9 de abril de 2015

LA JUEZA FABIANA PALMAGHINI CONFIRMO A LA FISCAL VIVIANA FEIN EN LA INVESTIGACION SOBRE LA MUERTE DE ALBERTO NISMAN.

DURO REVES PARA ARROYO SALGADO
“LE RECOMIENDO BUSCAR LA VERDAD OBJETIVA Y NO EL FRENO DE LA INVESTIGACION”
Por Irina Hauser

En el rechazo a su pedido de apartar a la fiscal Fein de la investigación de la muerte de Nisman, la jueza Fabiana Palmaghini criticó a la ex esposa del fiscal por su continuo entorpecimiento de la causa y sus esfuerzos por llevarla al fuero federal.


LA JUEZA FABIANA PALMAGHINI CONFIRMO A LA FISCAL VIVIANA FEIN EN LA INVESTIGACION SOBRE LA MUERTE DE ALBERTO NISMAN
Un respaldo para continuar la pesquisa
La jueza hizo fuertes críticas a la ex mujer del fiscal, Sandra Arroyo Salgado, a quien acusó de obstaculizar el expediente y querer dirigir la causa según su “saber y entender”. Respaldó la realización de la junta médica, que se concretaría en diez días.
Por Irina Hauser

La fiscal Viviana Fein continuará en la causa “hasta que se identifique al autor del hecho criminal, en caso de que tal hecho criminal se verifique”.Imagen: DyN
“He de recomendar a la querellante (Sandra) Arroyo Salgado que, en lo sucesivo, dirija sus esfuerzos al esclarecimiento del hecho, teniendo por objeto y fin último la verdad objetiva, y no un embotamiento innecesario e injustificado que sólo se va traduciendo en un freno a la prosecución de la investigación”, dice uno de los tramos más contundentes de las dos resoluciones que firmó ayer la jueza Fabiana Palmaghini al rechazar los planteos de la ex esposa de Alberto Nisman destinados a apartar a la fiscal Viviana Fein de la investigación sobre la muerte y anular algunas de las medidas dispuestas. Palmaghini sostuvo que es evidente “la intención de la querella de dirigir la investigación según su saber y entender” y aclaró que la fiscalía será la única que comande el expediente mientras se trate de una “muerte dudosa” y no haya un posible autor identificado. Respaldó la realización de la junta médica que Arroyo Salgado cuestionaba y que Fein había ordenado para poder sacar sus propias conclusiones frente a las discrepancias entre la autopsia del Cuerpo Médico y el informe de los peritos privados contratados por la querella. Se concretará en la semana del 20 de abril.

Para Arroyo Salgado, la fiscal Fein actúa con un criterio parcial y con una hipótesis configurada de antemano según la cual Nisman se suicidó. La ex esposa del fiscal sostiene que lo mataron, que fue “un magnicidio”, y hasta lo equiparó con un caso de violación a los derechos humanos. Fein asegura que todavía no tiene preferencia por ninguna teoría, que aún está recopilando pruebas, que muchas fueron obstaculizadas por la propia querella, con cuestionamientos y pedidos de nulidad, y que ella sólo quiere encontrar la verdad.

Estas dos posturas se vieron en el careo de anteayer. La jueza Palmaghini, quien reveló enojo en el tono de sus resoluciones, dice que lo que Arroyo señaló hasta ahora es que no le gusta cómo se lleva adelante la investigación, pero que no exhibió argumentos para apartar a Fein. No aportó, ejemplifica, “ninguna prueba concluyente” que respalde “que el que hacer aquí ventilado trasunte una grave violación a los derechos humanos”.

En la audiencia de esta semana, Arroyo Salgado había deslizado su intención de llevar la causa al fuero federal (el más político y cercano a los viejas estructuras de Inteligencia) al insistir con la idea de la responsabilidad internacional y con que la fiscal Fein no había dado la magnitud merecida a las “amenazas de muerte a nivel internacional y local” dirigidas a Nisman, a ella y a sus hijas. Pedía “medidas extremas”. La jueza Palmaghini dice que es un reclamo “incomprensible”, teniendo en cuenta los múltiples viajes que todos ellos hicieron al exterior, incluyendo a las menores de edad, “prescindiendo de cualquier tipo de custodia”.

La fiscalía, según Palmaghini, “siempre ha actuado guiada conforme las pautas que rigen el ejercicio de la acción que compete al ministerio que representa”. Usó sus facultades, evaluó, al convocar a una junta médica encabezada por el titular del Cuerpo Médico Forense, Roberto Godo, objetado por Arroyo Salgado al pedir anular la medida.

Fein convocó a la junta por las diferencias entre la autopsia del cuerpo de Nisman que hicieron forenses del Cuerpo Médico de la Corte y las conclusiones de los peritos de Arroyo Salgado, quienes se basaron en fotos y videos de los procedimientos. La querellante dijo que no la dejaron participar de la autopsia ni le notificaron a la familia de su ex esposo que tenía el derecho de hacerlo. La fiscalía siempre refutó ese reproche, e incluso aclaró que tuvo el cuerpo a disposición en la morgue hasta el 27 de enero, cuando habían pasado nueve días de la noticia del fallecimiento. Un dato revelador que señala Palmaghini en una de sus resoluciones es una constancia sobre “una reunión que la querellante tuvo (el día anterior) con un médico de confianza”, “quien analizó el informe de autopsia, con quien decidió no solicitar la realización de una segunda autopsia”.

La jueza se detiene en la discusión por el día y la hora de la muerte como para dejar en evidencia el intento de Arroyo Salgado por instalar su propia teoría y dirigir como prefiere la investigación. La autopsia oficial señaló que el deceso se produjo el domingo 18 de enero cerca del mediodía. El informe de los peritos de la querella, en cambio, dice que fue el sábado 17 entre la tarde y la noche. Esa franja horaria es la que le permitió a Arroyo Salgado empezar a apuntarle a Diego Lagomarsino, el dueño declarado del arma de la que salió el disparo mortal, quien además dijo que estuvo en el departamento de Nisman en ese mismo horario del sábado. Había ido, explicó, a darle la pistola Bersa que le pidió prestada.

Palmaghini hizo notar que Arroyo Salgado en la discusión por la recusación dijo que la muerte se produjo “24 horas antes” de que Nisman tuviera que ir a la Cámara de Diputados a explicar su denuncia por encubrimiento contra la Presidenta y otras personas. En esa definición temporal la querella también ubica la muerte el domingo 18.

La resolución que avala la junta médica –de la que participarán, además de los forenses oficiales, los peritos de parte– dice que la fiscal está “ampliamente habilitada” para convocar profesiones de distintas disciplinas. También descarta el argumento de que esa junta es un acto “irreproducible” que debería estar dirigido por el juez. Tampoco entiende, acota, el porqué de las objeciones a determinados especialistas médicos. Ante los reclamos de Arroyo incluso previos a la recusación de Fein para que el juzgado asuma la dirección de la causa dice: “No puede haber superposición en la dirección de la investigación, o bien se encuentra delegada en el fiscal o permanece en manos del juez”. Seguirá en la fiscalía, ratificó, “hasta tanto se identifique al autor del hecho criminal, en caso de que tal hecho criminal se verifique”.

Otra de las tantas medidas que había objetado Arroyo Salgado era el peritaje tecnológico sobre los teléfonos, que está en marcha. Esta vez, Palmaghini le impuso las costas, o sea los gastos. Aunque el monto es insignificante, es otra forma de decirle que deje de obstaculizar.




OPINION
Peripecias sin causa
Por Mario Wainfeld



Es imposible saberlo, pero posiblemente ni la querellante Sandra Arroyo Salgado esperaba que prosperara su recusación contra la fiscal Viviana Fein. Los fundamentos eran entre insólitos y descabellados. Las causales de recusación a una fiscal son taxativas, excepcional su admisión.

Tal vez se equivocó o se tuvo demasiada fe o buscaba otro objetivo. Arroyo Salgado dista de ser una protagonista novata, ingenua o sin recursos. Ejerce su poder sin ambages, se vale de sus influencias corporativas, es tenaz y voluntarista. Pero todo tiene un límite y hasta una lógica, aun en Tribunales. La jueza Fabiana Palmaghini rechazó el pedido y la cuestionó con suave severidad. El oxímoron vale porque la conducta procesal de Arroyo Salgado merecía una reprimenda mayor, por ahí una sanción.

Fein podrá seguir adelante con su labor, re-dinamizar el encuentro entre peritos oficiales y consultores privados que sustentan posiciones distintas. Esa instancia fue solicitada por la querella, quien luego la obstruyó. Así funciona la causa en la que se trata de develar la causa de la muerte dudosa y violenta del fiscal Alberto Nisman.
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Son constantes los choques entre Arroyo Salgado y Fein, eventualmente los medios los describen en clave teatral o melodramática. Hay quien dice que no deberían suscitarse enfrentamientos entre la querella y la fiscalía porque ambas están del mismo lado, en la búsqueda de la verdad. Así contado, es un simplismo que peca de ingenuidad. Son partes diferentes, para empezar, y cada cual tiene “su” verdad. La fiscalía representa al interés público y carga sobre ella la carga de acusar, en general. La querella representa a particulares con interés legítimo pero personalizado. Su investidura es distinta.

En este expediente peculiar la fiscal no acusa, por ahora al menos, porque primero debe investigar y dictaminar si hubo suicidio u homicidio. Esa es la primera divisoria de aguas. La querella afirma que fue asesinato, no acepta la duda que sostiene Fein, con sensatez y apego a sus deberes.

La madre de las hijas de Nisman tiene derecho a proponer la teoría que mejor le parezca o le convenga aunque eso no le da la razón, contrariando las simplezas que se escriben por doquier.

Legalmente, pues, querella y fiscalía no son lo mismo. Empíricamente pueden diferir sus puntos de vista, aun cuando hay crimen comprobado y un acusado. Las personas memoriosas recordarán el caso García Belsunce: el fiscal acusó a su esposo Carlos Carrascosa por el asesinato. Familiares querellantes bancaban al procesado, se oponían a que se lo condenara: consideraban que el asesino era otro individuo, ajeno al mundo de los afectos personales.

Las diferencias de enfoque o respecto de la valoración de la prueba están, pues, en el repertorio de lo posible. Lo sorprendente, entre integrantes de un mismo poder del Estado, es el permanente destrato de la jueza Arroyo Salgado a la fiscal. Y muy particularmente, la cantidad de escollos que opone al avance de la causa.
Hay otros reproches de la querellante contradictorios con sus propios actos.
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Arroyo se queja de las filtraciones a los medios, con especial énfasis en aquellas que buscarían desacreditar la imagen de Nisman. A su vez, ella y sus peritos filtran carradas de datos a periodistas o medios amigables. Ese doble juego de las partes (quejarse porque otros intervinientes hacen lo mismo que ellos, con objetivos distintos) es tan común en los expedientes que casi no dan ganas de remarcarlo. Arroyo acepta reportajes, sus peritos de parte también, todos anticiparon prueba en una conferencia de prensa con escenografía tan severa cuan planeada.

Pero hay algo más serio. Se ha difundido muchísima información sobre Nisman, en general ha deteriorado la imagen mítica que quisieron dibujarle. Este cronista no cree ser el intérprete acabado de la opinión pública. Así que asume como posible que fotos del fiscal, bien acompañado en parajes envidiables, hayan tenido impacto negativo, aunque el derecho a la intimidad debería velar esas lecturas. Pero está convencido de que son otros hechos los que lo dejan peor parado.

Entre los principales está la existencia de una cuenta en un banco extranjero con su dinero pero abierta a nombre de terceros. Una cuenta con fondos presumiblemente no declarados a la AFIP, en posible violación legal. Arroyo Salgado divulgó el hecho que detonó las esperables sospechas e investigaciones.

El asedio permanente de la querella al servicial informático Diego Lagomarsino también agitó las aguas. La querella parece querer llegar a culpar a Lagomarsino por homicidio, aunque todavía no ha armado un relato que sustente su tesis.

Lo que sí hace es sitiarlo, motivando reacciones del hombre que cuenta con un abogado también mañero y astuto, Maximiliano Rusconi. Lagomarsino dijo que el generoso sueldo que cobraba en la fiscalía no era consecuencia de la magnanimidad del fiscal, ya que le devolvía la mitad, mes a mes.

El abogado Claudio Rabinovich, un amigo y compañero de secundaria de Nisman, también recibía buena paga por labores poco especificadas, que lo eximían de la gravosa carga del presentismo. Al no estar concernido por la investigación, no se le pregunta más. En los primeros días, tratando de zafar de cualquier consecuencia, también narró ante oídos atentos que era un ñoqui en la fiscalía.

La plantilla de personal de la Unidad Fiscal AMIA muestra otras personas de especialidades exóticas para la pesquisa criminal, cuya presencia es difícil de explicar en términos cartesianos.

Tales hechos, acumulados, damnifican a la imagen de Nisman más que sus diversiones. El más chocante, se insiste, fue aportado por la ex esposa y les pega en carambola a la madre Sara Garfunkel y a la hermana. Conjeturar los motivos del obrar de Arroyo Salgado es forzado. Es evidente advertir que ha introducido elementos explosivos en la causa y sus alrededores.

Algo aprendió el autor de esta nota en veinticinco años de ejercicio activo de la abogacía y unos cuantos como periodista. Quien quiere llegar a un veredicto justo está en figurillas. Quien aspira a demorar los trámites, siempre logrará su cometido, en todo o en parte.
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La morosidad de la instrucción es una crítica muy extendida. Fein seguramente comete errores, entre ellos transmitir parsimonia. Nadie, salvo Arroyo Salgado, le endilga parcialidad, pereza o mala fe. La comparación con los jueces o con sus pares de Comodoro Py deja a Fein, entonces, muy bien parada. Arroyo Salgado ansía que la causa derive hacia ese edificio, que es sinónimo de injusticia y de desidia.

Se están por cumplir tres meses desde el trágico fallecimiento de Nisman y se ignora su causa. Se pontifica que el transcurso de ese plazo sin certezas genera paradójicamente una: no fue suicidio. Esa conclusión fundamentalista no tiene anclaje legal, pero prende como casi todos los lugares comunes tajantes. Cuando se habla en general, cualquier “verdad” es posible. Hete aquí que este hecho no ocurre en un contexto “de laboratorio” o en una probeta, sino en un clima político enrarecido, donde demasiados sectores o protagonistas dan por descontado qué pasó... aunque no lo saben.

El expediente se conecta y encastra con otros, son cual mamushkas. De vez en cuando, generan nuevas causas, como las que investiga la cuenta off shore. Hablemos de la duración de las que acumulan años, lustros, telarañas.

El atentado a la AMIA va a cumplir 21 años y casi nada se avanzó para dilucidarlo. La versión de Nisman se transformó en un mito urbano que su muerte potenció, pero ni los periodistas especializados ni los familiares de las víctimas creen que la tesis del fiscal era y es correcta.

Está atrancado el proceso por el encubrimiento que sí ocurrió y que ahora se quiere negar u ocultar porque conviene a la narrativa de la oposición, de Estados Unidos y de Israel. El juicio oral, programado para este año, tras más de una década, parece enfilar hacia el 2016 o quién sabe hasta cuándo. La Corte Suprema y el Tribunal Oral juegan al Gran Bonete polemizando acerca de quién es responsable de la enésima postergación. Todos, se puntualiza, integran el mismo poder del Estado, que se ufana de su independencia.
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La pesquisa sobre la muerte de Nisman dista de ser modelo de eficiencia, pocos hay en tribunales. Hasta ahora, las evidencias sugieren más un suicidio que un homicidio, pero no se termina de colectar las pruebas. Quizás se podría remontar la cuesta si no mediaran tantos ripios en el camino y tantas presiones externas. Suena difícil.

Final abierto, entonces, supeditado a varios factores, entre ellos la cooperación de las partes. Al cronista le tienta ir cerrando con una digresión ilustrativa o más bien un paralelismo. Alude a otro protagonista con una semanita de fama: el árbitro de fútbol Germán Delfino. Laburando, revió una decisión propia, equivocada. Hizo justicia pero, tal parece, alteró las reglas de procedimiento. Está en apuros, posiblemente mayores que si hubiera convalidado una trampa. Su calvario es menos exótico que lo que podría suponerse. Las reglas procesales priorizan el rito sobre el fondo, los procedimientos sobre la equidad. En un punto extremo, la certeza sobre la justicia.

Ojalá el caso Nisman sea la excepción, que no alteraría la estadística pero mejoraría la coyuntura.
Fuente:Pagina12

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