09 10 2013
TESTIMONIOS
Día 97. "Espero que se haga justicia"
Fue el pedido de María Cecilia Parejo, hermana de Guillermo, detenido-desaparecido en la ESMA. Además, declararon Augusto Reinhold, hermano de Marcelo, militante asesinado, y Héctor Pardo, esposo de Ana María Stiefkens, detenida-desaparecida.
El caso de Guillermo Alberto Parejo (685)
Tenía 27 años de edad y lo apodaban "Willy". Militaba en la JUP de San Fernando y trabajaba en la Municipalidad de ese Partido. Fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley en el período comprendido entre los meses de agosto de 1976 y mayo de 1977, en la Provincia de Buenos Aires. Fue llevado a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Habría sido trasladado y sigue desaparecido.
El testimonio de María Cecilia Parejo, hermana de Guillermo
La testigo contó que un poco antes del Golpe cívico-militar fue baleada la casa familiar en la que vivía con su hermano. Esto generó que la familia decidiera vivir en distintos inmuebles, por lo que comenzaron a verse menos y el contacto empezó a ser mayoritariamente por teléfono. "La última vez fue en agosto de 1976. A partir del final de 1976 nos empezó a extrañar que no llamara. No llamó nunca más. Lo que sé yo, a través de Alicia Milia, es que estuvo en la ESMA. Ella lo vio a mi hermano cuando estaba secuestrada en mayo de 1977. A los pocos días de llegar ella a la ESMA lo ve a mi hermano, después no lo ve más".
"Espero que se haga justicia para aquellos que fueron humillados y avasallados en ese período tan negro de nuestro país", dijo María Cecilia para finalizar su declaración.
Los casos de Susana Beatriz Siver de Reinhold, Marcelo Carlos Reinhold y Laura Reinhold (351, 352 y 438)
Susana y Marcelo, "Susanita" y "Chelo", militaban en la Juventud Universitaria Peronista y en el Centro de Estudiantes de Derecho. Él tenía 22 años de edad y ella 21. Susana estaba embarazada de cuatro meses. El 14 de agosto de 1977, aproximadamente a las 16:00 horas, fue privada ilegalmente de la libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley en el domicilio que habitaba en Haedo, Provincia de Buenos Aires. El operativo estuvo a cargo de un grupo de personas armadas, entre quienes estaba el Capitán D´Imperio y el integrante de la Prefectura Naval Gonzalo Sánchez. Marcelo fue secuestrado el mismo día, con su amigo Alejandro Roberto Odell (caso 353).
Las tres víctimas fueron llevadas a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Susana fue sometida al trabajo esclavo dentro del centro clandestino de detención, tortura y exterminio. Un domingo del mes de enero de 1978, aproximadamente el día 16, Susana empezó a tener dolores de parto y, dado que el Dr. Magnacco, quien habitualmente atendía los partos de las detenidas-desaparecidas, estaba de vacaciones, Scheller fue a buscar al jefe del Servicio de Ginecología del Hospital Naval, quien diagnosticó que debía practicarse una cesárea. Susana fue llevada al Hospital, donde nació su hija, a quien llamó Laura. En el Naval, Susana debió permanecer en una cama con rejas. Madre e hija sólo pudieron estar juntas alrededor de 10 ó 15 días. Susana la llamaba "Lauchita" a Laura, porque era muy pequeña. Unas horas antes de ser trasladada, Susana escribió una carta para los abuelos de la niña, a quienes supuestamente les iba a ser entregada. El Subprefecto Héctor Febres les avisó a las demás detenidas-desaparecidas embarazadas de la ESMA que se llevaría a la niña. Esa misma noche, el jefe de guardia apodado "Pedro Bolita" (Carlos Gaitán), se llevó a Laura, quien nunca fue entregada a su familia biológica y recuperó su identidad en el año 2011.
Susana sigue desaparecida, mientras que Marcelo fue trasladado con Roberto Cigliutti el 9 de noviembre de 1977. Ese mismo día se encontró su cuerpo incinerado dentro de un automóvil Renault destrozado y totalmente incendiado en el kilómetro 34, acceso Pilar de la Ruta Panamericana. Había tres personas más, también incineradas, quienes no pudieron ser identificadas por el estado de mutilación en el que fueron encontradas.
El testimonio de Augusto Miguel Reinhold, hermano de Marcelo
"Fue el 14 de agosto de 1977, por la tarde. Estábamos un grupo de amigos preparando una despedida de soltero. Estaba mi cuñada, la esposa de mi hermano. Se abre la puerta y entran dos o tres personas de civil.
Nos ponen a todos mirando contra la pared. Los escuchaba a ellos. Estaban buscando a mi hermano, me hacían preguntas sobre él. Se llevan a mi cuñada. Por suerte yo puedo contarla", relató el testigo.
"A los pocos días del secuestro tuvimos varias llamadas telefónicas de él, decía que estaba bien, que lo trataban bien. Hasta que una vez no llamó más. No supimos más nada. Después, recién en el año ´82, nos enteramos de dónde había estado y qué había pasado con Susana y su hija".
Laura
"Hace aproximadamente dos años y medio apareció. Sabemos que ella tuvo la inquietud de saber de todo este tema. Ella se presentó en Abuelas (de Plaza de Mayo), le hicieron los estudios y dio que era mi sobrina", contó Augusto.
"Les agradezco mucho por dejarme declarar", dijo el testigo para concluir su declaración.
El caso de Ana María Stiefkens de Pardo (193)
Tenía 30 años de edad y le decían "Negra". Alrededor del 11 de enero de 1977 fue privada ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley en el trayecto entre las localidades de Morón y Ramos Mejía, en la Provincia de Buenos Aires. Ana María fue secuestrada con su hijo Carlos Martín, de dos años de edad, quien luego fue devuelto a su familia.
Ana María fue llevada a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Habría sido trasladada y sigue desaparecida.
El testimonio de Héctor Pedro Pardo, esposo de Ana María
"La casa en la que vivía mi señora fue allanada, afectada, destruida con armas y trasladaron de bienes en camiones militares. Esto surge de testimonios de los vecinos", contó el testigo.
Sobre Ana María, relató que "tenía un trabajo social histórico en Córdoba, era psicóloga, trabajaba en una comunidad educativa, tuvo afinidad con el FLP. En la medida en que conformamos pareja, ella tiene relación con Montoneros". Luego agregó que "empiezan a circular testimonios, fundamentalmente de organismos de derechos humanos nacionales e internacionales. Empiezan a manejarse listas de detenidos en las que la nombran a mi esposa, Ana María Stiefkens, y en las que el testimonio es escueto, pero muy específico, como que ha sido vista en la ESMA. En el listado que se va confeccionando la palabra traslado está al lado de su nombre".
El hijo
El testigo respondió sobre los daños causados en el entorno familiar, generados por la desaparición forzada de Ana María: "me contaba mi suegro que mi hijo se despertaba de noche con pesadillas. La familia queda muy afectada, por supuesto. Considero que todos nos damos cuenta de lo que significa la desaparición de una madre para un hijo, para mí y para toda la familia".
"Lo que me interesa decir lo digo como esposo de Ana María Stiefkens, como el padre de nuestro hijo. Considero que es de interés de todos aquí llegar a una verdad sobre qué pasó con ella. Yo tengo un interés personal de saber qué fue de ella. Tengo un interés personal de saber dónde están sus restos. Tengo que considerar, después de tantos años y por lo que es público, que en algún lado han sido depositados", dijo Héctor al concluir su declaración testimonial.
Próxima audiencia
El juicio continuará el lunes 7 de octubre desde las 9:30 horas con más declaraciones testimoniales.
Tenía 27 años de edad y lo apodaban "Willy". Militaba en la JUP de San Fernando y trabajaba en la Municipalidad de ese Partido. Fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley en el período comprendido entre los meses de agosto de 1976 y mayo de 1977, en la Provincia de Buenos Aires. Fue llevado a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Habría sido trasladado y sigue desaparecido.
El testimonio de María Cecilia Parejo, hermana de Guillermo
La testigo contó que un poco antes del Golpe cívico-militar fue baleada la casa familiar en la que vivía con su hermano. Esto generó que la familia decidiera vivir en distintos inmuebles, por lo que comenzaron a verse menos y el contacto empezó a ser mayoritariamente por teléfono. "La última vez fue en agosto de 1976. A partir del final de 1976 nos empezó a extrañar que no llamara. No llamó nunca más. Lo que sé yo, a través de Alicia Milia, es que estuvo en la ESMA. Ella lo vio a mi hermano cuando estaba secuestrada en mayo de 1977. A los pocos días de llegar ella a la ESMA lo ve a mi hermano, después no lo ve más".
"Espero que se haga justicia para aquellos que fueron humillados y avasallados en ese período tan negro de nuestro país", dijo María Cecilia para finalizar su declaración.
Los casos de Susana Beatriz Siver de Reinhold, Marcelo Carlos Reinhold y Laura Reinhold (351, 352 y 438)
Susana y Marcelo, "Susanita" y "Chelo", militaban en la Juventud Universitaria Peronista y en el Centro de Estudiantes de Derecho. Él tenía 22 años de edad y ella 21. Susana estaba embarazada de cuatro meses. El 14 de agosto de 1977, aproximadamente a las 16:00 horas, fue privada ilegalmente de la libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley en el domicilio que habitaba en Haedo, Provincia de Buenos Aires. El operativo estuvo a cargo de un grupo de personas armadas, entre quienes estaba el Capitán D´Imperio y el integrante de la Prefectura Naval Gonzalo Sánchez. Marcelo fue secuestrado el mismo día, con su amigo Alejandro Roberto Odell (caso 353).
Las tres víctimas fueron llevadas a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Susana fue sometida al trabajo esclavo dentro del centro clandestino de detención, tortura y exterminio. Un domingo del mes de enero de 1978, aproximadamente el día 16, Susana empezó a tener dolores de parto y, dado que el Dr. Magnacco, quien habitualmente atendía los partos de las detenidas-desaparecidas, estaba de vacaciones, Scheller fue a buscar al jefe del Servicio de Ginecología del Hospital Naval, quien diagnosticó que debía practicarse una cesárea. Susana fue llevada al Hospital, donde nació su hija, a quien llamó Laura. En el Naval, Susana debió permanecer en una cama con rejas. Madre e hija sólo pudieron estar juntas alrededor de 10 ó 15 días. Susana la llamaba "Lauchita" a Laura, porque era muy pequeña. Unas horas antes de ser trasladada, Susana escribió una carta para los abuelos de la niña, a quienes supuestamente les iba a ser entregada. El Subprefecto Héctor Febres les avisó a las demás detenidas-desaparecidas embarazadas de la ESMA que se llevaría a la niña. Esa misma noche, el jefe de guardia apodado "Pedro Bolita" (Carlos Gaitán), se llevó a Laura, quien nunca fue entregada a su familia biológica y recuperó su identidad en el año 2011.
Susana sigue desaparecida, mientras que Marcelo fue trasladado con Roberto Cigliutti el 9 de noviembre de 1977. Ese mismo día se encontró su cuerpo incinerado dentro de un automóvil Renault destrozado y totalmente incendiado en el kilómetro 34, acceso Pilar de la Ruta Panamericana. Había tres personas más, también incineradas, quienes no pudieron ser identificadas por el estado de mutilación en el que fueron encontradas.
El testimonio de Augusto Miguel Reinhold, hermano de Marcelo
"Fue el 14 de agosto de 1977, por la tarde. Estábamos un grupo de amigos preparando una despedida de soltero. Estaba mi cuñada, la esposa de mi hermano. Se abre la puerta y entran dos o tres personas de civil.
Nos ponen a todos mirando contra la pared. Los escuchaba a ellos. Estaban buscando a mi hermano, me hacían preguntas sobre él. Se llevan a mi cuñada. Por suerte yo puedo contarla", relató el testigo.
"A los pocos días del secuestro tuvimos varias llamadas telefónicas de él, decía que estaba bien, que lo trataban bien. Hasta que una vez no llamó más. No supimos más nada. Después, recién en el año ´82, nos enteramos de dónde había estado y qué había pasado con Susana y su hija".
Laura
"Hace aproximadamente dos años y medio apareció. Sabemos que ella tuvo la inquietud de saber de todo este tema. Ella se presentó en Abuelas (de Plaza de Mayo), le hicieron los estudios y dio que era mi sobrina", contó Augusto.
"Les agradezco mucho por dejarme declarar", dijo el testigo para concluir su declaración.
El caso de Ana María Stiefkens de Pardo (193)
Tenía 30 años de edad y le decían "Negra". Alrededor del 11 de enero de 1977 fue privada ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley en el trayecto entre las localidades de Morón y Ramos Mejía, en la Provincia de Buenos Aires. Ana María fue secuestrada con su hijo Carlos Martín, de dos años de edad, quien luego fue devuelto a su familia.
Ana María fue llevada a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Habría sido trasladada y sigue desaparecida.
El testimonio de Héctor Pedro Pardo, esposo de Ana María
"La casa en la que vivía mi señora fue allanada, afectada, destruida con armas y trasladaron de bienes en camiones militares. Esto surge de testimonios de los vecinos", contó el testigo.
Sobre Ana María, relató que "tenía un trabajo social histórico en Córdoba, era psicóloga, trabajaba en una comunidad educativa, tuvo afinidad con el FLP. En la medida en que conformamos pareja, ella tiene relación con Montoneros". Luego agregó que "empiezan a circular testimonios, fundamentalmente de organismos de derechos humanos nacionales e internacionales. Empiezan a manejarse listas de detenidos en las que la nombran a mi esposa, Ana María Stiefkens, y en las que el testimonio es escueto, pero muy específico, como que ha sido vista en la ESMA. En el listado que se va confeccionando la palabra traslado está al lado de su nombre".
El hijo
El testigo respondió sobre los daños causados en el entorno familiar, generados por la desaparición forzada de Ana María: "me contaba mi suegro que mi hijo se despertaba de noche con pesadillas. La familia queda muy afectada, por supuesto. Considero que todos nos damos cuenta de lo que significa la desaparición de una madre para un hijo, para mí y para toda la familia".
"Lo que me interesa decir lo digo como esposo de Ana María Stiefkens, como el padre de nuestro hijo. Considero que es de interés de todos aquí llegar a una verdad sobre qué pasó con ella. Yo tengo un interés personal de saber qué fue de ella. Tengo un interés personal de saber dónde están sus restos. Tengo que considerar, después de tantos años y por lo que es público, que en algún lado han sido depositados", dijo Héctor al concluir su declaración testimonial.
Próxima audiencia
El juicio continuará el lunes 7 de octubre desde las 9:30 horas con más declaraciones testimoniales.
16 10 2013
TESTIMONIOS
Día 99. "La militancia fue un compromiso que elegimos"
Lo dijo María Freier, hermana de Verónica, detenida-desaparecida en la ESMA. Además, declararon los familiares Adriana Moyano, Otilia Pezzolano, Carlos Del Río y Paulina Radunsky.
Los casos de Verónica Freier (451) y Sergio León Kacs (452)
A él le decían “El Negro". El 11 de junio de 1978, en horas de la noche, fueron capturados en su domicilio de la calle Barcena 1580, planta baja, en la localidad de El Palomar, Provincia de Buenos Aires.
El departamento fue saqueado, habiéndolos desapoderado de prendas de vestir y de algunos electrodomésticos, tales como un combinado, un televisor, una máquina fotográfica, una pequeña calculadora perteneciente a Kacs, una lámpara de pie que la pareja había llevado de la casa de la familia Freier, entre otros bienes, como así también pudo advertirse que se había intentado saquear la base del tablero de dibujo.
Verónica y Sergio fueron llevados a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Entre el 24 de septiembre y el 1º de octubre habrían sido “trasladados” y siguen desaparecidos.
El testimonio de María Freier, hermana de Verónica
María contó durante la audiencia que en 1978 su hermana vivía con su compañero Sergio. “El 11 de junio, domingo, hicimos un asado en la casa de mis padres, en El Palomar. Nosotros éramos ocho hermanos. Días antes, mi madre recibió varios llamados de Caty (Hilda Yolanda Cardozo), en los que decía que le quería dejar unos libros antes de viajar a Brasil. Yo la conocía de la militancia, la tuve en mi casa un tiempo. Le advertí a mi hermana que era un llamado raro y peligroso. Después nos enteramos de que Caty estaba detenida desde hacía casi un mes. El 14 de junio entro en la casa de mis padres y uno de mis hermanos me dice que mi hermana había desaparecido. Tanto a la casa de mis padres como a la de los padres de Sergio había llegado un telegrama intimándolos a volver a trabajar (no habían ido ni lunes, ni martes, ni miércoles).
Los padres de Sergio y los míos fueron a la casa y estaba todo revuelto, y se habían robado muchas cosas: la televisión, el equipo de música, cassettes, pero los vecinos dijeron que no habían visto nada. Mi padre pregunta a nuestros vecinos y uno que era militar había visto dos Falcon estacionados, él se fue a presentar como militar y le dijeron que estaban esperando a alguien. Mi madre le había dicho a Caty que Verónica venía los fines de semana. Suponemos que la siguieron desde la casa de mis padres”, contó Freier.
“Después tuvimos muchos llamados en los que pasaban música y cortaban. En diagonal a la casa de mis padres hubo muchos años una camioneta estacionada. Mi padre preguntó a otros vecinos militares, pero sólo le preguntaban por mí y le aconsejaban que me cuidara”, agregó.
“Una persona digna, alegre y solidaria”
“Amalia María Larralde había declarado en CONADEP que había estado detenida con una Verónica, que resultó ser mi hermana. Ella nos puso en contacto con Adriana Marcus, quien compartió con Verónica la celda en la ESMA. Nos contó que Verónica hacía unas esculturitas con migas de pan y ceniza, y se las regalaba a los otros detenidos y a los guardias para que les dieran cigarrillos. Verónica tenía la certeza de que la iban a matar. Adriana la vio como una persona alegre, digna y solidaria. La vio entre agosto y septiembre. Sergio cumplía en septiembre y nos dijo que se lo ‘festejaron’. En octubre fueron trasladados, le dijeron que los iban a trasladar a una granja para su ‘recuperación’”, relató.
La búsqueda
Los Freier y los Kacs presentaron varios hábeas corpus, e incluso iniciaron un juicio conjunto en los primeros años de la democracia. Además, María Freier relató que su padre “averiguó en la Iglesia, en la Nunciatura. La única respuesta fue que iban a rezar por la familia y por la persona en cuestión. También presentó pedidos al Ministerio del Interior, le dijeron: ‘Seguro que su hija está paseando por Europa’. Sé que mi papá también recorrió muchas comisarías. Cuando yo estuve en México hice una denuncia en la CADHU. Vi el nombre de Verónica en un listado de Amnesty (International), pero no sé quién hizo la denuncia”.
La verdad
“La exigencia de que nos digan la verdad es muy importante. Desaparecer a una persona, sin dejar rastros fue una práctica común en el siglo XX. El vacío que se va construyendo en la familia es paralizante. Uno vive con mucha culpa de por qué está vivo. Yo era muy amiga de mi hermana y era la mayor. Me costó muchísimo rehabilitarme, si es que uno se puede rehabilitar. No supimos que no la íbamos a ver más. Mi hermano más chico le guardó la ropa y sus cosas de arquitectura. Fue una tragedia, y, dado el miedo, uno fue armando un discurso falso. ‘A mí me gustaría ver la cara del asesino de mi hija’, me dijo mi padre”, narró la testigo.
“Al no tener una sepultura, esa falta da mucho poder a quienes lo hicieron y provoca un trauma a quienes los conocieron, porque no pueden procesar ese dolor, además de la injusticia. Someter a las familias a un olvido forzado, personas que si no tuvieran a sus familiares que los recordaran quedarían borrados. Pero nadie puede obligarnos a olvidar. Eso es lo importante: luchar contra el olvido y por la verdad”, reflexionó Freier.
“Dar testimonio es muy reparador, hablar públicamente es un hecho reparador porque durante muchos años no tenía palabras para hablar. Llegar hasta acá fue un camino muy arduo, me siento liberada de una carga enorme, me libero de la palabra ‘inconsecuencia’. Inscribo los nombres de mi hermana y de Sergio en la historia. Es terapéutico y sanador para los familiares escuchar qué pasó. Esto es luchar contra el olvido. Esto es una exorcización al miedo, poder decir que me siento consecuente con mis ideas”, describió Freier.
Militancia
María y Verónica eran parte del Movimiento Revolucionario 17 de Octubre (MR-17), cuyo referente era Gustavo Rearte. “Nosotros fuimos criados en un cristianismo social muy fuerte, con valores de justicia y austeridad muy importantes. De muy chicas, acompañamos a mi madre a las villas a enseñar, a compartir.
Yo fui catequista en una Iglesia del Tercer Mundo. Militar sólo fue un compromiso más importante ante la vida que llevábamos. Compartí la militancia con mi hermana hasta 1976. El Movimiento se une a uno de Salta y forma el Frente Revolucionario 17 de Octubre (FR-17), del cual nos fuimos en disidencia. Antes de desaparecer, mi hermana estaba en la Organización Comunista Poder Obrero. Yo le decía a mi hermana que corría peligro. Ella me dijo que estaba pensando en irse a Venezuela con Sergio. La militancia fue un compromiso que elegimos, queríamos ser revolucionarios, queríamos cambiar el mundo, crear situaciones diferentes. También pienso que fuimos un poco ingenuas. Éramos militantes muy de base, de barrio.
Discutíamos mucho con mis padres sobre el Peronismo. Eso quedó congelado en la dictadura, no se habló más de política ni de la desaparición”, contó Freier.
Sergio y Verónica
“A Sergio le decían ‘El Negro’, tenía 23 años, era egresado del Otto Krause, muy buen dibujante y compositor en la guitarra, cantaba muy bien. Un hombre muy dulce. Trabajaba en un Estudio de ingeniería, creo. Verónica, ‘Vicky’, tenía 22 años. Estudiaba Arquitectura y trabajaba en un estudio de publicidad. Era muy jocosa, muy alegre y muy divertida; muy sensible, muy buena, generosa. Todo esto que declaro es en homenaje a ella y en agradecimiento a ella. Los dos eran personas admirables. Era una pareja muy potente. No fue ingenua la desaparición de muchas personas”, dijo Freier.
María
María Freier vivía detrás del Colegio Militar. Un día llegó a su casa y no supieron “si la habían allanado o si entraron ladrones. Mis padres me hicieron ir a su casa, yo tenía un hijo pequeño. De esa época recuerdo una soledad infinita, pero tuve muy buenas amigas que me protegieron y me cuidaron. He soñado mucho con mi hermana”.
María trabaja hoy en el Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA). Para finalizar su testimonio leyó un poema de su autoría dedicado a su hermana Verónica.
El caso de María del Carmen Moyano de Poblete (nro. 268)
Estaba embarazada de varios meses, la apodaban “Pichona”. Fue secuestrada en abril de 1977 en la Provincia de Córdoba por personal de las Fuerzas de Seguridad, presumiblemente perteneciente al Tercer Cuerpo del Ejército. Inicialmente, fue llevada a La Perla, centro clandestino de detención, tortura y exterminio de Córdoba. Luego fue llevada a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida, agravadas por su embarazo.
María del Carmen estuvo encapuchada, con grilletes en los pies y tirada en una colchoneta en el suelo, hasta que fue alojada en la habitación de las embarazadas, que carecía de ventilación y luz natural, donde permaneció hasta sentir las primeras contracciones de parto. En junio de 1977 fue trasladada a la enfermería, situada en el Sótano del Casino de Oficiales de la ESMA, donde nació su hija en presencia de dos médicos del Hospital Naval de Buenos Aires: el Dr. Magnacco -ginecólogo- y el Dr. Martínez -dermatólogo-. Durante el parto, solicitó ser acompañada por su compañera Sara Solarz de Osatinsky, quien fue conducida engrillada al lugar.
Luego del parto, María del Carmen Moyano de Poblete fue vista en la ESMA por alrededor de ocho días más, precisamente dos días después de que Ana Rubel de Castro, compañera de cautiverio, diera a luz un varón. En ese momento, la víctima fue “trasladada” sin su hija, quien fue retirada de la ESMA por el Suboficial conocido como “Pedro Bolita” (Carlos Gaitán), algunas horas después del traslado de la madre. María del Carmen Moyano de Poblete aún sigue desaparecida.
El testimonio de Adriana Moyano, hermana de María del Carmen
“La detención la supe a través del testimonio de Sara Solarz de Osatinsky y Ana María Martí. Me contaron del nacimiento, en junio de 1977, de mi sobrina. Mi hermana fue detenida en mayo. Estuvo 8 días. Pedro Bolita (Carlos Gaitán) retiró los niños de mi hermana y de Ana María Rubel de Castro (202). A los ocho días de nacida mi sobrina, trasladan a María del Carmen y a Ana”, contó la testigo.
La Perla
María del Carmen estudiaba Bioquímica y estaba casada con Carlos Poblete, quien también está desaparecido. Ambos vivían en Mendoza. Adriana relató que “ellos estuvieron detenidos en La Perla (Córdoba), porque estaban intentando salir del país. Militaban en la Juventud Peronista. Un tal González la sube a una ambulancia y le dice que la van a llevar a Mendoza. A ellos lo torturaron en La Perla. Fui a averiguar al Ejército y se me reían en la cara. Uno creía en la Justicia y pasó esto tan terrible. Mi cuñado era de San Juan, lo trasladaron desde La Perla y no se supo más de él. No sabemos el día del secuestro, fue a principios de abril”.
La familia Moyano
“Nosotros teníamos una buena relación de hermandad. Ella era la más chica de las tres y por eso le decíamos ‘Pichona’. Esto nos destruyó a todos. Mi padre, que murió hace tres años, seguía esperando que apareciera mi sobrina”, narró Moyano.
“Lo lamento, no sólo por mi familia, sino por todo lo traumático que fue para el pueblo. Recién nos despertamos de una pesadilla y va a pasar mucho tiempo antes de solventar emocionalmente lo traumático que fue”, finalizó Moyano.
El caso de la hija de María del Carmen y Carlos es uno de los 789 incluidos en este juicio. La niña, quien hoy tiene 36 años de edad, sigue sin conocer su identidad y a su familia.
El caso de Alejandra Magdalena Renou (274)
Alejandra Magdalena Renou, profesora de inglés y estudiante de veterinaria, era apodada “La Gringa”. El 9 de mayo de 1977 fue privada ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, en Buenos Aires. Su familia perdió contacto con ella a partir de entonces. Alejandra fue llevada a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida y sigue desaparecida.
El testimonio de Otilia Magdalena Pezzolano
Otilia Pezzolano es la madre de Alejandra Renou. “Alejandra estaba en la casa de una familia cuya hija estaba detenida. Vivían en Avellaneda. No pude averiguar mucho. Sé que estuvo en Campo de Mayo. También la gente con la que se estaba quedando. Alejandra militaba en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), tenía 24 años, le decían ‘La Gringa’. Yo me enteré porque ella me llamaba todos los días, cuando dejó de llamarme averigüé y me dijeron que se la habían llevado las Fuerzas de Seguridad”, contó Pezzolano.
“Es tanto el horror que no se puede decir nada”, finalizó.
Los casos de Carlos Alberto Del Río (774) y Margarita Cuello Del Río (775)
El 5 de noviembre de 1976 fueron privados ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Fueron llevados a la ESMA. Fueron ejecutados y sus cuerpos fueron enterrados en el cementerio de Avellaneda.
El testimonio de Carlos Del Río, hijo de Carlos Alberto Margarita
En noviembre de 1976, “Fuerzas Conjuntas, Policía Federal Argentina y Policía de la Provincia de Buenos Aires intentan entrar en nuestra casa. Mis padres con los Mendé-Papaterra (Jorge Raúl Mende, caso 119). Mis padres le cubren la retaguardia para que ellos pudieran escapar. Mi hermana, a mí y a Martín (hijo de Jorge Mendé y María Leonor Papaterra) nos protegen en un placard con colchones. Mis padres intentan resistir el ataque, pero no pudieron hacer mucho. También había gente de civil. A mis padres los matan, a mi hermana, a Martín y a mí nos llevan a la comisaría. Después nos llevan a un hogar de niños. Mi familia se entera de esta situación porque habían copado toda la manzana de mi casa. Mi abuela va a la comisaría. Mi hermana, Daniela, y yo fuimos a vivir con mis abuelos, por suerte”, relató Del Río.
“Emprendí una búsqueda para encontrar a quienes mataron a mis padres y reconstruir su historia. Me llevó muchos años recuperar mi identidad, en base a la historia de mi familia. Después supe por los vecinos y por recortes periodísticos que vino un camión del Ejército y se llevaron todo lo que había en mi casa. Yo tenía 2, mi hermana, 4, y Martín 6. Sé que a Mende lo matan en la ESMA, por testimonios. Sé que a Leonor la matan en Mar del Plata, cuando iba a inscribir a su hijo al colegio”, contó. “También solicité el informe a la DIPPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires), donde figuraba la información que comenté. Después del asesinato de mi familia rodearon la manzana y entraron en las casas buscando heridos o gente que haya escapado. En el informe de la DIPPBA también figura la presencia de un tanque y los vecinos fueron los que hablaron de gente de civil”.
Carlos y Margarita
Carlos tenía 29 años, le decían “El Tío”. Margarita tenía 26 y la llamaban “Coca”. “Vengo de una familia peronista. Mis padres tempranamente militaban en la Juventud Peronista. Luego de persecuciones formaron parte de Montoneros. Mi madre trabajaba en una farmacia, allí conoció a mi padre. Mi papá trabajaba en una fábrica”, contó Del Río.
“Fue un abuso total y desmedido de la autoridad. En el acta de defunción, en una aparecen como NN, y luego hay una rectificatoria en la cual figuran con nombre y apellido”, dijo. Los cuerpos están en el cementerio de Avellaneda.
“Agradezco al Tribunal y a las querellas, a los que no tengo nada que agradecerles es a los genocidas. Nos negaron tener la posibilidad de criarnos con los valores de las familias peronistas, como sociedad nos negaron la posibilidad. A mí me costó mucho transmutar de víctima a protagonista de este asesinato, me costó asumir mi identidad, revertir la vergüenza de la catalogación de la sociedad como hijo de desaparecidos y reconstruirnos como hijos de revolucionarios. Agradezco la posibilidad que nos dio Néstor (Kirchner) de visibilizarnos, de recuperar los valores. Quiero pedir por nuestros hermanos que viven con una identidad cambiada, los 30.000 que no podemos llorarlos porque no sabemos dónde están”, finalizó Del Río.
Los casos de Álvaro Héctor Cárdenas Rivarola (777), Daniel Bernardo Micucci (782), Viviana Ercilla Micucci (783) y Eduardo Jorge Murillo (784)
Álvaro Cárdenas, militante de la JUP en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, el 9 de noviembre de 1976 a las 2:00 horas en Av. Lugones 3465, en el barrio de Villa Urquiza, en la Ciudad de Buenos Aires, en el marco de un importante operativo realizado por las Fuerzas conjuntas. Los integrantes estaban armados y con chalecos antibalas. Detonaron la puerta del domicilio con explosivos, y tras ingresar y revolver lo que había allí, se lo llevaron esposado.
Dos días después, a la 1:30 horas, Eduardo Murillo, militante de la JUP en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA apodado “Foca”, fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, en el domicilio familiar ubicado en la calle Lambaré 116, Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, en el marco de un importante operativo. Los integrantes portaban metralletas e itakas y detonaron la puerta del domicilio con explosivos. Murillo fue retirado esposado y encapuchado por una gran cantidad de hombres armados que utilizaban autos Ford Falcon blancos.
El mismo día, a las 4:30 horas, Viviana Ercilia Micucci, alias “Tatiana”, también fue secuestrada, en su domicilio sito en Diagonal Salta 982, Martínez, San Isidro, Provincia de Buenos Aires. En el operativo participaron entre ocho y diez personas, con armas largas, algunos con chalecos antibalas, vestidas de civil aunque algunos tenían borceguíes y pantalón militar de fajina.
Al abandonar el domicilio de la familia Micucci, los integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2 se dirigieron al lugar de trabajo de Daniel Bernardo Micucci, ex delegado ante el Consejo Académico de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, apodado “el Flaco”, en Anilinas Argentinas S.A., en Pilar, Provincia de Buenos Aires, donde fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley
Todos fueron llevados a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio, bajo condiciones inhumanas de vida y continúan desaparecidos.
El testimonio de Paulina Radunsky, compañera de Daniel
La testigo reconstruyó lo que sucedió con su compañero Daniel Micucci, su hermana Viviana y otros compañeros de militancia, una vez que dejó la ciudad de Buenos Aires y el país: “éramos como 70 militantes y siguieron secuestrando gente”, dijo.
El 11 de noviembre de 1976 “habían llegado a la casa (de los Micucci) entre ocho y diez personas vestidas de fajina, les indicaron que salieran. Se llevaron a Vivi, que trabajaba en el Hospital Posadas. Hilda y José, los padres, se fueron a la fábrica donde trabajaba Daniel, Anilinas Argentinas. Les dijeron que Daniel estaba detenido, que no se preocuparan. De ahí se los llevan a ellos dos y a Daniel. Los padres estuvieron secuestrados dos días, pero no saben dónde… escuchaban ruido de aviones. La misma gente que estuvo en su casa estaba en la fábrica secuestrando a Daniel. El auto de él tampoco apareció”, contó la testigo.
Daniel tenía 22 años y militaba con Radunsky en la Facultad de Ciencias Exactas, en la Juventud Universitaria Peronista: “En marzo de 1976 habían secuestrado a Enrique Tapia (caso 24), referente nuestro, una persona muy querida”, recordó Paulina.
La búsqueda
“A Viviana le dieron un papelito de un organismo militar que no existía, Hilda y José lo buscaron. También fueron a verlo a (Monseñor) Grasselli, hicieron solicitadas en los diarios, escribieron a Pío Laghi”, relató Radunsky. José Micucci era Prefecto retirado. Una vez liberado, se acerca para preguntar por sus hijos, pero no tuvo respuesta. “Además hicieron gestiones internacionales. Creo que hay una biblioteca de la OPS que lleva su nombre. Viviana tenía 25 años”. También contó que ella llamó varias veces al supervisor de la fábrica donde trabajaba Daniel, pero que le decía que no sabía nada de él.
Álvaro Cárdenas y Eduardo Murillo
“A Álvaro le decían ‘El Tarta’; a Eduardo ‘El Foca’. Con Eduardo habíamos estado de vacaciones, con él y su compañera. El 9 de noviembre habían ido a la casa de Álvaro, a eso de la 1, pusieron una bomba en la puerta y entraron 10 personas con metralletas, la misma modalidad que con Eduardo. Rodrigo, el hermano de Álvaro, se acuerda de todo de esa noche. En la casa de Eduardo quisieron llevarse al papá, la mamá le avisa a Foca, se levanta, sale y se lo llevan. El padre queda”, describió Radunsky.
“La mamá de Eduardo, Marta, fue a verlo a Grasselli. Ella estaba en silla de ruedas. Durante seis meses, fue todas las semanas. Él le dio un número de teléfono y le dijo que lo llamara los viernes. Un día le dijo que no llamara más, porque ya no tenía información. Ella me contó que había una lista donde había una cruz o una raya. La cruz significaba que estaban muertos”, narró.
El caso de Irene Laura Torrents Bermann (130)
Irene Laura Torrents Bermann, apodada “la Turca”, militante en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, fue capturada el 13 de noviembre de 1976, en horas de la tarde, mientras conducía un automóvil en las cercanías de su domicilio de la calle Rodríguez Peña 541 de Capital Federal. El grupo operativo que la secuestró -perteneciente al Grupo de Tareas 3.3.2- estaba integrado por aproximadamente quince personas armadas, vestidas de civil, con armas cortas y largas, y chalecos antibalas. Actuaron con tres automóviles Ford Falcon sin patente y un camión con la inscripción “transporte de sustancias alimenticias”.
Luego de ser secuestrada, sus captores la obligaron a llevarlos a su domicilio particular de la calle Rodríguez Peña 541, 5º piso, departamento I. Allí fue sometida a tormentos -junto con dos mujeres que eran personal de servicio, llamadas Manuela de Jesús Vera y Juana Guillermo Vera-, introduciéndole las armas en la vagina para que revelara el paradero de su esposo.
Posteriormente, aproximadamente a las 21:00 horas, el mismo grupo continuó el operativo y llevó a la víctima al domicilio de su padre -junto con las dos empleadas y el novio de una de ellas llamado José Grasso- en la calle Cangallo 1671, piso 13, departamento “A” de Capital Federal. Allí también irrumpieron y realizaron un allanamiento. En el domicilio estaba la hermana de la víctima, Norah Beatriz Torrents, -junto a su novio Damián Alfredo Soto Bueno y su tía Carmen Sala-, quien pudo presenciar cómo los captores se presentaron con su hermana Irene, y se la llevaron junto a Alfredo Soto Bueno en dos automóviles, uno de ellos marca Ford Falcon, luego de darles fuertes golpes a ambos. Irene fue nuevamente torturada en presencia de su hermana menor.
Irene Laura Torrents Bermann y Alfredo Soto Bueno fueron llevados a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida.
El vehículo que conducía la víctima cuando fue apresada, propiedad de su madre, marca Ford modelo Falcon 1974, color gris, patente número C-380237 fue apropiado por sus captores. Al poco tiempo de ser llevada a la ESMA fue “trasladada” al centro clandestino de detención “El Atlético”. Irene Laura Torrents Bermann y Alfredo Soto Bueno continúan desaparecidos.
El caso de Luciano Damián Alfredo Soto Bueno (788)
Luego de secuestrar a Irene Laura Torrents Bermann, el 13 de noviembre de 1976, aproximadamente a las 21:00 horas, el grupo operativo -perteneciente al Grupo de Tareas 3.3.2- integrado por aproximadamente quince personas armadas, vestidas de civil, con armas cortas y largas, y chalecos antibalas, quienes actuaron valiéndose de tres automóviles Ford Falcon sin patente y un camión con la inscripción “transporte de sustancias alimenticias”, llevó a la víctima al domicilio de su padre en la calle Cangallo 1671, piso 13, departamento “A” de la Ciudad de Buenos Aires. Allí también irrumpieron y realizaron un allanamiento. En el inmueble estaba la hermana de la víctima, Norah Beatriz Torrents, su novio Damián Alfredo Soto Bueno -militante del Partido Comunista apodado “Oso” y “Gordo”- y su tía Carmen Sala, quien pudo presenciar cómo los captores se presentaron con su hermana Irene y privaron ilegítimamente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, a Alfredo Soto Bueno, luego de propinarle fuertes golpes a ambos.
Alfredo Soto Bueno fue llevado a la ESMA y sigue desaparecido.
Irene y Damián
Radunsky contó que el 12 de noviembre se enteró “de los secuestros de Dani, Vivi, Eduardo y Álvaro. El 13 de noviembre yo estaba en lo de Irene. Ella tenía que salir a encontrarse con otro compañero, Juancho ‘El Sombra’ (José Rafael Jasminoy, caso 781) y me quedo con su bebé de 8 meses. Tarda en volver y me voy a la casa de su padre, Arnaldo. Irene llama ahí, yo estaba con su hermana, Nora, el bebé y el novio de Nora, Damián Soto Bueno. Irene dice que se le había roto el auto, pero ya estaba secuestrada. Los secuestradores ya habían pasado por la casa de la mamá, habían torturado a las personas que trabajaban en esa casa. Quedamos en encontrarnos a las nueve en la puerta. Estábamos con Damián, quien me dice:
‘Vamos, estos tipos no me gustan nada’. Me lleva al departamento de una vecina, Griselda. Estábamos encerrados en un baño, el bebé y yo. Mientras, entran a la casa del padre con Irene y Damián y el grupo le pregunta por mí y por el bebé. Le dicen que se los van a llevar a Coordinación Federal. Nora después me contó que se queda paralizada, que quería abrazarlos, pero no pudo hacer nada. A Griselda la llevaron a la puerta, le mostraron un camión en el que estaba Irene. Griselda después me dice que teníamos que separarnos el bebé y yo porque nos estaban buscando. Le dejé el bebé y me fui”.
“A Damián se lo llevaron, no tengo más referencias, no se supo dónde. Irene estuvo en la ESMA, hay gente que la vio. Graciela García Romero, ‘La Negrita’ dijo que la vio”, aseguró la testigo.
El exilio
Paulina Radunsky se fue a Mar del Plata, donde estaban sus padres. Luego logró salir del país y recién regresó en 1985. A partir de ese momento, tuvo varios encuentros con Hilda, la madre de Daniel y Viviana, lo que le permitió armar lo que había pasado.
Para finalizar su testimonio, ella quiso “nombrar a los compañeros muy queridos que también pasaron por la ESMA: Daniel Rus (855), desaparecido en 1977, era paciente de mi papá, que era pediatra, así que lo conocíamos de chico, trabajaba en la Comisión Nacional de Energía Atómica y a Ana María Sonder (879) y Claudio Lewi (877)”.
Próxima audiencia
El juicio continuará el jueves 17 de octubre desde las 9:30 horas con más declaraciones testimoniales.
Fuente:EspacioMemoriayDDHHexEsma
A él le decían “El Negro". El 11 de junio de 1978, en horas de la noche, fueron capturados en su domicilio de la calle Barcena 1580, planta baja, en la localidad de El Palomar, Provincia de Buenos Aires.
El departamento fue saqueado, habiéndolos desapoderado de prendas de vestir y de algunos electrodomésticos, tales como un combinado, un televisor, una máquina fotográfica, una pequeña calculadora perteneciente a Kacs, una lámpara de pie que la pareja había llevado de la casa de la familia Freier, entre otros bienes, como así también pudo advertirse que se había intentado saquear la base del tablero de dibujo.
Verónica y Sergio fueron llevados a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida. Entre el 24 de septiembre y el 1º de octubre habrían sido “trasladados” y siguen desaparecidos.
El testimonio de María Freier, hermana de Verónica
María contó durante la audiencia que en 1978 su hermana vivía con su compañero Sergio. “El 11 de junio, domingo, hicimos un asado en la casa de mis padres, en El Palomar. Nosotros éramos ocho hermanos. Días antes, mi madre recibió varios llamados de Caty (Hilda Yolanda Cardozo), en los que decía que le quería dejar unos libros antes de viajar a Brasil. Yo la conocía de la militancia, la tuve en mi casa un tiempo. Le advertí a mi hermana que era un llamado raro y peligroso. Después nos enteramos de que Caty estaba detenida desde hacía casi un mes. El 14 de junio entro en la casa de mis padres y uno de mis hermanos me dice que mi hermana había desaparecido. Tanto a la casa de mis padres como a la de los padres de Sergio había llegado un telegrama intimándolos a volver a trabajar (no habían ido ni lunes, ni martes, ni miércoles).
Los padres de Sergio y los míos fueron a la casa y estaba todo revuelto, y se habían robado muchas cosas: la televisión, el equipo de música, cassettes, pero los vecinos dijeron que no habían visto nada. Mi padre pregunta a nuestros vecinos y uno que era militar había visto dos Falcon estacionados, él se fue a presentar como militar y le dijeron que estaban esperando a alguien. Mi madre le había dicho a Caty que Verónica venía los fines de semana. Suponemos que la siguieron desde la casa de mis padres”, contó Freier.
“Después tuvimos muchos llamados en los que pasaban música y cortaban. En diagonal a la casa de mis padres hubo muchos años una camioneta estacionada. Mi padre preguntó a otros vecinos militares, pero sólo le preguntaban por mí y le aconsejaban que me cuidara”, agregó.
“Una persona digna, alegre y solidaria”
“Amalia María Larralde había declarado en CONADEP que había estado detenida con una Verónica, que resultó ser mi hermana. Ella nos puso en contacto con Adriana Marcus, quien compartió con Verónica la celda en la ESMA. Nos contó que Verónica hacía unas esculturitas con migas de pan y ceniza, y se las regalaba a los otros detenidos y a los guardias para que les dieran cigarrillos. Verónica tenía la certeza de que la iban a matar. Adriana la vio como una persona alegre, digna y solidaria. La vio entre agosto y septiembre. Sergio cumplía en septiembre y nos dijo que se lo ‘festejaron’. En octubre fueron trasladados, le dijeron que los iban a trasladar a una granja para su ‘recuperación’”, relató.
La búsqueda
Los Freier y los Kacs presentaron varios hábeas corpus, e incluso iniciaron un juicio conjunto en los primeros años de la democracia. Además, María Freier relató que su padre “averiguó en la Iglesia, en la Nunciatura. La única respuesta fue que iban a rezar por la familia y por la persona en cuestión. También presentó pedidos al Ministerio del Interior, le dijeron: ‘Seguro que su hija está paseando por Europa’. Sé que mi papá también recorrió muchas comisarías. Cuando yo estuve en México hice una denuncia en la CADHU. Vi el nombre de Verónica en un listado de Amnesty (International), pero no sé quién hizo la denuncia”.
La verdad
“La exigencia de que nos digan la verdad es muy importante. Desaparecer a una persona, sin dejar rastros fue una práctica común en el siglo XX. El vacío que se va construyendo en la familia es paralizante. Uno vive con mucha culpa de por qué está vivo. Yo era muy amiga de mi hermana y era la mayor. Me costó muchísimo rehabilitarme, si es que uno se puede rehabilitar. No supimos que no la íbamos a ver más. Mi hermano más chico le guardó la ropa y sus cosas de arquitectura. Fue una tragedia, y, dado el miedo, uno fue armando un discurso falso. ‘A mí me gustaría ver la cara del asesino de mi hija’, me dijo mi padre”, narró la testigo.
“Al no tener una sepultura, esa falta da mucho poder a quienes lo hicieron y provoca un trauma a quienes los conocieron, porque no pueden procesar ese dolor, además de la injusticia. Someter a las familias a un olvido forzado, personas que si no tuvieran a sus familiares que los recordaran quedarían borrados. Pero nadie puede obligarnos a olvidar. Eso es lo importante: luchar contra el olvido y por la verdad”, reflexionó Freier.
“Dar testimonio es muy reparador, hablar públicamente es un hecho reparador porque durante muchos años no tenía palabras para hablar. Llegar hasta acá fue un camino muy arduo, me siento liberada de una carga enorme, me libero de la palabra ‘inconsecuencia’. Inscribo los nombres de mi hermana y de Sergio en la historia. Es terapéutico y sanador para los familiares escuchar qué pasó. Esto es luchar contra el olvido. Esto es una exorcización al miedo, poder decir que me siento consecuente con mis ideas”, describió Freier.
Militancia
María y Verónica eran parte del Movimiento Revolucionario 17 de Octubre (MR-17), cuyo referente era Gustavo Rearte. “Nosotros fuimos criados en un cristianismo social muy fuerte, con valores de justicia y austeridad muy importantes. De muy chicas, acompañamos a mi madre a las villas a enseñar, a compartir.
Yo fui catequista en una Iglesia del Tercer Mundo. Militar sólo fue un compromiso más importante ante la vida que llevábamos. Compartí la militancia con mi hermana hasta 1976. El Movimiento se une a uno de Salta y forma el Frente Revolucionario 17 de Octubre (FR-17), del cual nos fuimos en disidencia. Antes de desaparecer, mi hermana estaba en la Organización Comunista Poder Obrero. Yo le decía a mi hermana que corría peligro. Ella me dijo que estaba pensando en irse a Venezuela con Sergio. La militancia fue un compromiso que elegimos, queríamos ser revolucionarios, queríamos cambiar el mundo, crear situaciones diferentes. También pienso que fuimos un poco ingenuas. Éramos militantes muy de base, de barrio.
Discutíamos mucho con mis padres sobre el Peronismo. Eso quedó congelado en la dictadura, no se habló más de política ni de la desaparición”, contó Freier.
Sergio y Verónica
“A Sergio le decían ‘El Negro’, tenía 23 años, era egresado del Otto Krause, muy buen dibujante y compositor en la guitarra, cantaba muy bien. Un hombre muy dulce. Trabajaba en un Estudio de ingeniería, creo. Verónica, ‘Vicky’, tenía 22 años. Estudiaba Arquitectura y trabajaba en un estudio de publicidad. Era muy jocosa, muy alegre y muy divertida; muy sensible, muy buena, generosa. Todo esto que declaro es en homenaje a ella y en agradecimiento a ella. Los dos eran personas admirables. Era una pareja muy potente. No fue ingenua la desaparición de muchas personas”, dijo Freier.
María
María Freier vivía detrás del Colegio Militar. Un día llegó a su casa y no supieron “si la habían allanado o si entraron ladrones. Mis padres me hicieron ir a su casa, yo tenía un hijo pequeño. De esa época recuerdo una soledad infinita, pero tuve muy buenas amigas que me protegieron y me cuidaron. He soñado mucho con mi hermana”.
María trabaja hoy en el Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA). Para finalizar su testimonio leyó un poema de su autoría dedicado a su hermana Verónica.
El caso de María del Carmen Moyano de Poblete (nro. 268)
Estaba embarazada de varios meses, la apodaban “Pichona”. Fue secuestrada en abril de 1977 en la Provincia de Córdoba por personal de las Fuerzas de Seguridad, presumiblemente perteneciente al Tercer Cuerpo del Ejército. Inicialmente, fue llevada a La Perla, centro clandestino de detención, tortura y exterminio de Córdoba. Luego fue llevada a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida, agravadas por su embarazo.
María del Carmen estuvo encapuchada, con grilletes en los pies y tirada en una colchoneta en el suelo, hasta que fue alojada en la habitación de las embarazadas, que carecía de ventilación y luz natural, donde permaneció hasta sentir las primeras contracciones de parto. En junio de 1977 fue trasladada a la enfermería, situada en el Sótano del Casino de Oficiales de la ESMA, donde nació su hija en presencia de dos médicos del Hospital Naval de Buenos Aires: el Dr. Magnacco -ginecólogo- y el Dr. Martínez -dermatólogo-. Durante el parto, solicitó ser acompañada por su compañera Sara Solarz de Osatinsky, quien fue conducida engrillada al lugar.
Luego del parto, María del Carmen Moyano de Poblete fue vista en la ESMA por alrededor de ocho días más, precisamente dos días después de que Ana Rubel de Castro, compañera de cautiverio, diera a luz un varón. En ese momento, la víctima fue “trasladada” sin su hija, quien fue retirada de la ESMA por el Suboficial conocido como “Pedro Bolita” (Carlos Gaitán), algunas horas después del traslado de la madre. María del Carmen Moyano de Poblete aún sigue desaparecida.
El testimonio de Adriana Moyano, hermana de María del Carmen
“La detención la supe a través del testimonio de Sara Solarz de Osatinsky y Ana María Martí. Me contaron del nacimiento, en junio de 1977, de mi sobrina. Mi hermana fue detenida en mayo. Estuvo 8 días. Pedro Bolita (Carlos Gaitán) retiró los niños de mi hermana y de Ana María Rubel de Castro (202). A los ocho días de nacida mi sobrina, trasladan a María del Carmen y a Ana”, contó la testigo.
La Perla
María del Carmen estudiaba Bioquímica y estaba casada con Carlos Poblete, quien también está desaparecido. Ambos vivían en Mendoza. Adriana relató que “ellos estuvieron detenidos en La Perla (Córdoba), porque estaban intentando salir del país. Militaban en la Juventud Peronista. Un tal González la sube a una ambulancia y le dice que la van a llevar a Mendoza. A ellos lo torturaron en La Perla. Fui a averiguar al Ejército y se me reían en la cara. Uno creía en la Justicia y pasó esto tan terrible. Mi cuñado era de San Juan, lo trasladaron desde La Perla y no se supo más de él. No sabemos el día del secuestro, fue a principios de abril”.
La familia Moyano
“Nosotros teníamos una buena relación de hermandad. Ella era la más chica de las tres y por eso le decíamos ‘Pichona’. Esto nos destruyó a todos. Mi padre, que murió hace tres años, seguía esperando que apareciera mi sobrina”, narró Moyano.
“Lo lamento, no sólo por mi familia, sino por todo lo traumático que fue para el pueblo. Recién nos despertamos de una pesadilla y va a pasar mucho tiempo antes de solventar emocionalmente lo traumático que fue”, finalizó Moyano.
El caso de la hija de María del Carmen y Carlos es uno de los 789 incluidos en este juicio. La niña, quien hoy tiene 36 años de edad, sigue sin conocer su identidad y a su familia.
El caso de Alejandra Magdalena Renou (274)
Alejandra Magdalena Renou, profesora de inglés y estudiante de veterinaria, era apodada “La Gringa”. El 9 de mayo de 1977 fue privada ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, en Buenos Aires. Su familia perdió contacto con ella a partir de entonces. Alejandra fue llevada a la ESMA, donde permaneció en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida y sigue desaparecida.
El testimonio de Otilia Magdalena Pezzolano
Otilia Pezzolano es la madre de Alejandra Renou. “Alejandra estaba en la casa de una familia cuya hija estaba detenida. Vivían en Avellaneda. No pude averiguar mucho. Sé que estuvo en Campo de Mayo. También la gente con la que se estaba quedando. Alejandra militaba en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), tenía 24 años, le decían ‘La Gringa’. Yo me enteré porque ella me llamaba todos los días, cuando dejó de llamarme averigüé y me dijeron que se la habían llevado las Fuerzas de Seguridad”, contó Pezzolano.
“Es tanto el horror que no se puede decir nada”, finalizó.
Los casos de Carlos Alberto Del Río (774) y Margarita Cuello Del Río (775)
El 5 de noviembre de 1976 fueron privados ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Fueron llevados a la ESMA. Fueron ejecutados y sus cuerpos fueron enterrados en el cementerio de Avellaneda.
El testimonio de Carlos Del Río, hijo de Carlos Alberto Margarita
En noviembre de 1976, “Fuerzas Conjuntas, Policía Federal Argentina y Policía de la Provincia de Buenos Aires intentan entrar en nuestra casa. Mis padres con los Mendé-Papaterra (Jorge Raúl Mende, caso 119). Mis padres le cubren la retaguardia para que ellos pudieran escapar. Mi hermana, a mí y a Martín (hijo de Jorge Mendé y María Leonor Papaterra) nos protegen en un placard con colchones. Mis padres intentan resistir el ataque, pero no pudieron hacer mucho. También había gente de civil. A mis padres los matan, a mi hermana, a Martín y a mí nos llevan a la comisaría. Después nos llevan a un hogar de niños. Mi familia se entera de esta situación porque habían copado toda la manzana de mi casa. Mi abuela va a la comisaría. Mi hermana, Daniela, y yo fuimos a vivir con mis abuelos, por suerte”, relató Del Río.
“Emprendí una búsqueda para encontrar a quienes mataron a mis padres y reconstruir su historia. Me llevó muchos años recuperar mi identidad, en base a la historia de mi familia. Después supe por los vecinos y por recortes periodísticos que vino un camión del Ejército y se llevaron todo lo que había en mi casa. Yo tenía 2, mi hermana, 4, y Martín 6. Sé que a Mende lo matan en la ESMA, por testimonios. Sé que a Leonor la matan en Mar del Plata, cuando iba a inscribir a su hijo al colegio”, contó. “También solicité el informe a la DIPPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires), donde figuraba la información que comenté. Después del asesinato de mi familia rodearon la manzana y entraron en las casas buscando heridos o gente que haya escapado. En el informe de la DIPPBA también figura la presencia de un tanque y los vecinos fueron los que hablaron de gente de civil”.
Carlos y Margarita
Carlos tenía 29 años, le decían “El Tío”. Margarita tenía 26 y la llamaban “Coca”. “Vengo de una familia peronista. Mis padres tempranamente militaban en la Juventud Peronista. Luego de persecuciones formaron parte de Montoneros. Mi madre trabajaba en una farmacia, allí conoció a mi padre. Mi papá trabajaba en una fábrica”, contó Del Río.
“Fue un abuso total y desmedido de la autoridad. En el acta de defunción, en una aparecen como NN, y luego hay una rectificatoria en la cual figuran con nombre y apellido”, dijo. Los cuerpos están en el cementerio de Avellaneda.
“Agradezco al Tribunal y a las querellas, a los que no tengo nada que agradecerles es a los genocidas. Nos negaron tener la posibilidad de criarnos con los valores de las familias peronistas, como sociedad nos negaron la posibilidad. A mí me costó mucho transmutar de víctima a protagonista de este asesinato, me costó asumir mi identidad, revertir la vergüenza de la catalogación de la sociedad como hijo de desaparecidos y reconstruirnos como hijos de revolucionarios. Agradezco la posibilidad que nos dio Néstor (Kirchner) de visibilizarnos, de recuperar los valores. Quiero pedir por nuestros hermanos que viven con una identidad cambiada, los 30.000 que no podemos llorarlos porque no sabemos dónde están”, finalizó Del Río.
Los casos de Álvaro Héctor Cárdenas Rivarola (777), Daniel Bernardo Micucci (782), Viviana Ercilla Micucci (783) y Eduardo Jorge Murillo (784)
Álvaro Cárdenas, militante de la JUP en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, el 9 de noviembre de 1976 a las 2:00 horas en Av. Lugones 3465, en el barrio de Villa Urquiza, en la Ciudad de Buenos Aires, en el marco de un importante operativo realizado por las Fuerzas conjuntas. Los integrantes estaban armados y con chalecos antibalas. Detonaron la puerta del domicilio con explosivos, y tras ingresar y revolver lo que había allí, se lo llevaron esposado.
Dos días después, a la 1:30 horas, Eduardo Murillo, militante de la JUP en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA apodado “Foca”, fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, en el domicilio familiar ubicado en la calle Lambaré 116, Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, en el marco de un importante operativo. Los integrantes portaban metralletas e itakas y detonaron la puerta del domicilio con explosivos. Murillo fue retirado esposado y encapuchado por una gran cantidad de hombres armados que utilizaban autos Ford Falcon blancos.
El mismo día, a las 4:30 horas, Viviana Ercilia Micucci, alias “Tatiana”, también fue secuestrada, en su domicilio sito en Diagonal Salta 982, Martínez, San Isidro, Provincia de Buenos Aires. En el operativo participaron entre ocho y diez personas, con armas largas, algunos con chalecos antibalas, vestidas de civil aunque algunos tenían borceguíes y pantalón militar de fajina.
Al abandonar el domicilio de la familia Micucci, los integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2 se dirigieron al lugar de trabajo de Daniel Bernardo Micucci, ex delegado ante el Consejo Académico de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, apodado “el Flaco”, en Anilinas Argentinas S.A., en Pilar, Provincia de Buenos Aires, donde fue privado ilegalmente de su libertad, con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley
Todos fueron llevados a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio, bajo condiciones inhumanas de vida y continúan desaparecidos.
El testimonio de Paulina Radunsky, compañera de Daniel
La testigo reconstruyó lo que sucedió con su compañero Daniel Micucci, su hermana Viviana y otros compañeros de militancia, una vez que dejó la ciudad de Buenos Aires y el país: “éramos como 70 militantes y siguieron secuestrando gente”, dijo.
El 11 de noviembre de 1976 “habían llegado a la casa (de los Micucci) entre ocho y diez personas vestidas de fajina, les indicaron que salieran. Se llevaron a Vivi, que trabajaba en el Hospital Posadas. Hilda y José, los padres, se fueron a la fábrica donde trabajaba Daniel, Anilinas Argentinas. Les dijeron que Daniel estaba detenido, que no se preocuparan. De ahí se los llevan a ellos dos y a Daniel. Los padres estuvieron secuestrados dos días, pero no saben dónde… escuchaban ruido de aviones. La misma gente que estuvo en su casa estaba en la fábrica secuestrando a Daniel. El auto de él tampoco apareció”, contó la testigo.
Daniel tenía 22 años y militaba con Radunsky en la Facultad de Ciencias Exactas, en la Juventud Universitaria Peronista: “En marzo de 1976 habían secuestrado a Enrique Tapia (caso 24), referente nuestro, una persona muy querida”, recordó Paulina.
La búsqueda
“A Viviana le dieron un papelito de un organismo militar que no existía, Hilda y José lo buscaron. También fueron a verlo a (Monseñor) Grasselli, hicieron solicitadas en los diarios, escribieron a Pío Laghi”, relató Radunsky. José Micucci era Prefecto retirado. Una vez liberado, se acerca para preguntar por sus hijos, pero no tuvo respuesta. “Además hicieron gestiones internacionales. Creo que hay una biblioteca de la OPS que lleva su nombre. Viviana tenía 25 años”. También contó que ella llamó varias veces al supervisor de la fábrica donde trabajaba Daniel, pero que le decía que no sabía nada de él.
Álvaro Cárdenas y Eduardo Murillo
“A Álvaro le decían ‘El Tarta’; a Eduardo ‘El Foca’. Con Eduardo habíamos estado de vacaciones, con él y su compañera. El 9 de noviembre habían ido a la casa de Álvaro, a eso de la 1, pusieron una bomba en la puerta y entraron 10 personas con metralletas, la misma modalidad que con Eduardo. Rodrigo, el hermano de Álvaro, se acuerda de todo de esa noche. En la casa de Eduardo quisieron llevarse al papá, la mamá le avisa a Foca, se levanta, sale y se lo llevan. El padre queda”, describió Radunsky.
“La mamá de Eduardo, Marta, fue a verlo a Grasselli. Ella estaba en silla de ruedas. Durante seis meses, fue todas las semanas. Él le dio un número de teléfono y le dijo que lo llamara los viernes. Un día le dijo que no llamara más, porque ya no tenía información. Ella me contó que había una lista donde había una cruz o una raya. La cruz significaba que estaban muertos”, narró.
El caso de Irene Laura Torrents Bermann (130)
Irene Laura Torrents Bermann, apodada “la Turca”, militante en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, fue capturada el 13 de noviembre de 1976, en horas de la tarde, mientras conducía un automóvil en las cercanías de su domicilio de la calle Rodríguez Peña 541 de Capital Federal. El grupo operativo que la secuestró -perteneciente al Grupo de Tareas 3.3.2- estaba integrado por aproximadamente quince personas armadas, vestidas de civil, con armas cortas y largas, y chalecos antibalas. Actuaron con tres automóviles Ford Falcon sin patente y un camión con la inscripción “transporte de sustancias alimenticias”.
Luego de ser secuestrada, sus captores la obligaron a llevarlos a su domicilio particular de la calle Rodríguez Peña 541, 5º piso, departamento I. Allí fue sometida a tormentos -junto con dos mujeres que eran personal de servicio, llamadas Manuela de Jesús Vera y Juana Guillermo Vera-, introduciéndole las armas en la vagina para que revelara el paradero de su esposo.
Posteriormente, aproximadamente a las 21:00 horas, el mismo grupo continuó el operativo y llevó a la víctima al domicilio de su padre -junto con las dos empleadas y el novio de una de ellas llamado José Grasso- en la calle Cangallo 1671, piso 13, departamento “A” de Capital Federal. Allí también irrumpieron y realizaron un allanamiento. En el domicilio estaba la hermana de la víctima, Norah Beatriz Torrents, -junto a su novio Damián Alfredo Soto Bueno y su tía Carmen Sala-, quien pudo presenciar cómo los captores se presentaron con su hermana Irene, y se la llevaron junto a Alfredo Soto Bueno en dos automóviles, uno de ellos marca Ford Falcon, luego de darles fuertes golpes a ambos. Irene fue nuevamente torturada en presencia de su hermana menor.
Irene Laura Torrents Bermann y Alfredo Soto Bueno fueron llevados a la ESMA, donde permanecieron en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida.
El vehículo que conducía la víctima cuando fue apresada, propiedad de su madre, marca Ford modelo Falcon 1974, color gris, patente número C-380237 fue apropiado por sus captores. Al poco tiempo de ser llevada a la ESMA fue “trasladada” al centro clandestino de detención “El Atlético”. Irene Laura Torrents Bermann y Alfredo Soto Bueno continúan desaparecidos.
El caso de Luciano Damián Alfredo Soto Bueno (788)
Luego de secuestrar a Irene Laura Torrents Bermann, el 13 de noviembre de 1976, aproximadamente a las 21:00 horas, el grupo operativo -perteneciente al Grupo de Tareas 3.3.2- integrado por aproximadamente quince personas armadas, vestidas de civil, con armas cortas y largas, y chalecos antibalas, quienes actuaron valiéndose de tres automóviles Ford Falcon sin patente y un camión con la inscripción “transporte de sustancias alimenticias”, llevó a la víctima al domicilio de su padre en la calle Cangallo 1671, piso 13, departamento “A” de la Ciudad de Buenos Aires. Allí también irrumpieron y realizaron un allanamiento. En el inmueble estaba la hermana de la víctima, Norah Beatriz Torrents, su novio Damián Alfredo Soto Bueno -militante del Partido Comunista apodado “Oso” y “Gordo”- y su tía Carmen Sala, quien pudo presenciar cómo los captores se presentaron con su hermana Irene y privaron ilegítimamente de su libertad con violencia, abuso de funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, a Alfredo Soto Bueno, luego de propinarle fuertes golpes a ambos.
Alfredo Soto Bueno fue llevado a la ESMA y sigue desaparecido.
Irene y Damián
Radunsky contó que el 12 de noviembre se enteró “de los secuestros de Dani, Vivi, Eduardo y Álvaro. El 13 de noviembre yo estaba en lo de Irene. Ella tenía que salir a encontrarse con otro compañero, Juancho ‘El Sombra’ (José Rafael Jasminoy, caso 781) y me quedo con su bebé de 8 meses. Tarda en volver y me voy a la casa de su padre, Arnaldo. Irene llama ahí, yo estaba con su hermana, Nora, el bebé y el novio de Nora, Damián Soto Bueno. Irene dice que se le había roto el auto, pero ya estaba secuestrada. Los secuestradores ya habían pasado por la casa de la mamá, habían torturado a las personas que trabajaban en esa casa. Quedamos en encontrarnos a las nueve en la puerta. Estábamos con Damián, quien me dice:
‘Vamos, estos tipos no me gustan nada’. Me lleva al departamento de una vecina, Griselda. Estábamos encerrados en un baño, el bebé y yo. Mientras, entran a la casa del padre con Irene y Damián y el grupo le pregunta por mí y por el bebé. Le dicen que se los van a llevar a Coordinación Federal. Nora después me contó que se queda paralizada, que quería abrazarlos, pero no pudo hacer nada. A Griselda la llevaron a la puerta, le mostraron un camión en el que estaba Irene. Griselda después me dice que teníamos que separarnos el bebé y yo porque nos estaban buscando. Le dejé el bebé y me fui”.
“A Damián se lo llevaron, no tengo más referencias, no se supo dónde. Irene estuvo en la ESMA, hay gente que la vio. Graciela García Romero, ‘La Negrita’ dijo que la vio”, aseguró la testigo.
El exilio
Paulina Radunsky se fue a Mar del Plata, donde estaban sus padres. Luego logró salir del país y recién regresó en 1985. A partir de ese momento, tuvo varios encuentros con Hilda, la madre de Daniel y Viviana, lo que le permitió armar lo que había pasado.
Para finalizar su testimonio, ella quiso “nombrar a los compañeros muy queridos que también pasaron por la ESMA: Daniel Rus (855), desaparecido en 1977, era paciente de mi papá, que era pediatra, así que lo conocíamos de chico, trabajaba en la Comisión Nacional de Energía Atómica y a Ana María Sonder (879) y Claudio Lewi (877)”.
Próxima audiencia
El juicio continuará el jueves 17 de octubre desde las 9:30 horas con más declaraciones testimoniales.
Fuente:EspacioMemoriayDDHHexEsma
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