En una pequeña calle de Bruselas, la rue Bosquet, hay dos edificios gemelos apenas separados por una medianera. De un lado, en el número 22, vive Martha Argerich, la argentina que es reconocida como una de las pianistas más originales y temperamentales del siglo. Del otro lado, en el 24, los Tiempo – Lechner, una singular familia de pianistas argentinos que desfilaron por los escenarios más importantes desde pequeños: la matriarca y pedagoga Lyl Tiempo, sus célebres hijos Sergio Tiempo y Karin Lechner, y su nieta Natasha, de solo catorce años, hija de Karin.
Natasha lleva sus hombros el peso de tres generaciones de grandes músicos; ella es la promesa de continuidad de una dinastía pianística. Su preparación musical es un asunto familiar atendido con particular celo. Su madre Karin, quien también fue una niña prodigio, cumple los roles de profesora, mentora y consejera. A medida que ingresa –casi sin darse cuenta– en el mundo de los pianistas de élite, Natasha comienza a percibir los riesgos que deberá asumir como pianista profesional apenas abandone el mundo plenamente lúdico que fue el piano de su infancia. Inevitablemente, Natasha se pregunta sobre lo que significará ser pianista.
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