El inolvidable 24 de marzo
Por: Demetrio Iramain
Las limitaciones físicas no frenan el ímpetu. Las Madres demuestran que los encuentros y las celebraciones colectivas, sólo pueden ser políticos. Históricas. No testimoniales.
Como no podemos marchar, pero queríamos estar con el pueblo, pensé en esta idea del micro. Nos vamos agradecidas de tanto cariño y emocionadas por ver a tantos jóvenes con mucho entusiasmo. Para nosotras ha sido un día inolvidable", dijo Hebe de Bonafini, apenas unos minutos después de descender del micro descapotable, en el que una docena de Madres de Plaza de Mayo marchó el martes 24 de marzo entre su sede en el barrio de Congreso y la Plaza de Mayo, informó Tiempo Argentino. En "la bañadera", las Madres iban acompañadas por funcionarios del gobierno nacional (el jefe de Gabinete, entre ellos), un gobernador, un intendente bonaerense, un fiscal del pueblo, y los militantes de sus múltiples frentes. "A pesar de las bombas y los fusilamientos".
Es verdad, las Madres ya no pueden caminar esa distancia, que tantas veces recorrieron en sus 38 años de lucha. Son muchas cuadras, es mucha la gente, y las horas también resultan demasiadas. Se sabe: desde el año 2006 ya no hacen la Marcha de la Resistencia, porque "el enemigo ya no está en la Casa de Gobierno", como explicaron entonces, pero un poco también porque ya no tienen la misma disponibilidad física para marchar durante 24 horas seguidas alrededor de la Pirámide. Poner el cuerpo es, para las Madres, literal.
Una condición sine qua non de su praxis política. La palabra sí, pero el cuerpo también. Primero el cuerpo, después la palabra. No es un gesto, sino una de sus síntesis ideológicas. Para ellas, la forma es también el fondo. La que nunca dejaron, ni lo harán, es la marcha semanal de cada jueves; a veces son menos Madres que de costumbre al momento de situarse sobre la bandera azul con la consigna "Los revolucionarios, en el corazón de pueblo", pero marchan igual, puntuales, a las 3:30 de la tarde, así llueva o sea sol.
Desde aquella fundacional marcha durante la dictadura, el 30 de abril de 1977, las Madres marchan en redondo, giran marchando, preparando el terreno donde celebrar la reunión con sus hijos e hijas desaparecidos. En esa búsqueda de encuentro y celebración, fueron reconociendo a los responsables civiles y militares del genocidio. Y también, encontrado nuevos compañeros, que impiden que la sangre de sus hijos se seque lentamente. Las Madres demuestran que los encuentros y las celebraciones colectivas, sólo pueden ser políticos. Históricas. No testimoniales. La memoria no es una fecha, ni un nombre; es una categoría política.
Si a 39 años del golpe, los verdugos cívico-militares son repudiados por la mayoría de la sociedad, es debido al logro político de las Madres y su "memoria fértil", como ellas la denominan. La política de Estado en materia de Derechos Humanos, entre cuyos hitos se encuentra haber elaborado otro prólogo para las ediciones del libro Nunca Más, en el que se discute la teoría de los dos demonios, que fue el eje oficial del Estado hasta el año 2003, es hija de esa memoria. Que los desaparecidos, en cambio, estén vivísimos, y suspiren junto a su pueblo, y respiran de él, y sean, ante los ojos de las nuevas generaciones, el ejemplo a seguir, es la continuación de esa memoria, que nunca honró la muerte, y siempre puso las palabras "vida", "lucha" y "revolución" para referir la épica de la generación diezmada por el terrorismo de Estado. Ahora parece fácil, pero no siempre fue así. Ahí están los capítulos de la serie Madres de Plaza de Mayo, la historia, que se emite durante estos días en la TV Pública, para dar cuenta de ese batalla política librada por las Madres, y el quiebre cultural por ellas provocado.
Es un rasgo de este época: la juventud participando en política, grandes y más chicos unidos y organizados, y todos queriendo ser como los desaparecidos: valientes, dignos, claros, enamorados profundamente de la vida. Y si todos y todas quisiéramos ser un poco, un gran poquito, como los desaparecidos, es porque su ejemplo vino hacia nosotros, cruzó el océano de olvido y deshistorización de sus luchas, a través del puente generacional tendido por las gloriosas Madres de Plaza de Mayo, en la peor de las circunstancias imaginables.
Cierto es que el martes que pasó fue el último 24 de marzo con Cristina en la presidencia de la Nación. El dato frío, distante, sin su debido contexto, por sí solo estremece. Cristina merecía una marcha así. Las Madres, también. Consultada por un canal de televisión durante la marcha, Hebe dijo lo que muchos pensamos en la Plaza el martes, y también pensamos el domingo 1 de marzo, en la movilización de masas que acompañó el discurso de la presidenta ante la Asamblea Legislativa: parece imposible que el proyecto pueda detenerse tras las elecciones de octubre próximo. La precisión de Hebe es, a esta altura, un mandato que trasciende la simple exteriorización de un deseo. En la Plaza del 24 de marzo, y de aquí a octubre se advertirá con aún mayor intensidad, se expresó la decisión histórica de un pueblo que no está dispuesto a salirse de la historia, para volver atrás como una farsa. Así como alguna vez fue "Braden o Perón", en octubre será "Pueblo o derecha económica".
El gobierno que suceda al de Cristina tendrá el próximo 24 de marzo, dentro de exactamente un año, su primera prueba del ácido: una plaza colmada reclamará la continuidad de las políticas reivindicación de la lucha emprendida por los desaparecidos y de sanción penal del genocidio, que ya están tocando las puertas de la responsabilidad civil: empresarios, sindicalistas y jueces. Ese desafío pone hoy en blanco sobre negro el retraso histórico en el que quedó sumido el Poder Judicial de la Nación. El sistema de administración de justicia atrasa por lo menos quince años. Si hiciéramos una comparación entre la conducta de algunos jueces y fiscales, y los cambios operados a partir del año 2003 en todas las estructuras políticas, culturales y en la distribución del ingreso, desde luego afirmaríamos que en la justicia no empezó todavía el siglo XXI.
Es la gran deuda de la democracia: desestructurar el Partido Judicial, democratizar sus estructuras, remover sus obstáculos corporativos. Ese, y no otro, será el conflicto político del próximo gobierno, si es que, como lo reclamó el martes la multitud reunida en Plaza de Mayo, ese gobierno no se hace el distraído y resuelve continuar el proceso de transformaciones sociales, materiales y culturales que tiene lugar en la Argentina desde mayo de 2003. "No nos han vencido."
Fuente:Infonews
Envío:Sara Waitman
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