la isla el silencio, donde hubo detenidos de la ex esma
Inspección en un centro clandestino de la Armada
En 1979, la dictadura escondió en el delta del Tigre a un grupo de secuestrados para evitar a la Comisión Interamericana de DD HH.
Por primera vez en 34 años, la justicia recorrió ayer la isla El Silencio, donde en 1979 el Grupo de Tareas de la ESMA escondió a personas secuestradas por la Marina, para así evitar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Durante la extensa inspección, los sobrevivientes Carlos Lordkipanidse, Mario Fukman, Víctor Basterra, Roberto Barreiro y Leonardo "Bichi" Martínez reconstruyeron los más de 40 días de trabajo forzado y cautiverio que pasaron en esa isla del delta del Tigre, ante los fiscales Guillermo Friele y Mercedes Soiza, y los secretarios del Juzgado Federal 12, que lleva la instrucción de la megacausa ESMA.
"Fue muy emotiva. Algunos de los compañeros estuvieron por primera vez donde los habían tenido secuestrados”, manifestó Lordkipanidse, quien destacó que están todas las estructuras de pie pero muy deterioradas. En ese sentido, señaló que la querella que encabeza presentó un pedido de no innovar sobre los dos inmuebles, que son prueba judicial, y la conservación del lugar como sitio de la memoria.
La comitiva ingresó al predio, que la Iglesia Católica vendió a los represores de la ESMA, con una orden de allanamiento y personal de Prefectura Naval. Allí encontraron las casas donde se instalaron los miembros del Grupo de Tareas y el lugar de detención, debajo de los pilotes de la construcción más chica.
"También encontramos un buggy (vehículo para la arena) que usaban los guardias para hacer las recorridas, mobiliario de la época y herramientas que se usaron en ese momento", señaló Lordkipanidse y destacó la carga emocional de la visita: "Hubo 15 compañeros de los que sobrevivieron sólo cinco. Para nosotros es un hito trágico. Pero también marca la intencionalidad del ocultamiento en términos generales, y ante la visita de la CIDH, una maniobra de mucha envergadura para ocultar lo que sucedía."
Además del hecho histórico de ingresar a ese lugar que funcionó como centro clandestino de detención, la visita tuvo un gran valor para el desarrollo de la investigación, como prueba judicial. Para la fiscalía, el estado de preservación de los edificios permite probar la continuidad delictiva, es decir, cómo se traspasó la actividad represiva que funcionaba en la ESMA.
También aporta pruebas sobre las condiciones inhumanas de detención a las que fueron sometidas las víctimas, ya que debajo de la casa estaban expuestos al frío, a la humedad del río cercano, y a insectos y alimañas.
A través de los testimonios de los sobrevivientes, durante la inspección ocular se lograron reconstruir tres episodios clave del traspaso del centro clandestino a El Silencio. Un primer momento de actividad en la isla, cuando ingresó un grupo de secuestrados a hacer los trabajos de mantenimiento para ambientar el lugar de cautiverio y la casa del personal operativo de la ESMA; una segunda etapa en que Lordkipanidse y Fukman fueron llevados a la isla para realizar trabajo esclavo, y un tercer tramo en que una quincena de detenidos fue llevado encapuchado al centro clandestino de detención que funcionó debajo de una de las casas.
Fuente:TiempoArgentino
12 06 2013
TESTIMONIOS
Día 63. "De todos esos chicos, no queda ninguno", dijo Javier Urondo
El hijo de Francisco "Paco" Urondo declaró hoy por los casos de su hermana Josefina, su compañero Mario Koncurat y los hijos de ambos, Sebastián y Nicolás, quien también testimonió hoy. Además se presentaron Mónica Laffitte, sobreviviente, y María del Carmen Villamayor, hermana de Juan Carlos y cuñada de Marta Pourtale, quien estaba embarazada de siete meses cuando fue secuestrada y llevada a la ESMA.
El caso de Nicolás Marcos Koncurat (nro. 154)
El 3 de diciembre de 1976, cuando tenía 2 años de edad, estaba en la guardería en la que había sido dejado por su madre en el Pasaje El Maestro 155 de la Ciudad de Buenos Aires. Él y su hermano Sebastián (caso 153) fueron retirados ilegalmente de ahí por miembros del Grupo de Tareas 3.3.2 de la ESMA. El 6 de diciembre fueron entregados en el Instituto de Menores “Mercedes de Lasala y Riglos”, en Moreno, Provincia de Buenos Aires. Aproximadamente un mes después, y por gestiones realizadas por su familia, el 11 de enero de 1977 fueron entregados a los abuelos paternos, los padres de Mario Koncurat (caso 151), quien fue secuestrado Claudia Josefina Urondo de Koncurat (caso 152) el mismo 3 de diciembre y siguen desaparecidos.
El testimonio de Nicolás
Era un niño cuando fue secuestrado por miembros de la patota de la ESMA. Ahora es un adulto que relató ante los jueces lo que hizo el terrorismo de Estado de la última dictadura cívico-militar con miles de familias. Semanas atrás declaró la abuela de Nicolás y Sebastián y contó cómo fue la búsqueda y el reencuentro con ambos.
“Tenía 2 años cuando secuestraron a mis padres. Mi vida de rememoración fue a medida que fui creciendo, por mi familia, mediante relatos que ellos me fueron transmitiendo”, dijo Nicolás al comenzar su declaración testimonial. “De lo que me voy enterando de más grande, más allá de la ausencia notoria día a día, es que ellos son desaparecidos en la ESMA el 3 de diciembre de 1976. La historia, como yo la recibo del relato familiar, es así: el día que cumplía años, el 3 de diciembre, mi mamá habla con mi abuela y le dice que me iba a llevar al Jardín y que después se iban a juntar para hacer el festejo, pero mis padres no aparecieron. Desde esa ausencia se deduce que algo les había pasado, no era común que mi mamá hablara, dijera `te llamo´ y no llamara. A medida que pasaron los días fue claro que algo les había pasado”, agregó.
“Eran jóvenes peronistas”
Después de 37 años del momento de los hechos con los que se cometieron los delitos de lesa humanidad contra la familia Koncurat-Urondo, uno de los hijos le contó al Poder Judicial qué pasa cuando a un niño debe construir el relato acerca de su mamá y su papá a partir de otros: “Cuando fui creciendo me fui enterando de sus vidas. Vivíamos en una casa en Caballito, en la calle Ambrosetti 470. Me contaron que mamá tenía que encontrarse con alguien por cuestiones de militancia y allí se produce un enfrentamiento, y de ahí se los llevan a la ESMA. Tiempo después me entrevisté con un sobreviviente de la ESMA y me dijo que había escuchado que mis padres estaban ahí”, dijo Nicolás, y agregó que “mis padres pertenecían a las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias”. Papá hacía trabajo de base. Eran jóvenes peronistas”. Josefina la apodaban “Claudia” y a Mario “Jote”. Fueron casados simbólicamente por el Padre Mugica: no pudieron hacer los papeles porque usaban otros nombres y apellidos para resguardarse en la clandestinidad. Cuando fueron desaparecidos, Mario tenía 28 años de edad y Josefina 24.
La abuela
Tal como declaró Graciela Murúa, encontró a sus nietos a partir de una información publicada en un diario, que decía que había dos niños “abandonados”. Como sus nietos estaban anotados con otro apellido, por medidas de seguridad, fue aún más complicado encontrarlos, pero lo logró.
El Ministerio Público Fiscal solicitó incorporar a la causa judicial documentación para saber lo que pasó durante el secuestro de los dos niños y poder establecer si fueron o no llevados a la ESMA.
El testimonio de Javier Urondo, hermano de Josefina y tío de Nicolás y Sebastián
Hoy declaró ante los jueces uno de los tres hijos de Francisco “Paco” Urondo. “Me entero a través de mi madre que el 3 de diciembre de 1976 perdemos contacto de manera directa con mi hermana y mi cuñado”, dijo Javier.
“Teníamos un amplio conocimiento de lo que pasaba en Argentina. En la casa de mi hermana en Ambrosetti se hizo una reunión, de la cual ella no era parte, pero sí Mario. Ahí estuvieron Roquet, Arrostito, y dos más que desconozco el nombre. Eso ocurrió después del asesinato de mi padre, Francisco Urondo en junio de 1976. Luego fue el secuestro y la desaparición de Claudia, en diciembre de ese año”, agregó Javier Urondo.
La militancia
“Mario empezó a militar en Córdoba, ahí conoce a Roquet. Su primera participación fuerte fue en el Cordobazo. Claudia empieza a militar con Carlos Olmedo con Viñas, Guanini… De todos estos chicos no queda ninguno”, dijo con los ojos llenos de lágrimas.
“El 3 de diciembre Claudia va a una cita con María Elena Médici (caso 146), quien era la recepcionista de la Descamisados”, relató Javier. María Elena fue secuestrada el 10 de diciembre de ese año y llevada a la ESMA. Sigue desaparecida desde ese día y es una de las 789 víctimas de la megacausa.
La ESMA
“Me llega la información de que Claudia y Mario llegan muertos o muy heridos a la ESMA”, dijo Javier y aclaró que recibió distintas versiones sobre el estado de ambos. Además de esa incertidumbre, los cuerpos siguen sin aparecer.
Los hijos
“No duda de que la prioridad eran los pibes. Llegaron a casa destrozados, casi en estado de llanto constante. Hubo un trabajo de afecto familiar para construir lo irreconstruible. Recuerdo el recorte del diario en el que un juez de menores pedía ver a la familia de dos chicos abandonados”, relató el testigo.
Los Urondo
La querella del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) le preguntó a Javier Urondo si su familia había sufrido la persecución previa al asesinato de su padre y el secuestro de su hermana. “Por la actividad de mi padre, por ser poeta ya tuvo problemas acá en Argentina. En el `73 hay un allanamiento en la casa de Ciudad de La Paz en la cual entró un montón de gente y nos preguntaban por Claudia y por mi padre. Allanaron esa casa y la de al lado, donde había estado viviendo mi padre, pero ya no vivía más ahí y estaba un amigo suyo, guitarrista. Le robaron todo: la guitarra, hasta el teléfono, que era del Estado. Robaron hasta al Estado”, dijo Javier.
Luego contó que cuando la patota se fue esperó un rato y pensó cómo avisarles a los demás. “Voy a la casa de Barrancas de Belgrano y veo policías, después voy a la de Tortuguitas, entro y me doy cuenta de que habían allanado todo. Ahí chequeo que estaban todos presos. Aviso y empezamos a mover máquina de abogados, los que patrocinaron en esa caída fueron Ortega Peña, Duhalde y Marta Martino. Me mandan al interior, a la casa de mis parientes y ahí sueltan a mi mamá. La persecución empieza con la muerte de Olmedo, que iba seguido a casa. Después hubo todo un proceso sobre la revista El Descamisado, se empieza a formar un descabezamiento político y el pasaje a la clandestinidad de la militancia. Después, lo que todos conocemos. Mi viejo va a Mendoza y es muerto en la calle Guaymallén. Empieza a haber un montón de gente que empieza a no estar más. No había posibilidades de muchas cosas. Teníamos la seguridad quebrada, en términos familiares, sin estructura ni dinero, con riesgos de militancia de alto nivel”.
Los casos de Mónica Liliana Laffitte de Moyano (nro. 671)
El 24 de noviembre de 1976 aproximadamente a las 2:00 horas, Mónica y Julia Laffitte de Ortega (caso 672) fueron privadas ilegalmente de la libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades de la ley. Un grupo integrado por más de cuatro personas armadas las secuestró, en el marco de un gran operativo que se realizó en la zona norte de la Provincia de Buenos Aires.
Ambas fueron llevadas a la ESMA, donde estuvieron detenidas clandestinamente y fueron atormentadas mediante la imposición de condiciones inhumanas de vida. Fueron engrilladas, esposadas, encapuchadas y fotografiadas en Capuchita con los ojos cerrados. Mónica fue sometida a un simulacro de fusilamiento, golpeada y torturada mediante la aplicación de descargas de corriente eléctrica, mientras la interrogaban sobre su hermano y sus actividades. Mónica y Julia fueron liberadas el 2 de diciembre de 1976 a la madrugada.
El testimonio de Mónica
“Esa noche escucho ruidos, me despiertan con un megáfono, decían que todos los habitantes salgamos, que la casa estaba rodeada. Habían hecho un despliegue impresionante. Con mi hermana, Julia, bajamos en pijama. Les pregunté si tenían alguna identificación, me empujaron y entraron. Eran personas armadas, vestidas de fajina. Empezaron a revisar todo, sin preguntar nada. Nos dicen: `se cambian que ahora nos acompañan´. Nos hacen subir a cada una a un auto diferente, eran los Falcon. Me ponen la capucha y me tiran al piso del auto”, relató Mónica sobre el secuestro.
La ESMA
“Luego nos llevan a un lugar donde subo y bajo escaleras muy estrechas. Nos llevan a un lugar donde me tienen mucho tiempo. Había música que aturdía. Me desvisten y comienzan a picanearme con corrientes eléctrica en los genitales, las axilas y en las plantas de los pies. Me preguntaban dónde estaba mi hermano, Paulo Alberto Laffitte, si tenía actividad política, si conocía a gente. Daba la sensación de que querían escuchar nombres, no importaba de quién. Querían que les dijera si había estado cuando volvió Perón al país”, contó la sobreviviente.
Después fue llevada a otra habitación: “después pude levantarme la capucha y vi a mi hermana y a más gente. Eran como dos hileras de 15 personas en el piso. Julia me comentó que le habían hecho lo mismo que a mí. Los guardias jugaban un doble rol: unos los buenos y otros los malos. Éstos últimos eran quienes venían y nos pateaban”, declaró la ex detenida-desaparecida en la ESMA.
“Comía dos veces al día, un vaso de caldo y un pan con carne. Dormíamos en una colchoneta tirada en el piso. Para ir al baño pedíamos permiso al guardia de turno y dependía de él si tenías intimidad, si no tenías que hacer tus necesidades delante de ellos. Nos tenían con grilletes en pies y manos. Una noche apareció un muchacho muy golpeado y al otro día no lo volví a ver más”, recordó Mónica Laffitte.
Salir de la ESMA
“Me liberan el 2 de diciembre, después de dar muchas vueltas. Nos sacaron encapuchadas. Nos dejan cerca de Avenida del Libertador, en La Lucila. Fuimos hasta casa caminando”, contó Mónica sobre el día en el que ella y su hermana salieron de la ESMA.
“Habíamos quedado que el primero que salía iba a avisar a nuestras familias para que no se preocuparan. Lo hice: cuando salí fui a ver a la madre de un chico, tenía una farmacia en Salguero y Av. del Libertador. La señora me miró con los ojos llenos de lágrimas, porque era la primera noticia que tenía de su hijo”, agregó.
Mónica tenía 18 años de edad cuando fue llevada a la ESMA. Contó que su madre hizo la denuncia ante la Policía y le dijeron que ellos “no tenían nada que ver, que esa zona era liberada. En Semana Santa del año 1977 estas personas volvieron a mi casa. Nosotras salimos a bailar y cuando regresamos habían entrado y rompieron todo. Fuimos a denunciarlo a la Policía y nos dijeron que ellos no sabían nada”, dijo, y agregó que “a mi madre le dijeron que vaya a ver a Monseñor Graselli, y éste le dice que debemos desaparecer de todos los lugares donde estábamos, que nos fuéramos del país. No estábamos en condiciones de hacerlo, así que cada una de nosotros nos fuimos por un tiempo a vivir a las casas de las familias de nuestros novios”.
Los casos de Marta Pourtale y Juan Carlos Villamayor Morinigo (810 y 811)
Alrededor del 10 de diciembre de 1976, “Ricardo” y “la Gorda María” fueron privados ilegalmente de la libertad por personal de Fuerzas de Seguridad vestido de civil, que se movilizaba en automóviles sin identificación. Marta y Juan Carlos estaban con su hijo Diego Antonio, de cuatro años de edad, quien apareció un tiempo después en la comisaría de Billa Ballester. Marta estaba embarazada de siete meses cuando fue secuestrada y llevada a la ESMA. Ella y Juan Carlos siguen desaparecidos, al igual del hijo o hija de ambos que debió nacer en cautiverio.
El testimonio de María del Carmen Villamayor, hermana de Juan Carlos
“Entre el 10 y el 11 de diciembre de 1976 desaparece primero mi cuñada y luego mi hermano. No sabíamos dónde quedaba la casa, buscamos por Flores, Floresta, hasta que llegamos a donde vivían en Flores. El esposo de la dueña de la casa que alquilaban me contó que entraron a su vivienda y revisaron todo, se llevaron cosas en bolsas de consorcio. Se los llevaron en autos particulares y desde ahí no supimos nada más”, contó María del Carmen.
“Mi madre hizo dos hábeas corpus que fueron rechazados. Al año siguiente le llega una citación de Tribunales. Mi madre los buscó recorriendo todos lados: cárceles, comisarías, etcétera. Supimos por dos testigos que los vieron en la ESMA. Juan Carlos tenía 21 años al momento de los hechos. Trabajaba pintando casas particulares, al mismo tiempo que hacía el servicio militar”, relató la hermana de Juan Carlos Villamayor.
Montoneros
“Los dos militaban en Montoneros, mi hermano desde los 16 y Marta desde los 17. Tenían un hijo que era de otra pareja de ella, pero mi hermano lo reconoció. Al momento de los hechos, ella estaba embarazada, tenía 32 años y trabajaba en el Ministerio de Bienestar Social. En ese momento estaban desapareciendo a todos sus compañeros de Montoneros, por eso pasaron a la clandestinidad. A él le decían `Olmedo´ o `Ricardo´, a ella `La Gorda´ o `Silvia´. Mi madre y yo nos presentamos ante la CIDH cuando vino en 1979, fuimos con miedo, dimos testimonio y después nos dieron resultados negativos. Supe que a varios compañeros de mi hermano les pasó lo mismo”, dijo María del Carmen.
Próxima audiencia
El juicio continuará el lunwa 24 de junio desde las 10:00 horas con más declaraciones testimoniales.
Fuente:MegacausaEsma
El 3 de diciembre de 1976, cuando tenía 2 años de edad, estaba en la guardería en la que había sido dejado por su madre en el Pasaje El Maestro 155 de la Ciudad de Buenos Aires. Él y su hermano Sebastián (caso 153) fueron retirados ilegalmente de ahí por miembros del Grupo de Tareas 3.3.2 de la ESMA. El 6 de diciembre fueron entregados en el Instituto de Menores “Mercedes de Lasala y Riglos”, en Moreno, Provincia de Buenos Aires. Aproximadamente un mes después, y por gestiones realizadas por su familia, el 11 de enero de 1977 fueron entregados a los abuelos paternos, los padres de Mario Koncurat (caso 151), quien fue secuestrado Claudia Josefina Urondo de Koncurat (caso 152) el mismo 3 de diciembre y siguen desaparecidos.
El testimonio de Nicolás
Era un niño cuando fue secuestrado por miembros de la patota de la ESMA. Ahora es un adulto que relató ante los jueces lo que hizo el terrorismo de Estado de la última dictadura cívico-militar con miles de familias. Semanas atrás declaró la abuela de Nicolás y Sebastián y contó cómo fue la búsqueda y el reencuentro con ambos.
“Tenía 2 años cuando secuestraron a mis padres. Mi vida de rememoración fue a medida que fui creciendo, por mi familia, mediante relatos que ellos me fueron transmitiendo”, dijo Nicolás al comenzar su declaración testimonial. “De lo que me voy enterando de más grande, más allá de la ausencia notoria día a día, es que ellos son desaparecidos en la ESMA el 3 de diciembre de 1976. La historia, como yo la recibo del relato familiar, es así: el día que cumplía años, el 3 de diciembre, mi mamá habla con mi abuela y le dice que me iba a llevar al Jardín y que después se iban a juntar para hacer el festejo, pero mis padres no aparecieron. Desde esa ausencia se deduce que algo les había pasado, no era común que mi mamá hablara, dijera `te llamo´ y no llamara. A medida que pasaron los días fue claro que algo les había pasado”, agregó.
“Eran jóvenes peronistas”
Después de 37 años del momento de los hechos con los que se cometieron los delitos de lesa humanidad contra la familia Koncurat-Urondo, uno de los hijos le contó al Poder Judicial qué pasa cuando a un niño debe construir el relato acerca de su mamá y su papá a partir de otros: “Cuando fui creciendo me fui enterando de sus vidas. Vivíamos en una casa en Caballito, en la calle Ambrosetti 470. Me contaron que mamá tenía que encontrarse con alguien por cuestiones de militancia y allí se produce un enfrentamiento, y de ahí se los llevan a la ESMA. Tiempo después me entrevisté con un sobreviviente de la ESMA y me dijo que había escuchado que mis padres estaban ahí”, dijo Nicolás, y agregó que “mis padres pertenecían a las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias”. Papá hacía trabajo de base. Eran jóvenes peronistas”. Josefina la apodaban “Claudia” y a Mario “Jote”. Fueron casados simbólicamente por el Padre Mugica: no pudieron hacer los papeles porque usaban otros nombres y apellidos para resguardarse en la clandestinidad. Cuando fueron desaparecidos, Mario tenía 28 años de edad y Josefina 24.
La abuela
Tal como declaró Graciela Murúa, encontró a sus nietos a partir de una información publicada en un diario, que decía que había dos niños “abandonados”. Como sus nietos estaban anotados con otro apellido, por medidas de seguridad, fue aún más complicado encontrarlos, pero lo logró.
El Ministerio Público Fiscal solicitó incorporar a la causa judicial documentación para saber lo que pasó durante el secuestro de los dos niños y poder establecer si fueron o no llevados a la ESMA.
El testimonio de Javier Urondo, hermano de Josefina y tío de Nicolás y Sebastián
Hoy declaró ante los jueces uno de los tres hijos de Francisco “Paco” Urondo. “Me entero a través de mi madre que el 3 de diciembre de 1976 perdemos contacto de manera directa con mi hermana y mi cuñado”, dijo Javier.
“Teníamos un amplio conocimiento de lo que pasaba en Argentina. En la casa de mi hermana en Ambrosetti se hizo una reunión, de la cual ella no era parte, pero sí Mario. Ahí estuvieron Roquet, Arrostito, y dos más que desconozco el nombre. Eso ocurrió después del asesinato de mi padre, Francisco Urondo en junio de 1976. Luego fue el secuestro y la desaparición de Claudia, en diciembre de ese año”, agregó Javier Urondo.
La militancia
“Mario empezó a militar en Córdoba, ahí conoce a Roquet. Su primera participación fuerte fue en el Cordobazo. Claudia empieza a militar con Carlos Olmedo con Viñas, Guanini… De todos estos chicos no queda ninguno”, dijo con los ojos llenos de lágrimas.
“El 3 de diciembre Claudia va a una cita con María Elena Médici (caso 146), quien era la recepcionista de la Descamisados”, relató Javier. María Elena fue secuestrada el 10 de diciembre de ese año y llevada a la ESMA. Sigue desaparecida desde ese día y es una de las 789 víctimas de la megacausa.
La ESMA
“Me llega la información de que Claudia y Mario llegan muertos o muy heridos a la ESMA”, dijo Javier y aclaró que recibió distintas versiones sobre el estado de ambos. Además de esa incertidumbre, los cuerpos siguen sin aparecer.
Los hijos
“No duda de que la prioridad eran los pibes. Llegaron a casa destrozados, casi en estado de llanto constante. Hubo un trabajo de afecto familiar para construir lo irreconstruible. Recuerdo el recorte del diario en el que un juez de menores pedía ver a la familia de dos chicos abandonados”, relató el testigo.
Los Urondo
La querella del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) le preguntó a Javier Urondo si su familia había sufrido la persecución previa al asesinato de su padre y el secuestro de su hermana. “Por la actividad de mi padre, por ser poeta ya tuvo problemas acá en Argentina. En el `73 hay un allanamiento en la casa de Ciudad de La Paz en la cual entró un montón de gente y nos preguntaban por Claudia y por mi padre. Allanaron esa casa y la de al lado, donde había estado viviendo mi padre, pero ya no vivía más ahí y estaba un amigo suyo, guitarrista. Le robaron todo: la guitarra, hasta el teléfono, que era del Estado. Robaron hasta al Estado”, dijo Javier.
Luego contó que cuando la patota se fue esperó un rato y pensó cómo avisarles a los demás. “Voy a la casa de Barrancas de Belgrano y veo policías, después voy a la de Tortuguitas, entro y me doy cuenta de que habían allanado todo. Ahí chequeo que estaban todos presos. Aviso y empezamos a mover máquina de abogados, los que patrocinaron en esa caída fueron Ortega Peña, Duhalde y Marta Martino. Me mandan al interior, a la casa de mis parientes y ahí sueltan a mi mamá. La persecución empieza con la muerte de Olmedo, que iba seguido a casa. Después hubo todo un proceso sobre la revista El Descamisado, se empieza a formar un descabezamiento político y el pasaje a la clandestinidad de la militancia. Después, lo que todos conocemos. Mi viejo va a Mendoza y es muerto en la calle Guaymallén. Empieza a haber un montón de gente que empieza a no estar más. No había posibilidades de muchas cosas. Teníamos la seguridad quebrada, en términos familiares, sin estructura ni dinero, con riesgos de militancia de alto nivel”.
Los casos de Mónica Liliana Laffitte de Moyano (nro. 671)
El 24 de noviembre de 1976 aproximadamente a las 2:00 horas, Mónica y Julia Laffitte de Ortega (caso 672) fueron privadas ilegalmente de la libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades de la ley. Un grupo integrado por más de cuatro personas armadas las secuestró, en el marco de un gran operativo que se realizó en la zona norte de la Provincia de Buenos Aires.
Ambas fueron llevadas a la ESMA, donde estuvieron detenidas clandestinamente y fueron atormentadas mediante la imposición de condiciones inhumanas de vida. Fueron engrilladas, esposadas, encapuchadas y fotografiadas en Capuchita con los ojos cerrados. Mónica fue sometida a un simulacro de fusilamiento, golpeada y torturada mediante la aplicación de descargas de corriente eléctrica, mientras la interrogaban sobre su hermano y sus actividades. Mónica y Julia fueron liberadas el 2 de diciembre de 1976 a la madrugada.
El testimonio de Mónica
“Esa noche escucho ruidos, me despiertan con un megáfono, decían que todos los habitantes salgamos, que la casa estaba rodeada. Habían hecho un despliegue impresionante. Con mi hermana, Julia, bajamos en pijama. Les pregunté si tenían alguna identificación, me empujaron y entraron. Eran personas armadas, vestidas de fajina. Empezaron a revisar todo, sin preguntar nada. Nos dicen: `se cambian que ahora nos acompañan´. Nos hacen subir a cada una a un auto diferente, eran los Falcon. Me ponen la capucha y me tiran al piso del auto”, relató Mónica sobre el secuestro.
La ESMA
“Luego nos llevan a un lugar donde subo y bajo escaleras muy estrechas. Nos llevan a un lugar donde me tienen mucho tiempo. Había música que aturdía. Me desvisten y comienzan a picanearme con corrientes eléctrica en los genitales, las axilas y en las plantas de los pies. Me preguntaban dónde estaba mi hermano, Paulo Alberto Laffitte, si tenía actividad política, si conocía a gente. Daba la sensación de que querían escuchar nombres, no importaba de quién. Querían que les dijera si había estado cuando volvió Perón al país”, contó la sobreviviente.
Después fue llevada a otra habitación: “después pude levantarme la capucha y vi a mi hermana y a más gente. Eran como dos hileras de 15 personas en el piso. Julia me comentó que le habían hecho lo mismo que a mí. Los guardias jugaban un doble rol: unos los buenos y otros los malos. Éstos últimos eran quienes venían y nos pateaban”, declaró la ex detenida-desaparecida en la ESMA.
“Comía dos veces al día, un vaso de caldo y un pan con carne. Dormíamos en una colchoneta tirada en el piso. Para ir al baño pedíamos permiso al guardia de turno y dependía de él si tenías intimidad, si no tenías que hacer tus necesidades delante de ellos. Nos tenían con grilletes en pies y manos. Una noche apareció un muchacho muy golpeado y al otro día no lo volví a ver más”, recordó Mónica Laffitte.
Salir de la ESMA
“Me liberan el 2 de diciembre, después de dar muchas vueltas. Nos sacaron encapuchadas. Nos dejan cerca de Avenida del Libertador, en La Lucila. Fuimos hasta casa caminando”, contó Mónica sobre el día en el que ella y su hermana salieron de la ESMA.
“Habíamos quedado que el primero que salía iba a avisar a nuestras familias para que no se preocuparan. Lo hice: cuando salí fui a ver a la madre de un chico, tenía una farmacia en Salguero y Av. del Libertador. La señora me miró con los ojos llenos de lágrimas, porque era la primera noticia que tenía de su hijo”, agregó.
Mónica tenía 18 años de edad cuando fue llevada a la ESMA. Contó que su madre hizo la denuncia ante la Policía y le dijeron que ellos “no tenían nada que ver, que esa zona era liberada. En Semana Santa del año 1977 estas personas volvieron a mi casa. Nosotras salimos a bailar y cuando regresamos habían entrado y rompieron todo. Fuimos a denunciarlo a la Policía y nos dijeron que ellos no sabían nada”, dijo, y agregó que “a mi madre le dijeron que vaya a ver a Monseñor Graselli, y éste le dice que debemos desaparecer de todos los lugares donde estábamos, que nos fuéramos del país. No estábamos en condiciones de hacerlo, así que cada una de nosotros nos fuimos por un tiempo a vivir a las casas de las familias de nuestros novios”.
Los casos de Marta Pourtale y Juan Carlos Villamayor Morinigo (810 y 811)
Alrededor del 10 de diciembre de 1976, “Ricardo” y “la Gorda María” fueron privados ilegalmente de la libertad por personal de Fuerzas de Seguridad vestido de civil, que se movilizaba en automóviles sin identificación. Marta y Juan Carlos estaban con su hijo Diego Antonio, de cuatro años de edad, quien apareció un tiempo después en la comisaría de Billa Ballester. Marta estaba embarazada de siete meses cuando fue secuestrada y llevada a la ESMA. Ella y Juan Carlos siguen desaparecidos, al igual del hijo o hija de ambos que debió nacer en cautiverio.
El testimonio de María del Carmen Villamayor, hermana de Juan Carlos
“Entre el 10 y el 11 de diciembre de 1976 desaparece primero mi cuñada y luego mi hermano. No sabíamos dónde quedaba la casa, buscamos por Flores, Floresta, hasta que llegamos a donde vivían en Flores. El esposo de la dueña de la casa que alquilaban me contó que entraron a su vivienda y revisaron todo, se llevaron cosas en bolsas de consorcio. Se los llevaron en autos particulares y desde ahí no supimos nada más”, contó María del Carmen.
“Mi madre hizo dos hábeas corpus que fueron rechazados. Al año siguiente le llega una citación de Tribunales. Mi madre los buscó recorriendo todos lados: cárceles, comisarías, etcétera. Supimos por dos testigos que los vieron en la ESMA. Juan Carlos tenía 21 años al momento de los hechos. Trabajaba pintando casas particulares, al mismo tiempo que hacía el servicio militar”, relató la hermana de Juan Carlos Villamayor.
Montoneros
“Los dos militaban en Montoneros, mi hermano desde los 16 y Marta desde los 17. Tenían un hijo que era de otra pareja de ella, pero mi hermano lo reconoció. Al momento de los hechos, ella estaba embarazada, tenía 32 años y trabajaba en el Ministerio de Bienestar Social. En ese momento estaban desapareciendo a todos sus compañeros de Montoneros, por eso pasaron a la clandestinidad. A él le decían `Olmedo´ o `Ricardo´, a ella `La Gorda´ o `Silvia´. Mi madre y yo nos presentamos ante la CIDH cuando vino en 1979, fuimos con miedo, dimos testimonio y después nos dieron resultados negativos. Supe que a varios compañeros de mi hermano les pasó lo mismo”, dijo María del Carmen.
Próxima audiencia
El juicio continuará el lunwa 24 de junio desde las 10:00 horas con más declaraciones testimoniales.
Fuente:MegacausaEsma

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