12 de mayo de 2014

CON RECLAMOS DE URBANIZACIÓN LA VILLA 31 CELEBRÓ AL PADRE MUGICA.

 A 40 AñOS DEL CRIMEN DEL SACERDOTE CARLOS MUGICA
“Un mártir de la causa de los pobres”
La figura de Mugica fue recordada ayer con una multitudinaria procesión. El Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia lo definió como “un símbolo de la lucha por la justicia social”.
Por Washington Uranga

Ayer marcharon dirigentes sociales, políticos y de derechos humanos.Imagen: Télam
Con motivo de conmemorarse el 40º aniversario del asesinato del sacerdote Carlos Mugica, ayer se realizó una multitudinaria procesión hasta la capilla Cristo Obrero, en Retiro, con la participación de dirigentes sociales, políticos y de organismos de derechos humanos. En ese marco, el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia de Buenos Aires dio a conocer una declaración afirmando que el cura asesinado el 11 de mayo de 1974 ha sido “mártir de la causa de los pobres y símbolo de la lucha por la justicia social”. provecharon los curas la ocasión para plantear una serie de prioridades que deben atenderse en las villas 
actualmente y para señalar que “el único rival a vencer es la exclusión social”.

En el acto de recordación (ver aparte) participó también el cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires. Acompañado por algunos de sus obispos auxiliares, Poli dijo que “el homicidio del padre Mugica fue un verdadero martirio” y subrayó que fue un “mártir de veras por la causa de los pobres”. Para el arzobispo porteño, “así lo revelan los cuadritos, ya que cuando entramos en las casas, en las villas, en los altarcitos, al lado de la Virgen de Luján, de San José, de San Expedito, siempre hay un cuadrito del Padre Mugica”, señalando que ése “es el mejor recuerdo, los que tienen en las casas” porque “ahí sí que se le reza, se lo quiere, se lo recuerda con cariño”.

El documento de los curas villeros está firmado 24 sacerdotes, entre ellos Guillermo Torre, Lorenzo De Vedia, Gustavo Carrara, Franco Punturo, Sebastián Sury, Pedro Baya Casal, Facundo Berretta, Enrique Evangelista, Alejandro Seijo, Rodrigo Valdez y Andrés Tocalini, todos ellos trabajando en villas de la capital, y contó también con la adhesión de José María Di Paola, actualmente en la Villa la Carcova (San Martín).

Para los curas, a “Mugica no le arrebataron la vida” porque “su martirio, más que una sorpresa, fue la consecuencia de un modo de vivir: una vida ofrendada por sus hermanos más pobres”. De allí que entiendan que “el mejor camino para entender al padre Carlos sea amar a los pobres, tener amistad con ellos”. Dicen también que “el martirio del padre Carlos se volvió un símbolo para todos nosotros” porque “a la devoción creyente que le tenemos se suma la luz que arroja su figura sobre todos los que luchan y trabajan por un mundo más justo y humano. Mugica como símbolo se dio casi espontáneamente, aconteció. Se convirtió en un icono de la lucha por la justicia social”.

Tras celebrar la “mayor conciencia” que hoy existe en la sociedad respecto de la realidad de las villas, los curas advierten sin embargo que “todavía hay gran desconocimiento y por consiguiente algunos prejuicios permanecen”. No obstante ello reconocen que, a diferencia de lo que ocurría en tiempos de Mugica, hoy no sólo hay más interés por lo que se vive en las villas, sino que “empieza a aparecer mayor presencia territorial del Estado –tanto de la Ciudad como de la Nación–, aun cuando esa presencia es todavía insuficiente y no del todo articulada”. Y como advertencia se señala que “siempre está latente la tentación de confundir esta presencia del Estado (que es un derecho de todos) con el accionar voluntario de una ONG, o de reducirla a un espacio partidista”.

En el texto hay una fuerte crítica directamente dirigida a los periodistas y a los medios. “En la actualidad, los medios de comunicación hablan de las villas, pero muchas veces desde la lejanía, con un tratamiento de las noticias que estigmatiza (...). Se asocia sin más a las personas que sufren la pobreza con el delito. Pero no tendríamos que olvidar que los vecinos y vecinas de las villas tienen una vivencia más profunda de la inseguridad”, dicen los curas. Y agregan que la “inseguridad también es no saber dónde se va a vivir dentro de unas semanas, o cuándo se va a lograr un trabajo estable, o dónde conseguir el medicamento que se necesita y no se puede comprar, o dónde van a ir los hijos a la escuela, o el temor a que los hijos adolescentes puedan quedar sumergidos en la droga, porque es una oferta muy a mano, o depender de un comedor comunitario para que los chicos coman, etc.”.

Hay también una palabra para introducir el debate sobre la “urbanización de las villas”, señalando que el concepto de “integración urbana” es superador del anterior porque propone una “cultura del encuentro”, considerando que las villas pueden aportar “mucho al todo de la ciudad”. Para ello proponen, entre otros, algunos ejemplos como “la vivencia de una fe que genera historia”, “el entramado de solidaridad que sabe hacerse cargo de situaciones de dolor y de deseos de vivir mejor”, “la capacidad de fiesta aún en medio de las dificultades” y “la laboriosidad y el trabajo”. Sostienen que para integrar es necesario “un diálogo entre la cultura urbana y la cultura popular que se da en la villa. Diálogo que por ser cultural es a la vez político y social”.

Siguiendo el ejemplo de Mugica, los sacerdotes recogen el pedido popular para que “ayudemos a cuidar la máxima riqueza (del pueblo) que son sus hijos”. Es un llamado que “no puede desoírse, sobre todo si tomamos conciencia de que casi la mitad de los habitantes de la villas son niños y adolescentes, ya que el 43 por ciento tiene menos de 17 años”, dicen los curas. Para alcanzar este propósito aseguran que es necesario tener en cuenta que “el único rival a vencer es la exclusión social grave que hipoteca el futuro de los niños y adolescentes de las villas, dejándolos a merced de los hijos de las tinieblas”.

Según dicen “escuchando diariamente a los vecinos y vecinas de las villas”, los curas plantean algunas prioridades que pasan por la vivienda (“muchas familias viven en situación de emergencia habitacional”), educación (“dar educación a todos”), salud (“que se invierta en los hospitales y centros de salud cercanos a nuestros barrios”) y trabajo (“no sólo se trata de asegurar la comida, sino que hay que dar trabajo”). Con un llamado también al “mundo empresario”, que “tiene que aparecer con mucha más fuerza, apostando por los vecinos y vecinas de nuestros barrios”.



La misa y la placa
“No estamos recordando la muerte, sino celebrando la vida”, dijo anoche el cura Domingo Bresci al comienzo de la misa en la iglesia San Francisco Solano, donde fue asesinado Carlos Mugica. La misa, organizada por los Curas en Opción por los Pobres, congregó a centenares de personas. Allí fueron Facundo y Sofía. “Nos conocimos trabajando en Villa Corina. Para nosotros, Mugica es un referente”, dice Facundo, mate en mano. “Yo soy agnóstico y ella viene de una formación religiosa, pero nos encontramos en este mensaje del Evangelio desde las bases”, destaca él, que es maestro. Noelia, en cambio, es médica y milita en La Cámpora Mataderos. “Este gobierno es coherente con la lucha de Mugica, en disminuir la brecha de la desigualdad y estar del lado de los humildes”, dice. “La cúpula de la Iglesia, en cambio, en el ’76 colaboró con la desaparición de nuestros compañeros. Hablan hoy de violencia cuando ellos forman parte de la de- sigualdad”, consideró Noelia. La misa comenzó con una foto de Mugica presidiendo el acto. Desde el atril, el cura Ernesto Narcisi sostuvo que “Carlos fue un enamorado de su pueblo y de los más pobres”. Luego salieron hasta el lugar donde balearon al sacerdote y se leyó la placa que está allí, que dice que fue víctima de aquellos “a quienes molestaba con su accionar a favor de los humildes del pueblo”.



El reclamo para la Iglesia
Por Washington Uranga

Cristianos para el Tercer Milenio, una agrupación que reúne a líderes políticos, sociales, culturales y académicos que plantean diferentes reclamos a la jerarquía católica, dio a conocer una carta enviada al presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), arzobispo José María Arancedo, en la cual le reclaman que “se anuncie y declare a nuestro hermano (Carlos Mugica) como mártir del Pueblo de Dios, testigo fiel del Evangelio de Jesucristo”. La solicitud enviada el pasado 6 de abril tenía como propósito que la declaración ocurriera en el marco de la asamblea episcopal recién concluida y con motivo de conmemorarse los 40 años del asesinato del sacerdote. Los obispos no accedieron a la solicitud y tampoco hubo una notificación privada acerca de los motivos para descartar el pedido.

En este grupo de cristianos se alistan personas con diferentes compromisos políticos y sociales, y entre ellos se cuentan Felipe Solá, Hernán Patiño Meyer, Ana Cafiero, Cacho Bruno, Rodolfo Brardinelli, Alicia Pierini y Fernando Portillo, para mencionar algunos. En su documento y al respecto del cura Mugica sostienen que “fue un cristiano coherente con su fe. Entendió el mensaje de los Evangelios, y se puso a practicarlo. A ejemplo de Jesús, fue a los pequeños y a los pobres de las villas. No se limitó a hablarles sino que hizo. Y alentó a los pobres para que se levanten”.

Tales son los argumentos para proponer que “la Iglesia argentina declare mártir a Carlos Mugica”, pero también “a todos los asesinados por el terrorismo de Estado por dar testimonio de su compromiso evangélico mediante la opción por los pobres, su liberación y la defensa de su dignidad y sus derechos”. Los Cristianos para el Tercer Milenio solicitaron también que “en las iglesias catedrales de nuestra patria se exhiban públicamente los nombres de los mártires de la diócesis correspondiente, como una forma de rendirles permanente homenaje y recordar constantemente su ejemplo de fidelidad a Cristo, a sus hermanos y al Evangelio”. Tampoco este pedido obtuvo una respuesta positiva del Episcopado.

El grupo decidió convocar a quienes estén de acuerdo con la propuesta a sumar adhesiones a través de cristianosparaeltercermilenio@gmail.com



La manifestación multicolor
Miles de vecinos de la Villa 31 de Retiro se acercaron al homenaje al cura Carlos Mugica y marcharon en una procesión multicolor hasta la capilla Cristo Obrero. Participaron las colectividades bolivianas, peruanas y paraguayas. Bajo la lluvia, las comparsas murgueras, las morenadas y los conjuntos de danzas tradicionales de diferentes regiones del continente se mezclaban con las delegaciones de las parroquias villeras de Barracas, Monte Chingolo, Bajo Flores, La Cárcova, entre otras. Estuvieron presentes el Sheik Abdul Karim Paz, director de la mezquita At Tahauid de Flores y máxima autoridad religiosa de la Asociación Islámica Argentina. Asistieron también la integrante de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, Nora Cortiñas; el vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto; el defensor del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, Alejandro Amor, y muchos otros. Además, estuvieron Juan Carr, titular de Red Solidaria; los legisladores porteños de Nuevo Encuentro José Cruz Campagnoli y del PRO Carolina Stanley y el presidente del Club River Plate, Rodolfo D’Onofrio. Mariotto destacó la figura del cura asesinado y lo definió como “el mejor ejemplo de lucha y militancia por la igualdad”. El vicegobernador destacó que los homenajes los lleva adelante la Presidencia de la Nación junto con la Iglesia Católica: “Su sueño tiene representantes institucionales que lo honran”, dijo.



“Violencia es la injusticia”
“La mayor violencia de una sociedad es la de la injusticia”, dijo el titular de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, en respuesta al documento de la Iglesia Católica sobre la violencia en el país. “Al compromiso con los pobres tenemos que vivirlo, renovando su esperanza y recordando que la mayor violencia de una sociedad es la de la injusticia”, dijo el diputado en el homenaje al padre Carlos Mugica en la Villa 31. “Nuestra convicción por la construcción de una sociedad más justa no tiene tiempo ni espacio y es la razón de ser en nuestro tránsito por la vida.” Y agregó: “Como dijo el padre Mugica, el movimiento peronista es el movimiento de redención social más formidable en nuestra patria”.
Fuente:Pagina12




12.05.2014 
Bajo la lluvia, como hace exactos 40 años, cuando ocurrió la masacre de la Triple A, unos 3000 vecinos pidieron su efectiva inclusión a la Ciudad 
Con reclamos de urbanización, la Villa 31 celebró al padre Mugica 
El cardenal Poli calificó el asesinato del sacerdote como un "martirio por la causa de los pobres". Coincidió con los curas villeros en criticar la falta de obras en el barrio por parte del PRO. Folclore latinoamericano que dio color al recuerdo y emoción.
Por: Claudio Mardones
El 11 de mayo de 1974, cuando efectivos de la  Federal asesinaron al sacerdote Carlos Mugica en nombre de la banda parapolicial Triple A, llovía como ayer. Han pasado 40 años desde el crimen que lo transformó en un mártir, y el barrio al que dedicó su vida, la Villa 31, de Retiro, volvió a estremecerse al recordarlo con dos actos religiosos y una multitudinaria procesión que reunió a más de 3000 vecinos, junto a organizaciones sociales, políticas, sacerdotes villeros, miembros del Episcopado y representantes de los gobiernos nacional y porteño.

Todos transitaron las calles, transformadas en sendas de barro, y participaron de uno de los actos más importantes que ha vivido una de las villas más grandes de la ciudad y la única que late en la privilegiada zona norte porteña.

La agenda de homenajes había comenzado el sábado, con la teleconferencia entre la Villa 31 y el acto que protagonizó la presidenta Cristina Fernández, durante la inauguración de una escultura metálica con el rostro de Mugica en la paqueta esquina de Juncal y 9 de Julio. 

Ayer, el epicentro de los recuerdos se trasladó a la parroquia Cristo Obrero, en el extremo norte del barrio, donde descansan los restos del cura tercermundista, trasladados desde el cementerio de la Recoleta en 1999, por iniciativa del entonces obispo Jorge Bergoglio. Cerca de las 10, con un escenario montado en la entrada de la parroquia, rodeado por los contenedores del puerto, y muy cerca de la autopista que cruza el cielo de la villa, el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, encabezó una misa, junto al padre Guillermo Torre, como dueño de casa. 
URBANIZACIÓN, AYER Y HOY. El comienzo estuvo en manos de Teófilo "Johnny" Tapia, un histórico de la 31. "Como vecinos del barrio –exclamó– celebramos la vida del padre Carlos. Nos preguntamos cuál es su legado: la unidad, sólo así lograremos la urbanización. Los curitas del barrio nos convocan a la unidad y nos acompañan en esta lucha por integrar nuestros barrios a la ciudad." 

"Felices los que son perseguidos por practicar la justicia. Mugica fue un mártir de veras por la causa de los pobres. Así lo revelan los cuadritos que vemos en las casas de las villas, cuando las visitamos. Tienen que urbanizarse las villas como dice Teófilo, pero no como quieren algunos. A los cristianos, cuando nos matan, nos dan vida. Sigamos su ejemplo", dijo el flamante cardenal primado.

Fue una referencia directa a la falta de reglamentación de la ley porteña 3343 por parte del Ejecutivo porteño. La norma fue votada en 2009 por la Legislatura, promulgada de hecho, pero jamás reglamentada.

Luego Poli remató: "Andan por ahí echando la culpa a alguien por su homicidio, pero en algún momento se hará justicia, no queremos la venganza de nadie." La frase pasó inadvertida, pero fue una elíptica referencia a un libro recientemente estrenado que busca reinstalar la hipótesis de que el crimen fue cometido por Montoneros, cuando la justicia ya probó, por lo menos, la participación del comisario federal Rodolfo Eduardo Almirón Sena, como parte de una patota policial que funcionaba dentro de la estructura de la Alianza Anticomunista Argentina. 

En el escenario, junto a Poli y Torre, estaban casi todos los sacerdotes del equipo para las villas porteñas, los obispos Joaquín Sucunza, Enrique Eguía y Jorge Lozano, además de los sacerdotes José María "Pepe" Di Paola, de la villa La Cárcova, San Martín; y Roberto Quiroga, de Monte Chingolo, Lanús. Frente a ellos estaban algunos viejos compañeros de militancia de Mugica, entremezclados entre políticos de todos los pelajes, como el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Dominguez; el vicegobernador bonaerense Gabriel Mariotto; la ministra porteña de Desarrollo Social, Carolina Stanley; y los legisladores de la Ciudad José María Campagnoli (Nuevo Encuentro) y Agustín Forchieri (PRO). También pudo verse al diputado "renovador" Felipe Solá; el defensor del Pueblo porteño, Alejandro Amor; al ex menemista Fernando Galmarini; al presidente de River Plate, Rodolfo Donofrio; y a Juan Carra, de la ONG Red Solidaria. 
LLUVIA Y COLORES ANDINOS. Cerca del mediodía, con una lluvia que arreciaba, partió la procesión encabezada por una comparsa de carnaval boliviano y la virgen de Caacupé. Las columnas, cargadas de vecinos jóvenes, serpentearon el barrio con una larga bandera celeste y blanca con el rostro de Mugica, realizada por La Cámpora. 

Los caminantes llegaron al playón del barrio, su centro neurálgico, donde había un escenario techado. Entre la gente, estaba Ricardo Capelli, el hombre que acompañaba a Mugica y sobrevivió a cinco disparos de metralleta, hace exactos 40 años. Luego de una breve homilía, donde los sacerdotes villeros reclamaron mayor atención a las villas porteñas, comenzó el espectáculo a cargo del grupo La Tranquera y el Chaqueño Palavecino. En el medio de las actuaciones, bajo la autopista, los artistas llamaron a Capelli al escenario y lo homenajearon por "haber dedicado los 40 años de su segunda vida a reclamar justicia para Mugica". "Es cierto ese día llovía como hoy", recordó ante este diario y los ojos se le llenaron de lágrimas. Poco antes, también había reclamado la urbanización del barrio que los vecinos llaman, desde hace años, "Padre Mugica". 
Crisis habitacional y criminalización
El Movimiento Evita porteño cargó contra Mauricio Macri por "criminalizar la protesta y ocultar la crisis habitacional" en la Ciudad. Según ese espacio, que dará hoy una conferencia de prensa, en el distrito hay 16 villas que –dijo– se "densificaron en los últimos años" y en las que malviven  240 mil personas. "Si agregamos a quienes viven en asentamientos precarios, inmuebles ocupados, alojadas en hoteles, conventillos y a los que están en situación de calle, ascienden a medio millón", señaló. Además, negó, como informó ayer Clarín, haber participado en la toma del precio de Villa Lugano. "Trabajamos en las villas", dijeron en un comunicado Jorge Taiana, María Rachid y Sebastián Demiryi, entre otros referentes.
Fuente:TiempoArgentino



11-5-2014
Aniversario
A 40 años del asesinato del sacerdote
Mugica: un crimen impune y una causa judicial en vía muerta

Una de las patotas de la Triple A mató a balazos a Carlos Mugica el 11 de mayo de 1974. “Carlos se fue deslizando hasta que quedó sentado”, repite Ricardo Capelli, el testigo del crimen que identificó como tirador al subcomisario Rodolfo Eduardo Almirón Sena. Sólo pasó unas semanas en la cárcel. La causa no avanzó nunca.
Por: Pablo Waisberg
Lo mataron el 11 para dejar a Montoneros como los responsables, dijo Capelli.
Sintió una trompada en el pecho pero fue una bala. Lo tiró al piso. Las otras tres no las recuerda. Tal vez las recibió mientras estaba parado o cayendo sobre la vereda. Desde ahí, con el pulmón llenándosele de sangre y la respiración que se le empezaba a trabar, vio como el subcomisario Rodolfo Eduardo Almirón Sena disparaba contra el cura Carlos Mugica, que intentaba sostenerse con la espalda apoyada en la pared. Almirón Sena, experto en el uso de pistola-ametralladora, tiraba con un arma oculta en su piloto. “Carlos se fue deslizando hasta que quedó sentado”, repite Ricardo Capelli cada vez que regresa a esa noche de llovizna, del 11 de mayo de 1974. Ese es el único recuerdo que tiene del momento exacto en que mataron a su amigo. No vio a los otros miembros de la banda, ni siquiera al que le tiró a él, a la salida de la Parroquia San Francisco Solano, en Mataderos.

Se cumplen hoy 40 años del crimen. La dictadura, primero, y la falta de decisión política que posibilitó un movimiento judicial pantanoso, después, permitieron que el único acusado del crimen de Mugica pasara apenas unas semanas en una cárcel. Con los otros dos integrantes del grupo operativo, que cometió varios crímenes más, ocurrió lo mismo. La causa judicial hoy está en una vía muerta.

“La cara de Almirón no me la olvido más. Tampoco la de Jorge Conti, otro de la Triple A. Los veía porque estábamos con Carlos con el tema de las villas”, dijo Capelli, que evitó hablar del tema durante muchos años para tener la posibilidad de sobrevivir. Ese silencio obligado posibilitó las especulaciones con las que habían fantaseado los ejecutores, que decidieron no “firmar” el crimen para volcar las sospechas sobre Montoneros. “La Triple A aprovechó perfectamente la situación generada el primero de mayo –cuando los militantes de Montonero se fueron de la Plaza de Mayo y sellaron su enfrentamiento con Juan Perón- y lo mató el 11 para dejar a Montoneros como los responsables”, agregó a Infojus Noticias.

Pero los servicios de inteligencia venían haciendo un seguimiento detallado de Mugica, como lo señaló María Sucarrat en El inocente. Vida, pasión y muerte del padre Mugica. Ese religioso que había formado espiritualmente a quienes luego forjarían los primeros grupos de Montoneros, que se había sumado al Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo y pregonaba la necesidad de que el pueblo sea “protagonista de una alternativa liberadora” les resultaba un personaje peligroso. Había nacido en Barrio Norte y había vivado el golpe de Estado de 1955, pero su trabajo en los conventillos de La Boca, primero, y en la Villa 31, después, lo acercaron al peronismo.

La lupa de la Triple A estaba puesta desde antes de que el sacerdote abandonara su lugar como asesor ad honorem de la Comisión de Vivienda del Ministerio de Bienestar Social. El objetivo original era planificar la construcción de 500.000 viviendas populares, pero para agosto de 1973 había cambiado la política impulsada en el área: la radicación se convirtió en erradicación de villas. Ese cambio no lo convirtió en un crítico del gobierno de Perón pero lo dejó en un lugar incómodo, lejos del ministerio que conducía José López Rega y también de Montoneros y otros sectores de la izquierda peronista.

La banda que mató a Mugica incluía a Almirón Sena y, tal como era la política de la Triple A hasta ese
momento, los crímenes no se “firmaban” masivamente. Era una operación de propaganda muy selectiva. Ese comportamiento cambió poco después con el asesinato del diputado Rodolfo Ortega Peña, muerto el 31 de julio de ese mismo año, un mes después de la muerte de Perón. Ese fue el primer crimen contra una figura pública que la Triple A se adjudicó. También ametrallado en plena calle.

El grupo operativo que integraba Almirón Sena se completaba con el comisario Juan Ramón Morales, apodado “Gaucho” y buen tirador con arma corta. Ambos habían sido designados en la custodia del ministro de Bienestar Social. Almirón era un oficial exonerado de la Policía Federal por la comisión de varios delitos comunes, que luego fue reincorporado y ascendido para la misma época en que López Rega pasó de cabo retirado a comisario general.

Almirón Sena cuidó las espaldas de López Rega muchos años; incluso lo acompañó en su exilio español y fue allí que logró conchabo como custodio del presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga Iribarne. En diciembre de 2006, el juez federal Norberto Oyarbide inició los trámites para extraditar desde España al ex custodio de López Rega, descubierto por periodistas en Valencia. En enero de 2007, el magistrado ordenó la detención de Morales.

Ambos están acusados de haber participado en los asesinatos de Ortega Peña, Mugica, Alfredo Curutchet, Julio Troxler (ex subjefe de la policía bonaerense durante el gobierno de Bidegain), Silvio Frondizi, José Luis Mendiburu, Carlos Laham y Pedro Leopoldo Barraza.

Finalmente, Almirón Sena fue extraditado a la Argentina en marzo de 2008 pero murió un año más tarde, el 11 de junio de 2009,  en el hospital Ramos Mejía, donde estaba internado. Había pasado menos de un año en el penal de Marcos Paz: el juez Oyarbide lo había declarado incapaz para enfrentar un juicio y ordenó la suspensión del proceso. Tenía 73 años.

También el paso del tiempo favoreció a Morales, que murió en 2007, a los 88 años; y al ex policía Miguel Angel Rovira, que completaba el trio operativo y que terminó su vida impune. Murió en agosto de 2010, a los 75 años, en su casa de San Cristóbal. Nueve años antes lo habían descubierto los integrantes de la agrupación HIJOS, que le hicieron un escrache en la puerta de su casa al entonces jefe de seguridad de Metrovías, la concesionaria del servicio de subterráneos de Buenos Aires.
Fuente:Infojus

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