Los Cinco Patriotas Cubanos: Falsamente acusados. Injustamente sentenciados

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A la conciencia del mundo y al pueblo norteamericano:
Hace hoy 15 años, el 12 de septiembre de 1998, que la brutalidad de cinco arrestos simultáneos irrumpió en nuestros hogares para dar comienzo a uno de los capítulos más bochornosos de la historia legal norteamericana: El juicio contra quienes hoy somos conocidos por Los Cinco.
El arresto y juicio de Los Cinco quedará para la historia como uno de los más ignominiosos y viles episodios de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba. Meses antes, tras la intermediación del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, se habían abierto las puertas a una significativa cooperación entre ambos países en la lucha contra el terrorismo.
En junio de ese año, una delegación del FBI visitó a Cuba y tras recibir copiosa información sobre las actividades terroristas organizadas impunemente contra la isla desde Miami, prometió a su contraparte cubana que tomaría acciones al respecto.
Dando un golpe bajo el gobierno de William Clinton, en lugar de arrestar a los terroristas, arrestó y llevó a sus tribunales a quienes estábamos recogiendo información para evitar el daño que estos hacían a la población cubana.
El sistema judicial norteamericano fue utilizado abiertamente como un medio para proteger a los terroristas y en una atmósfera de linchamiento fuimos llevados frente a un jurado amedrentado.
Crueles condiciones de confinamiento se utilizaron para quebrarnos, y para impedir que preparáramos una defensa adecuada. La mentira se adueñó de la sala.
Evidencias fueron adulteradas, dañadas o suprimidas. Las órdenes de la jueza fueron abiertamente burladas.
Los terroristas citados como testigos por la defensa fueron amenazados en público con la cárcel si no se acogían a la Quinta Enmienda contra la autoincriminación.
Expertos y oficiales del gobierno norteamericano justificaron o desdeñaron abiertamente el daño que los terroristas hacen a Cuba. Todo esto frente a una prensa que optó por mantener en la más absoluta ignorancia al pueblo norteamericano, mientras la sede del juicio era bombardeada inmisericordemente con un barraje de propaganda en contra de los acusados.
El 8 de junio de 2001 un jurado que llegara al punto de quejarse de su miedo al acoso de la prensa local —que, luego se revelaría, había sido pagada profusamente por el gobierno norteamericano— nos declaró culpables de todos los cargos, incluyendo uno respecto al que los fiscales, en moción de emergencia al tribunal de apelaciones de Atlanta, habían reconocido que a la luz de las pruebas aportadas no sería posible lograr un veredicto de culpabilidad.
La deplorable conducta de los fiscales, jueces y del gobierno norteamericano en este caso no son un accidente. Es imposible comportarse éticamente cuando por un fin en que se mezclan el odio político con la arrogancia personal y la venganza se levantan cargos cuya defensa solo puede hacerse con la burla a las leyes, la prevaricación y el abuso del poder.
El círculo vicioso que se iniciara con la decisión política de abrumarnos de acusaciones —las más serias totalmente fabricadas— para obligarnos a transigir, no podría sino redundar en una conducta cada vez más despreciable por parte de los fiscales.
Pero no transigimos, porque un despliegue de fuerza bruta no implica la posesión de la moral por parte de quien la ejerce. No transigimos, porque el precio de mentir para satisfacer las expectativas de los fiscales nos pareció demasiado degradante.
No transigimos, porque el implicar a Cuba —la nación a la que estábamos protegiendo— en acusaciones falsas para engrosar un expediente del gobierno norteamericano contra la isla hubiera sido un imperdonable acto de traición al pueblo que amamos.
No transigimos, porque aún los valores humanos, para nosotros, son algo preciado sobre lo que descansa la transformación del hombre en una criatura mejor. No transigimos, porque implicaba renunciar a nuestra dignidad, fuente de autoestima y amor propio para cualquier ser humano.
En lugar de transigir optamos por ir al juicio. Un juicio que de haber sido reportado hubiera puesto en cuestión no solo este caso, sino al sistema federal de justicia de los Estados Unidos.
Si el conocimiento de lo que ocurrió en esa sala de justicia no hubiera sido escamoteado al pueblo norteamericano al que nunca causamos, o intentamos causar, el más mínimo daño, hubiera sido imposible montar el circo romano en que se tornó esa parodia de juicio.
Han transcurrido ya quince años en los que el gobierno norteamericano y el sistema de justicia de ese país han hecho oídos sordos al reclamo de los organismos de las Naciones Unidas, Amnistía Internacional, varios premios Nobel, parlamentarios o parlamentos en pleno, personalidades e instituciones jurídicas y religiosas.
Solo el levantamiento de ese otro bloqueo, el que se ha impuesto al pueblo de los Estados Unidos para que lo desconozca, haría posible la esperanza de que se ponga fin a esa injusticia.
Hoy la isla de Cuba amanecerá colmada de cintas amarillas. Será el pueblo cubano el protagonista de este mensaje, que apela a un símbolo que se ha hecho tradición para el pueblo de los Estados Unidos.
Será un enorme reto para quienes se han empeñado con tanto éxito en silenciar este caso, en negarse ahora a informar al mundo de este hecho probablemente inédito: que un pueblo entero ha engalanado su país para pedir a otro que exija de su gobierno la liberación de sus hijos injustamente encarcelados.
Entretanto, Los Cinco seguiremos siendo merecedores de este masivo despliegue de cariño; seguiremos siendo dignos hijos del pueblo solidario y generoso que lo protagoniza, y del apoyo de quienes alrededor del mundo se han unido a nuestra causa; seguiremos denunciando esta injusticia que dura ya 15 años y nunca cederemos, ni un ápice, en la ventaja moral que nos ha permitido resistir y aun crecernos mientras soportamos todo el peso de un odio vengativo por parte del gobierno más poderoso del planeta.
Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando González y René González
A pesar de que el gobierno estadounidense se ha empeñado en demostrar la culpabilidad de los cinco cubanos injustamente procesados y arbitrariamente condenados, de la propia conducta de la administración norteña emana la gran mentira y sus espúreos fines políticos.
Gerardo Hernández, Fernando González, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y René González (hoy en Cuba) -Los Cinco, como se les conoce mundialmente- han sido víctimas de excesivas penas, luego de amañados y manipulados juicios, que confirman la anterior aseveración.
Responder a las demandas de la mafia cubano-americana radicada en Miami, fue el único objetivo del gobierno de EE.UU., al dar curso legal a la farsa judicial orquestada contra ellos, junto a un gran show mediático, que todo el tiempo se encargó de viciar la decisión del jurado.
En su libro Los héroes prohibidos, Ricardo Alarcón, estudioso del caso desde sus inicios, expone ejemplos que revelan una realidad: en EE.UU. el espionaje y la conspiración nunca han sido castigados con tan severas condenas como las impuestas a Los Cinco.
Desde que fueron sentenciados, otros casos similares han tenido lugar en territorio estadounidense y los resultados contrastan de manera alarmante.
Según relata Alarcón, en los últimos años varios individuos han sido hallados culpables de transmitir al extranjero documentos secretos de carácter militar o relacionados con la seguridad nacional de ese país, extraídos de los archivos o de altos niveles del gobierno.
Algunos de esos imputados hace tiempo recuperaron su libertad, y a varios de ellos el presidente Barack Obama decidió retirarles los cargos, se les interrumpió el proceso de apelación y fueron enviados a sus casas.
Khaled Abdel-Latif Dumeisi, acusado de ser un agente no registrado del gobierno del entonces presidente Saddam Hussein, fue condenado -en abril de 2004- a solo tres años y 10 meses de prisión, en medio de la guerra de EE.UU. contra Irak.
En julio de 2007, Leandro Aragoncillo fue hallado culpable de transmitir información secreta y de defensa nacional de los Estados Unidos.
Reveló alrededor de 800 documentos clasificados, obtenidos desde su oficina en la Casa Blanca, donde trabajaba como asistente militar de los vicepresidentes Al Gore y Dick Cheney.
Fue condenado a 10 años de prisión, mientras que a su compañero de conspiración Michael Ray Aquino, lo sentenciaron a seis años y cuatro meses.
En julio de 2008, a Gregg W. Bergersen, un analista del Departamento de Defensa (DOD), lo acusaron de suministrar información de seguridad nacional a personas no autorizadas, a cambio de dinero y regalos. Lo condenaron a cuatro años y nueve meses de prisión.
Lawrence Anthony Franklin, un coronel de la reserva de la Fuerza Aérea, quien también trabajaba en el DOD, fue declarado culpable de entregar datos clasificados, incluyendo secretos militares, a representantes de un gobierno extranjero. Fue penado a 12 años y siete meses de cárcel.
Sin embargo, nunca entró a prisión. Estuvo en libertad mientras apelaba, y en mayo de 2009 el Departamento de Justicia le retiró los cargos.
Otro dato es más revelador aún. El sábado 23 de enero de 2010, The Washington Post, el mayor y más antiguo periódico de la ciudad-capital de EE.UU. publicó el siguiente caso.
A James W. Fondren Jr., un alto oficial en el DOD, quien llegó a ser subdirector de la oficina de enlace del Comando del Pacífico, lo inculparon de entregar ilegalmente a un gobierno extranjero documentos clasificados del Pentágono, incluso informaciones militares.
Fondren, un funcionario de jerarquía, no fue acusado de conspirar, sino de realizar actividades tangibles de espionaje. La Corte Federal de Alexandria, en Virginia, lo condenó a tan solo tres años de prisión.
Por supuesto, ninguno de los casos anteriores fue juzgado en el sur de la Florida, ni intentaban frustrar planes criminales contra Cuba.
Sin embargo, en el caso de Los Cinco la justica fue verdaderamente ciega. Ellos recibieron, de conjunto, cuatro cadenas perpetuas más 77 años de prisión. Ninguno trabajaba para la Casa Blanca, ni en el Pentágono, o en el Departamento de Estado, ni nunca tuvieron ni trataron de lograr acceso a información secreta alguna.
Pero hicieron algo imperdonable: lucharon contra el terrorismo anticubano que se fomenta y financia desde EE.UU., y lo hicieron en Miami, la ciudad capital del terror.
Como reafirma Alarcón en su libro, las excesivas sentencias contra estos hombres son una muestra de la motivación política y vengativa que tuvo el juicio contra ellos, como lo son las duras condiciones de su encarcelamiento.
Los severos obstáculos para las visitas de sus familiares, y el extremo de haber negado todo el tiempo las visas a Olga Salanueva y a Adriana Pérez, esposas de René –ya en libertad, en Cuba, luego de cumplir íntegramente su sentencia- y Gerardo, respectivamente, ratifican de manera clara e irrefutable el carácter político del juicio contra Los Cinco.
*Sabados de 9.00 a 10.00 hs*
*GBA FM 91.9 Grán Buenos Aires*
Morón - Provincia de Buenos Aires
República Argentina
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