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6 de octubre de 2013
ENTREVISTA A SIBILA CAMPS.
06.10.2013 entrevista a sibila camps, autora del libro la red El caso Marita Verón, la Justicia y la policía La periodista habla de los vínculos de la trata de personas con la droga y las mafias vinculadas al poder político.
Por:
Daniel Enzetti
Sibila Camps acaba de publicar La Red. La trama oculta del caso Marita Verón. Que teje la historia de su desaparición, pero además vincula el negocio de la trata con la droga, las bandas mafiosas protegidas por el poder político, y una justicia patriarcal cómplice que, después del proceso que simuló investigar lo ocurrido con María de los Ángeles Verón, absolvió a los 13 acusados de la causa. "La investigación se me ocurrió cuando empecé a cubrir el juicio –dice Camps–, mientras trabajaba en otro libro, Tucumantes. Era una oportunidad para hablar del negocio de la trata, pero además, de Tucumán, una provincia en la que el terrorismo de Estado arrasó con todo. No hay otra provincia en la Argentina donde la masa crítica haya desaparecido como en Tucumán, un lugar con características feudales modernizadas, y donde ganó un dictador como Antonio Bussi. No sólo eso, sino que en las dos elecciones en las que no llegó al poder, estuvo cerca. Uno de sus hijos, Ricardo, es actual legislador provincial; y el otro, José Luis, apoyó en su Facebook a los represores fugados hace un tiempo, poniéndose a su servicio y tildándolos de héroes de la patria."
"Tucumán, además, sirvió de laboratorio para la última dictadura –agrega–, en épocas del monocultivo de caña durante los años sesenta, y el cierre de ingenios que permitía Juan Carlos Onganía. Ese fue el caldo de cultivo de lo que más tarde derivó en el Operativo Independencia, y la represión posterior que ya conocemos."
–¿Tenías expectativas en que el juicio ahondaría en ese contexto?
–Pensaba que a duras penas podía colarse algo, como el plan de los hermanos Ale, la delincuencia organizada, y las vinculaciones entre ellos, la política y el Poder Judicial. Pero imaginaba que los defensores taparían todo, a pesar de algunas cosas que el juicio mostró. En un comienzo pidió declarar María Jesús Rivero, pareja de Rubén Ale, "La Chancha", y mencionó muchas cosas importantes, como la matanza de Los Gardelitos. También recuerdo la palabra de Daniela Milhein, mujer prostituida por La Chancha, que contó cómo Rubén tuvo contacto con ella después que Oscar Ferreyra, el Malevo, la picaneó durante cinco horas. Yo contaba el juicio, y mientras, tomaba apuntes desordenados. No tenía la menor idea de adónde iría la investigación. Me acordé de Truman Capote: hay que empezar los libros por el final, para tener presente siempre el lugar al que nos dirigimos. Entonces, esperé el final de la historia, la sentencia. Y arranqué.
–La idea, imagino, era ir más allá de Marita Verón.
–Por supuesto, con el foco puesto en Tucumán y La Rioja. A Marita la secuestran en Tucumán, pero va y viene varias veces a las dos provincias. Está esclavizada en tres prostíbulos de la familia de Liliana Medina y dos de sus hijos mellizos, José Fernando, el "Chenga", y Gonzalo. Medina fue la que armó el prostíbulo más importante del noroeste en la época de Carlos Menem, en paralelo al polo industrial. La cultura patriarcal hacía que los hombres que se instalaban necesitaran mujeres, y Medina se puso a trabajar. Pero llegó un momento en que las chicas no alcanzaron, y buscaron en otros lugares, como Catamarca.
–¿Por eso el término de "red", cuando se habla de la trata de personas?
–Para la cultura prostituyente, es imprescindible renovar los "planteles". El libro establece un sistema que abarca a once provincias involucradas, y eso que estamos tratando el tema de una sola víctima. No existen redes, sino nodos, que además tienen ramificaciones en países como Paraguay, Brasil, Chile, España, México y Bolivia. Y la captación de chicas viene mediante el engaño. Buscan mujeres vulnerables, presionadas social y económicamente, madres solteras, peleadas con sus padres o con su familia, con la guardia baja y muy necesitadas. Además, de escasa o nula formación cultural, lo que hace que no se den cuenta de la trampa. Pero con Marita se equivocaron.
–¿Por qué?
–Porque no tomaron a una víctima vulnerable, sino a una joven de 23 años que vivía con su compañero y su hija de tres años, con aspiraciones, embarazada, estudiante en la Facultad de Artes, de familia bien constituida, con amigos presentes. Su periplo fue terrible, porque después del primer secuestro, se escapó, y volvieron a encontrarla. Estuvo en tres prostíbulos: Candy, Candilejas y El Desafío, de los que la sacaban por la puerta trasera en cada allanamiento. La tuvieron en La Rioja un año y medio, desde mayo de 2002 hasta noviembre de 2003, porque como decíamos antes, el sistema prostituyente se sostiene gracias a los contactos entre la justicia y las fuerzas de seguridad. Comentaron que fue llevada a España, pero esa pista no avanzó. Una de las patas en donde siempre se sostuvo ese sistema fue el menemismo. Cuando allanaron la casa de Medina en 2002, la orden la libró el juez provincial de Tucumán, pero en una época en que no existía la Ley de Trata, y el delito no era federal como ahora. Vuelvo a ese allanamiento: en el momento de caer la policía, los oficiales vieron que Medina tenía una tarjeta personal de Menem dirigida a ella, invitándola a un acto. Incluso, la mujer se ufanaba, diciendo que era menemista. Después de eso, el polo prostibulario se achicó porque se redujo el polo industrial, y además, la trascendencia del caso Marita Verón influyó mucho. También Menem funciona como referente en Tucumán, vinculado a los Ale, tanto "La Chancha" como "el Mono". Al mismo tiempo muy cerca del poder político de Julio Miranda. La Chancha, por otro lado, es compadre de Julio Díaz, un policía retirado y en esa época subsecretario de Seguridad de Miranda. Y el clan también formaba parte del entorno del entonces vicegobernador Fernando Juri Debo.
–¿Qué pasa con los Ale cuando empiezan a trascender los casos de trata?
–Se dedican a blanquear negocios. Tuvieron montones de entradas a la policía, pero zafaron con pocas condenas. Les maquillaron causas por homicidio y tentativas de homicidio, enganchadas a temas de drogas y asaltos. Además de piratería del asfalto y atracos, ya desde la década del 80. Fueron integrantes de la Banda del Camión, una de las facciones de la barra de San Martín de Tucumán. Incursionaron en las apuestas ilegales, las máquinas de juego y las armas. En 1995 armaron un sistema para blanquear plata a través de la remisería 5 Estrellas, manejaban créditos, y después agregaron un sistema de radio taxi. Mientras, La Chancha seguía con la prostitución, como explicó Milhein. Incluso el gobierno de Tucumán firmó un convenio con esa remisería, que le ofreció a la gobernación utilizar la misma frecuencia ocupada por la policía, para avisar sobre presuntas situaciones delictivas en la calle. Rivero explicó que lo hicieron para que los remiseros pudieran pedir auxilio ante hechos de inseguridad. Pero aunque los Ale estaban metidos en la administración de Miranda, eso no les alcanzó para lavar la imagen social. Sobre todo después del caso Paulina Lebbos, la chica que desapareció en Tucumán y cuya muerte quedó impune. Otra de las cosas para destacar es que 5 Estrellas se convirtió en una herramienta para las elecciones en Tucumán y La Rioja, pero también en Santiago del Estero, en épocas de Carlos Juárez.
–¿Siempre con los Ale en el medio?
–Sí, porque entre otras cosas, se mezclaron con episodios de matonismo, en forma de ataques al diario La Gaceta, maniobras en la distribución de diarios, y operaciones rompe huelgas. La Chancha consigue el blanqueo social a través de San Martín de Tucumán. El club empezó a caer de categoría, y en ese momento apareció como salvador, armando una gerencia del NOA y poniendo plata. El contrato fue absolutamente leonino durante muchísimo tiempo, y La Gaceta finalmente lo hizo público. Pero antes que todos se dieran cuenta de eso, llegó a la presidencia, y ubicó a María Jesús Rivero como vice. Pudo asumir tres veces en la institución, lo que da una idea de su influencia.
–En el libro, te arriesgás a suponer que Marita está muerta. ¿En base a qué pensás eso?
–Se trata de una sensación, y me baso en dos cosas. Una de las declaraciones durante el juicio fue de una chica secuestrada en Misiones cuando tenía 15 años, la levantaron en plena calle. Contó que en el prostíbulo vio a una joven brasileña que insistía con volver a su país, y Medina no le hacía caso. La engañaba diciéndole que tenía la visa vencida, cuando en realidad, no se necesitaba visa para salir del país. Siempre en la versión de esta chica, un día la brasileña y Medina discutieron fuerte, y la chica amenazó con denunciarla. Hasta que el Chenga la desmayó de un golpe. Andrea, la que contó el episodio, también recordó que Medina agarró a la joven y la arrojó al vacío desde un primer piso, y después vio a alguien pasar con una carretilla y una bolsa negra. Medina la tuvo viviendo a Andrea en su departamento, y los fines de semana la mandaba al prostíbulo. Una situación terrible de reducción a la servidumbre. Una vez intentó irse y le pegaron un balazo. Terminaron sacándole la bala con una aguja de tejer crochet. Finalmente escapó, pero antes vio llegar a Marita al lugar. Cuando Medina pidió declarar, dijo que ella no había hecho con Marita lo que se decía, que "mataba a todo el mundo". Lo extraño era que nadie la había acusado de matar a Marita, se pisó sola. En otra cosa que me baso para intuir que Marita murió es una declaración que pasó inadvertida durante las audiencias. Durante los alegatos, un fiscal contó que si a Marita la hubieran protegido, "hoy estaría entre nosotros".
–Dijiste que empezaste por el final de la historia, y el final fue la absolución de los inculpados. A lo que se agrega la jubilación de dos de los tres jueces que decretaron esa medida. ¿Se puede arriesgar una causa por la cual se llegó a ese resultado?
–El análisis es muy complejo. Creo que en Tucumán hay una matriz de miedo extremadamente poderosa, que se arrastra desde hace muchos años, desde el terrorismo de Estado. Una situación que se perpetuó. Los Ale quedaron en el imaginario vinculados con esa matriz. Hoy, los dos están procesados. La Chancha está implicado en un caso de asociación ilícita, armada para robar y vender soja en el mercado negro. La operación data del año 2011, por un millón de pesos. También están metidos en negocios de producción agropecuaria. Pero volviendo al resultado del juicio, se mostraron pocas pruebas contra los Rivero, porque desde la misma etapa de la instrucción, el juicio fue preparado para eso. Hubo mucha protección previa, y predisposición de los jueces para no condenarlos. Los magistrados se llevaron una sorpresa: condenar a los Rivero era arrimarse a la Chancha. Y cuando vieron, además, que detrás de la Chancha estaban todos los demás, empezaron con los regalitos de navidad. Por otro lado, existe una total falta de perspectiva de género por parte de los jueces, que ni entendían ni conocían la problemática de lo tratado. Fruto de una formación absolutamente patriarcal. Algo elemental: no brindaron protección a los testigos para que profundizaran sus declaraciones. Por eso, el pedido de juicio político siempre tuvo sentido. La actuación que tuvieron, fundamentalmente por omisión, permitió esa situación. Hubo mala praxis a lo largo de todo el juicio.
Ajustes de cuenta y muertes, con los ale en el medio
El 9 de octubre de 1992, un Renault 12 gris oscuro frenó de golpe a las 10 de la noche en Junín 1865, en Tucumán, donde funcionaba la empresa de transporte de cargas Macaione Hnos. SRL. Cuando el conductor vio que José Macaione salía del edificio, le metió un balazo en la pierna, mientras le gritaba que pagara las deudas que arrastraba. El 22 de noviembre, el elegido para el ataque fue su hermano Antonio. Le fue peor apoyado por un Peugeot 404. El mismo Renault 12 se acercó al lugar, y desde el auto le dispararon. Murió en ese mismo instante. También el Peugeot apoyó el segundo operativo, y fue esa la punta del ovillo de la que tiraron los investigadores, que detuvieron a su dueño, el ex policía Víctor Julián Mopty, y al ex oficial auxiliar Luciano García, alias Luchino o el Chueco. Al parecer, los Macaione habían arrastrado deudas por 5 millones de dólares.
Pero el 30 de enero de 1993 ocurrió otro episodio aún más sangriento, donde también estuvieron involucrados los hermanos Ale. El oficial Juan Andrés Salinas, en un Renault 18, fue a buscar a su amigo Angel Ale, el Mono, para charlar de algo importante. En la esquina de Mitre y España se les cruzó un Renault 12 gris oscuro, seguido por un Falcon blanco. A Salinas le llovieron unos impactos que lo mataron en segundos.
Pero, ¿cómo se conecta el caso de los hermanos Macaione con la muerte de Salinas, además de la coincidencia de los autos? El oficial acribillado venía investigando de incógnito los movimientos de la empresa de transporte, después que el primer atentado le destrozara la pierna a José, y antes del homicidio de Antonio. Salinas molestaba.
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