19 de junio de 2013

OPINIÓN.

Medios y violencia simbólica 
La oposición no critica
18/06/2013
Por Pablo Bilsky



Foto: Analía Garelli/Télam
Mentiras y tergiversaciones son formas de violencia simbólica que utiliza la oposición, por impotencia y falta de propuestas. La necesaria crítica al gobierno no se ejerce entonces. Queda vacante. No hay crítica sin argumentos ni vocación de verdad. El maniqueísmo y la degradación de la discusión política son consecuencias de esta situación.

La mentira sistemática, la tergiversación, la confusión deliberada son algunas de las formas de la violencia simbólica. A falta de propuestas alternativas, la oposición al gobierno nacional recurre en forma permanente a estas operaciones de manipulación, que son esencialmente ajenas a la democracia, las instituciones y la libertad de expresión.

La oposición no critica al gobierno nacional. No ejerce la crítica. No lo hace, porque la noción de “crítica” implica reflexión, análisis, argumentación, y fundamentalmente, una búsqueda, honesta y transparente, un anhelo por expresar una verdad, aunque sea parcial, subjetiva.

Sin ese trabajo de reflexión y análisis, sin vocación de verdad, ni honestidad intelectual, no hay crítica posible. Ni diálogo.

La crítica queda vacante entonces. No se ejerce. Y es necesaria. Indispensable para dotar de sentido y profundidad a la democracia. Esperar que el gobierno nacional tome alguna medida para enseguida, en forma automática, oponerse, no es una actitud crítica. Todo lo contrario. Es la negación misma del espíritu crítico. Es la parodia de la crítica.

El sabotaje nada tiene que ver con la crítica. Es otra cosa. El larvado golpismo que implica deslegitimar a un gobierno en todo, pero todo lo que hace, como si no tuviera el derecho de gobernar, también es otra cosa.

La esperanza de recuperar ese espíritu crítico está en el habla popular, en la calle, en el espacio público, que es el espacio natural de la política y la militancia. Y en los medios de comunicación no hegemónicos. Allí la crítica sí se ejerce, e implica análisis, reflexión, argumentación, diálogo.

Pero este espacio está acotado, y acosado, por las operaciones de los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos.

A través del miedo, la mentira, la exacerbación del odio y el resentimiento, las operaciones de manipulación logran que pequeñas porciones de sectores medios adopten como propios los problemas, los desvelos, las tirrias y las reivindicaciones de las grandes corporaciones, los grupos económicos concentrados y las elites.

Al adoptar como propio lo ajeno, se deja de lado, se siente ajeno lo propio, se olvida aquello que es verdaderamente importante. Los problemas propios, los problemas verdaderos de un sector social, son tapados por los objetivos corporativos de los grandes intereses concentrados.

La verdadera crítica, el derecho que tiene el ciudadano de analizar y reclamar medidas de gobierno, queda acotado. Sólo los medios cooperativos, comunitarios y alternativos ofrecen hoy la posibilidad de contar con la información necesaria para ejercer el análisis, la reflexión crítica, la discusión.

Este hecho explica la resistencia a la ley de servicio de comunicación audiovisual, que tiende a democratizar la palabra y abre así el camino a una verdadera crítica.

En la manera en que tratan y consideran a sus lectores y receptores reside el núcleo duro e inconfesable de la ideología de los grandes medios concentrados. La información es considerada allí mercancía. Y la mercancía se consume. No se piensa, no se discute. No se dialoga. Los receptores son considerados consumidores acríticos, manipulables. El mercado no es democrático.

Pero la manipulación suele hallar sus límites. “Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”, afirmó Abraham Lincoln.
Fuente:RedaccionRosario

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