29 de octubre de 2013

MEGACAUSA ESMA: TESTIMONIOS DÍA 102.

23 10 2013
TESTIMONIOS
Día 102. "No me parece que fuera un hombre tan peligroso alguien que se dedicara a las rosas, el Derecho y el ajedrez", dijo Cristina Fernández de Kirchner

Fueron las palabras de la Presidenta de la Nación sobre Jorge Devoto, detenido-desaparecido en la ESMA. En la audiencia declararon Marta María Mercedes Bettini y Margarita Noia. 

El caso de Jorge Alberto Devoto (682)
El oficial de la Armada Jorge Alberto Devoto fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, el 21 de marzo de 1977, en el edificio Libertad de aquella Fuerza, ubicado en Comodoro Py 2055, de la Ciudad de Buenos Aires, a donde concurrió para averiguar el paradero de su suegro Antonio Bautista Bettini (caso 840), quien había sido secuestrado en La Plata, Provincia de Buenos Aires, tres días antes y en presencia de aquél. El edificio Libertad está ubicado frente a los Tribunales de Retiro, donde se desarrolla el juicio por la megacausa ESMA. 

Posteriormente, Devoto fue llevado a la ESA, donde se lo mantuvo clandestinamente detenido y fue atormentado mediante la imposición de condiciones inhumanas de vida. También estuvo en cautiverio en similares condiciones en el centro clandestino denominado “La Cacha”, ubicado en la localidad platense de Olmos. Finalmente, fue arrojado al mar en uno de los numerosos “vuelos de la muerte”, mientras estaba conciente, como excepción a la regla, debido a que se consideraba que había traicionado a sus camaradas de la Armada. Aún sigue desaparecido.

El caso de Antonio Bautista Bettini (840)
Era catedrático de Derecho, abogado y ex fiscal federal. Fue privado ilegalmente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, el 18 de marzo de 1977, a las 21:30 aproximadamente, en la Ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires. La víctima se dirigía a bordo de un automóvil conducido por su yerno, Jorge Alberto Devoto desde la Comisaría 1ª - calle 53, entre 9 y 10- hacia la ubicada en las calles 12 y 60, para obtener información acerca del paradero del chofer de la familia, cuando fueron interceptados por varios vehículos, de los cuales descendieron dos hombres armados que dependían operacionalmente del I Cuerpo I de Ejército. Los subieron al asiento trasero del primer vehículo señalado, los apuntaron con sus armas en la cabeza y los obligaron a conducir hasta el Bosque de La Plata. En el trayecto fueron interrogados y, al llegar a destino, Bettini fue encapuchado e introducido en el vehículo que los seguía.

Posteriormente, fue llevado a la ESMA, donde fue mantenido en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Además, permaneció en cautiverio en similares condiciones en el centro clandestino denominado “La Cacha”, ubicado en la localidad platense de Olmos. Antonio sigue desaparecido.

La familia Bettini
El último testimonio de la jornada fue el de Marta María Mercedes Bettini, hija de Antonio Bettini (detenido-desaparecido) y Marta del Carmen Francese de Bettini, esposa de Jorge Devoto (detenido-desaparecido). El caso de la familia formó parte de uno de los emblemáticos Juicios por la Verdad que se desarrollaron en los años ´90, cuando estaban vigentes las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida. En la sala estuvo su hermano Carlos Bettini, Embajador argentino en España. 

Marcelo Gabriel José Bettini
Bettini comenzó su relato con la desaparición de su hermano, Marcelo Gabriel José Bettini, el 9 de noviembre de 1976 en La Plata. Marcelo era estudiante de Agronomía y tenía 21 años. “Mi padre, que había sido Fiscal General, averiguó en las Fuerzas de Seguridad. Fue a la morgue de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y vio una gran cantidad de cadáveres con carteles que tenían fechas futuras. Mi marido, Jorge Devoto, teniente de Fragata retirado (Promoción 98), en ese momento trabajaba en YPF y se comunica con sus compañeros de la Armada. Un amigo llamó desde la Base Naval de Río Santiago y Jorge fue a verlo. Le dijeron que habían recibido notificación de que Marcelo había muerto en un enfrentamiento en la ciudad de La Plata. Jorge y mi padre fueron a la comisaría y les dijeron que sí había dos muertos, habían sido enterrados en el cementerio local como NN, pese a que los dos tenían documentos. Mi marido hizo el reconocimeinto del cuerpo y también reconoció el del amigo de Marcelo, Luis Bearci. Luis era médico y su familia lo estaba buscando”, relató Bettini.

Antonio Bettini y Jorge Devoto
“Procuramos de que la vida siguiera con bastante normalidad. Fuimos a Mar del Plata durante el verano. Incluso en febrero, oficiales de la Marina, amigos de mis padres, los invitaron a pasar el día en la Fragata Sarmiento, que estaba en Mar del Plata. Mis padres vuelven en marzo a Buenos Aires, ya que mi padre tenía que tomar exámenes. El 17 se enteran de que el chofer de mi padre, que hacía 40 años trabajaba con ellos, Alfredo Temperoni, había sido aparentemente detenido, se lo habían llevado. Mi padre intenta averiguar y va con mi madre a hablar con Juan Pochelou, delegado de la Policía Federal Argentina en La Plata cuando pasó lo de mi hermano, que ahora estaba destinado en Capital. Se fue a averiguar y volvió con la cara transfigurada. Le dijo que fuera acompañado a la Delegación de La Plata. Mi madre le dice que va a ir con él y Pochelou dice: ‘No, usted no vaya’. Mi marido y mi padre van a La Plata al día siguiente. Se presenta alguien ante mi padre que venía de parte del Capitán Estévez. Después los reciben el delegado con hombres fuertemente armados, en un ambiente hostil, armados hasta con granadas y vestidos de fajina. De ahí le dicen que vayan a la comisaría 1ª. Mi marido le avisa que los estaban siguiendo. De la comisaría los mandan a la Unidad Regional y en el trayecto se les cruza un auto, los apuntan, los insultan, a mi padre le hacen poner la cabeza entre las piernas y a Jorge le dicen que maneje al bosque de La Plata. A mi padre le preguntan si estaba calzado, él no entiende la pregunta, mi marido le dice que le están preguntando si tenía armas y mi padre responde: ‘No, yo soy un hombre de paz’”, contó.

“En el bosque otras personas encapuchan a mi padre y a mi marido lo dejaron tendido en el suelo, sin las llaves del auto y le dijeron que esperara un tiempo prudencial, que no dijera nada de lo que había pasado porque ‘iba a perder como en la guerra gaucha’”, narró Bettini, de acuerdo con lo que su marido le había contado. Esto sucedió cerca de las 23:00 horas. 

“En La Plata hacen algunas gestiones en el Arzobispado, en el Colegio de Abogados. Jorge llama a algunos familiares suyos que estaban todavía en la Armada, como Marcos Salustiano Lobato, su primo que le dice que iba a hablar con algunos compañeros del Servicio de Inteligencia Naval (SIN). El domingo se iban a juntar con ellos, pero les surgió algo y le dicen a Jorge que fuera el lunes al Edificio Libertad. Fue con Lobato por la tarde y nunca más volvió. Llamé a su primo para preguntarle qué había pasado y me dijo que a último momento no pudo acompañarlo. Lobato me dijo que 99,99% seguro de que lo tienen ellos, que iba a estar protegido. Yo le pregunto ‘¿Protegido de qué?’ y me dice ‘Te van a pedir un rescate. Es sabido que tu familia es de cierto bienestar económico, estas cosas pasan’. No supe nada más de Lobato”, contó.

“Mi madre seguía haciendo gestiones en La Plata, en la Universidad del Salvador, era una época muy complicada. El rector no quería que se le dijera a los alumnos lo que había pasado con mi padre, pero quería que les dijeran que estaba de viaje por Europa. También se interesó al Cardenal Primatesta, amigo de mi padre. Todo esto fue una catástrofe, una hecatombe, y fue darnos cuenta de la falta de dignidad del ser humano”.

Uruguay y Europa
Bettini se fue a Montevideo con sus dos hijas bebés, donde tenía familia. Finalmente fueron a Europa. Ahí se enteran de que el 29 de junio de 1977 oficiales de la Marina cruzaron a Uruguay y secuestraron a varios familiares en sus casas y a otros los llevaron a una Base. Estaban “esperando a la esposa del teniente Devoto, me contaron que les dijeron los oficiales”.
“Hicimos muchas gestiones en todo el mundo, en París, en la ONU, en la OEA, en el Vaticano”, aclaró.

María Mercedes Hourquebie de Francese
Ella tenía 77 años, era la abuela de Marta María Mercedes Bettini. “El 3 de noviembre fue secuestrada en La Plata. Le dijeron que se la iban a llevar para hacerle algunas preguntas y que la iban a regresar para el horario del almuerzo. Esto fue en presencia de su mucama. En el año 86 identificaron su cadáver en una fosa común en el cementerio de Avellaneda”, relató.

La Cacha
“Temperoni finalmente apareció y contó que lo había visto encapuchado a mi padre, que le dijeron que podía hablar tranquilo porque el doctor Bettini estaba al lado suyo. Él había estado en La Cacha”, declaró Bettini.

Los allanamientos
“En marzo, después del secuestro, hubo un operativo de las Fuerzas de Seguridad en la quinta ‘Los Arolmos’. Llegaron con camiones, llevaron a tres personas, los ametrallaron y los mataron en el chalet, se robaron todo lo que pudieron y fue ocupado por miembros de las fuerzas que iban a pasar el día. Esto nos lo contaron los cuidadores”, dijo la testigo, quien también contó que mientras su padre y su marido estaban buscando a Temperoni, “Fuerzas de Seguridad fueron al piso en el que vivíamos con mi marido y mis hijas en La Plata, tiraron la puerta abajo y lo saquearon, un detalle menor frente a la pérdida de vidas, pero no se privaron de nada”, relató. “Fue saqueado muy metódicamente, se llevaron cosas de valor y cosas de valor simbólico: la espada de Jorge, los uniformes, los escudos de los buques en los que estuvo destinado. Por eso deduzco que fue la Marina quien entró. También dejaron cosas preparadas para volver y llevárselas. La única persona que volvió ahí fue mi abuela, que luego fue secuestrada”, declaró Bettini.

La Armada
“El fin de mi marido supimos cuál fue por las declaraciones de (Adolfo) Scilingo. Él explica que mi marido fue arrojado de uno de los vuelos de la muerte sin ningún tipo de sedación, porque era considerado un traidor. Dijo que eso era muy conocido en la ESMA. En 1984 se presentó un suboficial Orestes Vaello ante la CONADEP y declaró que estaba involucrado con el Batallón 601. Dijo que lo de mi padre fue un operativo mandado por la Armada Argentina, que habían sido llamados por un oficial de Río Santiago. Entregaron a mi padre en ‘El Casco’, La Cacha, que tenían orden de no tocarlo y después (Emilio) Massera pidió su traslado a la ESMA”, narró.

La familia también se reunió con Alejandro Orfila, Secretario General de la OEA, quien llamó a Massera y le dijo que “las cosas no eran como yo las contaba. Se ve que Massera sabía cómo eran las cosas”.

Oscar Rubén Lanzón
Está imputado en esta causa. Bettini contó que fue el testigo de matrimonio por parte de su marido. Ya cuando estaba en Europa, lo llamó y “fue muy amable. ‘Llamo para saber qué ha sido de Jorge’, dije, y me contestó que no sabía nada de Jorge. Yo le respondí: ‘Vos sabés que Jorge está desaparecido’ y me dijo: ‘Yo no. Qué linda que está Europa, tal vez nos veamos’, y corté. Yo pienso que él sabía. Y Jorge tenía una gran cantidad de amigos, bueno, creíamos que tenía amigos, luego no los tuvo".

Hábeas corpus
“La noche del 18 y el día 19 mi marido presentó un hábeas corpus por mi padre, con uno de sus alumnos. Por mi marido nadie se atrevía. Recién en el ´82, Marcelo Parrilli, Augusto Conte y Emilio Mignone presentaron uno. Se llamaba a declarar a la familia de Jorge y también a un capellán amigo de la familia que nos dijo dos meses después del secuestro de mi marido que lo había detenido la Armada”.

Jorge Devoto
“Mi marido era un militante de la dignidad humana y tuvo el valor de retirarse de la Armada, institución a la que él amaba, porque ya en el ´75 se sabía lo que iba a suceder”, afirmó.

El ascenso de Cristina Fernández de Kirchner, Presidenta de la Nación
En el año 2012 Jorge Devoto fue ascendido "post mortem" al grado de Capitán de Corbeta por la Presidenta de la Nación. En un acto en el que participaron la Jefa de Estado, la familia de la víctima, organismos de derechos humanos e integrantes de las Fuerzas, Cristina Fernández dijo: "A los oficiales, que hoy me acompañan, esta mujer y estas dos hijas, estas dos chicas podrían haber sido la mujer o las hijas de cualquiera de ustedes porque me consta porque lo sé, sin haberlo conocido, que el capitán Devoto no era peronista, no participaba en absolutamente nada, simplemente no estaba de acuerdo con ninguna de las cosas que estaban sucediendo en el país. Y que cuando su suegro, que era profesor de Derecho y era amante de las rosas y el ajedrez, eso lo sé también por Kirchner, que me contaba que – no te vayas a enojar Carlos ni Marta – me decía: ´el hijo de tigre, llego a la casa y estaba todo el día con el ajedrez y las rosas´. Era el Derecho, las rosas y el ajedrez. No me parece que fuera un hombre tan peligroso alguien que se dedicara a las rosas, el Derecho y el ajedrez.

Por eso no voy a hablar de derechos humanos, voy a hablar de cierto grado de horror y locura, que primó en la cabeza de algunos y que arrastró fatalmente a un país a un desastre inimaginable. Y por esas cosas de la vida, hoy que estamos promoviéndolo en dos grados, entregando el decreto a su viuda, las insignias en mano de sus hijas también estamos inaugurando un nuevo centro de educación y de preparación conjunta de las Fuerzas Armadas".

El caso de Daniel Marcelo Schapira (256)
Era estudiante de Derecho y lo apodaban “el Tano”. Fue privado ilegalmente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, por integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2, entre el 9 y 10 de abril de 1977, cuando viajaba en un colectivo en las inmediaciones de las Avenidas San Juan y Boedo, de la Ciudad de Buenos Aires.

Luego fue llevado herido a la ESMA, donde se lo mantuvo clandestinamente detenido y fue atormentado mediante la imposición de condiciones inhumanas de vida. Asimismo, fue torturado mediante la aplicación de descargas de corriente eléctrica y golpes que le provocaron un infarto y un brazo roto. Además, fue sometido a la práctica de experimentos sobre su cuerpo, consistentes en dispararle dardos envenenados que lo mantuvieron durante días en estado de inconsciencia. En tales tormentos participó, entre otros, (Antonio) Pernías. Daniel Marcelo Schapira permaneció secuestrado en la ESMA al menos hasta el 17 de marzo de 1978. Luego, fue “trasladado” y sigue desaparecido.

Edgardo Rubén Schapira, hermano de Daniel
El testigo ya declaró en la causa anterior, por este motivo se le pidieron algunas precisiones sobre su testimonio previo. Edgardo contó que Daniel militaba en la Juventud Universitaria Peronista en Córdoba y que, estando allí en 1976, “recibió dos o tres balazos, entonces vino a Buenos Aires en silla de ruedas”. También precisó que ya en la época en la que fue secuestrado había dejado de trabajar, Daniel era profesor de tenis y profesor adjunto en la Universidad de Buenos Aires. “Todo indica que Daniel estuvo en la ESMA”, dijo.

Daniel Pablo Schapira
Andrea y Claudia Yankilevich vivían en una casa en San Martín con el hijo de Andrea y Daniel, a quien Daniel no había llegado a conocer, ya que nació después de su secuestro. Edgardo relató que “Daniel Pablo aparece en el baúl de un auto y la llaman a la abuela materna de un Juzgado de Menores y le dicen que no haga preguntas y se lo lleve. Claudia era la esposa de Eduardo Said (caso 139), el hermano de Eduardo también está desaparecido. Lo que sé sobre Daniel Pablo lo sé por intermedio de la abuela, se lo entregó un juez”.

Los casos de María Lourdes Noia (616) y Enrique Ignacio Mezzadra (617)
Ella era estudiante de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Ambos fueron privados ilegalmente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, el 13 de octubre de 1976 por la noche, en el domicilio del matrimonio, en Pavón 2352, 4º piso, departamento “15”, de la Ciudad de Buenos Aires. El operativo estuvo a cargo de un grupo armado, perteneciente al 3.3.2. 
María y Enrique fueron llevados a la ESMA, donde fueron nuevamente sometidos a tratamientos similares, además de permanecer clandestinamente detenidos y ser atormentados mediante la imposición de condiciones inhumanas de vida. Enrique fue liberado el 21 de octubre de 1976. María sigue desaparecida.

El secuestro de María Lourdes Noia y Enrique Ignacio Mezzadra
Margarita Isabel Noia, hermana de María Lourdes y cuñada de Enrique, declaró que ambos fueron secuestrados el 13 de octubre de 1976 entre las 21:00 y las 22:00 horas en su departamento de la calle Pavón. “Tocan el timbre, mi cuñado estaba bañando a Pablo, que tenía 1 año y 10 meses. Dicen que es el portero, abren la puerta y entran con armas. Lourdes pide que no tiren, que no hay armas, que hay un bebé. Les tapan la cabeza con ropa. A Lourdes la llevan al dormitorio. Calculamos que debían ser más de cinco y estaban vestidos de civil. Les pegan, les ponen picanas, los torturan. Preguntaban dónde estaba el embute y preguntaban por Quique y por la militancia de Lourdes en la Juventud Peronista Docente. Deciden llevarse a los dos. A Lourdes le permiten entregarle a Pablo a la gente del departamento 16, que no querían aceptarlo. Por suerte llega el señor Durán, del departamento 14, le dicen que son del Departamento Central de Policía y le dejan a Pablo y el número de la suegra de Lourdes, Petra”.

Pablo
Los vecinos se comunicaron con la madre de Enrique y ella va a buscar a Pablo. “Durán llama al a la comisaría 18 y le dice que lo entreguen”.

La búsqueda
La suegra de Lourdes se comunica con la familia Noia y les avisa lo que había pasado. Margarita y su madre, Josefina “Pepa” García de Noia, quien es una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, se dirigen al departamento de la calle Pavón. “La puerta estaba cerrada y tuvimos que llamar a un cerrajero. De ahí fuimos a la comisaría 18, donde nos negaron que hubiera habido un procedimiento, y después fuimos al Departamento Central de Policía. Nosotras desconocíamos la situación de los desaparecidos. Yo había viajado el día anterior con Lourdes y me contó que Osvaldo, un compañero, había estado desaparecido y a los 15 días había aparecido. También me cuenta de una paciente que había desaparecido hacía una semana, se la habían llevado a la salida del trabajo. Con mi mamá íbamos todos los días al Departamento Central, siempre había cola y siempre nos atendían en la puerta, hasta que un día nos hicieron pasar. Nos llevaron al 2º piso y nos atendió una persona que nos preguntó cosas sobre Lourdes y me empezó a preguntar a qué me dedicaba y si conocía a los amigos de Lourdes. ‘Te aconsejo que a tu hermana la siga buscando tu mamá, pero que vos te quedes en tu casa. A ella no le va a pasar nada, a vos no sé’, me dijo”, relató Noia.

“Esperábamos que la liberen. Presentamos varios hábeas corpus que fueron rechazados, fuimos al Ministerio del Interior, a Amnesty, a la Cruz Roja. Mis hermanos vivían en Australia y fueron a verlo a Pío Laghi. Fuimos al Regimiento de Patricios. Mi mamá fue a ver a Grasselli”, contó.
“Todos vivíamos al lado del teléfono esperando la llamada de mi hermana”, dijo. “Nosotros seguimos sufriendo la desaparición como si fuera ayer, porque necesitamos la verdad, necesitamos saber qué pasó”, aseguró.

Lourdes
Tenía 29 años, era psicóloga y tenía un consultorio con unos compañeros en el barrio Recoleta. Además, daba clases en la Universidad de Morón. “Lourdes siempre militó. Primero en el Partido Comunista, después en el FAL (Frente Argentino de Liberación). Luego en la Juventud Peronista. Abren una unidad básica en la calle Arribeños y cuando ingresa a la Universidad de Morón pasa a militar en la Juventud Trabajadora Peronista”, contó la testigo. 

La ESMA y la liberación de Enrique
“El 21 de octubre lo liberan a mi cuñado en los bosques de Palermo. Lo vamos a ver. Tenía la vista lastimada, estaba en condiciones terribles, tenía marcas en el cuerpo de picana y de grilletes en las piernas. A partir de lo que él cuenta reconstruimos lo que sucedió en el departamento”, relató Noia.
“Lourdes estaba secuestrada con él. Cuando alguno de los dos llamaba a los guardias, el otro hacía lo mismo para comunicarse. Durante la tortura le preguntaban por la militancia de mi hermana y por Quique, el que se suponía que era el responsable de mi hermana. En el momento en que lo van a liberar él recuerda que lo llevan al baño, que había un espejo muy grande, que luego pudimos ver durante la visita al Casino de Oficiales. Lo llevan a afeitarse y después a la colchoneta. Viene alguien y le dice: ‘Dale pibe que te vas’. Lo último que escucha es la voz de mi hermana diciendo ‘no, no, no’, o sea que el 21 mi hermana estaba viva”, relató. Además declaró que en la ESMA a Enrique le asignaron el número 732.
Después de un trayecto no muy largo,  los que estaban en el auto con él le dicen que lo iban a blanquear, a poner a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Lo hicieron bajar y le dijeron: “Empezá a caminar y no te des vuelta”. Así fue liberado. 

Grasselli
“Usted parece hija de vascos, no entiende que no tiene que venir tanto”, contó Noia que le dijo Grasselli a su madre. “Los datos más concretos salen de ahí. Él tenía un fichero. Enrique la acompaña a mi madre una vez y le relata un viaje en ascensor y varias escaleras. Grasselli le pregunta a Enrique si escuchaba agua, Enrique dice que sí, entonces Grasselli le confirma que estuvo en la ESMA, porque en ese momento el tanque de agua estaba roto. Además mi cuñado vio en uno de los vasos el símbolo de la Marina”, narró Noia.

Pepa Noia
“Mi mamá es un orgullo de madre, como todas las Madres. Hoy tiene 92 años y sigue intentando ir a la Plaza. Yo caminé mucho con ella. El sábado 30 de abril de 1977 llegó dos horas antes a la Plaza porque no daba más de la ansiedad, es de las primeras 14 Madres. Cada vez eran más desaparecidos y cada vez más Madres”, describió. “Mi mamá recuerda a (Alfredo) Astiz como ese muchachito tan lindo que buscaba a su hermano”, contó la testigo.

“Yo creo que este plan sistemático de apropiarse de las personas la falla que tuvo es que no los pudieron hacer desaparecer. No los tenemos más, pero ellos están con nosotros todo el tiempo y los llevamos a todos lados, a todos lados llevamos la memoria. Pedimos que haya verdad”, reflexionó Noia.

Los casos de Mónica Edith Jáuregui (187), Emiliano Miguel Gasparini (188) y Arturo Benigno Gasparini (189)
Entre la noche del 11 de enero de 1977 los integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2 dispararon con armas de fuego contra el domicilio ubicado en la calle Sánchez de Bustamante nro. 731, piso 9°, dpto. “A”, de la Ciudad de Buenos Aires, evitando que sus habitantes salieran del lugar y privando así de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley a Azucena Victorina Buono, Mónica Edith Jáuregui y sus dos hijos, Emiliano Miguel y Arturo Benigno Gasparini. Tales disparos con armas de fuego, la mayoría dirigidos hacia las puertas y ventanas del departamento, provocaron la muerte de Jáuregui. Posteriormente, su cuerpo fue inhumado en el Cementerio de la Chacarita.

Emiliano Miguel Gasparini tenía un año y 8 meses de edad. Su hermano, Arturo Benigno Gasparini, tenía 5 meses de vida. Después del operativo, ambos fueron dejados en Casa Cuna (Hospital Pedro de Elizalde), donde fueron ingresados sin declarar sus nombres y permanecieron bajo control militar durante alrededor de dos meses. Finalmente fueron entregados a su abuela Norma Campana. 

A partir de su secuestro y hasta que fueron entregados a su abuela, los niños fueron llevados a la Casa Cuna, sin informarle acerca de su paradero a ningún miembro de la familia. Así, los niños fueron separados abruptamente de su madre, a quien vieron morir, y de su padre, detenido-desaparecido, con quien se les impidió mantener contacto y se los mantuvo aislados de cualquier vínculo con integrantes de su familia. Los niños quedaron en estado de indefensión y desamparo desde el asesinato de su madre, ajenos a la protección y cuidados de su familia, en tanto no se le dio información alguna acerca de su paradero, sino que, por el contrario, intentó ocultarse toda información que permitiera ubicarlos (no se consignó su nombre y se los mantuvo bajo vigilancia militar). Tal situación generó en Emiliano, de tan solo un año y 8 meses de edad, una mortificación que supera a la ya ínsita en la sustracción, retención y ocultación del niño, en tanto no fue llamado por su nombre, no se le permitió tener contacto con ninguno de los integrantes de la familia, no se le dio explicación alguna sobre el destino de sus padres e inclusive vio cómo sus captores mataban a su madre, y durante ese lapso quedó bajo custodia de sus aprehensores.

Videoconferencia desde Neuquén
Norma Edith Campana declaró por videoconferencia desde la provincia de Neuquén sobre el asesinato de su hija Mónica Edith Jáuregui y la recuperación de sus nietos, Emilio y Alfredo Gasparini.
“Me entero de la desaparición el 20 de enero de 1977. Me dicen que había habido un enfrentamiento en el que mi hija había muerto, que el marido estaba preso, y que tenía que ir a buscar a mis nietos, fue alrededor de las 23. No recuerdo si fue la policía o el I Cuerpo del Ejército. El que llamó tenía un sobrenombre: ‘Palanca’. Llego a Buenos Aires, el lunes fui a la comisaría 19, la empleada me retó por haber tardado. Me atienden bastante mal, diciendo que mi hija había estado en la morgue dos días. De ahí me fui al I Cuerpo del Ejército, en Palermo, ‘Vengo a buscar a mis nietos’, dije. Me hicieron esperar y después me hicieron entrar. Me preguntaron cosas sobre mi hija. El mayor Espina y el coronel Gatica me preguntan a qué venía. 

Estuve bastantes días, me pedían cosas nuevas, papeles nuevos. Iba y volvía desde La Plata. Al final, el Coronel Gatica lleva una autorización ante (Guillermo) Suárez Mason para que me firme y pueda retirar a mis nietos”, contó la testigo.

Emilio y Alfredo Gasparini estaban en Casa Cuna. Al final del día pudo llevárselos. “Arturo, de 5 meses, estaba todavía en el moisés que mi hija había puesto debajo de la cama, todavía había vidrios y estaba lastimado. Cuando lo vio el médico me dijo que nunca había visto a un bebé tan lastimado y vino todos los días durante 8 días”, relató Campana.

“Mónica vivía en un departamento con sus hijos y una amiga, pero no la conocí nunca. Esta chica también murió. Sé que mi hija quiso entregarse. La portera me dijo que del departamento se habían llevado todo, los muebles, todo. También me dijo que de vez en cuando iba gente uniformada, no sé a qué. La portera me dijo que mi hija era una chica muy simple, muy dulce. Tenía muy buen concepto de Mónica: ‘Una gran madre’”, declaró.

Por problemas técnicos tuvo que darse por finalizada la declaración hasta tanto se confirme que la señora Campana está satisfecha con su testimonio.

Próxima audiencia
El juicio continuará el jueves 24 de octubre desde las 9:30 horas con más audiencias testimoniales. 
Fuente:EspacioMemoriayDDHHexEsma

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