UNA PAREJA QUE HABITABA EL 6ºB DE SALTA 2141 SE RECONSTRUYE TRAS LA EXPLOSION
Vivir el hoy porque mañana es incierto
Guillermo había ido a trabajar ese martes, y Noelia estaba en su casa cuando ocurrió el desastre. Se salvó junto al único pedacito de pared que quedó en pie. No puede olvidar.
Por Luis Bastús
Noelia sufrió traumatismo de cráneo, cortes y quemaduras en los pies por la explosión
Guillermo mira sus dos Johnnie Walker, un etiqueta roja y un dorado. Todavía se sorprende de haber encontrado esas botellas íntegras sobre los escombros; sobre todo porque nunca pudo hallar ni una cubetera de la heladera sobre la que el rubio whisky aguardaba algún día especial para ser saboreado. En estos días carbura la idea de hacerle caso a Thomas Jefferson de aquí en más: no dejará para mañana lo que pueda hacer hoy, porque a veces, quizás, ese mañana puede no existir, de un momento para otro.
Lo que Noelia no puede creer es que Salta 2141 6° B no exista más. Al menos, no como ella conoció el departamento al que se había mudado el año pasado para empezar a convivir con su novio. Y más se asombra, agradece y ruega, por haber estado en el instante fatal junto al único pedacito de pared que quedó en pie. Está segura de que eso la salvó de morir, pero no de recordar. Todavía. Quién sabe.
Aquella mañana no desayunaron juntos. Guillermo Cerda partió temprano hacia su trabajo en Pérez, como ingeniero industrial de Transener. Noelia Fantasía se levantó más tarde. Ella entraría a trabajar después del mediodía, en la clínica donde trabaja como radióloga. Estaba vestida, aunque sin calzarse aún. Los mensajitos que ya cruzaba con su novio la hacían ir y venir desde el dormitorio al comedor. Guillermo le recordaba que no encendiera estufas ni hornallas: irían esa mañana a arreglar el problema del gas, tema recurrente en las últimas charlas de consorcio. Apenas contestó el último SMS, subió desde planta baja ese zumbido inquietante que captó su atención. "Pensé que eran los de Litoral Gas, pero nunca imaginé lo que venía. Yo no sentí olor a gas, tal vez porque estaba más cerca de la calle que del pasillo. Era tan fuerte que no me dejaba escuchar el televisor. Miré por la ventana y vi a un vecino del edificio de enfrente que miraba hacia la entrada de mi edificio. Después, no me acuerdo más de nada", contó esta joven de 25 años, oriunda de Los Quirquinchos, de novia con Guillermo desde 2009.
En su oficina, él acababa de mensajear a Noelia, cuando un compañero que escuchaba la radio le avisó: "Mirá que hubo una explosión por Salta, entre Oroño y Balcarce". Se subió a una camioneta con un compañero y voló hacia el centro. En el viaje llamó y llamó a su novia y a Pedro, el portero. "Como no me respondían, supe entonces que era en mi departamento", dijo.
Noelia volvió en sí un rato después, lapso que no puede medir. "Caminé unos pasos, me senté sobre unos escombros. No entendía nada. Ni un mueble que me hiciera reconocer que estaba en el departamento de mi novio. Pensé que sería una pesadilla y que ya me despertaría, luego pensé que alguien me había llevado ahí, pero no sabía quién ni porqué. Me sentía cansada, por los golpes en la cabeza, tenía sangre en la espalda.
Se ve que tuve calor porque tenía puesta una campera que Guille encontró después. Miraba sin saber cómo salir. Vi la ventana de calle, escuché voces y me acerqué. Al caminar parecía que hubiera estufas en el piso, que me tiraban aire caliente, el calor subía por todos lados. Tenía el pelo re largo y ese calor me lo achicharró, me lo tuve que cortar. Vi a los bomberos en el balcón del edificio de al lado y les grité. Me dijeron que no me moviera y aparecieron al toque. La salvación a mí me llegó enseguida".
La llevaron al Heca. Los médicos diagnosticaron traumatismo de cráneo, fracturas en el hueso frontal y en el malar derecho, cortes en la cabeza, la espalda, y ampollas en los pies.
Guillermo aún no lo sabía. "En el trabajo me vieron por TV forcejeando con algún bombero, estaba desesperado. La vi a Anahí (Salvatore), del 5º, que pedía agua y que la rescataron. Yo soy amigo de su marido. Cuando la sacaron le pregunté por Noe y no la había visto. Por Salta no se podía entrar, había fuego aún. Di la vuelta por La Gallega y ahí me di cuenta que no había ascensores, que faltaba toda esa parte. Y muchos no entendían, no se daban cuenta de que ahí en el medio había un edificio y ya no estaba. Me impactó descubrir eso, no sabés lo que se siente", evocó.
Más tarde, durante los días de búsqueda, él subió con un bombero. "Busqué la computadora, pero no la pude encontrar. Le dije que nos fuéramos, pero él me dijo que insistiera que algo encontraría, y que era ese momento y nunca más". De las ruinas desenterró sus queridas camisetas de Trebolense, de Sportivo América, sus Nike de básquet, la pelota, y los libros de Medicina de su hermano. Y los Johnnie Walker, intactos sobre la mampostería derruida. De la cocina, ni indicios.
"A un amigo le avisaron que Noelia estaba en el Heca y allá fuimos". Llamó a sus padres, en El Trébol, también a sus suegros. "Vengan", les pidió. Su celular hervía de preguntas. Pidió verla y la vio. "Estaba negra de hollín, con golpes, quemaduras, pero intacta. Me tranquilicé".
"Al principio yo estaba shockeada. Sabía porqué estaba ahí, pero no terminaba de entender. Y me preocupaba cómo hacer para contarle a Guille lo que había pasado con el departamento, y explicarle que yo estaba internada en el Heca. Entonces encontré a una médica amiga y le pedí que le avisara a Guille, pero no me acordaba el número. Y le pedí que avisara a la clínica, que me había pasado algo y no iba a poder ir a trabajar". Noelia lo cuenta con candor y vuelve a despertar la sonrisa y el abrazo de Guillermo. "Creo que me salvé porque justo estaba entre el sommier y el ropero, que está en una pared columna, la única que se mantuvo en pie. El resto de las paredes del departamento desaparecieron. La cocina desapareció y en la medianera del edificio quedó incrustada la grifería del vecino del otro lado", contaron, ahora, desde el comedor del departamento de un hermano de él. Desde allí planifican cómo seguir.
Noelia pasó del Heca al Hospital Español, y el sábado siguiente tuvo el alta. Guillermo tramitó el subsidio estatal para alquilar de nuevo, y ella volvió a trabajar esta semana. "Estamos viendo cómo ordenamos las finanzas, esa ayuda para volver a comprar los muebles y esas cosas. Tratando de cobrar el seguro del auto, un Focus 0 km que quedó en la cochera", repasó. Por esos asuntos, estuvo en el bar Malos Conocidos. "Me fui encontrando con la gente y le pasa cosas distintas, se van apoyando como pueden. Estamos pasando el proceso de valorar las cosas: lo que más quería era encontrar viva a quien más quiero, y lo hice. Ahora pienso que hay cosas que uno posterga, como un buen whisky que lo guardás para tomarlo en tal fecha, y no: tomalo ahora porque mañana a lo mejor ya no podés. Estuvimos al filo de no poder hacerlo. Esa conclusión no la sacamos solos, la transitamos con mucha gente: hacelo hoy porque mañana no sabés", meditó Guillermo.
Uno de esos días, camino al kinesiólogo, pasaron por la esquina, y Noelia revivió la pesadilla.
"Me mantenían alejada de las noticias, pero un día vi en la tele la marcha a Litoral Gas y cuando vi las fotos de mis vecinos me quise morir. Ya me habían dicho que Daniel (Perucchi) y Teresita (Babini) habían muerto. Ellos vivían en el edificio del medio y eran buenísimos. Yo hacía mucho que iba a ese edificio, conocía a todos, me partió el alma, y hoy eso me duele porque yo la saqué barata. Lo material va y viene, pero esa gente no. A veces me parece que voy a volver y no termino de entender. No puedo creer que el día de mañana hagan otro edificio y haya alguien que vaya a vivir ahí. Pasan los días y voy entendiendo la oportunidad que me dio Dios, me emociona saberme tan protegida en ese momento. La saqué muy barata".
Los primeros en volver a casa
La escena que ofrecía ayer por la mañana la vereda de Salta 2108 estuvo cargada con la emotividad de todo lo que en esa cuadra se vive desde el 6 de agosto. Fueron 42 familias en el trance de regresar al hogar que habían perdido con la explosión. Luego de las refacciones encaradas por la Secretaría de Hábitat provincial, el viernes quedó habilitada esa torre para recibir de nuevo a sus residentes, cosa que hicieron ayer.
"Es el edificio que registró menos daños y que se pudo terminar más rápido. La empresa que estaba haciendo las reparaciones dejó el lugar y las familias pudieron tomar posesión nuevamente", explicó el director de Vivienda y Urbanismo, Pablo Abalos.
Entre los primeros en regresar, las opiniones se dividían entre quienes tienen decidido reinstalarse y comenzar de nuevo, y quienes están convencidos de que se mudarán de allí apenas puedan, incapaces de seguir viviendo en lo que fue la zona cero.
La torre tiene siete pisos, en la ochava noroeste de Salta y Balcarce. Una constructora contratada por el Estado provincial, por intermedio de la Cámara Argentina de la Construcción, reparó persianas, aberturas, mampostería, vidrios, aberturas y ascensores.
En tanto, otras empresas continúan con tareas similares en el resto de los inmuebles afectados por la deflagración, lo que suma un centenar de departamentos y veinte locales comerciales.
Fuente:Rosario12
MÁS VALE BUENOS POR CONOCER, QUE MALOS CONOCIDOS
A un mes de la tragedia de calle Salta, una nota exclusiva con Daniel Giraudo, del bar Malos Conocidos. Uno de los primeros en asistir a los sobrevivientes de la tragedia que cambió para siempre la historia de la ciudad de Rosario
Por Ignacio Pellizzón @Nachopellizzon
Cámaras: Julián Marra y Miquela Cassina
Edición: Gonzalo Grieco
El mundo está repleto de personas, cada una con una historia particular, muchas similares entre sí, pero distintas a la vez, no hay dos historias iguales. Sin embargo, hay personas que entran en la historia de muchos de nosotros directa o indirectamente. Es por eso, que somos seres sociables que necesitamos vivir en comunidad, porque es nuestra forma natural de sobrevivir, y de ayudarnos mutuamente, de alguna manera, a vivir. Esta es la historia de un ser que comprendió el mensaje real de “solidarizarse”, convirtiéndose en una pequeña parte de muchas historias sobre una misma.
El martes 6 de agosto, Daniel Giraudo estuvo en el lugar y el momento de la tragedia más importante de Rosario. Fue un espectador de lujo del hecho más triste que la ciudad abrazada por el río Paraná haya vivido jamás. Muchos, por lo inesperado, insólito, se quedaron perplejos sin siquiera poder pestañar. Sin embargo, el “pájaro”, desconocido y perdido en medio de gritos, llantos, dolores, desconciertos, actuó.
Muchos de nosotros tenemos apodos. “Si me preguntás por qué me dicen pájaro, es porque era chiquitito físicamente y mi mamá me decía pájaro, pajarito”, explicó mientras se sonreía con un poco de pudor.
Con un arito en cada oreja, que me miraban como si fueran dos trofeos que se ganó en la calle, comenzó a contar sobre la historia de su vida, destellos de un pasado que, no sé si fue mejor, pero del que no se arrepiente y eso es mucho.
El bar Malos Conocidos, ubicado en Salta y Oroño, y lugar donde teníamos la entrevista, emula lo que supo ser un viejo cafetín, con diseño y decoración moderna, que invita a tomar un cafecito al paso. Es un lugar muy cómodo, que tiene la vista privilegiada de la ausencia del edificio que ya no está y de la cual pocos se percataron. Sin dudas, el pájaro se sentía cómodo y amparado por sus amigos y vecinos afectados, que lo miran con admiración, cual niño a un superhéroe.
Con un look moderno, ropa informal con estilo y algunas canas, que denotan su experiencia en el largo o corto camino de la vida, contó que es un rosarino de pura cepa, ciudad que lo vio nacer y lo mira andar. “En la primaria estudié en la escuela Richieri y la secundaria en Comercial Belgrano. Luego, estudié medicina y me recibí de médico endocrinólogo aunque no ejerzo desde hace un tiempo”. Ahora, dedica la mayor parte de su tiempo a trabajar con un amigo en consignación de hacienda.
Como en un partido de fútbol, donde uno recibe golpes, moretones, en la vida hay personas que también nos marcan, muchas para bien otras, quizás, no tanto. Son marcas que llevamos con nosotros siempre. “Sí, mi vieja fue una tipa influyente, porque siempre tuvo una mentalidad muy amplia. Y también un ex dirigente de Newell´s, Armando Botti, alguien con quien estuve muy vinculado y me dejó algunas marcas”, detalló con una mirada transparente y con la vista puesta en los recuerdos de su pasado. Sin dudas, se trata de una persona sensible y frágil, aunque su caparazón es duro como una roca.
“Mirá, yo siempre fui solidario, porque estuve dispuesto a dar, pero creo que lo real de la solidaridad lo aprendí después: es dar sin esperar nada a cambio. Por lo general, yo lo sufrí, y es que poco lo que vuelve”, dijo sin hacer uso de falsa modestia. El tono de su voz reflejaba lo seguro que estaba de lo que contaba. Le creí.
“No, es más fácil que nunca ser solidario hoy en día. A la inversa, la sociedad, en lo económico, está muchísimo mejor y ser solidario es mucho más sencillo que antes. Pero, me da la impresión de que la sociedad está atada a una necesidad de consumo tan grande que nunca lo que tiene es suficiente, entonces menos le alcanza para dar”.
“Yo viví la tragedia de la dictadura también, y hay muchos actos que me marcaron muchísimo. Me acuerdo de un accidente en donde un departamento, que se ubicaba en Balcarce entre Santa Fé y Córdoba, fue bombardeado por las gloriosas Fuerzas Armadas desde Oroño, lo que llevó a que tiren un bebé envuelto en una sábana para que se salve, y cuyo padres posteriormente murieron”. Sin embargo, sabe que no se compara con lo vivido el 6 de agosto de 2013, fecha que quedará marcada en la memoria de Rosario, como ciudad y pueblo.
Hay lugares que uno siente que le pertenecen, que los adopta y los malcría, que los involucra en cualquier conversación como si fueran parte de su familia. “Habrán abierto el bar hace 5 o 6 años, y de entrada nos hicimos de un grupo de amigos mixtos. Acá viene gente de todos lados y todas las edades. Es un bar bien de clase media, entonces uno se siente cómodo. Yo lo elegí por la proximidad con el banco y me sentí bien y me quedé”.
“Me estaba parando para irme, porque me di cuenta que pasaba algo. Yo estaba en una mesa al fondo cerca de la barra, al lado del dueño y, hacía 15 minutos que había entrado y no había aroma a gas, pero de golpe surgió un olor muy fuerte y cuando pensé que se estaba yendo, me paré para cerrar la notebook y se produjo la explosión. Ni a Pablo Escobar le hubiera dado el tupé de realizar una explosión semejante”, dijo con voz entrecortada, con dolor, con angustia, con el sentimiento latente.
“Jamás pensé que algo así iba a suceder. Uno no está esperando una bomba. Es un hecho fortuito. Sí, me acuerdo de dos hombres que salieron corriendo y lograron parar los autos que venían por Oroño y evitaron que doblaran. Después todo fue muy duro, el fuego era muy intenso. De hecho, me quise acercar y no me dio el cuero. Llegaron los bomberos y los tipos tienen otra formación, se metieron y trabajaron”.
No se pudieron decir adiós. “yo tenía un sobrino, el hijo de mi prima que estaba vinculado a mí, porque le gustaba salir a los mismos lugares, éramos los dos hinchas de Newell’s, teníamos una relación más de amigos que de familiares. Ese día, justo, entraba un poco más tarde a su trabajo y le tocó quedarse ahí”, relató con el escudo de inmunidad activado.
Como cuando uno está siendo asaltado y no sabe cómo reaccionar, muchos petrificados por el medio, otros corriendo, “Lo primero que hice fue atender dos chicas que estaban en frente y tenían tanto miedo como yo, pero que habían tenido algunos cortes en el cuero cabelludo, y en el apuro simplemente le hice una compresión para frenar la hemorragia”.
“Nos dimos cuenta que, si bien la Municipalidad y los servicios de emergencia estaban cubriendo muy bien lo que fue el desastre en sí, había mucha más demanda de lo que se podía atender. Empezamos colaborando y nos dimos cuenta que de poco servía brindar una cena, porque los turnos de los chicos, como los bomberos, rescatistas y demás, rotaban en horarios mucho más cortos y salían. Así fue que pensamos en suspender lo que era comida preparada y comenzamos a comprar comidas tales como pizza, hamburguesas, panchos, de modo que tuvieran algo caliente en el momento que ellos lo necesitaran”.
La charla acaparó la atención de todos los que estaban en el bar, trataban de no hablar para escuchar, el silencio sonaba con más fuerza. Es que se trata de una persona especial que uno no encuentra todos los días. Las agujas del reloj se paralizaron en las 10:30 de esa mañana de lunes. Escucharlo tenía tanto sentido, que ni el tiempo se dio cuenta de que tenía que seguir corriendo.
“A mí la explosión me causó unas sensación dura, desde el punto de vista psicológico y, aún hoy, me cuesta superarlo. Yo en todo momento pensé que los que estaban abajo estaban vivos, porque yo soy muy positivo y creía en que había que ayudar a los que estaba ayudando, aunque las cosas no salieron como uno esperaba. La única respuesta que cabe, es porque correspondía hacerlo, nada más”.
“Si solidaridad depende de dar mucho de lo que se tiene, únicamente actuaron los que tienen poco. Si por solidaridad se entiende por dar lo que te sobra, seguramente actuaron muchos. Quisiera que alguien dijera qué empresa importante hizo público algún acto solidario, algo que les duela, no que les sobre”, el enojo se hizo presente y los gestos de sus cejas así lo expresaron. La crítica estaba compuesta con más dolor que ira.
En un momento en que los medios de comunicación están siendo juzgados por la sociedad, “los de Buenos Aires disponen de mucha más tecnología y capacidad operativa que los medios de Rosario. Es difícil comparar. La diferencia reside en que para los medios de afuera esto será un recuerdo, y me parece que la responsabilidad de los de Rosario va a ser más fuerte”. Dejó en claro un mandato social del cual nos tenemos que hacer cargo.
¿Todo lo que comienza tiene un final?, “los chicos de Malos Conocidos consiguieron a través de la Cámara de Supermercados ayuda para poder brindar desayuno, no solo a los vecinos, sino también a gente que trabaja por acá. En esto ellos coinciden conmigo en que un gendarme que depende del Estado Nacional, un policía que depende del Estado Provincial o un inspector de tránsito que depende de la Municipalidad, tienen algo en común: los tres tienen frío”.
La física dispone que todo espacio vacío es ocupado por otra materia, es decir, todo es reemplazable. “Me gustaría volver a ver a los mismos vecinos lo más felices posible. Desde el punto de vista edilicio, seguramente, se construirà algo mejor que los que tenían 35 años. Espero que a los terrenos no se le dé ningún uso comercial, ni nada por el estilo, porque sería reírse de las víctimas”, de nuevo el tono de su voz rozó la incomodidad por una decisión que no puede tomar él y que depende de personas en las que mucho no confía. La incertidumbre golpeó nuestra mesa con tanta fuerza que casi vuelca el café.
“Mi recriminación más aguda es no haberme animado a meterme más cerca de la zona del fuego. Cuando llegaron los bomberos, los vi y noté como se introdujeron en el edificio. ¡Qué coraje!”, dijo y se le hinchó el pecho de orgullo y de envidia sana; sus ojos se volvieron a poner brillosos, la emoción lo invadió por unos segundos y se quedó reflexivo observando la puerta a mis espaldas que da a Oroño, la cual está tapada con maderas por haber sufrido la onda expansiva producto de la explosión.
Dicen que todo se puede evitar menos las catástrofes naturales. “Si, pero no se evitó. Todo se podría haber evitado”. De nuevo el silencio de los presentes se volvió a sentir. El ambiente se colmó de reflexión, de pensamientos, recuerdos, imágenes que volaron por todo el bar, fotos sacadas con la cámara de los ojos y que están guardadas en el disco rígido de la memoria.
“No soy un hombre de fe, no creo en el Padre Ignacio, pero sí creo en la justicia, no en sus tiempos, pero apoyo las instituciones”, disparó como una de las últimas frases que nos iba a regalar ese día. Ya agotado de tanto recordar, y otro poco de sentir a flor de piel la angustia que lo invadió durante toda la entrevista, nos brindó el título de la reflexión del accidente, el cual refleja claramente su posición frente a la tragedia: “Veintiuna muertes insólitas”.
Este es el relato de Daniel Giraudo, “el pájaro”, un rosarino de 55 años, que como tantos, voló por las calles como una ráfaga de viento cálida para ayudar. Si el mundo sigue girando, seguramente, es porque personas como él siguen naciendo en esta sociedad contra cíclica. Su historia es nuestra historia. Es el capítulo más duro y angustiante del libro que se escribe todos los días en Rosario. El pájaro tiene su página: “Más vale buenos por conocer, que Malos Conocidos”.
Fuente:PoliticaPlus
Cámaras: Julián Marra y Miquela Cassina
Edición: Gonzalo Grieco
El mundo está repleto de personas, cada una con una historia particular, muchas similares entre sí, pero distintas a la vez, no hay dos historias iguales. Sin embargo, hay personas que entran en la historia de muchos de nosotros directa o indirectamente. Es por eso, que somos seres sociables que necesitamos vivir en comunidad, porque es nuestra forma natural de sobrevivir, y de ayudarnos mutuamente, de alguna manera, a vivir. Esta es la historia de un ser que comprendió el mensaje real de “solidarizarse”, convirtiéndose en una pequeña parte de muchas historias sobre una misma.
El martes 6 de agosto, Daniel Giraudo estuvo en el lugar y el momento de la tragedia más importante de Rosario. Fue un espectador de lujo del hecho más triste que la ciudad abrazada por el río Paraná haya vivido jamás. Muchos, por lo inesperado, insólito, se quedaron perplejos sin siquiera poder pestañar. Sin embargo, el “pájaro”, desconocido y perdido en medio de gritos, llantos, dolores, desconciertos, actuó.
Muchos de nosotros tenemos apodos. “Si me preguntás por qué me dicen pájaro, es porque era chiquitito físicamente y mi mamá me decía pájaro, pajarito”, explicó mientras se sonreía con un poco de pudor.
Con un arito en cada oreja, que me miraban como si fueran dos trofeos que se ganó en la calle, comenzó a contar sobre la historia de su vida, destellos de un pasado que, no sé si fue mejor, pero del que no se arrepiente y eso es mucho.
El bar Malos Conocidos, ubicado en Salta y Oroño, y lugar donde teníamos la entrevista, emula lo que supo ser un viejo cafetín, con diseño y decoración moderna, que invita a tomar un cafecito al paso. Es un lugar muy cómodo, que tiene la vista privilegiada de la ausencia del edificio que ya no está y de la cual pocos se percataron. Sin dudas, el pájaro se sentía cómodo y amparado por sus amigos y vecinos afectados, que lo miran con admiración, cual niño a un superhéroe.
Con un look moderno, ropa informal con estilo y algunas canas, que denotan su experiencia en el largo o corto camino de la vida, contó que es un rosarino de pura cepa, ciudad que lo vio nacer y lo mira andar. “En la primaria estudié en la escuela Richieri y la secundaria en Comercial Belgrano. Luego, estudié medicina y me recibí de médico endocrinólogo aunque no ejerzo desde hace un tiempo”. Ahora, dedica la mayor parte de su tiempo a trabajar con un amigo en consignación de hacienda.
Como en un partido de fútbol, donde uno recibe golpes, moretones, en la vida hay personas que también nos marcan, muchas para bien otras, quizás, no tanto. Son marcas que llevamos con nosotros siempre. “Sí, mi vieja fue una tipa influyente, porque siempre tuvo una mentalidad muy amplia. Y también un ex dirigente de Newell´s, Armando Botti, alguien con quien estuve muy vinculado y me dejó algunas marcas”, detalló con una mirada transparente y con la vista puesta en los recuerdos de su pasado. Sin dudas, se trata de una persona sensible y frágil, aunque su caparazón es duro como una roca.
“Mirá, yo siempre fui solidario, porque estuve dispuesto a dar, pero creo que lo real de la solidaridad lo aprendí después: es dar sin esperar nada a cambio. Por lo general, yo lo sufrí, y es que poco lo que vuelve”, dijo sin hacer uso de falsa modestia. El tono de su voz reflejaba lo seguro que estaba de lo que contaba. Le creí.
“No, es más fácil que nunca ser solidario hoy en día. A la inversa, la sociedad, en lo económico, está muchísimo mejor y ser solidario es mucho más sencillo que antes. Pero, me da la impresión de que la sociedad está atada a una necesidad de consumo tan grande que nunca lo que tiene es suficiente, entonces menos le alcanza para dar”.
“Yo viví la tragedia de la dictadura también, y hay muchos actos que me marcaron muchísimo. Me acuerdo de un accidente en donde un departamento, que se ubicaba en Balcarce entre Santa Fé y Córdoba, fue bombardeado por las gloriosas Fuerzas Armadas desde Oroño, lo que llevó a que tiren un bebé envuelto en una sábana para que se salve, y cuyo padres posteriormente murieron”. Sin embargo, sabe que no se compara con lo vivido el 6 de agosto de 2013, fecha que quedará marcada en la memoria de Rosario, como ciudad y pueblo.
Hay lugares que uno siente que le pertenecen, que los adopta y los malcría, que los involucra en cualquier conversación como si fueran parte de su familia. “Habrán abierto el bar hace 5 o 6 años, y de entrada nos hicimos de un grupo de amigos mixtos. Acá viene gente de todos lados y todas las edades. Es un bar bien de clase media, entonces uno se siente cómodo. Yo lo elegí por la proximidad con el banco y me sentí bien y me quedé”.
“Me estaba parando para irme, porque me di cuenta que pasaba algo. Yo estaba en una mesa al fondo cerca de la barra, al lado del dueño y, hacía 15 minutos que había entrado y no había aroma a gas, pero de golpe surgió un olor muy fuerte y cuando pensé que se estaba yendo, me paré para cerrar la notebook y se produjo la explosión. Ni a Pablo Escobar le hubiera dado el tupé de realizar una explosión semejante”, dijo con voz entrecortada, con dolor, con angustia, con el sentimiento latente.
“Jamás pensé que algo así iba a suceder. Uno no está esperando una bomba. Es un hecho fortuito. Sí, me acuerdo de dos hombres que salieron corriendo y lograron parar los autos que venían por Oroño y evitaron que doblaran. Después todo fue muy duro, el fuego era muy intenso. De hecho, me quise acercar y no me dio el cuero. Llegaron los bomberos y los tipos tienen otra formación, se metieron y trabajaron”.
No se pudieron decir adiós. “yo tenía un sobrino, el hijo de mi prima que estaba vinculado a mí, porque le gustaba salir a los mismos lugares, éramos los dos hinchas de Newell’s, teníamos una relación más de amigos que de familiares. Ese día, justo, entraba un poco más tarde a su trabajo y le tocó quedarse ahí”, relató con el escudo de inmunidad activado.
Como cuando uno está siendo asaltado y no sabe cómo reaccionar, muchos petrificados por el medio, otros corriendo, “Lo primero que hice fue atender dos chicas que estaban en frente y tenían tanto miedo como yo, pero que habían tenido algunos cortes en el cuero cabelludo, y en el apuro simplemente le hice una compresión para frenar la hemorragia”.
“Nos dimos cuenta que, si bien la Municipalidad y los servicios de emergencia estaban cubriendo muy bien lo que fue el desastre en sí, había mucha más demanda de lo que se podía atender. Empezamos colaborando y nos dimos cuenta que de poco servía brindar una cena, porque los turnos de los chicos, como los bomberos, rescatistas y demás, rotaban en horarios mucho más cortos y salían. Así fue que pensamos en suspender lo que era comida preparada y comenzamos a comprar comidas tales como pizza, hamburguesas, panchos, de modo que tuvieran algo caliente en el momento que ellos lo necesitaran”.
La charla acaparó la atención de todos los que estaban en el bar, trataban de no hablar para escuchar, el silencio sonaba con más fuerza. Es que se trata de una persona especial que uno no encuentra todos los días. Las agujas del reloj se paralizaron en las 10:30 de esa mañana de lunes. Escucharlo tenía tanto sentido, que ni el tiempo se dio cuenta de que tenía que seguir corriendo.
“A mí la explosión me causó unas sensación dura, desde el punto de vista psicológico y, aún hoy, me cuesta superarlo. Yo en todo momento pensé que los que estaban abajo estaban vivos, porque yo soy muy positivo y creía en que había que ayudar a los que estaba ayudando, aunque las cosas no salieron como uno esperaba. La única respuesta que cabe, es porque correspondía hacerlo, nada más”.
“Si solidaridad depende de dar mucho de lo que se tiene, únicamente actuaron los que tienen poco. Si por solidaridad se entiende por dar lo que te sobra, seguramente actuaron muchos. Quisiera que alguien dijera qué empresa importante hizo público algún acto solidario, algo que les duela, no que les sobre”, el enojo se hizo presente y los gestos de sus cejas así lo expresaron. La crítica estaba compuesta con más dolor que ira.
En un momento en que los medios de comunicación están siendo juzgados por la sociedad, “los de Buenos Aires disponen de mucha más tecnología y capacidad operativa que los medios de Rosario. Es difícil comparar. La diferencia reside en que para los medios de afuera esto será un recuerdo, y me parece que la responsabilidad de los de Rosario va a ser más fuerte”. Dejó en claro un mandato social del cual nos tenemos que hacer cargo.
¿Todo lo que comienza tiene un final?, “los chicos de Malos Conocidos consiguieron a través de la Cámara de Supermercados ayuda para poder brindar desayuno, no solo a los vecinos, sino también a gente que trabaja por acá. En esto ellos coinciden conmigo en que un gendarme que depende del Estado Nacional, un policía que depende del Estado Provincial o un inspector de tránsito que depende de la Municipalidad, tienen algo en común: los tres tienen frío”.
La física dispone que todo espacio vacío es ocupado por otra materia, es decir, todo es reemplazable. “Me gustaría volver a ver a los mismos vecinos lo más felices posible. Desde el punto de vista edilicio, seguramente, se construirà algo mejor que los que tenían 35 años. Espero que a los terrenos no se le dé ningún uso comercial, ni nada por el estilo, porque sería reírse de las víctimas”, de nuevo el tono de su voz rozó la incomodidad por una decisión que no puede tomar él y que depende de personas en las que mucho no confía. La incertidumbre golpeó nuestra mesa con tanta fuerza que casi vuelca el café.
“Mi recriminación más aguda es no haberme animado a meterme más cerca de la zona del fuego. Cuando llegaron los bomberos, los vi y noté como se introdujeron en el edificio. ¡Qué coraje!”, dijo y se le hinchó el pecho de orgullo y de envidia sana; sus ojos se volvieron a poner brillosos, la emoción lo invadió por unos segundos y se quedó reflexivo observando la puerta a mis espaldas que da a Oroño, la cual está tapada con maderas por haber sufrido la onda expansiva producto de la explosión.
Dicen que todo se puede evitar menos las catástrofes naturales. “Si, pero no se evitó. Todo se podría haber evitado”. De nuevo el silencio de los presentes se volvió a sentir. El ambiente se colmó de reflexión, de pensamientos, recuerdos, imágenes que volaron por todo el bar, fotos sacadas con la cámara de los ojos y que están guardadas en el disco rígido de la memoria.
“No soy un hombre de fe, no creo en el Padre Ignacio, pero sí creo en la justicia, no en sus tiempos, pero apoyo las instituciones”, disparó como una de las últimas frases que nos iba a regalar ese día. Ya agotado de tanto recordar, y otro poco de sentir a flor de piel la angustia que lo invadió durante toda la entrevista, nos brindó el título de la reflexión del accidente, el cual refleja claramente su posición frente a la tragedia: “Veintiuna muertes insólitas”.
Este es el relato de Daniel Giraudo, “el pájaro”, un rosarino de 55 años, que como tantos, voló por las calles como una ráfaga de viento cálida para ayudar. Si el mundo sigue girando, seguramente, es porque personas como él siguen naciendo en esta sociedad contra cíclica. Su historia es nuestra historia. Es el capítulo más duro y angustiante del libro que se escribe todos los días en Rosario. El pájaro tiene su página: “Más vale buenos por conocer, que Malos Conocidos”.
Fuente:PoliticaPlus


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