24 de diciembre de 2016

BALANCE 2016 UN MOMENTO DE ALTA PREOCUPACIÓN PARA LA CULTURA

24 de diciembre de 2016 
BALANCE 2016 UN MOMENTO DE ALTA PREOCUPACIÓN PARA LA CULTURA 
El año en que la palabra clave fue “vaciamiento”
Despidos, maniobras de desfinanciamiento, decisiones tomadas con un claro sesgo ideológico, problemas edilicios, privatizaciones encubiertas y un largo etcétera que incluye a un ministro negacionista: esta temporada, la cultura vivió en peligro.
El programa de Coros y Orquestas Infantiles y Juveniles sufrió recortes de toda clase. (Imagen: Dafna Gentinetta)
Por Paula Sabatés y María Daniela Yaccar
El que termina fue un año difícil para gran parte del sector cultural. De hecho, comenzó con casi 500 despidos en el Ministerio de Cultura de la Nación. Este fue también el año en que el ministro de Cultura porteño debió renunciar por plantear a la dictadura como una cuestión numérica. En la Ciudad de Buenos Aires, los espacios culturales independientes pelearon por sobrevivir en un contexto en que recibían facturas de luz de hasta 15 mil pesos. Grave es la situación que atraviesan los espacios que resguardan la memoria desde la cultura, el C. C. Haroldo Conti y el Espacio Cultural Nuestros Hijos, ubicados en la ex ESMA: están desfinanciados.

Ante estos y otros dilemas –como las amenazas sobre el Programa de Orquestas Infantiles y Juveniles para el Bicentenario–, el sector cultural afectado no se quedó de brazos cruzados. Copó las calles, peleó, difundió. Gritó que la cultura no se tenía que achicar, le pidió a Lopérfido que se fuera, expuso las historias de vida de los que se quedaban sin trabajo. Sostuvo espacios y actividades más allá de todo. Defendió su idea de lo que la cultura es, y para quién.

El espanto del despido
El 29 de enero fue una fecha densa: fueron despedidos 494 trabajadores del Ministerio de Cultura de la Nación conducido por Pablo Avelluto. Los despidos tuvieron condimentos macabros: listas negras. Puertas con candado. Vecinos de Recoleta les tiraban huevos y hielo a los cientos de personas que se quedaban sin trabajo. El fantasma de los ñoquis. La célebre frase de Avelluto, lo “espantosa pero necesaria” que fue aquella decisión. La lucha de los trabajadores tuvo como fruto la reincorporación de unos 200. Días antes habían sido despedidos –por Twitter– alrededor de 600 trabajadores del Centro Cultural Kirchner. Ellos también coparon las calles en el caldeado verano porteño. En este caso el espanto fue mayor: apenas unos 20 fueron reincorporados. El CCK estuvo cerrado más tiempo del previsto, ya que el nuevo gobierno decía que no estaba habilitado.

También hubo cesantías en la Biblioteca Nacional, desde julio dirigida por Alberto Manguel. Allí fueron 240 los que a fines de marzo recibieron el telegrama, la mayoría sin explicación alguna. Los despidos tuvieron un sesgo más insólito, porque se produjeron antes, incluso, de que el escritor regresara al país para asumir el cargo. La por entonces directora interina, Elsa Barber –vicedirectora de Horacio González, titular anterior–, había dicho que renunciaría en caso de que hubiera despidos, pero estuvo al frente de la institución hasta mitad de año.También por la lucha colectiva fueron reincorporados trabajadores. Pero 100 quedaron afuera.

El vaciamiento de la memoria
“No es como ir a una oficina. No podemos dejarlo morir”, decía a mediados de noviembre uno de los trabajadores del C. C. Haroldo Conti, cuando junto a sus compañeros lanzaban la campaña “El Conti no se achica”. Desde su inauguración, en 2008, el centro cultural ubicado en la ex ESMA recibió fondos de la Secretaría de Derechos Humanos. Actualmente, si bien los trabajadores siguen cobrando, se encuentra desfinanciado: no hay plata para fletes, honorarios de artistas, siquiera para un botiquín de primeros auxilios. El secretario de Derechos Humanos de la Nación, Claudio Avruj, afirmó que el presupuesto del Conti estaba “sobreestimado”. Según él, bastaba con 7 millones de pesos para que se sostuviera. Quienes trabajan allí aseguran que el vaciamiento es total. A pesar de esto, en 2016 en el Conti hubo espectáculos, seminarios y talleres. A comienzos de este mes los trabajadores organizaron un festival para llamar la atención sobre la precarización de los artistas que actuaban allí, que no cobraban honorarios y pasaban la gorra.

Claro que el conflicto del Conti se enmarca en el recorte de fondos para todas las instituciones que funcionan en el ex centro clandestino de detención y para las políticas vinculadas con los derechos humanos. La casa de las Madres de Plaza de Mayo, el Espacio Cultural Nuestros Hijos, atraviesa una situación aún peor. Perdió todos los convenios que tenía con ministerios nacionales –Trabajo, Cultura, Desarrollo Social y Educación– y que le permitían funcionar. Además, los más de treinta trabajadores que se desempeñan allí no cobran un centavo. La casa sigue abierta, sosteniendo sus actividades clave, como los festivales que homenajean a Hugo Midón, María Elena Walsh y Gustavo Roldán. También ciclos y talleres. Se perdieron iniciativas importantes, como el taller artístico dirigido a adultos mayores que llegaban en micros que PAMI proveía. O el Proyecto Educativo Bicentenario, que acercó durante años a miles de chicos, jóvenes y adultos de organizaciones sociales e instituciones educativas de todos los niveles, para que conocieran el lugar. “Vamos a defenderlo a capa y espada”, aseguraba Hebe de Bonafini en marzo, en una de las primeras movidas en apoyo al ECuNHi. La entrada para los espectáculos dejó de ser gratuita: se pide un bono contribución, aunque nadie queda afuera si no puede aportar. Inaugurado también en 2008, cuando las Madres hicieron su “desembarco” para llevar a la práctica los ideales de sus hijos desaparecidos, el ECuNHi atraviesa una etapa de resistencia cultural e ideológica.

El negacionista 
A pocos días de que comenzara 2016, el ministro de Cultura porteño Darío Lopérfido dijo en una conferencia que “en la Argentina no hubo 30 mil desaparecidos” y que ése fue un número que se discutió en una mesa chica “para cobrar subsidios”. Desde entonces, trabajadores de la cultura, organismos de DD.HH. y pensadores de distintos países se organizaron para pedir su renuncia bajo el lema de “cultura libre de negacionismo”. Durante seis meses se sucedieron repudios: hubo acciones en las escalinatas del Colón, durante la marcha del 24 de marzo, al finalizar funciones de teatro independiente y oficial, y hasta en el BAFICI, organizado por el propio Ministerio. La última fue durante la presentación del programa “El San Martín en los Barrios”. Lo ocurrido fue tan fuerte –un grupo de artistas irrumpió con máscaras con la cara del funcionario y carteles que pedían su renuncia– que el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta tuvo que irse del evento antes de que terminara.

Cinco días después, Lopérfido presentó su renuncia al jefe de Gabinete porteño. En el comunicado oficial, sin embargo, nada se dijo sobre aquellos episodios. Se esgrimió que el ex funcionario de la Alianza se corría del cargo para dedicarse por tiempo completo a su tarea al frente del Colón, que aún dirige artísticamente. Sin embargo, su alejamiento tuvo un profundo peso político. Lopérfido fue el primer ministro del macrismo en abandonar el cargo y el primero en la historia de la cartera cultural en renunciar por el repudio popular. Lo reemplazó el músico Angel Mahler, sin experiencia previa en gestión. En la última reunión que mantuvo con colectivos culturales, la semana pasada, el ex socio de Pepe Cibrián admitió que aún no está familiarizado con las cuestiones que conciernen a su cargo y pidió “un tiempo más” para dar respuesta a los problemas que enfrentan los artistas.

La tragedia de las tarifas 
Si en el pasado el karma de los espacios culturales independientes porteños fueron las clausuras, el actual es el tarifazo. “Este año nuestro enfoque estuvo puesto en el sostenimiento económico”, explicó a PáginaI12 Claudio Gorenman, representante del Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA) y de Abogados Culturales. En mayo, más de 300 espacios (teatros, centros culturales, milongas y otros) se unieron en un apagón cultural, con el fin de llamar la atención sobre la complicada situación del sector, afectado fundamentalmente por las boletas de luz –en algunos casos alcanzaban los 15 mil pesos–. En este conflicto, el sector dejó bien clara su postura respecto de la cultura: es un derecho. Evitó trasladar la inflación a los precios de las entradas, protegiendo tanto al público como a su modo de hacer cultura.

El Ministerio de Cultura porteño respondió primero con un fondo de emergencia para salas teatrales independientes que tuvieran un subsidio. La medida no contentó al conjunto. Entonces, en septiembre, Rodríguez Larreta armó un fondo de emergencia para clubes y espacios culturales. “Unos 250 espacios están recibiendo un extra de fin de año. Nuestro trabajo es ayudarnos para que no cierre nadie”, dijo Gorenman. Una buena para las milongas llegó hace pocos días: la Legislatura porteña aprobó una Ley que promueve la actividad, mediante subsidios y créditos. Durante el año varios espacios se vieron amenazados, no ofrecieron programación y, en el peor de los casos, tuvieron que cerrar. Un ejemplo reciente es Café Müller, dedicado a la danza. Tras anunciar el cierre, El Crisol se salvó por un subsidio del Instituto Nacional del Teatro.

En este contexto, la batalla de Cultura Unida –colectivo de colectivos artísticos– es por la creación de una tarifa que contemple las particularidades del sector y que tenga alcance nacional. Desde octubre, los espacios afrontan, además, una contundente merma de público.

El patrimonio en crisis 
Si bien los mayores problemas que enfrentan los museos no son nuevos, este año se profundizaron cuestiones clave, como la precarización laboral. En la Argentina suman 1100, entre museos nacionales, provinciales, municipales, universitarios y privados, ya sea de empresas o de asociaciones sin fines de lucro. En la última edición de La Noche de los Museos, a fines de octubre, hubo récord histórico de “voluntarios”, guías que trabajaron ad honorem y que fueron seleccionados a través de una convocatoria abierta del propio Gobierno de la Ciudad.

Además, los trabajadores de museos se declararon todo el año en “estado de preocupación y alarma” por otro motivo. Un censo realizado por la Asamblea de Trabajadores Autoconvocados de Cultura de la Argentina (ATACA) reveló que “en la mayoría de los museos, el nivel estructural del patrimonio es terrible”, así como también los edificios. Por otra parte, algunas instituciones no tienen sede propia, como el Museo Nacional de Arte Oriental o el Museo Nacional del Grabado. Lo único destacable para este sector fue el llamado a concurso por primera vez para diez cargos de directores de museos, que abrió el Ministerio de Cultura de la Nación.

Teatros oficiales
Párrafo aparte merecen los teatros públicos, sobre todo los que dependen del Gobierno de la Ciudad. El San Martín, el más emblemático de la escena y tradición porteñas, estuvo todo el año cerrado y sin funcionar, tras varios años de vaciamiento. La “operación a corazón abierto” propuesta por Hernán Lombardi como Ministro de Cultura fracasó. El cierre del teatro significa, para la gestión de Jorge Telerman, la posibilidad de avanzar más rápidamente en la demorada obra. Pero se notó especialmente en un contexto en el que otras dos de las salas del Complejo Teatral estuvieron cerradas, al menos una parte del año. Si bien el De la Ribera reabrió en junio, el Alvear continúa cerrado –ya van casi tres años– y su reapertura no tiene fecha confirmada, aunque no será hasta antes del final de 2017. En lo positivo, Telerman volvió a la idea original –también suya, de cuando fundó el CTBA en el 2000– de que cada uno de los cincos teatros tuviera una línea propia que se integre a las demás. Los nombramientos que determinó y la programación de 2017 están en sintonía con esa intención.

En cuanto al Colón, fueron reiteradas durante el año las denuncias de “privatización”, por parte de trabajadores y público. El foco del conflicto fueron los alquileres de las salas del coliseo porteño para espectáculos privados o actividades que no tienen que ver con el arte. Si bien las autoridades del teatro desestimaron las críticas alegando que la mayoría de los alquileres suceden los lunes, en momentos en que no hay funciones, tuvo (y tiene) repercusión mediática el reclamo del Ballet Estable del Teatro Colón, que denunció que no puede bailar en su escenario por los reiterados shows que lo ocupan (ver página 37). 

Derechos en riesgo 
Todo el año estuvo amenazado –y lo sigue estando– el Programa de Orquestas Infantiles y Juveniles para el Bicentenario, apoyado en un modelo de enseñanza musical que lleva treinta años en América latina. Una apuesta fuerte a la inclusión social y la educación que llega a los barrios más castigados del país. Son 20 mil chicos y jóvenes que, en prácticamente todas las provincias, venían aprendiendo música mediante esta propuesta, que depende del Ministerio de Educación de la Nación. Problemas con los contratos, salarios adeudados o que jamás se pagaron e irregularidades con los nombramientos de maestros lo pusieron en jaque. Pero el show continuó. Los docentes siguieron dando clases, en algunos casos con menos frecuencia. El 14 de abril, cientos de chicos ofrecieron un concierto frente al Palacio Pizzurno, pidiendo que se les garantice este derecho. Esta semana, los docentes de la provincia de Buenos Aires decidieron protestar. La mayoría no ha visto un centavo después de septiembre. Hay casos en los que no cobraron durante todo 2016. Salvo en ocho provincias en que el programa continuó más o menos aceitado, en el resto se replica el temor. No se sabe qué ocurrirá el año entrante.

Otra pérdida sensible es Ronda Cultural, el circuito libre y gratuito por museos y espacios culturales nacionales, a bordo de minibuses y con guías especializados. Ofrecía visitas para jubilados, estudiantes y discapacitados. A través de este programa, mucha gente visitó un museo por primera vez. Mientras tanto, otras propuestas creadas durante la gestión anterior que dependían del Ministerio de Cultura se mantuvieron, como Puntos de Cultura. Otras fueron recicladas, con un cambio en su orientación, como es el caso del programa de Derechos Humanos.

Perspectivas 
El año que se va dejó otros problemas sin resolver. En la Ciudad de Buenos Aires, durante 2017 deberán tratarse los proyectos de ley que buscan regular la actividad de artistas callejeros y resolver el conflicto de las ferias artesanales, que el Gobierno trasladó de la órbita cultural al Ministerio de Ambiente y Espacio Público. También habrá que ver si se revierte el vaciamiento de las escuelas de formación artística que dependen del gobierno porteño, que este año se declararon en emergencia. A priori, los números no alientan: en el ámbito porteño, el Presupuesto de Cultura 2017 prevé un incremento de más del 100 por ciento para la Usina del Arte, espacio emblema del macrismo, y propone un aumento inferior al 2 por ciento para los organismos de incentivo a la cultura independiente.

A nivel nacional, habrá que ver qué resultado tiene el Plan de Fomento para el Cine Argentino que presentó el INCAA y que tanto criticó el arco de documentalistas, y cuáles son los planes para el proyecto de Ley de Mecenazgo que presentó el oficialismo, que se opone en espíritu al proyecto de una Ley Federal de las Culturas, impulsado por el Frente de Artistas y Trabajadores de las Culturas. Todo lleva a pensar que 2017 será un año en que el sector deberá estar alerta, y peleando por su subsistencia.
Fuente:Pagina12

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