18 de abril de 2013

MEGACAUSA ESMA: La desaparición del grupo del Bajo Flores.

EL TESTIMONIO DE OSCAR VASQUEZ OCAMPO SOBRE EL CRIMEN DE SU HERMANA Y OTROS SEIS MILITANTES
La desaparición del grupo del Bajo Flores
Vásquez Ocampo contó cómo fueron secuestrados en 1976 su hermana María Marta y otros jóvenes que trabajaban en el Bajo Flores, luego trasladados a la ESMA. Pocos días después fueron secuestrados los curas jesuitas Yorio y Jalics.
Por Alejandra Dandan
Jorge Acosta, Miguel Cavallo y otros represores acusados en el juicio por crímenes cometidos en la ESMA.Imagen: Rafael Yohai
“María Marta nació en el ’52, se la llevan en el ’76, tenía 24 años. Nació el 28 de diciembre, una ironía, el Día de los Inocentes.” Carlos Vásquez Ocampo era hermano de María Marta, secuestrada el 14 de mayo de 1976 entre el grupo de siete jóvenes que trabajaban en la villa del Bajo Flores. Fueron llevados a la Escuela de Mecánica de la Armada. Carlos declaró en el juicio unificado que se lleva adelante en Comodoro Py. Con su testimonio comienza la historia del grupo del Bajo Flores, que abarca la avanzada de los marinos sobre el movimiento villero de base peronista. Nueve días después de la caída del grupo, secuestraron a los curas jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics. Hoy declara la hermana de Yorio.

Carlos Vásquez Ocampo describió durante su relato el trabajo de búsqueda de su hermana y del grupo. Habló de Emilio Mignone (su hija Mónica era parte de los siete y amiga íntima de María Marta). “Mi hermana y Mónica Mignone se conocieron en el Colegio de la Misericordia. En ese colegio estaba Mónica Quinteros, la monja que las contacta para trabajar en asistencia social. Tenían apenas 14 o 15 años y se la llevan a los 24.”

En los veranos viajaban a trabajar al sur y en los inviernos al Bajo Flores. Mónica y María Marta hicieron la universidad en El Salvador, se recibieron de psicopedagogas y trabajaron en el Hospital Piñero. En alguno de los viajes al sur, el grupo se cruzó con jóvenes del Ateneo de la Juventud. Ahí estaba Horacio Pérez Weiss, otro de los desaparecidos, y César Lugones, quien se casó con María Marta. Era veterinario, trabajaba en Cañuelas y daba clases en la Universidad de Luján.

“A Mónica (Quinteros) la conocía socialmente, había estado en mi casa, era una persona muy comprometida con los sacerdotes del Tercer Mundo. Recuerdo haber ido a la parroquia del Padre Mugica, ella era muy amiga de Mugica.”

El 14 de mayo de 1976, a las 6.30, Carlos recibió un llamado de Emilio Mignone. Lo llamó para ver si sabía algo de María Marta, porque a las cuatro de la mañana identificó a un grupo con ropa de fajina, mientras intentaba que no se llevaran a su hija. “Nadie imaginó lo que un año después era ya una rutina”, dijo Carlos.
Carlos era abogado, se había casado. Sus padres estaban en México: él era diplomático, ella es Marta Vásquez, dirigente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.

Carlos y el hermano de César, Eugenio Lugones, fueron el 15 de mayo al departamento de su hermana y cuñado. No pudieron entrar. “Fuimos al día siguiente y ya con el portero subimos y encontramos todo dado vuelta.” Faltaban documentación, pasaportes, cédulas. El encargado les contó que a las cuatro o cinco de la mañana tocó el timbre un grupo con armas largas. Le preguntaron por el veterinario César Lugones y su esposa. Cuando los del operativo subieron al piso 9º, él se escondió en algún lugar desde donde fue testigo de la salida de César y María Marta con esa gente, vestida de fajina y camperas. Dos o tres autos en la puerta. Un tercero enfrente.

A partir de ese momento, Carlos reconstruyó en la sala qué supo de cada uno. Un cuñado de Pérez Weiss logró ver cuando se lo llevaron a él y a su esposa, Beatriz Carbonell. Siguió al auto por calles de Flores. Cuando notan que los siguen, el auto espera, se atrasa y al alcanzarlo le muestran las ametralladoras: “Suficiente mensaje para no seguir”, dijo Carlos. A la monja Mónica Quinteros la secuestraron esa misma mañana. A María Esther Lorusso la sacaron esa noche de un departamento de la calle Bulnes.

“Nos empezamos a mover básicamente Emilio Mignone, Quique Lugones y yo en representación de María Marta. Empezamos a mover todo lo que cada uno podía averiguar. Emilio era un hombre vinculado con la Iglesia, había sido subsecretario de Educación de Onganía, estaba vinculado con el Opus Dei y lógicamente tenía muchos contactos a nivel militar. Emilio empieza a moverse por un lado, nosotros por otro. Y cuando estábamos en eso ocurre otro hecho dentro de la misma villa, que es el secuestro de los padres Jalics y Yorio.” Los curas pertenecían a la Compañía de Jesús, a cargo de Jorge Bergoglio. Carlos explicó que los dos curas trabajaban en la villa del Bajo Flores, no exactamente con su hermana ni con su grupo, que se reunía en la parroquia Santa María del Pueblo. Jalics y Yorio estaban en otro sector de la villa, pero los dos grupos tenían una relación. El 23 de mayo del ’76, los secuestraron en un procedimiento con movilización de más de cien personas, mientras estaban dando misa. “Estaba dando la misa el cura (Gabriel) Bossini, me parece, que no era de la villa. Los curas de la villa no podían darla porque habían sido suspendidos en sus ejercicios sacerdotales por el cardenal Aramburu, por su vinculación con el pueblo.”

Entre los muchos contactos vieron a Angel Federico Robledo, que había estado en la Embajada de México. Les dijo que buscaran por el lado de Marina. Se hicieron gestiones con Jorge Olivera Rovere, que les negó a Mignone y a Quique Lugones que los tuviera el Ejército. “A fines de junio, mi padre viene al país. Los primeros días de julio tiene una entrevista con el almirante (Oscar) Montes, que era jefe de los Navales (Operaciones Navales). Van Mignone y mi papá. En esa entrevista, Montes niega que la Armada haya tenido algo que ver. Mignone, que era un hombre perspicaz, le dijo: ’Usted miente’. Esa frase fue dicha por Mignone en el Juicio a los Comandantes. Montes le dijo: ‘¿Cómo voy a mentir?’. Mignone respondió que porque de los padres Jalics y Yorio se dijo que se los llevó la Infantería de Marina. Entonces Montes dijo: ‘A los curas sí los tiene la Marina, porque uno de ellos es muy peligroso’. Bueno, Mignone muy irónicamente, le respondió’: ‘Bueno, vamos avanzando’. Evidentemente, el almirante Montes en un lapsus no reconoció lo del grupo de mi hermana, pero sí que los curas estaban ahí.”

Carlos dijo que eso generó una “situación” entre el gobierno militar y el Episcopado. Tres días antes de la Conferencia Episcopal de octubre, aparecieron Jalics y Yorio en Cañuelas, en un campo. Algún vecino escuchó un helicóptero y ellos aparecieron anestesiados. El 23 aparecen, el 26 se hizo la Conferencia Episcopal, dijo Carlos, “que no sacó ningún documento de condena”. Carlos y Mignone fueron a ver a Yorio a la casa de su madre. Jalics tenía parientes en Alemania y lo sacaron del país inmediatamente.

“Yorio nos relata que había estado en la ESMA los primeros cuatro o cinco días del cautiverio. Me lo dice a mí y a Mignone. Está dicho en el Juicio a los Comandantes. ¿Y por qué lo supo? Porque Jalics, que estaba con él, escuchó y le dijo que a los dos o tres días de estar ahí escuchó un discurso y el Himno Nacional y un acto militar. En el discurso, aunque parezca ridículo, dijeron: ‘Aquí, en la Escuela de Mecánica de la Armada’.”

Luego se los llevaron a una casa en Don Torcuato. En la ESMA estuvieron encapuchados, engrillados, sin poder ir al baño y sin alimento. Yorio escuchó un “Ay, Orlando...”, y por la voz entendió que era Mónica Quinteros, porque tenía una voz muy suave, muy de monja, dijo Carlos. A Yorio lo interrogaron. Le preguntaron por “Mónica” y María Marta. Quisieron saber por qué se había visto con ella un mes antes del secuestro. Y a partir de esa pregunta Carlos entendió que su hermana había estado en el mismo lugar.

“Como frutilla del postre, (Yorio) nos dijo que lo interrogaban para saber si eran recuperables. Frase que me quedó grabada de por vida. Yo personalmente tomé conciencia con esa frase de cuál era el destino de unos y de otros. Indudablemente, Jalics y Yorio creo que estaban vivos por esa presión que ejerce Mignone a partir de la gaffe del almirante Montes.”

Mónica Quinteros era hija de un capitán de corbeta. Oscar Quinteros se mantuvo al margen de la búsqueda del resto porque pensó que iba a recuperar a su hija con los contactos en la Marina.
Fuente:Pagina12


17 04 2013
TESTIMONIOS
Día 41. "A los curas Jalics y Yorio los tiene la Marina porque son muy peligrosos"
La frase fue dicha por Oscar Montes en 1976 cuando Emilio Mignone fue a pedir respuestas por los curas desaparecidos. Lo contó hoy Carlos, hijo de Marta Vásquez, Presidenta de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Montes recibió una condena a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad cometidos en la ESMA.


Los casos de María Marta Vásquez Ocampo de Lugones (caso nro. 15) y César Armando Lugones (caso nro. 14)
Según el pedido de elevación a juicio hecho por el fiscal de instrucción Eduardo Taiano, “María Marta Vásquez de Lugones fue privada ilegítimamente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, junto con su esposo, César Armando Lugones (caso nro. 14), el día 14 de mayo de 1976, en horas de la madrugada (aproximadamente a las 3 de la mañana), en su domicilio sito en la calle Emilio Mitre nro. 1258, piso 11, depto. “B”, de la Capital Federal, por personal del Grupo de Tareas 3.3.2 fuertemente armado, que dijo pertenecer al Ejército Argentino. Al momento de su detención, cursaba un embarazo de aproximadamente 2 meses. Luego fue conducida a la E.S.M.A., donde permaneció clandestinamente detenida bajo condiciones inhumanas de vida (sometida a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene y alojamiento que existían en el lugar, a lo que debe sumarse la angustia provocada por el hecho de que su esposo y sus compañeros se encontraban cautivos en las mismas condiciones indignas de alojamiento, viendo agravados sus padecimientos en razón del embarazo que cursaba y el nacimiento de su bebé en cautiverio). En efecto, tuvo familia en la E.S.M.A. y su parto fue atendido por el Dr. Magnacco. Aún, permanece desaparecida”, igual que su hijo o hija que debió nacer en cautiverio.

Según el mismo pedido de elevación a juicio, “César Armando Lugones fue privado ilegítimamente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, junto con su esposa, María Marta Vásquez de Lugones, el día 14 de mayo de 1976, en horas de la madrugada (aproximadamente a las 3 de la mañana), en su domicilio sito en la calle Emilio Mitre nro. 1258, piso 11, depto. “B”, de la Capital Federal, por personal del Grupo de Tareas 3.3/2 fuertemente armado, que dijo pertenecer al Ejército Argentino. Luego fue conducido a la E.S.M.A., donde permaneció clandestinamente detenido bajo condiciones inhumanas de vida (sometido a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene y alojamiento que existían en el lugar, a lo que debe sumarse la angustia provocada por el hecho de que su esposa embarazada y sus compañeros se encontraban cautivos en las mismas condiciones indignas de alojamiento). César Armando Lugones aún permanece desaparecido”.

El testimonio de Carlos Vásquez Ocampo, el hermano de María Marta
Carlos es hijo de Marta Vásquez, Presidenta de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. El testigo relató de manera cronológica el origen de la militancia de su hermana y su cuñado en la Villa del Bajo Flores. Sobre los hechos juzgados en el debate, relató que “el 14 de mayo de 1976 recibo un llamado a las 6 de la mañana en mi casa de parte de Emilio Mignone preguntando si sabía algo de María Marta, porque habían estado en la casa de él un grupo del Ejército, que estuvieron una hora y pico… Perdón, no se identificaron como grupo del Ejército, él los identificó por los borceguíes, ropa de fajina y campera. Como intentaban que no se llevaran a la hija, nadie se imaginaba lo que sería una rutina. Se la llevan a Mónica y le dicen que la iban a interrogar y la devolvían. Yo concurro con Eugenio Lugones a la casa de ellos en Emilio Mitre y Asamblea. No encontramos al portero, no pudimos entrar al departamento, estaba cerrado, se habían llevado la llave, a raíz de lo cual concurrimos al día siguiente, subimos con el portero y estaba el departamento dado vuelta, cosas personales revueltas, dinero, documentación. Buscamos los pasaportes de los chicos, había habido una revisación profunda. A posteriori, el encargado nos informa que habían estado entre las 4 y las 5 un grupo con armas largas, lo levantaron y le preguntaron en qué piso vivía César, el veterinario, y su esposa. Los lleva, les abre y se queda esperando escondido. Es testigo, cuyo nombre es Miguel Hant, es testigo de la salida de esta gente, ropa de fajina y campera arriba, dos autos en la puerta, otro enfrente con armas largas, y salieron diciendo `acá no encontramos nada`. Los vio salir a los chicos con esa gente. A los dos o tres días con Lugones hacemos la denuncia en la comisaría del lugar. Puede ser la 38. Relatamos todo lo que decimos acá y nunca supe por esa denuncia. No recuerdo haber sido citado por ningún Juzgado… pasaron muchos años.

La Iglesia del pueblo: Jalics y Yorio
Carlos recordó que ocurrió “otro hecho, que es el secuestro en un procedimiento público de los Padres Jalics y Yorio. Trabajaban en la Villa del Bajo Flores, no precisamente con mi hermana, sino en otro sector. Los dos grupos tenían relación. El 23 de mayo del `76 se hace el procedimiento mientras daban misa. La daba un cura, Bossini, porque Jalics y Yorio habían sido suspendidos por su vínculo con el pueblo. El grupo que interviene en el secuestro de estos dos Padres y ocho catequistas estuvo un rato largo, hasta que terminó la misa. Eran 100 personas. Incluso, gente del grupo habló con gente de la villa. Dicen haber dicho que eran de la Infantería de Marina. Estos dos curas y los catequistas son llevados. A las 48 horas quedaron en libertad los catequistas y Jalics y Yorio quedaron adentro (de la ESMA)”.

Carlos contó las gestiones que realizaron para saber sobre los detenidos-desaparecidos, entre ellos María Marta y César. Relató que su padre tuvo una entrevista con Oscar Montes, por entonces jefe de Operaciones Navales. En una conversación que Carlos recordó, Montes les dijo a su padre y Mignone: “sí, a los curas esos los tiene la Marina, porque son muy peligrosos”. Mignone respondió, irónicamente, “vamos avanzando”. Carlos agregó que “al decirles que Jalics y Yorio estaban en la Marina, genera una situación con Bergoglio: se presionaba por los curas y se genera una situación entre el Gobierno militar y el Episcopado. Tres días antes de la Conferencia Episcopal de octubre aparecen Jalics y Yorio en Cañuelas, los dejaron en un campo y allí escucharon un helicóptero. Aparecieron dopados, los habían inyectado y aparecieron ahí. El 23 de octubre aparecen ellos, el 26 era la Conferencia. No sacaron documento de condena. A Jalics lo sacan del país, Mignone lo ve en Estados Unidos. Yorio nos relata que había estado en la ESMA y luego en una casa en Don Torcuato”.

El testigo relató que Jalics y Yorio “en la ESMA estaban encapuchados, engrillados, sin ir al baño y sin alimentos”. Carlos contó que en los interrogatorios a los curas les preguntaban por el grupo de María Marta y si “eran o no recuperables”. Luego agregó: “Jalics y Yorio están vivos por la presión que ejerce Mignone a raíz de la declaración de Montes”.

La Fiscalía le preguntó a Carlos si su padre se entrevistó alguna vez con el Monseñor Emilio Graselli mientras buscaba a su hija en plena dictadura cívico-militar y el testigo dijo que sí, que “me dijo mi padre que (Graselli) consultó registros de detenidos… y que no estaba (María Marta)”.
En el juicio anterior por delitos de lesa humanidad cometidos en la ESMA Montes fue condenado a la pena de prisión perpetua.

El caso de Miguel Ángel Ramón Bustos (caso nro. 891)
Según el pedido de elevación a juicio hecho por el fiscal de instrucción Eduardo Taiano, “Miguel Ángel Ramón Bustos, periodista del diario `La Opinión`, apodado `Tito`, fue privado ilegalmente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, el día 30 de mayo de 1976 en su domicilio particular ubicado en Hortiguera 1521/9, piso 6, departamento B de la Ciudad de Buenos Aires por un grupo de cuatro a seis personas identificadas como pertenecientes a la Policía Federal, vestidas de civil, que lo introdujeron en un auto Ford Falcon. Luego, fue llevado a la ESMA, donde se lo mantuvo clandestinamente en cautiverio y fue sometido a condiciones inhumanas de vida (bajo las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene y alojamiento que existían en el lugar). Aún permanece desaparecido”.

El testimonio de Eduardo Bustos, el hermano
“El 30 de mayo de 1976 a la noche fue un equipo de gente preguntando por él (Miguel Ángel) y dijeron que si no abrían la puerta la tiraban abajo. Estaban mi cuñada y mi sobrino de 4 años. Entraron a la cocina, revolvieron toda la casa… estaba hecho un desastre. A los 45 minutos entran a la cocina, sacan a mi cuñada y al chiquito, y dicen que se lo llevaban detenido con cédulas amarillas de la Policía Federal Argentina, y que llevara algún abrigo. Luego Fueron averiguaciones sin respuesta”, contó Eduardo. Además, agregó que supo que las personas estaban armadas y de civil, sin orden de allanamiento.
El Ministerio Público Fiscal le preguntó sobre las actividades que desarrollaba Miguel Ángel y Eduardo relató que era “periodista, antropólogo, de `La Opinión` y `Panorama`”. También narró que daba clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

La búsqueda
El testigo expuso un listado de todas las acciones de búsqueda realizadas por la familia. Pidió autorización para leerlo y detalló: “Hábeas corpus en 1977, hábeas corpus en 1976, denuncia en Miami (Estados Unidos), en la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos), caso 2424 de abril de 1978, carta entregada al Papa, carta a Galtieri, Saint Jean, Casa de Estudios en San miguel, Episcopado, denuncia en la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos del Hombre) y cárceles, denuncia en el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), en Familiares, en LAPD, MDP, MEDH, SERPAJ, denuncia en Madres y familiares de ascendencia alemana, con el aval de la Embajada alemana…”.

La Fiscalía le preguntó si recibió alguna respuesta desde los organismos oficiales y el testigo dijo que “la única que tuve fue la carta con fecha del 6 de febrero de 1978, en la cual la respuesta fue una carta tipo, que no tenía referencia al tema”. Agregó que sólo decía “no se encuentra detenido”.
Miguel Ángel continúa desaparecido.

Los casos de Rubén Omar Román Almirón (caso nro. 725) y Leonardo Adrián Román Almirón (caso nro. 726)
Según el pedido de elevación a juicio hecho por el fiscal de instrucción Eduardo Taiano, “Rubén Omar Román Almirón fue privado ilegalmente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley el 17 de mayo de 1976 en Florida, Provincia de Buenos Aires, oportunidad en la que personal del Ejército irrumpió en su casa y lo secuestró junto a su hermana. Una semana después, el 25 de mayo de 1976, Leonardo Adrián Román Almirón (caso nro. 726) también fue privado ilegalmente de su libertad con violencia, abuso de sus funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley. Ambos fueron conducidos a la Escuela de Mecánica de la Armada, donde se los mantuvo clandestinamente detenidos y fueron atormentados mediante la imposición de condiciones inhumanas de vida (sometidos a las paupérrimas condiciones generales de alimentación, higiene y alojamiento que existían en el lugar). Aún permanecen desaparecidos”.

El testimonio de Fernando Rubén Román Almirón, el hijo de Rubén
Dado que Fernando era pequeño cuando se cometieron los hechos, la Fiscalía le preguntó cómo tuvo conocimiento de los mismos y qué pudo averiguar con el paso del tiempo. El testigo respondió que no tuvo “ningún contacto. Hace poco me enteré que era hijo de desaparecido. Por gente allegada a la familia, fui averiguando de a poco hasta que mi tía me contó. Me contaron que era hijo de desaparecido, que a mi mamá, mi tío y mi tía los secuestraron y que nunca aparecieron. Me dijeron hace 6 años. Vinieron amigos de mi papá hace mucho, me contaron quién era, cómo era, me dijeron que era una excelente persona”.

Luego contó que sus tíos, Patricia Salvatierra, Néstor Aguirre, su mamá Mónica Salvatierra y su papá Rubén Almirón fueron todos secuestrados a principios de mayo de 1976 en el Barrio Ejército de los Andes. Además, relató que supo por Abel Alfredo More, compañero del padre, que tenía una imprenta gráfica, pero no recuerda en qué organización. Agregó que los tíos y la madre fueron liberados, pero “mi mamá está con tratamiento psicológico, está muy mal. Mi tía Patricia vive su vida normal, pero se aísla de la gente, no quiere salir a ningún lado.

La vida de un hijo
Fernando contó que tiene “tres hermanas. Mi vida a partir de ese momento no fue fácil, llevar todo esto, la veo sufrir a mi madre, no quiere que salga a las marchas porque tema que vuelvan. Está bajo tratamiento médico”.

A continuación, el Ministerio Público Fiscal solicitó que se convoque a declarar a Graciela y Patricia Salvatierra para dar cuenta de los hechos cometidos en perjuicio de Román Almirón. También pidió que se cite a Abel Alfredo More.

El testimonio de Mirta Noemí Román Almirón, la hermana de Rubén y Leonardo
El Ministerio Público Fiscal le pidió que aportara detalles sobre el operativo de secuestro de sus hermanos y la testigo dijo que “ese día a la mañana bajaron de un auto, venían hombres y me preguntaron por mi hermano más chico Adrián, en ese auto venía Rubén. Me preguntaban por mi hermano más chico, no sabía dónde estaba, vivía con mi esposo, no lo veía cotidianamente”. Le preguntaron si recordaba cómo estaba vestidos los hombres que hicieron el operativo y dijo que sí: “de verde”.

Luego contó que “en una de esas, Rubén se escapa del auto y ahí me empezaron a pegar y a mi papá también. Me encapucharon y me llevaron. A Rubén lo vuelven a capturar. Me dijeron que me metiera en el auto y que me agachara. Me pusieron la capucha. Se me adormecieron las piernas hasta donde pararon… bajé escaleras”.

El cautiverio de los hermanos en la ESMA
“Ahí me sacaron la ropa, me pasaron electricidad en todo el cuerpo”, contó Mirta. La sobreviviente mostró con su cuerpo la posición en la que fue puesta: puso los brazos en cruz y lloró. Contó que la interrogaron y le preguntaban por su hermano menor. “Yo decía que no sabía, que él se había ido, que unos meses antes fue la última vez que lo vi. En Munro, en un bar, me decía que se iba del país. Nunca más lo volví a ver”.

Después del interrogatorio, “me dejaron a un costado. Escuchaba gritos de mi hermano (Rubèn), diciendo que yo no tenía nada que ver. Me dejaron ahí. Hasta la actualidad tengo asma. En ese momento, que estaba embarazada, me agarraron más seguido los ataques de asma. En un ataque, siempre pedía agua, se acerca, no le vi la cara, alguien se acercó y me dice `¿de dónde son?`. De Munro, le contaba que vivía con mi marido y me decía `¿de dónde son sus padres y hermanos?`. De Celaya, decía, le contaba mi historia, que íbamos a pescar con mi papá. El que me hablaba decía: `estoy haciendo la colimba acá`. En un ataque de asma me dieron una inyección para que se me vaya, entonces le preguntó al chico dónde está mi hermano. El chico me dijo: `está frente tuyo` y ahí me sacó la capucha y lo veo tirado con un saco marrón de pana. Me sacan la capucha y tenía a mi hermano. Ahí hice así los ojos (los mueve) y había un montón de gente tirada en el piso, columnas redondas grandes”.

Recuerdos de la ESMA
Mirta contó que “se escuchaban aviones, el tren. Querían saber dónde estaba mi otro hermano. A la noche me sacan encapuchada para la Avenida (Del Libertador al 8100), vamos por muchas calles. Cuando me sacan la capucha veo la Av. Libertador, vamos por muchas calles y me dicen: `¿ésta es la dirección?` (preguntan sobre el lugar donde se habría reunido con su hermano) y al hombre le dije sí, podría haber sido otra, pero dije que sí. Me vuelven a poner la capucha y bajo las escaleras encapuchada. Ahí no vi más a mi hermano”.

La ex detenida-desaparecida contó que “perdí la noción del tiempo. No sé si estuve un día o tres meses, fue una eternidad para mí. Después me volvieron a encapuchar y me largaron”.
La Fiscalía le preguntó sobre las condiciones del cautiverio en la ESMA y Mirta dijo que pidió “un balde para hacer pis. Para comer me levantaban la capucha y me daban de comer, pero no comía tanto. Dormía en el piso, sobre unas colchonetas. Recuerdo que cuando me largaron me dijeron: `te vamos a sacar la capucha. No mires atrás, empezá a correr”.

Mirta logró llegar a su casa y a los “dos o tres meses tuve a mi hijo Claudio, en septiembre del `76. Nunca supe nada más de mis hermanos”.

Próxima audiencia
El juicio continuará el jueves 18 de abril desde las 10:00 horas con más declaraciones testimoniales. 
Fuente:MegacausaEsma

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