2016, el año de la interna peronista
The big game
13/01/2016
Por Horacio Çaró
El justicialismo se debate hacia adentro entre dos grupos que disputan la orientación política y, por ende, la conducción del partido derrotado en las últimas elecciones, el principal de la oposición. Existe un intenso debate en torno de dos cuestiones: si el PJ debe encuadrar al FPV o viceversa.
La Tendencia Involucionaria que componen el menem-duhaldismo residual en sociedad con nuevas rock star filoliberales quiere peronismo sin kirchnerismo, y quiere al kirchnerismo preso. El kirchnerismo no peronista cree que el pejotismo es responsable de la derrota. El peronismo kirchnerista plantea la conducción de Cristina sin exclusiones pero con un límite: los que acompañan velada o explícitamente a Macri no entran. Una topografía política intrincada, que deberá ser recorrida camino a las internas de abril del año que comienza.
El peronismo, tras la derrota, se encuentra en estado de asamblea, existe un intenso debate en torno de dos cuestiones: si el PJ debe encuadrar al FPV o viceversa y, una vez dirimido eso, sobre quién debe recaer la conducción partidaria.
Como una deshonrosa remake de la Renovación peronista de los años ’80, se pretende emprolijar ante los mercados económico y electoral la recia figura confrontativa que, dicen, dejó como herencia el kirchnerismo y, juzgan, es la causa de la derrota en las presidenciales y otros comicios.
Faltaría el talento con mejores fines de Carlos Grosso, José Luis Manzano y Carlos Corach, el predicamento en el peronismo de Antonio Cafiero y el carisma de un rolling stone de los llanos como Carlos Menem. Incluso en el ala sindical de aquella experiencia ochentista, el duro Roberto García, del gremio de taxistas, aparece como un vanguardista revolucionario comparado con el Momo Venegas de la new renovation.
La aceptación de Sergio Massa al convite que Macri le extendió para subirse al avión que los llevará a Davos, a confraternizar nuevamente con los financistas globales, no es un gesto hacia adentro del peronismo en su totalidad sino una decisión ideológica del ex alcalde de Tigre. Y como uno de los vértices de la Etapa Prolija que fomentan desde la Involución, el peronismo debería plantarse en ese territorio, el ideológico, para darles batalla, y con una antelación que no se vio durante el debate del reciente proceso electoral. La de las formas es una mesa de arena que incita la derecha.
Diputados como territorio en disputa
Mucho se habla de la primera minoría en la Cámara de Diputados de la Nación y de la mayoría en el Senado, pero en términos de fortaleza política esos escenarios habría que decodificarlos como fotografías que serán pasibles de profundas modificaciones según los momentos en que tengan que ponerse en juego uno y otro colectivo parlamentario.
La prueba de esto se dio antes incluso de comenzar el período ordinario de sesiones –el llamado a extraordinarias fue descartado por el presidente Mauricio Macri, que quiere sacarle jugo a los DNU y ablandar a ambos bloques–, cuando la reedición del viejo Grupo Ah, con renovados bríos, dibujó una primera minoría circunstancial para meter por la ventana del Consejo de la Magistratura (CdM) a un integrante del PRO, Pablo Tonelli.
Tonelli tiene menos luces que el tren fantasma, pero una lealtad que cotiza en alza en tiempos de generosidad oficialista. Sin embargo, para ungirlo en el órgano que define las cuestiones más sensibles a los intereses corporativos respecto del funcionamiento del Poder Judicial, la alianza macrista pretendió llevarse puesto al legislador designado por la primera minoría más estable, la del FPV. Así, el rosarino Marcos Cleri estuvo a punto de quedar sin poltrona en el CdM, y aún puede resultar que finalmente sea excluido, si las cautelares que impidieron la jura de Tonelli caen.
Las argucias cometidas por Cambiemos, que incluyeron adulteración de documentos públicos, por lo que fue denunciado penalmente el titular de la Cámara de Diputados, no impiden observar que el PRO logró articular con Unen, la UCR, el massismo, el delasotismo, el socialismo, Rodríguez Saá y Stolbizer esa primera minoría móvil, y que no será la última vez que lo haga.
Mucho de ese “peronismo” pactista querrá prevalecer en abril y quedar como el “interlocutor racional” del macrismo. Por ahora la respuesta del FpV es una masiva campaña de afiliación.
El Senado y sus laberintos
La mayoría en el Senado, para no abundar en detalles, no debería ser tomada por el FPV-PJ como un bastión inexpugnable frente al macrismo. Basta recordar que los gobernadores siempre requieren obras y fondos del poder central, y que algunos de esos gobernadores quieren tallar fuerte en la interna de abril, para no dejarse llevar por la ingenua idea de que se trata de una mayoría incondicional que operará como dique ante las embestidas de Macri.
En este frente también habrá de darse un debate profundamente ideológico, sin la ingenua pretensión de que los gobernadores renuncien a contar con fondos de la administración central, pero forzando a discutir por cuáles caminos lograr esa financiación: por rendición o por presentar combate político que rompa el cerco mediático que blinda a la gestión amarilla.
Una de los sables con que cuentan Los Coraceros de Las Formas es el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, que estrenó su tercer mandato diciendo: “Hay que democratizar nuestro partido y en esa democratización partidaria naturalmente cada uno ocupará el lugar que la gente quiera que ocupe”.
La propuesta de su sector es que cuando venzan los actuales mandatos partidarios nacionales, en abril, las nuevas autoridades surjan del voto directo de los afiliados y no producto de un acuerdo.
Como sea, entre enero y abril, debería quedar negro sobre blanco quiénes son y hasta dónde pueden llegar los colaboracionistas de un proyecto que pretende retrotraer el país a 2002, llevándose puesto un cúmulo de derechos adquiridos por las grandes mayorías.
Construcción en ciernes
Para el campo nacional y popular, los secretos de una construcción hacia adelante, en condiciones inéditas para el kirchnerismo –por primera vez desde su surgimiento se encuentra en el llano– parecería que se irán develando a través de un mix que combina el discurso y la acción de dirigentes, cuadros y militancia activa con las señales y acciones de la conducción.
En algunos ámbitos ese debate parece abordar una y otra cuestión en un marco de desilusión, enojo y angustia. Incluso la discusión en torno de los errores o pasos en falso durante todo el proceso electoral, en lugar de estimular esa construcción a menudo representa el pasto para fieras que están necesitando un campo popular dividido o sin conducción.
No debería considerarse alocado o paranoico vaticinar que el macrismo va a ir por Cristina, con el objetivo máximo de procesarla e incluso ponerla entre rejas y el mínimo de neutralizarla como conductora política en esta instancia que se abre.
Cristina tal vez mueva las piezas en un tiempo que no es el que le digite el enemigo ni los ansiosos o apresurados de su propio espacio, pero algo está claro: la misma disputa en torno de la conducción partidaria será parte de ese proceso que lleve a la ex Presidenta a dar señales de conducción.
Si el kirchnerismo es el peronismo post crisis de 2001 más los que acompañan, y no al revés, pareciera que las chances de regenerar el tejido dañado por la derrota son mayores.
Los prejuicios antipejotistas, o un kirchnerismo de laboratorio, destilado y sólo permeable al progresismo 3.0 % no suenan a respuesta a ninguno de los desafíos que se presentan, que no son pocos.
A la vez, el peronismo para la victoria, que sería una forma de denominar esa síntesis, tiene la oportunidad de mostrar que afronta esta difícil etapa como generación sobreviviente del infierno, no como pollitos mojados por el pis amarillo del macrismo.
Publicado en el semanario El Eslabón N° 229.
Fuente:RedaccionRosario

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