo el día, cantaba canciones religiosas. Había perdido un embarazo. Fue trasladado en enero. No la conocía de antes. A Inés, inicialmente, la habían pasado a un camarote muy grande, yo estaba en uno chiquito al lado. Fue secuestrada en septiembre en la calle, posterior a mí. Era de la JP-Montoneros, eso me lo dijo ella”.


“Los traslados”: los vuelos de la muerte

La Fiscalía le preguntó a Marta sobre los denominados traslados y dijo que “en ese momento, era el día de tensión. Se controlaba mucho más todo, había nerviosismo, empezaban a llamar por número, eran llevados al Sótano. Pedro, el jefe de guardia de `los Verdes`, era el que llamaba. No supe cómo era la organización”.

Los represores de la ESMA

La siguiente pregunta estuvo referida a uno de los imputados: Antonio Vañek, ya condenado a 40 años de prisión por el plan sistemático de robo de bebés, hijos de desaparecidos. Sobre Vañek, Marta relató que “una noche que ya estaba en el camarote, se abre la puerta, prenden la luz: era Chamorro (Rubén Jacinto, Director de la ESMA) y él presenta a Vañek y a (Luis María) Mendía. Me preguntaron mi nombre y dónde militaba, y nada más”.

“Derechos y humanos”

La testigo contó que, en el marco de “tratar de contrarrestar la imagen negativa del país en Europa” se realizaron viajes, en los que llevaron a algunos detenidos-desaparecidos de la ESMA, como Marta Bazán e Inés Carazzo (caso nro. 113). “Vuelven al poco tiempo. Vuelve a viajar Inés con Marisa Murgier”. Ellas le cuentan el objetivo del viaje y también el proyecto político de Massera.

Robo de bienes

En el marco de la ampliación de la declaración testimonial de Marta Álvarez, el fiscal le hizo preguntas referidas a la causa judicial que investiga el robo de bienes. Puntualmente, le recordó que ella mencionó anteriormente la adulteración de documentos y una inmobiliaria, a la vez que un sector del edificio del Casino de Oficiales donde se guardaban los bienes robados, el Pañol. “Yo sabía de la inmobiliaria, era nombrada. Eran Whamond y Rádice (imputado). Ponían a la venta todas las propiedades de los secuestrados. No sé cómo era la operatoria”.

Trabajo esclavo

A Marta le preguntaron sobre una de las tareas que tuvo que realizar en la empresa CROMA, ubicada cerca de la ESMA: “era una empresa de audiovisuales, de filmación de comerciales. Estaba en la calle Besares. Fue armada por el Grupo de Tareas. Inicialmente, había estado Silvia Labayrú (caso nro. 170). 

Una que vez que se va, me llevan a mí a trabajar. Estaba uno de los hijos de Chamorro y `Gato` (Alberto González). Acosta y Rádice iban permanentemente. Después se conforma como una sociedad. Como presidente asume un pariente de Acosta, de apellido Cabrera. Luego la ponen a trabajar también a Marisa Murgier”.


Marta relató que en CROMA “era empleada administrativa. Inicialmente, me llevaban a la empresa y me volvían a dormir en la ESMA. Después en la casa de mi madre. Había que firmar actas. Formaba parte del Directorio como síndico el hijo de Massera. He ido a la oficina de Massera que estaba en Cerrito a firmar actas. Rafael Ayerza era un abogado que venía a las reuniones de Directorio, era pariente de Massera. 


Lezama era un periodista, me parece, que trabajaba en `Convicción`. Había gente que trabajaba en las imprentas de `Convicción`, secuestrados, como Daniel Lastra. Mazzola era un Oficial de la Marina que era asistente de Acosta, estaba en `los Jorges`, era su mano derecha.


Le preguntaron si tuvo conocimiento de alguna otra empresa y Marta dijo que además de la inmobiliaria “Wilri”, “armaron empresas con las Chacras de Coria, que eran unos campos en Mendoza, con unos caballos de carrera. A eso lo manejaban Acosa y Rádice”. Sobre CROMA, agregó que el “nombre original fue Multivisión”.


El caso de Chacras de Coria

La testigo contó que “se llega a partir de la caída de un grupo de finanzas de Montoneros, que tenía campos en Mendoza. Todo este grupo cae alrededor de enero del `77 con Juan Gasparini, Conrado Gómez (caso nro. 181), y varios más”. A continuación, le preguntaron sobre más personas secuestradas en ese hecho: Horacio Palma (caso nro. 190) y Victorio Cerutti (caso nro. 191). Marta dijo que “fueron secuestrados con el grupo de finanzas. Todos fueron llevados a Capucha, eran mucho más grandes que el resto de los detenidos”.

Identificaciones de represores

La Fiscalía le preguntó a Marta por algunos imputados, para saber si los vio en la ESMA. Le nombraron a Damario, sobre quien dijo que “era un marino que conocí en la ESMA. Era de Logística, después estaba en la Cancillería, en la oficina de prensa”. Acerca de Díaz Smith dijo que “era un operativo, le decían `Panceta`. Supe después el nombre. Era una persona gorda, con panza, bigotes, entradas”. El siguiente nombre fue Laznón: “era Horacio. Lo conocí en la ESMA, era de Inteligencia. Se hace cargo del Grupo después de D`Imperio. Lanzón iba a la oficina de prensa donde yo estaba con Graciela García”. Sobre Suárez Mason (hijo), Marta sostuvo que “le decían ´el hijo de Sam´. Era muy joven, de tez blanca y cabello castaño”. 

Acerca de Agusti Scacchi dijo que “era compañero, amigo de Acosta, tenían una relación muy cercana. Las veces que lo vi fue en `los Jorges`. Era más o menos de unos 38 años, alto, muy atlético, cara cuadrada, anguloso, tenía entradas, poco pelo”. Luego le preguntaron por Galián, alias “Pedro Bolita”, y dijo que “estaba desde el principio, desde cuando me llevan a la ESMA. Era el encargado de todos `los Verdes`. Era el que se aseguraba que tuviéramos los grilletes puestos, etc., y también era el que nos llevaba a los detenidos cuando nos llamaban. Era bajo, gordito, morocho, pelo renegrido y lacio”.


Para continuar con la lista de imputados, la Fiscalía le nombró a algunos por sus apodos, como “Fragotte”: “era de operaciones. Era penitenciario. Lo vi en Pecera y en el Dorado”. Sobre “Hormiga”, dijo que “lo conocí en el Dorado. Era un auxiliar, sacaba fotos.


Próxima audiencia

El juicio continuará el lunes 29 de abril desde las 10:00 horas con más declaraciones testimoniales. 
Fuente:MegacausaEsma


28.04.2013
Actividades organizadas por la Unidad de Derechos Humanos del Consejo de la Magistratura 
Una recorrida "aleccionadora" por la ESMA para jueces, camaristas y abogados 
Por: Gerardo Aranguren


Una veintena de jueces porteños y bonaerenses recorrió días atrás el Museo de la Memoria en la ex ESMA, donde funcionó uno de los centros clandestinos de detención más grandes del país durante la última dictadura. La experiencia busca "sensibilizar" sobre los horrores que debió enfrentar la sociedad durante el terrorismo de Estado a quienes deben impartir justicia y se suma a las visitas periódicas de funcionarios, miembros de las Fuerzas Armadas y del Servicio Penitenciario.

El viernes 12 de abril, a las 10 de la mañana, alrededor de 25 jueces y camaristas civiles, comerciales y laborales junto a abogados y funcionarios judiciales recorrieron acompañados por autoridades de la Red Federal de Sitios de Memoria el edificio emblema de la represión ilegal que perteneció a la Marina y por donde pasaron alrededor de 5000 presos políticos durante la última dictadura.

"Me parece fundamental que todos los jueces, tengan o no a su cargo causas de lesa humanidad, puedan tener un cabal conocimiento de lo que significó el terrorismo de Estado, como fue y el costo que genera a un país cuando se aparta del derecho", explicó a Tiempo Argentino Pablo Vassel, a cargo de la Unidad de Derechos Humanos del Consejo de la Magistratura y uno de los impulsores de las visitas junto a la Academia de Intercambio y Estudios Jurídicos.

El juez civil Javier Fernández es el director ejecutivo de esa asociación, que capacita a magistrados en temas que no son netamente jurídicos pero sí fundamentales para resolver algunas causas, como cursos sobre ciencia, economía y derechos humanos.

"El tema Derechos Humanos es de capital importancia para nosotros por eso impulsamos estas jornadas de reflexión, para que tengan contacto en el lugar con estas temáticas y creemos cumplir un rol de difusión y concientización", señaló Fernández, quien es titular del Juzgado Civil Nacional 16.

Para el magistrado, la principal función de estas visitas es la "sensibilización" de los jueces y funcionarios sobre el terrorismo de Estado en el país. "El interés es contribuir a la labor de difusión para tener en cuenta nuestra historia. Estas actividades acercan a los jueces a realidades de la historia reciente, a situaciones que han tocado a generaciones. Trabajar en la sensibilidad sobre estos aspectos de funcionarios judiciales que después deciden sobre problemáticas de la gente nos parece interesante como formación pedagógica", analizó.

Sobre la reacción de los jueces que participan, Fernández destacó que "la actividad es ciertamente impactante: un cosa es leerlo desde los medios y la literatura histórica y otra es ir al lugar donde ocurrió", y consideró que "el hecho de visitar este centro de detención es una actividad dura, aleccionadora, conmocionante y útil".

El centro del recorrido fueron los cuatro pisos que conforman el Casino de Oficiales, donde funcionó el centro de operaciones del Grupo de Tareas y diferentes lugares de detención como 'Capucha' y 'Capuchita', que permanecen casi intactos más de 30 años después. Todavía siguen en pie las salas que funcionaron como maternidades clandestinas, el sótano del edificio, por donde ingresaban los detenidos, y el pañol, donde los represores acumulaban los efectos robados a los miles de detenidos.

La gravedad de los delitos que se cometieron en los centros clandestinos de detención de todo el país vuelve imprescindible para cualquier persona conocerlos y esto adquiere mayor importancia aún cuando se trata de funcionarios públicos y jueces. "Los horrores allí vividos no pueden ser olvidados, menos por funcionarios que imparten justicia, quienes deben conocer lo que significaron las graves violaciones a los Derechos Humanos y lo que pueden costar en vidas, sufrimientos, dolor. Visitamos la ESMA porque hay que saber e internalizar lo que significó la dictadura y terrorismo de Estado”, sostuvo Vassel.

La visita a la ESMA es la tercera que realizan los magistrados desde 2012 con el acompañamiento del área de Derechos Humanos del Consejo de la Magistratura y del Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA).

Judith Said, coordinadora de la Red Federal de Sitios de Memoria, acompañó al grupo a través de las escaleras del Casino de Oficiales. "Tratamos que se visite el lugar desde muchos ámbitos: miembros de las Fuerzas Armadas, del Servicio Penitenciario, Universidades, desde el Ministerio de Justicia, para hacer conocer el lugar y lo que pasó. Un buen número de los jueces había tenido alguna relación con acontecido durante el terrorismo de Estado en su ámbito familiar", sostuvo. Y agregó: "Con estas actividades procuramos instalar que las víctimas del terrorismo de Estado no sólo fueron las víctimas directas, sus familiares, los militantes políticos, sino toda la sociedad. Un atropello a toda la población argentina." 
Fuente:TiempoArgentino
Envío:Agnddhh

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