8 de mayo de 2013

COLOMBIA.

MARTES, 7 DE MAYO DE 2013 
Miquela 
Por Alberto Pinzón Sánchez 
Miquela estaba en Provincia hacía cinco años. Los Carranceros habían llegado a su pequeña finca, situada en el pie de monte de la cordillera donde se inicia el estratégico camino al río Minero y a las minas de esmeraldas, por la madrugada, cuando la noche es más oscura y sin que los perros hubieran podido detenerlos, violentaron y derribaron las puertas desvencijadas y de madera corroída de la vieja casa de adobe donde vivía con su mujer y su hijo pequeño. Los sacaron a empellones aún dormidos y aprovechando el estupor de la sorpresa, en la explanada de tierra amarillenta que servía de patio de entrada de la casa, dispararon sus ametralladoras contra ellos. Miquela, fue el primero en caer acribillado y sobre él cayeron en un charco de sangre su esposa y su pequeño hijo sin tener tiempo de hacer ninguna exclamación. 

Los Carranceros, con la punta del cañón de sus ametralladoras revolvieron los cuerpos sangrantes aún y, quien comandaba el grupo dijo secamente: - Listo. Misión cumplida. Están todos muertos, y lue.go agregó imperiosamente- ¡Vámonos!

Miquela, adolorido logró permanecer inmóvil y con la respiración leve y espaciosa hasta cuando aclaró. El sol salió rápido, como de golpe, acompañado de una brisa cálida y olorosa a pasto y ramazones y al poco rato, llegó el zumbido terebrante del revoleteo de las moscas verdes y brillantes. Como pudo se tocó el cuerpo dolorido. El muslo derecho entumido, estaba pegajoso y del centro salía un hilito de sangre de color negruzco. A lo largo del abdomen sentía dos quemonazos y en la quijada, al lado derecho, un dolor insoportable. Reparó los cuerpos inertes y aún cálidos de su mujer e hijo. Habían muerto con los ojos bancos muy abiertos como los de una vaca, y espantados. Unos cuantos pasos más allá alcanzó a ver los cadáveres degollados y sangrantes de sus dos perros.

Pensó en gritar pidiendo auxilio, pero sabía que nadie lo escucharía y en cambio sí podría alarmar a los restos de los Carranceros que pudieran estar en la cercanía limpiando el camino a las minas de esmeraldas. Lentamente y con gran esfuerzo se arrastró hacia la casa y a tientas se subió en la cama donde se echó cuan largo era. Pronto un sueño profundo, como si fuera la muerte lo embargó. Cuando la sed lo obligó a despertar, ya era de noche y el chirrido de los grillos venía traído por pequeñas y suaves rachas de un de viento fresco oloroso a humedad. Volvió a repasar sus heridas, esta vez quitándose la ropa y, valido del pequeñito espejo cuadrangular que su esposa tenía en la cartera pudo mirarse la cara. La herida de la pierna ocultada bajo un cuajarón negruzco había dejado de sangrar; dos dolorosísimos surcos negros y profundos, como de carne quemada, recorrían en toda su extensión de un lado a otro la piel del abdomen. Y en el lado derecho de la mandíbula tenía otra herida que llegaba hasta la boca y la piel de toda la mejilla. 

Se acordó de que tenía algunas medicinas para veterinaria que usaba cuando sus caballos o ganados, estaban enfermos o se herían y, a rastras, apoyándose en un taburete, buscó ropa limpia y luego llegó hasta la rudimentaria cómoda donde tenía las medicinas guardadas. Reparó bien y encontró varios frascos de terramicina y de sulfacol en polvo, y junto con la jeringa grande para animales que allí estaba, los logró empacar en su carriel. Se deslizó afuera, hasta la alberca donde se almacenaba el agua de la casa, y con la totuma del lavadero de ropa, se echó agua en las heridas y las lavó con el jabón de la tierra usado por su esposa para lavar. Se aplicó el polvo de la sulfadiazina, lavó la jeringa y se aplicó, como le habían enseñado, un dedo de la jeringa del frasco de la terramicina. Sintió confianza y recordó que debía repetir la inyección cada día. 

Pero no tenía mucho tiempo. Se escurrió nuevamente hasta detrás de la casa donde estaban las herramientas del trabajo y encontró su afilado machete. Buscó en una rama caída una horqueta que le pudiera servir de muleta, la cortó la acomodó a su estatura, tomó una garrafa de petróleo que tenía para la lámpara que iluminaba sus noches y se dirigió a donde los cadáveres de su familia. El sol ya estaba casi en la mitad del cielo y unas nubes claras algodonosas se movían muy lentamente en el azul celeste. Había cesado la brisa matinal.

Llorando desconsoladamente, vertió el petróleo sobre los cuerpos inertes de su esposa e hijo y le arrojó un fósforo encendido. Luego se volteó y sin mirar hacia atrás, llorando por tanto dolor, tomó camino hacía Provincia, pero desviándose del camino principal para evitar ser visto o identificado. Caminando trabajosamente, el primer día de camino pudo llegar hasta la quebrada de la Miel, donde encontró un sitio fresco y cubierto en un remanso de su orilla; se aplicó nuevamente la inyección de terramicina, que sobrellevó tomando abundante agua, comió unos mendrugos de pan que traía en el carriel y agobiado volvió a sumirse en un sueño muy profundo, como de muerte. Caminó dificultosamente tres días más, bordeando matas de monte y arboledas, buscando las colinas más suaves y evitando las cañadas más profundas, hasta salir finalmente al carreteable que lleva de Bogotá a Provincia. En su orilla, apabullado y vacío, con los ojos hinchados y enrojecidos todavía acuosos, se sentó debajo de un árbol frondoso y verde a esperar algún vehículo.

Un rato después, llegó en medio de una polvareda amarillenta y pegajosa, el camión que recoge las cantinas de la leche de las fincas vecinas para llevarlas hasta Provincia. Habiéndolo reconocido, Se paró en la mitad del carreteable hizo señas al chofer para que lo llevara y el camión se detuvo. Le explicó al asombrado chofer que había tenido un accidente y se dirigía al Centro de Salud de Provincia en busca de ayuda. El viaje de unas cuantas horas trascurrió en un denso silencio y en medio de ese polvo viscoso e irrespirable, pues el chofer evitaba mirarle la cara. En el Centro de Salud, el médico le enyesó la pierna derecha, le hizo curaciones en las demás heridas y trató, lo mejor que pudo, de repararle la gran herida de la mandíbula y la mejilla derecha; pero era evidente que su desfiguración facial permanente lo haría irreconocible ante cualquiera.

Miquela durante su recuperación y como para ganarse el sustento diario, ayudaba a hacer algunas tareas simples o sencillas en el hospitalito; hasta cuando el médico le dijo que ya estaba recuperado y caminando más o menos bien, no podía tenerlo por más tiempo: no tenía presupuesto para más. Entonces se ubicó en la Plaza central a solicitar la caridad pública y unos días después, el párroco de Provincia, le regaló una caja de lustrar zapatos, completamente dotada. Así, se fue convirtiendo en el “embolador” del Pueblo. Hablaba únicamente lo necesario con sus clientes, los oficinistas de la administración municipal y evitaba tajantemente con un hermetismo refractario, cualquier conversación sobre sí mismo, o sobre su vida. 

Tres años después de estar viviendo en la calle y sentado todos los días, en su sitio, en la Plaza de Provincia con su cajón de lustrar zapatos, llegó una pareja de policías y le dijeron que, debía hablar con el señor alcalde. Impávido, Miquela escuchó al alcalde decirle, que en pocos días vendría el Presidente de la República a visitar el pueblo y que era una orden superior no dejar en el pueblo ni mendigos ni emboladores, ni vagos, ni desechables, ni indigentes o ñeros, ni nada que afeara la visita del señor Presidente y que, como él sabía que no tenía a donde ir, lo iba a enviar por unos días, junto con otros limosneros, vagos, e indigentes a un hospicio en la capital del Departamento. 

El Camión que los llevaría saldría esa noche y mientras tanto debía permanecer ahí en la alcaldía. El camión con el grupo de condenados, recorrió los 300 kilómetros que separaban a Provincia de la capital del Departamento en un espantoso viaje que duró toda la noche y que Miquela soportó con su hermetismo y desprecio al dolor. En el hospicio de la capital, una casa vieja y deteriorada, mal cuidada y maloliente, vivían mezclados, ancianos, mendigos, dementes, ñeros, indigentes y hasta jóvenes drogadictos en su etapa final y, pared de por medio, en la otra mitad de la casa tapiada, estaban en depósito las mujeres de condición semejante o peor. Allí estuvo malviviendo silencioso 15 días, pero muy atento a la puerta de entrada del hospicio. 

Aprovechando un descuido de la portería, se escabulló rápidamente con el firme propósito de llegar nuevamente a su Provincia natal. Preguntando, mendigando y durmiendo unas pocas horas por la madrugada, caminó durante 15 días por el borde de la carretera que va de la capital del Departamento a Provincia. Evitando los camiones ganaderos y autos que pasaban por la angosta vía, tratando de sacarlo de camino, esquivando botellazos que le lanzaban junto con los improperios e insultos por obstaculizar el tránsito. Al rayo del sol, que chorreaba inclemente hasta bien entrado el atardecer, cuando se acercaba a alguna casa a mendigar un poco de agua para lavarse, o enjugarse los pies llagados y estropeados por la caminata, para luego al amanecer, despertarse cantando para sí mismo, en tono muy desafinado pero lleno de consuelo, un bambuco que estaba muy en boga: 

- “Cantan las mirlas por la mañana, su alegre canto al rayar el día, cantan alegres los ruiseñores, y se despierta la amada mía. ¡Ay! quién pudiera rondar tu alcoba donde parece que estás dormida, ¡ay! quién pudiera robarte un beso, sin despertarte mujer querida. Yo te recuerdo a cada momento en mis tristezas y mis dolores, yo no te aparto del pensamiento, yo no te aparto del pensamiento, tú eres la dueña de mis amores !Ay! quién pudiera robarte un beso sin despertarte mujer querida. ¡Sin despertarte mujer querida!” 

Y así llegó finalmente a Provincia, derrengado, caminando despacio y arrastrando los pies lacerados. Exangüe y enflaquecido de muerte, barbado y fétido, con un costal al hombro lleno de porquerías desconocidas, solamente útiles para él , que había coleccionado o recogido en su penosa travesía. Al llegar a la Plaza del Pueblo llorando desconsolado se sentó en una escalera que hay en el atrio de la iglesia, donde permaneció un tiempo largo sin alivio. Allí vino el párroco, quien suavemente le preguntó que porqué lloraba con tanto desconsuelo. 

Miquela finalmente alzó sus ojos enrojecidos, hinchados y húmedos que le daban un aspecto cadavérico y mirando indolentemente al párroco le dijo:- Ay padre, Porque todavía estoy vivo.

MARTES, 7 DE MAYO DE 2013
La descomposición del campo colombiano 
Por Aurelio Suárez Montoya (MOIR) 
El sector agropecuario está en momento crucial de su historia. Se juega la supervivencia, comprometida desde la apertura del siglo pasado y por las reformas de libre mercado. Ésta, eliminaron instituciones de fomento, crédito, investigación y asistencia técnica e instrumentos como préstamos e insumos subsidiados y precios de sustentación. 

Cultivos transitorios, algodón, avena, soya, sorgo, cebada, trigo y maíz quedaron reducidos a mínimas expresiones. En lenteja, garbanzo y fríjol, se perdió la autosuficiencia que no se recuperó con el sistema de franjas de precios, implantado en 1995, para catorce cadenas productivas. 

Durante diez años, las esperanzas rurales se cifraron en productos tropicales y ganadería. Fundados en la “ventaja comparativa”, se les pronosticaron el Edén en los TLC. Los datos recientes muestran que dichas predicciones fueron fallidas y que a la importación recurrente de leguminosas, cereales y algunas oleaginosas se suman ahora las de café, cacao, azúcar, lácteos, carne de res y pollo. 

Casi todo el consumo interno de café es traído de Ecuador y Perú, y quién sabe de dónde más; también se importa tanto el 15% del cacao y un porcentaje igual de azúcar, sin contar la fructosa, sustituto para ciertas aplicaciones. Con relación al sector pecuario, en 2012, las compras externas de productos lácteos crecieron 150%; las de carne y despojos comestibles, 45%; las de carne porcina, 73%, y las de “despojos de aves” se alzaron exponencialmente. El último cereal en el que Colombia se autoabastecía, el arroz, declina y casi el 10% del mercado interno se surte con grano foráneo. Decrece paulatinamente la dotación nacional de alimentos en kilos por habitante. 

El ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, se regocijó por el crecimiento del 2,6% en 2012. Destacó los éxitos en forestales y en carne de cerdo, resultado sólo posible por un insólito crecimiento del consumo de porcino del 10%, cuatro veces el promedio histórico. Entre tanto, los campesinos de productos de clima frío, como papa y cebolla de bulbo dicen que “desmovilizarán” sus azadones y en Urabá se cierran 35 fincas de banano, acabando cinco mil empleos. La crisis fitosanitaria de la palma de aceite va acompañada de importaciones de más del 10% de la producción y de competidores nuevos como aceite de girasol. Debe agregarse el alto precio de los fertilizantes, 30% sobre los de Brasil y, en algunos casos, hasta 47% sobre los internacionales.

El pulso entre lo que queda de agro y los excedentes extranjeros depende asimismo de la tasa de cambio. Entre noviembre de 2012 y abril de 2013, las medidas contra la revaluación no han surtido efecto y PIPE no tiene novedades para los agricultores, todo indica que continuará la senda de la descomposición.
Fuente:Argenpress


07.05.2013
entrevista
“La suerte de la paz colombiana influirá en toda la región”
La ex senadora colombiana Piedad Córdoba sostuvo que en los diálogos de paz de Colombia también se juega la estabilidad de América Latina, a su juicio actualmente amenazada en Venezuela por la campaña contra el ajustado triunfo del presidente Maduro.
"Lo que nosotros debiéramos haber estructurado durante todo este tiempo es una estrategia que le hiciera frente a una carrera no sólo armamentista sino de desestabilización" de la región por parte de las fuerzas de derecha, señaló Córdoba, líder del movimiento de Colombianas y Colombianos por la Paz, en declaraciones a Télam.

Añadió que "la derecha perdió recursos, privilegios y, sobre todo, capacidad de saqueo que tenía en la región, y (tiene) elementos muy claros que son los medios de comunicación".

"Hoy es absolutamente visible la estructura de la derecha a nivel internacional", expresó la también dirigente del movimiento Marcha Patriótica, que hoy recibirá en la Universidad de La Plata un premio por su actuación por la paz, y que mañana compartirá la cena de honor que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ofrecerá a su par venezolano, Nicolás Maduro.

Esa estructura, a su juicio, tiene "puntos abiertos y claros como Colombia, y otros como Chile o Perú, sobre todo con esta nueva configuración del Pacto del Pacífico" que busca fortalecerse en lo económico "para volver por el poder político de la región".

"Creo que es muy importante tener claro que el conflicto colombiano hace a ese juego", asegura Córdoba, que enumera "factores mediáticos, actores y armas que hoy permiten generar situaciones muy difíciles y complejas", afirma.

"Para enfrentar los actuales desafíos hace falta la unidad de la región; de todos los gobiernos de nuevo cuño; la unidad del movimiento popular y el fortalecimiento de espacios como la Unasur, la Celac y el ALBA"
Piedad Córdoba
Como ejemplo de esas situaciones menciona "la campaña de deslegitimación internacional del presidente Maduro", que a su juicio ha logrado internamente controlar muchos de esos factores desestabilizantes, pero que internacionalmente apuntan a "su ilegitimidad, su imagen de debilidad".

"En una estrategia sorprendente (el fallecido ex presidente Hugo) Chávez, que era un monstruo, ahora pasa a ser un santo, y el analfabeto total y completo es Nicolás Maduro", sostuvo.

Según la ex senadora, "algo parecido pasó (en Argentina) con el presidente Néstor Kirchner; yo estuve aquí cuando su entierro y quien hasta ese momento era visto como delincuente (por los medios concentrados de prensa), mientras su mujer era una virgen, se dio vuelta. El pasó a ser un santo y ella el demonio".

Para Córdoba, "no se trata solamente de decir, de asustarnos, sino de actuar con dirección, coordinación y el coraje que le imprime a uno comprender que vivimos un proceso revolucionario para la gente".

La derecha, por el contrario, enfatiza, "tiene el desprestigio de defender un proceso para el enriquecimiento y acumulación individual, de entrega de la soberanía nacional y popular".

En ese sentido, la ex senadora destaca la importancia de la participación popular, como la multitudinaria movilización por la paz del 9 de abril, donde evalúa que ganaron la calle en Bogotá un millón de personas, "lo que permitió (a la capital) descubrir a la nación, a la gran cantidad de indígenas del país, a los negros y campesinos que se están rebelando y que está resistiendo".

También menciona el papel crucial de los foros masivos organizados por Naciones Unidas y la Universidad de Colombia para aportar propuestas al diálogo de paz que llevan adelante el Gobierno y las  Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en La Habana, tanto el primero sobre política agraria, como ahora la incorporación a la vida política de la guerrilla.

Su confianza en la participación social de los colombianos en el proceso de paz y de los gobiernos de la región contrasta con su visión del papel del presidente de su país, Juan Manuel Santos, de quien dice que "no tiene sólo dos caras, puede tener hasta tres".

"Creo que el juego no es de ahora, es de atrás. Es la nueva `caperucita roja` de la región que se disfraza de personaje bueno, que es distinto del anterior (presidente Álvaro Uribe), pero que además respeta los nuevos intereses de la región. Yo creo que no hay tal", sostiene.

"Cuando sale hoy en defensa de una persona vinculada directamente con el paramilitarismo (alude claramente a Uribe) demuestra que los colmillos estaban bien guardados, cuando se hacía la caperucita roja", dice en referencia la respuesta que dio Santos a la acusación de Maduro, involucrando a Uribe en un complot para asesinarlo.

La ex legisladora concluye enfatizando que para enfrentar los actuales desafíos hace falta "la unidad de la región; de todos los gobiernos de nuevo cuño; la unidad del movimiento popular y el fortalecimiento de espacios como la Unasur (Unión Suramericana de Naciones), la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y el ALBA (Alianza Bolivariana de las Américas)". 
Fuente:Telam

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