Las tres hidroeléctricas que tiene este país, con la poderosa Itaipú a la cabeza, son insuficientes para irradiar la luz que se necesitaría para intentar visualizar el futuro inmediato de la nación y sus seis millones de habitantes, a dos meses del cambio de gobierno y a un año del Golpe de Estado que terminó con el mejor ejercicio de administración del Ejecutivo Nacional en los últimos 70 años.
Los mayores obstáculos que se le presentan a todo aquel que busque entender la realidad paraguaya actual, son la falta de transparencia en el accionar de las autoridades públicas y privadas y la compartimentación que ejercen las cúpulas de los aparatos partidarios, desde las cuales apenas se filtra la noticia de que en esos cenáculos se continúa conversando de las elecciones nacionales del pasado 21 de abril y de la negociación por los cargos a ocupar en el “nuevo” congreso y en las diferentes Secretarías de Estado, ratificadas como un gran banco pagador de favores.
La invisibilidad reina y se vuelve codiciable, casi seductora, para quien procure reunir los elementos básicos que permitan esbozar un análisis de la coyuntura presente, en la ilusión de intentar mirar, por las pocas rendijas disponibles, lo porvenir en este país miembro suspendido, por ilegitimidad de su gobierno, del MERCOSUR y la UNASUR, pero que, en aras de remendar el proceso de integración, está gozando de la bienvenida oficialista regional a su Presidente electo Horacio Cartes.
Todo un hecho político y diplomático inusual, que tiene por protagonistas a la media docena de gobernantes demócratas que hay en Suramérica, junto con un advenedizo en estas lides, que llega con laureles de empresario exitoso en la agro-ganadería, en la fabricación de bebidas y tabaco y en el negocio del fútbol profesional, pero con un pesado caudal de acusaciones por narcotraficante, contrabandista de alto vuelo, prestanombre de conocidos capos mafiosos y pieza importante en el lavado de dinero. Todo ello se agrava con sus referencias elogiosas a conocidos tiranos suramericanos.
Desde que fue electo, el hombre se mueve en público con aplomo y la solvencia que presumiblemente le otorgue su acaudalada fortuna, dando la sensación de que su mayor preocupación es reducir el ambiente de sospechas que se ha creado en torno a su figura, a los efectos de poder avanzar en sus planes de administrar el gobierno, gestión que, a pesar de su inmediatez, constituye todo un misterio para la ciudadanía.
Cartes triunfó con viejos y cacofónicos eslóganes, sin jamás exponer un programa-país, y ni siquiera alguna línea gruesa acerca de los graves problemas sociales, y si tiene intención de enfrentarlos para buscar algún alivio a los tres millones de víctimas del monopolio inmoral de la tierra, del desquicio fiscal, de la mediocridad de la enseñanza, del flagelo de la corrupción, de la prostitución institucional, en fin, toda una gama de abyecciones y contradicciones en un país cuyas autoridades ventilan un crecimiento superior al 10 por ciento de crecimiento del PIB, con el cuarto de sus habitantes desnutridos (FAO, CELAC), gran deserción escolar y cárceles desbordadas de inocentes.
Lo poco que se está filtrando de los planes del futuro Presidente, arroja mucha incertidumbre. En política interna, muy apoyado por los medios comerciales de prensa, andaría buscando consensos con las fuerzas adversas mediante la distribución de cargos públicos, sin que aún se filtre ninguna información hacia el pueblo. En el plano internacional también reina gran confusión pues el electo gobernante está desafiado por el compromiso de mantener buenas relaciones con Estados Unidos y, al mismo tiempo, con los gobiernos cuestionadores y adversos al imperio.
Mutismo total con relación a la política que llevará en los temas de la defensa nacional, sometida hasta ahora a los designios de Estados Unidos, a los servicios sociales, los cuales acusan un grave retroceso en comparación con la labor cumplida por el Gobierno de Fernando Lugo, ni tampoco en economía, dormitorio de pasión y recelos que ya hospedó a consejeros del genocida Fondo Monetario Internacional.
Tampoco Cartes es locuaz con relación al Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), presentado por la derecha al estilo de un culebrón televisivo, muy a la ligera y aviesamente como movimiento guerrillero, sin que se conozca públicamente fundamentación doctrinaria alguna ni estructura orgánica.
En ese punto, tiene cierta lógica la presunción de que pudo obedecer a un diseño táctico perverso, el asesinato reciente de Luis Lindstron, un ganadero y exIntendente de una población del convulsionado noreste, invadido por las empresas transnacionales del agrotóxico y sus pandillas armadas, quien un par de años atrás había sido secuestrado, en un hecho cuyos detalles aún continúan velados para la ciudadanía, también adjudicado, como ahora, por autoridades y prensa venal al EPP.
Antes de efectuarse una investigación seria, todo el abanico retrógrado se ha volcado en una demencial campaña contra el exPresidente Fernando Lugo, acusándolo de “padre biológico del EPP”, con un lenguaje de hediondo anticomunismo primario, que hasta condena a quienes militan a favor de la reforma agraria, de la preservación del ambiente y de los seres vivos. Lugo fue electo Senador y los sectores más recalcitrantes de los privilegiados del país, buscan impedir su asunción este fin de mes.
Destilando revanchismo y miedo al despertar ciudadano, conocidos personajes de la politiquería nacional, esos sí padres de la descomposición del tejido social paraguayo, destacados operadores durante años en los grandes negociados que han hundido el país, intentan alejar a Cartes del muy discriminado diálogo político que viene haciendo y que lo comenzó precisamente con Lugo, a quien habría propuesto la Presidencia del Congreso, con 125 legisladores, mayoría aplastante colorada, una bancada liberal somisa, y apenas una docena representando a las fuerzas democráticas.
Enajenados en viejas mezquindades personales y de círculos afines, la dirigencia de los dos partidos más viejos del país, el Colorado y el Liberal, contaminando en parte a las expresiones que deberían oponerse a ese anacronismo bicéfalo, están anteponiendo el interés sectario al de la Patria, al de la Nación, al del pueblo y al de la región.
Ese egoísmo, producto de una concepción ideológica bonapartista en los casos menos malos, se agrava con la miopía que los ha contagiado y que algunos aparatos utilizan como pretexto, otros por conveniencia y otros por idiotez, por lo cual ni una sola opinión se difunde desde esos estrechos cenáculos con referencia a los propósitos que animan a Cartes, incluso frente a su silencio ante temas de singular importancia para este país, como es la connivencia del gobierno de facto con las corporaciones transnacionales del agronegocio, la megaminería y la banca privada extranjera.
Otro ejemplo del secretismo es que su guardia personal, por atrás pero por encima de los funcionarios locales, estaría conformada por agentes de los servicios secretos de Israel, el tenebroso Mossad, que ya ha desplegado operadores por varias regiones de Paraguay, según testimonios de pobladores. Versiones de prensa afirman que técnicos israelíes ya desembarcaron en el Ministerio de Educación.
Eso está vinculado al refuerzo que han recibido en el último año pero intensificado tras la victoria de Cartes, los contingentes de Colombia y Estados Unidos que operan en este país desde hace años, con la misión de combatir el narcotráfico y la guerrilla, dos países que acusan tremendos fracasos en ambas áreas, pues en el primero la lucha armada lleva medio siglo, y el segundo es el principal consumidor mundial de drogas.
De ahí la importancia de abocarse de urgencia por ver lo invisible que hay en Cartes y su velado equipo, pues es sabido desde el Golpe de Estado en 1973 en Chile, que Israel colabora con la extrema derecha del continente a través de las agencias de espionaje de Estados Unidos e Inglaterra, y sus ramales en México, Colombia y Centroamérica, del que Honduras ha sido un puntal en la represión de los movimientos sociales y políticos de la zona en las últimas décadas.
Paraguay, por su posición geográfica, equidistante de los países vecinos que desde hace 10 años tienen gobiernos desobedientes de Washington, y a los cuales el imperio persiste en desestabilizar y derrocar, por su riqueza territorial, productora de inmensa cantidad de alimentos para la exportación, y en particular por su rico subsuelo en minerales, se ha convertido en una codiciada pieza en la geo-estrategia que aplica Estados Unidos en el subcontinente, donde ya tiene 76 bases militares instaladas.
En Colombia hay cinco millones de campesinos e indígenas desplazados de sus tierras ancestrales, despojados de todas sus pertenencias y confinados en las zonas más áridas del país, en aplicación del Plan Colombia de aniquilación de los movimientos de resistencia social y de reivindicación de paz y bienestar familiar, para beneficiar a los latifundistas y a los capitalistas usurpadores del patrimonio de ese bello y rico país.
La feroz campaña que los sectores más retrógrados han desatado en Paraguay en las últimas semanas, con amplia apoyatura mediática, explotando al máximo la acusación al EPP, y por añadidura a toda expresión de ideología socialista, por el crimen contra Lindstron, tiene mucha similitud con el proceso colombiano de represión y despojo de los campesinos y pueblos originarios de sus tierras.
En paralelo, camina en Paraguay la victimización de las víctimas de la ocupación ilegal de millones de hectáreas fiscales por empresas sojeras y ganaderas, parapetadas en grupos de mercenarios armados, recordando a los paramilitares que asolan pueblos en México y Colombia y, bajo la engañifa de combatir el narcotráfico y el contrabando, se vuelven milimillonarios con ellos.
Ante la muerte de Lindston, Cartes declaró que su gobierno terminará con ese tipo de hechos, pero ni una sola palabra pronunció sobre el asesinato de más de cien campesinos en poco más de una década, ni sobre las causas que han convertido a miles de labriegos en parias.
El inmenso despliegue de cientos de policías y militares, con la apoyatura presencial de agentes israelíes, norteamericanos y colombianos, ha instalado un clima de zozobra y de miedo en varios departamentos del Paraguay, que propicia el abandono de la zona por muchas familias campesinas, que prefieren vender su tierra al precio de cáscara de huevo, y preservar su vida, lo cual representa un suculento negocio para la inversión de capitales extranjeros y locales que, por razones diversas, compran refugios e impunidades.
Los mayores obstáculos que se le presentan a todo aquel que busque entender la realidad paraguaya actual, son la falta de transparencia en el accionar de las autoridades públicas y privadas y la compartimentación que ejercen las cúpulas de los aparatos partidarios, desde las cuales apenas se filtra la noticia de que en esos cenáculos se continúa conversando de las elecciones nacionales del pasado 21 de abril y de la negociación por los cargos a ocupar en el “nuevo” congreso y en las diferentes Secretarías de Estado, ratificadas como un gran banco pagador de favores.
La invisibilidad reina y se vuelve codiciable, casi seductora, para quien procure reunir los elementos básicos que permitan esbozar un análisis de la coyuntura presente, en la ilusión de intentar mirar, por las pocas rendijas disponibles, lo porvenir en este país miembro suspendido, por ilegitimidad de su gobierno, del MERCOSUR y la UNASUR, pero que, en aras de remendar el proceso de integración, está gozando de la bienvenida oficialista regional a su Presidente electo Horacio Cartes.
Todo un hecho político y diplomático inusual, que tiene por protagonistas a la media docena de gobernantes demócratas que hay en Suramérica, junto con un advenedizo en estas lides, que llega con laureles de empresario exitoso en la agro-ganadería, en la fabricación de bebidas y tabaco y en el negocio del fútbol profesional, pero con un pesado caudal de acusaciones por narcotraficante, contrabandista de alto vuelo, prestanombre de conocidos capos mafiosos y pieza importante en el lavado de dinero. Todo ello se agrava con sus referencias elogiosas a conocidos tiranos suramericanos.
Desde que fue electo, el hombre se mueve en público con aplomo y la solvencia que presumiblemente le otorgue su acaudalada fortuna, dando la sensación de que su mayor preocupación es reducir el ambiente de sospechas que se ha creado en torno a su figura, a los efectos de poder avanzar en sus planes de administrar el gobierno, gestión que, a pesar de su inmediatez, constituye todo un misterio para la ciudadanía.
Cartes triunfó con viejos y cacofónicos eslóganes, sin jamás exponer un programa-país, y ni siquiera alguna línea gruesa acerca de los graves problemas sociales, y si tiene intención de enfrentarlos para buscar algún alivio a los tres millones de víctimas del monopolio inmoral de la tierra, del desquicio fiscal, de la mediocridad de la enseñanza, del flagelo de la corrupción, de la prostitución institucional, en fin, toda una gama de abyecciones y contradicciones en un país cuyas autoridades ventilan un crecimiento superior al 10 por ciento de crecimiento del PIB, con el cuarto de sus habitantes desnutridos (FAO, CELAC), gran deserción escolar y cárceles desbordadas de inocentes.
Lo poco que se está filtrando de los planes del futuro Presidente, arroja mucha incertidumbre. En política interna, muy apoyado por los medios comerciales de prensa, andaría buscando consensos con las fuerzas adversas mediante la distribución de cargos públicos, sin que aún se filtre ninguna información hacia el pueblo. En el plano internacional también reina gran confusión pues el electo gobernante está desafiado por el compromiso de mantener buenas relaciones con Estados Unidos y, al mismo tiempo, con los gobiernos cuestionadores y adversos al imperio.
Mutismo total con relación a la política que llevará en los temas de la defensa nacional, sometida hasta ahora a los designios de Estados Unidos, a los servicios sociales, los cuales acusan un grave retroceso en comparación con la labor cumplida por el Gobierno de Fernando Lugo, ni tampoco en economía, dormitorio de pasión y recelos que ya hospedó a consejeros del genocida Fondo Monetario Internacional.
Tampoco Cartes es locuaz con relación al Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), presentado por la derecha al estilo de un culebrón televisivo, muy a la ligera y aviesamente como movimiento guerrillero, sin que se conozca públicamente fundamentación doctrinaria alguna ni estructura orgánica.
En ese punto, tiene cierta lógica la presunción de que pudo obedecer a un diseño táctico perverso, el asesinato reciente de Luis Lindstron, un ganadero y exIntendente de una población del convulsionado noreste, invadido por las empresas transnacionales del agrotóxico y sus pandillas armadas, quien un par de años atrás había sido secuestrado, en un hecho cuyos detalles aún continúan velados para la ciudadanía, también adjudicado, como ahora, por autoridades y prensa venal al EPP.
Antes de efectuarse una investigación seria, todo el abanico retrógrado se ha volcado en una demencial campaña contra el exPresidente Fernando Lugo, acusándolo de “padre biológico del EPP”, con un lenguaje de hediondo anticomunismo primario, que hasta condena a quienes militan a favor de la reforma agraria, de la preservación del ambiente y de los seres vivos. Lugo fue electo Senador y los sectores más recalcitrantes de los privilegiados del país, buscan impedir su asunción este fin de mes.
Destilando revanchismo y miedo al despertar ciudadano, conocidos personajes de la politiquería nacional, esos sí padres de la descomposición del tejido social paraguayo, destacados operadores durante años en los grandes negociados que han hundido el país, intentan alejar a Cartes del muy discriminado diálogo político que viene haciendo y que lo comenzó precisamente con Lugo, a quien habría propuesto la Presidencia del Congreso, con 125 legisladores, mayoría aplastante colorada, una bancada liberal somisa, y apenas una docena representando a las fuerzas democráticas.
Enajenados en viejas mezquindades personales y de círculos afines, la dirigencia de los dos partidos más viejos del país, el Colorado y el Liberal, contaminando en parte a las expresiones que deberían oponerse a ese anacronismo bicéfalo, están anteponiendo el interés sectario al de la Patria, al de la Nación, al del pueblo y al de la región.
Ese egoísmo, producto de una concepción ideológica bonapartista en los casos menos malos, se agrava con la miopía que los ha contagiado y que algunos aparatos utilizan como pretexto, otros por conveniencia y otros por idiotez, por lo cual ni una sola opinión se difunde desde esos estrechos cenáculos con referencia a los propósitos que animan a Cartes, incluso frente a su silencio ante temas de singular importancia para este país, como es la connivencia del gobierno de facto con las corporaciones transnacionales del agronegocio, la megaminería y la banca privada extranjera.
Otro ejemplo del secretismo es que su guardia personal, por atrás pero por encima de los funcionarios locales, estaría conformada por agentes de los servicios secretos de Israel, el tenebroso Mossad, que ya ha desplegado operadores por varias regiones de Paraguay, según testimonios de pobladores. Versiones de prensa afirman que técnicos israelíes ya desembarcaron en el Ministerio de Educación.
Eso está vinculado al refuerzo que han recibido en el último año pero intensificado tras la victoria de Cartes, los contingentes de Colombia y Estados Unidos que operan en este país desde hace años, con la misión de combatir el narcotráfico y la guerrilla, dos países que acusan tremendos fracasos en ambas áreas, pues en el primero la lucha armada lleva medio siglo, y el segundo es el principal consumidor mundial de drogas.
De ahí la importancia de abocarse de urgencia por ver lo invisible que hay en Cartes y su velado equipo, pues es sabido desde el Golpe de Estado en 1973 en Chile, que Israel colabora con la extrema derecha del continente a través de las agencias de espionaje de Estados Unidos e Inglaterra, y sus ramales en México, Colombia y Centroamérica, del que Honduras ha sido un puntal en la represión de los movimientos sociales y políticos de la zona en las últimas décadas.
Paraguay, por su posición geográfica, equidistante de los países vecinos que desde hace 10 años tienen gobiernos desobedientes de Washington, y a los cuales el imperio persiste en desestabilizar y derrocar, por su riqueza territorial, productora de inmensa cantidad de alimentos para la exportación, y en particular por su rico subsuelo en minerales, se ha convertido en una codiciada pieza en la geo-estrategia que aplica Estados Unidos en el subcontinente, donde ya tiene 76 bases militares instaladas.
En Colombia hay cinco millones de campesinos e indígenas desplazados de sus tierras ancestrales, despojados de todas sus pertenencias y confinados en las zonas más áridas del país, en aplicación del Plan Colombia de aniquilación de los movimientos de resistencia social y de reivindicación de paz y bienestar familiar, para beneficiar a los latifundistas y a los capitalistas usurpadores del patrimonio de ese bello y rico país.
La feroz campaña que los sectores más retrógrados han desatado en Paraguay en las últimas semanas, con amplia apoyatura mediática, explotando al máximo la acusación al EPP, y por añadidura a toda expresión de ideología socialista, por el crimen contra Lindstron, tiene mucha similitud con el proceso colombiano de represión y despojo de los campesinos y pueblos originarios de sus tierras.
En paralelo, camina en Paraguay la victimización de las víctimas de la ocupación ilegal de millones de hectáreas fiscales por empresas sojeras y ganaderas, parapetadas en grupos de mercenarios armados, recordando a los paramilitares que asolan pueblos en México y Colombia y, bajo la engañifa de combatir el narcotráfico y el contrabando, se vuelven milimillonarios con ellos.
Ante la muerte de Lindston, Cartes declaró que su gobierno terminará con ese tipo de hechos, pero ni una sola palabra pronunció sobre el asesinato de más de cien campesinos en poco más de una década, ni sobre las causas que han convertido a miles de labriegos en parias.
El inmenso despliegue de cientos de policías y militares, con la apoyatura presencial de agentes israelíes, norteamericanos y colombianos, ha instalado un clima de zozobra y de miedo en varios departamentos del Paraguay, que propicia el abandono de la zona por muchas familias campesinas, que prefieren vender su tierra al precio de cáscara de huevo, y preservar su vida, lo cual representa un suculento negocio para la inversión de capitales extranjeros y locales que, por razones diversas, compran refugios e impunidades.
Fuente:Argenpress
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