“Lo peor en la tortura era escuchar el dolor del otro”, sostuvo un testigo en el juicio en el que se investiga la detención ilegal del riocuartense Carlos Bettiol. Aseguró que la violación a las mujeres era “sistemática”
En el marco del juicio que investiga los delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención de Mansión Seré, donde se encuentra el caso de privación ilegítima de la libertad del riocuartense Carlos Bettiol, se desarrolló una intensa audiencia con testimonios clave. Entre las declaraciones, se aseguró que la violación a las mujeres secuestradas era “sistemática”.
En el Tribunal Oral Federal Nº 5 de San Martín, prestó declaración Julia Ruiz, quien estuvo detenida junto a su marido Enrique Osvaldo Berroeta. Habían sido detenidos el 9 de mayo de 1977, y ella lo vio a él en Mansión Seré por última vez muy golpeado, sucio y tirado sobre un camastro.
Los imputados en el juicio son Hipólito Rafael Mariani, César Miguel Comes, Miguel Ángel Ossés, Néstor Rubén Oubiña, Felipe Ramón Sosa y Héctor Oscar Seisdedos. También son investigados el ex cabo primero Daniel Alfredo Scali y Marcelo Eduardo Barberis, quienes pertenecían a la Fuerza Aérea en el momento de los hechos y actualmente están detenidos en el Complejo Penitenciario Federal II de Marcos Paz.
El matrimonio Berroeta vivía sobre la calle Mario Bravo de Capital Federal. Cuando la fueron a buscar, Ruiz identificó la insignia en uno de ellos: eran de la Fuerza Aérea. Durante las casi cuatro semanas que estuvo secuestrada, ella sufrió torturas con picanas, golpes y hambre.
No obstante, la testigo aseguró que lo peor era “cuando nos torturaban a la vez y escuchábamos el dolor, los gritos desgarradores del otro”.
Cuando desde la fiscalía, a cargo de Martín Niklison, le preguntaron sobre violaciones sexuales, la testigo expresó que a todas las chicas con las que compartió cautiverio las violaron sistemáticamente. Al respecto, la testigo no pudo poner en palabras su situación personal.
Después que la dejaron en libertad, “la patota”, como ella los denominó en el juicio, siguió hostigándola. La llamaban por teléfono de madrugada y la seguían cuando iba al supermercado. Una vez le pidieron plata a cambio de la libertad de su marido. Julia aceptó y les entregó la mitad del dinero de la venta de un departamento de su suegro. Era un engaño, al día de hoy Enrique Berroeta continúa desaparecido. Después de eso, Julia y sus hijos se fueron a vivir a Villa Mercedes, San Luis, donde siguen viviendo.
Más declaraciones
Quien también prestó declaración en la última audiencia del juicio en zona oeste de Buenos Aires, fue Norberto Pedro Urso, quien fue secuestrado en su casa de la localidad de Ciudadela el 23 de noviembre de 1977. En 2002 escribió el libro “Mansión Seré”, sobre el rol que cumplió el centro clandestino para las Fuerzas Armadas. En su testimonio contó que los hombres que lo secuestraron estaban disfrazados con pelucas y camisetas de equipos de fútbol. Él había tenido una breve militancia en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) años antes, pero ya no era un militante cuando lo trasladaron al epicentro del circuito represivo de la zona oeste.
Urso relató que cuando llegó a Mansión Seré sintió olor a pasto y pensó que estaba en el campo. “Me preguntaron varias veces por mi nombre de guerra. Les decía que no tenía y me pegaban fuerte en la boca del estómago hasta desmayarme. Cuando les dije que quería ser piloto se ensañaron conmigo”, indicó.
El testigo contó varias humillaciones que sufrió en manos del guardia Daniel Scali, imputado en la causa. “Era el que más pegaba. A un compañero lo colgaron de un fierro con las esposas y le pegaba como si fuera una bolsa de papas”, relató.
“Estuve 14 días sin ir de cuerpo y se lo comenté a los guardias. Después me pusieron algo en la comida y al otro día tuve terribles retorcijones. Cuando pedí para ir al baño, no vino nadie. Tuve que defecar sobre unos papeles de diarios y mi calzoncillo todo manchado. Había un olor insoportable”, explicó.
El testigo agregó que a través de ese episodio lo mandaron a tirar los papeles de diario al baño y descubrió que había una ventana. Así pudo orientarse dónde estaba. A mediados de diciembre, los militares liberaron a Urso en la General Paz y Rivadavia. “Ahí terminó mi tortura”, dijo a los jueces.
Fuente:Puntal.com
En el Tribunal Oral Federal Nº 5 de San Martín, prestó declaración Julia Ruiz, quien estuvo detenida junto a su marido Enrique Osvaldo Berroeta. Habían sido detenidos el 9 de mayo de 1977, y ella lo vio a él en Mansión Seré por última vez muy golpeado, sucio y tirado sobre un camastro.
Los imputados en el juicio son Hipólito Rafael Mariani, César Miguel Comes, Miguel Ángel Ossés, Néstor Rubén Oubiña, Felipe Ramón Sosa y Héctor Oscar Seisdedos. También son investigados el ex cabo primero Daniel Alfredo Scali y Marcelo Eduardo Barberis, quienes pertenecían a la Fuerza Aérea en el momento de los hechos y actualmente están detenidos en el Complejo Penitenciario Federal II de Marcos Paz.
El matrimonio Berroeta vivía sobre la calle Mario Bravo de Capital Federal. Cuando la fueron a buscar, Ruiz identificó la insignia en uno de ellos: eran de la Fuerza Aérea. Durante las casi cuatro semanas que estuvo secuestrada, ella sufrió torturas con picanas, golpes y hambre.
No obstante, la testigo aseguró que lo peor era “cuando nos torturaban a la vez y escuchábamos el dolor, los gritos desgarradores del otro”.
Cuando desde la fiscalía, a cargo de Martín Niklison, le preguntaron sobre violaciones sexuales, la testigo expresó que a todas las chicas con las que compartió cautiverio las violaron sistemáticamente. Al respecto, la testigo no pudo poner en palabras su situación personal.
Después que la dejaron en libertad, “la patota”, como ella los denominó en el juicio, siguió hostigándola. La llamaban por teléfono de madrugada y la seguían cuando iba al supermercado. Una vez le pidieron plata a cambio de la libertad de su marido. Julia aceptó y les entregó la mitad del dinero de la venta de un departamento de su suegro. Era un engaño, al día de hoy Enrique Berroeta continúa desaparecido. Después de eso, Julia y sus hijos se fueron a vivir a Villa Mercedes, San Luis, donde siguen viviendo.
Más declaraciones
Quien también prestó declaración en la última audiencia del juicio en zona oeste de Buenos Aires, fue Norberto Pedro Urso, quien fue secuestrado en su casa de la localidad de Ciudadela el 23 de noviembre de 1977. En 2002 escribió el libro “Mansión Seré”, sobre el rol que cumplió el centro clandestino para las Fuerzas Armadas. En su testimonio contó que los hombres que lo secuestraron estaban disfrazados con pelucas y camisetas de equipos de fútbol. Él había tenido una breve militancia en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) años antes, pero ya no era un militante cuando lo trasladaron al epicentro del circuito represivo de la zona oeste.
Urso relató que cuando llegó a Mansión Seré sintió olor a pasto y pensó que estaba en el campo. “Me preguntaron varias veces por mi nombre de guerra. Les decía que no tenía y me pegaban fuerte en la boca del estómago hasta desmayarme. Cuando les dije que quería ser piloto se ensañaron conmigo”, indicó.
El testigo contó varias humillaciones que sufrió en manos del guardia Daniel Scali, imputado en la causa. “Era el que más pegaba. A un compañero lo colgaron de un fierro con las esposas y le pegaba como si fuera una bolsa de papas”, relató.
“Estuve 14 días sin ir de cuerpo y se lo comenté a los guardias. Después me pusieron algo en la comida y al otro día tuve terribles retorcijones. Cuando pedí para ir al baño, no vino nadie. Tuve que defecar sobre unos papeles de diarios y mi calzoncillo todo manchado. Había un olor insoportable”, explicó.
El testigo agregó que a través de ese episodio lo mandaron a tirar los papeles de diario al baño y descubrió que había una ventana. Así pudo orientarse dónde estaba. A mediados de diciembre, los militares liberaron a Urso en la General Paz y Rivadavia. “Ahí terminó mi tortura”, dijo a los jueces.
Fuente:Puntal.com
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