17.06.2014
También declaró el sobreviviente Guillermo Birt
La Perla: Sobre las desapariciones de los militantes María Inés Muchiutti y Félix Roberto López
Félix Roberto López. Militaba en el ERP, le decían Chacho y también Ramón
Córdoba.- Familiares y víctimas de quienes padecieron las consecuencias del Terrorismo de Estado declararon hoy, en el marco de la apertura de una nueva semana del juicio en la megacausa La Perla que, por delitos de lesa humanidad, se desarrolla en los Tribunales Federales de la ciudad de Córdoba. Elena Muchiutti abrió la jornada de testimoniales para referirse al secuestro y desaparición de su hermana, la psicóloga María Inés Muchiutti, quien fue secuestrada el 16 de agosto de 1976 en la vía pública de la ciudad de Córdoba. Desde entonces, dijo, no volvió a tener ninguna noticia de ella. Luego declaró una hermana de Félix Roberto López, quien tenía 24 años cuando fue secuestrado. Poco antes, lo había sido su compañera embarazada, Elena Feldman.
También declaró el sobreviviente Guillermo Birt
La Perla: Sobre las desapariciones de los militantes María Inés Muchiutti y Félix Roberto López
Félix Roberto López. Militaba en el ERP, le decían Chacho y también Ramón
Córdoba.- Familiares y víctimas de quienes padecieron las consecuencias del Terrorismo de Estado declararon hoy, en el marco de la apertura de una nueva semana del juicio en la megacausa La Perla que, por delitos de lesa humanidad, se desarrolla en los Tribunales Federales de la ciudad de Córdoba. Elena Muchiutti abrió la jornada de testimoniales para referirse al secuestro y desaparición de su hermana, la psicóloga María Inés Muchiutti, quien fue secuestrada el 16 de agosto de 1976 en la vía pública de la ciudad de Córdoba. Desde entonces, dijo, no volvió a tener ninguna noticia de ella. Luego declaró una hermana de Félix Roberto López, quien tenía 24 años cuando fue secuestrado. Poco antes, lo había sido su compañera embarazada, Elena Feldman.
María Inés era una militante política de la organización Poder Obrero (OCPO)y fue secuestrada por un grupo de tareas cuando estaba transitando por al calle Castro Barros para encontrarse con una compañera.
"En un primer momento intentamos ocultarles a mis padres, que vivían en Santa fe, la desaparición de María Inés, pero fue imposible. Recuerdo a mi madre a los gritos pidiendo por ella y a mi padre, con una hemiplejía, llamándome para que la contuviera", relató Elena.
Ante los jueces del TOF 1 de Córdoba, Elena Muchiutti acreditó toda la documentación referida a las gestiones hechas ante las máximas autoridades militares y eclesiásticas, y en el Vaticano, como así también ante la Unesco (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) e incluso ante la OTAN. Aclaró que nunca recibieron respuestas.
La desaparición de María Inés "destruyó a mi familia. Mis padres y mi hermana mayor fallecieron y de ella, como dije, no volvimos a saber nada. Yo incluso hubiera perdonado a sus asesinos si me hubiera entregado su cuerpo. Porque el no tenerlo es lo más doloroso para una familia (enterrar a los muertos es), una necesidad imperiosa", sostuvo Elena.
También declaró Alfredo Pérez, compañero de María Inés Muchiutti, quien se encontraba detenido por su militancia cuando se enteró que la secuestraron. Recordó que aquella era una época muy difícil, donde "desaparecían y mataban a gremialistas".
Asimismo relató que "a través de la tortura nos obligaron a confesar delitos que no habíamos cometido, como que habíamos arrebatado la cartera a una anciana y asaltado a una joyería", y dijo que hacerse cargo de esos delitos le salvó la vida, porque luego de iniciarle una causa por esos hechos blanquearon su condición de detenido.
Seguidamente testimonió Elba López Carrizo por el secuestro, muerte y desaparición de su hermano Félix Roberto López, un estudiante de abogacía de 24 años, "chupado" el 5 de mayo de 1977. Antes había sido secuestrada su compañera Elena Feldman, embarazada de dos meses, que también permanece desaparecida.
Antes de pasar a cuarto intermedio hasta mañana a las 10, el Tribunal escuchó el testimonio de Guillermo Birt, detenido y alojado en Campo de la Ribera el 30 de abril de 1976 cuando se desempeñaba como empleado bancario. Tiempo atrás había militado en la Juventud Peronista.
Mañana se realizará la 155ª audiencia en el marco de los hechos que ocurrieron entre 1975 y 1976 en los ex Centros Clandestinos de Detención (CCD) de La Perla, La Ribera y el Departamento de Informaciones Policiales (D2).
El proceso de enjuiciamiento comenzó el 4 de diciembre de 2012 y acumula 25 causas con 52 imputados, entre ellos el ex titular de Tercer Cuerpo del Ejército, Luciano Benjamín Menéndez.
Entre los múltiples hechos que se juzgan figuran privación ilegítima de la libertad, imposición de tormentos agravados, aplicación de tormentos seguido de muerte, homicidio calificado, tentativa de homicidio calificado, sustracción de menor de 10 años, abuso deshonesto y violación.
17-6-2014
Lesa
El expediente incluye a 696 víctimas
La Perla: la desesperada búsqueda de un familiar que desapareció
Familiares de víctimas que pasaron por el centro clandestino de La Perla contaron cuáles fueron las consecuencias de no encontrar respuesta en la justicia. Un testigo relató que hasta escribió cartas a Jorge Rafael Videla y la OTAN. Mañana continúa el juicio.
Por: Juan Manuel Mannarino
Telam
Tanto Muchiutti como López Carrizo eran militantes políticos: la primera, formaba parte de la Organización Comunista Poder Obrero, y el segundo militaba en el peronismo. Elena Muchiutti contó que, al momento del secuestro de su hermana, la familia vivía en Santa Fe. "En un primer momento intentamos ocultarles a mis padres la desaparición de Inés, pero fue imposible. Recuerdo a mi madre a los gritos pidiendo por ella y a mi padre con una hemiplejía llamándome para contenerla", dijo ante el Tribunal. María Inés era psicóloga y delegada gremial. Sobre su actividad político, confesó: "Sabíamos que María Ines tenía ideología de izquierda pero no creo que ello sea motivo para que el castigo que recibió".
Después exhibió documentación sobre la búsqueda que hizo la familia: cartas dirigidas a Jorge Rafael Videla y Albano Harguindeguy. Y otras más: "Hay cartas mandadas al Papa, al cardenal Primatesta. En 1980 nos llegó respuesta de la OTAN y la UNESCO. Siempre con resultados negativos”, contó. Sobre lo que se conoce como la "extensión del daño" de estos crímenes sobre la familia de las víctimas, la testigo respondió:
"Todo esto destruyó a mi familia. Tengo que decirlo porque mis padres eran gente grande, muy honesta y trabajadora. Mi hermana se había recibido con mucho esfuerzo. Hoy soy la única que queda de la familia. Mis padres y mi hermana mayor fallecieron y de Inés no supimos nada. Sé que esto no es fácil, que hubo muchos desaparecidos, incluso hubiera perdonado si se me hubiera entregado el cuerpo. Porque es lo más doloroso para una familia: no saber dónde está”.
Cuando secuestraron a Muchiutti, su ex pareja Alfredo Eduardo Pérez estaba detenido y sus visitas le contaron de Inés. “Me dijeron que ella tenía una cita con otra compañera en la calle Castro Barros. Cuando esta última llegó al lugar pudo ver cómo varios individuos bajaron de un Torino blanco y secuestraron a Inés.
Eso es todo lo que sé”, dijo Pérez, en el juicio.
Luego fue el turno de Elba Hortencia López Carrizo, que declaró por el secuestro de Felix López, su hermano. La familia sólo supo que se lo llevaron los primeros días de mayo de 1977. La pareja de Félix, Elena Feldman, fue secuestrada el 28 de abril de 1977, cuando se la llevaron del departamento que compartía con su madre. Estaba embarazada. "Ellos fueron a casa para Semana Santa y Elenita nos contó que estaba embarazada de dos meses", recordó la testigo.
Antes de terminar su testimonio, agregó un dato que el fiscal mandó a investigar: que desde el área militar Material de Río Cuarto, la familia habría obtenido la información de que Félix estaba muerto y que habían identificado su cuerpo, aunque recibieron también la recomendación intimidante de no seguir averiguando.
En ese sentido, explicó: "Mi papá era músico retirado del Ejército y mi hermano estaba en la Fuerza Aérea.
En una oportunidad mi mamá sufrió una crisis nerviosa, estaba muy mal, entonces mi hermano estuvo haciendo averiguaciones. Después de eso lo tuvieron secuestrado en Córdoba y lo interrogaron. Mi hermano pidió el pase a Rio IV para estar cerca de mis padres. Pero lo castigaron con destino en San Luis.
Y le dieron de baja dos años después. A pesar de que él tenía muy buenas calificaciones en lo que hacía, que era Meteorología. Él también estuvo perseguido".
Por último declaró Guillermo Birt, sobreviviente que estuvo detenido en el centro clandestino Campo de la Ribera. Su caso se agregó en uno de las últimas causas del juicio. Birt contó que el represor que lo interrogó de Campo de la Ribera le dijo que estaba ahí por su militancia. Al día siguiente lo mandaron a la Unidad Penitenciaria 1: allí perdió el riñon por los maltratos recibidos y fue testigo de las aberraciones que se juzgaron en la Causa UP1. Permaneció hasta diciembre de 1976 en la sala de enfermería de la penitenciaría, y de allí lo trasladaron a Sierra Chica. Quedó en libertad vigilada en 1979.
Mañana se realizará la 155ª audiencia en el marco de los hechos que ocurrieron entre 1975 y 1976 en los ex Centros Clandestinos de Detención (CCD) de La Perla, La Ribera y el Departamento de Informaciones Policiales (D2).
El proceso de enjuiciamiento comenzó el 4 de diciembre de 2012 y acumula 25 causas con 52 imputados, entre ellos el ex titular de Tercer Cuerpo del Ejército, Luciano Benjamín Menéndez. Entre los múltiples hechos que se juzgan figuran privación ilegítima de la libertad, imposición de tormentos agravados, aplicación de tormentos seguido de muerte, homicidio calificado, tentativa de homicidio calificado, sustracción de menor de 10 años, abuso deshonesto y violación.
Fuente:Infojus
EL TESTIMONIO DE UNA VICTIMA EN EL MEGAJUICIO POR LOS CRIMENES COMETIDOS EN LA PERLA
“Estás acá por pelotuda, me dijeron”
Susana Strauss era ama de casa y fue secuestrada en 1976, después de haberse animado a denunciar la desaparición de un trabajador. Sufrió torturas y cautiverio durante más de un año. “Yo me defendía de todo ese horror cantando”, contó ante el tribunal.
Por Marta Platía
Los represores acusados por los delitos de lesa humanidad perpetrados en La Perla son 52.Imagen: Télam
Susana Strauss tiene 69 años y es tan hermosa como avasallante su vitalidad. Los ojos azules le brillan como joyas y se ríe y llora con igual intensidad cuando revive, ante el Tribunal Oral Federal Nº 1, la historia que la llevó desde la cocina de su casa a los campos de concentración de la dictadura, a las cárceles durante un año y un mes. “Yo vivía en el barrio del Sindicato de Empleados Públicos (SEP) –un asentamiento obrero al sur de la capital cordobesa–. Sabíamos que había personas desaparecidas. Como en aquella época estábamos todavía en construcción, siempre había albañiles de guardia para que no nos robaran los materiales. Un día (de enero de 1976), noté que uno de ellos, (José del) Pilar López, dejó de venir a trabajar. Nos llamó la atención a mí y a mi marido y fui a la guardia a preguntar por él. Me dijeron que hacía mucho que no lo veían, y que también había venido su esposa... Y mire, señor juez, a mí no se me ocurrió mejor cosa que ir a la (comisaría) 10ª en Córdoba, y denunciar la desaparición.”Apenas ocurrido el golpe, los allanamientos y los camiones militares comenzaron a ser una constante en el barrio: “Un día mis hijas estaban jugando en el patio. Sentimos ruidos de corridas y cuando me asomé, vi que las estaban apuntando con armas –el aplomo de Susana se diluye no bien lo dice. Se cubre los ojos y la voz se le parte en pedazos–. Miren... las dejaron entrar, pero fue terrible ver eso”. La mujer cuenta que los represores se fueron llevando a sus amigos. “Los que quedaban me contaron que siempre preguntaban por mí. Y como yo no quería que pensaran que tenía algo para esconder o me estaba escapando, fui al sindicato (el SEP) que estaba intervenido, me presenté ante un abogado, (Juan Carlos) “Canco” Vega, y un capitán Barbieri. Le dije que no quería que piensen que me estaba escapando. ¡Cómo habré sido de ingenua, que cuando ese fin de semana nos fuimos a las sierras con mi marido y mis hijas, puse un papelito en la puerta diciendo ‘estoy en tal lugar’!” La ironía se mezcla con la tristeza: “El 26 de agosto me fueron a buscar”.
Susana Strauss relata con tanta pasión y detalle que la escena parece corporizarse en la sala: “Me acuerdo de que eran como las seis de la tarde cuando llegaron, porque yo les estaba dando la leche a mis chicas y en la tele estaban viendo Calculín (un programa de tevé infantil de entonces). Mi casa era un dúplex y estaba totalmente abierta, como siempre. Eramos muy de guitarreadas, de amigos, de mates. No les costó entrar.
La turba me registró toda la casa. Me dijeron que me iban a llevar. En ese momento había un primo de mi marido que era abogado y estaba de visita. Les mostró su carnet, les pidió que no me llevaran, pero no hubo caso. Mis hijas se pegaban a mis piernas y lloraban... pobrecitas... no me querían dejar ir. Y yo, asustada como estaba, les pedí a estos tipos que me dejaran llevarlas a mi vecina de abajo, “La Abuela”. El barrio entero le decía La Abuela... Pedí llevar mi documento, un abrigo. Ellos revolvían y revolvían y me preguntaban: ‘¿Susana Strauss, Susana Strauss?’ Sí, les decía yo. Parece que, como no encontraban nada de lo que buscaban, les costaba creer que era yo a la que tenían que llevar”.
La subieron en el asiento delantero de un camión. Ella recuerda que lo vivía todo como un mal sueño: “Me llevaron al (Batallón) 141. Hablaban por aparatos: ‘ciervo hablando a comadreja’ y decían ‘acá tengo un paquete’. Imaginé que el paquete era yo... Ahí me envolvieron en una frazada que sacaron de mi casa, y me tiraron atrás de un camión. De ahí tomaron rumbo al Campo de La Ribera. Lo supe por el olor de las curtiembres... Lloraba ahí envuelta... Me despedí de mi familia, de mi esposo, de mis hijas, pensé que ese era el final”.
La primera noche la pasó tirada en una colchoneta preguntando a quienes estaban alrededor por qué estaban, quiénes eran. Al día siguiente, el primer interrogatorio: “‘Nosotros sabemos que sos comunista’, dijeron. Grité que no. ‘Entonces sos de la OSA’. Yo no tenía idea de qué era eso, después mis compañeras me dijeron que era la Organización Sionista Argentina. Me decían que era judía. Yo les dije que sí, pero que no era creyente. ¡Para qué les habré dicho eso! –sonríe con pena–. ‘Si no sos creyente, sos comunista’, me contestaron y me pegaron un cachetadón en el oído que me atontó y me dejó sorda por varias horas”.
Susana cuenta que le preguntaban por su marido, sus amigos, sus actividades. “Yo era sólo una ama de casa. Mi marido trabajaba en EPEC. Ahí me mostraron una foto mía en el velorio del Gringo (Agustín) Tosco. Y querían saber por qué me gustaba Tosco, y yo les contesté por todo lo que había conseguido para los trabajadores. Yo no sabía todavía cuál había sido mi culpa para estar ahí, para que me tengan atada, tirada en el suelo, fuera de mi casa. En un tercer interrogatorio, me lo dijeron: ‘Usted está aquí por P. P.’ ¿Y eso qué es?, pregunté. ‘Por pelotuda’, me contestaron.”
Cantar para (sobre) vivir
Nada era tan lineal. No sólo la solidaridad de Susana, cuando denunció la desaparición del obrero, la hizo blanco del terrorismo de Estado: uno de sus vecinos del barrio, un represor de los 52 que ahora están sentados en el banquillo de los acusados, había puesto sus ojos en ella. La belleza y la vitalidad de Susana despertaron la codicia de un informante civil de la horda de Luciano Benjamín Menéndez, Ricardo Lardone.
Un represor conocido como “Fogo” o “Fogonazo”, ya que se dedicaba a sacar fotos en las movilizaciones y en las universidades que utilizaba para la delación.
Susana denunció ante los jueces que fue este hombre el que, en una ocasión en el Campo de la Ribera, mientras ella estaba tabicada, se le acercó al oído y le dijo “¡pero cómo no vas a tener loco a tu marido con esos ojos!”. La mujer razonó entonces –y ahora en juicio–: “¿Y cómo sabía él cómo eran mis ojos, si desde que llegué a ese campo estaba vendada?”.
Susana le reconoció la voz muchos años después, cuando, ya liberada, lo escuchó hablando en el barrio con “un gordo grandote de voz aflautada que yo sí había visto y oído en el campo de tortura”.
–¿Cómo supo que era él?, le preguntó el juez Jaime Díaz Gavier.
–Una noche un tipo me sacó de donde estaba con las compañeras y me dijo eso al oído, lo de los ojos... Yo pensé que iba a una violación, pero alguien le dijo que me devolviera a mi lugar... También había entre ellos uno grandote, gordo, con voz aflautada. A ese lo vi. Y es ése el que estaba con Lardone en el barrio. Y Lardone me conocía. El me había sacado la foto en el velorio de Tosco. Nos habíamos encontrado y él hasta me preguntó qué hacía ahí, y yo le dije “lo mismo que vos, vine al velorio”. El sabía cómo me llevaba yo con mi marido.
Susana en ningún momento quiere hablar de torturas. Y menos aún de violaciones. “Yo me defendía de todo ese horror, de los gritos y de eso que no entendía, cantando.”
–¿Y qué cantaba?, quiso saber el juez.
–Canciones infantiles. Yo siempre canto. Soy muy alegre. Siempre he sido así. Ahí encerrada y todo cantaba: “Estamos invitados a tomar el té...” –entona, y los jueces la escuchan sorprendidos, hasta con ternura, mientras ella se desliza por los versos de María Elena Walsh–. Ellos me querían hacer callar a toda costa, pero apenas se iban yo seguía con “La reina de la batata” o lo que fuera... Así que cuando liberaron a algunos, mi esposo supo que yo todavía estaba viva. Cuando le contaron que había una que cantaba todo el tiempo esas cosas, él se dijo: “sí, es ella, nunca para de cantar”.
Del Campo de la Ribera, Susana fue trasladada a la cárcel El Buen Pastor.
“Me llevaron con una chica Ewi, con Susana Panero y la Hilda Toranzo. Me acuerdo que cuando llegamos, nos empujaron del camión y ahí nos recibieron unas monjas.” En esa prisión, Susana retuvo una escena que dejó en claro, una vez más, la complicidad de la Iglesia con los represores: “Una noche trajeron una chica. Estaba embarazada. La madre superiora le dijo al militar que la trajo: ‘Lo felicito, están haciendo muy bien las cosas’. Y le dio la mano. Yo pregunté quién era el tipo, y me contestaron que el coronel Fierro”. Presente en la sala, el acusado (Raúl Eduardo) Fierro trata entonces de despertarse del eterno letargo en el que entró –o en el que simula estar– desde el comienzo del juicio.
Susana se descompone cuando recuerda a la muchacha: “Conseguí que me dejaran llevarle un té con un bollo de pan. La chica estaba muy mal. Me dijo que le acababan de reventar la casa y que tenía cinco niñitos adentro... Nunca supe su nombre. Nunca...”.
La testigo se esfuerza por recordar a cada una de sus compañeras de presidio. Se enoja con ella misma cuando no lo logra. Desde El Buen Pastor la llevaron a la UP1 (la cárcel de barrio San Martín), ahí vio, entre otras a Marta Sandrino: una chica que había sido baleada en la columna vertebral y que tenía “un hueco en la espalda por donde se podía meter un puño cerrado”. Marta –varias testigos lo corroboraron– estaba malherida y sin ningún tipo de atención médica. “Sé que logró sobrevivir, pero nunca voy a olvidarme del olor a podrido que desprendía su cuerpo debajo de una manta...” Lo que siguió fue el traslado “atadas como matambres en la panza de un Hércules C-130, mientras abrían la puerta y simulaban que nos iban a tirar... No nos dejaban ir al baño, pero nos tiraban agua fría... La tortura era permanente. Yo dejé de menstruar en todo ese tiempo... Creo que fueron los tres años y pico así. Y cuando llegamos a Devoto, nos pasó algo horrible”.
La energía de Susana parece esfumarse de golpe cuando tanto ella como su cuerpo recuerdan. Lentamente alza los brazos y pone sus manos detrás de la nuca. Cierra los ojos y relata, con las mejillas enrojecidas y repentinamente mojadas: “Así nos hicieron desfilar, caminar desnudas en una capilla... Ellos se pusieron detrás del altar como si fuesen curas –Susana llora, todavía, la humillación–. Nos miran, nos dicen cosas horribles...”. El sollozo entrecortado se escucha ahora en toda la sala, el perverso desfile es tiempo presente para la prisionera y sus compañeras de cautiverio. “Ellos disfrutan... Nos hacían caminar y dar vueltas una y otra vez con los brazos así...”
Cuando regresa, cuando abre los ojos ante el tribunal, está furiosa. “¡No, no quiero volver a llorar. No quiero! Así que ahora les cuento algo que me dolió mucho para no volver a llorar. Una vez entraron a mi celda y preguntaron: ‘¿Hay cucarachas, chinches, hay judíos?’ Yo me iba a levantar, pero una compañera no me dejó. Me agarró de una pierna y me dijo ¿No te das cuenta de que son nazis?”
La liberación llegó una noche. “¡Susana Strauss, traslado con efecto!, gritó uno de los guardias.” Entre la alegría y el desgarro, la mujer recuerda: “Mis compañeras me abrazaban y no me querían dejar ir. Yo era la que contaba cuentos, la que les cantaba... Vinieron los carceleros y me sacaron de ahí de los brazos. Mientras me iba, les canté el ‘Avemaría’. Esa fue una forma de despedirme de ellas”.
La tuvieron unos días en una comisaría porteña. Les cambió a los policías “cebadas de mate para que me dejaran hacer una llamada”. Gracias a eso, su esposo llegó a buscarla desde Córdoba: “Era el 23 de septiembre de 1977. Llegó en un Fiat 600. Yo estaba tan feliz, que cuando subí al autito me pareció gigante”.
Antes de que Susana finalizara su testimonio, uno de los defensores le enrostró: “Usted nunca habló de golpes en otras declaraciones, y ahora dice que le pegaron en el Campo de la Ribera”.
–Es que yo, durante muchos años, no dije que me golpearon... No quería que mi marido y mis hijos supieran –su familia está en la sala, se toman de las manos, se sostienen casi sin respirar–. Yo decía cachetadas...
Mire –se anima mientras toma aire–, recién hace quince días que se lo dije a mi familia, que me habían golpeado. Una psicóloga me ayudó. Es que yo he visto gente picaneada, terriblemente golpeada, y me parecía que lo mío era nada... Ahora sé que el dolor de oído y de dentadura que todavía tengo es por esos golpes.... Ser maltradada, pasar de ser una simple ama de casa a ser presa y torturada... Hay muchas cosas que no dije. Cosas que me pasaron y que nunca, pero nunca las voy a decir –ahora Susana estalla y parece no poder parar su descarga–. ¡Mire, mis padres ya habían sufrido el nazismo... De mi familia en el mundo quedaron cuatro o cinco, a los demás, los nazis los hicieron jabón. Y mi padre del susto, cuando me secuestraron, se fue del país con mi hermana y mi sobrino... ¡Quedé sola! ¡Sola de ellos! Gracias a Dios me quedó la familia que había formado yo... ¡Y todo eso se lo debo a estos golpeadores de miércoles! –señala a los imputados–. ¡Por culpa de ellos estoy así! Llora de bronca, pero la bronca la sostiene y desafía al defensor:
–Dale, ¿me querés preguntar algo más?
–No –contestó el abogado, casi con vergüenza.
LAS DENUNCIAS CONTRA RUEDA
Juez y cómplicePor Marta Platía
El juicio por los crímenes en La Perla lleva 153 audiencias desde su inicio, en diciembre de 2012, y uno de los funcionarios judiciales más señalados por su supuesta “complicidad con la dictadura” es nada menos que el actual presidente de la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba, Luis Rueda, quien durante el terrorismo de Estado oficiaba de secretario en el Poder Judicial.
Rueda fue denunciado por los sobrevivientes Patricia Astelarra, quien señaló que junto al ex juez federal Gustavo Becerra Ferrer la “amenazaron y actuaban en connivencia con la patota” de Luciano Benjamín Menéndez, y su compañero Gustavo Contepomi, quien afirmó que Rueda le habría “armado una causa” que lo mantuvo nuevamente preso un año y medio más ya en democracia, luego de que lograra sobrevivir al campo de concentración de La Perla. ¿El motivo? Según Astelarra y Contepomi, un libro sobre lo padecido que escribieron junto a otra pareja de cautivos.
A esto se sumó luego la acusación de Teresita Piazza de Córdoba, una mujer que contó a los jueces que Rueda le habría dicho que su caso “no terminaba de resolverse por la mención que ella seguía haciendo sobre la presencia del general Menéndez en el Hospital Militar”, donde fue internada durante su secuestro.
Otra de las sobrevivientes que echó sombras sobre la actuación del actual magistrado durante la represión fue Mabel Lía Tejerina, quien contó cómo Luis Rueda le hizo firmar un documento preparado por los represores de La Perla, en el que constaba que “me habían tratado bien ahí”. Tejerina relató que fueron sus torturadores, al mando de José (“Chubi”) López, quienes la fueron a buscar a su casa en 1985, la amenazaron con no dejarla criar a sus tres hijos si no firmaba la declaración que ellos le traían, y la llevaron al mismísimo edificio de los Tribunales Federales para ello. “En una pieza oscura del subsuelo, que no era una oficina, me esperaba Luis Rueda, y también había uno de La Perla que no recuerdo quién era. Firmé.”
Ahora, en una de las últimas audiencias del megajuicio, la acusación contra el presidente de la Cámara Federal fue de Mirta Noemí Pache de Juárez, quien dio testimonio por el secuestro y de-saparición de su esposo, Pedro Antonio Juárez, secretario general del gremio de los lácteos en la planta de SanCor, y su hermano, Humberto Pache. Mirta afirmó que Rueda “la intimidó” para no embargarle sus bienes: “En 1991 llegaron a mi casa... El señor Luis Rueda se presentó con otros a cobrarme las costas de un juicio que ni siquiera se había iniciado (una demanda como víctimas por lo que habían padecido). Y nosotros, que no teníamos justicia, que no teníamos esperanza... ¡Se presentaron para embargarme! ¡Nada, porque nada teníamos! –se indignó–. ¡Y todo para decirme que no siguiera con los juicios! Yo lo vine a ver (después, a Tribunales). Y él me dijo que no me preocupara tanto por el embargo, y que me olvidara de los juicios”. La mujer presentó la documentación de ese embargo, amarillento por el tiempo transcurrido, ante el Tribunal. El fiscal Facundo Trotta pidió que se investigue.
Antes de retirarse, le dijo al juez Jaime Díaz Gavier: “Estoy convencida, señor presidente, de que para que se haya logrado semejante genocidio, semejante tragedia, tuvo que haber complicidad”.
Por su parte, los familiares de Norberto Victorino Puyol denunciaron también al ex juez federal No 2, Miguel Angel Puga, quien no habría hecho nada ante la presentación de un hábeas corpus presentado poco después del secuestro y desaparición de Puyol, el 3 de diciembre de 1976. Sus tres hijas y su hermano, un ex juez llamado Ramiro Puyol, detallaron paso a paso la búsqueda de datos de su familiar desaparecido.
Ramiro concluyó que “la Justicia nos mintió. Ellos –refiriéndose al juez Puga– ya sabían cuando contestaron el hábeas corpus (el 21 de diciembre de 1976) que mi hermano estaba muerto, pero dijeron no saber nada”.
Puyol fue baleado cuando fue a una cita. Corrió y lo acribillaron. Su cuerpo pasó por el Hospital Militar, donde le tomaron huellas, y por la morgue del Hospital San Roque. Desde allí habría sido arrojado a las fosas comunes del Cementerio de San Vicente, como tantas víctimas.
Otro de los funcionarios judiciales complicados es el ex juez Eudoro Vázquez Cuestas. Ante una pregunta del fiscal Facundo Trotta, el sobreviviente Daniel Dreyer, de Bell Ville, denunció haberlo visto y escuchado en la comisaría donde lo mantuvieron detenido y torturado a fines de 1975.
Fuente:Pagina12
Envío:
Asociacion Ex Presos Politicos Cordoba
sitio web: https://sites.google.com/site/expresospoliticoscordoba/home
Día 154: 17/06
13:50 Preso político
Permaneció hasta diciembre de 1976 en la sala de enfermería de la penitenciaría, y de allí lo trasladaron a Sierra Chica. Quedó en libertad vigilada en 1979.
13:39 Testigo 312: Declara Guillermo Birt
Lo secuestraron el 29 de abril de 1976, mientras estaba durmiendo. Eran las 4 de la mañana.
En el unimog del Ejército, escuchó la voz de un conocido; "Me di cuenta que era una razzia, al día siguiente era 1 de mayo y querían limpiar de activistas la ciudad".
13:33 El cuerpo de Felix Lopez
"Mi papá era músico retirado del Ejercito. Mi hermano estaba en la Fuerza Aerea con destino en V. Dolores. En una oportunidad mi mamá sufrió una crisis nerviosa, estaba muy mal, entonces le pedí a mi hermano que volviera a Río IV. Ahí estuvo haciendo averiguaciones sobre mi hermano Felix en el Area MAterial de Rio IV. Después de eso lo tuvieron secuestrado en Córdoba y lo interrogaron. Mi hermano pidió el pase a Rio IV para estar cerca de mis padres. Pero lo castigaron con destino en San Luis. Y le dieron de baja dos años después. A pesar de que él tenía muy buenas calificaciones en lo que hacía, que era Meteorología. Él también estuvo perseguido".
13:13 Testigo 311: Declara Elba Hortencia López Carrizo
"Dra. nunca supimos nada", le responde a la Dra. Gentile, querellante. La familia sólo supo que se lo llevaron los primeros días de mayo de 1977. Su pareja, Elena Feldman fue secuestrada el 28 de abril de 1977, cuando se la llevaron del departamento que compartía con su madre. Estaba embarazada. "Ellos fueron a casa para Semana Santa y Elenita nos contó que estaba embarazada de dos meses", recuerda la testigo.


Felix López y Elena Feldman. Ambos están desaparecidos.
12:03 Tormentos.
El testigo dice que cree que confesar ese tipo de delitos le salvó la vida. De la comisaría 6ta pasó a estar dos días en el Departamento de Informaciones D2 y fue brutalmente torturado por el Gato Gómez. De allí los enviaron a Encausados donde el médico que los recibió constató el estado deplorable de su salud.
Pérez afirma que existen pruebas de su paso por la 6ta y por la D2 en la documentación del Archivo Provincial de la Memoria. El fiscal Trotta solicita que estos hechos sean investigados ya que hasta el momento no se ha iniciado ninguna causa que investigue los delitos de los que él mismo fue víctima.
11:58 Persecusión
Alfredo cuenta que pudo dar aviso a su familia gracias a la intervención de un "policía honesto" que llamó por teléfono a la familia para dar aviso. "No supe su nombre, tampoco se lo quise preguntar", dice el testigo.
11:43 Testigo 310: Declara Alfredo Eduardo Perez
Así se entero que Inés tenía una cita con otra compañera en la calle Castro Barros. Cuando esta última llegó al lugar pudo ver cómo varios individuos bajaron de un torino blanco y secuestraron a Inés.
11:25 Esto destruyó a mi familia
11:20 Cartas
"Hay cartas mandadas al papa, al cardenal primatesta. En 1980 nos llegó la rta de la OTAN y la UNESCO a solicitudes presentada por nosotros. Siempre nos fue negada la auditación de mi hermana".
11:15 Testigo 309: Declara Elena Luisa Muchiutti
María Inés era psicóloga y delegada gremial. Además estaba vinculada a la Organización Comunista Poder Obrero: "Sabíamos que María Ines tenía ideología de izquierda pero no creo que ello sea motivo para que el castigo que recibió".
Su nombre apareció en las listas conformadas por sobrevivientes del campo de Concentración La Perla.
11:08 No hay más audiencias los días jueves
11:05 Cuatro testigos para la audiencia de hoy
Birt había estado preso en el 74 por una pegatina de carteles. El interrogador de Campo de la Ribera le dijo que estaba ahí por su militancia. Al día siguiente lo mandaron a UP1 donde estuvo hasta fin de año. Allí perdió el riñon por los maltratos recibidos y fue testigo de las aberraciones que se juzgaron en la Causa UP1.
El testigo ya estuvo declarando en la causa Videla, cuando narró los traslados en la Carcel UP1, que culminaron en 31 fusilamientos. En esta oportunidad el Fiscal Facundo Trotta le pregunta por el período anterior: el tiempo en que estuvo secuestrado en Campo de la Ribera desde su detención hasta su "blanqueo" como preso político.
Antes de terminar su testimonio, Elba Lopez Carrizo agrega un dato difuso que merece profundizar la investigación: desde el área Material de Rio IV la familia habría obtenido la información de que Felix Lopez estaba muerto y que habían identificado su cuerpo, aunque recibieron también la recomendación intimidante de no seguir averiguando.
Viene a declarar por el secuestro de Felix López, su hermano.
"A través de la tortura nos obligaron a confesar delitos que no habíamos cometido: que habíamos arrebatado la cartera a una anciana, que habíamos asaltado a una joyería", cuenta Perez.
"Ya en esa época desaparecían y mataban a gremialistas. Por eso yo llevaba un arma calibre 9 que no funcionaba". El testigo fue detenido en febrero de 1976 junto a un compañero que vivía con ellos. "Fue un secuestro, durante dos días nadie supo que había pasado con nosotros. En la seccional 6ta sufrimos toda clase de tormentos físicos y psicológicos".
Estaba detenido en Encausados cuando secuestraron a su compañera Ines Muchiutti. "Todo lo que o conozco sobre su secuestro lo supe a traves de lo que me contaron las visitas que iban a verme".
Sobre lo que se conoce como la "extensión del daño" de estos crímenes sobre la familia de las víctimas, la testigo responde: "Todo esto destruyó a mi familia. Tengo que decirlo porque mis padres eran gente grande, muy honesta y trabajadora. Mi hermana se había recibido con mucho esfuerzo. Hoy soy la única que queda de la familia. Mis padres y mi hermana mayor fallecieron y de Ines no supimos nada. Yo se que esto no es fácil, que hubo muchos desaparecidos. Yo incluso hubiera perdonado si se me hubiera entregado el cuerpo.
Porque es lo más doloroso para una familia, una necesidad imperiosa. Todo esto me sirve, creo que me estan escuchando y hay una buena intención de parte de ustedes. Pero más me serviría saber qué pasó".
Elena Muchuitti presenta documentación que acredita la búsqueda de la familia, se trata de cartas dirigidas a Videla y Harguindegui
La testigo declara por el caso de su hermana María Inés, quien fue secuestrada el 16 de Agosto de 1976.
La familia vivía en Santa Fe. "En un primer momento intentamos ocultarles a mis padres la desaparición de Ines, pero fue imposible. Recuerdo a mi madre a los gritos pidiendo por ella y a mi padre con una hemiplejía llamándome para contenerla"
Ya desde la semana pasada las audiencias son sólo Martes y Miercoles a partir de las 10:00.
Declaran Elena Luisa Muchiutti, Alfredo Eduardo Perez (familiares de víctimas en causa Rodriguez II); Guillermo Birt (ya declaró en Causa Videla) y Elba Lopez Carrizo.
Fuente:DiariodelJuicio
El testigo ya estuvo declarando en la causa Videla, cuando narró los traslados en la Carcel UP1, que culminaron en 31 fusilamientos. En esta oportunidad el Fiscal Facundo Trotta le pregunta por el período anterior: el tiempo en que estuvo secuestrado en Campo de la Ribera desde su detención hasta su "blanqueo" como preso político.
Antes de terminar su testimonio, Elba Lopez Carrizo agrega un dato difuso que merece profundizar la investigación: desde el área Material de Rio IV la familia habría obtenido la información de que Felix Lopez estaba muerto y que habían identificado su cuerpo, aunque recibieron también la recomendación intimidante de no seguir averiguando.
Viene a declarar por el secuestro de Felix López, su hermano.
"A través de la tortura nos obligaron a confesar delitos que no habíamos cometido: que habíamos arrebatado la cartera a una anciana, que habíamos asaltado a una joyería", cuenta Perez.
"Ya en esa época desaparecían y mataban a gremialistas. Por eso yo llevaba un arma calibre 9 que no funcionaba". El testigo fue detenido en febrero de 1976 junto a un compañero que vivía con ellos. "Fue un secuestro, durante dos días nadie supo que había pasado con nosotros. En la seccional 6ta sufrimos toda clase de tormentos físicos y psicológicos".
Estaba detenido en Encausados cuando secuestraron a su compañera Ines Muchiutti. "Todo lo que o conozco sobre su secuestro lo supe a traves de lo que me contaron las visitas que iban a verme".
Sobre lo que se conoce como la "extensión del daño" de estos crímenes sobre la familia de las víctimas, la testigo responde: "Todo esto destruyó a mi familia. Tengo que decirlo porque mis padres eran gente grande, muy honesta y trabajadora. Mi hermana se había recibido con mucho esfuerzo. Hoy soy la única que queda de la familia. Mis padres y mi hermana mayor fallecieron y de Ines no supimos nada. Yo se que esto no es fácil, que hubo muchos desaparecidos. Yo incluso hubiera perdonado si se me hubiera entregado el cuerpo.
Porque es lo más doloroso para una familia, una necesidad imperiosa. Todo esto me sirve, creo que me estan escuchando y hay una buena intención de parte de ustedes. Pero más me serviría saber qué pasó".
Elena Muchuitti presenta documentación que acredita la búsqueda de la familia, se trata de cartas dirigidas a Videla y Harguindegui
La testigo declara por el caso de su hermana María Inés, quien fue secuestrada el 16 de Agosto de 1976.
La familia vivía en Santa Fe. "En un primer momento intentamos ocultarles a mis padres la desaparición de Ines, pero fue imposible. Recuerdo a mi madre a los gritos pidiendo por ella y a mi padre con una hemiplejía llamándome para contenerla"
Ya desde la semana pasada las audiencias son sólo Martes y Miercoles a partir de las 10:00.
Declaran Elena Luisa Muchiutti, Alfredo Eduardo Perez (familiares de víctimas en causa Rodriguez II); Guillermo Birt (ya declaró en Causa Videla) y Elba Lopez Carrizo.
Fuente:DiariodelJuicio
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