25 de enero de 2015

CAUSA AMIA - MUERTE DEL FISCAL NISMAN.

Nisman y los desaparecidos de La Tablada


La Tablada
La carrera judicial del fallecido fiscal Alberto Nisman comenzó a pisar sobre firme con la investigación sobre las desapariciones de dos militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP), que el 23 de enero de 1989 asaltaron el Regimiento de Infantería Mecanizada 3, en La Tablada. Su tarea solicitada especialmente por el juez Gerardo Larrambebere, convalidó la versión del Ejército: Iván Ruiz y José Díaz habían logrado escapar desarmados y heridos, después de combatir durante ocho horas, de un cuartel rodeado de policías y militares. Nisman -que fue encontrado muerto el domingo pasado- trabajaba en el Juzgado en lo Criminal y Correccional 1 de Morón, a cargo de Larrambebere, cuando se produjo el asalto. La investigación les correspondía a ellos. Nisman llevaba otros temas en el Juzgado pero Larrambebere se quedó impresionado por algunos de sus escritos y lo sumó al equipo que tuvo en sus manos la causa políticamente más delicada.

Uno de los temas que le encargó fue investigar la desaparición de Ruiz y Díaz. Los dos militantes habían logrado salir de la Guardia de Prevención el 23 de enero, después de combatir desde las seis de la mañana hasta pasado el mediodía. Saltaron por una ventana cuando el techo se desplomaba por el fuego que consumía la estructura e inmediatamente los detuvieron los comandos del Ejército que participaban de la recuperación del cuartel, que terminó con 39 muertos entre civiles, policías y militares- y cuatro asaltantes desaparecidos. De ese momento existe una serie fotográfica, que tomó Eduardo Longoni, donde aparecen los guerrilleros saltando por la ventana, uno de ellos visiblemente herido.

Ambos estaban desarmados y fueron llevados hacia los fondos del cuartel por dos o tres militares. Nunca más se supo de ellos. La versión militar completa sostenía que Ruiz y Díaz se habían fugado.
Fuente:NuevoDiarioWeb





CAUSA AMIA
Los 30 personajes ligados a la muerte del fiscal
Por orden alfabético, el conjunto de los principales nombres asociados al desenlace del funcionario constitucional a cargo de la causa AMIA. Algunos de ellos han adquirido notoriedad como consecuencia de la tragedia; otros son espías sin rostro y también hay funcionarios públicos. Encabezan este último subgrupo la presidenta Fernández de Kirchner y el ex mandatario Carlos Menem
BERNI
Secretario de Seguridad
Sergio Berni fue uno de los primeros en llegar al departamento del fiscal Nisman luego de que los custodios informasen que este no respondía a los llamados. Arribó al lugar antes que la fiscala Fein y la jueza Palmaghiani.


CRISTINA
Presidenta denunciada
Cinco días antes de morir, el fiscal Nisman acusó a la mandataria argentina y a otros hombres de su entorno de pretender “fabricar la inocencia de Irán”. La denuncia indica que Cristina Kirchner negoció el caso AMIA por petróleo.


D’ELÍA
Piquetero denunciado
Nisman acusó al líder del Movimiento Piquetero de haber actuado como nexo entre el Gobierno argentino e Irán. Distintas escuchas telefónicas presentan a Luis D’Elía hablando sobre el memorándum con el iraní Jorge Yussuf Khalil.


CANICOBA
Juez del caso "Madre"
Rodolfo Canicoba Corral quedó a cargo de la causa AMIA tras la destitución de Juan José Galeano. En 2014 y por pedido de Nisman, envió a juicio otra vez a Carlos Telleldín. El juez cuestionó la validez de las escuchas telefónicas del fiscal.


ARROYO 
Ex jueza y ex cónyuge
Sandra Arroyo Salgado es la primera querellante en la investigación de la muerte de Nisman. La mujer estuvo casada con el fiscal y fue jueza federal en San Isidro. “No creo en la hipótesis del suicidio”, dijo desde el comienzo.

BOGADO
Espía denunciado
Nisman acusó a Ramón Allan Bogado de haber participacido en el presunto plan para encubrir la responsabilidad de Irán. Inteligencia dijo que Bogado no está en plantilla y Aníbal Fernández lo llamó “vendedor de influencias”.

GALEANO
Juez destituido
Juan José Galeano fue el primer juez de la causa AMIA. Las irregularidades halladas en su trabajo dieron a pie a su destitución. Lijo elevó a juicio una causa por encubrimiento del atentado donde está imputado junto con Menem.

GENTILI
Reemplazante de Nisman
Al día siguiente de la muerte del fiscal especial de la causa AMIA, la procuradora Alejandra Gils Carbó puso a Alberto Adrián Gentili al frente de la pesquisa del atentado. Gentili trabajaba con Nisman y permanecerá en el cargo hasta el 31 de enero.


GARFUNKEL
Mamá del fiscal
Los custodios de Nisman llamaron a Sara Garfunkel, la madre del fiscal, para acceder a la vivienda de este el domingo pasado. La mujer dijo que la puerta de servicio tenía la llave puesta desde adentro y que no creía en la versión del suicidio.

GILS CARBÓ
Procuradora general
Alejandra Gils Carbó, procuradora y lideresa del movimiento Justicia Legítima, habría pretendido separar a Nisman de la causa AMIA. Este trascendido intenta explicar por qué Nisman adelantó la denuncia contra la Presidenta.

ESTECHE
Dirigente K denunciado
Nisman acusó a Fernando Esteche, líder de la organización Quebracho, de haber intervenido en el supuesto plan gestado por el Gobierno para garantizar impunidad a los funcionarios iraníes involucrados en la voladura de la AMIA.

FEIN
Investigadora
Viviana Fein, titular de la Fiscalía Nacional en lo Criminal N°45, estaba de turno cuando murió el fiscal especial de la AMIA. “Lamentablemente dio negativo”, dijo la fiscala sobre la búsqueda de pólvora en las manos de Nisman.

LAGOMARSINO
Dueño del arma
Diego Lagomarsino trabaja desde 2007 en la Fiscalía de Nisman. El sábado 17 de enero entregó a su jefe la pistola Bersa calibre 22 que apareció en el lugar de la muerte. La fiscala Fein dictó una orden para impedir que salga del país.

LARROQUE
Camporista denunciado
Nisman acusó al diputado Andrés “Cuervo” Larroque de haber participado en las negociaciones dirigidas a dar impunidad a Irán en la causa AMIA. El dirigente de La Cámpora habría contribuido al entendimiento con los iraníes.

KHALIL
Dirigente islámico
Nisman consideró que Jorge Yussuf Khalil representó a Irán durante el proceso de gestación del memorándum que quitó la investigación del atentado a la Justicia argentina. Diferentes escuchas muestran a Khalil hablando del tema con D’Elía.

LIJO
Juez de la denuncia
El 19 de enero, el juez federal Ariel Lijo levantó la feria judicial para comenzar el análisis de la denuncia de supuesto encubrimiento que había presentado Nisman contra la Presidenta, Timerman, Larroque, D’Elía, Esteche y otros.

ICAZURIAGA 
Ex n° 1 de inteligencia 
Héctor Icazuriaga fue la cara visible de la Secretaría de Inteligencia entre 2003 y el año pasado, cuando la Presidenta lo cambió por Oscar Parrilli (se dice que Larcher ejercía el poder). Este año, fue nombrado embajador en Venezuela.

LARCHER
Ex n° 2 de inteligencia 
El santacruceño José Francisco Larcher era la mano derecha del matrimonio Kirchner en la Secretaría de Inteligencia. Pero el N°2 (N°1 en los hechos) cayó en desgracia con Stiusso y fue reemplazado en diciembre, junto con Icazuriaga.

POCINO
Rival interno de Stiusso 
Fernando Pocino, director de Reunión Interior en la Secretaría de Inteligencia, se hizo célebre por sus diferencias con el sector que respondía a Stiusso. Este agente habría ganado peso con los cambios que hizo la Presidenta en diciembre. 

PALMAGHINI 
Jueza del caso “Nisman”
Fabiana Palmaghini encabeza el juzgado donde tramita la pesquisa por la muerte dudosa de Nisman. La Presidenta cuestionó a esta jueza por su actuación en el supuesto suicidio de Lourdes Di Natale, ex secretaria de Emir Yoma.

PARRILLI
Jefe de inteligencia
Oscar Parrilli forma parte del círculo estrecho de Fernández de Kirchner y es mencionado en las escuchas telefónicas de D’Elía-Khalil. En diciembre, la Presidenta lo designó secretario de Inteligencia en reemplazo de Héctor Icazuriaga.

MENA
Operador judicial 
Juan Martín Mena creció en el oficialismo por su capacidad para influir en la Justicia y sus vinculaciones con dirigentes de La Cámpora. En diciembre, la Presidenta lo nombró subsecretario de Inteligencia en reemplazo de Larcher.

PACHTER
Periodista del Herald
Damián Pachter dio la primicia sobre la muerte de Nisman en su cuenta de Twitter el mismo  18 de enero. Ayer, el periodista del Buenos Aires Herald anunció que se iba del país por miedo. En la huida, dejó el auto estacionado en la calle.

RABBANI
Clérigo imputado
Mohsen Rabbani dirigía la mezquita de Flores cuando ocurrió el atentado a la AMIA. Luego, asumió como agregado cultural de la Embajada de Irán. Según Nisman, fue la conexión local de los iraníes. La Interpol lo busca desde 2007.

STIUSSO
Espía acusado por los K
Horacio Stiles alias “Jaime Stiusso” investigó el caso AMIA con Nisman y fue despedido de la Secretaría de Inteligencia en diciembre, después de 40 años de servicio. Según el Gobierno, su mano está detrás del dramático final del fiscal.


TELLELDÍN
Mecánico imputado
Carlos Telleldín entregó la camioneta Trafic con entre 300 y 400 kilos de explosivos usada en el atentado, según la investigación de Nisman. Por este tema, el mecánico había sido sometido a juicio oral y absuelto en 2004.


TIMERMAN
Canciller denunciado
Héctor Timerman está entre los funcionarios denunciados por Nisman antes de fallecer. Según su escrito, el canciller intentó encubrir a los responsables del atentado mediante la firma del Memorándum de Entendimiento con Irán.

VIALE
Espía asesinado
El agente Pedro “El Lauchón” Viale pertenecía al entorno de “Jaime Stiusso”. En 2013, fue ejecutado por la Policía Bonaerense en un presunto allanamiento. Su muerte está relacionada con la guerra de los servicios de inteligencia.

WALTER
Cerrajero
“La puerta de servicio estaba abierta”, dijo Walter, el cerrajero convocado al edificio Le Parc, donde vivía Nisman. “A esa puerta la pudo haber abierto cualquiera. Yo tardé dos minutos”, insistió el hombre luego de declarar ante Fein.

YRIMIA 
Ex juez denunciado
Nisman implicó al ex juez federal Héctor Yrimia en el supuesto complot entre Argentina e Irán relacionado con el atentado contra la AMIA. Yrimia negó ser agente de inteligencia. “La denuncia es un disparate”, añadió.
Fuente:LaGaceta





24-1-2015
Nisman
Denuncia de Nisman: aseguran que la compra de petróleo es insignificante
La denuncia del fiscal Nisman se basaba en un supuesto pacto para comprar petróleo iraní debido a una "crisis energética". Expertos aseguran que Argentina solo importa el 1,9% del petróleo que consume. Y que el petróleo iraní le saldría al país mucho más caro que cualquier otro.

“La argumentación energética y petrolera esgrimida por Nisman, medular para su denuncia es insostenible”, sostuvieron Federico Bernal, director de  Observatorio de la Energía, la Tecnología y la Infraestructura para el Desarrollo (OETEC), y el especialista en Economía y responsable de Investigación de la organización, Ricardo Dicco, en un informe donde analizaron diferentes variables de la situación energética y refutaron la denuncia de Nisman.

“Entre 2003 y 2013 la demanda del Mercado Eléctrico Mayorista a nivel hogares, industrias y comercios creció un 47%, 43% y28% respectivamente”, sostuvieron en un análisis donde se indicó que “la demanda anual en gigatavios/hora del sector residencial creció entre 2204 y 2014 el doble de lo que creció entre 1983 y 2003”.

“¿Puede una economía crecer e incorporar a millones de argentinos al sistema -excluidos y postergados por décadas- en un escenario de 'severa crisis energética'?", se preguntaron los especialistas al refutar el principal argumento utilizado por Nisman para imputar a la Presidenta, al canciller Héctor Timerman y a dirigentes sociales y políticos.

En cuanto al petróleo, los autores afirman que la Argentina importa 1,9% de petróleo, mientras que la producción local participa con el 98,1% restante. “La Argentina no sólo importa volúmenes insignificantes, sino que además es exportador de petróleo”, indicó el informe con un pormenorizado relevamiento basado en datos de la Secretaría de Energía de la Nación.

Además, agregó que el petróleo iraní “antes de ser adquirido por nuestro país debe necesariamente ser procesado en origen debido a su composición de azufre (1,3% o superior)”, de manera que, de importarse, “sería más costoso”.

“La denuncia se trata de uno más de los tantos atentados desinformativos a los que medios como Clarín y La Nación, entre otros, nos tienen acostumbrados”, aseguraron a la vez que cuestionaron que “no se hayan tomado el trabajo de convocar a técnicos de las autoridades competentes nacionales como Secretaría de Energía, CAMMESA, ENARGAS, etc”.

“En efecto, la denuncia arma su forzado y caprichoso relato incriminador echando mano a los mismos artículos críticos que los referidos matutinos vienen publicando en relación a la causa AMIA desde comienzos de la época kirchnerista”, explicaron los especialistas al cuestionar que las fuentes utilizadas para el informe de Nisman “no son gubernamentales, sino que se trata de la interpretación de dichos de terceros surgidos de intervenciones telefónicas”.





24-1-2015
Nisman
"El disparo se hizo a menos de un centímetro de la cabeza", dijo la fiscal Fein
La fiscal del caso aclaró que el disparo que mató a Alberto Nisman se hizo a menos de un centímetro del orificio de entrada. Se hizo, dijo, "apoyando el arma en el parietal derecho" y "fue sobre la oreja, con el arma fue apoyada sobre la sien".
La fiscal Liliana Fein-Foto:Leo Vaca

En una entrevista televisiva, la fiscal Viviana Fein informó que el disparo que mató al fiscal Alberto Nisman  se hizo a "una distancia no mayor a un centímetro" de donde estaba el orificio de de entrada. El disparo, dijo, se hizo  "apoyando el arma en el parietal derecho" y "fue sobre la oreja, con el arma fue apoyada sobre la sien".

"La autopsia es la única medida de prueba" agregó. Esta mañana, una nota del diario Clarín decía que había un informe que aseguraba que el disparo se había hecho a 15 centímetros de la cabeza. “Eso no es real, y le digo que no es real", dijo la fiscal. "No sale de mi causa, no sale de ninguna prueba de mi causa, esto es categórico y terminante por mi parte, yo todas las noticias que doy al aire día a día o por comunicado de prensa del Ministerio Público es toda la actuación que se refleja en el marco de mi causa, todas las demás noticias que se informen de otro contexto o en otro sentido, no son producción ni obra de mi persona en cuanto a mediadas que yo dispongo”

La fiscal Fein también infomó que el hecho se produjo "alrededor del mediodía del día domingo" 18 de enero. También sostuvo que el proyectil que le dio muerte a Nisman "se correspondió al arma" que encontraron bajo su cuerpo.

En la entrevista con el canal Todos Noticias, Fein remarcó  que "no se infiere la participación de terceras personas" en el hechoy añadió que, cuando lo encontraron el fiscal Nisman estaba tendido en el piso y la cabeza trababa la puerta del baño. "Estamos esperando el examen toxicológico e histopatológico que son exámenes que pueden demorar", agregó la fiscal.




24-1-2015
Nisman
Caso Nisman: los testigos de la semana

Desde el técnico Diego Lagomarsino -que ayer volvió a ocupar la primera plana de los noticieros- hasta la ex mujer de Nisman -que estuvo ocho horas en la fiscalía- durante toda la semana las cámaras apuntaron a la fiscalía de Fein, donde los testigos desfilaron para intentar armar el rompecabezas de las últimas horas del fiscal.
La jueza Arroyo Salgado luego de declarar-Foto:Agustín Marcarian

Lunes 19: Diego Lagomarsino
La causa se caratula como muerte dudosa. El arma de donde salió la bala (una pistola Bersa calibre 22), pertenecía a Diego Lagomarsino, un empleado de la fiscalía especial de investigación del atentado a la Amia que conducía Nisman. El colaborador del fiscal declaró ante Fein y la fiscal dijo que "hizo una declaración totalmente creíble, precisa y contundente". Lagomarsino explicó que ese día estuvo dos veces en la casa de Nisman, que la primera vez Nisman le pidió prestada un arma y más tarde volvió para entregársela, algo que podría ser delito, porque Nisman no era legítimo usuario. Su ingreso quedó registrado en las cámaras de seguidad. Ayer, la fiscalía emitió un comunicado en el que anunciaba que habían dictado la restricción a Lagomarsino para salir del país, luego de "reiterados intentos por ubicarlo". Al entererarse por los medios, Lagomarsino se comunicó con la fiscal. La jueza de la causa aceptó un ofrecimiento del Ministerio de Seguridad para que sea custodiado por Gendarmería. El técnico de podría volver a declarar el lunes a primera hora.

Martes 20: los custodios
Empiezan a declarar los custodios. Nisman tenía un grupo de diez hombres de la Policía Federal que lo custodiaban, algunos de ellos estaban con él desde 2007, y él mismo era el jefe la cuadrilla. La versión que trascendió es que el viernes Nisman les había ordenado que fueran el domingo por la mañana, pero que luego no los atendió ni respondió sus llamados. Los agentes esperaron hasta las dos de la tarde y se comunicaron primero con la secretaria y luego con la madre del fiscal. Recién a las 22:45, cuando ya habían entrado a la casa y encontraron el cuerpo, dieron aviso a las autoridades policiales. Por esa demora, el Ministerio de Seguridad abrió un sumario a los dos custodios que estaban en Le Parc y a sus superiores.

Miércoles 21: el cerrajero, los custodios
“La puerta estaba sin trabas”, dijo el cerrajero a la salida de la Fiscalía y contó que fue llamado por la seguridad del edificio como en otras oportunidades que se necesitaba el servicio de cerrajería. Walter, que resguarda su apellido, dijo que en todo momento estuvo acompañado por un bombero y que lo llevaron directamente para que destrabara la cerradura de la puerta de servicio. Ahí empujó la llave que estaba puesta del lado de adentro con un alambre y con la llave que le dio la madre de Nisman abrió la puerta. “Puse la llave y giró el pestillo”, dijo. Además siguieron declarando todo el día los miembros de la custodia del fiscal que fueron citados el día anterior.

Jueves 22: madre, tía y médico de la autopsia
Sara Garfunkel, madre del fiscal Alberto Nisman, declaró durante más de tres horas en la fiscalía. La mujer había estado presente en el momento en que se abrió la puerta del departamento de su hijo y también en el hallazgo del cadáver. El día anterior, la declaración del cerrajero que abrió la puerta del departamento -que no estaba trabada- desató una ola de versiones. La mujer declaró que esa puerta tenía dos cerraduras. Ella abrió la primera con las llaves que tenía, y el cerrajero fue convocado para hacer lo mismo con la segunda, que no estaba trabada pero tenía la llave puesta del lado de adentro. Fein también escuchó declaraciones de la tía de Nisman, Lidia Garfunkel y del doctor Héctor Di Salvo, perito del Cuerpo Médico Forense que participó en la autopsia.

Viernes 23: ex esposa
Sandra Arroyo Salgado, ex esposa de Nisman, estuvo ocho en la fiscalía. La magistrada se presentó como querellante de la causa, en representación de sus dos hijas. La jueza de instrucción, Fabiana Palmaghini, deberá decidir si hace lugar al pedido. Nisman y Arroyo Salgado estuvieron casados durante más de una década y se separaron hace tres años. La mujer fue una de las últimas personas con las que habló el fiscal antes de que él interrumpiera intempestivamente su viaje y volviera a la Argentina para presentar la denuncia por encubrimiento. Arroyo Salgado habría dicho que Nisman no había sido claro con respecto a los motivos de su regreso al país de sus vacaciones en Europa, y volvió a poner en duda la hipótesis del suicidio.
Fuente:Infojus




UNA POR UNA, LAS PRIMERAS CONCLUSIONES DE LA INVESTIGACION
RADIOGRAFIA DEL CASO NISMAN
Por Raúl Kollmann

La funcionaria que dirige la investigación confirmó que el proyectil hallado en la cabeza del fiscal es de la pistola calibre 22 que fue encontrada en el baño y que era propiedad de Diego Lagomarsino. Las dudas que quedan. Las hipótesis. Cómo sigue la causa.


DEFINICION DE LA FISCAL QUE INVESTIGA LA MUERTE DE ALBERTO NISMAN
“El disparo fue efectuado sobre la sien”
La funcionaria que dirige la investigación confirmó que el proyectil hallado en la cabeza del fiscal es de la pistola calibre 22 que fue encontrada en el baño y que era propiedad de Diego Lagomarsino. Las dudas que quedan. Las hipótesis. Cómo sigue la causa.
Por Raúl Kollmann

La fiscal Viviana Fein desmintió ayer que el disparo que mató a Alberto Nisman se hubiera efectuado a 15 o 20 centímetros.Imagen: DyN
La fiscal Viviana Fein terminó ayer con parte de las especulaciones. A primera hora de la tarde habló en forma pública para dejar en claro que la autopsia dice que “el disparo que mató al doctor Nisman fue efectuado sobre la sien, con la pistola prácticamente apoyada en la cabeza, es decir, a menos de un centímetro”. Fein también confirmó que el proyectil sacado de la cabeza del fiscal se corresponde con la vaina encontrada en el lugar y con la pistola calibre 22 que le prestó a Nisman su extraño empleado Diego Lagomarsino. La jornada de ayer había comenzado con una versión del diario Clarín de que el disparo se efectuó a 15 o 20 centímetros, lo que daba a entender que otra persona le disparó al fiscal. 

La fuente de semejante dato fue un supuesto informe de la Policía Federal, que esa fuerza desmintió ya a media mañana de ayer. “En la muerte del fiscal Nisman no intervino una tercera persona. Esa es la conclusión de la autopsia”, remató la fiscal que está al frente de la investigación. De todas maneras, el viernes estuvo en la fiscalía la ex esposa de Nisman, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado. En las siete horas que pasó allí, estuvo seis revisando la causa, tomando nota y haciendo fotocopias. En la hora restante prestó declaración. Como anticipó Página/12 el jueves pasado, Arroyo Salgado le dará la autopsia a un forense y luego va a definir si pide estudios complementarios o directamente una re-autopsia. Esa es la razón por la que hasta el momento no se entregó el cuerpo a la familia.

Diagnóstico inicial
Los informes que recibió la fiscal la llevaron a la conclusión que puso por escrito dos días después de la muerte del fiscal: “No intervinieron terceras personas”. Es decir que de acuerdo con los datos hasta ahora a su disposición el disparo que le produjo la muerte fue producido por el propio Nisman.

Los parámetros que se utilizan en una autopsia son los de la distancia del disparo y el ángulo, que están estudiados a nivel internacional. Según los trascendidos, se hablaba de que el disparo fue a menos de dos centímetros, pero ayer la fiscal dejó en claro que fue a menos de un centímetro, con el arma prácticamente apoyada.

En ese diagnóstico inicial que hace la fiscal, entran otros elementos muy importantes:
- No hay marcas de pelea ni lesiones defensivas.

- En el propio baño no hay rastros de un forcejeo.

- Con la madre delante se verificó que el cuerpo de Nisman no permitía abrir la puerta del baño –más específicamente la cabeza, explicó ayer la fiscal–. Es decir, que era extremadamente difícil, más de película que de la vida real, salir del baño sin dejar rastros, pisadas, arrastre del cuerpo. Si se conseguía todo eso, luego había que cerrar casi totalmente la puerta y enganchar el cuerpo para empujarlo hacia la entrada y que la cabeza impida el ingreso al baño. Los peritos dijeron que es una escena casi imposible de reproducir.

- El mismo Nisman pidió el arma con la que se efectuó el disparo. Ya no hay dudas de que se utilizó la pistola 22 que le proporcionó Diego Lagomarsino: la vaina se corresponde con esa arma y ayer se concluyó el estudio final que indica que el plomo encontrado dentro del cráneo de Nisman se corresponde con la vaina.

- La puerta principal del departamento tenía dos formas de acceso: el código y la cerradura.
Esa puerta estaba cerrada por dentro, con la llave puesta, tal cual lo testificó la madre de Nisman, Sara Garfunkel. Ella le avisó a la fiscalía que se llevó esa llave. Respecto de la puerta de servicio, está claro que estaba cerrada una de las cerraduras (la Trabex de arriba) y puesta la llave en la otra. La madre abrió la cerradura de arriba con la llave que ella trajo de su casa, pero no pudo abrir la cerradura de abajo porque la llave estaba puesta del lado de adentro. Esa cerradura es la que abrió el cerrajero empujando la llave con un alambre. Esto no hace imposible que alguien haya entrado y salido por la puerta de servicio, cerrando después por fuera. Pero quien lo hiciera tendría que haber hecho previamente una copia de la llave, algo improbable, aunque no imposible.

- No aparece nadie sospechoso habiendo entrado o salido de Le Parc. Igual, se están revisando las 170 cámaras que hay en el edificio y de las que habló también ayer la fiscal. Fein dijo que los registros de entradas y salidas son desprolijos, de manera que van a revisar las imágenes.

- La fiscal ratificó un adelanto que hizo el jueves: que personas de mantenimiento habían estado en el pasadizo que permite arreglar los aire acondicionados. Se trata de un pequeñísimo pasillo a través del cual existe un acceso también pequeño a los departamentos. Fein contó que Nisman volvió el 12 y al día siguiente pidió la presencia de los técnicos porque no andaban los acondicionadores. No hay rastros de que hayan abierto la chapa para acceder por ahí al departamento del fiscal y es probable que la media huella encontrada en el pasadizo corresponda al personal de mantenimiento.

- Por último, Fein reveló ayer que el cuerpo sufrió “espasmo cadavérico”, es decir que de inmediato, por la cercanía del disparo, adquirió rigidez. Eso es lo que explica por qué el dedo quedó doblado, con el ángulo propio del accionado del gatillo.

Este conjunto de elementos llevó a la conclusión inicial, sin ambigüedades, de que “no hubo intervención de terceros” en la muerte del fiscal.

Distancia
Ayer se difundió a través de Clarín la existencia de un supuesto informe de la Policía Federal que sostenía que el disparo se hizo a 15 o 20 centímetros de la cabeza, lo que pondría en escena a una tercera persona. Nadie se dispara a sí mismo tomando distancia de la propia cabeza.

A primera hora de la tarde, la fiscal arrasó con esa versión y reiteró el contenido de la autopsia que comandó el decano del Cuerpo Médico Forense, Luis María Garay, pero contó también con la presencia de un amplio equipo y con la participación de un tanatólogo de larga trayectoria en la morgue, Héctor Di Salvo.

Además, fuentes de la Policía Federal le negaron a Página/12 la existencia de algún informe en el que se haya vertido esa afirmación. “De ninguna manera hay un informe de esa naturaleza. Existe un informe inicial, del levantamiento del cuerpo. Ahí se constató –como siempre–, la temperatura, el orificio, la rigidez. Es una descripción del cadáver.

Piense que casi no se puede tocar el cuerpo. Se hace una descripción del tatuaje (que son granos de pólvora alrededor del orificio) y del ahumamiento también cercano al orificio. Muchas veces ni eso se puede hacer porque la herida está tapada por sangre. Pero no se establece la distancia, porque eso se hace en la autopsia. Allí lavan la herida, usan microscopio”, señaló la fuente del más alto nivel de la Federal.

Como se dijo, en el informe de la autopsia hecha por el Cuerpo Médico Forense consta que el propio Nisman disparó, lo que surge de la distancia del disparo. No se hubiera afirmado que “no hubo presencia de terceras personas” si la distancia hubiera sido de 15 o 20 centímetros de distancia. Lo usual y eso es lo que dice la autopsia es que se apoye el arma o se ponga casi apoyada.

La duda
La mayor duda se planteó al resultar negativo el barrido electrónico en la mano de Nisman. La posibilidad de que ese estudio diera negativo fue planteada incluso antes de hacerse la pericia por el experimentado balístico Luis Olavarría, dado que la pistola 22 es muy cerrada y de calibre pequeño.

A esto se suma que en un diálogo mantenido con un allegado por Lagomarsino éste contó que la pistola y los proyectiles eran viejos. Olavarría sostiene que eso agrega un dato: tal vez –sólo tal vez– el proyectil, por la humedad, “tenía disminuida la potencia. Eso lleva a que produzca menos gases y por lo tanto a que no deje rastro en la mano. También hay que ver si la muestra se tomó con cuidado. Estamos hablando de cuestiones milimétricas”, redondeó Olavarría.

La fiscal ordenó una especie de contraprueba. Se disparará la misma arma prestada a Nisman y se verificará si quedaron rastros de plomo, bario y antimonio en la mano que dispare. Olavarría afirma que esa contraprueba no verifica nada, dado que hay que ver cuánta pólvora tenía el proyectil que se disparó Nisman (ya no se puede saber) y cuánta pólvora tendrá el proyectil que se va a usar en la contraprueba. Como no se puede saber cómo era la carga del proyectil que mató al fiscal, no se puede hacer una contraprueba válida.

Arroyo
La ex esposa de Nisman, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, que representa a las hijas de su matrimonio con el fiscal, fue aceptada como parte querellante. Arroyo estuvo el viernes durante siete horas en el juzgado revisando el expediente. Llegó allí acompañada por un abogado que es quien actuará en la causa. La versión es que Arroyo desconfía de lo hecho hasta ahora y piensa que Nisman no se suicidó.

En forma razonable, sacó fotocopias de todo lo actuado hasta ahora y –como adelantó este diario el jueves–, tiene dudas sobre la autopsia. Seguramente en las próximas horas, tras la consulta con un forense, decidirá si le pide a la fiscal y a la jueza Fabiana Palmaghini que se realice un nuevo estudio sobre el cuerpo. También Arroyo podría pedir que se haga nuevamente una parte de las pericias, ya con un profesional que la represente. Fein afirmó ayer que hasta ahora no hay pedido de re-autopsia ni reiteración de pericias.

Lagomarsino
El panorama de la causa al día de hoy deja todavía planteadas las tres hipótesis del principio.

- Nisman se suicidó.

- Se suicidó pero lo presionaron, lo instigaron al suicidio.

- Hubo un homicidio.

En la segunda y tercera hipótesis quien queda en una primera instancia en el centro de la investigación es la persona que le prestó el arma, el técnico informático Diego Lagomarsino  porque es el último que lo vio con vida y el que le dio el arma. Ayer, Fein reiteró que Lagomarsino está a derecho, o sea que no estuvo prófugo ni escapado. La fiscal confirmó también que está dispuesta la custodia –a cargo de la Gendarmería– del llamativo técnico informático.

Panorama
La semana que empieza mañana será de vorágine investigativa.

- Se supone que estará concluido el análisis de las llamadas telefónicas. No sólo interesan las de última hora, sino también las de los días previos al abrupto regreso de Nisman de sus vacaciones en Europa. El fiscal era un allegado muy cercano al ex jefe de Operaciones de la SIDE, Horacio “Jaime” Stiuso. Con tanta experiencia en inteligencia, parece difícil que Stiuso haya llamado a Nisman de forma directa, pero quienes conocen al fiscal están convencidos de que volvió por pedido del desplazado jefe de la ex SIDE. La secuencia parece nítida. Hay vínculo entre el regreso sorpresivo; el naufragio de su denuncia en los primeros días –incluyendo desmentida del ex jefe de Interpol– y el trágico final de su vida.

- Es posible que esté disponible el análisis de los contenidos de sus computadoras. Allí podrían existir elementos que expliquen la decisión de pegarse un tiro. Si lo presionaron, en las computadoras puede haber rastros.

- Está cantado que va a volver a declarar Diego Lagomarsino. Es posible que lo haga mañana mismo. Habrá que ver lo que dice (ver aparte). Lo ocurrido hasta ahora indica que le imputarán, como mínimo, el artículo 189 bis del Código Penal, que impone de uno a seis años de prisión a quien presta un arma a una persona que no tiene credencial de legítimo usuario.

- Como lo anunció ayer mismo la fiscal, se revisarán todas las cámaras del edificio. Verificarán que no haya entrado ni salido nadie sospechoso.

Hoy por hoy, la frase que se reafirmó es que en la muerte de Nisman no intervinieron terceras personas. Sin embargo, no es el final de la investigación: hay bastante camino por recorrer todavía.





EL ROL DE DIEGO LAGOMARSINO
Una pieza clave
Por Raúl Kollmann


El técnico informático Diego Lagomarsino casi seguro declarará mañana, aunque todavía no está claro cuál será la imputación. Por ahora, la cesión del arma a una persona que no era legítima usuaria. Pero la fiscal está averiguando qué hacía Lagomarsino en la Unidad AMIA, con un sueldo de 41 mil pesos y concurriendo poco y nada a la fiscalía. Por los pasos que está dando, Viviana Fein está investigando si, en paralelo a la fiscalía, se estaban haciendo trabajos de Inteligencia –pinchaduras de mails y actividades semejantes–, en los que no sólo actuaría Lagomarsino. Eso no indica que tuvieran relación con la muerte del fiscal, pero Fein debe averiguarlo y tiene un protagonista en el técnico informático.

Fein habló ayer de Lagomarsino y dijo que está a derecho. Efectivamente, el informático la llamó de inmediato cuando se hizo público que lo estaban buscando. La jueza Palmaghini ordenó que lo custodiaran, para tener mayores seguridades.

Uno de los datos más sorpresivos tiene que ver con el contrato que tenía Lagomarsino. En Comodoro Py hay una causa judicial donde se imputa a la procuración por tener como asesor a un eminente jurista, reconocido internacionalmente, con un contrato de 25 mil pesos. Pero es llamativo que Nisman tuviera trabajando a un joven, con secundario completo, por una cifra cercana al doble. El contrato impactó en la mayoría de los fiscales que, ni de cerca, tienen personal contratado por un monto semejante. “Ese contrato no es lo que dice ser”, afirman otros integrantes del Ministerio Público.

Lagomarsino, a través de una jueza, le hizo llegar a Página/12 una desmentida: “No soy agente de Inteligencia, no conozco a Jaime Stiuso”, mandó a decir. Sucede que a primera vista, Lagomarsino hacía algún trabajo de Inteligencia para el fiscal. Y si se tiene en cuenta la estrecha relación de Nisman con Stiuso, parece improbable que no hubiera vínculo. Pero es algo que falta investigar.

En el mensaje que mandó a través de la jueza, Lagomarsino agregó que Nisman lo llamó el sábado, el día anterior a la muerte, para decirle que lo había llamado Stiuso para advertirle que desconfiara de su custodia y que le pusiera seguridad a sus hijas. Esta última frase no la declaró el lunes cuando concurrió a la fiscalía. Hay que ver si ahora Fein le pide una aclaración sobre esos supuestos dichos del ex jefe de Operaciones de la SIDE.

Al día de hoy, los hechos objetivos de la causa judicial indican que Nisman se disparó a sí mismo. La fiscal y la jueza tendrán que profundizar en ese hecho que hoy rige en el expediente. En estos días llegarán más elementos que tendrán que ver, en primer lugar, con la confirmación de las conclusiones del informe preliminar de la autopsia.
Pero es indudable que aun si Nisman se pegó un tiro, quedará por investigar si alguien lo presionó para que lo hiciera. El que le entregó el arma, Lagomarsino, juega un papel relevante: encaja con la escena “acá tenés la pistola, ya sabés lo que tenés que hacer”.

Pero para sustentar algo semejante habrá que desentrañar la trama y los interrogantes que encierra el misterioso trabajo que hacía por 41 mil pesos mensuales.




LA DECLARACION DE LA EX MUJER
El regreso inesperado
Por Raúl Kollmann


La ex esposa de Alberto Nisman, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, arrojó poca luz sobre un momento clave de los últimos días del fiscal. La magistrada declaró en la causa que no sabe exactamente por qué Nisman le dijo que tenía que volver a Buenos Aires de manera urgente, aunque sí adujo que tenía que ver con su trabajo, es decir la denuncia contra la Presidenta en el caso AMIA. Hay una prueba incontrastable de lo urgente de su regreso: Nisman compró el pasaje de Iberia el 11 de enero, o sea un día antes de tomar el vuelo. Según parece hizo un canje por millas acumuladas. “Debí suspender intempestivamente mi viaje de 15 años con mi hija a Europa. Imaginarán lo que eso significa. Pero a veces los momentos no se eligen”, escribió Nisman en un whatsapp a sus amigos. Esto lo confirmó su ex esposa, que estaba en Europa con su hija menor y tuvo que viajar a Madrid a recoger a su hija más grande en el salón VIP del aeropuerto de Barajas.
Nisman tenía pasaje para volver el 23 de enero, pero el 11 compró ese nuevo pasaje de Iberia para regresar al día siguiente, el 12. Arroyo Salgado afirmó que no sabe por qué Nisman resolvió volver en forma tan sorpresiva, más teniendo en cuenta que –según dijo– trabajó cuatro años en la denuncia. Quince días más, hasta terminar la feria, no parecían decisivos. Y, para colmo, ni siquiera presentó las pruebas que acompañan cualquier denuncia: los CD de las escuchas, las transcripciones, el resto de la documentación. Por esa razón, la jueza María Romilda Servini de Cubría no le habilitó la feria –algo que preveía el mismo Nisman– y lo propio hizo ahora el juez Ariel Lijo, que postergó todo para febrero. Estos hechos hacen aún más inexplicable el regreso de España.

Hay un detalle que llama la atención a buena parte de los que trabajan en los tribunales de Comodoro Py. El secretario general de la Presidencia, Aníbal Fernández, también hizo la misma observación remarcada por los que están en el ámbito de la Justicia: “El texto de la denuncia no parece escrito por Nisman”. Es más, el texto no parece escrito por un abogado. Es que en las 300 carillas de la denuncia no hay una cita jurídica, no se remite a ninguna jurisprudencia ni a antecedentes de tal o cual Cámara o de la Corte. “Acusar a la Presidenta y al canciller, incluso por decisiones políticas o por un memorándum votado en el Congreso, requiere de mucho espaldarazo jurídico, de explicaciones técnicas que respalden la denuncia. El texto fue desbaratado por enormes referentes de la Justicia argentina, como Raúl Zaffaroni y Julio Mayer, quienes coincidieron en sostener que aunque Nisman probara lo que figura en la denuncia, esos hechos ni siquiera configuran un delito. Ante ese vendaval previsible, el fiscal no recurre ni a una sola jurisprudencia. Es muy extraño y no figura en el ADN de ningún abogado.”

Más allá de estos hechos, Arroyo Salgado dijo brevemente, cuando entró a la fiscalía, que no creía que su ex marido se hubiera suicidado. En los últimos días, hizo trascender que está revisando la causa, de una punta a la otra, y que quiere revisar la autopsia hecha por el Cuerpo Médico Forense. Después decidirá las medidas que va a pedir.

La magistrada –igual que su ex marido– era allegada a Jaime Stiuso y éste aparece envuelto en el regreso a Buenos Aires. La línea Nisman- Stiuso-Embajada de Estados Unidos empujó la pista iraní y le bajó el tono a la pista siria y a la conexión local. Se ve claramente en los cables dados a conocer por la organización Wikileaks. Y el regreso de Madrid va en esta línea.





EL FRENTE PARA LA VICTORIA CONVOCARA A LA COMISION BICAMERAL DE INTELIGENCIA
El caso Nisman pasará por el Congreso
Por Sebastian Abrevaya

“Hay que estar muy atentos al mensaje de la Presidenta del 1º de marzo”, adelantó García.
Teresa García, titular de la comisión, anticipó que se reunirán en las próximas semanas, cuando la causa judicial esté más avanzada. Además, consideró “necesario” reformar la ley de inteligencia y adelantó que CFK podría abordar el tema en la Asamblea Legislativa.


El Frente para la Victoria prevé convocar a la Comisión Bicameral de Fiscalización de los Organismos y Actividades de Inteligencia en el corto plazo. La titular de la comisión, la kirchnerista Teresa García, le confirmó a Página/12 que, en respuesta a reiterados pedidos de la oposición y en cuanto la Justicia logre avances más concretos en la determinación de lo sucedido con la muerte del fiscal Alberto Nisman, se llamará a una reunión. Aunque los tiempos dependerán en buena medida del devenir judicial, se estipula que el encuentro de los legisladores podría producirse en unas dos semanas. Por otro lado, si bien García aclaró que hasta el momento el FpV no está estudiando en el Parlamento una iniciativa para reformar la ley de inteligencia, consideró “necesario” avanzar en ese sentido. Adelantó incluso que la propia presidenta Cristina Fernández podría abordar el tema en la Asamblea Legislativa del 1º de marzo, cuando se dé inicio al último período de sesiones ordinarias de este gobierno.

La sorpresiva muerte del fiscal que había denunciado a Cristina Fernández por el supuesto encubrimiento de los sospechosos iraníes del atentado a la AMIA reavivó el debate sobre los organismos de inteligencia, su marco regulatorio y sus organismos de control. La jefa de Estado denunció detrás de los episodios de las últimas semanas la mano del ex jefe de Operaciones de la SI, Antonio Stiuso, a quien el propio Nisman reconoció antes de morir como una de sus principales fuentes de información. Tanto sectores afines al Gobierno como desde la oposición plantearon la necesidad de reformar los servicios de inteligencia a raíz de la conmoción generada por la muerte de Nisman.

En este contexto, la presidenta de la comisión bicameral de inteligencia comenzará mañana a recabar los proyectos existentes en esta materia en el Parlamento. “No he visto hasta ahora ninguna iniciativa reciente del Legislativo en ese sentido. Pero hay que estar muy atentos al mensaje de la Presidenta del 1º de marzo. Ella toma el inicio de las legislativas para marcar las líneas de la agenda legislativa y esto va a estar”, aseguró García, dando a entender que el Poder Ejecutivo tendrá este tema como una prioridad el año próximo. Ya hay algunos antecedentes como cuando en 2013 CFK anunció el envío del paquete de leyes para la “democratización de la Justicia” durante el inicio de las sesiones ordinarias. Y se trataba también de un año electoral, aunque no eran elecciones presidenciales sino legislativas.

Más allá de lo que suceda a partir de la asamblea, la comisión bicameral de inteligencia tendrá actividad tiempo antes. Desde el oficialismo remarcaron que primero tiene que avanzar la Justicia para que el Congreso no interfiera en la investigación. Pero la idea no es esperar hasta que haya una sentencia, lo que podría demorar varios meses, sino que a partir de la próxima semana ya podrían producirse los primeros avances concretos en la causa por parte de la fiscal Viviana Fein. “Si no vamos a trabajar en una iniciativa legislativa, vamos a hacer lo mismo que se ve en televisión o los diarios. ¿Para qué nos vamos a reunir?”, preguntó García en una crítica vedada a la “especulación” de algunos partidos de la oposición. De todas maneras y ante la insistencia opositora, se va a convocar.

Desde el radicalismo, por lo pronto, el diputado alfonsinista Miguel Bazze, integrante de la comisión, presentó una nota la semana pasada pidiendo que se cite al titular de la SI, Oscar Parrilli. Lo mismo hizo el senador radical Juan Carlos Marino. Los radicales criticaron la poca actividad de la comisión y la falta de información respecto de las tareas de inteligencia. “Habría que trabajar en ese tema. Los organismos de inteligencia funcionan con un exceso de secretismo que permitiría un funcionamiento autónomo con excesos en sus facultades”, aseguró Bazze a este diario, quien se mostró a favor de que se trabaje en este tema aún cuando se trate de un año electoral.




La opinión de la oposición
La diputada macrista Patricia Bullrich se presentará el lunes ante la fiscal Viviana Fein para dar testimonio sobre sus contactos con Alberto Nisman un día antes de que el fiscal fuera hallado muerto. La legisladora ya aseguró ante los medios que habló con Nisman desde el “miércoles al sábado” de la semana pasada y lo halló con una “actitud de compromiso, de trabajo, segura”, “nada que ver con una persona que uno podría pensar que está pensando en suicidarse”. En tanto, su par del Frente Renovador, Sergio Massa, criticó las supuestas “contradicciones” del Gobierno respecto de las circunstancias de la muerte del fiscal. El precandidato presidencial también dijo que en las escuchas que se dieron a conocer entre Luis D’Elía y Jorge Alejandro “Yussuf” Khalil “aparecen tráfico de influencias y negociaciones incompatibles con los roles”, a pesar de que ninguno de los dos es ni era, al momento de los hechos, funcionario del gobierno. Por último, los presidentes de los bloques legislativos nacionales de la UCR, Mario Negri y Gerardo Morales, junto al titular del Comité partidario, Ernesto Sanz, reclamaron que se “convoque a sesiones extraordinarias” para derogar el memorándum con Irán.




EL DICTAMEN DE NISMAN REVISITADO: INCONGRUENCIA INTERNA Y DESACUERDO CON LA REALIDAD
Los duros hechos
El estrépito de opiniones y vaticinios para capitalizar la muerte dudosa del fiscal debería ceder paso al análisis de cuestiones estructurales y a los duros hechos, comprobables con documentos y testimonios responsables. Todos los sectores políticos coinciden en la gravedad del caso, pero actúan como si fuera un episodio menor del que servirse en la campaña electoral. La trágica muerte de Nisman no puede disimular la endeblez e inconsistencia de su dictamen final. Un pedido de disculpas.
Por Horacio Verbitsky

La repercusión de la dudosa muerte del fiscal Alberto Nisman es inseparable de la gravísima denuncia por encubrimiento que había presentado cinco días antes, contra la presidente CFK, su ministro de relaciones exteriores Héctor Timerman y el Secretario General de La Cámpora, Andrés Larroque, entre otros. Las portadas de todos los diarios del mundo describieron al muerto como el fiscal que había acusado a la presidente de encubrir a Irán y el terrorismo. Dentro de la lógica electoral a la que todo se subordina, para el gobierno se trata de una operación destinada a desestabilizarlo y el jueves la presidente redondeó ese concepto: “Lo usaron vivo y después lo necesitaban muerto”. La oposición política y mediática, en cambio, da por buenas cada una de las acusaciones del fiscal y sugiere con tan pocas pruebas como dudas, por citar una expresión de moda, que el gobierno lo hizo matar. Todo esto es parte del estrépito y la confusión que muestran qué desorientados están todos los actores políticos ante una situación cuya seriedad todos proclaman, mientras la tratan como una más de las pequeñas escaramuzas de toda campaña electoral en la que sólo interesa sacar ventajas a expensa del rival. En ese contexto, es recomendable atenerse a los hechos y postergar las conclusiones hasta que decanten las investigaciones y puedan conocerse los detalles que hoy se ignoran. De otro modo, proseguirá el vaivén histerizante de estos días: del suicidio al asesinato, de las puertas cerradas por dentro a la puerta abierta y luego a las dos cerraduras, una abierta por la madre desde afuera.

Para ello es fundamental estudiar la acusación de Nisman, que no ahorra calificativos para CFK y Timerman: “La consternación que provoca constatar que la señora presidente se encuentre involucrada en una vil maniobra” (f.200); utiliza un “encadenado rosario de mentiras” (f.141), “artillería de mentiras, falacias y engaños” (foja 19); es “pasmoso, da pavor constatar la manipulación” (foja 20); “obró de mala fe” (f.215); “no trepidaron en manipular vilmente tanto a las instituciones judías como a los sobrevivientes y familiares de las víctimas. El objetivo de esta deleznable actitud...” (f.168).
Sus 289 fojas sostienen que:

1. La presidente decidió encubrir a los autores del atentado por razones geopolíticas y de interés comercial. Para eso ordenó en forma directa y personal ejecutar el delito.

2. Comenzó en 2011 mediante una negociación secreta con Irán, en la que Timerman prometió el cese de las acusaciones contra varios políticos persas, a cambio de un incremento en las relaciones económicas, de modo que la Argentina vendiera granos y carne a cambio de petróleo iraní, dada la crisis energética.

3. Eso se concretó en enero de 2013 con la firma del Memorando de entendimiento por el que se crearía una comisión de la verdad y el juez y el fiscal interrogarían a los acusados en Irán. Nisman reconoce que son decisiones de política exterior no sujetas a revisión judicial. Pero agrega que sólo sirven para disimular el verdadero objetivo delictivo: la mera presentación del Memorando a Interpol produciría el cese de las órdenes de captura contra los acusados iraníes emitidas en 2007 por el juez Rodolfo Canicoba Corral, y de las notificaciones o alertas rojas emitidas por ese organismo internacional de policía. De tal modo quedarían impunes los acusados y el resto del Memorando no se cumpliría.

4. Pese a los esfuerzos criminales de Timerman, la actitud diligente y responsable de Interpol y muy en especial de su Secretario General Ronald Kenneth Noble, los frustraron. Las alertas rojas de Interpol constituyen la columna vertebral de la acusación, son mencionadas 96 veces, en 56 fojas del escrito que, en cambio, apenas dedica dos fojas, de la 280 a la 282, a la fundamentación jurídica sobre los delitos que se habrían cometido. Esa estructura es inusual en una denuncia de este tipo.

Las pruebas
Como dijo la doctora María Servini al negarse a habilitar la feria judicial, cosa que Nisman no le solicitó en su apurada presentación, lo que faltan son pruebas de cada afirmación. Lo mismo sostuvo hace ocho años del juez federal Rodolfo Canicoba Corral cuando Nisman le presentó el pedido de captura de los sospechosos iraníes, sobran versiones de los servicios de informaciones, pero se necesitan pruebas de validez judicial. El último dictamen de Nisman tiene problemas de congruencia interna y de contradicción con hechos de la realidad. Por ejemplo, reproduce dos veces una grabación en la que Khallil se queja de Timerman y manifiesta la molestia de Teherán: “El ruso este de mierda se mandó alguna...estaba firmado algo, donde estaba el tema de las cautelares” (ff.116 y 143). En otra conversación dice que “Timerman no cumplió con algunas cosas” (f.95). Esto contradice la reiterada acusación de Nisman a Timerman, quien habría hecho todo lo posible para conseguir el levantamiento de las órdenes de captura y las alertas rojas de Interpol.

El dictamen de Nisman carece de congruencia interna. Por un lado, en la foja 143 consigna el fastidio de los iraníes con Timerman, a quien llaman ruso de mierda, porque no cumplió con el levantamiento de las alertas rojas de Interpol. Pero al mismo tiempo, en la foja 212 pretende que por orden de Cristina, Timerman tramitó aquello que los iraníes le reprochan no haber hecho.

Más contundente es la contradicción entre lo que el fiscal le atribuye a Timerman y la versión del Secretario General de Interpol, Ronald Kenneth Noble, quien explica qué es lo que hizo el ministro que tanto molestó a los iraníes. En su edición de ayer, Clarín reproduce un cable de la agencia noticiosa oficial de Irán. En ese despacho del 17 de marzo de 2013 Irna reproduce palabras del canciller Ali Akbar Salehi: “Basado en el acuerdo firmado por Irán y Argentina, la Policía Internacional (Interpol) debe levantar las alertas rojas contra cuatro funcionarios iraníes”. Para el diario argentino esto probaría que Timerman “no dice la verdad”. Parece una confusión interesada: para cualquiera que observe de buena fe es obvio que Irán pretendía el cese de las alertas rojas, pero las pruebas de que el gobierno argentino hizo todo lo contrario abundan, en la propia acusación de Nisman, donde los interlocutores iraníes maldicen al canciller por no haber actuado como ellos deseaban y en el rotundo mail de Noble.

En las conclusiones de su dictamen, Nisman insiste en acusar a CFK y Timerman por haber intentado el levantamiento de las alertas rojas y elogia al Secretario General de Interpol, Ronald Kenneth Noble, por haberlo impedido. Pero la versión de Noble, aquí en su original inglés, lo desmiente. Dice que una y otra vez Timerman le transmitió que la presidente y su gobierno estaban ciento por ciento comprometidos a que las alertas rojas siguieran en efecto.

El fiscal empetrolado
En diez ocasiones a lo largo de su dictamen Nisman sostiene que la Argentina tenía una urgencia o una crisis energética, que califica de severa, por la cual necesitaba del petróleo iraní, a cambio del cual ofrecía granos y carne. Esta afirmación figura en grabaciones de Luis D’Elía, quien se atribuye diálogos al respecto con el ministro Julio De Vido, y de Jorge Khallil. Consultado para esta nota, De Vido negó que exista tal crisis energética. Dijo que la Argentina importa cantidades insignificantes de petróleo y en cambio es exportador de crudo. En 2014 la importación no llegó al 2 por ciento de la oferta total de petróleo crudo, en 2013 fue del 1,3 por ciento, en 2012 de 0,8 por ciento, entre 2011 y 2009 no se importó nada y en 2008 y 2007 el 0,1 por ciento. En 2014, en cambio, la Argentina exportó el 7 por ciento de su producción nacional de crudo. La Argentina nunca importó petróleo iraní, porque tiene 1,3 por ciento de azufre, lo cual impide su refinación aquí, donde no son tolerables niveles superiores a 0,2 por ciento. Lo que la Argentina importa son combustibles líquidos y gas natural licuado, pero Irán no tiene plantas de liquefacción. Irán exporta gas butano y propano, pero la Argentina también. Las estadísticas oficiales de comercio exterior tampoco dejan lugar a dudas. Como se puede observar en el gráfico de la cancillería argentina, cuya fuente informativa es el INDEC, lejos de aumentar el comercio argentino con Irán decreció a partir de la firma del Memorando de Entendimiento en enero de 2013. Tal vez alguno de los interlocutores grabados por Nisman haya creído posible utilizar sus contactos en las inmediaciones del poder, tanto en Teherán como en Buenos Aires, para realizar algún negocio y recibir comisiones. Pero su patético desconocimiento de las condiciones estructurales del comercio entre ambos países lo hizo imposible. Ni la trágica muerte del fiscal permite soslayar la liviandad del último dictamen que firmó.







Después de la firma del Memorando de Entendimiento, el comercio con Irán decreció. 




La verdad, ¿a quién le importa?
Por Horacio Verbitsky


La sgunda carta de CFK, publicada en Facebook.
Desde que el cuerpo sin vida del fiscal Alberto Nisman fue hallado en el baño de su departamento, me he cansado de advertir en contra de las especulaciones sin sustento y el estrépito de opiniones que confunden y angustian a lectores y espectadores, cuando no son puros intentos de manipulación. Esto concierne por igual a periodistas y dirigentes políticos, tanto del gobierno como de la oposición. He insistido en cambio en atenerme a los duros hechos, como se titula la nota que aparece en la página 6 de la edición de hoy. Entre las excepciones a esta regla deprimente vale la pena mencionar a dos periodistas del diario La Nación, Jorge Urien Berri y Hugo Alconada Mon. Sus notas de estos días muestran que los hechos pueden ponerse por delante de las opiniones y que en este oficio hay lugar para la decencia.

Cuando se trata de medios masivos, el riesgo es que el público, sin acceso a fuentes propias, tome al pie de la letra versiones interesadas que se presentan como sucesos comprobados. Una vez instalada, la versión se repite sin asomo de dudas y sobre ese dato ya asumido como incontrastable comienzan las opiniones a favor y en contra. Cuando le toca a uno, es fácil advertirlo y tengo una larga experiencia. Pero esto sensibiliza para detectar cuando otros son víctimas de esa tergiversación e induce a ser cauto, sobre todo en episodios tan tremendos como la muerte del fiscal.

Un caso paradigmático se inició con una frase del jugador de tenis Guillermo Vilas, quien en un programa de televisión declaró que si el entonces presidente Carlos Menem “hubiera dicho lo que pensaba hacer, nadie lo hubiera votado”. Un periodista se la atribuyó luego al propio Menem, otros la repitieron, los simpatizantes consideraron que era una picardía simpática, para los que no lo querían fue una repugnante muestra de cinismo y las opiniones taparon la verdad. Haga la prueba de repetirles la frase a diez conocidos. Habrá incluso quienes recuerden el tono y el gesto con que le escucharon algo que Menem nunca dijo, acaso porque era más pícaro que Vilas. Después piense qué nos enseñan esas respuestas sobre la construcción del acontecimiento, como se titula un libro del semiólogo de Clarín Eliseo Verón, que traduje del francés durante los años del exilio interno.

Esta semana fui involuntario protagonista de esa fabricación inescrupulosa de la realidad. En la edición del viernes 23 de Clarín, el columnista Nicolás Wiñaski analizó las dos cartas de la presidente CFK sobre la muerte de Nisman y atribuyó a “fuentes oficiales con acceso a la intimidad del poder” que “la segunda carta presidencial tiene otra estructura porque se redactó influenciada por los argumentos y expresiones propias del presidente del CELS, Horacio Verbitsky, y del ex juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni”. Agrega que “la segunda carta fue supervisada con más cuidado, y también por otros influyentes del poder K. Cristina tomó varios de los argumentos con los que Verbitsky criticó la denuncia del fiscal del caso AMIA. Lo citó como fuente, por ejemplo, para sostener que la acusación de Nisman era débil porque dice que el Gobierno le garantizó a los iraníes imputados en la causa que dejaría de buscarlos Interpol, algo que finalmente no pasó”. Según Wiñaski, Cristina me “citó como fuente, por ejemplo, para sostener que la acusación de Nisman era débil porque dice que el Gobierno le garantizó a los iraníes imputados en la causa que dejaría de buscarlos Interpol, algo que finalmente no pasó”. Es al revés: mi nota del martes 20 sobre Interpol se basa en la conferencia de prensa en la que Timerman leyó el mail de su secretario general Ronald Kenneth Noble, que desmiente a Nisman. Que se sepa, Timerman es ministro de Cristina, aunque esto lo solucione fácil un humorista cordobés que en el mismo diario me llama Comandante Cristinista y dice que Timerman es mi subordinado.

La referencia a fuentes que no se identifican es un hábito generalizado en la prensa argentina y en cada caso todo depende de la credibilidad de quien transcribe lo que dice que la fuente le dijo. Como regla general, cuanto menor es la seriedad del autor más ostensible es la operación. La nota de Wiñaski es ambigua, sugiere más de lo que dice, pero su editor la simplificó en el título: “Un texto con letra de Verbitsky y Zaffaroni”. Ayer, en el mismo diario, Gabriel Levinas dio otra vuelta de tuerca sobre la versión de Wiñaski. Dice que escuchó en radio “una nota que por su estilo reconocí inmediatamente escrita como del columnista Horacio Verbitsky. En ella, el autor sostenía con certeza que la muerte del fiscal Alberto Nisman era producto de un crimen, había sido asesinado. Me sorprendí al finalizar la lectura, ya que la carta había sido firmada por Cristina Fernández de Kirchner, quien había dado un vuelco fundamental en su opinión sobre la muerte del fiscal del caso AMIA. Un día después, en este diario, la nota de Nicolás Wiñazki (sic) aclaraba mi confusión inicial. La nota efectivamente había sido escrita por Verbitsky con la colaboración del ex juez de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni”. Levinas afirma como prueba de la verdad algo que Wiñaski no dijo. Lo que viene de ahora en más son derivaciones sobre por qué lo hice, cuándo, dónde, por qué razones y con qué resultados, más las consiguientes opiniones de cada emisor.

Esto no torna verdadero un hecho falso, directamente inventado, con intenciones aviesas. Desde la muerte de Nisman escribí dos columnas en estas páginas y concedí tres entrevistas: a Cecilia Laratro, de la Televisión Pública, Gustavo Sylvestre, de C5N, y Wyre Davies, de la BBC. En ningún caso afirmé lo que Levinas me atribuye. “Es prematuro concluir si el fiscal general Alberto Nisman se suicidó o fue asesinado. Cualquier afirmación al respecto que no esté sustentada por constancias indudables de la investigación sólo tiende a capitalizar lo sucedido en una dirección u otra”, comienza la nota del martes 20 (http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-264334-2015-01-20.html). La del día siguiente no habla de la muerte del fiscal, sino de los endebles argumentos de su dictamen. En las dos entrevistas prediqué cautela y me negué a lanzar interpretaciones sobre su muerte cuando la investigación recién comienza ( (https://www.youtube.com/watch?v=-V4-wTWFkLU y https://www.youtube.com/watch?v=7pNQ_7RsvdM). En la primera digo que no me animo a calificarlo de suicidio (cuando Sergio Berni y hasta la fiscal Fein lo afirmaban) pero que para sostener lo contrario, con lo que se conocía hasta entonces había que forzar demasiado los hechos. En ambas menciono el compromiso que el gobierno asumió con las víctimas del atentado, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 2005, de reformar los servicios de Inteligencia. Agrego que no lo cumplió y señalo la relación promiscua entre esos servicios y la justicia federal. Es lo que sostuve siempre en estas páginas, aun cuando al gobierno ese lecho no le parecía incómodo. Y lo mismo sostuvo el CELS en un comunicado del 19 de enero, que se tituló “Atentado a la AMIA: la verdad y la justicia requieren decisiones políticas y judiciales firmes”. (http://www.cels.org.ar/comunicacion/?info=detalleDoc&ids=4&lang=es&ss=46&idc=1884).

Donde se ha suspendido el control de calidad es posible escribir cualquier disparate. Ni siquiera voy a especular sobre las razones de Levinas para falsear la realidad, en forma tan burda y autodescalificatoria. Sólo quiero dejar en claro cuál es mi posición para quienes leen y escuchan de buena fe, es decir la inmensa mayoría del pueblo argentino, harto de mentiras y operaciones.




Errores y horrores
Por Horacio Verbitsky


En una entrevista con el informativo de la Televisión Pública, mencioné que según el diario Clarín la presidente CFK no autorizó que su canciller asistiera a la marcha de repudio por el asesinato de los humoristas. Cuando Timerman aclaró que sí estuvo en la marcha, el diario dijo que lo había hecho a título personal e insistió con que la Argentina tuvo una débil reacción frente al terrorismo, pese a que fue el único ministro americano que participó. Asocié esto con la denuncia del fiscal Nisman de que Timerman y Cristina encubren el terrorismo y dije que aquella nota, escrita desde Punta del Este, era de María Laura Avignolo, una buena periodista que estuvo casada con el primer jefe de los espías del menemismo, Juan Bautista Yofre. Quiero disculparme por esta mención desdichada, que difícilmente hubiera cometido en una nota por escrito, con tiempo para repensar la frase. Su separación de Yofre ocurrió hace un cuarto de siglo, antes de los atentados a la AMIA y a la embajada de Israel, por lo que es absurdo asociarla de cualquier modo con el tema. Cualquiera puede equivocarse. Lo que diferencia a unos de otros es la capacidad de reconocerlo y pedir disculpas, por respeto a los lectores, a la colega maltratada y a uno mismo.




La Traffic
Uno de los interlocutores de Khalil escuchados por Nisman dice: “Si se cae la Traffic, olvidate, se cae todo...no solamente se cayó sino que se da vuelta”. Sin duda, los iraníes están interesados en objetar la versión de una camioneta de esa marca cargada de explosivos. Pero no sólo ellos. Por lo menos cuatro periodistas que investigaron el tema y no tienen la menor inclinación hacia el régimen de los ayatollahs sostuvieron que no existió tal Traffic. “La teoría de la Traffic explosiva no se sustenta en ninguna constancia seria”, sostuvo Gabriel Levinas, quien contratado por Rubén Beraja informatizó y analizó la causa. A una conclusión similar habían llegado pocos meses después del atentado los periodistas Jorge Lanata y Joe Goldman, ex corresponsal de la cadena ABC, en su libro Cortinas de humo. Según Levinas, el juez Juan José Galeano desistió en forma voluntaria de investigar aquellas pistas que llevaban a personas allegadas al presidente Carlos Menem, como el ex presidente del Centro Islámico, Nassib Haddad, propietario de la empresa que depositó un volquete en la puerta de la AMIA minutos antes de la explosión y a los funcionarios de Fabricaciones Militares que mintieron sobre la compra de amonal por Haddad y su hijo Javier. En la misma dirección, del encubrimiento orientado políticamente, apunta el libro El Atentado, del periodista Juan Salinas.




Revistas de peluquería
El grueso del dictamen son escuchas de conversaciones telefónicas sobre los números del ciudadano argentino de fe islámica Jorge Alberto Khallil. En sus comunicaciones con el piquetero Luis D’Elía, el presunto agente de inteligencia argentino Ramón Héctor Allan Bogado y el ex agregado cultural iraní en la Argentina, Mohsen Rabbani, uno de los acusados por la voladura del edificio de la DAIA, se menciona a la presidente, al ministro Julio De Vido, al piquetero Fernando Esteche y al ex juez y fiscal Héctor Yrimia. En forma oficial, la SI respondió a la consulta judicial que ni Bogado ni Yrimia forman o formaron parte de su planta, bajo ninguna modalidad de contratación. Aunque hablan con familiaridad de la presidente y se jactan de sus relaciones, sobre todo D’Elía, el nivel de la información que manejan estos vendedores de humo es ínfimo y erróneo. En la foja 245, Nisman transcribe un diálogo del presunto agente Allan. Cuando el alegado intermediario iraní Khallil le pregunta por las repercusiones en el gobierno que tendrá el alejamiento de Nilda Garré del Ministerio de Seguridad, Allan, quien habla como si fuera parte de la Secretaría de Inteligencia, dice que “el director de interior nuestro estaba porque es el novio de la hija de la señora que se fue”. En una nota al pie, Nisman indica que se refiere al agente Fernando Pocino. Su presunto noviazgo con una hija de la ex ministra Garré fue un invento distribuido por la revista Noticias, sin el menor asidero en la realidad. El falso influyente se informaba sobre la SI leyendo revistas de peluquería.




Defensa propia
A lo largo del escrito en forma reiterada Nisman habla de sí mismo, en tono exaltado. Luego de mencionar una versión del diario Perfil sobre un presunto estudio destinado a intervenir la fiscalía del caso AMIA, atribuye al gobierno nacional el objetivo de alejarlo “del cargo que viene ejerciendo y, consecuentemente, de la causa AMIA”, para “beneficiar el plan encubridor” (f.184). También alude a una “nefasta campaña de descrédito” a su investigación (f.150). Su denuncia fue en ese sentido un alegato en defensa propia.




Hay sombras pero hay vida después de Nisman
Por Mempo Giardinelli

OPINION
La semana pasada, y mientras estallaba la noticia de la muerte del fiscal Alberto Nisman, esta columna hablaba del golpismo judicial y recomendaba atención a las decisiones del presidente boliviano, Evo Morales, respecto de la Justicia en su país.

Claro que la sola idea de llamar a un referéndum popular para reformar la Constitución y modificar estructuras y tradiciones de la maldita Justicia aquí sonaría lejana, como de Marte. Pero los procesos político-sociales son lentos por naturaleza y no habría que descartar que esta muerte que conmovió a la nación quizás imponga nuevas legislaciones antigolpistas. Lo que podría ser el inesperado sesgo positivo de esta tragedia.

Para un país como el nuestro, que en lo que va de este siglo ha soportado desestabilizaciones políticas, agrarias, financieras y hasta policiales, y que ahora asiste a otro intento golpista, mezcla de judicial y de espionaje, quizás no venga mal que se inicie un proceso de cambios profundos y esenciales. Bien planteados, la ciudadanía probablemente acompañaría.

Lo cierto es que la eliminación (voluntaria, inducida o criminal) de un fiscal federal horas antes de que se conociera su “denuncia” contra la Presidenta y el canciller –y denuncia tan insustancial como resonante– mantuvo en vilo al país durante toda la semana y sirvió, de paso, para que medios basura del mundo cacarearan exigiendo ridículas sanciones internacionales contra el país.

Si el objetivo que buscaron el suicida, los instigadores o los asesinos era causar un daño institucional extremo, la verdad es que lo consiguieron. Amplificados luego por la retórica miserable de un periodismo que da vergüenza, sus perversos réditos se profundizan en la medida en que la muerte del desdichado fiscal sigue oscura y aún se ignora si fue suicidio o asesinato.

En el primer supuesto, el mismo Nisman se encargó de sembrar dudas; en el segundo, fue obra del “servicio” de un profesional. En cualquiera de ambas hipótesis, el episodio produjo tremendos daños al país, amplificados por la extrema irresponsabilidad y malicia de los grandes multimedios. Las mismas que imperan en las llamadas redes sociales y que sólo muestran lo desquiciados que están vastos sectores de las clases medias y lo hipócritas que pueden llegar a ser muchos ricos y poderosos.

Lo cierto es que hora a hora y día tras día va quedando cada vez más claro que el suicidio o asesinato del fiscal Nisman es parte de una interna de los llamados “Servicios de Inteligencia”, que jamás perdieron su rol antidemocrático y que ahora renuevan un grave interrogante: ¿cómo es que en más de 30 años de gobiernos legitimados por el voto popular no se cambió la estructura de esa vil “Secretaría”? La sola existencia de un agente secreto con poder absoluto durante 40 años, seguramente manchado con sangre de crímenes durante la dictadura y ensoberbecido por sentirse por encima de todos los presidentes de la democracia, impone incluso la urgencia de una cirugía mucho mayor que la que inició la Presidenta hace un par de meses. Para empezar la cual sería saludable que se conozca el pedigrí completo de este espécimen de apellido Stiuso, con fotografía pública e inmediato enjuiciamiento en marcha, puesto que por cuatro décadas ha sido funcionario del Estado. Si la desclasificación que dispuso velozmente CFK sirve también para eso, enhorabuena.

En cuanto a la “denuncia” del fiscal, era pura inconsistencia, como afirman los más respetados juristas, por estar basada sólo en suposiciones, comentarios periodísticos, escuchas clandestinas de poca relevancia y muchísima mala leche. Además, por su conducta durante la última década y los nulos avances de la causa AMIA –que más parecía boicoteada por él que avanzando–, resulta difícil, si no imposible, sostener que Nisman era un fiscal ejemplar. Ni mucho menos el inmolado paladín de la justicia que esta semana quisieron inventar algunos diarios y la telebasura nacional.

Está comprobado que mantenía estrechos vínculos con las embajadas de Estados Unidos y de Israel, a las que ayudaba a reforzar la llamada “pista iraní” en oposición a la nunca investigada “pista siria”. Y está claro que sus acciones convenían sobre todo a la política internacional norteamericano-israelí, mientras internamente se liberaba de responsabilidades a todo el multisospechado entorno político y económico de Carlos Menem. Por eso, también, durante todos estos años Nisman fue repudiado por los familiares de las víctimas de la AMIA, que siempre exigieron su apartamiento de la causa.

Y soslayando la llamativa y grave torpeza del elenco de candidatos presidenciales opositores –Massa, Macri y Sanz en primer lugar, aunque casi todos se fueron de boca por igual oportunismo– hay que apuntar que es igualmente llamativo que sea Fabiana Palmaghini la jueza ahora a cargo de la causa. Su conducta doblemente vergonzosa (porque escribió ataques inapropiados a la Presidenta en su FB, algo constitucionalmente condenable, y porque esta semana se apresuró a borrar todo lo que había posteado), no augura eficiencia alguna en el manejo de la causa. Y mucho menos si se recuerda que es la misma jueza que hace una década condujo hacia la nada la causa por otro supuesto suicidio: el de la desdichada Lourdes Di Natale, ex secretaria de Emir Yoma, cuñado de Menem investigado por corrupción.

Finalmente, la eliminación de este pobre hombre expone también la urgencia de cambiar el nombre de la mohosa Secretaría de Inteligencia. Bien haría el Gobierno en disponer otro nombre para ella en homenaje, precisamente, a la inteligencia. Y es que seguir llamando así a esa vieja cloaca argentina es, por lo menos, un pésimo ejemplo semántico para millones de chicos y chicas en edad escolar de este país.




EL JURISTA JULIO MAIER ANALIZA LA PRESENTACION DEL FALLECIDO FISCAL ALBERTO NISMAN
“En la denuncia no hay delito alguno”
Julio Maier afirma que si fuese juez, “hubiera desestimado” la denuncia de Alberto Nisman.
Maier explica que “las relaciones exteriores son competencia del Ejecutivo y que un tratado internacional “nunca puede constituir un delito”. Agrega que dar curso a la denuncia “sería utilizar la Justicia para fines para los cuales no es competente”.
Por Santiago Rodríguez

“Me coloco en el papel de juez y seguro la hubiera desestimado”, dice Julio Maier sobre la denuncia del fallecido fiscal Alberto Nisman contra la Presidenta. No tiene ninguna duda al respecto porque, en su opinión, “en la denuncia de Nisman no hay delito alguno”. Profesor titular consulto de Derecho Penal de la UBA y con extensa trayectoria como funcionario judicial que coronó como presidente del Superior Tribunal de Justicia porteño, Maier sostiene que un tratado internacional –como el que firmaron Argentina e Irán– se puede calificar de “conveniente o inconveniente”, pero “nunca puede constituir un delito”. Y advierte: “No debería estudiar un juez penal algo que no constituye un delito; sería utilizar la Justicia para fines para los cuales no es competente la propia Justicia”.

–¿Por qué razón calificó usted la denuncia de Nisman como “un acto grave” y hasta dijo que ameritaba que fuera juzgado como funcionario judicial?
–La denuncia de Nisman no tiene sentido. El doctor Zaffaroni dijo que no tiene sentido porque no hay ni siquiera un comienzo de ejecución; es decir, una tentativa de aquello que se cree pudo constituir un delito. Zaffaroni lo que quiere decir, por ejemplo, es que si yo pienso matar a mi suegro para heredarlo y lo llevo a pasear por el bosque con el ruego a Dios de que un árbol se caiga y le pegue en la cabeza no es en absoluto un acto imputable a mí que constituya homicidio, porque para ello hay que comenzar la ejecución de un homicidio; es decir, hacer el disparo, aunque yerre. Yo voy más allá: creo que es imposible que lo que denunció Nisman haya sido un delito.

–¿Imposible?
–Acá ha habido un tratado entre la Argentina e Irán con un objeto preciso que era poder interrogar a las personas que un juez argentino creyó sospechosas y que por esa razón, al no comparecer, pidió su captura y eso fue volcado al orden internacional. Ese tratado, que fue ratificado por el Congreso es imposible que constituya un delito. Las relaciones exteriores son competencia del Poder Ejecutivo, en algunos casos compartidas con el Congreso, como en aquellos casos de tratados celebrados con otras naciones soberanas u organismos internacionales. Eso fue lo que sucedió y nunca puede constituir un delito, cualquiera sea la motivación que haya tenido el Ejecutivo para hacer el tratado.

–¿En ningún caso puede configurar un delito?
–No, salvo un caso muy específico que yo ni siquiera puedo imaginar académicamente, como que el tratado tenga por objeto traición a la patria, tomar las armas en contra de la nación para apoderarse de ella. Un tratado se puede calificar de bueno o malo, conveniente o inconveniente, pero no otra cosa. Es algo parecido a lo que pasa habitualmente con la ley; un proyecto presentado por alguien que está capacitado por la Constitución para presentarlo es estudiado por el Parlamento, que vota para transformarlo en ley o negarle la transformación en ley; no depende la validez de la ley del motivo por el cual es aprobada. Tomemos, por ejemplo, el Código Civil; algunos legisladores pensarán que el Código Civil que están votando es mejor que el anterior, habrá otros a los que les convenga personalmente porque se están peleando con su mujer y puede pensar que el divorcio será más fácil o que en el anterior Código Civil directamente no había divorcio, y otros que ni siquiera conocen el proyecto y votan por disciplina partidaria. Que todo esto haya sido para favorecer a los sospechosos iraníes no tiene ningún sentido y lo mismo el tratado y su ratificación del tratado no puede ser un crimen. Más todavía: Mario Wainfeld escribió en Página/12 claramente que si esto fuera un delito, también son sospechosos los legisladores que votaron a favor e incluso aquellos que dieron quórum porque al habilitar la sesión posibilitaron la ratificación del tratado.

–De todos modos, usted sostiene que no hay delito.
–Lo que yo planteo es que adentro de la denuncia de Nisman no hay delito alguno. La definición universal de denuncia es la información de una persona a un funcionario competente para tratar judicialmente la denuncia sobre el acaecimiento de un delito de acción pública que se ha llevado a cabo. Si esto no es así, el fiscal pidiéndolo o los jueces pueden desestimar la denuncia. Me coloco en el papel de juez y digo que si a mí me hubiera venido esta denuncia, seguro la hubiera desestimado. Espero que al juez que le ha tocado no acepte la denuncia. No debería estudiar un juez penal algo que no constituye un delito; sería utilizar la Justicia para fines para los cuales no es competente la propia Justicia.

–¿Advierte que hay una utilización política de la Justicia?
–Yo escribí hace mucho tiempo un articulito que se llamaba “Denunciología”, donde dije esto. La gente cree que los jueces penales están para que le traten todo aquello que cada uno cree que es inconveniente. La gente cree que el Derecho Penal es algo así como un sanalotodo de todo mal social creído por una persona.

–¿Cómo explica que Nisman, con tantos años de carrera judicial, no haya advertido que no había delito pasible de ser denunciado?
–No conocí al señor Nisman ni nunca lo vi, salvo que haya sido uno de mis alumnos en la Universidad de Buenos Aires, donde yo enseñaba. No quiero opinar porque el señor Nisman no se puede defender, pero nunca tuve la idea de que los funcionarios judiciales son gente demasiado instruida; tampoco creo que sean analfabetos, pero sí que cometen muchos errores por no entender los conceptos que tienen que tratar. Tal vez esto me provenga de la Universidad de Córdoba, donde yo estudié, y de mis profesores, que no tenían ninguna confianza en los jueces. Hoy en día no veo que haya hechos que nos digan que los señores que se sientan en el sillón de un juez son personas iluminadas que no cometen errores. Los jueces siempre han creído que son delegados de Dios en la Tierra, que cuando se pronuncian transmiten la palabra divina; yo nunca creí eso. Los jueces cumplen una misión parecida a la que puede cumplir un chofer de colectivo.

–¿Comparte la impresión de Zaffaroni de que Nisman fue víctima de una operación?
–No lo sé.

–¿Qué tiene para decir de la relación de jueces y fiscales con agentes de inteligencia?
–Zaffaroni tiene razón en decir que los servicios de Inteligencia son del Poder Ejecutivo y se entienden con el Poder Ejecutivo y no con los funcionarios judiciales, pero yo voy más allá: nunca entendí para qué sirven los servicios de Inteligencia; siempre sirven para mal y no sólo los nuestros. Yo digo, un poco en chiste, que en vez de dictar una nueva Ley de Inteligencia, hay que dictar una Ley de Desinteligencia, derogar la ley que rige y olvidarse de los servicios de inteligencia. Me permito, además, reírme un poco del nombre servicio de inteligencia, porque no he conocido a ninguno inteligente y si lo he conocido no me di cuenta.
Fuente:Pagina12





Domingo 25 de Enero de 2015
AMIA: el juicio por el encubrimiento, atravesado por la muerte del fiscal
Nisman había pedido que el proceso se iniciara en la primera mitad del año por "gravedad institucional". Luego del deceso del titular de la Unidad especial, la presidenta vinculó la denuncia en su contra con un intento por evitar que la pesquisa sobre la trama de complicidades locales llegue al momento de las condenas.
El 19 de enero, cuando no habían pasado ni 24 horas de la noticia sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman, la presidenta Cristina Fernández difundió la primera de las dos cartas con las que tomó posición esta semana sobre uno de los casos más graves que impactaron en el corazón de las instituciones argentinas. La jefa de Estado enmarcó lo ocurrido en un intento por evitar que se lleve adelante el juicio por encubrimiento del atentado contra la AMIA, que estaba previsto para principios del segundo semestre de este año.

"Creo que lo más importante es advertir que se intenta hacer con el juicio de encubrimiento lo que se hizo con el juicio principal 21 años atrás: desviar, mentir, tapar, confundir. Si en aquel juicio 'desaparecían' los cassettes que probarían que la SIDE estaba al tanto de que se estaba preparando un atentado, ahora 'aparecen' cassettes de personajes públicamente simpatizantes de Irán a los que ni siquiera es necesario intervenir un teléfono para saber lo que hacen o lo que piensan. Basta con encender la radio y escucharlos, o mirar televisión y leer los diarios", escribió CFK.

El proceso por "encubrimiento" comenzó el 15 de febrero de 2000, luego de que se hicieran públicas las declaraciones del ex prosecretario del ex juez federal Juan José Galeano, Claudio Lifschitz.

Efectivamente, a 15 años del inicio de la primera causa por encubrimiento del atentado, el juicio oral parecía encaminado a comenzar en julio de 2015. Así lo había pedido el propio Nisman el 22 de diciembre ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 2, al solicitar que se adelante el juicio oral contra los acusados argumentando la "gravedad institucional" del caso.

Se trata, nada menos, que del proceso en el que están imputados el ex presidente Carlos Menem, el ex juez Juan José Galeano, el ex secretario de Inteligencia Hugo Alfredo Anzorreguy, el ex PFA y ex jefe de la Policía Metropolitana, José Alberto "Fino" Palacios, el ex titular de la DAIA Rubén Beraja, entre otros, quienes integran una nómina de, por el momento, 13 imputados en total (ver aparte).

El último impulso a la causa se produjo pocos días antes del pedido de Nisman a Lijo. El 15 de diciembre, la Cámara Federal había revocado el sobreseimiento del ex ministro del Interior menemista Carlos Corach, así como de los ex secretarios del juez destituido Juan José Galeano y tres policías bonaerenses, dictado por el magistrado, actualmente a cargo del expediente. Pero la Cámara fue más allá, y además de reprender severamente a Lijo, lo acusó ignorar órdenes que le impartieron para investigar, le solicitó celeridad en la causa y le ordenó reconstruir los cruces telefónicos de aquella época. Lijo sobreseyó a Corach en junio del año pasado, en el tramo de la causa donde se investiga el presunto pago, a través de la Secretaría de Inteligencia, de 400 mil dólares al reducidor de autos y ex condenado Carlos Telleldín para involucrar a policías bonaerenses, quienes, luego de haber sido acusados en el expediente del atentado y terminar absueltos, son actualmente querellantes en la causa por encubrimiento.

El extinto fiscal Nisman, en su presentación ante la Cámara también argumentó para pedir la celeridad del juzgamiento, "la posibilidad que en el marco del juicio oral y público puedan surgir elementos probatorios de relevancia, no sólo para la resolución del caso sometido a juzgamiento, sino también para la profundización y avance del expediente principal". En otras palabras, Nisman esperaba que a partir del juicio por encubrimiento surgieran nuevos elementos para la causa principal por el atentado a la AMIA, actualmente a cargo del juez Rodolfo Canicoba Corral.

La causa por encubrimiento, compleja y con más de una decena de imputados, comenzó en 2000, cuando Claudio Lifschitz, uno de los prosecretarios del primer juez de la Causa AMIA, Juan José Galeano –actualmente destituido y quien forma parte de la nómina de acusados–, contó que el ex magistrado y el gobierno presidido por Carlos Menem habrían acordado "plantar" la pista que dirigía hacia los policías bonaerenses. El expediente sufrió una larga parálisis que culminó con el apartamiento del magistrado Claudio Bonadio en 2005 y su remplazo por Lijo para tomar la causa a su cargo.

La Cámara, tras revocar los sobreseimientos, ordenó a Lijo seguir la hipótesis de que la maniobra se hizo para desviar la investigación de la llamada "pista siria", que involucra al ciudadano argentino de origen sirio-libanés Alberto Kanoore Edul en el atentado. Sin embargo, tras una audiencia con las partes el 11 de diciembre de 2014, los camaristas apuntaron que Lijo "no cumplió" con las medidas de investigación que ya le habían indicado incluso desde 2007, "a pesar de habérselo intimado en varias oportunidades".

Sobre la posibilidad de profundizar en la llamada "pista siria" los camaristas pusieron especial hincapié en el llamado Informe 106 de Inteligencia, que consiste la información sobre el entrecruzamiento de llamadas entre el ex juez Galeano, Corach, el jefe de la SIDE Anzorreguy, el reducidor de autos Telleldín y su abogado, Víctor Stinfale, el dirigente de la DAIA, Rubén Beraja, y el Departamento de Finanzas de la SIDE, entre otros. "El 18 de octubre del mismo año (2007), la Secretaría de Inteligencia (SI) remitió el informe 106 al que le asignó la 'máxima clasificación de seguridad, encontrándose pues amparada por la disciplina del secreto'", recordaron los camaristas. Según la Cámara, Lijo demostró escasa voluntad al momento de valorar ese informe para la investigación. La incógnita sobre el destino de esta causa se agudiza tras la muerte de Nisman. ¿Se confirmará la hipótesis presidencial? ¿o la justicia estará esta vez a la altura de las circunstancias?

Un largo proceso
La causa: este proceso por "encubrimiento" comenzó el 15 de febrero de 2000, luego de que se hicieran públicas las declaraciones del ex prosecretario del ex juez federal Juan José Galeano (uno de los principales acusados en esta causa), Claudio Lifschitz.

La investigación: en esta etapa se investiga si Galeano desvió la investigación del atentado, dirigiéndola hacia los policías bonaerenses finalmente absueltos. Otro tramo –que sigue investigándose– involucra al ex ministro Carlos Corach, quien fuera sobreseído por el juez federal Ariel Lijo, y nuevamente involucrado en la causa luego de que la Cámara del Crimen levantara el sobreseimiento.

Jueces: el juez Lijo es quien lleva adelante la causa. En 2005 había sido apartado Claudio Bonadio.

Fiscales: más allá de los acusados "principales" (ver página 17, Eamon Gabriel Mullen y José Carlos Barbaccia responderán por los delitos de privación abusiva de la libertad agravada, peculado y coacción.

SIDE: el ex subsecretario de Inteligencia, Juan Carlos Anchézar, es acusado por encubrimiento, abuso de autoridad y falsedad ideológica.

Policía Federal: Carlos Antonio Castañeda enfrentará al tribunal acusado de encubrimiento, abuso de autoridad, violación de medios de prueba y falsedad ideológica.

Algunos de los acusados
Juan José Galeano, ex juez federal: Está acusado por los delitos de peculado por malversación de caudales públicos, coacción, falsedad ideológica de documento público, privación abusiva de la libertad, encubrimiento, violación de prueba y prevaricato.

Carlos Menem, ex presidente de la Nación: Quien fuera presidente del país entre 1989 y 1999 –época en la que ocurrió el atentado– está imputado en la causa acusado por los delitos de encubrimiento, falsedad ideológica, violación de medios de prueba y abuso de autoridad.

Hugo A. Anzorreguy, ex secretario de Inteligencia: En el marco del juicio por encubrimiento del atentado, el conductor de la SIDE en la era menemista se sentará en el banquillo y será acusado por peculado, encubrimiento, abuso de autoridad y falsedad ideológica de documento público.

Jorge "Fino" Palacios, ex PFA y jefe de la Metropolitana: "Encubrimiento, abuso de autoridad y violación de medios de prueba" en el atentado que voló la mutual judía son los cargos que deberá defender el ex comisario de la Federal, elegido luego jefe de la Policía Metropolitana,

Carlos A. Telleldín, reducidor de vehículos: Telleldín, junto a su pareja Ana María Bogarína, el abogado Víctor Stinfale, el ex titular de la DAIA, Rubén Beraja, y el ex agente de la Secretaría de Inteligencia del Estado, Patricio Finnen, enfrentan la acusación por peculado.




"Manipula información"
Timerman, Clarín y "la realidad"
El canciller criticó una nota del diario.
El canciller Héctor Timerman aseguró que el diario Clarín "manipula información", luego de que el medio publicara un cable de marzo de 2013 en el cual el entonces canciller de Irán declaraba a la agencia oficial de ese país, IRNA, que por la firma del Memorándum de Entendimiento Interpol debía levantar las alertas rojas de los sospechosos de haber participado en el atentado a la AMIA, "algo que la propia realidad demuestra que no ocurrió ni podía ocurrir", explicó el funcionario.

"Es una nueva muestra de cómo Clarín manipula la información", sostuvo Timerman a la agencia Télam. "Cualquiera que se tome el tiempo de leer el reglamento de Interpol podrá ver que sólo el juez de la causa puede solicitar se emitan las famosas alertas rojas así como su cancelación. El Poder Ejecutivo no tiene potestad para solicitar acciones de Interpol ni para negociar medidas de Interpol con otro país. La obligación del Poder Ejecutivo es informar a Interpol cualquier novedad en los temas en que actúa Interpol. Es lo que hicimos", afirmó el canciller.

Por otra parte, Timerman remarcó la intencionalidad que tuvo la publicación. "Todo lo que hace Clarín tiene la intencionalidad de perjudicar la gobernabilidad de Argentina. Lo primero que debería hacer un periodista profesional es leer el reglamento de Interpol y luego llamar a Interpol para obtener las respuestas de fuentes oficiales de dicho organismo", insistió el funcionario.

"En cambio –continuó–, pretenden armar una supuesta noticia de actualidad usando un cable de una agencia iraní publicado en marzo de 2013 'y enviado' (dice Clarín) por argentinos residentes en Lyon. Es poco serio hasta para un caluroso sábado de enero."
El propio ex director general de Interpol, Ronald Noble, había desmentido en una carta enviada a Timerman que desde el gobierno nacional se insinuara con la posibilidad o con la intención de levantar esas alertas rojas.




Los detalles de un documento judicial que conmovió al país
La denuncia del fiscal Nisman y la "construcción" de un plan criminal
El último acto jurídico del fiscal de la causa AMIA es tan controvertido como endeble. Las alertas rojas, el rol de los actores secundarios, las contradicciones de la acusación y las escuchas con las que sustentó la existencia del encubrimiento.
La denuncia del fiscal Nisman y la
Nisman - El fiscal anticipó el regreso de sus vacaciones para presentar el escrito con el que pidió la apertura de la feria; la jueza Servini de Cubría no se lo concedió - Foto: AP

El fiscal Alberto Nisman fue encontrado muerto en el baño de su departamento hace tan sólo siete días, en las vísperas de su presentación ante el Parlamento de una gravísima denuncia contra la presidenta Cristina Fernández a quien acusó de pergeñar y dirigir un plan criminal para encubrir a los responsables del más sangriento atentado terrorista que sufriera la República Argentina.

Es imposible entonces despegar esa muerte que provocó una amplísima conmoción social, de la denuncia contra la primera mandataria. Sin embargo, no parece prudente apurar a esta altura una hipótesis sobre la muerte del fiscal como lo han hecho tanto desde el oficialismo como desde la oposición, por motivos diversos.

Antes bien, es imprescindible conocer en detalle el contenido de la denuncia del fiscal, quien no oculta a lo largo de las 290 páginas del escrito sus conocidas críticas al Memorándum de Entendimiento firmado con la República Islámica de Irán y desarrolla una teoría cuanto menos controvertida y, en opinión de un número creciente de juristas, sin un andamiaje probatorio que la justifique.

Si, como se agitó desde sectores políticos y algunos medios, y se denunció con pancartas y gritos tanto en movilizaciones convocadas por las redes sociales como en el acto frente a la sede de la AMIA, Cristina Fernández es la "asesina" del fiscal Nisman, el móvil del crimen no debería ser otro que la denuncia en su contra. De allí la importancia de conocer el contenido de la presentación que efectuó ante el juez federal Ariel Lijo.

ALERTAS ROJAS. En el documento, el fiscal Nisman denuncia que la presidenta, "con la necesaria e inestimable participación y colaboración de Héctor Timerman, tomó la aciaga decisión de llevar adelante este plan de impunidad, sacrificando la justicia en la causa AMIA".

En la página 4 de la introducción, Nisman promete que "se presentarán las pruebas que ilustran que el plan que aquí se denuncia incluyó negociaciones secretas y públicas con los iraníes, durante las cuales se acordó dar de baja las notificaciones rojas de Interpol". La acusación deja de tener sentido desde allí mismo, a partir de la cuarta foja, porque eso nunca sucedió.

El ex titular de Interpol Roland Noble (a la sazón ex director de la CIA de los Estados Unidos) desmintió, con el fiscal en vida, que Timerman o cualquier otro funcionario de la Argentina le haya pedido dar de baja las alertas rojas que pesaban sobre los iraníes acusados por la justicia argentina de la voladura de la AMIA. No podían hacerlo porque esa decisión es resorte exclusivo de la justicia, pero no sólo no lo plantearon –según el relato de Noble– sino que en todo momento buscaron garantizar la continuidad de las alertas.

¿El fiscal no consultó con Noble si lo que decían los artículos periodísticos publicados en la Argentina sobre los encuentros que mantuvo con Timerman era cierto? Evidentemente, optó por creer la versión periodística antes que recurrir a los protagonistas. El ex jefe de la CIA dejó sin fundamentos su teoría y, en el mismo momento, la denuncia de un plan criminal.

En una redacción enrevesada que va hilvanando las escuchas con artículos periodísticos, el fiscal sostiene primero que el canciller acordó dar de baja las alertas rojas, y luego relata que los iraníes se enojaron porque no cumplió con ese paso. Acto seguido, Nisman argumenta que el canciller no cumplió la presunta promesa porque Interpol no lo dejó y ahí una vez más la construcción se da de bruces con la declaraciones de Noble.

COMISIÓN DE LA VERDAD. Sostiene también el texto que las conclusiones de la "Comisión de la Verdad" habían sido acordadas de antemano por los firmantes del acuerdo. Esa comisión nunca se llegó a conformar, ergo, sus conclusiones no se conocen.
Pero aun así, no hay en el texto de la denuncia ninguna prueba que revele cuáles son esas conclusiones presuntamente acordadas. De hecho, de una de las escuchas que presenta el fiscal como prueba se desprende que, por el contrario, una vez firmado el documento los funcionarios argentinos e iraníes no consiguen ponerse de acuerdo ni siquiera sobre la fecha para anunciar la conformación de la Comisión.

NUEVA HIPÓTESIS. Para completar el círculo, Nisman señala que el plan criminal incluye además el redireccionamiento de la acusación con la construcción de una nueva y falsa hipótesis orientada a apuntar como sospechosos a una banda de "fachos locales". Aun si el juez de la causa se decidiera a darle la razón a esa afirmación del fiscal –que se sostiene apenas en una escucha telefónica con diálogos imprecisos al respecto–, tal línea de investigación nunca se incorporó al proceso del que el propio Nisman es encargado, con lo cual tampoco se habría concretado ese paso del plan criminal y mucho menos habría allí entonces un delito que juzgar. A fuerza de verdad, el propio fiscal fue reprendido por centrar exclusivamente la investigación sobre la pista iraní y dejar de lado cualquier otra alternativa.

Para sustentar su denuncia, Nisman no duda en afirmar que los discursos de la presidenta Cristina Fernández ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en los que sistemáticamente reclamaba a la República Islámica de Irán que habilite la declaración de los ciudadanos imputados por la justicia argentina eran en realidad "una puesta en escena" con la que "se buscó ocultar el acercamiento que había sido promovido por la Argentina".
GARANTIZAR LA IMPUNIDAD. Más adelante, en la página 16, el fiscal sostiene que, pese al fracaso del levantamiento de las alertas rojas, los firmantes idearon "mecanismos alternativos" en el "intrincado Memorándum" con el objetivo de "garantizar la impunidad" de los iraníes.

Explica entonces que el acuerdo tiene un "enmarañado proceso de aplicación", que no fija plazos, y afirma que tan es así que "ha pasado más de un año y medio desde la firma del Memorando y todavía no se concluyó ni siquiera el primer escalón" (que ambos países ratifiquen el acuerdo).

A esta altura el lector puede estar tan confundido como este cronista. Había un plan criminal para dar de baja las alertas rojas que estaba incluido en el Memorándum y pese a que eso no se produjo, la impunidad se garantizaba por la vigencia del acuerdo, que de todos modos es tan intrincado que aún no fue aprobado por ambos países, con lo cual no está vigente.

Tal vez por eso evl ex juez de la Corte Suprema de Justicia Raúl Zaffaroni afirmó que, aun si se diera por probado que lo que relata Nisman en su denuncia es cierto, es difícil encontrar allí un delito, porque en el mejor de los casos se trata de la preparación de acciones con un objetivo que no se cumplió.

ESTECHE. Como se sabe, la denuncia no sólo está orientada contra la presidenta y Timerman, sino que tiene otros actores secundarios. Así, Fernando Esteche, el líder de la controvertida agrupación Quebracho, es –según se desprende de las escuchas– autor de un documento elaborado en 2006 para un acuerdo con Irán y que luego se replicó casi textualmente en el Memorándum de Entendimiento.

En la página 56, Nisman reproduce una escucha en la que el dirigente de la comunidad islámica en la Argentina Jorge "Yussuf" Khalil (no queda claro con quién es el diálogo) manifiesta sobre el Memorándum que "lo único que sé es que es el mismo documento que hicimos nosotros hace seis años y lo presentamos tanto ante la Embajada de Irán como a gente del gobierno…", "…ese plan lo hicimos con Fernando Esteche hace seis años…", "…el acuerdo que hicimos nosotros hace seis años con Fernando Esteche y nos trataron de locos… cuando lo planteamos, lo mismo, está escrito, hace seis o siete años, en el 2006… nos dijeron 'están locos esto no tiene asidero', … hoy lo sacaron…", "…el mismo boludo, el mismo pusieron, como lo dijimos nosotros… todo como lo escribimos con Fernando hace seis años…"

De por sí, esa prueba no parece muy sólida. Al fiscal no se le cruza por la cabeza la posibilidad de que Khalil se adjudique la coautoría de un acuerdo que según el propio Nisman demandó reuniones ultrasecretas durante años en un intento por mostrarse influyente ante su interlocutor.

Esteche resumió su defensa sobre el tema de la siguiente manera: "Yo no pude resolver no ir en cana por un delito que no cometí, cómo voy a escribir un acuerdo internacional para evitar que vayan presos unos iraníes."

Pero en la página 55, la denuncia reproduce pasajes de un artículo de Infobae en el que el ex vice canciller Roberto García Moritán sostuvo que años antes los iraníes habían ofrecido un acuerdo que "también tenía nueve puntos y era muy similar al actual" y que "con sus matices tenía el mismo espíritu".

No está claro entonces si para la fiscalía el Memorándum firmado es uno igual al que había escrito Fernando Esteche, como se desprende de las escuchas, o a otro que habían escrito los iraníes según se infiere de las declaraciones de García Moritán, o es el resultado de arduas negociaciones secretas por parte del canciller Timerman que se comprometió a dar de baja las alertas rojas pero no lo hizo.

LUIS D'ELÍA. Nisman califica al armado como "un sofisticado plan delictivo", que sorprendentemente la presidenta habría encargado para su puesta en funcionamiento a Luis D'Elía y al líder de Quebracho. Se puede coincidir o no con las posiciones políticas de ambos dirigentes, pero parece poco probable que se los seleccione como piezas clave en un mecanismo que busca cerrar un plan de encubrimiento internacional.

En una de las escuchas que se conocieron en las últimas horas, pero que el fiscal no transcribió textualmente en su denuncia, Luis D'Elía, una de las piezas claves de la negociación según la presentación de Nisman, reconoce en diálogo con Khalil (su presunto interlocutor) que se enteró de la firma del Memorándum de Entendimiento con Irán varias horas después que el resto de los argentinos.

Que se entienda, el hombre al que según la teoría acusatoria elaborada por la fiscalía la presidenta le encomendó la negociación secreta para operar un acuerdo internacional criminal, no estaba al tanto del fruto de su trabajo. Y esa escucha se difunde como una prueba que busca sostener la acusación.

LOS ESPÍAS. Para toda esa construcción, Nisman se basó en la intervención de Héctor Yrimia, ex fiscal de la causa AMIA y ex juez; y de Ramón "Allan" Héctor Bogado, a quienes identifica como agentes de inteligencia. El gobierno negó que fueran agentes y reveló que la propia Secretaría denunció a Bogado por hacerse pasar por espía de esa dependencia.

El rol de Bogado era –según la fiscalía– el de representante de Cristina Fernández, mientras que Yrimia sería quien iba a aportar los detalles para la construcción de una nueva línea investigativa orientada al grupo de "fachos locales", a partir de su conocimiento de la causa.

"Tranquilo, está cerrado muy arriba", dice Allan, en una escucha, lo que al fiscal le alcanza para determinar que Bogado representa en este caso a la presidenta Cristina Fernández en las negociaciones con Irán.

NEGOCIACIONES SECRETAS. El fiscal llena los espacios que le faltan con artículos periodísticos y dar por probado la argumentación de su denuncia a partir de que los comentarios que aparecen en las escuchas telefónicas son luego ratificados en la prensa.
Es así que para Nisman está probado que el inicio de la negociación se dio en un encuentro secreto en la ciudad de Alepo en Siria a partir de la versión de dos periodistas. Por un lado, el documento que el fallecido José Pepe Eliaschev dijo haber visto. Se trata de un paper interno del gobierno iraní dirigido por el ex canciller Alí Akbar Salehi al entonces presidente Mahmoud Ahmadinejad que narraba datos y conclusiones del presunto encuentro con Timerman en Alepo (página 69).

Lo sorprendente es que en su declaración ante el fiscal, Eliaschev reveló que el documento llegó a sus manos en inglés, en lugar de farsi –el idioma oficial iraní–. ¿Salehi le escribe a Ahmadinejad, entonces abiertamente enfrentado con los Estados Unidos en inglés? ¿En el caso de que se acepte que el texto original existió, quién lo tradujo? El documento no está incorporado a la causa, con lo cual tampoco puede operar como prueba.

Por el otro, el fiscal cita un artículo firmado por Gabriel Levinas que hace referencia a "fuentes oficiosas de la Cancillería israelí" que confirmaron la existencia de esa negociación. La reunión puede haber existido e incluso pudo haber sido el punto de partida para la negociación que derivó en la firma del Memorándum, pero de ahí a inferir que se trata del inicio de un plan criminal, antes de que la potestad de desarrollar discusiones con otro país soberano, y considerar a eso una prueba válida en los tribunales hay un abismo.

EL OBJETIVO ENERGÉTICO. Ya sobre el final del escrito, en sus conclusiones, el fiscal Nisman sostiene que quedó probado que las directivas de la presidenta para llevar adelante el acercamiento con Irán estaban motivadas en el convencimiento de que ello "paliaría sustancialmente la crisis energética nacional".

Es una hipótesis de trabajo que podría haber sido considerada válida debido al creciente déficit energético, pero la estadística no la acompaña. ¿Si el objetivo era incrementar el intercambio comercial con Irán y para ello se necesitaba dar de baja a las alertas rojas pero las alertas siguen vigentes y el comercio con Teherán cayó 25 por ciento sólo el año pasado, cómo se entiende lo del plan criminal?

De hecho, según los datos oficiales el intercambio comercial con Irán venía creciendo significativamente ya antes de la firma del acuerdo, pero se frenó a partir de entonces. ¿Para qué suscribir un entendimiento con el objetivo de mejorar el intercambio comercial si luego de su rúbrica se estancan las operaciones? La información era pública, pero evidentemente no fue tenida en cuenta a la hora de confirmar o rechazar la hipótesis de la conspiración.

La primera en leer la denuncia completa del fiscal fue la jueza María Romilda Servini de Cubría, quien concluyó que no había en la presentación pruebas suficientes como para habilitar la feria judicial. Su colega Rodolfo Canicoba Corral, el juez que entiende en la causa AMIA, advirtió que no había autorizado las escuchas empleadas por Nisman y se sorprendió porque el fiscal había decidido presentar el escrito ante el juzgado de Ariel Lijo en lugar de remitírselo a él o enviarlo a sorteo a la Cámara Federal.

El fiscal nunca podrá defender su endeble escrito. Su muerte generó una serie de interrogantes que deberán ser revelados cuanto antes por la justicia.

¿Por qué interrumpió de manera intempestiva sus vacaciones? ¿Quién lo esperaba en Ezeiza?

¿Por qué le dijo a Diego Lagomarsino, la última persona que lo vio con vida, que no le quedaba otro remedio que presentar la denuncia?

¿Es cierto que le pidió un arma luego de que Jaime Stiusso le advirtiera que tuviera cuidado de sus custodios y cuidara de sus hijas?

¿Es cierto que se lamentaba porque sus hijas no querían pasar tiempo con él por miedo?

¿Es cierto que en las últimas horas había cambiado de opinión sobre su presentación en el Congreso?

¿Hay algún vínculo entre la denuncia y el inicio del juicio por encubrimiento del atentado a la AMIA?

Y por último: ¿lo mataron? Si fue así ¿quién lo mató?, ¿o se suicidó?

Si fue suicidio, ¿fue inducido?, ¿y por quién? Si fue inducido, ¿tiene vínculos con la presentación de su denuncia?

Será difícil encontrar respuestas a esos interrogantes si nos centramos en el presunto pasadizo secreto del departamento de Nisman, las declaraciones del cerrajero, la huella en el aire acondicionado o en el debate sobre si llegó primero al lugar el secretario de Seguridad, Sergio Berni, o el juez de la causa y ese tipo de cuestiones.

La política debe estar a la altura de las circunstancias. No parece adecuado desde el punto de vista institucional arriesgar hipótesis al respecto, o utilizar electoralmente la tragedia reclamando un anticipo electoral.

La muerte de un fiscal y una denuncia de tremendo impacto contra la presidenta de la República merecen mucho más que cotilleo y especulaciones electorales.

La justicia, debe dar respuestas a todas las preguntas, empezando por determinar de una vez por todas quién o quiénes son los responsables del atentado a la AMIA.
Fuente:TiempoArgentino







La muerte de Nisman
La teoría conspirativa
Escriben: E. Anguita, M. Russo, A. Elizalde Leal, W. Qoobar y R. Argemí.
La teoría conspirativa
El pasado lunes 12 de enero, Alberto Nisman llegaba en avión desde Madrid a Buenos Aires. Interrumpía unas vacaciones largamente planeadas con su hija mayor para pasar el cumpleaños de 15 de la niña. Apenas dos días después presentaba una denuncia que ya tenía escrita y que apuntaba a la presidenta de la Nación como cabeza de un supuesto intento de negociar la investigación de la causa AMIA con las autoridades de Irán. La conmoción se produjo en plena feria judicial y muchos se preguntan quién o quiénes podían cambiar los planes de quien llevaba 10 años y cuatro meses al frente de la Unidad Especial de la voladura de la mutual israelita. La pregunta tiene un punto dramático: para poder viajar con tal celeridad, Nisman debió dejar a su hija en la sala VIP del aeropuerto de Barajas unas horas hasta que llegara allí su ex esposa y madre de la chica, la jueza federal de San Isidro Sandra Arroyo Salgado. Jueves 15 y viernes 16 fueron días de altísima exposición pública para Nisman. El sábado 17, tras citar a sus custodios para el domingo 18 a las 11 de la mañana, se encerró en su departamento de la Torre Le Parc de Puerto Madero. Los efectivos de la Policía Federal que tenían la misión de escoltarlo llegaron apenas pasada la hora establecida y dejaron pasar el tiempo sin que les provocara un alerta la falta de algún llamado o mensaje por parte de Nisman. Según informaron después, era habitual que el fiscal no los llamara y ellos no tenían ningún protocolo como para chequear si había algún motivo de preocupación. Sin embargo, el fiscal no sólo no respondía a los llamados telefónicos, sino que no contestaba el timbre y en la puerta de su departamento estaban los diarios del domingo sin retirar. Recién pasadas las 22, y con la intervención de la fiscal Viviana Fein y el juez Manuel de Campos, la madre de Nisman, Sara Garfunkel, se encontró con lo peor: su hijo estaba muerto en el baño. El primer médico que tomó intervención llegó en la ambulancia de Swiss Medical, la prepaga que tenía el hombre cuyo cuerpo estaba rígido: según las pericias, su vida había terminado entre 12 y 15 horas antes. El médico, impresionado, le pasó un mensaje de texto a Damián Patcher, del Buenos Aires Herald, a quien lo une una relación personal. Cerca de las 23, el periodista hizo correr la noticia con toda cautela. Pasada la medianoche, y con la confirmación del deceso, una funcionaria de alto rango tuvo la responsabilidad de llamar a la presidenta de la Nación para darle la noticia: el hombre que la había denunciado estaba muerto, presumiblemente por suicidio. “¡¿Qué me estás diciendo…?!”, alcanzó a contestar Cristina Fernández de Kirchner. Se abría en la Argentina un capítulo imprevisible que tiene a los servicios de inteligencia, nacionales y extranjeros, en el centro de la mira.

Un nombre, desconocido para la mayoría de la sociedad, se asomaba a la escena, pero rodeado de las brumas y las oscuridades que suelen acompañar a quienes manejan los secretos de Estado: Jaime Stiuso. Ese hombre, desplazado apenas un mes atrás de la poderosa Jefatura de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia, había sido el funcionario a quien Néstor Kirchner ponía al lado de Nisman cuando se creaba la fiscalía especial.

Cabe recordar dos hechos de aquel 2004. En julio, Gustavo Béliz era desplazado del ministerio del Interior por hacer pública una foto de Stiuso, el espía que llevaba 32 años en el espionaje argentino. Es decir, cuando Béliz tenía 10 años y no sabía probablemente que la Argentina era mandada por el dictador Alejandro Agustín Lanusse, Stiuso ingresaba al SI. El segundo hecho sucedió en septiembre cuando el Tribunal Oral Federal absolvía a todos los imputados en la causa caratulada Telleldín, Carlos Alberto y otros sobre homicidio calificado. Nisman tenía, desde entonces, la responsabilidad de orientar una nueva investigación, una que estuviera a tono con los desafíos de la nueva etapa de lucha contra la impunidad. Sin embargo, así como desde entonces los jueces y fiscales federales se basaron en las informaciones de las víctimas sobre lo ocurrido en los campos de concentración, Nisman debía contar con el apoyo de un hombre formado en tiempos de dictadura y que, además, había participado de las tareas que el SI había hecho para desviar la investigación de la AMIA.

Stiuso y otros funcionarios del SI, además, tuvieron mucho que ver en la llegada de la entonces esposa de Nisman al juzgado federal de San Isidro. Los vínculos entre espías, jueces y fiscales son tan extraños que Alberto Gentili, el fiscal que trabajaba con Nisman y quedó al frente de la fiscalía especial de la AMIA, fue fiscal de San Isidro con Arroyo Salgado. Cuando se mira para atrás en esta década es fácil advertir que hay cientos de procesados y condenados por delitos de lesa humanidad en los tribunales ordinarios y con fiscales que se pasan meses y años recabando datos para dignificar a las víctimas. En el mismo lapso, sin que se trate de una fatalidad, la causa AMIA sumó una muerte. La explicación no es un misterio. Los procesos políticos están plagados de aciertos y de errores. Algunos aciertos llegan tarde y quizá no alcancen a enmendar los males. La salida de Francisco Larcher, otro hombre de carrera en el SI, ocupaba la segunda posición en el organigrama de inteligencia, lo que en la jerga se conoce como Señor Ocho. Ahora, desde hace un mes, y por primera vez en 33 años de democracia, ese puesto lo ocupa alguien que llega desde afuera del organismo. Juan Martín Mena, abogado, conocido por su austeridad y dedicación al trabajo, está sentado en el octavo piso del edificio Martínez de Hoz, donde funcionan las oficinas centrales de Inteligencia.

Una de las grandes preguntas, en medio del tembladeral que produce la muerte de Nisman, es si en la causa AMIA al menos, los espías locales alguna vez actuaron por fuera de los compromisos de hecho con los servicios de los Estados Unidos y principalmente de Israel. La respuesta, seguramente intrincada, compleja, debería interpelar más a quienes diseñan y deciden las políticas que a quienes pinchan teléfonos y desvían pistas de investigación. Es decir, en vez de hablar de Stiuso o de Fernando Pocino o de cualquier otro espía, la clase política argentina debería poner la carne en la parrilla y decidirse a hacer una gran transformación. Hasta ahora, los espías sirvieron a cada presidente con más o menos lealtad para cubrir las necesidades de gobernabilidad que puede incluir el control de los propios funcionarios o las actividades de los empresarios o sindicalistas o periodistas. Además de controlar y vigilar, los espías tienen una especialidad: conocer el perfil psicológico de las personas que tienen como objetivos. Para lograr meterse a fondo, suelen saber detalles de sus vidas íntimas que incluyen fotos, videos o conversaciones en las situaciones más íntimas que cualquier ser humano pueda tener. Algo tan deleznable como eficaz. Hasta que la sociedad argentina no debata esto, buena parte de la vida de los ciudadanos será sospechada de estar bajo la lupa de los llamados –generosamente– agentes de inteligencia.

Cuando el vínculo, además, es con agencias como la CIA o la Mossad, las cosas se complican porque aquellos son servicios para hacer guerras o dominar pueblos. Los cuadros de esas agencias tienen protocolos contrarios al respeto de las jurisdicciones nacionales y sus estados les autorizan –o los envían– a cumplir misiones donde deben exterminar a personas que consideran enemigos de sus países. Es difícil saber cuándo un agente local está enrolado en alguna poderosa agencia extranjera. Y, así como Nisman siguió la pista iraní y buena parte de la prensa habla pestes de la República Islámica de Irán, una porción muy reducida del periodismo advierte que después de la publicación de Argenleaks, de Santiago O’Donnell, ya está el quién es quién de la relación con la embajada norteamericana. Los cables destapados por Julian Assange son la prueba más reveladora de que para tener una agencia autónoma de inteligencia hace falta una altísima dosis de decisión política. Al mismo tiempo, aunque la investigación no esté terminada, la denuncia y la muerte de Nisman revelan que sin un control republicano –sí, republicano– y democrático de las tareas de inteligencia, las crisis políticas pueden aparecer en el momento más inesperado. Nadie, en medio de tantos especialistas en cerrajeros y calibre 22, se preguntó qué hace la Comisión Bicameral de Seguimiento de las actividades de Inteligencia, el organismo contemplado por la ley 25.520 de Inteligencia Nacional para ejercer algún tipo de control sobre quienes tienen una florería o un prostíbulo o se someten a los planes de agencias extranjeras porque se supone que eso es bueno para la Argentina.

¿Asesinato? El pasado miércoles, este cronista escuchó una hipótesis bien fundada de boca de un experimentado hombre de inteligencia. Según sus conjeturas, Nisman no respondía a directivas de Stiuso sino de alguna agencia o de algún agente extranjero. Y vinculaba el apresuramiento de la denuncia al clima desatado en Francia con Charlie Hebdo y en Bélgica por la supuesta célula yihadista desbaratada por la policía local. En ambos casos, según su análisis, hubo fuerte inducción por parte de poderosas agencias de espionaje. Por supuesto, y antes de concluir con el análisis, se trata de una teoría fuertemente conspirativa, porque la tarea de inteligencia es conspirar. Volviendo a Nisman, alguien lo habría empujado a adelantar la denuncia sin que el propio Nisman pudiera imaginar que luego lo matarían o lo impulsarían a que se matara. Esta hipótesis se apoya –según esta persona cuyo nombre este cronista no puede revelar– en que la eliminación de una persona relevante lleva muchísimo tiempo de planificación y requiere de una ejecución muy sofisticada. No sólo de elementos técnicos sino de las complicidades necesarias para que la escena del crimen pueda ser controlada. La verdad, la tarea de la fiscal Viviana Fein y de la jueza Fabiana Palmaghini (titular del Juzgado de Instrucción 25, que el día de la muerte de Nisman era subrogado por Manuel De Campos) no parece ser afín a una conspiración para ocultar un asesinato y hacerlo pasar por suicidio. Es más, que Palmaghini sea una férrea opositora a Cristina es una ventaja para la Presidenta. Aleja cualquiera de las tantas mentiras tejidas para convertir esta causa en un golpe contra la gobernabilidad.

¿Alguien aconsejó a la Presidenta escribir que el suicidio no fue suicidio? ¿Se trata de una conjetura o tiene alguna información más? A este cronista le resultó curioso leer el twit de Cristina pocas horas antes de escuchar la teoría conspirativa relatada más arriba. Pero no es para sacar ninguna conclusión: es probable que si no se hacen muchas preguntas y se formulan muchas hipótesis la investigación se hará más difícil. De todos modos, en los casos policiales de mayor conmoción siempre cobran vuelo tanto las teorías conspirativas como los personajes secundarios que son puestos en primer plano. Lo fueron recientemente los pobladores de Barra de Valizas o el chef en la muerte de Lola Chomnalez. Lo fueron los policías de la Bonaerense en la causa AMIA. Lo fue Pepita la Pistolera en la muerte de José Luis Cabezas. ¿Lo será Diego Lagomarsino, el hombre que le entregó la Bersa 22 a Nisman y ahora dicen que Stiuso le mandó decir al fiscal que se cuidara de la custodia?

Hay un último asunto que para este cronista es difícil de escribir sin sembrar confusión. Algunos investigadores, en voz muy baja, afirman que a Nisman pudieron hacerle un perfil psicológico donde le encontraban una debilidad íntima. Para la investigación, la vida privada es imprescindible porque puede permitir entender las motivaciones en caso de haberse tratado de un suicidio inducido. Para el periodismo, la vida íntima debe ser sagrada, salvo que se trate de la transcripción de una investigación o un fallo judicial.
Los casos policiales, los crímenes y otras fatalidades donde se mezclan lo personal y lo público son, a veces, una oportunidad para que los hombres y las mujeres públicas pongan lo mejor de sí mismos y puedan sacar a la sociedad de la confusión. De momento, no es novedad, sectores de la oposición –sobre todo mediática– se montaron sobre la muerte de Nisman con la esperanza de darle un golpe fuerte al Gobierno. Por su parte, el Gobierno parece no obstruir la investigación y desclasificó algunos documentos. En un año electoral no parece haber intención de crear mecanismos de consenso como para achicar –al menos en este caso– las marcadas diferencias. Hace cinco años, por iniciativa del Cels, se produjo un acontecimiento interesante: el Acuerdo por la Seguridad Democrática, donde estaban León Arslanian, Federico Pinedo, Felipe Solá y Horacio Verbitsky, por mencionar algunos diferentes. Hoy, el Congreso tiene la oportunidad de convocar a gente como Juan Carr, que está siempre con las víctimas, a los de Abuelas e Hijos, que saben restituir identidad; a Poder Ciudadano, que expresa a un sector de la sociedad que lleva la bandera de la transparencia. Los diputados y senadores de distintas fuerzas políticas pueden crear un ámbito para atraer distintos aportes y evitar la banalización en la que caen quienes saben atacar o defender pero dejan de lado el contexto. Este es un año electoral y sería difícil una epopeya para cambiar de cuajo las conductas mafiosas y corruptas que forman parte de este complejo proceso democrático.

Ricardo Ragendorfer, cuando le preguntaron cómo solucionar el tema de la Bonaerense después del caso Cabezas fue muy claro: hay que importar cinco mil policías suecos. Para pensar en investigadores en serio, habría que fabricar algunos cientos de detectives como Phillip Marlowe, el personaje de las novelas de Raymond Chandler. En El largo adiós, el melancólico Marlowe decía de sí mismo: “Soy un investigador privado con licencia y llevo algún tiempo en este trabajo. Tengo algo de lobo solitario, no estoy casado, ya no soy un jovencito y carezco de dinero. He estado en la cárcel más de una vez y no me ocupo de casos de divorcio. Me gustan el whisky y las mujeres, el ajedrez y algunas cosas más. Los policías no me aprecian demasiado, pero hay un par con los que me llevo bien. Soy de California, nacido en Santa Rosa, padres muertos, ni hermanos ni hermanas y cuando acaben conmigo en un callejón oscuro, si es que sucede, como le puede ocurrir a cualquiera en mi oficio, y a otras muchas personas en cualquier oficio, o en ninguno, en los días que corren, nadie tendrá la sensación de que a su vida le falta de pronto el suelo”.





Los últimos días de la víctima
Trescientos treinta metros por segundo. Esa es la velocidad –subsónica–, de la bala que penetró por el parietal derecho y acabó con la vida del fiscal Alberto Nisman. No sufrió. Su muerte fue instantánea, dicen los forenses. Pero lo que gatilló esa sórdida escena en el piso 13 de  un departamento de Puerto Madero comenzó un mes antes. A mediados de diciembre, el entonces jefe de Operaciones del Servicio de Inteligencia (SI), el ingeniero Jaime Stiuso, sabía que la plana mayor del organismo de inteligencia iba a ser relevada por la Presidenta. Para frenar una nota sobre él que preparaba la revista Noticias, decidió concederle una entrevista telefónica al semanario, la primera en toda su vida. Alberto Nisman, que definía a Stiuso como “una inteligencia privilegiada” y admitía que le tenía una fe ciega, estuvo al lado de Stiuso mientras se desarrolló el diálogo telefónico en el que el guardián de los grandes secretos de la Argentina profirió veladas y explícitas amenazas contra la Presidenta.

La nota salió publicada el 13 de diciembre. El 17, Cristina le pidió la renuncia a Héctor Chango Icazuriaga y Francisco Paco Larcher, los dos máximos jefes de la SIDE que no se atrevían a remover a Stiuso. Sus sucesores, Oscar Parrilli y Juan Martín Mena, debieron ocuparse de desalojar a Stiuso del cuartel general del SI en 25 de Mayo 11, un edificio que el espía pisó por primera vez en 1972 y que en la jerga se conoce como “La Casa”, aunque su verdadero nombre es “Martínez de Hoz”.

Días después, Nisman pidió licencia en la Procuración. Planeaba llevar a su hija a Europa para festejar su cumpleaños de 15. No lo hubiese hecho si –como dijo después–, hubiera tenido un sus manos una causa que venía investigando hace años y que tenía una gravedad institucional tal que no podía esperar el fin de la feria judicial. Una llamada desde Buenos Aires le ordenó volver.

Desde Madrid, se comunicó con el columnista de La Nación Joaquín Morales Solá, para preparar el terreno para su llegada. Pero el periodista que hace tiempo había vaticinado en su programa del canal TN que sólo faltaba un muerto, le respondió que estaba en París, de vacaciones.

El fiscal debió suspender el viaje a Andorra donde planeaba esquiar con su hija y discutió con su ex esposa, la jueza Sandra Arroyo Salgado, porque quería que la adolescente lo acompañara a Buenos Aires por cuatro días. Su ex esposa no estuvo de acuerdo porque sabía que era imposible que volviera en tan breve plazo. Mientras Nisman volaba a Buenos Aires, la adolescente quedó a la espera de su madre en el salón VIP del aeropuerto de Barajas.

El 12 de enero, Nisman llega a Ezeiza. La cámara de seguridad del aeropuerto muestra que lo recibe un hombre obeso que luce una credencial en el saco y está en una zona restringida de la terminal. Es un agente de la base del SI en Ezeiza. Alguien le había encomendado que recibiera al fiscal. Mientras espera las valijas, Nisman activa su celular. Instantes después hace unas breves y nerviosas llamadas. Alberto Nisman podría haber utilizado la salida VIP, pero prefirió hacer el trámite de salida como cualquier ciudadano. Y partió de la terminal aérea en un Ford Mondeo bordo, patente NJN 733 , custodiado por otro Mondeo gris (NEM 866).

El 13 de enero, Nisman pidió la indagatoria de Cristina Fernández de Kirchner y del canciller Héctor Timerman por una supuesta maniobra de encubrimiento. El escrito, que no iba acompañado de pruebas, es tan endeble y contradictorio que no parece provenir de la mano de Nisman. En cambio, el andamiaje jurídico de la teoría del encubrimiento sí parece provenir de una pluma muy reconocible en el ambiente tribunalicio.

El 14, Nisman se presentó en el programa A dos voces del canal TN. Allí dijo que le había advertido a su hija que podía escuchar cosas feas sobre él. No se refería a la causa AMIA.
La denuncia se fue derrumbando por sí sola: el juez de la causa AMIA, Rodolfo Canicoba Corral, entrevistado por el autor de esta nota y el colega Ari Lijalad dijo ante los micrófonos de la Radio Pública que el fiscal estaba siendo conducido por aquellos a quienes debía conducir: los servicios de inteligencia y Antonio Stiuso en particular. El ex jefe de la Interpol, una legendaria figura del Servicio Secreto de los Estados Unidos, Richard Noble, fulminó a Nisman desmintiendo que el canciller Timerman hubiese pedido el levantamiento de las Alertas Rojas contra los iraníes requeridos por la Argentina. La embajada de los Estados Unidos y la CIA a las que Nisman rendía pleitesía, según revelan los documentos de Wikileaks publicados por Santiago O’Donnell, lo dejaron en banda. Lo mismo ocurrió con la embajada de Israel y las instituciones judías que no le encontraban ni pie ni cabeza a la denuncia Un sudor frío corrió por la espalda de Nisman cuando imaginó que la presentación prevista para el lunes 19 ante miembros de la Cámara de Diputados podía convertirlo en un hazmerreír.

Podría renunciar, argumentar cansancio moral o aceptar algún trabajo internacional que tantas veces le habían ofrecido. Ensayó los ejercicios de respiración que había aprendido cuando abandonó el psicoanálisis y lo remplazó por los cursos de “El Arte de Vivir”.

El sábado 17 recibió dos visitas de Diego Lagomarsino, este oscuro personaje que –según su versión– le facilitó la pistola calibre 22 que acabó con su vida. Lagomarsino dice que Nisman había recibido una llamada de Stiuso advirtiéndole que su vida corría peligro. Que protegiera a sus hijas y desconfiara de su custodia.

Lagomarsino –que percibía un sueldo de 40.000 pesos–, era el empleado mejor remunerado de la fiscalía y el único que no había presentado currículum ante la Procuración. Una fuente de otra fuerza de seguridad confió a este diario que hace unos años este hacker había ido a ofrecer sus servicios presentándose como experto en pinchaduras clandestinas. Evidentemente, más tarde, o tal vez ya entonces, trabajaba para la SI, dentro o fuera de la nómina. ¿Dónde estaban las dos armas de la que Nisman era legítimo usuario y por qué le llevó un arma que no sirve para defensa, sino que es la favorita de los asesinos profesionales para efectuar ejecuciones tan discretas como precisas?

Tal vez en esa pistola Bersa haya un mensaje encriptado que cualquiera que haya transitado el submundo de la inteligencia conoce: “Elegí, vos o tu hija: o seguís adelante o ya sabés lo que tenes que hacer”.

No dejó cartas. Murió un día 18. Un número que remite a otra fecha fatídica: el18 de julio de 1994, día del atentado a la AMIA.




La muerte de Nisman
Cuando la “Hinteligencia” quiere escribir la Historia
En 1977, Jorge Luis Borges despejó las dudas: “Los géneros literarios dependen menos de los textos que del modo en que estos son leídos”. Quizá sin saberlo, no lo hizo sólo para los frecuentadores de la literatura. Por entonces, a la realidad puesta en palabras se la llamaba “discurso”; hoy, se popularizó como “relato”. El resultado es el mismo: el lenguaje es lo que hace que la realidad se manifieste, y lo hace buceando en la condición humana. Y no es en vano. Como dice el investigador Alberto Manguel, “la mayoría de las actividades humanas son individuales: no se necesita a otro para respirar, trasladarse, comer, dormir. Pero sí se necesita a otro para hablar, para obtener el reflejo de lo que uno dice. Por esa razón, el lenguaje es una forma de amar a los demás”. Manguel no dice –pero está implícito en su idea– que también es una forma de odiar a los demás. Y éste es el caso Nisman.
Nisman leyó, escuchó y aceptó –durante muchos años, al frente de la investigación sobre el atentado a la AMIA– una realidad escrita por uno o más agentes del servicio de inteligencia.
La hizo propia. Un día la volcó a la sociedad y los medios de comunicación hegemónicos hicieron su negocio.

En definitiva: la historia que quisieron escribir los servicios de inteligencia fue, con velocidad fulminante, hecha “realidad” por los medios hegemónicos para que la sociedad en su conjunto la repita. Creyendo o descreyendo, pero repitiéndola. Y lo hizo apenas arrancado el año. No es ocioso repetirlo: un año conflictivo, que se avizora plagado de “golpes blandos” para desestabilizar un proceso electoral que debería significar lo que es, una fiesta, con sus vaivenes, sus entuertos, sus denuedos, sus acuerdos, su participación popular, una fiesta en fin, democrática. Se repite: lo hizo apenas arrancado el año, cuando se celebraba el fin de diciembre sin los conflictos de otros diciembres. Ciertos medios de comunicación volvieron a hacer primar la noción de complot como un nudo de construcción de la política argentina a la que es tan afín cierto sector de la sociedad. Volvieron a contar la “realidad” como si se tratara de la existencia permanente de una lógica del funcionamiento de lo social –el complot operado por los servicios de inteligencia– más que de la sociedad propiamente dicha. O el objetivo principal de los medios hegemónicos, los grupos desestabilizadores y, de paso, siempre presentes, los agentes de los servicios de inteligencia: la idea de complot como la forma que pretenden que tengan todos los sujetos aislados, solos, de creer lo político y la realidad. La eterna teoría endiablada del “muchacho que sabe”, o de la popularizada irónicamente por Enrique Santos Discépolo con su Mordisquito: “A mí me la vas a contar”. Entonces, como en una sucesión de operaciones destituyentes, primero vino “la tibia reacción del Gobierno ante los crímenes cometidos en la redacción de la revista francesa Charlie Hebdo y la ausencia del canciller Timerman en la foto de la marcha parisina”, le siguió la denuncia de Nisman sobre el “encubrimiento de Cristina Fernández y Héctor Timerman para que la causa AMIA olvide la pista iraní”, para, finalmente, potenciarse con la muerte del fiscal en su departamento de Puerto Madero el mismo día que debía presentar las fojas de esas denuncias en la Cámara de Diputados.

A fines de los ’80 y principios de los ’90, buena parte del periodismo se constituyó –operaciones de inteligencia mediante– ante la sociedad como reemplazo de la Justicia: lo que se publicaba “era”, el culpable “era” sin necesidad de juicios o, peor aún, sin que importaran ni contradijeran lo publicado las sentencias de los juicios. Con el correr de los años, con el correr de los gobiernos, con el crecimiento en la concentración y poderío mediáticos y con la lealtad de ciertos personajes de la política a las líneas trazadas por esos grupos comunicacionales, se pasó de la politización de la Justicia a la judicialización de la política. Fue, es, continúa siendo, el reinado de las cautelares, de las denuncias, de los procesamientos, de las mil y una trabas que pesan sobre cualquier decisión política no refrendada por la oposición.

Claro que, al menos en el caso de Nisman, el bloque que conforman desde hace tiempo los medios hegemónicos sufrió una fractura. El diario La Nación, quizás haciendo gala de su histórica conciencia de clase, no reconoció poderío superlativo (o al menos por sobre la clase a la que representa) y descreyó de todo relato proveniente de los servicios de inteligencia. De ese modo, las columnas de su periodista estrella, Carlos Pagni, fueron durísimas con la levedad de las denuncias del fiscal. Clarín, en contrapartida (generalista al fin, buscando entrar en el sector social que pueda), arremetió. Y, de paso, plantó la línea que debían seguir sus satélites. Así, se escuchó y se leyó lo dicho y escrito con tremenda liviandad: “terrorismo de Estado”, “crisis institucional” y otras bestialidades. El premio mayor, como varias veces en los últimos tiempos, se lo llevó el creador del síndrome de Hubris, Nelson Castro, cuando indignadamente serio se refirió a la muerte de Nisman como de “magnicidio”.

Poco importaron, en cambio, las palabras del juez de la causa AMIA Rodolfo Canicoba Corral (“Los servicios tenían relación directa con la investigación de la AMIA, eran los principales investigadores del atentado en sí”), ni las del diputado del FpV bonaerense Fernando Chino Navarro (“La Justicia y todos los poderes institucionales debemos trabajar para investigar esa denuncia hasta las últimas consecuencias, porque acá se está buscando echar sombra sobre el Gobierno”), ni las del ex senador radical Lepoldo Moreau (“Hay que hacer un cambio estructural, la democracia no puede estar jaqueada”). Para cierta prensa, como para cierto sector de la sociedad (que salió a demostrar su intransigencia y su odio más profundo), importaron más las palabras con las que los servicios quisieron escribir la historia. Como si la realidad se tratara de la novela del británico John Le Carré, El hombre más buscado, donde le hace decir al jefe de los servicios de inteligencia alemán: “No somos policías, sino espías. No detenemos a nuestros objetivos. Los desarrollamos y redirigimos hacia objetivos mayores. Cuando identificamos una red, la observamos, la escuchamos, nos infiltramos y gradualmente la controlamos. Las detenciones son un valor negativo. Destruyen una valiosa adquisición. Te obligan a empezar de cero, a buscar otra red la mitad de buena que la que acabas de echar por tierra. Si alguien no forma parte de una red conocida, yo personalmente lo introduciré en alguna. Si es necesario, inventaré una red, sólo para él”.

Las fotos que ilustran esta nota fueron tomadas por colegas del Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs (M.A.F.I.A.)





La muerte de Nisman
Inteligencia y democracia: un problema a resolver

Inteligencia y democracia: un problema a resolver
Anécdota 1. Eran los días de pizza y champán, la farra menemista. El titular de la Side, Hugo Anzorreguy, un histórico militante del peronismo, recibía en su despacho a M., viejo amigo de épocas de lucha antidictarorial. Café de por medio y luego de transitar por los obligados recuerdos de un pasado común, llegó el ofrecimiento: ¿Qué querés M.? ¿Ser juez federal? ¿Camarista? Lo que quieras. M. no aceptó el ofrecimiento y explicó su postura de oposición al gobierno y su militancia en un espacio que intentaba mantener en alto las banderas que alguna vez los habían unido. El poderoso señor 5 sonrió comprensivo y con  un dejo de paternal admonición lo invitó a “dejar esas muchachadas de lado” y sumarse a una nueva etapa de grandes realizaciones. M. saludó y se fue. Otros, no solamente peronistas, se quedaron y fueron jueces, camaristas y funcionarios judiciales. Cruzando la Plaza de Mayo, el Ministro del Interior, Carlos Vladimiro Corach, dibujaba en una servilleta la estructura de un Poder Judicial amigable con los vientos del cambio de época. Y en los pasillos de “la casa” de 25 de mayo algunos viejos militantes se probaban el traje de espías y se cruzaban en los pasillos con las capas arqueológicas de dictaduras pasadas. El staff había sido diezmado considerablemente por el alfonsinismo. Más de 800 agentes de la Side habían sido dados de baja durante la gestión de Facundo Suárez que por otra parte mantuvo en la Secretaría a gente que había ingresado en épocas militares –como un tal Jaime Stiusso– y había sufrido además el escándalo de ignorar que un miembro de la custodia presidencial, Raúl Guglielminetti, había sido un destacado represor de la dictadura conocido como “el mayor Guastavino”.

Anécdota 2. A pocos días de iniciar la aventura –todo lanzamiento editorial tiene algo de aventura– de Miradas al Sur y para tener un cuadro un poco más completo de las reacciones en los ámbitos políticos, periodísticos y de inteligencia, dos miembros del staff de este dominical se reunieron con un integrante de uno de los tantos ámbitos de inteligencia ligados a la política y la gestión pública y empresaria. Los unía un fuerte vínculo personal por parentesco con compañeros de militancia de los setenta. Afable como siempre, irónico, agudo, P. aconsejó: “Está todo bien con ustedes, no hay problema, pero tengan cuidado con lo que hablan porque todos graban todo.” Con promesas de futuros asados y saludos a la familia, apuraron el último trago de cerveza y se fueron cada cual por su lado.

El problema. Los represores como Guglielminetti acechando en los pliegues mismos de la institución presidencial, los jueces serviles de Corach y Anzorregui, la permanencia de sujetos con pasado dictatorial en los organismos de inteligencia, las prácticas de espionaje y las escuchas ilegales durante un gobierno que se ha esforzado por promover los derechos humanos y el juicio a los represores de la dictadura no son hechos aislados ni casualidades sin relación entre sí. Son parte de un hilo conductor que atraviesa todos los gobiernos de la democracia. La persistencia de personajes, prácticas y doctrinas antidemocráticas y autoritarias en los organismos de inteligencia, en las fuerzas armadas y de seguridad, la violación sistemática del ordenamiento jurídico que norma las actividades de inteligencia, la existencia real de control y monitoreo de movimientos y dirigentes populares son parte de un mismo problema que ha hecho eclosión con la muerte del fiscal Nisman: el descontrol de la inteligencia por parte de las instituciones de la democracia.

Discutibles sanciones legislativas como la llamada Ley Antiterrorista y el encumbramiento –por primera vez– de dos hombres de inteligencia en la cúpula del Ejército (los generales Milani y Carena) son manifestaciones concretas de que la persistencia de ciertos comportamientos y conductas se deben no sólo a descuidos o negligencias del poder político de turno, sino a la equivocada concepción de que es posible controlar a los organismo de inteligencia negociando con ellos y “aprovechándolos” en beneficio propio.

Este criterio es compartido por los partidos mayoritarios siguiendo una larga tradición de utilización presidencial de los “servicios” de información para sus objetivos políticos inmediatos y no para su información estratégica en función del interés nacional y las necesidades de largo plazo de un país inmerso en una realidad mundial compleja, cambiante y plena de desafíos.

¿Soluciones? Como señala acertadamente en un trabajo reciente la Asociación por los Derechos Civiles: “Contar con inteligencia de calidad y análisis precisos es imprescindible para la adopción de innumerables políticas públicas fundamentales para un “Estado moderno. Desde la política exterior a la política criminal, servicios de inteligencia profesionalizados y con alta capacidad operativa permitirían prevenir o combatir amenazas internas como –por ejemplo– el narcotráfico, que en los últimos años parece haberse expandido sin control en la Argentina.” Garantizar el control ciudadano  para que se respete la normativa vigente en la materia y se impida el uso discrecional de estructuras y recursos para otros fines que no sean los del interés nacional, la defensa y la seguridad interior es una tarea pendiente, una materia en la que el sistema político realmente existente viene siendo reprobado sin atenuantes.





La muerte de Nisman
Cuartos cerrados, preguntas abiertas
La muerte del fiscal Alberto Nisman, más allá de las olas, tipo tsunami, en el campo político, ha despertado al Sherlock Holmes que muchos llevan adentro. El descubrimiento de su cadáver obstruyendo por dentro la puerta del baño se acerca mucho a las características básicas de lo que tradicionalmente se conoce como “crimen de cuarto cerrado”. Esa categoría nació con la narración de Edgar Allan Poe “Los crímenes de la calle Morgue”, que Gastón Leroux reforzó con su relato “El misterio del cuarto amarillo”. Un espacio cerrado, donde nadie ha podido entrar normalmente y donde se produce una muerte o se ha manifestado la intención de asesinar a alguien.

Haciendo la autopsia de esos “cuartos cerrados” se produce, inevitablemente, el descubrimiento de que se trata de un juego de engaño, una charada, resuelta siempre por uno de dos caminos, o el muerto, por alguna razón, disfrazó el hecho de intento de asesinato, o la solución llega por lo inverosímil, como el mono con navaja que ingresa por un ventanuco en “Los crímenes de la calle Morgue”; algo que se nos hace creíble sólo gracias al talento gótico de Poe. Es que la literatura policial es un juego de sobremesa y el detective el avatar del lector en ese juego. De modo que analizar la muerte de Nisman desde un cuarto cerrado no conduce a nada. A nada que no sea un mero juego.

Lo que no quiere decir que no se pueda especular o, si se quiere, “jugar”, pero con otras reglas, las reglas de un modo narrativo que se aparta sustancialmente de la ficción policíaca para navegar en aguas de una sociedad en que las reglas son otras: la novela negra. Para dejar claro el desde dónde cabe citar a Jorge Luis Borges, admirador de la novela policíaca y detractor de la novela negra. Decía que la diferencia estaba en que en la novela policial, producido el crimen, alterado el orden, introducido el caos, el investigador daba con la solución y restauraba el orden. En cambio, en la novela negra, todo intento de investigar, de destapar las razones del caos, conduce a mayor caos y al cuestionamiento del orden.

Para reducirlo a lo esencial, en la novela policial se busca quién fue al autor de la muerte, ya sea la propia o la de un tercero, en tanto que en la novela negra la pregunta es por qué lo hizo. Qué razones, qué presiones, qué circunstancias llevaron a que alguien se mate o mate a un tercero. Y esa pregunta, en tanto que los humanos son entes sociales, lleva al entorno, a la sociedad y a los grupos de poder que compiten por el control, desde reglas de juego que no son las del acertijo ni las del marqués de Queensberry, que reglamentan el boxeo y prohíben pegar por debajo del cinturón, morder o patear los testículos del adversario.

Por estas cuestiones, que ponen en tela de juicio las imparcialidades, resulta sensato, utilitario y más en contacto con la realidad, no jugar a los cuartos cerrados, sino a las preguntas abiertas. ¿Durante los diez años de la investigación en torno al atentado a la AMIA nadie reparó en que no había avances? ¿La permanencia, en el circuito oficial, de agentes de inteligencia ligados a la última dictadura, es producto de la desidia y la falta de control? ¿La inconsistencia de las denuncias del fiscal, previas a su muerte, indican que alguien lo usó como torpedo? Si es así, ¿con qué lo apretaron para que diera ese paso, si él, por su profesión, sabía que era un disparo de humo? ¿Cuál fue su rol en un juego de poderes que lo puso en el rubro “use y tire”, de propia mano o de mano ajena?

De todas maneras, cualquiera que sea el punto de partida para ver el caso Nisman, y hacerse preguntas, conviene recordar que las sociedades que conocemos y habitamos son pirámides discontinuas, y esto vale tanto para la economía como para la aplicación de la justicia y las leyes. En términos económicos, una gran base tiene poco, mientras el vértice de la pirámide, mucho más pequeño, tiene tanto o más que toda la base en su conjunto. En términos de justicia, a cierta altura, cerca del vértice, la pirámide se corta, se discontinua, hay un vacío. Desde abajo hasta el corte, todos estamos sujetos a las leyes y todos somos investigables y procesables; todos estamos al alcance de la policía y los jueces. Del corte hacia arriba las reglas son otras, y se modifican, atenúan o ignoran en relación con el poder real –político y económico– de quien o quienes son sospechados de cometer el delito.

Algunos casos internacionales corroboran esa realidad. Por ejemplo, que las mentiras del general Colin Powell sobre armas de destrucción masiva que justificaron la invasión de Irak, nunca lo llevaron ante un tribunal. Por ejemplo, el suicidio, luego caratulado como homicidio, de Roberto Calvi, “el banquero de Dios”, que apareció colgado de un puente en Londres. Detrás y en torno al personaje, se movían el Banco Ambrosiano, el Banco del Vaticano y la logia Propaganda Due, de la que son aún parte Licio Gelli, conocido en Argentina por sus relaciones con Emilio Eduardo Massera, protagonista del golpe genocida de 1976, y el muy conocido Silvio Berlusconi. O, por ejemplo, las operaciones de entidades de inteligencia que actúan por sus propios intereses, o los de sus mandantes, que no siempre son los gobiernos de sus países. Un caso que lleva a esa franja de hechos fue la invasión de Cuba por Bahía de los Cochinos. Una jugada inconsulta de la CIA, ligada en ese tiempo a sectores del petróleo, para colocar entre la espada y la pared al presidente John F. Kennedy. El mismo Kennedy que reaccionó cuestionando la dirección de la CIA, para ser poco más tarde asesinado en Dallas, supuestamente por un desequilibrado Lee Oswald, que fue convenientemente silenciado con la muerte, como también lo sería luego su asesino, Jack Ruby.

El caso de Kennedy, a quien no mataron en un cuarto cerrado sino en una plaza de Dallas, a pleno sol, aún espera una respuesta que niegue la multiplicidad de datos que conducen a un asesinato programado. La sospecha, una vez que instalada, es muy difícil de erradicar. Desde la muerte de John F. Kennedy hasta hoy han pasado 52 años.
Fuente:MiradasalSur

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