En el marco de la causa Rodríguez declararon ayer Elena Luisa Muchiutti (hermana) y Alfredo Eduardo Pérez (esposo) por el secuestro y desaparición de María Inés Muchiutti, militante de Poder Obrero. Elba Hortensia López, por su hermano Félix López y el sobreviviente Guillermo Birtz relató su paso por campo de la Ribera.

El Tribunal presidido por Jaime Díaz Gavier, receptó los testimonios de familiares de víctimas del terrorismo de estado comprendidos en la causa Rodríguez. Los crudos relatos dan cuenta del poder omnímodo con que actuaron las fuerzas conjuntas desde una seccional de policía hasta la experiencia concentracionaria.

También aparecen con fuerza el dolor permanente de las familias por la ausencia de los cuerpos y el plus reparatorio que produce el testimonio. Elba López Carrizo contó por primera vez que a uno de sus hermanos que era militar le confirmaron la muerte de su hermano pero le ordenaron que se se callara.  Será citado a declarar.

La primera en hacerlo fue Elena Luisa Muchiutti, hermana de María Inés Muchiutti, secuestrada el 26 de agosto de 1976, en una plaza cercana a la avenida Castro Barros. Un llamado telefónico realizado por una mujer alertó a la familia sobre lo ocurrido.
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María Inés, de profesión psicóloga, estaba casada con Alfredo Pérez. Ambos, militaban en Poder Obrero.

Al momento del secuestro su marido se encontraba detenido. Ella vivía en una pensión cuya propietaria les contó que a horas de ser atrapada vinieron unos policías y se llevaron varios elementos. Y al otro día,  recibió una citación donde el mayor Stromber le pide que acerque al Tercer Cuerpo del Ejército pertenencias de la víctima.  También destacó que en la posada vivía una mujer policía de apellido Núñez que trabajaba en la seccional séptima.

Una carta en saco roto
“Siempre se nos negó la detención, incluso le dijeron a mi hermana que ellos no se dedicaban a eso pero pudo ver como ingresaba un detenido apuntado por la policía militar”, recordó.

La testigo, que en aquel momento era la directora de una escuela, le entregó en mano una carta a la mujer de Videla. El jerarca había ido a visitar una fábrica de vidrios en la localidad de San Carlos, y ella había concurrido al acto con la escuela. “Qué ilusa”, reflexionó.

La familia realizó incontables gestiones ante organismos nacionales e internacionales sin ningún resultado. Mientras testimoniaba sacó unas hojas ajadas y amarillentas que dan cuenta de un pedido de hábeas corpus presentado el 22 de noviembre de 1976 ante el funcionario judicial Otero Álvarez. En abril del 1979 presentaron otro habeas corpus y en Santa Fe las Madres le enviaron cartas a Primatesta y al Papa.

“Esto destruyó a mi familia, a mis padres, trabajadores de toda la vida. María Inés se había recibido de psicóloga con la ayuda de toda la familia. En un primer momento tratábamos de ocultar a mis padres su desaparición hasta que no se podía hacer más”, explicó.

Los hubiera perdonado
“Sabíamos que era de izquierda, pero no puede ser que por eso se justifique su muerte. (De la familia) quedo yo sola y quiero saber de ella”, manifestó, conmovida.

Y agregó: “Los hubiera perdonado si me hubieran entregado el cuerpo. Todo esto me sirve, porque me están escuchando. Pero lo que más me serviría es saber qué pasó. Hubiera aceptado que la hubieran acribillado si me hubieran dicho acá está el cuerpo”, expresó.

Recién en democracia les llegó un informe de una comisión de derechos humanos donde constaba: “María Inés Pérez, detenida el 26 de agosto de 1976, campo de concentración La Perla. 1978, trasladada”.

Detenido antes del Golpe
Alfredo Eduardo Pérez, esposo de la víctima, estaba detenido desde el 14 de febrero de 1976. Por las visitas se enteró que María Inés “tenía una cita en la avenida Castro  Barros con una compañera. Cuando estaba a unos 50, 60 metros ve que se acerca un Torino blanco y que se bajan varios hombres y la secuestran”.

Pérez relató que fue detenido junto a José Alfredo Ferrero con quien compartía el alquiler de una casa donde vivían los dos matrimonios. Dejaron la casa y María Inés se alojó en una pensión, en Alta Córdoba.

El testigo confirmó los dichos de su cuñada y acotó que la policía María Cristina Núñez cuando fue interpelada por la dueña de la residencia sobre el retiro de pertenencias había respondido que “no se haga problemas porque no iba a necesitar más nada”.
Testigo y víctima
Perez
Pérez, delegado gremial de la fábrica de galletitas Lía, declara como testigo pero también es víctima del terrorismo de estado. De su relato surge que fue secuestrado y torturado antes del Golpe de estado en la seccional sexta y luego detenido en la Cárcel de Encausados. Por ese entonces habían secuestrado a los hermanos de Elba Toranzo, empleada de la empresa y también a ella intentaron llevarla. “La sacamos por el portón trasero y se alojó  en la casa de una señora que trabajaba en la fábrica”, agregó.

Mientras regresaba del trabajo en motocicleta junto a Ferrero los detuvieron. “Yo portaba un arma calibre 9 mm que no funcionaba pero la llevaba porque en esa época ya mataban y desaparecían delegados gremiales”, recordó.

“Nos secuestraron porque durante dos días nadie sabía de  nosotros. En la sexta nos torturaron y golpearon. Nos hicieron simulacros de fusilamientos, nos aplicaron picana eléctrica en un elástico de cama, y después a través de un honesto policía di conocimiento que estaba detenido allí”, revivió. Y recordó que uno de los torturadores que hacía ostentación de su ferocidad era el Gato Gómez.

Cuando la familia se enteró unos 200 trabajadores fueron hasta las puertas de la comisaría y pidieron que sean mostrados y liberados.

Les armaron una causa por robo y por el arma. En un momento dado pudieron hablar y decidieron hacerse cargo para salvar la vida. “Creo que fue así porque después de 6 o 7 días nos trasladan al D2” donde estuvieron una semana sometidos a todo tipo de torturas hasta “perder el conocimiento”. Con posterioridad fueron sobreseídos de ambas causas por la justicia provincial.

De la comisaría los enviaron a Encausados. Cuando se produjo el  Golpe, todos los funcionarios de la municipalidad de su pueblo, Cruz del Eje, fueron llevados a esa cárcel. “A casi todos los conocía, el delito era ser peronistas. Eran gente de pueblo, de trabajo, de toda la vida. El contador era compañero mío, el intendente Madariaga, era hijo del carnicero…”, afirmó. Estuvo detenido hasta noviembre de 1976 y optó por el exilio interno.  El fiscal Trota pidió que se investigue su condición de víctima.

Tras un cuarto intermedio declaró Elba Hortensia López Carrizo hermana de Félix López, apodado “mamón”, estudiante de tercer año de abogacía en la UNC, detenido en mayo de 1977.  “De muy jovencito estaba afiliado al Partido Peronista de Río Cuarto y era admirador de (Héctor) Cámpora”, afirmó.
Elena Feldman, la novia del joven, había sido secuestrada entre los días 27 y 28 de abril del mismo año. “La última vez que nos vimos en Semana Santa nos comunicó que estaba embarazada de dos meses”, le contó al Tribunal.

La familia recién supo sobre el destino final de la víctima en 1984 “Cuando se hizo el Juicio a las Juntas y declaró (la sobreviviente) Graciela Geuna -con quien el joven había compartido la fiesta de egresados -, supimos por ella que había estado en La Perla y que lo vio por última vez, vendado, subiendo a un camión”, manifestó.

Pero antes de retirarse refirió que su padre fue músico retirado del ejército y su hermano mayor, Pedro Reinaldo López, trabajaba en el área meteorológica  de la Fuerza Aérea en Villa Dolores. “A raíz de todo esto, fue interrogado durante varias horas… y no solo eso lo dejaron tres horas sentado en una habitación, solo”.

El cuerpo de Félix
La mujer reveló una información que permanecía oculta. Dijo que en aquél momento escucharon por los medios de comunicación  el nombre de su hermano Félix López en la lectura de una noticia que hablaba de muertes por enfrentamientos. Es entonces que su hermano, cabo principal, averigua si uno de esos cuerpos era el de su hermano. “A las dos semanas le dicen que sí y que no diga nada más”, afirmó.  Por pedido de la abogada querellante Adriana Gentile y del ministerio público fiscal será convocado a declarar.

La testigo afirmó que por ser hermano de la víctima fue perseguido y que si bien le aprobaron el pase a Río Cuarto para que estuviera cerca de sus padres luego de lo ocurrido “al poco tiempo lo mandaron como castigo a San Luis”.

Cuando se presentó en el nuevo destino le anticiparon que le iban a dar de baja. “Tenía un hijo chico y lo dejaron sólo con la mutual y una pensión”.

Birtz
El último testimonio fue ofrecido por Guillermo Birtz. En esta oportunidad declaró en relación a su paso por el campo de la Ribera donde permaneció unas horas luego de ser secuestrado de su casa paterna la madrugada del 30 de abril de 1976. Calculó que a eso de cinco de la tarde fue llevado a la Unidad Penitenciaria N°1. Allí,  vivió experiencias terribles como la pérdida de un riñón tras recibir un bayonetazo por la espalda mientras esperaba ingresar al lugar. (Testimonió como víctima y como testigo en el juicio Videla realizado en 2010).

“Me detiene personal del ejército en un operativo feroz. Estaba   durmiendo, a la madrugada, sin ninguna orden especial”, atestiguó.

En el porche fue vendado con un trapo y trasladado en un camión Unimog por “averiguación de antecedentes” por orden del Área 311. Mientras iba en viaje una persona que supuso era un conscripto le preguntó si tenía fuego y reconoció esa voz. “Era Jorge Bernard a quien habían levantado antes. Lo conocía del secundario, del colegio San Antonio. También lo habían sacado de la cama”, añadió. Los llevaron a la seccional cuarta. “Allí nos levantamos la venda. Éramos nosotros y otros dos uno de Perkins, y otro del caucho”, evocó.

Contó que a los 15 minutos volvieron los militares, los vendaron y condujeron al campo de la Ribera. Allí permaneció unas horas, siempre vendado, y aclaró que fue “tratado como una señorita”. Militaba en la JP en el barrio y en la Facultad de Ciencias Económicas en el Integralismo.

El otro prisionero, Bernard, salió en libertad y avisó en su casa. De la  UP1, pasó a Sierra Chica y luego a La Plata. Antes de liberarlo, el 13 de junio de 1979, le hicieron firmar una historia clínica en blanco y siguió bajo libertad vigilada hasta 1980.

Balustra
Ante una pregunta del abogado Claudio Orosz acerca del estado de salud de Pablo Balustra -fusilado por aplicación de la ley de fuga cuando estaba imposibilitado de moverse-, recordó que mientras estuvo en el hospital de la penitenciaría recuperándose, Balustra estaba “hemipléjico y en coma” tras la tortura recibida. Y agregó que fue sacado en camilla, amenazado y luego fusilado.

Este miércoles continúa la ronda de testimonios. Cualquier ciudadano mayor de edad puede presenciar el juicio con la sola presentación del DNI. Las audiencias se realizan los martes y miércoles a partir de media mañana.
Fotografía Infonews Córdoba
Fuente:PrensaRed
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