EL DIALOGO NO ES EL PROBLEMA
Por Eduardo Di Cola*
En febrero pasado el Ministro de Agricultura convocó al diálogo a las entidades agropecuarias. En aquella oportunidad se negaron a concurrir.
Ahora se manifiestan ofendidas por que no fueron convocados por la Presidenta a Río Gallegos la semana pasada.
Cuando los invitan no van, cuando no los convocan se enojan.
Evidentemente la dificultad para buena parte de la dirigencia nacional de las entidades agropecuarias no es el diálogo.
En todo caso el diálogo como otros temas a partir de los cuales pivotean con sus críticas, son mera pantalla detrás de las cuales ocultan las verdaderas razones de sus molestias.
El problema es la política que se lleva adelante desde hace una década. Con el agravante para ellos, que cuando deciden participar directamente enarbolando sus propuestas como candidatos, la cosecha de votos les resulta tan frustrante que no pueden dejar de leer el claro rechazo que política y personalmente sufren por parte de sus conciudadanos. No logran ni el apoyo del sector que dicen representar. A estos dirigentes, no al sector agropecuario y muchos menos a los medianos y pequeños productores, la realidad los pone en evidencia mostrándoles en forma cruda que a sus intereses egoístas solo pueden defenderlo a partir de la fuerza brutal de procesos golpistas o de un sistema político dócil y doblegado a los designios de sus corporaciones, a las que en no pocas oportunidades utilizaron en beneficio de sus propios intereses y no en el de sus representados.
La historia reciente es implacable en este sentido. No fue casual que buena parte de esta dirigencia apoyara el golpe genocida, y que no ocultaran en distintos momentos a partir de 1983 sus molestias con la democracia. Incluso en la etapa más dura de quebranto del sector al que representan, a fines del siglo pasado comienzos del presente, no fueron ellos los que sacaron las castañas del fuego. Por el contrario, mientras algunos aprovecharon la debilidad del endeudado para ampliar sus extensiones y hacerse de maquinarias a precio de remate, fueron las esposas e hijas de los campesinos quienes organizadas en “Mujeres en Lucha” enfrentaron la triste realidad.
Escenas como: “La tierra se labra arando, no martillando, gritó una mujer de Formosa poco antes que el martillero público decretara suspendido el remate. (...) Los cantitos hicieron imposible al martillero llevar adelante la subasta y los gritos lo obligaron a abandonar la sala custodiado por cinco policías mientras repetía “esto es un acto judicial”…”, se multiplicaron en todo el país.
Entre los múltiples beneficios, 30 años de democracia ininterrumpida más la recuperación del debate político nos permite ver al desnudo la actitud de los dirigentes y los verdaderos intereses que los distintos sectores corporativos defienden.
Estos dirigentes ruralistas de las entidades nacionales, morosos en el cumplimiento de sus obligaciones con todos los argentinos, como sucede con la Soc. Rural Argentina, ya no pueden ocultarse detrás del discurso de la “necesidad de recuperar el orden” acudiendo al auxilio de las otrora fuerzas armadas golpistas.
Tienen que participar del debate político con las reglas de la democracia y a la hora del sufragio muchos de ellos cuando participan como candidatos sienten el rechazo masivo y contundente a sus propuestas.
Ese es el problema, no el diálogo, del que nada dijeron durante el proceso militar.
DE LA SOTA, REFORMA CONSTITUCIONAL Y LA RE-REELECCION
Por Eduardo Di Cola*
La reforma de la Constitución a la que vinculan con la posibilidad de la re-reelección es uno de las pocas cuestiones en que la oposición se manifiesta con coherencia.
Lo llamativo es que están de acuerdo en un tema que no existe. Desde hace mucho tiempo la propia Presidenta la descartó de manera expresa. De todas formas los opositores necesitan sostenerla como “posibilidad concreta y amenazante”, para no terminar destruyendo uno de los últimos puentes, diría casi único, de contacto discursivo que les queda.
Si avanzamos, a poco de indagar veremos que el rechazo a la posibilidad de una nueva reelección no ha sido la constante de su pensamiento en algunos dirigentes que paradójicamente ahora sobreactúan su posición.
Entre otros, es el caso de De la Sota quien en febrero de 1999 como máximo referente del PJ de su provincia a través de presentaciones judiciales en las causas “De la Sota Jose Manuel – Partido Justicialista Distrito Córdoba c/ Estado Nacional s/ Medidas Preliminares” y “Partido Justicialista Distrito Córdoba c/ Estado Nacional s/ Acción Declarativa de Certeza”, solicitó se destrabara la imposibilidad constitucional para el intento de una nueva reelección del ex Presidente Menem. Las crónicas de entonces resaltaban la confianza del menemismo en el peso político de De la Sota para que el tema llegara hasta la Corte y luego esperar un fallo favorable que lo habilitara. Esto pone en superficie que evidentemente el obstáculo, la cuestión de fondo, no es la re-re.
Es más, con Duhalde ya candidato presidencial, las mismas crónicas de distintas formas se encargaban de reflejar que De la Sota a la par de expresarle su apoyo, lo condicionaba ratificando su lealtad con las políticas de los años ‘90. Explícitamente aclaraba que insistiría con su discurso de “cambio dentro de la continuidad de la gestión de Menem”.
De sus propias actitudes y declaraciones observamos que para el gobernador cordobés y otros dirigentes el verdadero límite no está en la reforma de la Constitución, sino en las políticas, la ideología y los intereses que desde hace una década el gobierno viene defendiendo.
*Ex Diputado Nacional
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